Presentación, nudo y...

Adele miró la figura que se formaba delante de ella entre jirones de una bruma que iba espesándose. Era su abuelo, Morris J. Blackgables en persona.
—Eres mi última descendiente —dijo con una voz cavernosa —. Mi única heredera.
—No, aún no. Rosemary sigue con vida y no vas a llevártela.
—No he venido a llevármela a ella, sino a ti...Tu eres la que siempre me ha interesado. Pero llevas razón en una cosa, hasta que Rosemary no haya muerto, no podré terminar lo que he empezado.
—¡Ella no va a morir! —Gritó, Adele.
—Vas a ser tú la que le quites la vida, querida nieta...
—¡Ni pensarlo!
—Lo harás o los demás perecerán. Hay muchas vidas en juego, muchas niñas cuyas vidas ahora están en mis manos y además, también está él, tu querido inspector Brant. En estos mismos momentos se debaten entre la vida y la muerte. Un simple acto tuyo podría salvarles o por el contrario, condenarles a todos ellos.
—No te creo y no seré yo quien le quite la vida a un congénere, estás muy equivocado si piensas que lo haré, abuelo. Yo no soy como tú...
—Llevas mi sangre, la sangre de los Blackgables y aquí la equivocada eres tú, Adele. Ya has quitado una vida.
—¿Qué es lo que pretendes?
—Necesito la sangre de un inocente para poder volver a la vida y dejar esta forma insustancial. Necesito la sangre de ella, inocente entre inocentes...
—Ahora eres tú el que te equivocas —dijo, Adele con desprecio.
—¿Crees que no sé lo que te contó? Nada de ello es cierto. Rosemary nunca ha matado a nadie, aunque ella esté convencida de ello. Fui yo quien hizo el trabajo sucio.
—¿Estás diciendo que Rosemary no fue quien asesinó a Haley y a la señora Hayes?
—No, no lo hizo.
Adele suspiró de alivio al comprender la verdad. Rosemary era inocente y eso le alegraba de todo corazón.
—No vas a obligarme a matarla. De ninguna forma te ayudaré a que sigas sembrando el miedo, abuelo. Lo mismo que existe un ritual para devolverte a la vida, también hay uno para desterrarte al infierno del cual nunca deberías haber salido.
—No eres lo suficientemente poderosa para enfrentarte conmigo...
—¿Tú crees? Quizás no le sea, pero sé de alguien que sí que lo es.
Adele se agachó para tomar un del suelo un afilado cascote y sin dudarlo un segundo se practicó un corte en la palma de su mano. La sangre brotó goteando en el suelo sobre el talismán que Abbey había dejado caer, luego cerró los ojos y en voz alta recitó unas palabras que no conocía y que nunca pudo aprender. Tampoco su voz sonaba como siempre. El tono de su voz era bastante más grave que el suyo. Alguien recitaba aquellas frases a través de ella, una voz que le recordó a la de su querida abuela.
—He esperado mucho tiempo para poder acudir a tu presencia, padre.
—¿Abbey? ¡Hija mía!
—Sí, padre, soy yo. Es hora de que pagues por todo el mal que has cometido a lo largo de los años.
Un temblor sobrecogió la caverna y del techo cayeron nubes de polvo. Aquella presencia parecía tener un miedo cerval ante la fuerza del espíritu de Abbey Blackgables.
—Te están esperando con los brazos abiertos, padre. Es el momento de que te unas a ellos y abandones este plano. Ellos han venido a buscarte.
Un grito surgió de todas partes al mismo tiempo, mientras su eco se alejaba por los laberínticos pasillos hasta perderse en la lejanía, luego la presencia se desvaneció y Adele sintió como podía al fin respirar, libre de aquel invisible peso.
La figura de su abuela se materializó ante la joven. Una mujer de fuerte carácter a la que había llegado a adorar en su infancia.
—¡Abuela!
—Debes salir de aquí, Adele, mi niña —le dijo —. Sin el alma corrupta de tu abuelo, este lugar se desmoronará. Tienes muy poco tiempo.
—No sé cual es la salida, además, no puedo abandonar a Rosemary.
—Ten fe. La ayuda llegará. Ahora he de irme. Eres valiente y luchadora, tendrás la vida que te mereces...
—¡Abuela, te he echado mucho de menos...!
—Y yo a ti. Pero me alegro de ver en lo que te has convertido.
—¿En una asesina? He matado a mi prima con mis propias manos...
—Abbey no está muerta. Aún puedes salvarla. Sé que lo harás...Adiós mi niña.
Un nuevo temblor sacó a Adele de su ensoñación y al volver a la terrible realidad se dio cuenta de que le iba a ser imposible escapar de allí llevando a sus dos primas consigo.
—¿Qué puedo hacer? —Se dijo, angustiada.
En ese preciso momento escuchó un coro de voces que parecían venir de uno de los oscuros pasillos. Adele corrió hacía ese lugar y se sorprendió de ver allí a quien menos esperaba encontrar.
—¡Laura!
La niña le sonrió con una de sus más genuinas sonrisas. Junto a ella, un muchachito de su misma edad, la miraba intrigado. Adele supuso que debía tratarse de Timothy, el joven amigo de Laura.
—Menos mal que te hemos encontrado —dijo la niña.
—¿Habeís venido vosotros dos solos? —Preguntó Adele, desesperada. Ella sola no podría cargar con Rosemary y con Abbey al mismo tiempo y los niños no iban a serle de mucha ayuda.
—No, hemos venido con ellos... —contestó la niña.
Al mirar hacía donde le indicaba Laura, pudo ver a Brant y a Isaiah que venían tras los niños.
—¡Gracias a Dios!
Adele corrió a abrazar a Brant y rápidamente les puso al tanto de lo sucedido.
Brant e Isaiah se hicieron cargo de las dos jóvenes y rápidamente abandonaron aquel lugar que de un momento a otro podría venirse a abajo.
Al salir del oscuro pasillo, Adele se vio rodeada por innumerables tumbas. Estaba en el cementerio y acababa de salir de uno de los viejos mausoleos y de una tumba que no era tal, si no un acceso a los túneles que comunicaban con el olvidado sótano de la mansión.
La casa, a lo lejos, ardía por sus cuatro costados.
—¿Las niñas? —Preguntó Adele, preocupada.
—Están a salvo —dijo Isaiah —. Ahora hemos de llevar a la señorita Rosemary a un hospital. Iré a buscar el coche.
Brant que llevaba en brazos a Abbey, miró a Adele con curiosidad.
—Es ella —le explicó —. Mi prima Abbey.
—¿Era cierto entonces? —Dijo Brant, apesadumbrado por haber dudado de ella.
—Intentó asesinarnos. Disparó a Rosemary y tuve que golpearla, creo que se encuentra bien a pesar de todo... Ella fue la que asesinó a Warren. Ella misma me lo confesó...
—No debes preocuparte por eso. Averiguaremos la verdad.
—He de contarte otra cosa, aunque dudo de que puedas llegar a creerme...
Brant la miró sintiéndose culpable.
—Nunca más voy a dudar de ti, Adele —le dijo —. Puedes contarme lo que sea.
—Vi a mi abuelo. Morris estaba allí abajo...Él quería volver a la vida y me confesó los asesinatos de Haley y de la señora Hayes. No fue Rosemary quien las mató, él la usó para llevar a cabo tan horrendos crímenes, esa es la verdad. Rosemary es inocente.
—He de creerte, Adele, aunque será muy difícil culpar a un fantasma de ello...
—Lo sé. Pero a veces la realidad supera a la ficción y está es una de esas ocasiones.  

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top