Capítulo 10
Aunque no estuviese acostumbrada a que se los echasen en cara, Satsuki sabía que a menudo cometía errores. La fuerza siempre había sido su mayor virtud y su mejor forma de afrontar los problemas; y aunque con los años había acabado aprendiendo bastante sobre gestión y estrategia, era más una cuestión de insistencia que de talento. No en vano, su ducentésimo cumpleaños cada vez parecía estar más cercano. Era imposible vivir tanto tiempo en Erebus sin acabar desarrollando un sexto sentido para los problemas; especialmente cuando se había pasado tantos años prácticamente viviendo en el campo de batalla. No había muchos en Acies que pudieran igualar su experiencia en combate; y quienes lo hacían, no podían rivalizar con ella en fuerza. Aquello siempre le había permitido un cierto margen para equivocarse sin tener que asumir todas las consecuencias de sus errores. Sin embargo, aunque no sufriera las consecuencias de sus actos, Satsuki odiaba equivocarse. No le gustaba quedar en evidencia ni ante sus subordinados ni ante sus enemigos. Excepto en aquella ocasión.
Satsuki realmente deseaba con todas sus fuerzas estar equivocada. Tenía la esperanza de que su sexto sentido, encargado de traerle pensamientos pesimistas, estuviese equivocado en aquella ocasión. Cuando le dijo a Persephone que el ataque a Santven se repetiría, en el fondo le habría gustado equivocarse. O al menos, no tener razón de una forma tan tajante. En aquel momento, el holograma monocromático de Satsuki que se proyectaba en aquella sala de reuniones tenía en el rostro una expresión alterada muy impropia de la fría e imperturbable Comandante Aldrich. A pesar de lo siniestro y poco expresivo que normalmente resultaba aquel holograma compuesto a base de tonos de luz roja, Satsuki era incapaz de ocultar la angustia que se había apoderado de ella. En aquella sala, en las profundidades de la instalación secreta de Deimos, todo su Círculo Interno se encontraba sentado alrededor de aquella mesa, participando en aquella reunión de emergencia que había convocado. Cada uno parecía estar afrontando la situación a su manera, pero todos ellos sin duda habían sido perturbados por lo que estaba sucediendo.
Tal y como Satsuki se había apresurado a vaticinar, la destrucción de Santven había sido solo el principio. Desde entonces ya habían pasado veintidós días, y otras ocho ciudades habían corrido el mismo destino. Al principio, los ataques no eran tan intensos. Después de que cayera Santven, la segunda ciudad tardó cuatro días en ser atacada. Por aquel entonces, pasaban varios días entre ataques. Sin embargo, Phobos se había vuelto muy eficiente haciendo aquello, y durante los últimos cuatro días los ataques habían pasado a ser diarios. Si perdían una ciudad por día, Deimos estaba destinada a desaparecer muy pronto. Ni siquiera Satsuki podía mantener la calma ante una situación así. Sus esfuerzos de medio siglo estaban siendo destruidos sin que pudiese hacer nada al respecto. En menos de un mes, las bajas entre civiles y militares ya superaban los treinta millones, y la economía de Deimos estaba al borde del colapso. Ante aquella catástrofe, Satsuki acabó recordando lo que era la impotencia; el sentir que las cosas escapaban a su control. Aquello era, a su manera, igual que cuando tuvo que rogar por su vida a Asatur. No parecía un problema que pudiera resolver por la fuerza, y si descartaba la fuerza, no le quedaban muchas más opciones.
Desde donde se encontraba, mirando la pantalla de su ordenador de mano a cientos de kilómetros de aquel búnker, Satsuki paseó una mirada casi suplicante por todos sus oficiales, empezando por Hammerhead en el lado izquierdo hasta terminar por Persephone, que se encontraba a la derecha de su proyector holográfico. A diferencia de en las anteriores reuniones, la titán llevaba puesto su equipo de combate, y estaba preparada para salir corriendo y atravesar todo su territorio como una gigantesca apisonadora si era necesario con tal de interceptar la nueva superarma que Phobos había estado utilizando. Después de tres semanas siendo atacados, todavía no habían logrado averiguar nada. Los ataques eran repentinos, imposibles de anticipar y no dejaban rastro alguno más allá de un mismo patrón de destrucción que no lograban identificar. Aunque no tuviese ni idea de a qué se enfrentaba, Satsuki aún confiaba en su propia fuerza. Si aquel arma fuese capaz de matarla, ya la habrían utilizado contra ella. Sin embargo, la estaban utilizando para destruir unos recursos que durante medio siglo habían estado luchando por recuperar. Aquello tenía que significar que Phobos sabía que no podían matarla, por eso en lugar de tomarla a ella como objetivo, estaban masacrando a sus subordinados. Querían hacerla perder lo que le había llevado tanto tiempo construir; un ataque dirigido contra su mente y su espíritu, no contra su cuerpo. Por desgracia, a diferencia de todas las armas nucleares y disparos de cañón Armagedón que le habían lanzado, aquello sí que estaba logrando causarle daño.
- Tenemos que haber pasado algo por alto...- Murmuró Satsuki, incapaz de contar cuántas veces había dicho ya aquello durante las últimas semanas- Es imposible que un arma así haya salido de la nada...
Satsuki se esforzó por hacer memoria. Recordó la época en la que había sido Comandante de Phobos. La organización había depositado su confianza en ella, y ella nunca les había fallado. Su historial había sido impecable; cien años de servicio y ni una sola derrota en toda su carrera. Gracias a ello, las megacorporaciones nunca habían tenido reparo alguno en poner recursos a su disposición. Incluso fue una de las primeras en poder disponer de un Clase Serenity. Sin embargo, nunca había tenido a su alcance un arma como la que en aquel momento estaban utilizando contra ella, y tampoco había tenido noticias sobre que algo así estuviese en desarrollo. Obviamente, habían pasado muchos años desde que desertó, pero incluso medio siglo parecía muy poco tiempo para ser capaz de desarrollar algo así. Ni siquiera Zyon tenía un arma como aquella.
La titán volvió a pasar la mirada por todos los miembros de su Círculo Interno, a modo de insistencia en que le dieran una respuesta. Persephone no parecía que fuese a ser capaz de decir nada; aquella Banshee tenía la mirada hundida, con aquellos ojos rojos clavados en la mesa, y no podía parar de temblar. El Señor Taggart tenía una increíblemente complicada interfaz holográfica proyectándose en torno a él, y parecía estar extremadamente ofuscado examinando aquellos datos. Su rostro tenía una expresión confusa, y en ocasiones mascullaba algo incomprensible, hablando consigo mismo. Al otro lado de la mesa, Agatha y Hammerhead parecían estar tomándoselo con más calma, aunque Satsuki sabía que aquello solo eran simples apariencias. La Dra. Olsson dirigió a sus labios una taza de aquel repugnante café que tanto odiaba y dio un sorbo de él, sin inmutarse demasiado. Con el paso de los días, se había acabado acostumbrando a aquel oscuro brebaje y a aquellas barras de soylent reciclado de origen tan cuestionable. No le había quedado más alternativa que acostumbrarse a la comida de aquella base, ahora que no abandonaba por nada del mundo aquella instalación secreta. Hammerhead, por su parte, permanecía silencioso e inmóvil, casi ausente. Parecía haber adoptado una actitud reflexiva ante la situación, aunque por el momento sus reflexiones no le habían conducido a ningún resultado.
Krieg, como de costumbre, era alguien con quien resultaba difícil tratar. Aunque Satsuki hubiese acabado perdiendo la calma ante aquella situación, su segundo al mando seguía manteniendo la mente fría. Permanecía inmóvil, en su asiento, sin quitarse aquellas gafas de cristales oscuros en aquella penumbrosa habitación. En las últimas reuniones, había estado compartiendo algo de información que había logrado averiguar sobre movimientos de tropas de Phobos y algo de actividad corporativa. Sin embargo, nada parecía haber resultado relevante hasta aquel momento. Nada de lo que las redes de espionaje habían logrado averiguar conducía hasta una superarma capaz de hacer desaparecer ciudades enteras en un instante.
- Creo que he logrado averiguar algo- Dijo Krieg, hablando en un tono calmado.
- ¿Qué?- Se apresuró a preguntar Satsuki.
El Comandante Krieg se tomó un momento para poner sus propios pensamientos en orden y elegir cuidadosamente las palabras que estaba a punto de pronunciar. La Comandante en Jefe de Deimos ya se encontraba lo suficientemente alterada, y él no quería empeorar aquella situación. Aunque a Satsuki se le acabase de caer la máscara ahora ante el resto de oficiales, él conocía a aquella titán mejor que nadie y siempre había podido ver a través de su fachada. Estaba al tanto de la guerra interna que aquella mujer libraba, y de por qué hacía lo que hacía. La Comandante Aldrich había hecho un buen trabajo ocultando sus miedos y frustraciones bajo aquella máscara de apatía y frialdad, pero ni siquiera ella era invulnerable a nivel emocional. Ahora que la derrota parecía ser algo factible y cercano, la titán tenía muy presente su acuerdo con el Dr. Asatur y las consecuencias que tendría para ella no cumplir con su parte. Como solía ser habitual en Prometheus Labs, todos los monstruos tenían un absoluto pánico a sus creadores. En el fondo Satsuki no era tan diferente de aquel silencioso Goliat que acompañaba a la Dra. Olsson a todas partes.
- Parece ser que la Administración Central de Phobos ha estado destinando grandes cantidades de recursos a algo llamado Programa Godkiller- Respondió Krieg- Lo desarrolla una empresa llamada Deicide Corporation.
- La conozco- Intervino Taggart, apartando la mirada de sus interfaces holográficas- Es una corporación bastante... polémica, entre los directivos.
- ¿Polémica? ¿Por qué?- Preguntó Satsuki.
Taggart pulsó en un botón para ocultar sus interfaces holográficas y tener una mejor línea visual con aquel siniestro holograma de la Comandante en Jefe. A pesar de su habitual actitud distante y calmada, el administrador de la HEC también había sido afectado por aquella situación. Cada día, veía como nuevas instalaciones de la corporación cuyos intereses tenía el compromiso de proteger eran destruidas sin dejar ni rastro. Aunque recibía muchas acusaciones en aquella sala, Taggart se mantenía firme en sus declaraciones. El Fabricador Principal nunca autorizaría a Phobos a destruir sin más sus instalaciones. El representante de la HEC había llegado exactamente a la misma conclusión que la genetista de Prometheus Labs que se sentaba frente a él en aquella mesa. En aquel momento, nadie parecía ser demasiado importante como para no ser barrido del mapa en forma de daño colateral. Por eso, al igual que la Dra. Olsson, él tampoco abandonaba aquella instalación secreta, confiando en que realmente fuese secreta y la nueva arma de Phobos no estuviese apuntándoles en aquel momento. La situación también era tensa para él, aunque no estuviese dispuesto a admitirlo en voz alta.
- Deicide Corporation fue fundada por el propio Comandante Black, hace unos cuarenta años- Explicó Taggart- Ha tenido siempre un trato preferente bastante descarado por parte de la Administración Central.
- ¿Sabes a qué se dedican?- Preguntó Krieg- ¿Qué es ese Programa Godkiller?
- Es una empresa relativamente pequeña, parece que solo tienen un complejo de investigación en Phobia Aegis- Respondió el representante de la HEC- Pero sinceramente, no sé qué investigan. El nombre es muy sugerente, así que supongo que se dedicarán al desarrollo armamentístico, pero el Comandante en Jefe no permite que las otras corporaciones indaguen al respecto. Te aseguro que la HEC no sabe nada sobre esto.
Satsuki escuchó con atención las palabras de aquel hombre y trató de digerir la información lo mejor que pudo. Si el propio Black fundó aquella empresa hacía cuarenta años y les encargó un proyecto de investigación armamentística, no podía ser simple casualidad. El Comandante en Jefe de Phobos no era estúpido. Había tenido a las titanes trabajando para él durante un siglo, y sabía de lo que eran capaces. Ahora que la última titán que quedaba se había convertido en su enemiga, tenía sentido que no se hubiera quedado de brazos cruzados tras ver que los esfuerzos de su ejército por destruirla habían sido en vano. Antaño, se había bromeado diciendo que las titanes eran las diosas de la guerra de Phobos. Ahora, habían creado un arma diseñada para matar dioses.
Casi todas aquellas piezas encajaban. Tenía sentido que Black no pretendiera enviar a sus tropas a morir bajo sus botas eternamente y que hubiera mandado crear un arma capaz de matarla. Sin embargo, había algo que Satsuki aún no lograba entender. Si el objetivo del Programa Godkiller era matarla a ella, no entendía por qué no le habían disparado ya con aquel arma. Habían tenido oportunidades de sobra para hacerlo. En lugar de eso, se estaban dedicando a exterminar a la población de Deimos; ciudadanos, instalaciones y recursos que no les llevaría mucho esfuerzo recuperar si lograban matarla a ella. Nada de aquello parecía tener sentido.
- ¿Por qué siguen empeñados en atacar ciudades con ese arma?- Preguntó finalmente Satsuki- ¿Por qué no han venido ya a por mí?
Taggart se encogió de hombros.
- Yo tampoco lo entiendo- Admitió Taggart- No soy militar, pero incluso yo sé que esa no es una buena estrategia.
- Quizás quieran presionarte para que te rindas- Sugirió Hammerhead, rompiendo el silencio que había mantenido durante horas- Si no puede matarte, quizás Black pretenda asustarte para que vuelvas arrastrándote y le pidas perdón.
Las palabras del Goliat tenían un cierto sentido. Perder a las titanes había supuesto un durísimo golpe para Phobos. Tras un siglo de expansionismo desmedido, las pioneras que habían pasado cien años ampliando las fronteras y aplastando sin esfuerzo cualquier clase de oposición habían desaparecido de repente. Aquello provocó una crisis interna en Phobos cincuenta años atrás. Gran parte de aquellos territorios no estaban debidamente afianzados, y dependían de que las titanes siguieran adelante con sus campañas bélicas y siguieran siendo un símbolo del terror que inspiraba Phobos. Cuando todas sus semejantes murieron, Satsuki pudo ver lo frágiles que habían sido en realidad sus logros. El ejército de Phobos controló la crisis lo mejor que pudo, pero provincias enteras se perdieron y tuvieron que volver a ser reconquistadas años más tarde. Satsuki sabía que ella era un vestigio de aquella edad dorada que vivió Phobos; un remanente de la época en la que la organización fue más poderosa que nunca. Tenía un cierto sentido que Black quisiera tenerla de vuelta en nómina, aunque desafortunadamente para ambos, aquello no iba a suceder. Quizás el Comandante Black fuese considerado el hombre más temido de Acies, pero no era así para ella. El temor que Satsuki sentía hacia el Dr. Asatur superaba por mucho al Comandante Black.
- Si realmente quisiera eso, no habría necesitado desarrollar armamento experimental- Dijo Krieg- Unos cuantos misiles nucleares a tiempo hace cuarenta años probablemente hubieran logrado el mismo resultado.
- Entonces no se me ocurre qué se podría estar pasando por la cabeza a ese capullo de Black- Respondió Hammerhead con desdén.
El grupo entero guardó silencio durante varios minutos, mientras cada uno parecía retomar sus dilemas personales. Krieg y Hammerhead volvieron a adoptar aquella actitud reflexiva que ambos parecían compartir. Agatha, que no había pronunciado una sola palabra en toda la reunión, pero escuchaba atentamente la conversación, continuó bebiéndose con cierta desgana aquel café. Taggart volvió a encender sus interfaces holográficas y continuó analizando los datos que tenía frente a él, en busca de respuestas. Persephone seguía temblando con la mirada fija en la mesa, y parecía ser quien peor lo estaba pasando tras acumular un fracaso detrás de otro en sus intentos de defender el territorio de Deimos. Satsuki intentó repasar de memoria todas las conclusiones que sus oficiales habían estado sacando. Todas ellas tenían un cierto sentido, pero ninguna de ellas parecía encajar del todo. Ninguna parecía ser la respuesta ante la situación actual.
