Capítulo 12

- Hoy estás de buen humor, ¿verdad?- Mencionó Euryale.

El Comandante Black asintió, por simple inercia, pero mantuvo su atención en el rótulo luminoso que indicaba la planta en la que se encontraban, mientras aquel ascensor descendía desde el sector ejecutivo hasta el primer piso de aquella masiva torre. El trayecto era largo y agobiante. A pesar de todo el tiempo que llevaban allí encerrados, aún faltaban varios minutos para alcanzar la superficie. Odiaba aquellos ascensores, especialmente si tenía que subir o bajar muchas plantas en solitario. Le daban demasiado tiempo para pensar, y a menudo no le gustaban los senderos que su propia mente decidía recorrer. Afortunadamente, aunque tuviese que bajar al primer piso desde su despacho en la última planta, en aquella ocasión su segunda al mando le estaba acompañando. Aquello le animaba y le impedía poder dar rienda suelta a sus propios miedos.

- ¿Eres capaz de saberlo a través del casco?- Preguntó Black, girando la cabeza en dirección hacia su acompañante.

- Ya hace muchos años que nos conocemos- Se justificó Euryale, mientras se encogía de hombros- He tenido que aprender a leerte a través de esa cosa.

En aquella ocasión, Black dejó salir una leve risa que fue audible a pesar del casco. Por un momento, estuvo tentado de remarcar que veintidós años no parecían mucho tiempo desde su punto de vista. Sin embargo, el líder de Phobos se abstuvo de mencionar nada al respecto. No quería llevar él mismo aquella conversación de ascensor hacia un tema que le resultase desagradable. Había cosas de las que jamás se libraría, pero aquello no implicaba que tuviese que recordárselas constantemente a sí mismo. Tampoco quería crear un momento incómodo entre ambos durante lo que durase el resto de aquel descenso. En su lugar, Black se limitó a darle a su segunda al mando la respuesta que sabía que quería oír.

- Hoy se avecina un día interesante, Hitch- Respondió Black.

- ¿Es por la reunión del Círculo Interno?- Preguntó la Arpía.

- Bueno, no negaré que estoy contento de que los cinco podamos volver a vernos en Dionysos Station después de tantos meses, pero...

Black no llegó a terminar aquella frase. Mientras hablaba, las alarmas de la Torre del Terror comenzaron a sonar, y una interfaz holográfica con un símbolo de peligro se materializó junto a los controles del ascensor. Aquella alarma emitía tonos cortos de un sonido extremadamente estridente, que retumbaba por toda aquella torre metálica. El ascensor se detuvo durante unos segundos, pero el Comandante en Jefe se apresuró a manipular la interfaz holográfica que mostraba los controles del elevador y obligarlo a reanudar con normalidad su descenso. Tras pulsar aquellos botones, el líder de Phobos permaneció imperturbable, incluso cuando el sistema de megafonía del edificio comenzó a emitir un mensaje de alerta por toda la estructura.

- Atención. Phobos Prime está bajo ataque- Advirtió una voz claramente sintética a través de los altavoces del ascensor- Las estaciones defensivas de Clase Jericho están activas. Se ruega al personal ejecutivo no abandonar el Núcleo.

Euryale dedicó una mirada indiferente a aquella pantalla en la que aparecían los números de planta. En circunstancias normales, estar en un ascensor durante una emergencia sería un momento tenso, pero ella ya se había acostumbrado demasiado a aquella clase de situaciones como para impresionarse por ellas. No le costaba demasiado imaginarse qué estaba sucediendo. Aquella era la consecuencia lógica de todo lo que el Comandante en Jefe había estado preparando. Si tiraba de los hilos, las marionetas se movían; aquello era fácil de comprender. En cambio, los motivos por los que Black había tirado de aquellos hilos en concreto y había provocado lo que estaba a punto de suceder, era información reservada para unos pocos escogidos. Incluso a pesar de llevar ya más de dos décadas junto al Comandante en Jefe, a Euryale aún le costaba acostumbrarse a la frialdad con la que el líder de Phobos tomaba ciertas decisiones, a pesar de sus nefastas consecuencias.

- Estás deseando decir "te lo dije", ¿verdad?- Insinuó Black.

- Sí, por supuesto. Te lo dije- Respondió Euryale, con una amplia sonrisa en sus labios, que revelaba aquellos largos y aserrados dientes- Aquí vienen las consecuencias de haberle hecho caso a esa cosa tan siniestra. Más muerte y destrucción, justo enfrente de nuestra puerta.

- Bueno, nuestro itinerario se mantiene, en cualquier caso- Sentenció Black- No dejemos que una pequeña catástrofe nos arruine el día.

Cuando las puertas finalmente se abrieron, tanto Black como Euryale se apresuraron a abandonar el ascensor e irrumpir en el área de recepción de la torre. Las prisas que ambos tenían por salir de allí no tenían nada que ver con la situación de emergencia que estaba teniendo lugar en todo el edificio, sino más bien con el simple desagrado que les suponían a ambos aquellos largos trayectos verticales de cinco kilómetros de longitud. Nada de lo que aquella alarma pudiese implicar resultaba más insufrible para ambos líderes de Phobos que los ascensores de aquella impráctica torre.

El área de recepción de la Torre del Terror era una estancia relativamente amplia. La masiva estructura, además de sostenerse sobre los gruesos paneles de oricalco de los muros externos, contaba también con un gran número de columnas internas que actuaban como refuerzo, las cuales eran mucho más gruesas en los niveles inferiores. La mayoría de aquellas columnas eran completamente macizas, pero las que se situaban en la parte más central del edificio solían contar con huecos donde se había instalado el sistema de ascensores de la torre. El espacio libre en aquella planta había sido organizado en torno a las columnas y la posición de las puertas principales y de los diferentes ascensores. Cientos de mostradores y escritorios metálicos formaban áreas de trabajo destinadas a regular y orientar el tránsito de visitantes y empleados por las diferentes áreas de aquella sede administrativa. El techo de aquella primera planta se encontraba a veinte metros de altura, y el espacio vertical disponible en algunas de las áreas de información más activas había sido aprovechado mediante el uso de paneles de oricalco que formaban entreplantas y escaleras. En circunstancias normales, todas las áreas de recepción, incluyendo el centro de visitantes, el área de información y la estación de seguridad de aquella planta, mantenían ocupados a algo más de dos mil empleados de la Administración Central de Phobos. Sin embargo, dadas las excepcionales circunstancias que estaban teniendo lugar en la ciudad, aquella planta estaba mucho más concurrida de lo habitual.

Además de los miles de empleados que trabajaban en aquella planta y los funcionarios de Phobos que utilizaban la recepción como un simple medio para acceder a otras áreas de la torre, en aquella ocasión había al menos diez mil personas de más en aquel lugar. Ante el ataque que estaba recibiendo la ciudad, la seguridad de la sede del gobierno de Phobos había sido reforzada al instante, y tanto tropas de Clase Terror como un buen número de supersoldados continuaban entrando en aquel lugar, tanto desde el exterior como desde los ascensores que comunicaban con los centros de seguridad de otros niveles. Aparte de eso, no había duda de que la Torre del Terror era el edificio más seguro de toda Phobos Prime, de modo que una gran cantidad de personal civil, tanto empleados de aquella masiva central burocrática como simples ciudadanos que habían tenido la suerte de encontrarse cerca de allí, habían buscado refugio en aquella imponente estructura. Por el momento, la recepción aún tenía espacio para albergar a más refugiados, y el personal militar no parecía haber puesto pegas a los civiles que trataban de resguardarse en el interior del edificio, siempre que no supusiesen un impedimento para las labores de seguridad. Resultaba obvio que en la Torre del Terror no había suficiente espacio para refugiar a toda la población del distrito, pero los protocolos de seguridad de Phobos eran bastante claros al respecto; en caso de emergencia, quienes llegasen allí mientras aún quedase sitio, podían considerarse afortunados. Naturalmente, el personal ejecutivo de la organización tenía prioridad a la hora de refugiarse en el interior de aquella fortaleza de alta tecnología, pero por norma general, los directivos y el personal de alto rango de las megacorporaciones ya tenían sus propias instalaciones seguras y muy rara vez visitaban aquella torre, o incluso aquella ciudad.

Tanto el Comandante en Jefe como la Gobernadora de Phobia Aegis pasaban casi desapercibidos en medio de aquel bullicio, mientras caminaban tranquilamente a través de la multitud en dirección a la salida de la torre. Desde luego, no era habitual que las alarmas de Phobos Prime sonasen. Obviamente, Phobos tenía muchos detractores que habrían deseado ver aquella ciudad reducida a una masa uniforme de metal fundido. Sin embargo, para todos aquellos enemigos, la capital de Phobos era un lugar prácticamente inalcanzable, y aunque milagrosamente lograsen enviar tropas o un misil nuclear contra aquella ciudad, Phobos Prime disponía de contramedidas de sobra para nulificar cualquier posible daño. Ni siquiera Zyon se podía plantear de forma realista dirigir un asalto directo contra aquella masiva megalópolis; al menos no mientras Atlantis Arisen y la Megaflota controlasen los mares al norte de Phobia Aegis. Aquello, irónicamente, significaba que oír sonar aquellas alarmas era el peor presagio posible. Todo el poder disuasorio de la organización y todas las medidas de seguridad de Phobos Prime no habían servido para impedir el ataque. Nadie, ni entre los soldados ni entre los civiles que se agolpaban en aquella gigantesca habitación, era capaz de responder a la pregunta más evidente. No tenían ni idea de qué estaba sucediendo. Los detalles sobre la inminente amenaza aún no se habían hecho públicos.

- ¡Comandante en Jefe!- Llamó una voz que se alzaba con cierta dificultad por encima del ruidoso ambiente.

El Comandante Black detuvo su avance y prestó atención a la persona que le llamaba; junto a él, Euryale también dejó de caminar. Ambos líderes de Phobos alcanzaron a ver a un hombre uniformado que les hacía señas desde un mostrador de recepción, a escasos cincuenta metros de las puertas que conducían al exterior del edificio. Era parte del personal civil de la torre, y vestía un uniforme negro con el logotipo de Phobos bordado en los hombros y una chapa de identificación en el pecho. El hombre tenía un aspecto alterado, y su pelo corto y cuidadosamente arreglado parecía haber comenzado a despeinarse a medida que él mismo se llevaba las manos a la cabeza, dejándose llevar por los nervios y la tensión del momento. No parecía tener mucho más de veinte años, lo que implicaba que no podía haber entrado a trabajar en aquella sede administrativa tras haber completado un servicio militar. Lo más probable era que fuese familiar de algún ejecutivo y se hubiese saltado bastantes peldaños para alcanzar un puesto de funcionario en la Torre del Terror. Aquello explicaba por qué parecía encontrarse tan tenso. Nadie que hubiera sobrevivido a un servicio militar en Phobos se alteraría de aquella forma por tan poca cosa, teniendo en cuenta dónde se encontraban.

Iban a tener que pasar junto a aquel mostrador de todas formas en su camino hacia la salida, de modo que tanto Black como Euryale se desviaron ligeramente de su rumbo y se acercaron hasta aquel joven, que continuaba llamando al Comandante en Jefe y haciendo señas para llamar su atención.

- Comandante Black, Comandante Euryale...- Saludó aquel hombre, hablando muy deprisa, a pesar de sus propios jadeos- ¿No van... al exterior? ¿Verdad?

Black permaneció en silencio y completamente inmóvil, mientras aquel empleado comenzaba a temblar levemente. No parecía ser capaz de apartar la mirada del casco del Comandante en Jefe, como si aquel embozo le despertase una mezcla entre miedo y fascinación. Al ver que Black no respondía, Euryale asumió que el líder de Phobos pretendía que ella hablase en su nombre, y procedió a dar un paso al frente y acercarse ligeramente más al mostrador.

- Vamos al exterior- Respondió Euryale.

- ¡Es... peligroso!- Les advirtió- Parece que una supersoldado de Clase Titán nos ataca. No es la Comandante Aldrich, nadie sabe quién es. Ha aparecido de repente en el distrito financiero y...

El Comandante en Jefe alzó la mano derecha y le hizo un sutil gesto a aquel empleado para que guardase silencio y se tranquilizase. Aquel hombre se calló al instante, mientras su mirada alternaba frenéticamente entre la mano del líder de Phobos y aquel siniestro casco que llevaba.

- Gracias por preocuparte, pero la situación está bajo control- Le respondió el Comandante Black- Descansa un rato. Sube a la cafetería a tomarte algo. Esto se resolverá pronto.

Aquel hombre tras el mostrador abrió la boca, como si estuviese a punto de replicar, pero no llegó a articular palabra. Él mismo se dio cuenta de que había estado a punto de llevar la contraria al Comandante en Jefe, y prefirió guardar silencio. Black no tenía fama de tratar mal a sus empleados en aquella torre, pero aquello no significaba que fuese una buena idea poner a prueba la paciencia de aquel hombre. Al fin y al cabo, el líder de Phobos era alguien infame en todo Acies, por muy buenas razones.

- ¡Señor!- Llamó una potente voz femenina a espaldas de ambos oficiales.

Tanto Black como Euryale dieron la espalda al mostrador y se giraron sobre sí mismos para encararse con quien les había llamado desde detrás. Al darse la vuelta, se encontraron a una supersoldado de Clase Banshee con todo su equipo de combate puesto. La supersoldado vestía una malla de nanofibras de color negro con placas de armadura de neomitrilo, similares a las que llevaban las Arpías. Tanto sus brazos quitinosos como sus tentáculos quedaban completamente expuestos, por fuera de aquella malla protectora. Junto a la Banshee, había otra mujer de menor estatura, midiendo apenas tres metros y medio de altura. Aquella otra supersoldado tenía un aspecto mucho más humanoide y una complexión más delgada. Vestía un mono táctico ceñido, muy parecido al que empleaban las titanes, aunque no portaba ningún tipo de arma. Tenía el pelo muy largo, ondulado y de color negro, peinado de tal forma que tapaba completamente su rostro, como si fuera un velo, ocultándolo por completo. Su aspecto resultaba inusualmente siniestro, incluso para los estándares de una supersoldado de Phobos.

- Lo siento, Comandante en Jefe, pero no hemos podido evitar escuchar que tienen que salir de la torre- Dijo la Banshee.

- Si no hay más remedio, dejen al menos que los acompañemos- Ofreció la supersoldado de Clase Siren que la acompañaba- Podemos reunir a algunos supersoldados más en un momento.

Black pudo notar cómo algo de aire se le escapaba por la nariz al escuchar aquella propuesta tan optimista. Afortunadamente, aquella leve risa no intencionada no fue audible a través de su casco, en parte gracias al ruidoso entorno donde se encontraban. Resultaba casi adorable el entusiasmo de aquellas dos supersoldados, teniendo en cuenta el daño que probablemente les haría la contaminación psiónica en el exterior de la torre. Black no sabía si realmente querían acompañarle porque se preocupasen por su seguridad, o porque estuviesen tratando de ganarse su favor de cara a un futuro ascenso. En cualquier caso, ambas no tardarían en convertirse en una mancha roja en el suelo si se les ocurría poner un pie o un tentáculo fuera de aquel edificio. Aquella noche ya había muerto suficiente gente en Kubeigh, y aún habría probablemente varios miles de bajas civiles y militares en Phobos Prime. No era necesario que aquellas dos supersoldados también desperdiciasen sus vidas de aquella forma.

- No quiero que nadie nos siga- Sentenció Black, con severidad- Quedaos todos aquí dentro. Es una orden.

Tras pronunciar aquellas palabras, el Comandante en Jefe dio la espalda también a aquellas dos supersoldados y continuó caminando hacia la salida del edificio. Antes de reanudar la marcha, Euryale se quedó atrás durante unos segundos, mientras dejaba salir un largo suspiro. A continuación, dirigió una última mirada a la Banshee y la Siren.

- Nosotros estaremos bien- Dijo Euryale- Si queréis ayudar, aseguraos de que nadie salga del edificio y no hagáis ninguna estupidez.

Sin añadir nada más, Euryale comenzó también a caminar y alcanzó rápidamente al Comandante Black, situándose a su lado derecho. Frente a ellos, a escasos metros, se encontraba el único acceso a la Torre del Terror. La puerta principal tenía un diseño muy minimalista; apenas se trataba de un hueco en el muro exterior de oricalco de unos diez metros de alto y veinte de ancho. Había algunas señales con indicaciones sobre los protocolos de acceso a la estructura y un gran número de carteles orientativos, incluyendo un plano general del área de recepción. Aunque la Torre del Terror tenía algunos cientos de miles de empleados, el acceso al interior estaba estrictamente regulado, lo que provocaba que incluso aquella puerta tan ancha se congestionase de vez en cuando.

