La sombra que antes fue un hombre se movía de habitación en habitación buscando el calor que sólo los vivos podían darle.

Algo le había hecho despertarse de su largo sueño.
Era una sensación muy imprecisa, una sensación de urgencia.
Estaba a punto de suceder algo que podría suponer un peligro para él, un peligro real.
Nada, en esos últimos cien años le había llegado a causar tal incertidumbre.
La sangre despierta al reconocer a la sangre que regresa.
Recorrió los solitarios pasillos de una casa que ya no era la suya, pero que había sido construida sobre los cimientos de la que él edificó y gritó, aullando como el viento cuando se cuela a través de una rendija o cuando azota las cortinas de una ventana abierta por algún descuido.
Gritaba su nombre, aunque era una voz silenciosa.
Adele, Adele.
Nadie podía escuchar su lamento más que él y el eco de su voz sin palabras reverberaba por los dormitorios vacíos.
Adele vendría a destruirle, estaba señalado que eso debía ocurrir, pero en ninguna parte estaba escrito lo que sucedería al final.
Tal vez ella lograra destruirlo o...tal vez fuera él el que obtuviera la victoria, eso aún estaba por ver, pero antes de que ella llegara, debía de prepararse.
Ansiaba el calor de los cuerpos vivos y el sabor de su sangre y anhelaba volver a matar.
Volvería a hacerlo. Muchas almas vivían ahora allí. Sangre joven.
Se alimentaría de su miedo y de su sangre y...
¡Que gratificante sería!