Tras casi diez minutos de silencio incómodo, Taggart volvió a apagar su interfaz holográfica y dirigió una vez más la mirada hacia el holograma de Satsuki.
- Creo que se me ocurre cuál podría ser el próximo objetivo de Phobos- Anunció Taggart- La próxima ciudad que van a borrar del mapa.
- ¿Cuál?- Preguntó Satsuki al instante, como si estuviese ansiosa por consultar su mapa y salir corriendo en aquella dirección.
- Kubeigh- Respondió el ejecutivo.
El Comandante Krieg dirigió una mirada escéptica al representante de la HEC. No ponía en duda que quizás realmente aquella ciudad fuese a ser el objetivo del próximo ataque de Phobos. Sin embargo, sí que tenía ciertas dudas sobre sus fuentes. Taggart, en el fondo, no era leal ni a Phobos ni a Deimos, era leal a Heavy Engineering Colossus. Si la HEC tenía información sobre los movimientos militares de Phobos, quizás supieran algo sobre aquella superarma. Era posible, incluso probable, que Taggart supiera mucho más de lo que les estaba contando.
- ¿Por qué Kubeigh?- Preguntó Krieg- ¿Qué te hace pensar que será la siguiente?
- Llevo horas examinando toda la información que he podido recopilar de las ciudades que hemos perdido- Comenzó a explicar Taggart- Podría ser mi imaginación, pero creo haber encontrado un patrón. Están tomando como objetivo ciudades que...
- No importa- Interrumpió Satsuki, presa de la desesperación- No tenemos ningún otro plan. No pierdo nada por ir allí e intentar adelantarme a Phobos esta vez.
Taggart dibujó una sutil sonrisa en sus labios y dedico una mirada condescendiente al Comandante Krieg. No había pasado por alto la desconfianza que aquel oficial tenía hacia él. Llevaba años ejerciendo como enlace entre Deimos y la HEC y había sido un administrador eficiente y leal. Aquello no parecía haber convencido a aquel arrugado militar, pero sí que le había permitido ganarse el reconocimiento de la titán que estaba al mando de aquella organización. Por mucho que le pesase al Comandante Krieg, su opinión no importaba en aquel momento.
- Está bien...- Respondió Taggart- Daré el aviso para que se proceda a evacuar la ciudad lo antes posible.
Al escuchar aquellas palabras, Agatha comenzó a reír casi al instante. La genetista atrajo las miradas de todos los demás en aquella habitación, y aún sabiendo que todos estaban expectantes de saber qué le hacía tanta gracia, se tomó su tiempo para dar un sorbo más de café antes de empezar a hablar.
- Tú no eres muy listo, ¿verdad, "Señor" Taggart?- Preguntó la científica, hablando en tono de burla.
- No estoy de humor, Dra. Olsson- Respondió Taggart- ¿Qué se le está pasando por esa mente retorcida suya ahora?
- Oh, nada en especial- Dijo Agatha, con cierto desdén- Es solo que si yo fuera quien maneja esa superarma, no la dispararía contra una ciudad vacía. Cambiaría de objetivo.
Hammerhead dirigió una fugaz mirada hacia la científica que había sentada a su izquierda, y a continuación se inclinó hacia delante y apoyó ambos codos sobre aquella mesa. Odiaba estar de acuerdo con Agatha, pero en aquella ocasión, la mente retorcida de aquella mujer tenía razón.
- Tiene sentido...- Admitió Hammerhead- Si cambian de objetivo, perderemos nuestra oportunidad.
Ante aquella situación, Persephone se apresuró a hacer levitar los rotuladores que tenía frente a ella, sobre la mesa, y comenzó a escribir. Le preocupaba que el resto de oficiales de Deimos tomasen aquella terrible decisión antes de que pudiera al menos pedirles que se lo pensasen mejor. Incluso alguien tan temerosa como ella no podía quedarse de brazos cruzados sin más ante lo que estaba a punto de suceder.
- Son personas, no carnada- Escribió Persephone, con letras grandes y trazo sorprendentemente firme- ¿Vamos a dejar que millones mueran sin más?
- En el mejor de los casos, quizás la jefa logre impedirlo- Respondió Hammerhead, sin inmutarse- Y si no... Bueno, ya hemos perdido nueve ciudades. La décima no hará demasiada diferencia. Creo que vale la pena intentarlo.
Persephone no estaba contenta con aquella respuesta. Entendía los motivos de Hammerhead para asumir aquellos riesgos, pero las pérdidas en caso de fracasar eran terribles. Ya habían muerto treinta millones de personas. Eran tantas bajas que ya ni siquiera parecían vidas humanas, sino más bien una mera estadística; un simple número que no significaba nada. Si lo hubiera visto en su interfaz holográfica, desde su búnker de mando, quizás no le hubiera impresionado tanto. Sin embargo, ella había estado en las ruinas de Santven, si es que realmente aquel cráter aplanado podía ser considerado una ruina. Había visto con sus propios ojos el lugar donde millones de vidas se habían extinguido en apenas un segundo. No entendía cómo el resto podía aceptar tan de buen grado que aquella situación se repitiese de nuevo. Aquel conflicto ni siquiera debería estar teniendo lugar. Deberían haberse rendido tres semanas atrás, cuando Santven fue destruida y Phobos evidenció su superioridad respecto a Deimos. Pero no se habían rendido, y treinta millones de personas habían muerto en menos de un mes. Y aquella cifra parecía estar a punto de aumentar sin que a nadie realmente le importase.
Sin embargo, Persephone no insistió al respecto. Lentamente, la Banshee aceptó la derrota y volvió a dejar su libreta y sus rotuladores sobre la mesa. No quería que nadie tuviese que morir en Kubeigh, pero no era lo bastante valiente como para enfrentarse al resto de oficiales para proteger aquella ciudad. Si proponía que se rindiesen, lo más probable era que todos se pusiesen en su contra. La despojarían de su título de Comandante y probablemente volverían a mandarla al campo de batalla como una supersoldado de Clase Banshee sin rango. Persephone no quería volver a revivir aquello. No quería volver a ver cómo le disparaban. No quería volver a ver cómo las tropas de Phobos la obligaban a elegir entre su vida y la de sus atacantes. Aún recordaba el horrible sentimiento que se apoderó de ella cuando tuvo que atravesarle el pecho a aquel Lich para salvarse a sí misma. No quería tener que matar a nadie más.
Por su parte, Satsuki no encontró mucho dilema en la propuesta de Agatha y Hammerhead. Ambos oficiales tenían razón. Detener la superarma de Phobos era la máxima prioridad en aquel momento, y si no podía detenerla, al menos tenía que averiguar toda la información posible sobre ella. Ella misma no parecía correr peligro en aquella situación, y las vidas de los habitantes de Kubeigh eran un precio que estaba dispuesta a pagar si era necesario con tal de poner fin a aquella crisis. De todas formas, ya llevaba demasiadas muertes a sus espaldas como para notar diferencia alguna si otra ciudad era aniquilada por su culpa. Al menos, en aquella ocasión estaría allí para tratar de protegerla, no para ser quien la redujese a escombros.
- Voy inmediatamente hacia Kubeigh- Sentenció Satsuki- Si es el siguiente objetivo en su lista, tendrán que vérselas conmigo.
Tan pronto como Euryale accedió al interior del despacho del Comandante en Jefe, las compuertas comenzaron a cerrarse a sus espaldas. La mullida alfombra que marcaba el camino desde la entrada hasta el escritorio del líder de Phobos, una vez más, no lograba amortiguar por completo el sonido de sus pisadas. En aquella ocasión, a la Arpía le pareció que el camino desde la puerta hasta el ventanal del fondo se le hacía excepcionalmente largo. Aunque la Gobernadora de Phobia Aegis trataba de mantener la calma y exteriorizar serenidad, sabía que se avecinaba un momento crucial para el futuro de Phobos; y su deber era informar al respecto al hombre que se sentaba tras aquel escritorio, en la última planta de la torre más alta de Phobos Prime. Debajo de su sonrisa calmada, Euryale podía notar como la tensión que sentía poco a poco iba apoderándose de ella. Tan solo esperaba poder mantener las formas hasta que terminase su informe y pudiera marcharse de allí. No quería exteriorizar aquella debilidad delante de Black.
El Comandante en Jefe se tomó un momento para reacomodarse el casco, que se había vuelto a poner apresuradamente cuando supo que su segunda al mando se encontraba al otro lado de aquella puerta que conducía a la exposición. A continuación, se limitó a permanecer sentado en su sillón, con todas las interfaces holográficas de su escritorio completamente apagadas, mientras esperaba a que Euryale le alcanzase. Cuando la Arpía se detuvo y permaneció en pie a pocos metros de aquel mueble, el Comandante en Jefe dejó salir un leve suspiro que humedeció el interior de su casco. No era necesario que aquella supersoldado comenzase a hablar para que él se hiciera una idea del motivo por el que se había dirigido a su despacho de una forma tan apresurada. Cada vez que Euryale había entrado por aquella puerta durante los últimos días, Black se había preparado mentalmente para recibir la inevitable noticia. Aquella vez, parecía que finalmente no se equivocaba. Después de años de preparación, el momento había llegado.
- Está a punto de suceder- Anunció Euryale, tras respirar hondo- Nuestros infiltrados nos confirman que la Comandante Aldrich se dirige a Kubeigh.
A pesar de sentirse mucho más tenso de lo que era habitual en él, el Comandante Black no pudo evitar dibujar una fugaz sonrisa en sus resecos labios. Aunque lo que sucediera a continuación era algo que escapaba a su control, y aquello no le agradaba, estaba seguro de haber jugado sus cartas correctamente en aquella situación. Si todo salía tal y como tenía previsto, aquella noche Phobos daría un paso en la dirección correcta. Aquella noche lograría avanzar en dirección hacia su objetivo.
- Sin duda, se ha tomado su tiempo- Refunfuñó Black- Menuda deuda con los directivos me ha hecho acumular.
Euryale evitó pensar por el momento en aquella deuda. Nueve ciudades destruidas, y estaban a punto de destruir la décima. Ya había destinado a un equipo de contabilidad a hacerse cargo de calcular cuánto le debían a la HEC, a Prometheus Labs y a Terror Ballistics, en base al ratio de compensación que el Comandante en Jefe les había prometido. Sin embargo, no era el momento de pensar en los trillones de créditos en gastos militares que la Administración Central de Phobos tendría que desembolsar para pagar aquellas indemnizaciones. En aquel momento, el ataque a Kubeigh y todo lo que implicaba era la mayor preocupación de Euryale. El resto de problemas podían aplazarse.
- ¿Debería... dar alguna instrucción de última hora?- Preguntó la Arpía.
Lentamente, el Comandante en Jefe comenzó a ponerse en pie y se apartó de su sillón. No le preocupaba demasiado la posibilidad de que su plan fracasase, pero podía sentir cómo la impaciencia se apoderaba de él. Le resultaba complicado estar allí sentado sin más. Sin saber muy bien qué hacer ahora que se había puesto en pie, el líder de Phobos dio la espalda a su segunda al mando y se dirigió hacia el ventanal que había al fondo de la sala. Ya había atardecido, y la luz diurna poco a poco comenzaba a desaparecer de todo Erebus al mismo tiempo conforme las capas de gases luminiscentes de la atmósfera realizaban sus ciclos de desplazamiento diarios y variaban su altura y composición química. El paisaje de Phobos Prime resultaba tan abrumador e inquietante como siempre, a medida que la creciente oscuridad acentuaba las luces rojas de aquellos siniestros edificios. Desde allí arriba, cuando llegase el inevitable momento, incluso una titán parecería un insecto recorriendo una grieta en el suelo.
- Sobre la operación... No- Respondió el Comandante en Jefe- Pero cuando tengas un momento, ponte en contacto con Gio y pídele que organice una reunión.
Euryale adoptó una expresión escéptica en su grisáceo rostro, pero al instante comenzó a organizarse mentalmente para encontrar un momento en su apretada agenda que le permitiera hacer aquella llamada. Sin embargo, no pasó por alto que el Comandante en Jefe no se estaba tomando el asunto con la seriedad que ella había esperado, teniendo en cuenta todo lo que rodeaba a aquella operación. Todos aquellos años de preparación, toda aquella deuda que la Administración Central de Phobos había contraído con aquellas tres megacorporaciones y todos aquellos sacrificios realizados no parecían tener la suficiente importancia para aquel hombre. Quizás estaba seguro de que no fracasaría, o quizás estaba demasiado acostumbrado a fracasar como para seguir permitiendo que le afectase. En cualquier caso, aquel nivel de frivolidad resultaba excesivo incluso para él.
- ¿No te lo estás tomando con demasiada calma, Black?- Le reprochó Euryale.
- ¿Acaso tengo otra alternativa?- Preguntó Black- Ya he hecho todo lo que estaba en mi mano por el bien de este plan. Ahora solo puedo esperar.
Tras dejar escapar un suspiro, la Arpía subió los escalones de la tarima donde se encontraba el escritorio y caminó también hasta el final de la habitación. Cuando se encontró al lado del Comandante en Jefe, Euryale se detuvo junto a él y dedicó también unos segundos a contemplar el rojizo paisaje de Phobos Prime. Aquellos millones de torres negras y aquellas luces de neón rojas siempre le habían causado una cierta fascinación, desde que era una niña que vivía en los niveles inferiores de aquella ciudad. Pensar que algún día habría sido capaz de contemplar aquellas luces desde el último piso de la imponente Torre del Terror era algo con lo que ni siquiera se habría atrevido a soñar. Sin embargo, allí estaba. Aquella colosal ciudad se encontraba bajo su administración, y en aquel momento estaba discutiendo con el mismísimo Comandante en Jefe acerca de una operación que decidiría el futuro de toda la organización. Aún le resultaba difícil creer cuánto había cambiado su vida en poco tiempo. Ni siquiera los Comandante de Phobos que habían logrado vivir durante dos o tres siglos habían alcanzado el nivel status y autoridad del que ella gozaba en aquel momento. Y todo había sucedido tan de repente que la Arpía todavía no lograba hacerse a la idea.
- Aún así...- Insistió Euryale- ¿Qué haremos si la Comandante Aldrich muere?
El Comandante en Jefe dejó de contemplar el paisaje urbano del otro lado de la ventana y dirigió la inexpresiva mirada de su casco hacia su segunda al mando. Aquella era una pregunta incómoda. Realmente había invertido mucho tiempo, esfuerzo y sacrificios para llegar hasta aquel punto y disponer todas las piezas en el gran tablero que era Acies tal y como las había dispuesto. Después de ponerlo todo a su favor de aquella forma, no esperaba fracasar. Pero lo cierto era el fracaso en ningún momento había dejado de ser uno de los posibles resultados, y tenía que estar tan mentalmente preparado para afrontarlo como lo había estado durante los últimos mil años.
- Hitch, ya lo sabes. Otros quizás se puedan permitir rendirse, pero nuestra misión es demasiado importante- Declaró el Comandante Black- Si Satsuki muere, entonces empezaremos de nuevo y lo intentaremos otra vez.
Satsuki dejó de correr y se tomó un instante para exhalar aire, aliviada, cuando finalmente alcanzó a divisar en la distancia la ciudad a la que se dirigía. Había corrido tan rápido como sus piernas le permitían, y había recorrido en pocos minutos los novecientos kilómetros de distancia que la habían separado de Kubeigh. Para llegar hasta allí en tan poco tiempo, había ignorado sin más los daños que ella misma había provocado en su avance. Había dañado carreteras, redes eléctricas, terreno agrícola e incluso un par de asentamientos menores que había atravesado sin más en lugar de bordear. Sin embargo, llegados aquel punto nada de aquello le preocupaba tanto como llegar tarde y encontrarse que la ciudad de Kubeigh ya hubiera sido destruida por la superarma de Phobos. En comparación con aquello, unos cuantos millones de créditos en daños colaterales y algunas muertes accidentales eran un precio insignificante.