En aquella ocasión, con motivo de la emergencia que estaba teniendo lugar, se había destinado personal de seguridad extra al control de acceso. Casi un centenar de soldados de Clase Terror se encargaban de comprobar las credenciales de cualquier empleado que quisiera entrar o salir, y de revisar cualquier documento que probase la ciudadanía de los refugiados que acudían a las puertas, los cuales también eran cacheados y registrados antes de que se les permitiese pasar. Aquella puerta era el único punto en toda la fachada del edificio que no estaba formado por una masiva placa de oricalco, y el único lugar por el que entraba una mínima cantidad de luz natural proveniente del exterior. A pesar de ello, la contaminación lumínica de aquella ciudad llevaba siglos fuera de control, y todo lo que la vista alcanzaba a ver en el exterior era un confuso destello rojo producido por todas aquellas luces de neón. Pocos segundos después de que dieran la espalda a aquellos empleados que habían tratado de advertirles del peligro, ambos líderes de Phobos se convirtieron en borrosas siluetas que desaparecieron a través de aquel cegador destello de un intenso color rojo.

La Torre del Terror se encontraba en el centro exacto de Phobos Prime, y era la referencia en torno a la que se habían construido todos los patrones radiales que seguían los distritos de la ciudad. El distrito financiero, donde se encontraban la mayoría de centrales administrativas de las corporaciones, era el único que tenía una forma completamente circular, con un radio de unos veinte kilómetros alrededor de la sede de la Administración Central de Phobos. Aquel distrito no tenía tantos edificios residenciales como otros sectores más periféricos, pero sí que contaba con cientos de helipuertos y estaciones de monorraíl. Siendo al mismo tiempo el cerebro y el corazón de Phobos Prime, aquel área centralizada resultaba clave de cara a un gran número de propósitos logísticos. Las calles y carreteras en aquel lugar resultaban inusualmente anchas comparadas con el resto de la ciudad, llegando algunas a tener casi cuatrocientos metros de ancho. La densidad de edificios era menor que en los distritos residenciales o industriales, aunque las grandes torres de oricalco de aquella región eran las más altas de la ciudad, pudiendo algunas alcanzar hasta dos kilómetros de altura. Tanto el mobiliario urbano como las aceras y las fachadas de los edificios estaban construidos mediante el uso de estructuras modulares y millones de paneles de oricalco de colores oscuros. Las luces de neón rojas eran lo suficientemente intensas como para que la sombra de aquellas altas torres no dejase la superficie de Phobos Prime completamente a oscuras. Aquel lugar era un auténtico infierno artificial; un opresivo paisaje urbano de edificios negros y luces rojas tan denso que bloqueaba la vista en cualquier dirección posible y que, incluso contemplándolo desde los niveles superiores, su final se perdía en el horizonte.

Alrededor de la majestuosa Torre del Terror, se encontraba una de las pocas áreas despejadas de la ciudad. Timeo Atrium era un recinto circular de tres kilómetros de radio, el cual tomaba la sede gubernamental de Phobos como punto central. La mayor parte de su superficie estaba formada por paneles de oricalco, a excepción de las carreteras, que por razones de conveniencia y seguridad tenían una capa externa de asfalto. Una carretera atravesaba el área desde cada punto cardinal, desembocando en una amplia rotonda que permitía el acceso por carretera a la Torre del Terror. Al margen de los accesos por carretera, toda aquella enorme plaza era un recinto amurallado, con una verja de oricalco de diez metros de altura que lo aislaba del resto de calles del distrito, la cual tenía varios puntos de acceso a lo largo de su perímetro. Aunque Timeo Atrium era un lugar de acceso público, las cuatro estaciones de monorraíl y los cuatro helipuertos que había en aquella plaza eran de uso exclusivo para el personal ejecutivo de Phobos. Sin embargo, las áreas ajardinadas de la plaza estaban abiertas a cualquier ciudadano.

Naturalmente, la contaminación ambiental de la ciudad y el suelo de paneles de oricalco no permitían cultivar jardines reales. Sin embargo, Phobos había instalado proyectores holográficos por toda la plaza, los cuales esculpían la luz para crear cientos de miles de plantas holográficas por todo Timeo Atrium. Aquella vegetación falsa estaba formada por hologramas policromáticos, en lugar de emplear aquellos proyectores convencionales que solo emitían tonos de rojo, y las plantas tenían un aspecto traslúcido que permitía ver ligeramente a través de ellas. Cada varias horas, los proyectores cambiaban el tipo de planta que estaban emitiendo y reconfiguraban todo el jardín en cuestión de segundos. Siguiendo una serie de patrones circulares, un conjunto de canales abiertos en el suelo de oricalco formaban un falso río que serpenteaba a lo largo de la plaza. Docenas de puentes permitían cruzar aquel canal, y una firme barandilla metálica actuaba como medida de seguridad para evitar caídas accidentales. Debido a una serie de problemas técnicos provocados por la humedad, el agua real había sido retirada de los canales y fuentes de la plaza hacía ya algo más de dos siglos. En su lugar, aquel líquido había sido reemplazado por más proyectores holográficos que creaban una corriente de agua falsa, hecha con simple luz; la cual además estaba decorada con hologramas de peces y plantas de río. Aquello significaba que saltar al agua implicaba caída de cinco metros, al final de la cual tan solo esperaba a los torpes y los incautos un grueso y sólido panel de oricalco. Sin importar cuántos carteles de advertencia se colocasen y cómo de alta fuese la barandilla, era casi inevitable que alguien cayese al interior de vez en cuando. Si el accidentado tenía la suerte de que alguien le viese o escuchase, no resultaba difícil que el equipo de seguridad lo rescatase de aquella zanja. Si no tenía aquella suerte, acabaría siendo el olor a carne en descomposición lo que le delatase varios días después.

Aquel paisaje era siniestro y bello a partes iguales. En circunstancias normales, aquel era un lugar tranquilo. La estancia era mucho más diáfana y menos agobiante que la mayoría de calles de Phobos Prime, y la fuerte presencia de tropas de Phobos en el área actuaba como una efectiva medida disuasoria contra los criminales. Timeo Atrium era lo bastante amplio para albergar a decenas de miles de personas sin que el lugar se sintiese demasiado concurrido. Sin embargo, Phobos Prime estaba bajo ataque, y en el centro de aquella plaza se encontraba el edificio más seguro de toda la ciudad. En aquella ocasión, había fácilmente veinte veces más gente de lo habitual en aquel lugar. Un gran número de soldados de Clase Terror y supersoldados de Clase Goliat parecían esforzarse por mantener a raya a la multitud y asegurarse de que se respetasen los protocolos de seguridad. Incluso en una situación como aquella, era importante asegurarse de que ninguno de aquellos refugiados aprovechase la oportunidad para atentar contra el personal ejecutivo de Phobos. Aunque el uso y posesión de armas era legal en aquella ciudad, Timeo Atrium y la Torre del Terror eran zonas libres de armas, a excepción por supuesto de las que portasen las tropas de la organización. Aquello significaba que, sin excepciones, cada hombre, mujer y niño de aquella multitud debía ser registrado a fondo antes de que se le permitiese el acceso a la torre. Por desgracia, aquel era un proceso lento y tedioso que estaba comenzando a alterar cada vez más tanto a militares como a civiles. Era cuestión de tiempo que se acabase provocando un disturbio.

A pesar de la tensa situación que estaba teniendo lugar en Timeo Atrium, la presencia de los dos líderes de Phobos en el exterior de la Torre del Terror no pasó desapercibida. Un soldado de Clase Terror que montaba guardia cerca de la entrada se apresuró a hacerle señales a un supersoldado de Clase Goliat cercano. Cuando logró captar su atención, aquel soldado señaló sutilmente a Black y Euryale. El Goliat se apresuró a abandonar lo que estaba haciendo y acercarse rápidamente a ambos oficiales. Aquel supersoldado sostenía un fusil de asalto pesado con municiones explosivas y no llevaba puesto el casco. Su expresión facial parecía recia, y no daba la impresión de sentirse amedrentado por la presencia de los dos líderes de Phobos. Más bien parecía estar ansioso de aprovechar la oportunidad que se presentaba frente a él.

- ¡Comandante Black, Comandante Euryale!- Les llamó aquel Goliat- Es peligroso estar aquí fuera ¿Necesitan escolta?

Sabiendo que probablemente Black no estaba dispuesto a repetir otra vez lo mismo que acababa de decir hacía menos de un minuto, Euryale suspiró de nuevo y se preparó para intervenir. Casi sin darse cuenta, la Arpía se desvió ligeramente de su trayectoria para interponerse entre el Goliat y el Comandante en Jefe. Aún no había olvidado lo que sucedió en Erstonim. Por muchos años que hubiesen pasado y muchos más que pasasen, la confianza de Euryale en los supersoldados de Clase Goliat seguía siendo prácticamente nula. Si hacía algún movimiento extraño con aquel rifle o se acercaba más de la cuenta al Comandante Black, Euryale no dudaría en decapitar a aquel supersoldado con sus propias manos y luego continuar caminando sin dar ninguna explicación. Sin embargo, antes de que su aversión por aquella montaña de músculos sin cerebro la acabase motivando a cometer un asesinato allí mismo, la Gobernadora de Phobia Aegis hizo una señal con la mano al Goliat, indicándole que no se acercase más.

- Vuelve a tu puesto, soldado- Ordenó Euryale, con firmeza.

- ¡Hay una titán arrasando con todo a su paso a pocos kilómetros de aquí!- Insistió el Goliat, a gritos.

- ¿Y tú vas a protegernos de ella?- Preguntó Euryale, en tono sarcástico- Vuelve a tu puesto o te juro que una titán será el menor de tus problemas.

Euryale realizó un sutil movimiento con los dedos de su mano derecha que provocó que aquellas largas y curvadas garras óseas chasqueasen levemente entre sí. El Goliat dirigió una mirada nerviosa a aquellas cuchillas de hueso y apretó levemente los dientes, pero acabó por asentir y procedió a retroceder y cumplir las órdenes sin rechistar. De mala gana, volvió por donde había venido y reanudó sus tareas ayudando a controlar el acceso a la Torre del Terror. Tan pronto como logró ahuyentar a aquel supersoldado oportunista, Euryale volvió a situarse junto al Comandante en Jefe y continuó caminando a su lado, como si nada hubiese sucedido.

Aunque el casco del líder de Phobos lo ocultase, lo cierto era que Black no pudo evitar que sus resecos labios dibujasen durante un instante una satisfecha sonrisa al comprobar cómo Euryale había aprendido a desenvolverse como oficial de Phobos y Gobernadora de Phobia Aegis. Después de que Venus se retirase y renunciase a su puesto de Comandante de Phobos y Gobernadora de aquella provincia, Black había tenido muchas dificultades para encontrar a alguien tan competente como ella a quien designar como su nueva mano derecha. Sin embargo, cuanto más tiempo pasaba, el Comandante en Jefe estaba más convencido de que había tomado la decisión correcta al confiar en aquella Arpía que no dudó en lanzarse contra la espada de un Goliat con tal de protegerle, aunque acabase partida en dos.

- Hitch, manda desactivar los Cañones Esper de las estaciones Jericho- Pidió Black.

- ¿En serio?- Preguntó Euryale, dejando salir una leve risa- Te estás volviendo blando con los años, Black.

Black se encogió ligeramente de hombros ante aquella acusación.

- Supongo que hoy estoy de buen humor...- Le recordó.

La Arpía se llevó la mano derecha a la cintura y palpó levemente en busca de un pequeño dispositivo electrónico en forma de caja que sobresalía de un discreto ojal en su uniforme, teniendo mucho cuidado de que sus uñas no se enganchasen con la tela y abriesen un rasguño en su delicada indumentaria. Cuando localizó a tientas aquel aparato, Euryale utilizó los nudillos de la mano para pulsar un botón en su carcasa. Al activarlo, aquel dispositivo comenzó a proyectar una compleja interfaz holográfica en torno a su usuaria. Dada la incapacidad de la Gobernadora de Phobia Aegis para utilizar pantallas táctiles sin dañarlas, los ingenieros de la organización habían tenido que ponerse manos a la obra para buscar una solución a aquel problema. La respuesta fue aquel prototipo de interfaz holográfica portátil, que aunque aún no se había estandarizado, probablemente reemplazaría a los ordenadores de mano en los próximos años.

Mientras caminaba, Euryale utilizó las puntas de sus garras para manejar con gran soltura la interfaz de usuario de aquel dispositivo. Los hologramas a su alrededor se volvían borrosos cuando ella no los miraba fijamente, y el punto de nitidez de la interfaz estaba diseñado de tal manera que solo podía verse con claridad desde el punto de vista de su usuaria. Aquello evitaba en gran medida que las miradas indiscretas hacia aquella interfaz pudieran provocar el filtrado de información confidencial de Phobos. Sin embargo, lo que Euryale tenía delante en aquel momento estaba lejos de ser información confidencial. Cualquiera que hubiese visitado el centro de Phobos Prime en alguna ocasión probablemente habría visto las estaciones defensivas de Clase Jericho que había en aquel distrito. Frente a Euryale, su interfaz holográfica proyectaba un mapa del distrito que tomaba Timeo Atrium como punto de referencia central. En cada punto cardinal, se podían apreciar unas grandes avenidas que conducían a otras cuatro plazas circulares, en las cuales unos iconos representaban cada una de las instalaciones Jericho.

Cada estación defensiva se encontraba a cinco kilómetros de la Torre del Terror, y funcionaba como un sistema redundante de proyección de campos de fuerza telequinéticos, los cuales mantenían permanentemente protegida la sede de la Administración Central de Phobos. Aquella barrera resultaba virtualmente infranqueable mientras las estaciones defensivas permaneciesen operativas, y ni siquiera un misil nuclear sería capaz de llegar a afectar al grueso blindaje de oricalco de la torre mientras estuviesen activas. Aquellas instalaciones eran también los principales cementerios psiónicos de la ciudad, y las mayores fuentes de contaminación psiónica de toda Phobos Prime. A pesar de ello, los reportes de avistamientos de fantasmas psiónicos en el distrito eran relativamente bajos. Al fin y al cabo, los supersoldados psiónicos no querían aparentar cobardía justo delante de la Administración Central, y los civiles con potencial psiónico no querían ser enviados a Icarus Rest. Sin nadie que demandase abiertamente una solución, el distrito financiero había acabado por convertirse en el segundo mayor foco de actividad paranormal de toda Phobia Aegis.

Consciente de que estaba llevando la contraria a casi un centenar de protocolos de seguridad, Euryale seleccionó las cuatro estaciones Jericho en el mapa y ordenó a todas al mismo tiempo que desactivasen los Cañones Esper con los que estaban equipadas. Aquellos sistemas de artillería psiónicos eran la última línea de defensa de Phobos en caso de que la capital fuese invadida y la Torre del Terror se viese sitiada. A efectos prácticos, era casi como si hubiese un acorazado de Clase Serenity apostado en cada punto cardinal, protegiendo el centro neurálgico de Phobos. Sin embargo, después de que la Gobernadora de Phobia Aegis utilizase sus credenciales de autorización máxima para sobrescribir los protocolos de seguridad, las contramedidas ofensivas de la Torre del Terror quedaron completamente apagadas.

- Hecho- Confirmó Euryale- Ahora estamos... indefensos, supongo.

- ¿Dónde está Alisa?- Preguntó Black, con cierto desdén.

- Unos ocho kilómetros al noreste- Respondió Euryale, sin apartar la mirada de su mapa holográfico y de aquel enorme signo de peligro que se desplazaba en su dirección- Estará con nosotros en menos de un minuto.

Black se desvió su trayectoria mientras caminaba y se encaró con la dirección que su segunda al mando le había indicado. Aunque el Comandante en Jefe trataba de no alterarse demasiado por lo que estaba sucediendo, lo cierto era que no podía evitar sentir una cierta impaciencia ante lo que estaba a punto de pasar. Sin darse cuenta, comenzó a acelerar ligeramente el paso mientras caminaba. Había dedicado mucho tiempo y esfuerzos a preparar el terreno para que su plan tuviese éxito. Después de tantos años en los que no podía hacer otra cosa que esperar a que llegase el momento, por fin estaba sucediendo. Por fin había avances significativos.

- Ordena una evacuación total de Timeo Atrium en dirección opuesta- Indicó el Comandante en Jefe- En la torre no puede entrar tanta gente. Esto va a ser una masacre.

- Tengo la sensación de que eso es tan obvio que no debería ser necesario ordenarlo...- Murmuro Euryale, mientras operaba su interfaz holográfica para dar aquella orden de todas formas.

- Nunca des nada por sentado, Hitch- Respondió Black- No sobrestimes el sentido común de miles de idiotas dejándose llevar por el pánico.

Euryale se encogió de hombros con indiferencia, mientras miraba a su alrededor en busca de alguna confirmación de que su orden estaba siendo acatada. Apenas un instante después de que enviase aquella instrucción y apagase finalmente su interfaz holográfica, su afinado oído alcanzó a escuchar cómo los comunicadores de varios soldados a su alrededor se activaron. Pocos segundos después, la Arpía pudo confirmar que los soldados y supersoldados de Phobos en Timeo Atrium comenzaban a apresurar tanto a civiles como al resto del personal militar de la organización para que se dirigiesen rápida y ordenadamente hacia el sureste. Aunque una pequeña parte de los civiles en la plaza no parecía estar conforme con la idea de no poder refugiarse en el interior de la Torre del Terror, los incidentes violentos y los disturbios que se produjeron no duraron mucho. Por el bien de los intereses corporativos, las tropas de Phobos tenían permiso para utilizar fuerza letal en caso de que la población civil no cooperase con sus actividades. Algunos disparos retumbaron en la plaza, y los soldados de Phobos se hicieron rápidamente con el control de la situación. Toda la muchedumbre en Timeo Atrium comenzó a dirigirse apresuradamente en la dirección indicada; guiada y escoltada por un gran número de soldados de Clase Terror y varios tipos de supersoldados.

Aquella situación dejó un cierto mal sabor de boca a Euryale. Aunque el Comandante en Jefe había tratado de poner orden en aquel caos tan pronto como salió del edificio, lo cierto era que resultaba imposible evacuar Timeo Atrium en menos de un minuto. En todo caso, quizás se pudiesen salvar algunas miles de vidas antes de que aquella desquiciada titán llegase a la plaza. Sin embargo, la tragedia era prácticamente inevitable. Debía haber varios cientos de miles de personas en Timeo Atrium en aquel momento, entre civiles y militares; y la verja exterior dificultaría en gran medida la evacuación. Cuando el peligro llegase y el miedo se apoderase de todos los presentes, si Alisa no los aniquilaba a todos en cuanto llegase, entonces los ciudadanos y soldados de Phobos se matarían entre ellos intentando salir de aquella plaza.

En la distancia, proveniente de las calles que se encontraban al noroeste de Timeo Atrium, un repetitivo estruendo metálico comenzó a dejarse oír, destacando por encima de todos los demás sonidos de aquel ruidoso ambiente y volviéndose más intenso conforme se iba acercando cada vez más. Black dejó de caminar y se detuvo en un área relativamente despejada, a poco más de trescientos metros de la Torre del Terror. Pese a la situación de pánico general, la presencia del Comandante en Jefe y la Gobernadora de Phobia Aegis no pasaba desapercibida en aquella plaza. Tanto los ciudadanos como los militares que se apresuraban a huir en la dirección indicada reconocían a los dos líderes de la organización entre la multitud y se aseguraban de evitar cruzarse en su camino o acercarse a ellos. Como si tuviesen un campo de fuerza telequinético a su alrededor, varios metros alrededor de donde Black y Euryale se encontraban permanecían despejados, y los participantes de la estampida humana que estaba comenzando a formarse en Timeo Atrium se apretaban y empujaban entre ellos para evitar acercarse a ambos oficiales. Incluso mientras las placas de oricalco del suelo comenzaban sutilmente a retumbar con cada paso que aquella titán daba, Black y Euryale seguían siendo más temidos y respetados que ella en aquel siniestro y decadente lugar. Nadie se atrevió a invadir aquel espacio durante su huida; ni siquiera cuando Alisa finalmente quedó a la vista entre aquellos grandes y oscuros edificios e irrumpió en Timeo Atrium.

El Comandante Black se mantuvo imperturbable y examinó con calma a aquella titán que se presentaba ante él. Por su expresión facial, se podía saber que estaba disfrutando de aquello. Mientras caminaba a través de aquellas calles, haciendo desaparecer vehículos, mobiliario urbano y personas con cada paso que aquellas gigantescas botas metálicas daban, Alisa reía como una maníaca. No parecía que estuviese intentando causar aquella muerte y destrucción a propósito, simplemente aquellas eran las consecuencias de que ella caminase despreocupadamente por las calles de aquella ciudad; pero aquello no parecía afectar negativamente a su propio deleite. Le estaba gustando demasiado el papel protagonista que tenía en aquella matanza meramente incidental que estaba llevando a cabo. Black no necesitaba ser telépata y poder leer mentes para saber lo que a aquella desquiciada mujer se le pasaba por la cabeza. Alisa había sido una fugitiva en aquella ciudad y había pasado años huyendo de las tropas de Phobos. Ahora era el personal de la organización quien huía desesperadamente, mientras ella desataba aquella devastación con el simple hecho de caminar. Las suelas de sus botas se habían ido tiñendo cada vez más de rojo con cada paso que había dado para llegar hasta allí, y cada vez que el asfalto y el metal crujían bajo su peso, la titán dejaba atrás una huella carmesí.

Dentro de su casco, Black frunció brevemente el ceño. Aquel comportamiento era demasiado inmaduro, incluso para ella. Aquella titán era capaz de levitar. Alisa podría haber aterrizado directamente en Timeo Atrium y haberle confrontado directamente a él, pero había elegido deliberadamente aterrizar a varios kilómetros de la Torre del Terror y hacer el resto del camino a pie, a sabiendas de las consecuencias. No quería perderse la oportunidad de sembrar el caos en Phobos Prime. Aquel incidente trajo recuerdos agridulces a la memoria del Comandante en Jefe. Un siglo y medio atrás, cuando las primeras titanes entraron al servicio activo en el ejército de Phobos, aquella situación era bastante común. La incorporación de aquellas supersoldados incrementó drásticamente la velocidad a la que se resolvían los conflictos bélicos. Sin embargo, eran casi imposibles de controlar. La muerte y la destrucción parecían resultarles demasiado fascinantes como para resistirse a ellas, y cualquier excusa era buena para arrasar ciudades enteras y provocar millones de muertes innecesarias. Los estudios realizados por Prometheus Labs concluyeron que se trataba de un "leve" efecto secundario de la Fórmula Titán, el cual remitía lentamente con el paso de los años hasta normalizar el comportamiento de la supersoldado. En su particular caso, Alisa ya era más frívola y cruel que cualquier titán cuando aún era humana. Black se había preguntado qué efectos podría tener en su comportamiento aquella nueva versión de la Fórmula Titán que Prometheus Labs había sintetizado, gracias a los pocos documentos que el propio Dr. Asatur no logró eliminar. Sin embargo, tras supervisar sus actividades durante un mes y verla en acción con sus propios ojos, Black aún no era capaz de llegar a una conclusión al respecto. Alisa no parecía ser demasiado diferente de cuando la conoció en aquel callejón; quizás la fórmula no hubiese alterado su comportamiento, más allá de aquella sensación de poder absoluto que la embriagaba. Desafortunadamente, aquello no tenía prácticamente ninguna implicación positiva, viniendo de ella.

Alisa se detuvo momentáneamente al abandonar la calle recta por la que había estado caminando y llegar por fin a la gran rotonda que daba una vuelta completa a Timeo Atrium, aún por fuera de la verja del parque. Aquella era la segunda vez en toda su vida que ella iba a aquella plaza. La primera vez fue cuando aún era humana, dos años antes de conocer en persona al Comandante en Jefe. En circunstancias normales, ella evitaba acercarse al centro del distrito financiero. La contaminación psiónica era mucho más intensa en aquel lugar, y los avistamientos de entidades que no deberían estar allí eran mucho más frecuentes, especialmente para una psíquica como ella. Además, incluso aunque los fantasmas no la asustasen, en aquel lugar las tropas de Phobos eran más numerosas y se mantenían más alerta. A pesar de los riegos, había oído hablar de aquel jardín holográfico, y tuvo las suficientes ganas de verlo como para aventurarse a llegar hasta allí. Sin embargo, en aquella ocasión, se acobardó y no se atrevió a cruzar la verja y visitar aquel parque. Tuvo que conformarse con admirarlo desde la distancia y marcharse pronto, antes de acabar viendo algo horrible o metiéndose en problemas. Mientras recordaba aquello, Alisa se llevó la mano derecha a la boca y rio entre dientes. Ya no tenía miedo de los ecos de aquellas mentes extinguidas por las estaciones Jericho ni de las tropas de Phobos. Había llegado el momento de hacer lo que en aquella ocasión no tuvo el valor de hacer.

Con un simple paso al frente, Alisa abandonó aquel crujiente y quebradizo asfalto de la carretera y entró a la superficie de paneles de oricalco de Timeo Atrium, dañando la verja exterior en el proceso. Aquel suelo metálico parecía resistir bien su peso y no crujía ni se deformaba al caminar sobre él, aunque los proyectores holográficos de la plaza no parecían correr la misma suerte. Con cada paso que daba, todos los hologramas a su alrededor se distorsionaban y desaparecían. Alisa se estremeció al ver apagarse aquellas luces. Desde que llegó a la ciudad, había querido visitar el jardín holográfico. Parecía un lugar divertido. Sin embargo, ver como aquella hermosa maravilla tecnológica era destruida bajo sus botas era una sensación mucho más fascinante que la simple diversión que habría supuesto correr entre aquellos hologramas cuando aún era humana. Visitar el parque como una titán y ser la destructora de aquel icónico lugar era mucho mejor y más memorable que ser otra turista más haciéndose fotos allí.

Sin embargo, aquellos proyectores holográficos no eran la atracción principal. Alisa recorrió la Torre del Terror verticalmente con la mirada. Incluso ella no pudo evitar sentirse ligeramente intimidada por el masivo tamaño de aquel edificio. Desde algo menos de dos kilómetros de distancia, mirando hacia arriba costaba distinguir dónde terminaba el edificio y dónde empezaba el oscuro y contaminado cielo de la ciudad. Aquella majestuosa estructura era el rascacielos más grande de toda Acies, y sin duda tenía un aspecto robusto. A pesar de ello, no dejaba de ser un simple edificio, y no había nada que ella no fuese capaz de destruir ahora que disponía de un poder tan abrumador. Aunque fuese más grande y sus muros fuesen más gruesos, no dejaba de ser una simple masa de oricalco. Había derribado edificios hechos de aquel material con tan solo sus manos, sin necesidad siquiera de utilizar su telequinesis. La Torre del Terror no le duraría ni un asalto cuando decidiese convertirla en chatarra. Sin embargo, Alisa no quería precipitarse y arruinar la diversión demasiado rápido. Aquel era su momento de gloria, y tenía todo el tiempo del mundo para saborearlo cuanto quisiese. Antes de destruir aquel edificio, quería volver a ver al Comandante en Jefe.

- ¡Black, he terminado con la misión en Kubeigh!- Gritó Alisa, con cierta dificultad para no reírse mientras hablaba- Espero que no te importe que haya querido informarte en persona.

La voz de la titán retumbó por todo Timeo Atrium, ahogando momentáneamente todos los demás sonidos; casi como si una Banshee hubiera gritado aquellas palabras. A pesar de la situación, Black alcanzó a escuchar cómo a Euryale se le escapaba una leve risa, y él mismo no pudo evitar sonreír durante unos segundos. Tenía que admitirlo, la caótica forma de pensar y actuar de aquella titán era interesante. Aún a riesgo de acabar poniéndose a su nivel, el Comandante en Jefe decidió participar en su juego y fingir que no sabía de sobra lo que estaba a punto de suceder.

- Alisa, sabes de sobra que esa operación es confidencial- Respondió Black- No lo vayas gritando por la calle.

Alisa se sobresaltó ligeramente al escuchar hablar al Comandante en Jefe. La voz del líder de Phobos resonó del mismo modo que la suya por toda la plaza, perfectamente distinguible por encima de todo el ruido ambiente, como si estuviese usando un megáfono y unos potentes altavoces. Sin embargo, pese al confuso eco que aquella voz produjo, a la titán no le resultó demasiado difícil estimar su procedencia. Cuando llegó a aquel lugar, pensó que el Comandante Black estaría refugiado dentro de la torre. Incluso llegó a considerar la posibilidad de que, si la habían detectado a tiempo y sospechaban de sus intenciones, hubiesen evacuado al líder de Phobos y aquel hombre ya no se encontrase en Phobos Prime. Sin embargo, aquella retumbante voz provenía de allí cerca, al nivel del suelo, en la misma plaza en la que ella se encontraba.

La titán bajó la cabeza y paseó la mirada por aquella marea humana que corría de una punta a otra de Timeo Atrium. Cientos de miles de personas huían en dirección opuesta a donde ella se encontraba, llevándole algo más de quinientos metros de ventaja; nada que no pudiera recorrer en dos o tres pasos si quisiera hundir sus botas en aquel mar de sangre y carne. Aquella multitud estaba comenzando a agolparse contra la verja al sureste de la plaza, donde se empujaban entre sí para tratar de salir a través de las puertas o intentaban saltar aquella valla que claramente era demasiado alta para ellos. Alisa se relamió ligeramente los labios al contemplar aquel caos. Resultaba extremadamente tentador lanzar una proyección telequinética descendente sobre toda la plaza y ver qué sucedía. Quizás podría convertir toda Timeo Atrium en un gigantesco charco rojo. Sin embargo, la voz del Comandante Black provenía de aquella plaza. No quería matarlo a él todavía, no sin antes divertirse un poco con el hombre más temido de Acies.

Tras unos segundos recorriendo con la mirada aquella multitud, Alisa finalmente encontró a dos diminutas figuras que destacaban entre el resto de insectos. El Comandante Black y la Comandante Euryale estaban allí mismo, en la plaza, a menos de un kilómetro de ella. La estampida humana que trataba de alejarse desesperadamente de ella los evitaba a toda costa, como si fuesen dos soldados de Clase Plaga con sus tanques dañados y supurando neurotoxinas. Incapaz de contener su emoción, Alisa dibujó una amplia y desquiciada sonrisa en su rostro, enseñando los dientes y parte de las encías, mientras volvía a caminar para acercarse más a ambos oficiales. Tras dar los primeros pasos sobre aquella superficie de metal, en seguida se encontró de nuevo caminando sobre carne. Cuando la titán alcanzó a la multitud que huía de ella, sus botas simplemente se posaron sobre aquella apretada masa humana que corría y se empujaba a sí misma, presa de la desesperación, y descansaron su peso sobre ella. El sonido de metal contra metal quedó amortiguado por aquel colchón de carne, hueso y sangre, que emitía un sonido de crujido y salpicadura cada vez que aquellas botas convertían a cientos de personas en una repugnante pasta roja de aspecto casi uniforme. La sangre salpicaba alrededor de las suelas como si, al caminar, Alisa ya chapotease en aquel charco carmesí con el que había fantaseado al ver a aquella multitud. Cuando la titán se encontró a unos cien metros de ambos oficiales de Phobos, dejó de caminar. Estaba demasiado cerca de ellos para que pudieran tener contacto visual directo con comodidad, pero a Alisa no le molestaba. Le gustaba la sensación que implicaba mirar desde arriba al Comandante en Jefe.

El último paso que Alisa dio salpicó cientos de litros de sangre humana sobre aquel espacio despejado que la multitud había estado respetando alrededor de Black y Euryale. Aunque aquel fluido vital ajeno no llegó a alcanzar a ambos oficiales, una enorme, húmeda y maloliente mancha roja se formó ante ellos. Ahora que Alisa estaba tan cerca, la multitud se descontroló por completo y dejó de intentar huir hacia el sureste, para en lugar de ello limitarse a tratar de poner distancia y alejarse de la titán, sin importar la dirección. La titán miró de reojo durante unos segundos a aquellos insectos que correteaban a sus pies. No solo había civiles, también había soldados y supersoldados de Phobos. Sin embargo, nadie se atrevía a atacarla por iniciativa propia, sin que ninguno de los dos oficiales allí presentes diese aquella inútil orden. Ni siquiera parecía que estuviesen interesados en proteger al Comandante en Jefe. Sin nadie que les inspirase miedo y les obligase a cumplir con su deber, las tropas de Phobos huían de ella como los patéticos insectos que realmente eran.

- Oh, lo siento...- Se disculpó Alisa con sarcasmo- ¿Me perdonas si te digo que he ganado? ¡La misión ha sido un éxito!

- ¿Un éxito? ¿Quieres decir que la Comandante Aldrich ha muerto y Kubeigh ha sido destruida?- Preguntó Black, pese a conocer de antemano la respuesta.

Nuevamente, la voz de Black se alzó por encima de los gritos de la multitud y la ruidosa alarma que resonaba desde la Torre del Terror. Alisa frunció el ceño momentáneamente mientras fijaba su mirada en el Comandante en Jefe. No parecía llevar ningún tipo de megáfono, aunque llevaba puesto aquel extraño casco que nunca se quitaba en público, y quizás tuviese algún tipo de sistema de megafonía integrado. La titán no pudo evitar preguntarse en aquel momento lo mismo que todo Phobos llevaba cientos de años preguntándose. Aquella quizás era una buena oportunidad para ver qué había tras aquella máscara. Sin embargo, la verdadera identidad del Comandante en Jefe no era lo que más intrigaba a Alisa en aquel momento. Había algo que la hacia sentir cierta incomodidad, incluso a pesar de la ventajosa situación en la que se encontraba.