Con apenas veinte kilómetros más separándola de aquella ciudad, Satsuki comenzó a caminar hacia ella a paso tranquilo, evitando causar más daños de los necesarios a partir de aquel punto. A su espalda ya había un rastro de destrucción lo suficientemente largo, y la propia titán no había pasado por alto que muchas cosas habían crujido bajo sus botas a medida que corría hacia allí. Satsuki evitó la carretera principal que conducía hacia la ciudad; una autopista de ocho carriles en cada dirección con una superficie pavimentada de asfalto y unas barreras de oricalco de varios metros de altura que separaban una dirección de la otra y delimitaban ambos lados de la vía, separándola de las afueras de la ciudad. En circunstancias normales, aquellas carreteras solían estar increíblemente concurridas; sin embargo, la nefasta situación en la que se encontraba Deimos había limitado en gran medida la actividad económica de aquellas ciudades. Algunos convoyes de camiones de mercancías iban y venían de aquella ciudad, pero su número era mucho más reducido de lo que Satsuki estaba acostumbrada a ver. Un inquietante número de vehículos civiles parecían estar abandonando la ciudad, aunque no parecían ser los suficientes como para que la Comandante Aldrich sospechase que la información de Taggart se hubiese filtrado. Más bien, parecía que la población de Deimos había desarrollado un miedo más que razonable a vivir en aquellas grandes ciudades.
Mientras caminaba al lado de aquella carretera en dirección hacia Kubeigh, Satsuki no pudo evitar notar como aquellos vehículos aceleraban el paso en la medida de lo posible y cambiaban de carril para estar lo menos cerca posible de ella. Aunque había ido hacia allí para intentar impedir la destrucción de aquella ciudad, Satsuki no los culpaba por tenerle miedo a ella. Era frecuente que su actividad causase daños colaterales, los cuales ella consideraba inevitables y había optado por no darles importancia. Alejarse de ella era un acto de prudencia. Al fin y al cabo, aquella interminable fila de vehículos civiles de color negro, con algunos logotipos de corporaciones menores de Phobos, parecía algo extremadamente fácil de destruir por accidente. Tan solo tenía que apartar la mirada del suelo, dejar de prestarles atención y antes de que quisiera darse cuenta estaría de nuevo notando como docenas de aquellos vehículos crujían bajo sus botas con cada paso que daba. Si aquello sucedía, una vez más, Satsuki optaría por no darle importancia. Había ido allí para tratar de salvar la ciudad, pero lo cierto era que ni siquiera sabía realmente a qué se enfrentaba ni qué tendría que hacer para detener el ataque. Incluso si triunfaba, lo más probable era que igualmente hubiese bajas civiles.
A medida que se iba acercando más a aquella ciudad, Satsuki iba poco a poco ubicándose más en la estructura de aquel asentamiento. Kubeigh no era una ciudad fundada por Phobos, sino que se trataba de una metrópolis arrebatada a una nación ya extinta. La ciudad tenía algunas estructuras construidas a base de paneles de oricalco, pero aquello se limitaba a las sedes administrativas, las fábricas y las instalaciones militares que Phobos mandó construir cuando se anexionó la ciudad. El resto de aquella ciudad de tres millones y medio de habitantes estaba construida a base de ladrillos y cemento, y la mayoría de estructuras no superaban los cien metros de altura. Apenas algunos rascacielos parecían rozar los doscientos metros, y la mitad de ellos estaban construidos con oricalco. Ahora que finalmente caía la noche, las luces de la ciudad creaban un peculiar contraste. La mayor parte de la ciudad estaba iluminada por luces blancas, y había rótulos de neón de cientos de diferentes colores. Sin embargo, los distritos construidos por la HEC y las torres de oricalco de Phobos estaban iluminados con aquellas luces rojas, y parecían intrusos en aquel paisaje urbano, alzándose por encima de las estructuras más tecnológicamente obsoletas y proyectando su siniestra luz sobre ellas. La planificación urbanística resultaba caótica, y a diferencia de las ciudades construidas desde cero por la HEC, no seguía ningún tipo de patrón radial, sino que los límites de la ciudad tenían una forma irregular. Aún así, Satsuki calculaba que el asentamiento debía tener un diámetro de aproximadamente ocho o nueve kilómetros.
Cuando se encontró a menos de tres kilómetros de la ciudad, Satsuki acabó finalmente notando cómo algo crujía bajo sus botas. La titán dirigió momentáneamente la mirada hacia sus pies cuando alcanzó a escuchar algunos gritos de pánico que ni siquiera la ruidosa carretera que mantenía a su derecha lograba ahogar. Ahora que había dejado de caminar sobre terreno agrícola y se había adentrado en las afueras de la ciudad, la Comandante Aldrich había tratado de evitar dañar las estructuras de menor tamaño que había en el extrarradio. Mientras trataba de evitar algunos bloques de viviendas de unos treinta metros de altura, Satsuki había optado por caminar por un terreno libre de luces y edificios. Sin embargo, tan pronto como dio algunos pasos por aquella superficie, la titán no tardó en darse cuenta de que se había puesto a caminar sobre un oscurecido barrio de chabolas. Con cada paso que había dado, sus suelas de cuarenta y cinco metro de longitud habían aplanado docenas de aquellas ruinosas viviendas improvisadas y a todos los que se encontraban en su interior.
Satsuki dedicó unos segundos a observar cómo varios miles de humanos comenzaban a huir ruidosamente de aquella zona, mientras pensaba qué hacer al respecto. Sin embargo, pocos segundos después, la titán dejó salir un largo suspiro y continuó avanzando, ignorando el caos y la destrucción que provocaba con cada paso que daba. No tenía elección, tenía que acercarse todo lo posible a la ciudad para minimizar su tiempo de respuesta ante cualquier cosa que sucediese en Kubeigh. Si no caminaba por aquel barrio de chabolas, tendría que arrasar a su paso los bloques de viviendas. Tan solo se limitó a elegir la opción con la que causaba menos daños a la ciudad y continuar caminando. Toda aquella ciudad iba a desaparecer de un momento a otro si no hacía nada por impedirlo. Si unos pocos cientos de muertes más le permitían impedir que tres millones y medio de sus ciudadanos muriesen, no podía correr el riesgo de no asumir el sacrificio. Deimos ya había sufrido demasiados daños en el último mes. No podía seguir perdiendo ciudades como si nada. Su ejército, sus recursos y su fuerza de trabajo ya habían disminuido más de lo que podían permitirse. El daño que causaba a Deimos con cada paso que daba era insignificante en comparación con lo que estaba a punto de perder si no lograba detener la superarma de Phobos.
Tras caminar algunos kilómetros más y evitar pensar en lo que estaba destruyendo a su paso, Satsuki finalmente detuvo su avance cuando alcanzó el primer distrito densamente poblado que se cruzó en su camino. Las estructuras allí eran en su mayoría aún bloques residenciales, de entre sesenta y ochenta metros de altura. El casco antiguo, donde se encontraban los rascacielos más altos y la mayoría de estructuras de oricalco construidas por Phobos, se encontraba a unos tres kilómetros de distancia de donde se había detenido. A partir de ese punto, no tenía suficiente espacio para caminar más. Las calles eran demasiado estrechas para ella y estaban densamente pobladas de peatones y vehículos civiles. Para adentrarse allí, tendría que derribar a su paso cientos de estructuras y provocar miles de muertes. Solo debía adentrarse más en la ciudad si no le quedaba otra alternativa que hacerlo para detener el ataque.
Sin poder evitar sentir una cierta curiosidad al respecto Satsuki, dedicó un momento a observar aquellas calles. El tránsito de vehículos se había congestionado, y se habían producido un gran número de accidentes de tráfico a medida que todos los ciudadanos trataban de alejarse apresuradamente de la zona donde ella se encontraba. La población había comenzado a comportarse como si la ciudad estuviera bajo ataque kaiju. Sin embargo, a diferencia de en caso de un ataque por parte de la megafauna de Erebus, en aquella ocasión no estaban sonando las alarmas ni se estaban abriendo los refugios subterráneos. La responsable de aquel pánico general y de aquella oleada de destrucción era la propietaria de aquella ciudad y por extensión de todos sus habitantes. No tenía sentido que sonasen las alarmas y el ejército se echase a las calles. No había a quién enfrentarse para detener aquello. La titán no tardó en perder el interés y apartar la mirada de aquellas calles. Los habitantes de aquella ciudad la temían y la odiaban, aquello resultaba demasiado evidente. Sin embargo, tampoco podía culparlos por ello. Su propia presencia en aquel lugar no era un heroico acto de altruismo precisamente. La única razón por la que ella estaba allí para salvar la ciudad era porque no podía permitirse prescindir de aquellos millones de humanos. Deimos necesitaba soldados y trabajadores. La población era un recurso más a gestionar; un recurso del que ya le habían arrebatado demasiado durante el último mes.
Satsuki contempló durante casi un minuto el cielo nocturno, esperando ver algo entre las densas nubes de contaminación que se alzaban a kilómetros de altura sobre la ciudad. Aún no sabía qué esperaba ver. Los ataques se habían producido en ciudades del interior del territorio de Deimos, ignorando completamente las fronteras. Era imposible que se tratase de algún tipo de asalto terrestre, aquello inevitablemente habría tenido que dejar huellas visibles. La amenaza debía de ser aérea. Quizás se tratase de un misil, o quizás de algún tipo de aeronave experimental. Si era así, tenía que utilizar su brazal psiónico para derribarla tan pronto como distinguiese su silueta entre las grisáceas nubes. Si enfocaba al máximo la artillería telequinética de aquellas armas, podía tener fácilmente unos diez kilómetros de alcance de disparo. Sus reflejos sobrehumanos y su entrenamiento con aquellas armas ya le habían permitido en el pasado eliminar a aquella distancia objetivos que se moviesen a velocidades supersónicas. Lo único que le preocupaba al respecto era actuar demasiado tarde si no detectaba la amenaza a tiempo.
Una fugaz idea se le pasó por la cabeza a la Comandante en Jefe de Deimos. En todos los ataques que se habían producido, nunca se había recibido ninguna clase de comunicación previa al ataque por parte de la ciudad atacada. Aquello solo le permitía sacar dos conclusiones al respecto. O el ataque y la destrucción que desataba resultaban algo tan repentino e instantáneo que no dejaba el menor margen de reacción, o algo interfería las comunicaciones justo antes de que se produjesen los ataques. Satsuki tiró con suavidad hacia abajo de la cremallera de su catsuit táctico y extrajo el ordenador de mano que solía esconder ahí dentro para evitar que su interfaz de mando se convirtiera en un punto débil visible que su enemigo pudiese atacar. Cuando tuvo aquel dispositivo entre sus manos, se tomó un momento para revisar la disponibilidad de señal. Aunque en su camino hacia Kubeigh había destruido muchas cosas a su paso, Satsuki estaba segura de haber evitado con éxito todas las torres repetidoras de señal, imprescindibles para las comunicaciones de largo alcance en la región de Acies. Si se quedaba incomunicada en aquella ciudad, no podía ser por su propia culpa. Cuando la titán pudo comprobar que, efectivamente, le llegaba la señal a su ordenador de mano, permaneció absorta en sus pensamientos durante un instante. Aquello podría resultarle útil; si la señal se perdía, podía significar que la superarma de Phobos estaba a punto de atacar.
Sin embargo, nada podría haber preparado mentalmente a Satsuki para lo que estaba a punto de suceder. Mientras permanecía con la mirada en aquella pantalla, un gran estruendo la sobresaltó. La Comandante en Jefe de Deimos apartó la mirada de su ordenador de mano y centró su atención en la dirección de donde provenía aquel sonido. A unos tres kilómetros al norte de donde se encontraba, prácticamente en el centro de la ciudad, una densa nube de polvo de escombros de unos quinientos metros de altura acababa de levantarse repentinamente. Un gran número de estructuras civiles acababan de desmoronarse a causa del pequeño seísmo que había provocado algo que había impactado contra el suelo, proveniente de arriba. Satsuki mantuvo la mirada fija en aquella densa nube gris, y contuvo el aliento, expectante. No estaba segura de qué debía hacer. Dudaba si era buena idea adentrarse en la ciudad y dirigirse hacia allí. En aquel lugar se habían producido daños, pero aquello ni siquiera alcanzaba la capacidad destructiva del disparo de un cañón Armagedón. Aquella no podía ser la nueva superarma de Phobos. Sin embargo, cuando Satsuki pasó a ser consciente de la situación en la que se encontraba, la titán se quedó boquiabierta y su enorme ordenador de mano se escurrió de entre sus dedos, precipitándose a una caída desde algo más de doscientos metros de altura y provocando que se colapsase el bloque de viviendas sobre el que cayó.
- Por fin nos encontramos, Comandante Aldrich- Dijo en tono jovial una voz femenina proveniente de la nube de escombros.
Un par de brillantes ojos rojos, cuyos iris parecían tener propiedades bioluminiscentes, se hicieron distinguibles a través de la nube de polvo conforme emergían de ella. En aquel momento, Satsuki se estremeció al contemplar lo último que habría esperado alguna vez volver a contemplar. Frente a ella, se encontraba una mujer extremadamente pálida, prácticamente rozando el albinismo. Su cabello estaba cortado en una media melena muy cuidadosamente igualada y alisada, de un inmaculado color blanco. Aquel fantasmagórico rostro tenía en sus labios una exagerada sonrisa, amplia hasta el punto de resultar siniestra. Aquella mujer vestía un catsuit táctico muy parecido al suyo, con el logotipo de Phobos estampado en los hombros y probablemente también en la espalda, aunque Satsuki no alcanzaba a verlo desde allí. Su ceñida indumentaria revelaba que tenía una complexión muy delgada, casi teniendo un aspecto enfermizo y frágil, a pesar de que debía de medir un poco más de doscientos ochenta metros de altura.
Aquella otra titán continuaba caminando tranquilamente en dirección hacia la Comandante en Jefe de Deimos. Mientras lo hacía, un gran número de estructuras del centro de la ciudad se derrumbaban a su paso, incapaces de actuar como una barrera que frenase su avance. Satsuki permaneció inmóvil, observando, pero incapaz aún de procesar aquella situación. Observaba prácticamente embelesada cómo aquella mujer atravesaba lentamente aquella ciudad como un cuchillo caliente se habría abierto paso a través de un bloque de soylent fresco. Sus botas blindadas parecían ser de un modelo más antiguo que las suyas, sin tacón y sin reciclador de energía, incapaces de proyectar un seísmo. Con cada paso que daba, un gran número de vehículos y de humanos que trataban de huir a pie desaparecían bajo las suelas de aquel calzado. Satsuki no era capaz de comprender por qué en aquel momento decidía fijarse en aquel detalle. Su mente no funcionaba como debería en aquella situación; aún estaba demasiado conmocionada por lo que acababa de ver como para poder pensar con claridad. Sin embargo, el hecho de notar que aquella titán estaba utilizando un modelo obsoleto de botas blindadas la ayudó a volver en sí y comenzar a tener una reacción al respecto. Como si acabase de recordar que se encontraba ante una probable amenaza, Satsuki examinó el equipamiento de combate de aquella titán. Sorprendentemente, no parecía llevar brazales psiónicos, y tan solo lograba intuir la presencia de una espada sujeta a un arnés metálico en su espalda, aunque aún no podía examinarla con detalle.
Aún a un poco menos de dos kilómetros de Satsuki, aquella titán que parecía haber caído sin más del cielo finalmente se detuvo junto a una alta torre de oricalco de doscientos metros de altura, dando un poco de tregua a los desesperados ciudadanos de Kubeigh que trataban desesperadamente de apartarse de su camino. Aquel rascacielos construido por la HEC era uno de los edificios más altos de la ciudad, pero a duras penas le llegaba a aquella mujer a la altura del pecho. A su paso, la titán había dejado una cicatriz en la ciudad de casi un kilómetro de longitud y algo más de cien metros de ancho. Varios cientos de edificios, de alturas que variaban entre los sesenta y los cien metros, se habían colapsado conforme aquel monstruo se abría paso a través de ellos. Los más altos, al derrumbarse, habían causado una gran cantidad de destrucción secundaria, cayendo sobre otras estructuras de menor tamaño y aplastándolas bajo su peso. Las calles de la ciudad se habían convertido en montañas de escombros que habían sepultado a vehículos y viandantes por igual, causando miles de muertes en apenas unos segundos.