Mientras cruzaba todo el territorio de Phobos levitando para llegar hasta allí, había fantaseado con muchas cosas. Una de ellas era la reacción que el Comandante Black tendría al verla cuando irrumpiese de aquella forma en Timeo Atrium, tras haber dejado un magnífico rastro de destrucción a lo largo de varios kilómetros por su querida Phobos Prime. Se había imaginado muchas reacciones, pero que Black se plantase frente a ella en aquella plaza y le hiciese aquella clase de preguntas no era ninguna de ellas. Alisa no era capaz de imaginarse qué se le estaba pasando por la cabeza a aquel hombre; qué pensaba que iba a suceder en aquel lugar. Quizás fuese tan arrogante como para considerarse fuera de peligro, a pesar de encontrarse ante ella. Quizás realmente pensase que su autoridad como Comandante en Jefe de Phobos aún significaba algo en aquella situación y que él era demasiado importante como para morir como el resto. Sin embargo, la realidad era que, en aquel momento, Black solo era un insecto más en aquella plaza. Simplemente, aquel vanidoso oficial aún no se había hecho a la idea. Cuando todo aquello terminase, sería imposible distinguirle del resto de la capa de pasta roja que había comenzado a formarse bajo sus botas; si es que se apiadaba de él lo suficiente como para concederle una muerte tan rápida.

- Pues... no- Negó Alisa, apartando la mirada Black y fingiendo tener falsos remordimientos- La verdad es que no. Ninguna de las dos cosas.

- Creo recordar que tenemos una palabra para eso, ¿verdad, Hitch?- Refunfuñó el Comandante en Jefe.

- Fracaso- Respondió Euryale, adoptando fugazmente una expresión seria en el rostro y un tono de voz severo.

Black permaneció inmóvil y en silencio durante unos segundos. El Comandante en Jefe no miraba arriba mientras le hablaba a aquella titán; no iba a darle ese placer. En lugar de eso, Black mantenía la vista al frente, a pesar de que todo lo que alcanzaba a distinguir eran aquellas enormes botas blindadas de un modelo obsoleto. Justo donde se encontraba Alisa, por debajo de la suela de sus botas, sobresalía una masa casi irreconocible de restos humanos. La suela de aquellas botas era casi completamente rígida, salvo por algunas juntas articuladas que permitían algo de movilidad. El suelo de oricalco que la titán pisaba tampoco cedía lo más mínimo ante la presión que recibía. Cuando las más de doscientas mil toneladas de Alisa pisaban a aquella multitud, era como si todas aquellas personas hubieran sido puestas en el interior de una gigantesca prensa hidráulica. Apenas había rasgos humanos reconocibles en aquella masa compactada de cadáveres. Lo único que quedaba de todos aquellos soldados y civiles que se habían visto atrapados bajo sus botas era una masa rojiza que supuraba un líquido carmesí, con algunas partes de cuerpos humanos parcialmente machacados sobresaliendo ligeramente en algunos puntos. Alrededor de aquella pasta de carne, un charco de sangre comenzaba a formarse y anegar los alrededores de donde se encontraba Alisa. La visión que tenía frente a él era un espectáculo macabro y repugnante. Sin embargo, el Comandante en Jefe se mantuvo firme e impasible, como siempre lo había hecho. A pesar de que un paso más de aquella titán podría convertirlos a él y a Euryale en parte de aquella pasta de carne, ninguno de los dos se movió un milímetro ante aquella evidente amenaza. La Arpía, que sí había caído en la trampa de mirar hacia arriba, mantenía también una expresión calmada e indiferente en su rostro, mientras aquellos orbes rojos que tenía por ojos se mantenían fijos en los de la titán.

- Después de todo lo que he hecho por ti... ¿Me traes un fracaso, Alisa?- Preguntó Black, en un tono de voz que fingía estar molesto.

Alisa agrió el rostro y apretó ligeramente los dientes al escuchar aquellas palabras. Lo que el Comandante en Jefe había hecho por ella era tener a sus empleados persiguiéndola durante toda su vida para convertirla en una batería psiónica. Después la había coaccionado para llegar a un acuerdo, la había despojado de su humanidad y la había enviado a hacerle daño a la mujer que amaba. Aunque Alisa admitía estar bastante contenta con su situación actual, incluso alguien con un punto de vista de la realidad tan distorsionado como el suyo sabía que el Comandante en Jefe era muy hipócrita al pronunciar aquellas palabras. De forma inconsciente, Alisa apretó el puño y todo su cuerpo se estremeció ligeramente; no de placer, sino de rabia. Su escasa capacidad de autocontrol era lo único que la retenía en aquel momento, lo único que le impedía alzar una de sus botas y fusionar inmediatamente a ambos oficiales con lo que había quedado de sus empleados.

- ¿Fracaso?- Preguntó Alisa, con cierto desaire- Tu anterior superarma ha sido poco más que una muñequita para mí. Yo diría que lo que tienes ante ti es el mayor éxito en toda la historia de Phobos.

El Comandante en Jefe dejó salir una ruidosa risa forzada que retumbó en cientos de metros a la redonda. Alisa sintió una vez más cómo su paciencia era puesta a prueba. La capacidad de Black para ignorar la nefasta situación en la que se encontraba resultaba cada vez más irritante. De no haber tenido tantas ganas de obligar a aquel hombre a tragarse sus palabras y su vanidad, lo habría asesinado en aquel preciso instante. Sin embargo, primero quería arrebatarle todo lo que aquel megalomaníaco oficial había creado. Quería obligarle a ver cómo su preciosa Torre del Terror era reducida a chatarra, quería obligarle a ver morir a su segunda al mando y quería arrancharle aquel casco y mostrar a toda Acies el miserable insecto que era.

- Ahora en serio... No has cumplido con los objetivos que te asigné, y una vez más has irrumpido en mi ciudad y has comenzado a asesinar a mis empleados- La acusó el Comandante en Jefe- ¿Hay alguna razón para que me decepciones de esta forma, Alisa?

Alisa se relajó y sonrió con malicia, mientras sus ojos se mantenían fijos en el Comandante en Jefe, aunque él no la mirase de vuelta.

- Me alegra que lo preguntes. La verdad, no estoy contenta del todo con nuestro acuerdo. He decidido que no voy a matar a mi querida Satsuki y no voy a seguir más tus órdenes- Declaró Alisa, disfrutando de aquel momento- Además, creo que a partir de hoy yo seré la Comandante en Jefe... ¿Te parece bien?

Finalmente, el Comandante Black miró hacia arriba, y aquel inexpresivo casco metálico se encaró con el pálido rostro de ojos rojos de Alisa. Aquel movimiento por su parte no era un acto de aceptación de su inferioridad, sino más bien un desafío. A lo largo de los cientos de años que llevaba en aquel puesto, Black se había topado con muchos miembros de su organización que habían tratado de arrebatarle su cargo. Eran demasiados como para poder recordarlos a todos; era raro que no pasase al menos una o dos veces al mes. En todos aquellos años, Black no había alcanzado a comprender por qué había tantos ejecutivos y oficiales que codiciaban tanto el puesto de Comandante en Jefe. Tanto los ejecutivos de las megacorporaciones como los Comandantes de Phobos tenían vidas fáciles. Eran poderosos y disfrutaban de los beneficios de aquel poder, con pocos inconvenientes y muy pocas consecuencias negativas que asumir. Realmente, no necesitaban más de lo que ya tenían. Su posición como Comandante en Jefe, en cambio, era muy diferente. Si todos aquellos aspirantes a usurpadores conocieran lo que había bajo aquella máscara, si supieran las implicaciones y consecuencias de ser el Comandante en Jefe, no habrían aceptado el puesto ni aunque él les ofreciese voluntariamente su despacho y su asiento en la Junta de Directivos. Resultaba tentador darle lo que quería a Alisa y tomarse un descanso temporal mientras permitía que aquella titán ebria de poder fuese aplastada por el peso de Erebus. Sin embargo, aquello habría sido imprudente e irresponsable por su parte. Tal y como le había dicho muchas veces a Euryale, otros quizás podrían rendirse y desistir; pero no ellos. Ellos tendrían que llegar hasta el final, hasta la última consecuencia. Hasta que cumpliese sus objetivos, nadie aparte de él se sentaría en el puesto de Comandante en Jefe de Phobos, ni siquiera de forma irónica.

- Hitch... ¿Me recuerdas el procedimiento de Phobos para reemplazar al Comandante en Jefe?- Pidió Black, con su mirada aún fija en Alisa.

Euryale arqueó la ceja mientras bajaba la cabeza hacia aquel hombre y le dedicaba una mirada confusa. La Arpía estaba orgullosa de haber memorizado todo el reglamento interno de aquella alianza megacorporativa, pero en aquella ocasión no tenía ni idea de sobre qué estaba hablando Black.

- No tenemos un protocolo para eso- Respondió Euryale.

- Exacto. No lo tenemos- Repitió Black, con firmeza.

- Entonces vamos a tener que inventarnos uno...- Propuso Alisa entre risas.

Tras pronunciar aquellas palabras, Alisa se agachó lentamente y procedió a sentarse en el suelo de aquella plaza, con las piernas ligeramente flexionadas, del mismo modo que el Comandante Black se había sentado frente a ella diez años atrás. Aquel era un buen momento para devolverle toda aquella condescendencia. Aunque la titán se hubiese sentado, tanto Black como Euryale seguían teniendo que mirar muy arriba para ver su risueño y desquiciado rostro. Estando sentada en aquella postura, las suelas de sus botas quedaban completamente a la vista de ambos líderes de Phobos. Aquella asquerosa pasta de carne humana comprimida se había colado en los surcos que conformaban el dibujo de la suela de aquel gigantesco calzado. Ahora que no estaba apretada contra el suelo, aquella viscosa masa sanguinolenta había comenzado lentamente a deslizarse hacia el exterior de aquellas líneas en la suela y se desprendía poco a poco, produciendo un desagradable sonido de chapoteo cuando partes de ella quedaban libres y caían como un peso muerto sobre el enorme charco de sangre que había en el suelo.

Alisa se estremeció ligeramente en un pequeño espasmo de placer al encontrarse en aquella situación. Se había sentado sin más en un charco carmesí, y estaba mostrando sus sangrientas suelas a ambos líderes de Phobos. Toda Acies temía al Comandante en Jefe y a la Carnicera de Tenska, pero aquel día, ambos estaban a punto de conocer el miedo, y Acies estaba a punto de encontrar a alguien nueva a quien temer. Alisa dirigió su mano derecha al suelo, frente a ella, y utilizó la cuchilla de obsimantita del dedo índice de su guante para arañar las placas de oricalco de aquella superficie. El roce de ambos metales producía un sonido estridente y desagradable, y los paneles de oricalco quedaban marcados por un profundo rasguño conforme la cuchilla de su dedo se hundía sin mucha dificultad en ellos. Sin embargo, aunque estaba intentando resultar intimidante, Alisa no lograba obtener ningún tipo de reacción por parte de Black ni de Euryale. Ambos oficiales se mantenían donde estaban, mirándola de forma casi condescendiente, como si no estuviesen impresionados. Un minuto atrás, aquello habría molestado a la titán. Sin embargo, Alisa había acabado por hacerse a la idea de que la arrogancia de aquel hombre y aquella Arpía no parecía conocer límites. Si era lo que querían, que se quedasen allí en lugar de salir corriendo o pedir refuerzos. Así sería más fácil para ella.

- Bueno... ¿A quién de los dos debería matar primero?- Preguntó Alisa, visiblemente incapaz de contener su entusiasmo- ¿Qué agilizaría más el papeleo para ocupar mi nuevo cargo?

Euryale dio un paso adelante y se puso por delante del Comandante en Jefe. El rostro de la Arpía había arrugado su grisácea frente y adoptado una expresión iracunda, mostrando su larga fila de aserrados dientes. De forma instintiva, su mano derecha había comenzado a dirigirse hacia su cintura, donde se encontraba el botón de aquel dispositivo para activar su interfaz de mando holográfica. No estaba dispuesta a permitir que nadie le pusiera la mano encima al Comandante en Jefe. No le importaba si era un Goliat o una titán psiónica. Si alguien amenazaba al líder de Phobos, tendría que vérselas con ella.

- Me estoy cansando de tus gilipolleces- Advirtió Euryale, malhumorada.

- Uh, qué miedo...- Se burló Alisa- Por favor, no me arañes con esas uñas...

Antes de que Euryale respondiese con palabras o con violencia, el Comandante en Jefe caminó de nuevo al frente y se volvió a situar delante de su segunda al mando, al tiempo que le hacía un gesto con la mano para indicarle que se calmase. Sin necesidad de palabra alguna, Euryale obedeció aquella indicación y respiró hondo, relajó los hombros y apartó su mano de aquel botón. Sin embargo, su calmado rostro aún seguía manteniendo aquella expresión molesta.

- Déjame que le de un escarmiento- Pidió Euryale, aun visiblemente enfadada a pesar de su fachada serena- Prometo no matarla.

- No te preocupes, Hitch. Asumo las consecuencias- Insistió Black- Como te dije, puedo lidiar con ella.

El Comandante Black dio unos pasos al frente, en dirección a Alisa. A continuación, volvió a detenerse durante unos segundos. La titán tenía una expresión facial ansiosa. Casi parecía que sus ojos estuviesen a punto de salírsele de las órbitas. Mantenía la mirada fija en él, mientras sus labios seguían dibujando una sonrisa tan exagerada que prácticamente era una mueca.

- ¿Qué pasa, Black? ¿Acaso quieres luchar contra mí?- Preguntó Alisa, riendo ruidosamente entre dientes- Deberías verte desde mi punto de vista. Pareces un bicho ¿De verdad crees que te irá mejor que a Satsuki?

- ¿Luchar? No te des tantos aires, niña- Respondió Black, con severidad- No eres tan importante como para luchar conmigo.

Un fugaz escalofrío recorrió la espalda de Alisa tras escuchar aquellas palabras. El Comandante en Jefe permaneció allí, inmóvil frente a ella, a poco más de cien metros. Estaba en pie justo a orillas de aquel enorme charco de sangre que se había formado sobre aquel suelo de oricalco. Su figura resultaba inquietante y siniestra. Aunque ella nunca había llegado a encontrarse con alguno de aquellos espectros que se manifestaban en el distrito financiero, la sensación no debía de ser muy diferente a contemplar aquella escena. Alisa recordó el mal presentimiento que tuvo cuando conoció a Black en aquel callejón. Incluso a pesar del abrumador poder físico y psíquico con el que contaba ahora que era una titán, sus capacidades de percepción extrasensoriales le seguían enviando señales de peligro en su presencia. Sin embargo, ya no era una humana asustada y acorralada en aquel siniestro callejón; ahora era un apocalipsis andante. Alisa se puso de nuevo en pie, alzándose frente a Black con todos sus doscientos ochenta y tres metros de altura. No pensaba dejarse sugestionar, no se dejaría intimidar ni retrocedería ante el Comandante en Jefe. Aquella no sería una situación de la que aquel hombre pudiese salir simplemente con trucos mentales y palabras. La violencia era inevitable.

- Llamémoslo mejor... castigo.

Tras pronunciar aquellas últimas palabras, Black sonrió durante unos segundos. Llevaba algunos cientos de años acomodado en el sillón de su despacho, sin intervenir directamente en nada. Había acuerdos que debía respetar. Sin embargo, había llegado el momento de mostrarle a Alisa por qué la Junta de Directivos no lograba deshacerse de él por más que lo intentasen. Era hora de reivindicar su puesto como el hombre más temido de todo Acies.




Tras varios minutos de larga y tensa espera después de que el canal de comunicaciones se cerrase, Satsuki finalmente alcanzó a ver la silueta del transporte de Clase Invader en el horizonte, volando a poco más de un kilómetro de altura. Los Invader no eran una aeronave especialmente rápida, pero su grueso blindaje sin duda hacía que fuesen las más seguras a la hora de transportar a un VIP a través de un área no asegurada. A ambos lados del Invader, volando en formación, Satsuki logró ver lo que ella suponía que eran seis cazas Hornet, los cuales a tanta distancia no eran más que unos puntos negros en el aire, prácticamente imperceptibles para alguien que no tuviese una vista tan agudizada como la suya. Los Hornet eran aeronaves principalmente antiaéreas, y se utilizaban mayormente como escoltas o interceptores. No destacaban en absoluto por su autonomía, y no había forma de que aquellos cazas hubieran seguido al Invader todo el camino desde la instalación secreta de Deimos. Lo más probable era que se hubiesen incorporado a la escolta desde alguna base aérea cercana.

Aquellas aeronaves aún se encontraban a algo más de veinte kilómetros de distancia y tardarían unos dos minutos en llegar hasta Kubeigh. Satsuki apartó la mirada, incapaz de mantener el contacto visual con aquel Invader que se acercaba. En lugar de eso, volvió a pasear su angustiada mirada por su propio cuerpo. Tenía un aspecto lamentable. Su indumentaria estaba sucia y destrozada, sus pies estaban descalzos, su piel estaba manchada de una mezcla de polvo y sangre y su pelo seguía enmarañado. Aunque el Comandante Krieg fuese su subordinado de mayor confianza y la persona más cercana a ella, lo cierto era que los dos no se veían en persona a menudo. Hacía ya algo más de un lustro que ambos no coincidían en el mismo lugar. Satsuki nunca se había sentido cómoda en presencia de nada que fuese importante evitar dañar a toda costa. La habían creado para destruir, y la destrucción la rodeaba en todo momento, incluso de forma involuntaria. Era prácticamente imposible para ella no causar algunas muertes accidentales entre el personal aliado mientras realizaba muchas de sus funciones rutinarias. Un simple descuido por su parte, y algo desaparecería bajo sus botas o sus guantes de repente tendrían manchas rojas. El Comandante Krieg era un humano sin modificar; una de las criaturas más frágiles de todo Erebus. La idea de hacerle daño o matarlo accidentalmente siempre había horrorizado a la titán, y por eso había tratado en la medida de lo posible de evitar el contacto personal con aquel hombre durante todos aquellos años. Sin embargo, iban a encontrarse de nuevo, y lo que Krieg estaba a punto de ver era una imagen decadente de lo que ella solía ser. Había sido derrotada y humillada de forma aplastante, y no había nada que pudiera hacer antes de que el Invader aterrizase para mejorar notablemente su aspecto. Por mucho que tirase de las nanofibras de su traje para intentar recolocárselo mejor y tapar más piel o tratase desesperadamente de arreglarse su desastroso cabello, no había forma de disimular aquella decadencia. Había sido derrotada, y tenía el aspecto de alguien derrotada.

Tras hacerse a la idea de que no podía hacer nada al respecto, Satsuki se resignó y volvió a seguir con la mirada aquellas aeronaves conforme se acercaban. Para llegar hasta Kubeigh desde la instalación secreta de Deimos, aquel Invader debía haber estado volando durante dos o tres horas. Aquello era algo en lo que Satsuki no podía dejar de pensar. Aún no hacía ni una hora que Alisa se ido de Kubeigh. Tres horas atrás, Krieg no tenía forma de saber cuándo pensaba marcharse de la ciudad aquella otra titán. Aquel hombre había partido hacia allí a sabiendas de que las probabilidades de encontrarse con Alisa eran extremadamente altas. Satsuki no podía siquiera imaginar qué se le estaba pasando por la cabeza a su segundo al mando al tomar aquella decisión. No había un ejército lo suficientemente grande en todo Deimos para plantarle cara a Alisa, y Krieg lo sabía de sobra. El plan no podía ser luchar contra ella, por eso el oficial solo había traído un Invader y algo de escolta antiaérea. Quizás aquel viaje directo a la picadora de carne era algún tipo de medida desesperada por parte de Krieg. Tal vez pensase que podía razonar con aquella monstruosa mujer. Aquello también habría sido en vano, de todas formas. Si el Invader hubiese llegado a tiempo antes de que Alisa se marchase, aquella titán lo habría aplastado como a una lata de conservas con el oficial de Deimos aún dentro; asumiendo que no se le ocurriese alguna idea más cruel.

Aun así, a pesar de la futilidad de aquel acto, Satsuki no pudo evitar dibujar una leve sonrisa en su angustiado rostro. Sabía de sobra que al resto de sus oficiales ni se les había pasado siquiera por la cabeza la posibilidad de ir a Kubeigh a tratar de ayudarla. Aunque evitase pensar en ello, Satsuki era consciente de que casi todos los miembros de Deimos, incluidos los oficiales, la seguían bajo coacción. Tal vez en el fondo todos hubieran tenido la esperanza de que ella muriese aquella noche. Sin embargo, Krieg parecía seguir siendo alguien con quien podía contar. Quizás después de todos aquellos años y de todo lo que habían vivido juntos, él fuera la única persona que la comprendiese y la apreciase con algo de sinceridad; la única persona que no la viese simplemente como una máquina de matar y destruir carente de alma y voluntad. Aunque en aquel momento no quedaban muchas cosas que le importasen a Satsuki, quería hacer todo lo posible por salvar a aquel hombre de la locura que estaba por desatarse. Era evidente que su propia mortalidad le acabaría alcanzando de todas formas tarde o temprano, pero no quería que se convirtiese en otra víctima más de Alisa. Ahora que todo había terminado, quizás entre los dos fuesen capaz de idear algún plan para salir con vida de aquella pesadilla.

Cuando el Invader comenzó a sobrevolar la ciudad, su altitud empezó a disminuir de forma controlada. A pesar de su tamaño, aquella aeronave podía aterrizar casi en cualquier parte, a menudo abriéndose paso por la fuerza a través de los obstáculos. No en vano, estaba diseñada prácticamente como una torre de asedio aérea. A aquella distancia, las siluetas de los Hornet eran mucho más reconocibles. Aquellos cazas no se parecían prácticamente en nada a los aviones convencionales. Eran ligeramente más grandes que un tanque Virus. Sus fuselajes tenían una angulosa forma vagamente rectangular, muy poco aerodinámica, y confiaban en los cuatro motores VTOL de su parte superior parar mantenerse en vuelo. La cabina se encontraba en la parte frontal, protegida por un grueso cristal blindado capaz de proteger al piloto del armamento balístico, al menos hasta cierto punto. Un fino revestimiento de chapa de oricalco recubría el resto del fuselaje, actuando como aislante térmico para reducir la eficacia del armamento láser contra los Hornet. En comparación con su tamaño, las alas de los Hornet eran muy pequeñas, y el tren de aterrizaje no tenía ruedas, sino que consistía en un sistema de seis patas mecánicas articuladas que se plegaban mientras la aeronave se encontraba en vuelo. En la parte trasera de la aeronave, dos motores a reacción se encargaban de darle la propulsión que necesitaban para cumplir con su función como interceptores aéreos.

A diferencia de otras aeronaves que cumplían la misma función en otros ejércitos, el diseño creado por Skyline Futuristics no utilizaba misiles ni ametralladoras. En su lugar, los Hornet contaban con un sistema de doble cañón de riel instalado en la parte inferior de cada una de sus alas. Las armas no estaban completamente fijadas a las alas de forma coaxial, sino que estaban instaladas en un chasis con un cierto margen de movilidad, similar a una torreta. Aquel sistema de armamento permitía a los Hornet actuar prácticamente como francotiradores aéreos, prediciendo la trayectoria de otras aeronaves gracias a los cálculos de su software de asistencia de vuelo y derribándolas de un único y preciso disparo de cañón de riel. Por razones obvias, Satsuki nunca había tenido ocasión de subirse a un Hornet, pero tenía entendido que resultaban extremadamente fáciles de pilotar; hasta el punto que los pilotos de otras aeronaves a menudo miraban por encima del hombro a los pilotos de Hornet o se mofaban de ellos. A efectos prácticos, aquello parecía más un dron supervisado desde dentro por un piloto humano que un avión cuyo piloto era asistido por una inteligencia artificial. Sin embargo, había que reconocerle el mérito a Skyline Futuristics. Habían conseguido diseñar un caza cuyos pilotos solo tenían que entrenar en los simuladores de vuelo durante una semana antes poder intervenir en situaciones de combate real. Si un Comandante de Phobos se quedaba sin pilotos, podía convertir a algunos soldados de Clase Terror en pilotos en muy pocos días y así reponer sus bajas. Y era aquella aeronave tan ridículamente fácil de pilotar la que había dejado obsoletas las contramedidas láser y devuelto la superioridad aérea a Phobos.

El Invader comenzó a tomar tierra, y su escolta procedió a dar media vuelta y comenzar a retirarse. Aquella era una decisión extraña. Cuando aquel encuentro terminase, el Invader también tendría que darse media vuelta y volver a la instalación secreta de Deimos. Incluso a pesar de encontrarse en territorio aliado, resultaba peligroso que un oficial tan importante como el Comandante Krieg volase sin escolta; especialmente en aquel momento, con tanto caos a lo largo del territorio de la organización. Nunca se podía descartar que algunos traidores atentasen contra él. Sin embargo, los Hornet no podrían mantenerse en vuelo durante demasiado tiempo, y si el encuentro se alargaba, tendrían que aterrizar. Si el Comandante Krieg quería llevar el asunto con discreción, tenía un cierto sentido que no quisiera que más personal de Deimos del estrictamente necesario escuchase aquella conversación. A pesar de ello, Satsuki no podía evitar pensar que ya era demasiado tarde para ser discretos. Probablemente toda Acies sabía lo que había sucedido en Kubeigh. Además, aún quedaban algunos miles de supervivientes merodeando entre las ruinas de la ciudad. No había ninguna posibilidad de que aquel encuentro tuviera nada parecido a privacidad. Aún así, Satsuki acostumbraba a confiar en el criterio de aquel hombre, y optó por no seguir cuestionando aquella decisión. Si era necesario, ella misma podía acompañar más tarde al Invader hasta una base aérea cercana donde pudiera conseguir nuevos escoltas.

Para cuando el tren de aterrizaje del Invader hizo crujir aquella maltrecha superficie de asfalto sobre la que se posó, los seis cazas Hornet ya se encontraban de nuevo a kilómetros de distancia, convirtiéndose nuevamente en simples puntos en el horizonte que no tardarían en perderse de vista. El transporte de tropas se detuvo completamente a unos quinientos metros de Satsuki, aunque sus enormes motores de VTOL no llegaron a detenerse. El Invader aterrizó orientado en dirección hacia la derecha de la titán, de modo que el lateral derecho de su fuselaje quedaba encarado con ella. Pocos segundos después, la compuerta lateral de la aeronave se abrió. Aquel acceso no era tan grande como la rampa de la parte posterior, pero a pesar de ello tenía cinco metros de altura y cuatro de ancho. Aquella placa de blindaje móvil se dejó caer rotando desde un eje horizontal situado en su parte inferior, empujada por un sistema hidráulico que después procedería a recogerla, de forma que la propia compuerta actuaba como una rampa que comunicaba la bodega del Invader con aquella densa capa de chatarra y escombros que cubría el suelo a su alrededor.

Satsuki contuvo momentáneamente la respiración. Por lo general, los transporte de Clase Invader no la impresionaban. Aunque fuesen un transporte de tropas pesado y una de las aeronaves más robustas construidas por la HEC, en realidad eran más pequeños que sus botas. Había derribado cientos de ellos en los últimos años, y desde su punto de vista no eran demasiado diferentes de una lata de carne en conserva. Sin embargo, aquella era la primera vez que se sentía tensa y expectante al ver desplegarse la rampa de un Invader. Estaba a punto de ser juzgada por la única persona cuyo juicio realmente le importaba; la persona que había hecho todo aquello posible. Por sí sola, Satsuki no dudaba que habría sido capaz de darle problemas a Phobos y habría sembrado el caos por varios de sus territorios, pero no habría sido capaz de fundar Deimos. Aquel hombre tenía todo lo que a ella le faltaba. Durante todos aquellos años, había necesitado su ayuda para convertir toda aquella violencia en un verdadero intento de causar daños a Phobos. En aquel momento, también la necesitaría para saber cómo salir con vida de aquella situación en la que se había metido.

Una silueta humana se hizo distinguible en el umbral de aquella compuerta y comenzó lentamente a caminar hacia abajo por aquella rampa. Satsuki se estremeció al distinguir al Comandante Krieg. Aún le costaba creerse que aquel hombre acabase de desplegarse a sí mismo en lo que, técnicamente, era un campo de batalla. El oficial caminaba con cierta torpeza, como si a sus piernas les costase un gran esfuerzo dar cada uno de aquellos pasos. Krieg llevaba puesto su habitual uniforme negro de oficial de Deimos, y aquellas gafas de cristales tintados de las que nunca se desprendía. Su canoso y escaso cabello se despeinó al instante por culpa de la corriente de aire que movían aquellos enormes motores VTOL del Invader, que aún no se habían apagado. Satsuki miró con cierto nerviosismo aquellos motores. El Comandante Krieg tenía una complexión física tan famélica y frágil que parecía que la simple corriente de aire que aquellas máquinas movían pudiesen hacerlo salir volando. O quizás podrían hacer que se cayera rampa abajo. O podría respirar aquel polvo de escombros que estaba volviendo a formar una de aquellas desagradables nubes grises alrededor del Invader. Quizás incluso existiera la posibilidad de que algún superviviente de aquella ciudad le estuviese apuntando con un arma al oficial en aquel momento. Satsuki sintió un escalofrío al imaginarse escuchando un disparo o viendo a Krieg desplomarse. Era como si todo en aquel lugar fuese capaz de matarle. Aquel hombre no debería haber ido allí, ella debería haberse mantenido firme y haberle obligado a que aquel Invader diese la vuelta y volviese a la instalación secreta de Deimos. No podía garantizar su seguridad en aquel lugar.

Cuando el segundo al mando de Deimos llegó al final de la rampa y dejó de caminar sobre aquella placa de blindaje de oricalco, el sistema hidráulico de la compuerta procedió a cerrarla de nuevo. A continuación, la rotación y el ruido de los motores del Invader se incrementó, y la aeronave comenzó lentamente a despegar de nuevo. Satsuki observó con horror cómo aquel vehículo volvía a elevarse en el aire y ponía rumbo en la misma dirección por la que había venido. Aquello probablemente significaba que Krieg esperaba volver con ella a la instalación secreta. Satsuki odiaba transportar humanos de aquella forma. Tenía que tener un cuidado extremo. Incluso con un humano adulto sano, había demasiadas formas de acabar matándolo por accidente sin ni siquiera darse cuenta. En el caso de Krieg, la situación era incluso más complicada debido a su cuestionable estado de salud. Había muchas formas en las que aquel hombre podía morir viajando una distancia tan larga con ella.

- Comandante Aldrich- Saludó Krieg en tono formal.

Satsuki observó durante unos segundos más al Comandante Krieg, aún sin responder. Hacía años que solo lo veía a través de una pantalla, y se había acostumbrado demasiado a que aquel hombre fuese una simple voz en su sistema de comunicaciones. Ahora que lo tenía delante, le costaba reconocer en él a aquella figura de poder y autoridad que ella acostumbraba a ver en su segundo al mando. De no haber sido por su sentido de la vista extremadamente agudizado, Satsuki no habría sido capaz de distinguir a aquel anciano de cualquier otro humano de los miles que había matado aquella noche, sin ni siquiera dar importancia a su presencia mientras se los llevaba por delante con cada movimiento que hacía. Aquel pensamiento provocó que la titán se sintiese incómoda en su presencia. Estaba acostumbrada a ser vista como un monstruo, pero no por la única persona en la que confiaba y a quien apreciaba. En aquel momento, se sentía como si la hubiesen pillado in fraganti. Como si aquel hombre tuviese la oportunidad de ver con sus propios ojos con quién había estado colaborando durante tantos años; con un monstruo que había aniquilado a miles de humanos como él aquella misma noche. Y ni siquiera había logrado que el sacrificio valiera la pena. Había sido derrotada por un monstruo más poderoso, y todas aquellas muertes habían sido en vano. Satsuki se sentía avergonzada de estar en presencia de aquel otro oficial. Sin embargo, no podía quedarse callada sin más. Tenía que asumir la culpa, al menos por el momento.

- Comandante Krieg...- Devolvió el saludo Satsuki, aún con la voz ligeramente temblorosa.

- ¿Cómo te encuentras, Satsuki?- Preguntó aquel oficial, dejando finalmente a un lado las formalidades.

Una inhalación de aire precedió a un nuevo suspiro por parte de la titán. Aquella no era una pregunta fácil de responder. No porque no supiera qué decirle a su segundo al mando, sino porque podría haberse pasado algunas horas quejándose sobre su propia miseria. Podría pasar horas hablando de cómo se sentía engañada por su destino, traicionada por su propia fuerza y humillada por aquella enemiga a la que había subestimado. También podría aburrirle hablando sobre todo el miedo y la frustración que sentía en aquel momento y cómo pensaba que ambos estaban en peligro de muerte por el simple hecho de permanecer en aquel lugar. Sin embargo, aunque le habría encantado desahogarse y contarle todo aquello a su hombre de confianza, Satsuki no se sentía cómoda hablando del tema allí. Ya había acabado lo suficientemente vejada aquella noche, no necesitaba exponer además sus vulnerabilidades emocionales en un lugar donde miles de personas pudiesen oírla. Le daban escalofríos con tan solo pensar que sus palabras pudieran eventualmente llegar a oídos de Alisa.

- He... estado mejor- Respondió Satsuki, de mala gana.

- Entiendo- Respondió Krieg, asintiendo- Esta noche hemos sufrido un duro revés.

Satsuki apartó la mirada de aquel hombre durante unos segundos. Le habría gustado decirle que "un duro revés" se quedaba muy corto para describir aquella situación, y que quien lo había sufrido había sido ella. Él y el resto de oficiales habían estado a salvo en aquella instalación subterránea mientras ella era atormentada durante horas. Sin embargo, Satsuki se esforzó por guardar silencio y no responderle a aquel hombre. No quería acabar canalizando sus frustraciones contra él. Si dejaba salir toda la rabia que había acumulado por culpa de Alisa, aquello no acabaría bien.

- Escucha Krieg...- Comenzó a murmurar Satsuki, aún sin mirarle a la cara- Creo que deberíamos...

- No te preocupes, Satsuki. Me he anticipado y he empezado a tomar medidas- Le interrumpió Krieg, hablando con impasividad- He ordenado un reagrupamiento general de las tropas que tenemos dispersas por nuestro territorio. Phobos ha ganado este asalto, pero no podemos perder la iniciativa. En cuanto estés preparada, he marcado algunos objetivos para nuestro contraataque.