Como si acabase de reparar en la presencia de aquella alta y oscura torre de oricalco, la titán le dirigió a la estructura una mirada despectiva, para a continuación limitarse a dar un brusco empujón con su mano derecha a la parte superior del edificio. El prodigioso metal que formaba aquel rascacielos crujió y se deformó al instante. Cientos de paneles de oricalco que conformaban la estructura se desencajaron y desprendieron cuando la titán aplicó fuerza sobre ella y provocó que se deformase. Las luces rojas se apagaron al instante cuando la instalación eléctrica del edificio falló. Los propios cimientos de aquella torre se levantaron y elevaron el terreno alrededor de la base conforme la torre comenzaba cada vez más a inclinarse. Toneladas de asfalto y cemento formaron un montículo alrededor de la estructura, y un gran número de grietas comenzaron a formarse en el terreno, tragándose todo y a todos los que encontraban a su paso y dañando más estructuras cercanas. Finalmente, por simple acción de la fuerza de la gravedad, la torre inclinada se volcó, haciendo caer cientos de miles de toneladas de oricalco sobre la ciudad. Aquel enorme edificio hizo desaparecer bajo él docenas de estructuras de menor tamaño, cuyos materiales eran incapaces de oponer resistencia al peso de aquella masa de oricalco descendente y fueron aplastados sin más. Un estruendo se dejó oír por toda la ciudad y una nueva nube de polvo de escombros comenzó a alzarse. Al contemplar aquella deforme estructura de paneles de oricalco desencajados que acababa de derribar sin motivo alguno, aquella titán se limitó a dibujar una maliciosa sonrisa en sus labios. No parecía avergonzarse en absoluto de estar disfrutando con aquello. Pocos segundos después de que el rascacielos se desplomase, aquella mujer perdió el interés en la destrucción que acababa de provocar y dirigió de nuevo la mirada hacia Satsuki.
- ¡Qué nervios! Llevo mucho tiempo esperando este momento- Anunció la otra titán, visiblemente emocionada- Eres mucho más guapa en persona que en las fotos que tengo...
Satsuki frunció el ceño ante aquellas palabras. Aún no tenía muy claro cómo reaccionar en aquella situación. No había esperado volver a ver nunca más a una miembro de su clase de supersoldado. En aquel momento, su mente era un caos. No era capaz de tomar una decisión ni llegar a una conclusión. No entendía cómo había sido aquello posible. En teoría, Asatur se había encargado de deshacerse de la fórmula, sabotear las instalaciones y eliminar al personal de Prometheus Labs implicado; se había asegurado de que aquella tecnología se perdiera cuando saboteó Chronos Complex. Sin embargo, en realidad Satsuki no tardó en pensar que resultaba iluso tanto por parte del Doctor como por ella misma pensar que la Fórmula Titán se había perdido para siempre. Si la fórmula se había logrado crear una vez, no era demasiado descabellado que con el tiempo Prometheus Labs fuese capaz de desarrollarla de nuevo. Tan solo necesitaban eso, tiempo y créditos. Los créditos no eran un problema para una megacorporación tan grande, y ya habían pasado muchas décadas desde la traición de Asatur; habían tenido tiempo de sobra.
Si era cierto que Chronos Complex estaba activo de nuevo, Satsuki realmente no sabía qué pensar al respecto. Cuando Asatur le obligó a dejar morir a todas las demás titanes, ella se sintió desamparada al respecto. Ser una titán sin duda tenía muchas ventajas, pero también era una vida llena de inconvenientes. No resultaba fácil para ella interactuar con humanos, ni siquiera aunque fuesen supersoldados de varios metros de altura. Perder a las otras titanes realmente la había condenado a sentirse la única humana en un mundo poblado por insectos. Sin embargo, también era consciente de las ventajas de ser la única humana en un mundo de insectos. La única razón por la que Deimos había resistido casi medio siglo era porque nadie en todo Acies podía hacerle frente a ella. El ejército de Phobos estaba totalmente impotente ante su prodigiosa fuerza. Pero aquello parecía haberse terminado. Frente a ella, tras casi cincuenta años, finalmente había otra supersoldado de Clase Titán. Aunque Satsuki se moría de ganas de correr hacia ella, abrazarla y decirle entre lágrimas lo sola que se había sentido viviendo en un mundo de insectos, sabía que Phobos no había enviado a aquella otra supersoldado allí para que se hicieran amigas. La habían enviado para matarla. Lo que tenía frente a ella era su semejante, pero ante todo era una enemiga.
- Tú... Eres... ¿El Programa Godkiller?- Preguntó Satsuki, entre titubeos.
Aquella otra titán se encogió de hombros ante la pregunta.
- ¿Programa Godkiller? Parece divertido, pero no me suena- Respondió- Yo soy Alisa. Alisa Pavlova, supersoldado de Clase Titán.
Alisa dedicó un momento a reír por lo bajo, mientras se mantenía pendiente a la expresión alterada que Satsuki tenía en el rostro.
- El miedo te sienta genial. Eres adorable- Elogió Alisa.
Las palabras de Alisa hicieron que Satsuki cayera en la provocación y apretase los puños y los dientes. La Comandante Aldrich no estaba acostumbrada a que nadie le hablase en aquel tono. Ni siquiera cien años atrás, cuando había más titanes, ninguna de sus compañeras se habría atrevido a menospreciarla de aquella forma.
- ¿Miedo? ¿De ti?- Preguntó Satsuki, malhumorada.
Consciente de que ya realmente no importaba, la Comandante Aldrich comenzó a caminar sin más hacia delante. Un gran número de bloques de viviendas que había frente a ella comenzaron a derrumbarse bajo sus botas conforme ella recortaba lentamente las distancias con aquella otra titán. Aún no sabía cómo lo había hecho, pero Satsuki estaba segura de estar frente a la responsable de la destrucción de todas aquellas ciudades. Librarse de ella era en aquel momento la máxima prioridad, incluso si aquello implicaba sacrificar toda Kubeigh. En aquel momento, ningún precio era demasiado alto. Si no detenía a Alisa, todo el territorio de Deimos acabaría en ruinas.
- ¡Ah, no seas así!- Protestó Alisa- Solo porque haya venido a matarte no significa que no podamos divertirnos un poco...
Alisa se relamió los labios de forma exagerada, asegurándose de que aquel gesto por su parte se hiciera de notar, mientras dedicaba una mirada indiscreta a la cremallera visiblemente bajada de la indumentaria de la Comandante en Jefe de Deimos.
- Ya estabas pensando en eso antes de que yo llegase, ¿verdad?- Preguntó Alisa.
Satsuki dejó escapar un incomprensible refunfuño, antes de finalmente volver a cerrar aquella cremallera. No recordaba qué había pasado con su ordenador de mano, pero en aquel momento no le importaba. Estaba a punto de volver a mandarle de nuevo a Phobos el mismo mensaje que les había mandado hacía un mes, con aquel tanque Black. No importaba qué enviasen contra ella; podía resistirlo. Volvería a hacer lo mismo que había hecho en Yersinia Terra. Destrozaría a aquella otra titán de una forma tan brutal que el Comandante Black se preguntaría siquiera cómo había sido aquello posible. Les enviaría de vuelta todo aquel miedo que habían lanzado contra ella. Haría que ellos mismos maldijesen el momento en que se les ocurrió reabrir Chronos Complex.
- Sí, estaba pensando en divertirme contigo- Dijo Satsuki, con hostilidad- Pero no creo que mi idea vaya a gustarte...
- Ponme a prueba, preciosa- La invitó Alisa- Quizás te sorprendas.
Hacía muchos años que Satsuki no tenía una rival a su altura para practicar combate cuerpo a cuerpo. Desde que se convirtió en la última superviviente de su clase de supersoldado, los ocasionales encontronazos con la megafauna de Erebus habían sido los únicos enfrentamientos que la habían hecho mantener la mirada al frente. Sin embargo, incluso tantos años después, había cosas que le resultaba imposible olvidar. Siempre había podido consolarse en que su fuerza y su capacidad para ejercer la violencia eran su mayor virtud. Aquella era su gran oportunidad para demostrarse a sí misma que no se equivocaba, que realmente no había caído en la mediocridad y que las habilidades de las que tanto presumía seguían estando ahí. Cuando apenas un kilómetro separaba a ambas titanes, la Comandante en Jefe de Deimos se lanzó repentinamente al ataque.
Aunque el simple hecho de que Satsuki comenzase a caminar a través de aquella ciudad había comenzado a formar una estela de destrucción a su paso, un gran número de estructuras a su alrededor se colapsaron al instante cuando la titán se impulsó hacia delante y el asfalto bajo sus pies recibió la energía residual de aquel movimiento en forma de una brutal onda de choque. En apenas una fracción de segundo, Satsuki recortó la distancia atravesando todas las estructuras que se cruzaban en su camino como si fuese una descomunal guillotina cortando figuras de papel. Sin que Alisa tuviera siquiera tiempo de reacción, Satsuki se apoyó sobre su pierna izquierda, hundiendo su bota varios metros en aquella crujiente superficie, y dirigió una amplia patada baja contra los tobillos de su oponente. La pierna derecha de Satsuki arrasó con todas las estructuras que encontró en su trayectoria, prácticamente desintegrándolas y reduciéndolas a fragmentos de escombros que salieron proyectados en la misma dirección de la patada, causando que incluso un gran número de edificios que no habían recibido el impacto se desmoronasen a causa de aquella brutal metralla. Incluso a pesar de estar enfrentándose a otra titán, la bota de Satsuki se llevó por delante las piernas de Alisa sin ninguna dificultad, empujándolas y haciendo que la otra titán comenzase a caer y llegase a perder todo contacto con el suelo. Mientras las piernas de aquella otra titán aún estaban en el aire y su cuerpo se encontraba en una postura casi horizontal durante su caída, Satsuki propinó una segunda patada directa contra el vientre de Alisa. A pesar de su tamaño y de sus casi doscientos sesenta mil toneladas de peso, la Comandante en Jefe de Deimos se movía a una velocidad realmente difícil de seguir con la vista. Con cada golpe que daba, la energía cinética liberada por cada movimiento era inmensa. Cuando la bota de Satsuki se encontró en su camino con el estómago de Alisa, la simple onda de choque residual causada por aquel golpe provocó que los pocos edificios que aún no se habían derribado en sus alrededores comenzasen a agrietarse, y reventó todos los cristales en cientos de metros a la redonda.
Alisa recorrió casi un kilómetro y medio cuando aquel brutal golpe provocó que la bota sísmica de la Comandante Aldrich se hundiese en su vientre y prácticamente machacase sus órganos. En apenas una fracción de segundo, aquella titán se elevó casi cuatrocientos metros en el aire, y cayó como un peso muerto en el centro de la ciudad, rodando varios cientos de metros más por el suelo hasta que una torre de oricalco finalmente detuvo su avance. En su trayectoria, el cuerpo de Alisa actuó prácticamente como una apisonadora de carne, aplastando bajo ella los edificios de menor altura y provocando que los más altos se derrumbasen sobre ella conforme los iba atravesando. Cuando el rascacielos metálico recibió aquel monstruoso impacto en su base y detuvo el avance de la titán, la estructura se desplomó casi al instante en la misma dirección desde la que había sido golpeada, cayendo directamente sobre Alisa. Aquella torre de oricalco lanzó paneles de aquel metal a sus alrededores conforme se iban desencajando, a causa la deformación que el edificio sufría al colapsarse, los cuales salían disparados como metralla y se clavaban en las fachadas de algunos edificios cercanos. Cuando impactó contra el cuerpo de la titán, la estructura se partió en dos y su mitad superior recorrió casi un centenar de metros más en su caída, golpeando varios edificios del casco antiguo de la ciudad y provocando también que se colapsasen.
Mientras se encontraba tirada en el suelo, Alisa comenzó a retorcerse a causa del daño causado por el golpe y aquel brutal lanzamiento, golpeando accidentalmente con sus botas algunos de los escasos edificios que aún no se habían derrumbado a su alrededor. Sin embargo, la titán no emitió grito de dolor alguno. En lugar de eso, mientras se retorcía y contoneaba sobre aquel mar de escombros, aquella mujer emitió una serie de gemidos que insinuaban placer. La titán abrió ligeramente su boca, y su lengua asomó ligeramente. Aquellos brillantes ojos rojos parecían estar a punto de salirse de sus órbitas. Mientras Satsuki recuperaba su postura de guardia tras propinar aquella patada y apoyaba de nuevo ambos pies sobre el maltrecho asfalto, la líder de Deimos no pasó por alto la reacción de su enemiga ante aquel golpe y su rostro adoptó una expresión confusa.
- Eso ha sido... ¡Increíble!- Dijo Alisa, aún tirada en el suelo- Eres genial, Satsuki.
Satsuki permaneció en silencio durante unos segundos, mientras intentaba comprender qué estaba sucediendo. Como titán que era, sabía mejor que nadie que las formas de armamento convencionales no podían dañarla. Incluso el impacto directo de un arma nuclear era una molestia menor para ella. Sin embargo, durante las sesiones de entrenamiento en las que había tenido la ocasión de enfrentarse cuerpo a cuerpo a una de sus semejantes, había podido recordar lo que era el dolor con cada golpe que recibía. Lo único capaz de superar la prodigiosa durabilidad de una supersoldado de Clase Titán era su abrumadora fuerza física. Cada patada, cada puñetazo y cada forma de golpear que empleaban movía cientos de miles de toneladas de masa a velocidades supersónicas. La fuerza liberada con cada ataque dejaba en ridículo a casi cualquier sistema de armamento. Satsuki estaba segura de haber causado daños con aquella patada que le había propinado a Alisa. Sin embargo, no había gritos de dolor por su parte. Más bien, aquella titán parecía estar disfrutando de las consecuencias de aquel golpe que la había mandado volando a más de un kilómetro de distancia.
- Estás... ¿bien?- Preguntó Satsuki, con un sincero escepticismo.
Alisa trató de mantener la compostura y, lentamente, se incorporó y volvió a ponerse en pie. El rostro de aquella titán tenía una expresión difícil de interpretar. Tenía los dientes apretados, lo cual acompañado de su postura encorvada y de la mano que mantenía presionada sobre su estómago daba a entender que aquel golpe le había dolido. Sin embargo, estaba casi babeando, y sus ojos parecían aún incapaces de mirar directamente a su enemiga. Su expresión no parecía reflejar angustia ante aquel dolor, sino más bien alguna clase de retorcido disfrute. Alisa dirigió de nuevo la mirada hacia Satsuki y dejó de apretar los dientes para dibujar una nueva sonrisa en sus labios.
- ¡Mejor que nunca!- Exclamó Alisa, entusiasmada- Esto es un sueño hecho realidad. Esta va a ser la mejor noche de toda mi vida.
Algo no iba bien con su enemiga. Satsuki no sabía si echarle la culpa a aquella nueva versión de la Fórmula Titán o si, quizás, aquella mujer ya estaba loca antes de que la inoculasen con ella. Sin embargo, era innegable que su capacidad de raciocinio no estaba intacta. No la culpaba por aquella actitud cruel y por el aparente entusiasmo que sentía al destruir todo cuánto la rodeaba. Aquello era una fase que ella misma había vivido cuando la transformaron en titán; todas las titanes que había conocido habían reaccionado del mismo modo ante aquella sensación de poder absoluto. Aunque desde su punto de vista, como alguien que llevaba siglo y medio siendo una supersoldado de Clase Titán, no podía evitar sentir cierta incomodidad al contemplar a Alisa, tampoco podía reprocharle su actitud después de haber cometido personalmente los mismos pecados ciento cincuenta años atrás. Aún así, no conocía a nadie que reaccionase con semejante regocijo al encajar semejantes golpes.