Ante aquellas palabras, la titán abrió los ojos como platos, sobresaltada, y volvió a clavar la mirada de aquellos iris rojos en la minúscula figura de aquel hombre que tenía frente a ella. La Comandante Aldrich no podía creerse lo que acababa de oír. Era como si aquel hombre no tuviese ni idea de lo que realmente había sucedido aquella noche, como si no supiese realmente cómo de mal iba todo.

- ¿Contraataque? ¿Es que no has visto lo mismo que yo?- Preguntó Satsuki, con cierta hostilidad en su tono de voz- ¡Nosotros ya hemos sido derrotados!

- ¿Derrotados, dices?- Preguntó Krieg, visiblemente molesto- No veo que estemos muertos todavía ¿Qué pretendes? ¿Rendirte y dejar ganar a Phobos?

- ¡Ya han ganado!- Gritó Satsuki- ¡No puedo luchar contra eso! Esa puta no me ha matado de milagro, la próxima vez podría no tener tanta suerte.

Satsuki respiró hondo y trató de tranquilizarse. Se había propuesto no pagarla con aquel hombre y descargar su rabia y su frustración contra él. Sin embargo, casi sin darse cuenta, ya había empezado a gritar. Si elevaba lo suficiente el tono de voz, un grito suyo podría dejar a Krieg inconsciente, incluso a pesar de los quinientos metros de distancia que había entre ambos. Si perdía el control, aún podía empeorar aquella nefasta situación haciendo daño por accidente a su segundo al mando. Aquel no era el momento de hacer ninguna estupidez. Tenía que mantener la mente fría y no precipitarse. Si hacía entrar en razón a aquel oficial, quizás entre los dos serían capaces de encontrar algún modo de salvarse de una muerte segura. Krieg podía ser orgulloso y testarudo, pero no era ningún idiota. Era imposible que no entendiese la situación en la que se encontraban.

- Tenemos que salir de aquí... Irnos muy lejos- Murmuró Satsuki, bajando su tono de voz mientras miraba a su alrededor con cierto nerviosismo- A la otra punta de Acies, a algún lugar donde ni Alisa ni Phobos nos encuentren.

- Aunque realmente existiera un lugar así... ¿eso es todo? Después de tantos años, después de tantas muertes... ¿ahora huyes como una cobarde y haces que nada de esto tenga sentido?- Preguntó Krieg, cada vez de peor humor- ¿Qué pasa con tu parte de aquel acuerdo? Tenías que asegurarte de destruir Phobos.

Al escuchar de nuevo aquellas palabras, Satsuki no pudo evitar apretar los dientes y cerrar el puño. Ya llevaba casi medio siglo persiguiendo aquella meta que no hacía más que alejarse cada vez que daba un paso en su dirección. Para Krieg era fácil decirlo, aunque fuese un estratega de gran valor para Deimos, él no era más que un oficial que se mantenía a salvo en la retaguardia mientras otros luchaban en su lugar. Había tenido el descaro de llamarla cobarde, pero era él quien se había negado a combatir su propia mortalidad y abandonaría la lucha dentro de poco, cuando su cuerpo humano terminase de marchitarse y la vida finalmente se le escapase. Si ella podía permitirse el lujo de ser cobarde era porque había mirado a la muerte directamente a los ojos y había estado a punto de sufrirla en sus carnes. Lo que había sucedido aquella noche no era diferente de lo que le hicieron en Chronos Complex cuando aún era humana. Desde que tenía recuerdos, su vida había estado constantemente en manos de otros y tan solo el simple azar le había permitido conservarla. La suerte no le duraría para siempre. No la había matado la Fórmula Titán, no la había matado el factor de expiración de Prometheus Labs y no la había matado Alisa, pero nada le garantizaba que su próximo encuentro con la muerte también fuese un amor platónico. Estaba en su derecho a tener miedo. Ella no tenía ninguna instalación subterránea en la que esconderse mientras otros luchaban en su lugar.

- ¡A la mierda el acuerdo!- Vociferó Satsuki, haciendo que su voz retumbase por toda la ciudad- Asatur me lo ha quitado todo. No pienso morir por él.

Krieg se estremeció y tambaleó ligeramente a causa del grito que dio la titán, pero logró mantenerse en pie. Le pitaban los oídos. Satsuki estaba resultando difícil de controlar en aquellas circunstancias. Si hubiera dispuesto de más tiempo, quizás habría podido dedicar algunos días a tranquilizarla y recordarle más tarde la importancia de su lucha. Sin embargo, la fría e implacable Comandante Aldrich ya no era ni fría ni implacable. La sensación de impunidad absoluta que había tenido a lo largo de todos aquellos años se había roto y ya no se sentía invulnerable. Ahora sabía que sus actos implicarían consecuencias. Resultaba extraño que Phobos la hubiese dejado campar a sus anchas con impunidad durante tantos años. Aquel oficial conocía mejor que nadie las capacidades y los límites de una supersoldado de Clase Titán, y sabía que Phobos no necesitaba haber creado a Alisa para matar a Satsuki. Con el arsenal del que disponían, podrían haberse desecho de ella hacía muchos años si realmente se lo hubiesen propuesto. Nada de aquello podía ser una mera casualidad. Black no estaba dejando nada al azar, aquel hombre actuaba de forma extremadamente deliberada con cada cuestionable decisión que tomaba. Sin embargo, el segundo al mando de Deimos aún no era capaz de ver a través de las intenciones del Comandante en Jefe de Phobos.

Fuera como fuese, ya no quedaban muchas opciones para mantener atada en corto a la Comandante Aldrich. El miedo que le había inspirado el factor de expiración de Prometheus Labs ya era algo que se sentía lejano, enterrado en el pasado. Aquella mujer había encontrado algo nuevo a lo que temer, y el acuerdo de conservar su propia vida a cambio de destruir Phobos ya no sonaba como algo razonable para ella. Tampoco podía convencer a alguien como ella de lo importante que liberar a la región de Acies de Phobos y de aquellas megacorporaciones. Por muchos años que hubiesen pasado, aquella titán no parecía capaz de darle valor alguno a las vidas ajenas. Apelar a su responsabilidad o a su sentido del deber era una causa perdida. Lo único que parecía entender era el miedo, tal y como Phobos se había asegurado de enseñarle.

El Comandante Krieg consideró una última vez sus opciones antes de tomar una decisión drástica. Si no hacía algo para detenerla, Satsuki parecía dispuesta a salir corriendo en dirección contraria a la frontera con Phobos y no detenerse hasta haberse alejado un millón de kilómetros. Incluso si era una decisión precipitada que a la larga solo le traería problemas, la titán probablemente lo haría de todas formas. No podía permitir que aquello sucediese. No habría forma de perseguirla cuando comenzase a huir, y sería imposible contactarla una vez que abandonase el área de alcance de las torres de repetición de señal de Phobos. Incluso si hablaba con ella y lograba tranquilizarla, no tenía garantías de que no abandonase Deimos y se fugase en cuanto la perdiese de vista. Krieg suspiró mientras se llevaba su temblorosa mano derecha a aquellas gafas de cristales tintados y lentamente procedía a quitárselas. No quería tener que hacerlo. Él también asumía demasiados riesgos en aquella situación. No sabía cómo reaccionaría aquella titán. Sin embargo, no podía demorarlo más o sus planes se desmoronarían sin remedio. Había llegado el momento de recurrir a aquel as en la manga que llevaba medio siglo guardando. Aquella mujer solo entendía el miedo, de modo que no le quedaría otra opción que hablar su mismo idioma si realmente quería persuadirla.

- Teníamos un acuerdo, Satsuki- Dijo Krieg, hablando con una voz áspera y antinatural- ¿Crees que puedes traicionarme sin más? ¿Piensas que no habrá consecuencias?

Satsuki retrocedió al instante, de forma instintiva, y su enfadado rostro lentamente fue adoptando una expresión horrorizada. Desde que conoció al Comandante Krieg, el oficial siempre había llevado puestas aquellas gafas. La única vez que le preguntó al respecto, aquel hombre dijo padecer de cierta fotosensibilidad, debido a un incidente con una granada de luz de Zyon. Aquella era la razón por la que se dejaba las gafas puestas incluso en aquellas penumbrosas habitaciones subterráneas. A Satsuki siempre le había parecido un comportamiento extraño por su parte, pero nunca lo había cuestionado. Ella no tenía conocimientos sobre el tema como para saber si la lesión ocular de aquel hombre era real o no, y tenía demasiadas preocupaciones como para cuestionar de aquella forma la palabra de la persona en la que más confiaba. Sin embargo, cuando el Comandante Krieg se retiró aquellas gafas, la titán encajó las piezas del puzle al instante. Sus ojos eran dos orbes completamente negros, en los que no se distinguían iris ni pupilas.

La titán observó con horror cómo cada uno de los globos oculares de aquel hombre se dividían en tres, mientras su nariz desaparecía y su boca adoptaba una posición vertical y se situaba en el centro de la cara. Su piel comenzó a volverse rugosa y adoptar un tono rojizo, como si estuviese en carne viva. La postura de su cuerpo se encorvó ligeramente, aunque no llegó a alterar su morfología lo suficiente como para desgarrar aquel uniforme de oficial que llevaba puesto. Sus dedos se volvieron mucho más largos y nudosos, como si aquellas manos hubiesen repudiado su propia humanidad. Durante muchos años, Satsuki recordaba cómo tanto ella como las otras titanes se habían burlado de las toscas habilidades de cambio de forma de aquel metamorfo. Sin embargo, aquella era otra más de sus mentiras. Aquel siniestro científico era un maestro a la hora de fingir ser humano; simplemente lo había ocultado, como casi todas sus inciertas intenciones a lo largo de todos aquellos años.

- A... ¿Asatur?- Preguntó Satsuki, horrorizada- ¿¡Dónde está Krieg!? ¿Qué has hecho con él?

El Dr. Asatur se mantuvo inmóvil en su posición. No tenía sentido tratar de seguir a aquella mujer. Con cada paso que retrocedía de forma instintiva, se alejaba casi cien metros de él. Era imposible alcanzarla caminando, y no quería arriesgarse a sobresaltarla si corría en su dirección. Necesitaba asustarla, pero debía aplicar la cantidad exacta de miedo para que volviera a ser dócil de nuevo. Si se pasaba con la dosis y la asustaba más de lo que debía, se arriesgaba a que su mejor arma finalmente se volviese incontrolable. Realmente, no podía descartar la posibilidad de que Satsuki decidiese atacarle si la provocaba lo suficiente como para que perdiera la razón. Aquella mujer ya estaba lo suficientemente resentida hacia él, no necesitaría muchos más motivos para decidir convertirlo en una mancha amarilla en aquel devastado suelo.

- El Comandante Krieg que tú conoces no existe- Explicó Asatur, sin molestarse en hacer aquel mensaje algo más fácil de asimilar- A aquel hombre lo suplanté antes de que os conocierais.

Satsuki se dejó caer hacia atrás y se desplomó tal y como estaba, quedando sentada sobre aquella maltrecha superficie. Su respiración volvió a acelerarse, y su ritmo cardíaco se aceleró. Abrió la boca para responder, pero no era capaz de articular palabra. No podía digerir aquella noticia de forma tan repentina. Aquel hombre, que le había ayudado a levantar su imperio, la única persona en la que creía haber podido confiar y a quien había llegado a apreciar a lo largo de casi cincuenta años, era otra mentira más. Su segundo al mando, el Comandante Krieg, ni siquiera existía; no era más que un rostro y una voz robados. Incluso aunque no llegó a conocer a aquel humano, Satsuki no pudo evitar que se le revolviera el estómago al imaginarse al Dr. Asatur asesinándolo para robar su identidad. A su mente le costaba separarse del apego que había llegado a sentir por aquel humano, aunque en realidad nunca se hubiesen conocido. Se sentía más bien como si el metamorfo que tenía frente a ella hubiese asesinado al Comandante Krieg justo en aquel momento y lugar. Por más que se repetía a sí misma que su único amigo y aquel científico al que tanto odiaba eran la misma persona, aún no lograba convencerse de ello. Se sentía como si aquel hombre al que nunca llegó a conocer fuese un amigo que llevase cincuenta años asesinado, en lugar de un completo desconocido. Y de alguna forma, al mismo tiempo, aquella máscara robaba cualquier posible mérito que pudiera haber hecho aquel metamorfo mientras se hacía pasar por su aliado. Satsuki no lograba sentir ni un solo ápice de simpatía por Asatur a pesar de todo lo que habían vivido juntos durante aquellos años. Aquello no era algo que ella estuviese preparada para aceptar sin más.

Los horrorizados ojos de la titán se mantuvieron fijos en Asatur, prácticamente sin pestañear. Krieg no existía. Aquel hombre solo era un disfraz que había utilizado aquel metamorfo para mantenerla vigilada. Durante prácticamente toda su vida había pensado que el Dr. Asatur no era capaz de adoptar una forma casi completamente humana, como la mayoría de metamorfos podían hacer. Incluso medio siglo atrás había aprovechado aquel punto débil para lograr encontrarlo en la ciudad de Karmash. Sin embargo, ahora la situación tenía mucho más sentido. Ella no había encontrado a Asatur; Asatur probablemente se había dejado encontrar por ella. Él debía ser la fuente que había revelado su propia posición, él la había calculado los riesgos y la había invitado a aquel encuentro. Aquel metamorfo seguramente lo había planeado todo para quedarse con una titán y dejar que el resto desaparecieran. Aunque no tenía forma de saber la verdad, aquella era la única manera en la que Satsuki lograba encontrar algo de sentido a lo que había sucedido en Karmash hacía ya casi cincuenta años.

- Pero... ¿por qué?- Fue lo único que Satsuki logró pronunciar.

- ¿No es obvio? No confiaba demasiado en ti, Satsuki- Respondió Asatur- Tenía que supervisar tus actividades, pero tampoco podía permanecer a la vista. Prometheus Labs aún me busca, y tú también podrías haber decidido en algún momento asesinarme y romper el acuerdo.

- ¿Por qué piensas que... no lo haría ahora?- Preguntó Satsuki, en tono inseguro y tembloroso, a pesar de la osadía implícita en sus palabras.

De forma casi accidental, Satsuki respondió a su propia pregunta con el simple hecho de dar rienda suelta a sus miedos. La titán se llevó rápidamente la mano derecha al pecho, y recordó aquellas intensas punzadas de dolor que sentía cincuenta años atrás. Recordó el horror que sintió cuando su organismo intentaba destruirse a sí mismo desde dentro. Tenía que ser aquello, no se le ocurría otra razón por la que el Dr. Asatur se hubiese mostrado ante ella. Aquel metamorfo no daría un paso en falso sin estar preparado. Tenía un seguro para mantenerla controlada, para garantizar que no le hiciera en aquel momento lo que llevaba tantos años deseando hacerle.

- Está... todavía dentro de mí...- Murmuró Satsuki, entre jadeos- ¿Verdad?

- ¿Acaso sirve de algo que responda a esa pregunta?- Respondió el científico- No me creerías, aunque te dijera que estás limpia.

Satsuki interpretó aquello como una confirmación. El factor de expiración de Prometheus Labs seguía activo dentro de ella. El Dr. Asatur le había mentido cuando dijo que había eliminado aquel sistema de autodestrucción biológico de su cuerpo. Debía haberlo ralentizado o reemplazado, pero el genetista tenía intención de matar a todas sus creaciones y no pensaba dejar que ella se convirtiese en un cabo suelto. Incluso después de haberle cobrado un precio tan desproporcionadamente alto y haberle prometido a cambio algo tan simple como su propia vida, todo aquello probablemente era mentira. Eran las palabras de un maníaco que había gestionado Chronos Complex durante décadas, las mentiras del mayor carnicero de toda la sangrienta historia de Prometheus Labs. Aquella muerte programada era su seguro de vida, su garantía de que ella no pudiera ponerle una mano encima. Aunque ella hubiese logrado cumplir su parte del trato y hubiese logrado destruir Phobos, Asatur probablemente nunca había planeado honrar aquel acuerdo. Iba a matarla de todas formas hiciera lo que hiciera.

- ¡Tú no has cumplido tu parte!- Le acusó Satsuki, señalándolo directamente con el dedo- Este no era el trato que teníamos. Ibas a curarme...

- A diferencia de ti, yo he cumplido con mi parte, Satsuki- Se deshizo de la acusación el genetista- Tenía que eliminar el factor de expiración de Prometheus Labs y lo eliminé. Por eso sigues viva.

- ¿¡Y qué me has puesto en su lugar!?- Se apresuró a preguntar la titán- ¿Cuánto tiempo de vida me queda?

- Eso ya hace mucho que no depende de mí...

Los ojos carmesíes de aquella titán comenzaron poco a poco a lagrimear. A Satsuki ya ni siquiera le preocupaba que la vieran llorar y la noticia se extendiese por toda Acies. El orgullo era un lujo que ella no parecía poder permitirse. Odiaba al Dr. Asatur con toda su alma. Si hubiera tenido el valor de aceptar su propia muerte, Satsuki no habría dudado en matarlo allí mismo. Sin embargo, el genetista ya había contado con ello; conocía su atroz miedo a morir. No importaba lo que aquel metamorfo le dijera, Satsuki no se creía una sola palabra. Desde que resultó ser una candidata viable en Chronos Complex, aquel científico ya había planificado su muerte. Cuando aceptó colaborar con sus planes, no le había perdonado la vida, tan solo había aplazado la fecha de su muerte hasta que lograse ayudarle a satisfacer su irracional ambición de destruir Phobos. En aquel momento, escapar ya no era una solución. Incluso si Alisa no lograba darle caza y la mataba, su cuerpo volvería a marchitarse y destruirse a sí mismo como lo había hecho medio siglo atrás. Había pasado mucho tiempo, pero Satsuki no había olvidado aquel dolor. Aquello era mucho peor que cualquier cosa que Alisa pudiera hacerle. Si se trataba de mentes retorcidas, aquella otra titán salía perdiendo en comparación con el metamorfo.

A menudo, a lo largo de aquellos años, Satsuki se había preguntado si quizás el miedo que aún sentía al pensar en Asatur no sería algo infundado. Quizás no había necesidad de hacer nada de lo que estaba haciendo. Siempre había quedado la opción de perder aquella guerra, o incluso darle la espalda a Deimos y negociar su readmisión con el Comandante Black. Al fin y al cabo, ella era la última supersoldado de Clase Titán que quedaba; era alguien muy valiosa para la organización. Sin embargo, ya no solo no era la única titán que quedaba, sino que Asatur había tomado medidas preventivas para asegurarse de que no cambiase de bando. Desde el principio, no había ninguna manera de que ella pudiese ganar. Todo estaba dispuesto de forma que ella continuase siendo un arma que alguien pudiese empuñar. Y el día que ya no fuese necesaria, sencillamente la dejarían morir.

- Por favor... Asatur... No puedo seguir con esto- Rogó Satsuki, con un fino hilo de voz- Ya has visto lo que Alisa me ha hecho...

- ¡Claro que lo he visto! ¡Toda Acies te ha visto desnuda retozando con ella!- Le gritó Asatur, con brusquedad- Eres muy sumisa y obediente cuando te conviene, ¿verdad? Ni siquiera has intentado resistirte.

Satsuki comenzó a temblar ante aquellos gritos. No estaba orgullosa de lo que había sucedido. Había hecho lo que había considerado necesario para sobrevivir a aquella amarga noche. Ya sabía perfectamente que la reputación que se había forjado a lo largo de siglo y medio había sido destruida en una sola noche. La legendaria Comandante Aldrich ahora sería legendaria por otros motivos. Sin embargo, si pensaba que sería duro que el Comandante Krieg supiera lo que había sucedido y la viera en aquel estado, cambiar a Krieg por Asatur lo volvía todo aún peor. El genetista, en el fondo, tenía razón. Ella solo era dura cuando no tenía nada que temer. Ya lloró y se humilló medio siglo atrás, cuando estuvo dispuesta a decir y hacer cualquier cosa con tal de que Asatur le perdonase la vida. Tuvo que tragarse su propio orgullo para conseguir sobrevivir, y no dudó en hacerlo a pesar del alto precio que tendría que pagar. Con Alisa, no había sido demasiado diferente. Sin embargo, tras haberle vendido su alma a Alisa aquella noche, el anterior comprador al que se la había vendido había vuelto para reprochárselo. Y una vez más, si quería sobrevivir, no tenía más remedio que comerse su orgullo y someterse.

A Satsuki le habría gustado poder defenderse aquella acusación. Le habría gustado reprocharle del mismo modo a Asatur sus propios errores. Podría haberle recordado a todas aquellas personas a las que había asesinado con la Fórmula Titán cuando aún era el científico jefe Prometheus Labs. También podría haberle reprochado cómo su irracional ambición por destruir a Phobos solo había servido para provocar otra guerra más que se había cobrado ya millones de víctimas. Después de tantos años formando parte de aquel plan, la titán ni siquiera sabía aún por qué Asatur estaba tan resentido con Phobos. Él ni siquiera era mucho mejor que el Comandante Black; ambos tenían las manos muy manchadas de sangre. Sin embargo, Satsuki sabía perfectamente que cualquier cosa que se atreviera a decir, aquel metamorfo la volvería en su contra. Aunque él negase haber incumplido su parte del trato, Satsuki no dudaba que el factor de expiración de Prometheus Labs seguía activo dentro de ella. De no haber sido así, el científico no habría tenido agallas para hablarle de aquella forma.

- ¿Habrías preferido que me muera?- Preguntó Satsuki, atreviéndose a exteriorizar cierto desdén en su tono de voz- ¿Y luego qué? ¿Perdonas a Black como no me puedes perdonar a mí? ¿O te vas a ir tú solo a destruir Phobos Prime?

Asatur llenó de aire sus pulmones todo lo que le permitía aquel uniforme que llevaba puesto, sin llegar a reventarlo desde dentro con la expansión de su caja torácica, y a continuación exhaló un larguísimo suspiro. Aunque odiase admitirlo, Satsuki tenía un punto de razón. La situación también era tensa para él, y poco a poco estaba perdiendo la calma. Aquella noche, él había descubierto que los lacayos de Moebius habían logrado replicar su trabajo. Un puñado de genetistas mediocres y sin talento habían puesto sus sucias manos en algún último resquicio de información acerca de la Fórmula Titán que él no hubiese logrado borrar completamente, y habían conseguido volver a crear a una supersoldado de Clase Titán. Durante aquella noche, el Dr. Asatur no había perdido detalle de lo que había sucedido. Había observado con cierto orgullo cómo Satsuki vapuleaba a Alisa con semejante facilidad, como una de sus titanes originales era tan extremadamente superior a aquella burda copia. Entonces, Alisa reveló lo que realmente era y le dio la vuelta a aquella situación tan aparentemente favorable.

Por primera vez en muchos años, aquel metamorfo, que se había considerado a sí mismo tan insensibilizado ante cualquier emoción, había vuelto a sentir rabia. Cada humillación que Satsuki recibía, también la recibía él. Asatur casi podía imaginarse al Dr. Moebius burlándose de él desde Icarus Rest. A pesar de la horrible idea que era, su reacción había sido lo suficientemente irracional como para subirse a aquel Invader, dispuesto a confrontar él mismo a Alisa. Cuando vio cómo su creación era vencida y sometida con semejante facilidad, el científico sintió como si los logros de toda su vida y los sacrificios que había tenido que hacer fuesen insultados y pisoteados delante suya. Sin embargo, Satsuki tenía razón. Si ella no hubiese tenido semejante instinto de supervivencia, entonces probablemente Alisa la habría matado y aquella noche él lo habría perdido todo. No era justo que se lo reprochase a ella. Incluso a pesar del estancamiento tecnológico general que parecía haber en toda la región de Acies, lo cierto era que la ciencia avanzaba poco a poco; y con el tiempo todo se acababa quedando obsoleto. Las mentes brillantes y las armas vivientes no eran excepciones. En aquella situación, si tenía que enfadarse con alguien, era mejor que canalizase su ira contra el genetista que hubiese usurpado su trabajo y reactivado Chronos Complex.

- Vamos a... tranquilizarnos, Satsuki- Dijo Asatur- Nosotros no somos enemigos.

Satsuki no estaba de acuerdo con aquella afirmación. Lo cierto era que Asatur había sido probablemente su mayor enemigo desde siempre. Él había sido el culpable de que Prometheus Labs la secuestrase, la apartase de su hogar y de su familia y la llevasen a Chronos Complex. Había sido él en persona quien le había inyectado aquella fórmula de supersoldado tan potencialmente letal, casi con la total certeza de que aquello la mataría. Tras convertirla en titán, había sido él quien le había inoculado aquel factor de expiración y había planeado su muerte. E incluso tras haberla obligado a renunciar a su carrera como Comandante de Phobos y a salvar al resto de sus compañeras, también probablemente había traicionado su confianza y la había infectado de nuevo con aquella enfermedad artificial. Lo cierto era que Asatur le había hecho cosas mucho peores que Alisa o el Comandante Black. Sin embargo, aunque aquel metamorfo fuera la persona que más odiase en todo Erebus, Satsuki asintió lentamente al escuchar aquellas palabras. Aunque fuesen un científico que odiaba a su creación y un monstruo que odiaba a su creador, Satsuki no podía permitirse el lujo de que fuesen enemigos. Aquel metamorfo tenía su vida en sus manos. Cualquier mínima posibilidad de sobrevivir que ella tuviera, inevitablemente implicaría mantener su alianza con Asatur.

- Phobos tiene que caer- Declaró el metamorfo- Ni rendirse ni huir son opciones.

Aquellas palabras no la sorprendían. Satsuki se secó las lágrimas del rostro, con cuidado de no cortarse con las cuchillas de obsimantita de los guantes, y a continuación se inclinó hacia atrás hasta que su espalda entró en contacto con aquella capa de escombros que cubría el suelo. Una vez estuvo tumbada boca arriba sobre aquella crujiente superficie, la titán dejó que su vista se perdiera momentáneamente en el cielo de Erebus. A pesar de todas las horas que habían pasado desde que ella y Alisa habían causado semejante oleada de destrucción sobre Kubeigh, aún parecía haber gigantescas nubes de polvo de escombros en suspensión que flotaban a kilómetros de altura, como evidentes impostoras entre las nubes naturales. Era probable que lloviera barro durante varios días sobre lo que quedaba de Kubeigh. Los supervivientes que decidiesen no abandonar la ciudad estaban a punto de vivir una época muy miserable. Aquel lugar tardaría años en volver a ser el mismo después de las desagradables visitas que había recibido.

- Ya me lo has quitado todo, Asatur... Me quitaste mi antigua vida, me arrebataste mi humanidad, me obligaste a renunciar a los logros de toda una vida y tuve que ver morir a todas mis compañeras. Me dejaste sola y atrapada en esta locura durante casi cincuenta años...- Se lamentó Satsuki, mientras miraba al cielo con cierta apatía- Y sé que también quieres quitarme la vida...

- Yo no quiero matarte, Satsuki- Negó el Dr. Asatur.

- Llevas siglo y medio queriéndome muerta. Por eso me pusiste el factor de expiración- Insistió Satsuki- Me has odiado desde la primera vez que me viste.

El metamorfo no respondió inmediatamente a aquella acusación, ni siquiera para desmentirla. Tras varios segundos de silencio, los labios de Satsuki lentamente dibujaron una tímida sonrisa. No se sentía alegre en absoluto, pero por primera vez creía haber logrado dejar sin palabras al Dr. Asatur. Ni siquiera él podía dar la vuelta a aquellas palabras y lograr hacerla quedar como una estúpida. Era una verdad tan evidente que ni siquiera tenía sentido intentar negarla.

- Si ni siquiera estás dispuesto a ofrecerme mi propia vida a cambio...- Continuó Satsuki- ¿Qué me importa a mí si Phobos cae o no?

- Yo cumplí con mi parte, Satsuki- Insistió nuevamente Asatur- No tienes el factor de expiración en tu cuerpo.

- Si no lo tuviera, ¿cómo te asegurarías de que no te mate?- Preguntó la titán, mientras volvía a sentarse y se encaraba de nuevo con el científico- Está claro que no confías en mí, por eso llevas medio siglo escondiéndote.

- Porque esta vez no puedes ganar sin mi ayuda- Respondió el metamorfo- Me necesitas para vencer a Alisa.

Satsuki arqueó la ceja al escuchar lo que decía el Dr. Asatur. No podía evitar sentir una cierta curiosidad ante lo que el científico estuviese a punto de proponerle. Aunque era cierto que aún no estaba segura de qué iba a suceder con Alisa si aquella otra titán decidía atacar por su cuenta al Comandante Black, Satsuki estaba casi segura de que sus problemas no habían terminado. En el hipotético caso de que Phobos lograse vencer a aquella titán psiónica, las cosas se quedarían tal y como estaban; al menos hasta que Prometheus Labs lograse crear a más titanes. Pero si Alisa lograba vencer, lo cual parecía bastante probable, entonces tendría que volver a vérselas con ella. Era una simple cuestión de tiempo, sin importar si trataba de huir o de esconderse de ella, Alisa la acabaría encontrando. Después de haberse enfrentado a ella una vez, Satsuki sabía perfectamente que no lograría vencerla, sin importar las veces que lo intentase. Valía la pena escuchar la propuesta de Asatur.

- Supongamos que te creyera...- Dijo Satsuki- ¿Qué tienes en mente?

- Aquí no- Se negó a responder Asatur- Vamos a reunirnos con el resto. Llevaremos el asunto con la máxima discreción. Si esta información se filtra, perderemos nuestra última oportunidad.

Aquella situación resultaba inquietantemente familiar a Satsuki. No era la primera vez que aquel metamorfo y ella llegaban a un dudoso acuerdo en medio de una ciudad en ruinas. Sin embargo, al igual que la vez anterior, en el fondo tampoco tenía elección.




- Es... ¿es tarde para decir que lo siento?- Preguntó Alisa, en voz baja.

La situación no había ido en absoluto como la había planeado. Mientras permanecía tirada en el suelo sobre un charco de su propia sangre, Alisa podía notar cómo le dolía todo el cuerpo, mucho más de lo que su mente retorcida era capaz de disfrutar. Se encontraba apoyada sobre su costado derecho, con sus ensangrentadas mejillas en contacto con las frías placas de oricalco del suelo de Timeo Atrium. Tenía varias heridas abiertas por todo el cuerpo, y estaba segura de que debía haberse roto un par de costillas. Le dolía al respirar, y casi cualquier movimiento que realizaba intensificaba la sensación general de dolor que se había apoderado de su maltrecho cuerpo. Una herida en su frente había provocado que su propia sangre chorrease hacia sus ojos, nublándole la vista. El último golpe que se había dado en la cabeza al ser derribada y darse contra aquel firme suelo metálico había provocado que le pitasen los oídos y una fuerte migraña comenzase a interferir con sus capacidades de percepción extrasensorial. Aunque hubiese estado dispuesta a seguir luchando, se sentía demasiado mareada y aturdida como para proyectar cualquier clase de fuerza telequinética.

- ¿Crees que disfruto de esto, Alisa?- Preguntó la retumbante voz del Comandante en Jefe, martilleando la cabeza de la titán con cada sílaba que pronunciaba- ¿Crees que me gusta hacer daño a alguien tan joven y optimista?

Desde su posición, tumbada sobre aquella helada superficie que poco a poco iba empapándose de aquel fluido carmesí que salía a través de sus propias heridas, Alisa alcanzó a divisar la figura del Comandante en Jefe. Aquel hombre se encontraba a poco más de cincuenta metros de su rostro, caminando en dirección hacia ella. A diferencia de la titán, el líder de Phobos no exteriorizaba daño alguno. Antes de encararse de aquella forma con el Comandante en Jefe, Alisa había dado por hecho que aquel sería un enfrentamiento breve y desigual. En aquello no se había equivocado. Sin embargo, incluso después de haber formado parte de aquella confrontación, Alisa no estaba del todo segura de qué había sucedido. Tan solo recordaba haberse puesto en pie, con intenciones de aplastar a aquel humano como el insecto que era. Lo que vino después resultó extremadamente confuso para ella. Su cuerpo no paró de recibir una herida detrás de otra. Su indumentaria se llenó de agujeros y rasguños que atravesaron aquellas resistentes nanofibras y se adentraron en su carne. No eran proyecciones telequinéticas, aquellos ataques atravesaban su campo de fuerza sin más, como si ni siquiera existiese. No tenía ni idea de qué pasaba con el Comandante en Jefe, pero le bastaron unos pocos segundos para darse cuenta de que desafiarlo había sido un terrible error.

- ¡De verdad que lo siento!- Gritó Alisa, a pesar del dolor que sentía en el pecho al tomar y expulsar el aire.

El Comandante Black siguió caminando, ignorando aquellas palabras, y no se detuvo hasta encontrarse a poco más de cinco metros del rostro de Alisa. La titán se mantuvo completamente inmóvil, con aquellos dos enormes ojos rojos siguiendo con la mirada al líder de Phobos. Cuando finalmente se detuvo, tan cerca de ella que a sus ojos les costaba enfocarle, Alisa contuvo la respiración y se aseguró de no mover un solo músculo. No quería hacer nada que aquel hombre pudiese considerar un intento de agresión por su parte. Lo último que quería era darle a Black más motivos para seguir haciéndole daño. Aquello era demasiado, incluso para alguien como ella. Su cuerpo no se reponía de los daños del mismo modo que lo hacía la Comandante Aldrich, ella no había hecho más que acumular heridas y perder sangre. Si seguía así, acabaría muerta. Aunque Alisa nunca se había considerado especialmente temerosa del momento en que llegase su final, aquello era algo mucho más fácil de pensar cuando no corría un verdadero peligro que cuando se encontraba tirada sobre un charco de su propia sangre. Lo cierto era que mirar a la muerte directamente a los ojos resultaba escalofriante, incluso a pesar de que aquellos ojos estuviesen ocultos por aquel inexpresivo casco metálico.