Alisa jadeaba levemente. Aunque no estuviese dispuesta a admitirlo, aquel golpe le había dolido. La Comandante Aldrich realmente era tan formidable como le habían advertido. A pesar de todo, no se arrepentía de haber elegido enfrentarse a ella. Se enfrentaba a una titán con ciento cincuenta años de experiencia en combate y mucho mejor entrenamiento del que ella había tenido. Era casi imposible vencerla en un enfrentamiento cuerpo a cuerpo directo. Aún así, cuando encajó aquel golpe por parte de la persona que más admiraba en todo Erebus, no pudo evitar sentir una cálida y placentera sensación de satisfacción recorriendo su cuerpo. No había mentido y no trataba de hacerse la dura. Realmente se sentía feliz de estar en aquel momento y lugar, enfrentándose a la líder de Deimos. A pesar del dolor que invadía su cuerpo, se sentía realmente afortunada.
- No seas blanda conmigo...- Pidió Alisa, en un tono casi lujurioso- Ven a por mí con todo lo que tengas.
Satsuki volvió a apretar levemente los dientes ante aquellas palabras. Incluso aunque no fuera una enemiga, no soportaba a aquella otra titán. Aquella actitud pueril y aquel gusto por la destrucción sin sentido le recordaban a sus primeros años de servicio en Phobos, aunque ella estaba segura de no haber sido tan irritante durante aquella época. En cualquier caso, no quedaba nadie con vida para recordarlo; y Satsuki estaba más que dispuesta a eliminar también a aquel burdo reemplazo de sí misma que Phobos había tenido el descaro de enviar a por ella.
La Comandante en Jefe de Deimos volvió a recortar distancias con su enemiga. En aquella ocasión, se adentró en el terreno que la propia Alisa ya había devastado al caminar a través de la ciudad, y ni las rodillas ni las botas de Satsuki derrumbaron tantas estructuras a su paso al atravesar aquellas calles. El suelo crujía, y la titán podía notar cómo aquellas montañas de escombros, vehículos sepultados y cadáveres se compactaban bajo su peso con cada paso que daba. A pesar de la inquietante, aunque familiar, sensación que le producía cada vez que sus botas hacían contacto con el suelo, aquello en realidad no era suficiente para entorpecerla. En aquella ocasión, Alisa vio venir el ataque de Satsuki y fue capaz de anticiparse a él, poniéndose en guardia. Sin embargo, Satsuki podía ver al menos una docena de puntos vulnerables en su burda postura de combate. La falta de entrenamiento y experiencia de aquella otra titán eran más que evidentes.
Alisa trató de bloquear con los brazos la lluvia de golpes que se le vino encima. La legendaria Comandante Aldrich no decepcionaba. Aquella titán estaba bien entrenada en artes marciales mixtas, y empleaba prácticamente todo el cuerpo como un arma. En apenas unos segundos, Alisa recibió puñetazos, patadas y golpes de codo y rodilla; algunos dirigidos directamente contra sus antebrazos en un intento de quebrar sus resistentes huesos de titán, y otros esquivando su guardia para golpear su cabeza, sus costados y sus rodillas. Prácticamente cada golpe que recibía la hacía retroceder docenas de metros, incluso aunque tratase de mantenerse firme y no mover los pies. La simple fuerza de aquellos golpes era suficiente para desplazarla a rastras haciendo que sus botas abrieran unos profundos surcos en el asfalto y las montañas de escombros al ser empujada. Resultaba difícil mantener el equilibrio en aquella situación. Sin embargo, pese a la incesante lluvia de ataques capaces de reventar un refugio nuclear que estaba recibiendo, Alisa no lograba percibir aquellas señales de dolor como una sensación negativa. Todo lo que sentía con cada golpe era una cálida descarga de placer que inundaba su cuerpo, la cual no podía evitar exteriorizar en su expresión facial y en los ocasionales gemidos que se le escapaban, aunque tratase de controlarse.
No podía resistir aquel aluvión eternamente; aquello era algo que Alisa sabía perfectamente. Incluso aunque no sintiese otra cosa que placer al ser golpeada, la titán sabía que los daños seguían siendo reales. Cuando aún era humana, ya había tenido malas experiencias previas experimentando con su propia capacidad para disfrutar del dolor, y conocía demasiado bien las consecuencias de exceder sus límites. Aunque ser golpeada de aquella forma por la mujer que había sido la protagonista de sus pensamientos más inconfesables durante toda su vida resultase para ella un sueño hecho realidad, no quería morir en aquel lugar. Satsuki era fría e implacable, incluso después de haber pasado tanto tiempo sin ver a otra titán, no parecía sentir la más mínima compasión por ella. Estaba más que dispuesta a matarla, y Alisa podía sentirlo con cada uno de aquellos placenteros golpes que recibía. Era cuestión de tiempo que finalmente sus huesos se quebrantasen. Incluso para alguien con tendencias masoquistas, el dolor acabaría excediendo el umbral tolerable y volviéndose en su contra si no le ponía un límite. Necesitaba defenderse antes de que fuera demasiado tarde.
Sin previo aviso, Alisa dejó de resguardarse y trató de dirigir un golpe directo con su puño derecho contra el rostro de Satsuki. Los entrenados reflejos de la Comandante Aldrich le permitieron ver venir el golpe y desplazarse ligeramente hacia su izquierda, haciendo que el puño de Alisa pasase de largo su cabeza desde su lado derecho, sin llegar a alcanzarla. Los movimientos de aquella otra titán parecían extremadamente lentos y erráticos. Le faltaban agilidad y precisión para lograr ponerse a su nivel. Aquel era un error de principiante que en su momento todas las titanes cometieron; pensar que con su tamaño ya era suficiente. Su falta de entrenamiento y su complexión endeble la dejaban prácticamente indefensa ante alguien como ella. Aquello no se sentía como un combate, sino que más bien era una situación parecida a cuando un adulto golpeaba a un niño. Sin mostrar piedad o condescendencia alguna, Satsuki contraatacó tras esquivar el golpe dirigiendo contra el rostro de Alisa un golpe similar al que ella había intentado darle, pero con una fuerza y velocidad mucho mayores.
Nuevamente, Alisa salió despedida a causa del impacto. Aquella titán, que a pesar de su delgada complexión no debía de pesar menos de doscientas mil toneladas, estaba volando por aquella ciudad como una muñeca de trapo. Sin embargo, cuando su cuerpo impactaba contra el suelo, las consecuencias no eran para nada como el lanzamiento de una muñeca de trapo. Una vez más, la ciudad recibió una nueva cicatriz cuando el cuerpo de la titán machacó un gran número de edificios al aterrizar sobre ellos, y provocó que más se le derrumbasen encima mientras se deslizaba a través de ellos a causa de la inercia. Aquel puñetazo en el rostro la había lanzado a unos seiscientos metros de distancia.
Con un visible esfuerzo, Alisa volvió a levantarse, alzando su maltrecho cuerpo por encima de los pocos edificios del casco antiguo de la ciudad que aún no se habían derrumbado en aquel distrito. Mientras recuperaba la verticalidad, una nube de polvo de escombros volvió a formarse en torno a ella a medida que se quitaba de encima cientos de cascotes y restos de las estructuras que se habían derrumbado sobre ella. Mientras aquella capa de suciedad que había sobre ella se desprendía con cada movimiento que hacía, Alisa alcanzó a distinguir un gran número de cadáveres que se deslizaban sobre su indumentaria junto a los escombros; la mayoría tan desfigurados que a duras penas podían identificarse como restos humanos. En circunstancias normales, aquello le habría resultado divertido. Sin embargo, en aquel momento tenía demasiadas preocupaciones como para disfrutar de aquella devastación. Sus leves jadeos se habían acelerado, hasta casi convertirse en hiperventilación. Aunque su indumentaria lo ocultaba, su piel estaba enrojecida y amoratada en las zonas donde Satsuki la había golpeado. El pecho y los costados le enviaban fuertes punzadas del dolor, que prácticamente excedían el límite de lo que podía llegar a considerar placentero; no descartaba tener alguna costilla rota. Su pálido rostro se había quedado marcado por una mancha rojiza en su piel justo donde el puño de la Comandante Aldrich le había golpeado, y además se encontraba manchado abundantemente de sangre que provenía de su boca y su nariz. Incluso la prodigiosa resistencia de una supersoldado de Clase Titán tenía un límite; especialmente si quien causaba los daños era otra titán que había demostrado ser mucho más fuerte.
Mientras trataba de respirar hondo a pesar de las punzadas de dolor que sentía con cada inhalación, Alisa miró fijamente a Satsuki y nuevamente le dedicó una sonrisa. A diferencia de aquella titán desertora, que aún no había recibido un solo golpe por su parte y permanecía erguida e invicta en medio de aquella devastación, Alisa se encontraba ligeramente encorvada y no podía evitar presionar con ambas manos en varios puntos de su cuerpo que le dolían demasiado, intentando aliviar ligeramente aquella intensa sensación y averiguar si tenía algún hueso roto. Sin embargo, por mucho que aquello le doliese más de lo que era capaz de disfrutar, aquella titán comenzó a reír, presa de un intenso arrebato de regocijo. Por un momento, era como si todos aquellos daños que ponían en peligro su vida no existieran, y aquella mujer se quedase tan solo con la parte romántica que no podía evitar ver en aquella situación.
- Hacemos... Buena pareja, ¿no te parece?- Pregunto Alisa, hablando pausadamente a causa del esfuerzo que le costaba respirar- Estás disfrutando de esto. Te gusta hacer daño a los demás...
- No eres la más indicada para reprocharme nada- Respondió Satsuki, con cierto tono de indignación- Tú eres quien ha destruido nueve ciudades en el último mes, ¿verdad? ¿Tienes idea de a cuánta gente has matado?
A pesar del dolor que sentía, Alisa comenzó a reír ruidosamente ante aquella acusación. A los pocos segundos, la titán comenzó a toser levemente y acabó escupiendo algunos cientos de litros de sangre, que cayeron directamente sobre el agrietado asfalto y las montañas de escombros y se mezclaron con la inmensa cantidad de sangre ajena que ambas titanes ya habían derramado durante aquel enfrentamiento.
- No seas ridícula, Satsuki- Le reprochó Alisa- Es demasiado tarde para fingir que te importan los humanos. Llevas toda la vida exterminándolos. Has matado a muchos más que yo.
Satsuki prefirió no responder directamente a aquel comentario. En realidad, aunque le molestase admitirlo, Alisa tenía un punto de razón en aquella acusación. Desde siempre, su mayor prioridad había sido sobrevivir, y si como condición para ello le habían impuesto que debía exterminar a millones de personas, ella había estado dispuesta a aceptar el trato. No estaba dispuesta a sacrificarse por nadie, y no le suponía ningún dilema admitirlo. Ella nunca pidió que la convirtieran en una titán y que la utilizaran como arma contra los enemigos de Phobos, pero obedeció por su propio bien cuando le revelaron cuál era su nuevo propósito en la vida. Incluso cuando Asatur la obligó a desertar de Phobos, no le impuso como condición que se marchase a un área remota de Acies y tratase de vivir su vida en paz sin hacer daño a nadie; le había pedido que enviase toda aquella muerte y destrucción de vuelta contra Phobos. Satsuki no sentía remordimiento alguno por las vidas que había arrebatado; no cuando nunca había sido capaz de tomar libremente sus propias decisiones sin ser coaccionada. Y llegados a aquel punto, con tanta sangre a sus espaldas, ya se había insensibilizado por completo ante el sufrimiento humano. Le habían ordenado que exterminase a toda aquella gente como si fuesen insectos, y con los años había logrado convencerse a sí misma de que realmente eran insectos. Con aquella forma de pensar, no le importaba cuántos ciudadanos de Kubeigh morían con cada movimiento que ella hacía, del mismo modo que a un agricultor no le preocupaba la marginal parte de una cosecha que se perdía bajo las ruedas de la maquinaria agrícola. Aquella ciudad no era más que un recurso que defendía por una cuestión de interés personal. Alisa no parecía ser muy mentalmente estable, pero tenía razón al acusarla de aquello. Era cierto, no le importaba ninguna otra vida aparte de la suya propia, y estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para conservarla; incluso si el precio por su ella era aniquilar a millones de inocentes. Aún así, Satsuki no estaba dispuesta a darle la razón sin más a su enemiga.
- He hecho lo que he tenido que hacer para sobrevivir- Se excusó Satsuki, ignorando convenientemente que años atrás, ella no había sido tan diferente de su rival- ¿Y tú? ¿Cuál es tu motivo para hacer esto? ¿Con qué justificas esas masacres?
Alisa dirigió una mirada hacia abajo, hacia sus pies. Donde ella se había vuelto a levantar, toda el área a su alrededor había sido devastada. Los edificios que su cuerpo no se había llevado por delante y habían acabado pulverizados, habían acabado sufriendo daños y desmoronándose a causa del pequeño seísmo que su caída había producido. A pesar de los inmensos daños estructurales que aquel distrito había sufrido, aún parecía haber supervivientes que trataban desesperadamente de salir de entre los escombros y alejarse de ella. Desde allí arriba, todos aquellos hombres y mujeres le parecían insignificantes y patéticos. Ni siquiera estaba tratando de enfrentarse directamente a ellos, y aún así estaban muriendo a millares tan solo porque la Comandante Aldrich le había dado un par de empujones en aquella dirección. Sin embargo, Alisa centró su atención en un pequeño grupo de civiles que trataba de rescatar a alguien que se había quedado atrapado en un vehículo que había sido dañado por la lluvia de escombros que habían provocado todos aquellos edificios al colapsarse. A pesar del peligro que corrían estando a escasos treinta o cuarenta metros de sus botas blindadas, aquellos humanos aún se daban el lujo de posponer su huida con tal de intentar abrir aquel vehículo y rescatar a quién hubiera dentro. Alisa no pudo evitar reír como una maníaca cuando alzó su pie derecho y una sombra se cernió sobre todos ellos. Apenas un segundo después, tanto el vehículo dañado, como aquellos humanos y todo lo que había a sus alrededores fueron convertidos en otra descomunal pisada más, hundida en aquella maltrecha superficie de asfalto.
- Es divertido- Admitió Alisa, volviendo a mirar a Satsuki- ¿Qué otro motivo crees que necesito? Me gusta mi nuevo trabajo.
Tras pronunciar aquellas palabras, Alisa se llevó la mano derecha a su espalda y desacopló el arma que aún mantenía en su soporte magnético. A continuación, se puso en guardia sosteniendo su espada frente a ella. Satsuki examinó aquel filo con cierto interés. No parecía tratarse de una cuchilla psiónica como la suya. La espada era mucho más corta, de apenas sesenta metros de longitud, mucho más manejable y cómoda en las distancias cortas; apropiada para un espadachín inexperto. Tampoco tenía luces rojas en el canto de la hoja ni parecía tener un mecanismo de activación en su empuñadura. Aquella era una cuchilla titánica similar a una ninjatō, un modelo antiguo que había sido desplazado por la primera generación de cuchillas psiónicas, hacía ya más de cien años. Satsuki no podía evitar preguntarse por qué Phobos había proporcionado un armamento tan obsoleto a Alisa. No tenía brazales de proyección psiónica, no tenía botas sísmicas y su espada era incapaz de proyectar sus cortes más allá del alcance físico del propio arma. No había forma alguna de que el Comandante Black realmente pensase que ella perdería contra una titán peor equipada y mucho menos experimentada. Era improbable que Phobos estuviera recurriendo a una maniobra tan desesperada. Casi parecía que realmente hubieran enviado a Alisa allí a morir a propósito.