- ¿Me tienes miedo, Alisa?- Preguntó el Comandante Black, tras detenerse.

- Joder, sí... Muchísimo- Se apresuró a responder Alisa, diciendo la verdad sin llegar siquiera a plantearse si aquello sería lo que aquel hombre quisiera oír.

- ¿No te habría gustado tener este miedo hace unas cuantas horas, Alisa?- Volvió a preguntar Black.

Al principio, Alisa no supo qué pensar ante aquella nueva pregunta. Sin embargo, no tardó en comprender a qué se refería el Comandante en Jefe. Phobos mantenía la lealtad de sus tropas mediante el miedo. El poder que la Fórmula Titán le había conferido había hecho que ella perdiese el miedo y escapase al control de la organización. Aquella falta de miedo y control la habían llevado a desobedecer sus órdenes y desafiar a su líder. Si hubiera tenido el miedo que tenía en aquel momento antes de marcharse de Kubeigh, nada de aquello habría sucedido. La Comandante Aldrich estaría muerta, la ciudad habría sido borrada del mapa y ella ahora estaría recibiendo halagos y felicitaciones; o quizás incluso un ascenso a Comandante. Era cuestión de tiempo que se ganase aquel puesto. Ella era una miembro muy valiosa de aquella organización. Si seguía las normas, lo tenía prácticamente todo a su alcance. Sin embargo, perder su miedo solo le había traído dolor y miseria, y había alejado de ella cualquier meta que pudiera tener.

- Por favor... He cometido un error- Continuó disculpándose Alisa, con una voz temblorosa y jadeante- Dame otra oportunidad... Deja que lo arregle.

Dentro de aquel siniestro casco, los resecos labios del Comandante en Jefe dibujaron una sonrisa tan exagerada que varias yagas se abrieron en su piel a causa de la mueca. Aunque la sonrisa no tardó en desaparecer, el dolor de aquellas pequeñas heridas permaneció como un pequeño recordatorio de que había sonreído de aquella forma; de que había tenido una respuesta emocional intensa ante algo. Lo cierto era que, a pesar de todo lo que había hecho, a Black le resultaba difícil enfadarse con Alisa. No podía culparla realmente por estar tan ebria de poder y haber cometido algunos errores. A pesar de ser psíquica y de haber sido convertida en titán, no dejaba de tener aquellos defectos que hacían que uno fuese humano.

Conservar la humanidad cuando alguien era convertido en monstruo tenía sus ventajas y sus inconvenientes. En aquel momento, ambos habían tenido que lidiar con los inconvenientes de su transformación en titán. Sin embargo, no estaba dispuesto a renunciar a una rareza como Alisa solo porque hubiese causado algunos miles de bajas en el bando incorrecto. Aquella mujer tenía demasiado potencial como para dejarla ir sin más. Quién la había puesto frente a él, probablemente había planeado que aquel fuera el trágico final de Alisa. Pretendía arrebatársela del mismo modo que se la había entregado. Pero el Comandante Black no estaba dispuesto a aceptarlo. No dejaría que se burlasen de él de aquella forma, ni consentiría que tuviesen poder alguno sobre sus decisiones. Se quedaría con Alisa y utilizaría a la asesina que habían enviado a por él en su propio beneficio. Se aseguraría que lamentasen haber cometido aquel error de tratarle como a otro de sus títeres e intentar tirar de sus hilos.

- Cuéntame, Alisa...- Dijo Black, bajando un poco el tono de su voz- ¿Qué piensas hacer para arreglarlo?

Asumiendo que Black estaba dispuesto a escucharla y que no le haría más daño si trataba de moverse un poco, Alisa retrocedió ligeramente ayudándose de los brazos y las piernas y se alejó unos treinta metros del Comandante en Jefe. A continuación, la titán comenzó lentamente a incorporarse hasta quedar de nuevo sentada frente al líder de Phobos, tal y como lo había estado antes de que todo el cuerpo comenzase a dolerle. Aún no estaba segura de qué era lo que le había atacado y le había causado tantos daños. El Comandante en Jefe no había hecho nada extraño, y no dejaba de parecer un simple humano más, sin nada excepcional. Se encontraba a su alcance, y en menos de un segundo podría haber dirigido su mano hacia él y haberlo convertido en otra mancha roja más sobre el suelo de aquella plaza. Sin embargo, al igual que había sucedido en aquel oscuro callejón diez años atrás, no se atrevía a intentarlo. Aún no entendía cómo funcionaba aquel extraño sistema de seguridad que parecía haber en la plaza, y sus nubladas capacidades de percepción extrasensorial seguían insistiendo en lo peligroso que resultaba aquel hombre.

Tras recuperar la verticalidad, Alisa echó un rápido vistazo a sus alrededores. La mayor parte de los hologramas de Timeo Atrium que había frente a ella estaban dañados o apagados, y aquella sección del jardín holográfico se había convertido en una vacua y siniestra plaza de paneles de oricalco, completamente oscura y vacía. No había ni rastro de la multitud que había tratado de evacuar la plaza minutos atrás; a excepción, claro estaba, de los restos de todos los que no habían logrado apartarse de su camino a tiempo. Todos aquellos restos humanos se habían acabado mezclando con miles de litros de su propia sangre, que había salpicado en cientos de metros a la redonda y aún continuaba manando de sus heridas y formando lentamente un charco bajo ella.

Por toda la plaza, Alisa alcanzaba a distinguir las confusas siluetas de una columna de tanques, de al menos treinta vehículos. Sus chasis eran de color negro, y costaba distinguirlos sobre aquella superficie de oricalco ahora que las luces se habían apagado. Alisa no lograba reconocer el modelo de aquellos tanques ni llegar a distinguir ningún detalle en concreto de aquellas siluetas. Parecían ser mas grandes que los tanques Virus, pero eran mucho más pequeños que un tanque Black. Cuando trataba de mirar a uno de ellos fijamente, el vehículo parecía desvanecerse sin más y desaparecer sin dejar rastro. Llegados a aquel punto, la titán no estaba segura de si aquellos tanques eran o no reales. Quizás fuesen un delirio de su confusa mente, que aún trataba de encontrarle sentido a lo que había sucedido; o quizás los fantasmas del distrito financiero no fueran en absoluto como ella se los había imaginado. En cualquier caso, aunque hubiesen sido reales, no había forma de que algo tan mundano como una columna de tanques hubiese podido hacerle daño a alguien como ella. Tras dedicar unos segundos a intentar tomar aire y recobrar el aliento, Alisa optó por ignorar aquellas confusas siluetas a su alrededor y concentrarse en la figura del Comandante en Jefe.

- Volveré... Destruiré la ciudad y mataré a Satsuki- Ofreció Alisa- Solo... Déjame un momento que...

- Alisa, no solo has fracasado la misión- Le interrumpió Black- También has causado daños a mi querida Phobos Prime y has asesinado a muchos de mis preciados empleados.

Alisa volvió a dedicar una mirada nerviosa a aquellos restos humanos que había esparcidos por la plaza. Cuando irrumpió el Timeo Atrium, aquello le había parecido muy divertido. Le había encantado ser el centro de atención de aquella forma, y sentir cómo todo el mundo le tenía tantísimo miedo. Todos aquellos humanos se volvían pasta rojiza bajo sus botas con cada paso que daba. Era una sensación maravillosa. Después de haber sido un insecto más en aquella colmena durante años, finalmente se había sentido alguien importante y poderosa. Ni siquiera se le había pasado por la cabeza que aquel acto pudiera tener consecuencias. Se consideraba demasiado por encima de todos aquellos insectos como para tener que ser responsable de sus actos. Sin embargo, el Comandante en Jefe no parecía dispuesto a perdonarle sin más ni uno solo de sus errores.

- Hitch, ¿tenemos informe de bajas?- Preguntó el Comandante en Jefe.

- De momento, el recuento de víctimas supera los ocho mil, y sigue aumentando conforme logran despegar a más muertos del suelo- Informó Euryale.

La voz de aquella Arpía sobresaltó a Alisa. La Comandante Euryale se encontraba allí, detrás del Comandante en Jefe, comprobando los datos en una borrosa interfaz holográfica, apenas un par de pasos a su espalda. Era imposible que no la hubiera visto antes, estaba justo delante suya, del mismo modo que Black. Sin embargo, de alguna forma, la titán no había llegado a notar su presencia hasta que la Gobernadora de Phobia Aegis había comenzado a hablar. Alisa no entendía lo que estaba sucediendo. Sus sentidos se encontraban nublados, tanto su vista y su oído como sus capacidades de percepción extrasensorial. La columna de tanques que había captado su atención unos segundos atrás también parecía haber desaparecido sin dejar rastro alguno. En aquellas circunstancias, Alisa se sintió aún más angustiada al pensar que no podía confiar en sus sentidos. La cabeza le daba vueltas, y había comenzado a sentir nauseas. Parecía como si en cualquier momento fuese capaz de vomitar algunos miles de litros de bilis sobre ambos líderes de Phobos. Sin embargo, aquella era una idea horrible, y Alisa recurrió a toda la fuerza de voluntad que tenía para seguir ignorando el dolor físico y todas aquellas horribles sensaciones. Lo cierto era que, aunque se había ofrecido a dar media vuelta y volver a Kubeigh para terminar el trabajo que había dejado a medias, Alisa no se sentía capaz de hacer de nuevo aquel viaje. Ni siquiera estaba segura de ser capaz de levitar en aquel momento sin perder el control de sus propias proyecciones telequinéticas y acabar arrancándose a sí misma alguna extremidad.

- Los daños materiales ascienden de momento a unos... ochenta y dos trillones de créditos- Continuó Euryale, consultando su interfaz holográfica con cierta indiferencia- Esos proyectores holográficos policromáticos que has roto son bastante caros, ¿sabes?

- Lo siento...- Volvió a disculparse Alisa, agachando la cabeza y fijando la mirada en el ensangrentado suelo.

- No vas a sentirlo, Alisa, vas a pagarlo- Respondió el Comandante en Jefe- Hasta el último crédito.

Alisa paseó una vez más la mirada por aquella plaza. Aunque la mayor parte de los hologramas de Timeo Atrium al otro lado de la Torre del Terror seguían funcionando, casi una cuarta parte de la plaza se había quedado a oscuras. Allí debía de haber decenas de miles de aquellos proyectores holográficos, que habían sido destruidos por su culpa. A aquello, además, había que sumarle el caos y la destrucción que había desatado por la ciudad antes siquiera de llegar a Timeo Atrium. Al margen de ser una titán, como miembro de Phobos que era, ella también era una empleada y cobraba una remuneración por sus servicios. Dadas las condiciones en las que trabajaba, su sueldo era mucho más alto que el de prácticamente cualquier otro soldado o supersoldado de Phobos. Sin embargo, lo que había ahorrado en su poco más de un mes de servicio no se acercaba ni remotamente a la cifra que Euryale había mencionado. Suponiendo que Black le permitiese conservar su puesto y las condiciones de su contrato sin penalizarla en nada, le llevaría varios siglos de trabajo ahorrar tantísimos créditos.

- ¿Ochenta y dos... trillones?- Preguntó Alisa, aún insegura de si había oído bien aquella cifra.

- Ochenta y dos trillones, de momento. Dales tiempo a los servicios de emergencia para que sigan contabilizando los daños- Le aclaró Euryale.

- Pero...

La titán no llegó a decir nada, ni siquiera sabía qué decir en aquella situación. Se había atrevido a asumir que con disculparse y prometer obediencia bastaría. A pesar de lo que acababa de sucederle a ella en aquel lugar, por alguna razón el Comandante Black parecía seguir necesitando a alguien que eliminase a la Comandante Aldrich, y aquel asunto parecía estar lo suficientemente por encima del simple dinero como para que aquel error por su parte fuese pasado por alto. Sin embargo, Phobos no dejaba de ser una alianza megacorporativa; y Black, en el fondo, no dejaba de ser otro ejecutivo más. Al final, todo parecía reducirse a los números. Aquellos proyectores holográficos destruidos parecían importarles más a ambos líderes de Phobos que todos aquellos miles de inocentes que habían muerto durante su asalto a la capital de la organización, o incluso que todas las millones de bajas que Phobos había sufrido por culpa de Satsuki. Sin embargo, Alisa sabía que no era buena idea reprochar a ambos oficiales aquel frívolo orden de prioridades; especialmente teniendo en cuenta que ella era la responsable tanto de los daños materiales como de las víctimas mortales de aquel incidente en Phobos Prime. La titán no quería hacer ni decir nada que la perjudicase aún más.

- Alisa, vuelve a Chronos Complex- Ordenó el Comandante en Jefe- Date una maldita ducha y ve a que te vean los médicos. Mañana a primera hora te mandaré a un representante corporativo y negociaréis cómo vas a pagar esta deuda.

- Pero... ¿Y qué pasa con Satsuki?- Preguntó Alisa, confusa.

- Olvídate de la Comandante Aldrich- Respondió Black- No volverás a verla hasta que resuelvas esto.

El rostro de Alisa adoptó una expresión confusa. Le había quedado claro que pensaban obligarla a pagar de algún modo aquellos créditos, pero no esperaba que aquel asunto fuese prioritario sobre la muerte de la Comandante Aldrich y la destrucción de Deimos. Sin embargo, Alisa no estaba dispuesta a tentar de nuevo a la suerte. No le llevaría la contraria al Comandante en Jefe. En cierto modo, casi lo prefería así. Le había prometido a Satsuki que resolvería aquella situación, que todo cambiaría y que las dos podrían ser felices juntas. Pero aquello no iba a ser posible. Ya ni siquiera se atrevía a intentar pedirle por las buenas al Comandante Black que dejase vivir a Satsuki. La próxima vez que se encontrase con aquella mujer, no podía volver a perdonarle la vida. Aunque tuviese que romper su promesa, no le quedaría más remedio que matarla. No quería tener que hacerlo, pero tampoco quería morir. Ser la presa no era tan divertido ni emocionante como ella había pensado mientras era la cazadora. Black se había asegurado de sobra en aquella segunda ocasión de que no lo olvidase de nuevo. Si para no volver a ser la presa tenía que cazar a Satsuki, era un precio que tendría que pagar, aunque le rompiese el corazón.

Apretando los dientes y tratando de hacer caso omiso al intenso dolor que sentía, Alisa se puso en pie. Aún se sentía aturdida y conmocionada, y le costaba un poco mantener el equilibrio. Sin embargo, ponerse en pie había sido solo la parte fácil. Ignorando el dolor de aquellas costillas que probablemente estaban rotas, Alisa respiró hondo y trato de despejar su mente. A continuación, con un extremo cuidado de no aplicar más fuerzas de las necesarias ni de proyectarlas en un ángulo incorrecto, Alisa comenzó lentamente a alzar su propio cuerpo mediante su telequinesis. Había hecho aquello miles de veces a lo largo de su vida. Había recorrido más distancia levitando que caminando desde que despertaron sus capacidades telequinéticas. Sin embargo, en aquella ocasión, parecía ser tan difícil como la primera vez que se atrevió a tratar de levitar. Solo esperaba que el resultado en aquella ocasión no fuese el mismo que aquella primera vez.

- A la orden, Comandante en Jefe- Aceptó Alisa, intentando aparentar algo de seguridad- Gracias por la oportunidad... No volveré a fallar.

Tras pronunciar aquellas palabras, Alisa continuó elevándose en línea recta hasta alcanzar los quinientos metros de altitud, y después comenzó a alejarse de Timeo Atrium mientras seguía ganando altura. En aquella ocasión, el despegue no fue tan brusco como cuando abandonó Kubeigh. Ni tenía el suficiente control en aquel momento sobre sus capacidades psiónicas como para atreverse a proyectar una corriente telequinética tan intensa, ni se atrevía a hacer nada que pudiese causar más daños a aquella ciudad. No dudaba que el Comandante Black estaría encantado de poner cualquier nuevo destrozo en su cuenta; y ya tenía una deuda demasiado elevada. Aunque Black había dicho que le enviaría a un representante corporativo, Alisa no tenía ni idea de cómo iba a hacer para pagar aquello. Era demasiado dinero incluso para ella. Aun así, no dudaba que a los ejecutivos de Phobos se les ocurriría alguna forma.

Tanto Black como Euryale siguieron con la mirada a Alisa, hasta que la titán acabó desapareciendo de la vista tras aquellas enormes torres de oricalco. Cuando ella se marchó, ambos líderes de Phobos intercambiaron miradas al instante, como si llevasen horas deseando poder hablar a solas.

- ¿Ochenta y dos trillones en proyectores holográficos?- Preguntó Black, con cierto escepticismo.

- Teniendo en cuenta la indemnización que hiciste a los directivos, es lo que le debemos a esas megacorporaciones por todas las instalaciones que Alisa ha destruido en el último mes...- Confesó Euryale, con una sonrisa- Esto debería tranquilizar un poco a esos tres, ¿no crees?

El Comandante en Jefe rompió a reír al escuchar aquella explicación.

Hitch, eres perversa-Elogió Black- Pero esto sin duda la mantendrá ocupada durante algunos meses.Nos dará algo de tiempo para preparar la siguiente fase.

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