Sin embargo, Satsuki aún tenía un cierto escepticismo al respecto. La presencia de aquella supersoldado de Clase Titán la había sorprendido, pero la Comandante en Jefe de Deimos aún no había olvidado lo que había visto en Santven. No había forma de que Alisa hubiera podido destruir toda la ciudad de forma tan repentina en un patrón radial tan preciso con las armas de las que disponía. Aquello no encajaba. O Alisa era un simple cebo que debía mantenerla ocupada, o quizás aquella titán aún ocultase algún arma que ella aún no hubiese descubierto. En aquella situación, lo mejor que se le ocurría a Satsuki era no bajar la guardia y darse prisa en acabar con ella. Si lograba eliminar a Alisa, quizás la ciudad se salvase y aquellos ataques finalmente se detuvieran.
Alisa esperó unos segundos, expectante ante la posibilidad de que su enemiga también desacoplase su espada del soporte magnético de su espalda. Sin embargo, al contemplar cómo Satsuki comenzaba a caminar hacia ella desarmada, la titán de Phobos no pudo evitar sentir un cierto alivio. La Comandante Aldrich era implacable, y le estaba dando una auténtica paliza en aquel combate cuerpo a cuerpo. Aquella espada de sesenta metros quizás le diera una ventaja contra su enemiga, pero no sería así si ella también recurría a aquel enorme filo que llevaba a la espalda. No solo su cuchilla psiónica era tecnológicamente más avanzada y medía el triple, sino que además Alisa no dudaba que la Comandante en Jefe de Deimos sabía mover bien aquel filo. Si iniciaba un combate de esgrima contra ella, probablemente no tardaría demasiado en perder la cabeza o alguna extremidad contra aquel monstruoso filo. Sin embargo, si iba a utilizar su ninjatō contra alguien que iba desarmada, quizás tuviese alguna oportunidad. Sin darle tiempo para arrepentirse de aquella decisión, Alisa se lanzó al ataque.
La cuchilla de Alisa dirigió corte directo contra Satsuki desde su lado izquierdo, a la altura de los hombros, como si apuntase directamente a una decapitación limpia. La Comandante Aldrich vio venir el ataque casi como si se dirigiese hacia ella a cámara lenta. Los movimientos de Alisa eran impulsivos e imprecisos, y sufrían de una notable falta de velocidad. Satsuki se hizo fácilmente a un lado y evitó el corte, al tiempo que dirigía ambas manos hacia el brazo derecho de Alisa. Mediante una sencilla llave, tiró de ella agarrándola por la muñeca y la lanzó en la misma dirección de aquel movimiento, al tiempo que le arrebataba la espada. Alisa continuó desplazándose unos doscientos metros en aquella dirección, cayendo boca abajo directamente sobre los escombros que la Comandante Aldrich había ido formando al arrasar con todos los edificios que se cruzaban en su camino. Mientras estuvo tirada sobre aquella calle en ruinas y sus mejillas entraron en contacto con el asfalto, Alisa alcanzó a ver desde el nivel del suelo la estela de destrucción que Satsuki había ido formando a su paso. Miles de ciudadanos de aquella ciudad a medio demoler corrían por sus vidas en medio de aquel caos, esquivando las montañas de escombros, los vehículos machacados, los incendios, las grietas y socavones en el asfalto y las huellas de casi diez metros de profundidad que habían dejado las botas de la líder de Deimos.
Incluso en aquella circunstancia, Alisa no pudo evitar sonreír y maravillarse ante lo magnífica que le parecía la Comandante Aldrich. Siempre había querido conocerla, desde que era una niña, pero siempre se había temido que el día que la viera, ella sería uno de aquellos humanos que corrían por sus vidas a sus pies. Sin embargo, Alisa se consideraba muy afortunada. Ella había tenido la ocasión de participar en aquello y devastar la ciudad junto a la mujer con la que estaba obsesionada. No había mentido cuando había dicho que aquella estaba siendo la mejor noche de toda su vida.
Aunque le habría encantado permanecer allí tirada algo de tiempo contemplando aquella hermosa destrucción, Alisa era plenamente consciente de que estaba tirada en el suelo, de espaldas a su oponente y había perdido su arma. Si no quería morir en los próximos segundos, tenía que darse la vuelta. Rápidamente, la titán se giró sobre sí misma hasta quedar sentada en el suelo con las piernas extendidas y el peso de su cuerpo apoyado sobre sus codos, que se hundieron ligeramente en el terreno. Aquella alfombra de escombros y vehículos civiles crujía ruidosamente bajo el peso de su cuerpo con cada movimiento que hacía. Desde allí, alcanzó a contemplar a la Comandante Aldrich en toda su gloria, en pie a escasos trescientos metros de ella, sosteniendo el arma que acababa de arrebatarle. Satsuki no la miraba directamente a ella, sino que parecía tener toda su atención puesta en aquella espada. La líder de Deimos dedicó un momento a deslizar las garras de obsimantita de sus guantes por el filo de aquella cuchilla, como si estuviese comprobando la calidad del mismo.
- ¿Vas... a cortarme con mi propia arma?- Preguntó Alisa, más expectante y emocionada que preocupada por aquella posibilidad.
Satsuki apartó finalmente la mirada de aquella espada y volvió a centrar su atención en Alisa, quien permanecía tirada allí en el suelo, como si aquella situación no fuese problema suyo. Realmente, Satsuki no sabía cómo sentirse al respecto. Aunque tratase de ser fría y pragmática, en el fondo sentía una cierta lástima ante la idea de matarla. Habían sido muchos años de soledad, y ahora que por fin se encontraba a otra titán, tenía que eliminarla. El hecho de que Alisa no pareciera comprender la gravedad de aquella situación era otro motivo por el que aquello le resultaba tan amargo. Aquella mujer se comportaba como si aquello no fuese más que un simple juego, restando importancia a toda la muerte y destrucción que ambas habían desatado sobre Kubeigh y sus habitantes. Sin embargo, por mucho que le pesase a Satsuki, aquello no era un juego. Aunque Alisa no pareciera ser consciente de ello, estaba a punto de matarla.
Con cierto desdén, Satsuki sostuvo aquella cuchilla que le había arrebatado a Alisa con su mano derecha y dirigió su mano izquierda al centro del filo de la espada. La titán agarró con fuerza la hoja cerrando su mano en un puño y ejerció presión sobre ella. Tal y como había supuesto, aquella espada se quebró a los pocos segundos y se partió en dos. La mitad superior de la espada se precipitó a una caída de doscientos cincuenta metros, y acabó quedando clavada sobre el asfalto. La empuñadura, en cambio, se perdió a varios kilómetros de distancia cuando Satsuki se limitó a arrojarla sin más hacia atrás, por encima de su hombro. Aquella espada no era como la suya. Probablemente se había tratado de algún tipo de hoja de oricalco con filo de obsimantita, similar a las armas de cuerpo a cuerpo antitanques que usaban los Goliats. No tenía nada que ver con aquel anómalo material del que su cuchilla psiónica estaba hecha. Si ambas hubiesen cruzado espadas, Alisa habría acabado muerta en el primer movimiento, cuando una espada atravesase sin más a la otra.
- Vaya, supongo que eso es que no...- Pareció lamentarse Alisa.
- No te preocupes, Alisa- La tranquilizó Satsuki.
La Comandante Aldrich finalmente dirigió la mano hacia su espalda, por encima de su hombro derecho, y extrajo su cuchilla psiónica de ciento ochenta metros del soporte magnético que la había mantenido sujeta hasta entonces. A continuación, tras trazar unos gráciles movimientos cortantes con ella y acomodarla en su mano, señaló directamente a Alisa con aquella espada, quedando apenas cien metros de separación entre la punta del filo y el rostro de Alisa.
- Te voy a cortar con la mía- Anunció Satsuki.
- ¡No, espera!- Protestó Alisa, mientras retrocedía ligeramente arrastrándose por el suelo- Esa cosa es demasiado peligrosa, podría incluso matarme...
Satsuki guardó silencio durante unos segundos. Aún le costaba hacerse a la idea de que Prometheus Labs había inoculado con la Fórmula Titán a semejante idiota.
- Voy. A. Matarte- Le informó Satsuki, hablando muy despacio y haciendo hincapié en cada palabra.
Alisa comenzó a retroceder aún más arrastrándose por el suelo, ayudándose con las piernas y las manos. Con cada movimiento que hacía, el terreno crujía bajo ella, y los escasos muros de algunos edificios que aún conservaban la verticalidad comenzaban también a derrumbarse. Al notar que su enemiga se alejaba, Satsuki comenzó a seguirla a paso tranquilo, impidiéndole poner distancia entre ambas.
- ¿Pero por qué quieres matarme tan pronto? ¡Lo estábamos pasando genial en nuestra primera cita!- Se quejó Alisa, casi empezando a llorar- Y aún ni siquiera nos hemos besado...
Satsuki estuvo a punto de morder el anzuelo y decirle que ni aquello era una cita ni iban a besarse. Sin embargo, la Comandante en Jefe de Deimos desistió de intentar hacer comprender a aquella otra titán en qué situación se encontraba. Solo quería terminar con aquello y pasar el mal trago lo antes posible. Satsuki sostuvo su cuchilla psiónica agarrando la empuñadura con ambas manos y se lanzó directamente contra Alisa, ignorando su mirada suplicante y las lágrimas que habían comenzado a descender por su blanco rostro. Aquella hoja, de material desconocido, nunca había fallado a la hora de cortar nada. Satsuki no dudaba que sería capaz de decapitar a una titán, especialmente si era ella misma quien trazaba el corte.
Sin embargo, la cuchilla psiónica de Satsuki no logró alcanzar la carne de Alisa. Satsuki sintió que su filo impactaba contra algo y se detenía en seco, a escasos cincuenta metros del cuello de su enemiga. La líder de Deimos se apresuró a recuperar su postura de ataque e insistir en su ofensiva, lanzando contra Alisa un aluvión de cortes con su cuchilla. Todos aquellos ataques eran en vano; la hoja siempre hacía impacto en algo sólido e impenetrable antes de lograr alcanzar a aquella titán. Tras lanzar una veintena de golpes en apenas unos segundos, Satsuki se propulsó hacia atrás de un salto y retrocedió casi seiscientos metros. Reconocía aquel tipo de defensa, pero nunca hubiera pensado que lo que tenía frente a ella fuera remotamente posible. En aquel momento, el rostro de la Comandante Aldrich fue tornándose lentamente en una expresión aterrada, mientras que Alisa se secaba las lágrimas con cuidado de no arañarse con las cuchillas de obsimantita de sus propios guantes y comenzaba de nuevo a dibujar una maliciosa sonrisa en sus ensangrentados labios.
De una forma antinatural y físicamente imposible, Alisa recuperó la verticalidad y se puso de nuevo en pie. Era como si una fuera invisible la empujase desde su espalda y la ayudase a levantar su propio peso. A pesar de que aún sentía el dolor de todos los golpes que había recibido, aquello ya no le molestaba para mantenerse en pie en una postura recta y erguida. Aquel repentino cambio de rol en la dinámica de depredador y presa que ambas titanes habían estado manteniendo provocó que el cuerpo de Alisa se estremeciera en un espasmo de placer. El dolor volvía a ser una sensación agradable; cada uno de aquellos cardenales en su cuerpo era un hermoso regalo que le había hecho Satsuki. Alisa se llevó las manos al rostro y se mordió con fuerza los labios. Realmente le costaba controlarse cuando veía a la temible Comandante Aldrich retrocediendo ante ella con aquella expresión en el rostro. Tal y como le había dicho antes, el miedo realmente le sentaba bien a aquella mujer. La mejor noche de toda su vida apenas acaba de empezar.
- No eres muy cariñosa con tus fans, Satsuki- Le reprochó Alisa- Pero no te preocupes, me gustas así.
- Tú... ¿eres...?- Intentó preguntar Satsuki con voz temblorosa, casi incapaz de articular las palabras.
Alisa comenzó a levitar y se elevó hasta situarse a unos doscientos metros por encima del nivel del suelo. A continuación, giró sobre sí misma en una grácil pirueta antes de quedar de nuevo alineada con Satsuki. Tras recuperar el contacto visual con ella, Alisa dejó escapar una leve risa. La Comandante Aldrich continuaba retrocediendo con prudencia y sus ojos rojos prácticamente no pestañeaban al mirarla. Resultaba adorable ver cuánto miedo se había apoderado repentinamente de ella, ante una demostración telequinética tan sencilla e inocua. Aún ni siquiera se imaginaba todo lo que era capaz de hacer.
- ¿Psíquica? Sí, claro- Le confirmó Alisa, con una sonrisa- Soy telequinética.
- No es posible... Pero... No lo entiendo- Murmuró Satsuki, confusa- ¿Por qué te has estado dejando golpear de esa forma entonces? Podrías haber...
Alisa dejó salir una larga y ruidosa carcajada, riendo como una demente e interrumpiendo a la líder de Deimos.
- No seas tonta, Satsuki. No quiero matarte todavía- Respondió Alisa, aún entre risas- Me lo estoy pasando genial jugando contigo.
Satsuki aún no podía creer lo que veían sus ojos. Ya de por sí, encontrar a una sujeto humana compatible con la Fórmula Titán era una tarea cruel y ambiciosa. La compatibilidad con aquel mutágeno no podía diagnosticarse, solo podía inyectarse la fórmula y confiar en que la sujeto no muriera. La tasa de mortalidad era inmensa, hacían falta millones de fracasos para conseguir un acierto. Era imposible que Phobos dispusiera de millones de mujeres psíquicas que sacrificar en Chronos Complex con la esperanza de crear un monstruo como Alisa. Incluso aunque aquellas sujetos de pruebas hubiesen estado disponibles, lo más probable era que Phobos hubiese decidido destinarlas a convertirse en fuentes de energía para la megaflota antes que aventurarse a realizar aquel descabellado experimento con la esperanza de que siquiera fuese remotamente posible. Sin embargo, no tenía sentido llegados a aquel punto preguntarse qué había hecho Prometheus Labs para crear a un monstruo como Alisa. Ahora que la tenía delante, tenía que lidiar con el problema.
En todos los años de servicio que llevaba, Satsuki había matado a miles de psíquicos; tanto tropas de Zyon como algunos supersoldados de Phobos. Sin embargo, la diferencia de poder y escala entre ella y los psíquicos que había matado era demasiado insalvable como para que tuvieran una oportunidad contra ella. Alisa, en cambio, era una rival a su mismo nivel. Aquella podría ser la primera vez en toda su vida que descubriese las implicaciones reales de enfrentarse a un enemigo con capacidades telequinéticas. En aquel momento, Satsuki entendió por qué Phobos no se había molestado en darle a Alisa unas botas sísmicas y unos brazales psiónicos. Probablemente ni siquiera los necesitaba para nada en realidad.
Para sorpresa de Satsuki, Alisa dejó de usar su propia telequinesis para alzarse y dejó de levitar, cayendo de nuevo en pie sobre el suelo y provocando un leve seísmo que castigó aún más sus maltrechos alrededores. A continuación, aquella titán comenzó a caminar tranquilamente en dirección a Satsuki, quien había dejado finalmente de retroceder. El conflicto era ineludible, y la Comandante en Jefe de Deimos ya se había hecho a la idea. Sabiendo eso, no le favorecía en absoluto alejarse de Alisa. Aunque su espada pudiese emitir ondas cortantes y sus brazales pudiesen disparar a varios kilómetros de distancia, ella era principalmente una luchadora especializada en cuerpo a cuerpo. Si quería tener alguna mínima posibilidad de vencer, tenía que mantenerse cerca de su enemiga y tratar de encontrar una vulnerabilidad. Escapar no era una opción realista contra alguien capaz de levitar, y rendirse probablemente era inviable. No solo porque Alisa ya había dejado claro que había ido hasta allí para matarla, sino porque si no lo hacía ella, sería el Dr. Asatur quien lo hiciese si fallaba a su palabra. La única forma de salir de allí con vida era matar a su enemiga antes de que la matase a ella.
Alisa por su parte, a diferencia de Satsuki, caminaba de forma tranquila y despreocupada, disfrutando de aquella sensación crujiente bajo sus botas con cada paso que daba. Ya había dado aquel combate por terminado. No importaba qué enrevesados pensamientos se le estuvieran pasando por la cabeza a su rival. No vencería a una psíquica con una espada, por muy fuerte que fuese y mucho que hubiera entrenado. Aun así, sería muy divertido verla intentarlo. Sin pensárselo demasiado, Alisa eligió un grupo de edificios cercanos de entre sesenta y ochenta metros de altura, y comenzó a utilizar su telequinesis para arrancarlos de sus cimientos y hacerlos levitar, mientras los atraía hacia sí misma. La mayoría de aquellas estructuras recibían daños y perdían varias toneladas de hormigón y ladrillos a causa de la presión que las fuerzas telequinéticas ejercían sobre ella, pero por lo general conservaban más o menos su forma. Cuando tuvo al menos una veintena de edificios levitando a unos doscientos metros de altura justo a su derecha, Alisa no pudo evitar reír al distinguir algunas siluetas humanas entre los escombros que poco a poco se desprendían de ellos. Aún encontraba divertida aquella fútil desesperación.
- Siento no haberte podido dar un enfrentamiento cuerpo a cuerpo a la altura- Se disculpó Alisa- Espero que esto otro te resulte tan divertido como a mí.
Satsuki logró ver venir el ataque y encendió el sistema de proyección psiónica de su espada, iluminando la empuñadura con aquella característica luz roja. A continuación, cuando Alisa comenzó a lanzar todos aquellos edificios contra ella de forma similar a una colosal ametralladora, Satsuki comenzó a mover su espada tan rápido como le resultaba posible, en un intento de bloquearlos o desviarlos todos. Aquellos lanzamientos telequinéticos no tenían nada que envidiarle a los proyectiles de un cañón. Alisa no podía lanzarlos a demasiada velocidad, o el simple rozamiento con el aire los desintegraría, pero sí que era capaz de enviárselos a una velocidad de unos tres mil metros por segundo sin que perdieran la forma por completo antes de alcanzarla. El tiempo de reacción era ínfimo. Encontrándose a apenas un kilómetro de Alisa, apenas disponía de dos o tres décimas de segundo para reaccionar ante cada lanzamiento. Los movimientos de su brazo prácticamente rompían la barrera del sonido mientras movía aquella espada. No bastaba con cortar aquellos enormes proyectiles, necesitaba las proyecciones telequinéticas de su cuchilla psiónica para desviarlos. Satsuki no estaba realmente segura de si aquellos lanzamientos telequinéticos tendrían suficiente potencia para hacerle daño, pero no podía arriesgarse a averiguarlo. Si Alisa lograba herirla, su rendimiento en combate disminuiría; y su rival no jugaba con aquellas mismas normas. La paliza que había recibido minutos atrás no le impedía en absoluto utilizar su mente para manipular aquellas fuerzas telequinéticas con las que atacaba.
Con cada corte que daba aquella espada y cada empujón telequinético que acompañaba el movimiento de la hoja, Satsuki prácticamente reducía a polvo aquellos edificios, que de por sí estaban destinados a pulverizarse cuando impactasen contra algo. Ocasionalmente, la titán recibía el impacto de algunos fragmentos de escombros, los cuales no eran lo bastante grandes como para hacerse de notar y tan solo lograban convertirse en polvo contra las nanofibras de su traje. Una densa nube de polvo se iba formando conforme interceptaba proyectiles. Aquello le habría llegado a nublar la vista de no ser porque Satsuki se esforzaba en seguir caminando hacia Alisa a medida que se defendía de aquellos ataques, dejando aquella nube gris a su espalda conforme avanzaba. Sin embargo, cuando comenzaban a quedarle pocos edificios para lanzar, Satsuki alcanzó a oír cómo Alisa se reía justo antes de enviar los últimos ocho edificios que le quedaban en un único lanzamiento.
La cuchilla psiónica de Satsuki no fue capaz de proyectar una fuerza telequinética lo bastante amplia como para protegerla de aquel ataque, y la líder de Deimos fue atropellada por cientos de miles de toneladas de escombros. Aquel impacto la hizo tambalearse y formó una densa nube gris a su alrededor, que la envolvió por completo. Pudo sentir aquel golpe, aunque no llegó a resultar doloroso. Por mucha fuerza con la que se los lanzase, el material de aquellas estructuras era demasiado frágil en comparación con su propio cuerpo. Aquellos eran los mismos edificios que sus botas y sus rodillas atravesaban sin más mientras caminaba a través de la ciudad, sin prácticamente suponerle molestia alguna. Para ella, no era demasiado diferente a que le hubiesen lanzado una lluvia de almohadas. Se sentía desorientada a causa del empuje que había recibido y de la nube de polvo de escombros que se la había tragado, pero no estaba dolorida. En seguida, Satsuki volvió a hundir ambas botas en el asfalto y recuperó el equilibrio, para a continuación salir caminando de aquella desagradable nube gris que se había formado.
Alisa contempló con satisfacción cómo Satsuki emergía de entre el polvo. Habría sido muy aburrido si aquello la hubiese noqueado con tanta facilidad. Un ataque como aquel habría sido capaz de destruir prácticamente cualquier cosa, pero Alisa no esperaba que Satsuki fuese cualquier cosa. Sus expectativas estaban mucho más altas con ella. Observar cómo Satsuki se acercaba a ella cubierta de polvo de escombros, con toda su ropa y su oscuro cabello manchados de aquel desagradable tono grisáceo hizo que Alisa volviera a reír por lo bajo, pero en seguida recuperó la compostura. Su rival realmente era implacable; era digno de elogio que aún no hubiese abandonado toda esperanza y se hubiese rendido. Aún sostenía con fuerza su espada en su mano derecha y trataba de recortar distancias, como si estuviese ansiosa de fracasar de nuevo en intentar atravesar su campo de fuerza. Como si realmente pensase que podía ganarle.
- ¡Te has puesto perdida! Lo siento- Se disculpó Alisa, mientras la señalaba con el dedo- Permíteme...
El avance de Satsuki se detuvo al instante cuando la titán perdió el contacto con el suelo y comenzó a elevarse en el aire. Mientras se elevaba hasta los quinientos metros de altura Satsuki sintió cómo una fuerza invisible tiraba de sus tobillos y sus muñecas, en un intento de inmovilizarla. Aquella era la primera vez que ella era víctima de una inmovilización telequinética como aquella, pero no era la primera vez que veía una. Sabía que, al perder todo contacto con una superficie sólida, ya no tenía forma alguna de tratar de desplazarse para liberarse de ella hasta que las fuerzas que la sostenían dejasen de actuar sobre su cuerpo. Satsuki apretó los dientes con rabia e impotencia, y se aferró con fuerza a la empuñadura de su espada con ambas manos. La fuerza telequinética que intentaba mantener sus extremidades inmóviles no era lo bastante fuerte para mantenerla quieta, ni tampoco para arrebatarle su arma. Sin embargo, aunque físicamente ella fuese más fuerte que las capacidades telequinéticas de Alisa, aquello no importaba si la mente de su enemiga era capaz de alzar con tanta facilidad su peso. Aquello ya no era una cuestión de fuerza ni de velocidad. No se podía liberar hiciera lo que hiciera.
Antes de que Satsuki llegase a decirle nada a Alisa, su enemiga la lanzó fuertemente contra el suelo. A pesar de tratarse de una caída de apenas quinientos metros, Satsuki aterrizó sobre la superficie de Kubeigh con la velocidad y la fuerza de un meteorito. La titán se hundió casi doscientos metros en el suelo, provocando un gran desplazamiento de materiales del terreno a causa de la fuerza del golpe. Un cráter se formó casi al instante en el lugar de impacto, e incluso la propia Alisa se tambaleó y estuvo a punto de caer debido a los movimientos del terreno y la onda expansiva que aquella brutal colisión provocó; tan solo su acto reflejo de comenzar a levitar la salvó de ser derribada. Prácticamente todos los edificios que aún quedaban en un kilómetro a la redonda se colapsaron ante el seísmo que el golpe provocó, o ante la onda expansiva que retumbó por toda la ciudad. Incluso las grandes torres negras de oricalco que aún quedaban se vieron arrancadas de sus cimientos y volcaron sin más. Millones de toneladas de asfalto y hormigón salieron prácticamente disparadas hacia arriba como si se tratase de un géiser, y se esparcieron por toda la ciudad y sus alrededores. Aunque desde el punto de vista de ambas titanes, aquellos restos fuesen poco más que arena y gravilla, algunos de aquellos fragmentos pesaban varias toneladas, y causaron destrozos en las áreas más alejadas de la ciudad que aún no habían recibido daños por culpa de su enfrentamiento.
En aquella ocasión, Satsuki llegó a sentir dolor ante el impacto. Todo su cuerpo se había estrellado pesadamente contra el suelo, y se había llevado un fuerte golpe en la cabeza que hacía que los oídos le pitasen. Sentía también una fuerte punzada de dolor en el costado, como si se acabase de romper algunas costillas. Un fino hilo de sangre comenzó a descender hacia su cara, proveniente de su cabello. Se sentía conmocionada. Prácticamente no había experimentado el dolor en el último medio siglo, desde que Asatur revirtió el efecto del factor de expiración de Prometheus Labs en su cuerpo. Aquella era su primera vez sangrando en medio siglo, y la primera vez que recibía una herida desde que se había convertido en una supersoldado de Clase Titán. Satsuki dejó salir un quejido y se retorció levemente en el suelo durante unos segundos, antes de apresurarse a ponerse nuevamente en pie. Sus movimientos se habían vuelto torpes y erráticos. El golpe había sido lo bastante fuerte como para sacudirle la capa de polvo de escombros que la había cubierto, aunque casi lograba enterrarla en el suelo. La mano que sostenía su espada temblaba levemente. Había conseguido retener el arma y que aquellas fuerzas telequinéticas no se la arrebatasen, aunque Satsuki no pudo evitar pensar que había sido prácticamente un milagro no haberse ensartado a sí misma con ella al ser lanzada de aquella forma mientras la sostenía.
- Zorra...- Refunfuñó Satsuki, aún desorientada.
Satsuki miró a su alrededor, con la vista ligeramente borrosa a causa de la conmoción. No lograba localizar a su enemiga. La Comandante en Jefe de Deimos giró sobre sí misma en un intento de mirar en todas las direcciones, pero no lograba encontrar a Alisa. No pudo evitar dejar salir un leve gruñido de furia; lo que buscaba era una titán, no podía haberse escondido sin más en aquel lugar. Cuando consideró la posibilidad de que quizás se hubiera elevado levitando, Satsuki miró hacia arriba y trató de localizarla, pero tampoco conseguía dar con ella. Pocos segundos después, la líder de Deimos sintió una respiración a su espalda, pero ya era demasiado tarde.
Alisa se abrazó a Satsuki desde detrás, poniendo su mano izquierda directamente sobre el pecho de su rival y su mano derecha sobre su muslo. Acercó su rostro al oído de Satsuki, y dejó que notase su cálido aliento. Cuando le susurró al oído, Alisa casi no lograba articular palabra a causa de la excitación que sentía. Finalmente, lo había hecho, estaba tocando a la Comandante Aldrich. Aquella mujer que siempre había considerado tan inalcanzable, finalmente estaba entre sus brazos.
- ¿Me llamabas?- Preguntó Alisa, en tono seductor.
Satsuki se estremeció ante el contacto de Alisa. No solo sentía el contacto de la mano izquierda de su enemiga manoseando su cuerpo y la derecha acercándose cada vez más a su entrepierna; también podía notar el cuerpo de aquella otra titán presionado contra su espalda. Casi sentía vergüenza ante el hecho de que aquella sensación no le desagradase del todo. Había pasado algo más de medio siglo desde la última vez que sintió algo de calor humano. Resultaba triste que aquella sensación tuviera que provenir de una enemiga que afirmaba tener intenciones de matarla, pero que aun así parecía estar ansiosa por arrancarle la ropa a mordiscos. El shock que aquel contacto le produjo la mantuvo aturdida unos segundos, sin saber bien cómo reaccionar. Sin embargo, la Comandante Aldrich no tardó en recordar en qué situación se encontraba. El depredador estaba jugando con la presa; aquello no era nada nuevo. Sin embargo, aunque no estuviera acostumbrada a ello, en aquella ocasión, ella era la presa. Si quería sobrevivir, tenía que matar a aquella excéntrica mujer.
Rápidamente, Satsuki propinó un fuerte codazo hacia atrás, que se hundió en el costado derecho de Alisa. La titán emitió un gemido de placer al recibir el golpe, pero le dolió lo suficiente como para hacerla retroceder y encogerse levemente. Libre de aquellas manos que tocaban su cuerpo, Satsuki sintió una sensación fría que no le agradaba, pero la ignoró sin más y se giró hacia su oponente. Con toda la velocidad que su agilidad y reflejos le permitieron, Satsuki sostuvo de nuevo su espada con ambas manos y lanzó un tajo directo contra Alisa, sin preocuparse demasiado de dónde golpeaba. Tan solo necesitaba cortar algo; lo que fuera. Aquella hoja atravesaría su carne y sus huesos como si fueran aire, y una vez su enemiga estuviese herida, podría reevaluar la situación y decidir si rematarla o escapar de aquel infierno. Sin embargo, una vez más, Satsuki no logró ponerle la mano encima a Alisa. Aquel campo de fuerza psiónico detuvo al instante la hoja, impidiendo el contraataque e inundándola nuevamente con un sentimiento de impotencia.
Sintiéndose traicionada por su espada, Satsuki la dejó caer sin más y procedió a golpear el campo de fuerza directamente con sus puños. Aquellas manos nunca se habían encontrado con nada más fuerte que ellas mismas; hasta aquel momento. Cada insistente golpe que Satsuki daba al campo de fuerza le hacía daño en sus nudillos y le provocaba un dolor que le subía por el antebrazo hasta el codo. Era como si, cuando aún era humana, hubiera decidido golpear un panel de oricalco. Alisa observó con deleite la brutal lluvia de puñetazos que la Comandante Aldrich descargaba contra su barrera, a pesar del daño que ella misma se estaba haciendo. El rostro de aquella otra titán exteriorizaba desesperación e impotencia; parecía estar al borde de las lágrimas. Un hilo de sangre caía por su rostro, su piel blanca estaba enrojecida y su magnífico cabello negro como la noche se encontraba sucio y despeinado. Quizás nadie en todo Acies hubiera logrado nunca antes poner contra las cuerdas de aquella forma a aquella siniestra y hermosa mujer. Alisa se estremecía con tan solo contemplarla e imaginar cómo debía sentirse. Habría dado cualquier cosa por poder saborear aunque fuera una pizca de aquel miedo y aquella frustración. Realmente era una lástima que la Comandante en Jede de Deimos tuviera que morir aquella noche.
Con grandes remordimientos al respecto, Alisa trazó un movimiento con su brazo derecho para ayudarse a guiar su propia mente y proyectó hacia Satsuki una onda telequinética cortante. Aquella colosal cuchilla psiónica tenía unos quinientos metros de longitud desde su nacimiento, y de no haber impactado en su objetivo tras recorrer unos escasos doscientos metros, podría haberse ensanchado fácilmente hasta varios kilómetros de longitud y haber alcanzado hasta el límite del territorio de aquella provincia, aniquilando todo a su paso y prácticamente obligando a cartografiar de nuevo toda la zona cuando las montañas desapareciesen y los ríos cambiasen su curso. Sin embargo, la Comandante Aldrich hizo involuntariamente de escudo humano para detener el avance de semejante cataclismo. Aunque una pequeña cantidad de energía residual provocó un cono de destrucción en la dirección del ataque, que se extendió y ensanchó a lo largo de algo más de cuatro kilómetros y erradicó todo signo de civilización humana a su paso, fue la líder de Deimos quien recibió la peor parte de aquel impacto.
Satsuki salió despedida y voló hasta aterrizar a casi dos kilómetros de distancia, dejando a su paso por el aire un rastro de miles de litros de su sangre, que anegaron el terreno y se mezclaron con el asfalto removido y los escombros. La titán cayó pesadamente de espaldas, dejando su silueta prácticamente marcada en el lugar de impacto, donde el terreno ya se encontraba reblandecido por toda la destrucción previa que había tenido que soportar. Ni el movimiento del cuerpo de Satsuki ni el seísmo que provocó al aterrizar sobre aquella superficie derribaron edificio alguno en aquella ocasión. Toda aquella sección de la ciudad ya se encontraba devastada; ya no había más edificios que derribar durante aquel combate. Finalmente, la indumentaria de la Comandante Aldrich, cuyas nanofibras habían demostrado ser capaces de resistir explosiones nucleares sin recibir más que unas simples manchas de quemaduras, se rajaron desde la parte izquierda de su cadera hasta la derecha de su vientre, ligeramente por debajo del pecho. Aquella onda telequinética cortante había logrado abrirse paso a través de su piel y su carne, y había logrado abrir un amplio corte de unos tres o cuatro metros de profundidad. La sangre manaba en abundancia, y Satsuki finalmente dejó salir un estridente grito de dolor que resonó en un centenar de kilómetros a la redonda. Incluso Alisa, a dos kilómetros de distancia, se estremeció ante aquel desgarrador alarido.
Era cierto que hacía años que no recordaba qué era el dolor, pero Satsuki nunca en toda su vida había sentido tanto como en aquel momento. Estaba sangrando. Sangraba por una herida enorme que le habían abierto en combate. Aquello parecía imposible. Ni siquiera la mayoría de superarmas de cualquiera de las facciones de Acies eran capaces de hacerle un simple rasguño. Sin embargo, aquella otra titán era mucho más poderosa de lo que Satsuki se había imaginado. Las capacidades telequinéticas de Alisa dejaban en ridículo a cualquier arma nuclear que jamás le hubiesen lanzado. No era de extrañar que hubiera sido capaz de aniquilar ciudades enteras en una fracción de segundo y de una forma tan limpia e imposible de rastrear. Nadie en su sano juicio se habría atrevido a pensar que una criatura como ella existiese en Erebus. La simple existencia de Alisa realmente lo cambiaba todo para Phobos y para toda la región de Acies.
Mientras se retorcía de dolor en el suelo, finalmente Satsuki comenzó a llorar. No lloraba a causa del dolor, sino por la sensación de impotencia y debilidad que se había apoderado de su ser. Comparada con ella, Alisa era un gran paso adelante para Prometheus Labs. No se habían limitado a reemplazarla, la habían dejado obsoleta. Alisa era con respecto a ella un progreso equivalente al que las primeras Banshees fueron respecto a los Goliats. Aquello no era un combate, era una exhibición. Phobos la estaba utilizando como sujeto de pruebas para probar a Alisa. Aquello era a lo que la legendaria Comandante Aldrich de Phobos había quedado degradada; a una desertora sin gloria alguna que estaba siendo lanzada y destrozada como un juguete roto. En el fondo, nunca había habido un camino correcto a seguir en su vida. Si no hubiese traicionado a Phobos, Asatur la habría dejado morir sin más, pero ahora había llegado el momento de asumir las consecuencias de haber comprado su propio derecho a vivir a costa de traicionar a Phobos. Había estado condenada a muerte desde el principio, tan solo había podido aplazar algunos años la fecha de su ejecución; años a lo largo de los cuales no había hecho otra cosa que tener miedo y ser miserable. Ninguno de sus esfuerzos en toda su vida había conducido a nada ni había valido la pena. Solo había sido una marioneta que había ido cambiando de manos hasta que su nueva dueña había decidido romperla.
Alisa se acercó a su víctima caminando tranquilamente, siguiendo con la mirada el rastro de sangre que Satsuki había ido dejando a su paso al ser lanzada de aquella forma. Cuando se encontró a escasos cien metros de ella, Alisa se detuvo a su lado y dedico un momento a contemplarla. Aquella mujer, que se había ganado la fama de ser invencible, se encontraba tirada boca arriba sobre un charco de su propia sangre que había comenzado a formarse bajo ella, mientras las lágrimas descendían por su rostro y enrojecían su piel en torno a sus ojos. No era demasiado diferente de otras mujeres a las que había hecho llorar y sangrar de la misma forma en los oscuros callejones de Phobos Prime, cuando aún vivía allí y era capaz de meterse en ellos. En el fondo, lo único que había hecho especial a Satsuki era ser compatible con una fórmula de supersoldado que había matado a la inmensa mayoría de sujetos con los que había sido utilizada. Era una simple lotería genética; ser una titán por sí mismo no era ninguna clase de virtud, y la Comandante Aldrich lo reafirmaba con cada lágrima que derramaba.
- No llores, Satsuki...- La consoló Alisa, en tono sarcástico- ¿Qué van a pensar todos los cadáveres que has estado pisoteando cuando vean que no quieres unirte a ellos?
Antes de que su enemiga pudiese responder, Alisa la señaló con el dedo índice de su mano derecha y proyectó la mayor lanza psiónica que aquella región jamás había visto. Aquella descarga telequinética perforante impactó directamente en el centro del vientre de la Comandante Aldrich, y abrió un agujero de algo más de diez metros de diámetro que atravesó por completo el cuerpo de Satsuki. La sangre salpicó en todas direcciones, llegando incluso a empapar a la propia Alisa y dejar nuevas manchas en su pálido rostro. Satsuki volvió a gritar de dolor con todas sus fuerzas en el mismo instante en que recibió aquel mortífero ataque. Ni siquiera el factor de expiración de Prometheus Labs había sido tan doloroso. Aquello era probablemente lo que un humano debía sentir cuando recibía un disparo; aquella era probablemente la consecuencia que todos aquellos insectos sufrían cuando libraban aquellas guerras que a ella le habían parecido casi un simple juego. Aquello que sentía era la verdadera experiencia que implicaba vivir en Acies y verse envuelta en las guerras de las megacorporaciones. Se había considerado por encima de todo aquello, pero acababa de recibir un cruel recordatorio. Ella no era más que otra pieza más en un tablero que no paraba de poner nuevas fichas en juego y reescribir constantemente las normas de la partida. Había dejado de ser relevante; había dejado de ser especial. Ya no era tan diferente de todos aquellos humanos que habían muerto aquella noche bajo sus botas, sin que ella siquiera les dedicase un mero pensamiento.
- Por favor... no...- Suplicó Satsuki, con un fino hilo de voz- No quiero... morir...
Alisa no reaccionó ante aquellas palabras. En circunstancias normales, no habría podido contener sus impulsos al observar cómo la Comandante Aldrich rogaba por su vida. Sin embargo, la titán psiónica dibujó una expresión escéptica en su rostro al pasear la mirada por el cuerpo de su enemiga.
- Vaya, Satsuki... Realmente eres increíble- La felicitó Alisa, en un tono que parecía denotar una cierta preocupación- Un monstruo entre monstruos.
Satsuki comenzó a respirar a un ritmo acelerado. No sabía qué le estaba sucediendo, pero podía notar cómo aquel dolor que se sentía poco a poco se atenuaba. No estaba segura de si era a causa de la adrenalina o si tenía algo con ver con su fisiología de supersoldado de Phobos. Sin embargo, desde su punto de vista, Alisa podía verlo con claridad. Las heridas de la Comandante Aldrich habían comenzado a supurar una desagradable sustancia negruzca, y habían comenzado un proceso de cicatrización acelerado. Aquello era algo de lo que no le habían advertido; quizás porque nadie antes que ella hubiera sido capaz de herir a aquella mujer. Sin embargo, Alisa podía confirmar que ella no era capaz de regenerarse del mismo modo, al igual que su cuerpo no era tan fuerte ni resistente como el de su enemiga. Aunque ambas fuesen titanes, no parecían ser realmente la misma clase de supersoldado. Quizás tuviese que ver con el grado de compatibilidad con la fórmula, o quizás los científicos de Prometheus Labs no hubiesen logrado igualar el excelente trabajo del Dr. Asatur. En cualquier caso, parecía que iba a tener que emplearse más a fondo si realmente pretendía matar a la Comandante Aldrich. Aquello no iba a resultar fácil; no porque no fuese capaz de atravesarla con más lanzas psiónicas, sino porque requería mucha fuerza de voluntad por su parte seguir hiriendo de aquella forma a la mujer que tanto deseaba y admiraba.
Alisa proyectó tres nuevas lanzas psiónicas y abrió otros tres agujeros más en el torso de Satsuki, quien volvió a gritar y retorcerse de dolor mientras se deshacía en llantos y súplicas. No hacía aquello porque hubiese decidido aún cumplir finalmente con su misión y matarla como le habían ordenado. Las heridas de la Comandante Aldrich se regeneraban a una velocidad impresionante, y no resultaba descabellado pensar que sería capaz de volver a ponerse en pie. Necesitaba tiempo para pensar, y no se le ocurría otra forma de conseguir tiempo que seguir quebrantando el cuerpo de aquella mujer conforme se regenerase. Sin embargo, la retorcida mente de Alisa no tardó demasiado en llegar a una conclusión. No importaba cuántas veces pudiese regenerarse Satsuki; ella era quien tenía un campo de fuerza telequinético que la volvía invulnerable y quién podía punzar y desgarrar la carne de su víctima con tan solo pensarlo. Aquello ya no era un combate y Satsuki ya no era su oponente. Aquella mujer ahora era el botín de guerra; su premio por haber completado el trabajo que Phobos le había encomendado. Era suya hasta que finalmente decidiese matarla y completar su misión.
Sin contenerse lo más mínimo, Alisa dio el paso adelante que la separaba de Satsuki y situó su bota derecha sobre el vientre de la Comandante Aldrich, presionando con fuerza sobre sus heridas recién abiertas y haciéndola gritar de nuevo.
- ¿Quién es tu mami, Comandante en Jefe Aldrich?- Preguntó Alisa, con una sonrisa pícara en sus labios.
- Por favor... me rindo...- Rogó Satsuki, entre sollozos.
Alisa frunció el ceño y señaló con su dedo índice directamente hacia el rostro de la Comandante en Jefe de Deimos, evidenciando su amenaza.
- ¿¡Quién es tu mami!?- Volvió a preguntar Alisa, en un tono menos amigable.
- ¡Tú!- Se apresuró a responder Satsuki, mirando fijamente aquel dedo con una expresión angustiada- No... no me hagas daño...
Una ruidosa carcajada hizo que un escalofrío recorriese de punta a punta el cuerpo de Satsuki, mientras por primera vez en su vida observaba desde el nivel del suelo el rostro en ángulo contrapicado de una titán. Aquello era lo más parecido al terror que ella misma provocaba a su paso que probablemente podría sentir. Los labios le temblaban y sus ojos seguían lagrimeando. En aquel momento, habría deseado estar en cualquier lugar menos allí. No quería morir; la muerte era algo que la aterraba. Siempre había estado dispuesta a aceptar cualquier condición con tal de librarse de ella. Ya había traicionado a Black; si era necesario podía traicionar también a Asatur. De todas formas, el Doctor ya no le daba en comparación tanto miedo como el que sentía al contemplar a Alisa. Aquella otra titán no necesitaba incubar una enfermedad durante cien años en su cuerpo para matarla; podía hacerlo allí mismo si quería.
Alisa observó con satisfacción como aquella otra supersoldado se sometía a sus caprichos y le dedicaba aquella mirada suplicante desde el suelo. Todo su cuerpo se convulsionó ligeramente a causa de un espasmo de placer que la invadió. La mejor noche de su vida estaba siendo mucho mejor de lo que jamás habría fantaseado que fuera. Sin dudarlo un segundo, incluso a pesar del riesgo de que Satsuki aprovechase la oportunidad para contraatacar, Alisa se acercó aún más a ella y procedió a sentarse sobre su perforado vientre, presionando con todo el peso de su cuerpo sobre sus heridas. Incluso a través del traje, podía notar la sensación cálida y húmeda que le transmitían todos aquellos miles de litros de sangre que no paraban de manar de aquellos orificios que le había abierto directamente en su carne. A continuación, se inclinó sobre ella y contempló su rostro desde más cerca. No se había equivocado cuando dijo que era mucho más guapa que en todas las fotos de archivo que le había mostrado Prometheus Labs y las imágenes que ella misma había coleccionado durante casi toda su vida; y el miedo realmente le sentaba bien a aquel rostro, tan acostumbrado a ser temido que adoptaba una expresión de pánico digna de una niña pequeña ante la menor señal de peligro real.
Sin desperdiciar un segundo de aquel valioso momento, Alisa se apresuró a quitarse el guante de su mano derecha y, a continuación, dirigió su mano desnuda hacia el rostro de Satsuki y experimentó el tacto de aquellas pálidas mejillas mientras sus dedos recorrían en dirección opuesta el camino que sus lágrimas dejaban atrás al descender por su piel. Para ser un monstruo que había aniquilado a millones de personas, aquella mujer tenía un rostro hermoso como el de una muñeca de porcelana, y suave como la seda. Algunas de las salpicaduras de la sangre de la propia Satsuki que habían ensuciado su rostro fueron también esparcidas por aquellos dedos blancos, que trataron cariñosamente de limpiarlas. Pocos segundos después, Alisa dejó de tocar el rostro de Satsuki y se dirigió los dedos índice y corazón de su mano derecha a sus propios labios, donde no dudó en lamer aquella mezcla entre sangre y lágrimas. Aquel sabor le produjo un regocijo indescriptible; ya no podía resistirlo más. Ya no le importaba ninguna otra cosa en el mundo aparte de aquel momento que llevaba tantos años deseando vivir.
Rápidamente, Alisa acercó su rostro al de su rival derrotada y procedió a juntar los labios de ambas y robarle un beso. Satsuki trató instintivamente de retroceder, pero no tenía margen para evitarlo. Su cabeza se encontraba ya presionada contra aquella confusa masa oscura y crujiente formada por asfalto, escombros, vehículos aplastados y miles de cadáveres humanos. No se atrevía a intentar aprovechar el momento para golpear a Alisa. Incluso si su campo de fuerza psiónico no la protegiese, ahora que no tenía su espada junto a ella no se veía capaz de matar a otra titán de un solo ataque; y sabía que ya no habría segundas oportunidades si fallaba. Aunque le repugnase sentirse violada y utilizada de aquella forma, si aún quería aferrarse a sus últimas esperanzas de sobrevivir, tenía que someterse y dejarla que hiciera lo que quisiera con ella, por asqueroso y humillante que le pudiera llegar a resultar.
Varios segundos después, Alisa finalmente separó sus labios de los de Satsuki y volvió a echarse hacia atrás. Su mirada parecía perdida en el infinito, y su rostro exteriorizaba algún tipo de sensación de éxtasis. Aún ni siquiera había cerrado del todo la boca, y unos finos hilos de saliva colgaban de sus labios. La titán permaneció así durante un momento, para lentamente recuperar la compostura y dirigir de nuevo la mirada hacia el rostro de la aterrada y herida víctima sobre la que se había sentado. Finalmente lo había logrado. Había tenido que renunciar a su propia humanidad y había asesinado a más de treinta millones de personas, pero había logrado besar a la mujer con la que había fantaseado desde los trece años. Sus húmedos labios dibujaron una amplia sonrisa, que casi parecía exteriorizar una inocente y sincera felicidad.
- Relájate, Satsuki. No te preocupes- La tranquilizó Alisa- Disfruta del momento y no pienses en lo que vendrá después...
Tras pronunciar aquellas palabras, Alisa dirigió su mano derecha hacia el cuello de la Comandante Aldrich. A continuación, agarró con dos dedos la cremallera de aquella dañada indumentaria que llevaba puesta y, con lentitud y deleite, comenzó a tirar de ella hacia abajo.
La noche apenas acaba deempezar- Dijo Alisa- Vamos a divertirnos.
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