Muerte en la noche

Un grito despertó a Adele. No hacía mucho que se acostó y al mirar el reloj comprobó que aún no eran las tres de la mañana.

¿Sería posible dormir una sola noche sin sobresaltos? Se preguntó mientras se cubría la cabeza con la almohada.
Le fue imposible volver a conciliar el sueño, porque después del grito se escucharon pasos precipitados y voces que hablaban unas con otras.
Algo ocurría y Adele optó por levantarse. Se colocó una bata sobre el camisón que llevaba puesto y abrió la puerta de su dormitorio.
Rosemary también se asomaba al pasillo desde su habitación, al verla se acercó hasta ella.
—Ha debido de pasar algo. Hay mucho revuelo abajo —le dijo la jovencita.
—Tú quédate aquí. Yo iré a ver qué pasa.
—¿Puedo ir contigo, Adele?
—Ponte algo de ropa, hace mucho frío —Rosemary solo llevaba puesto un camisón de invierno.
La muchacha entró en su cuarto y salió casi de inmediato con una fosforescente bata de un rosa subido de tono y adornada con ositos.
—¡Ya ves! Mi padre aún piensa que soy una cría.
—Te queda muy bien —comentó, Adele sonriendo.
—Si tuviera cinco años estaría encantada con ella —rio a su vez la muchacha.
Los gritos y las carreras se sucedían en la planta baja. Parecía que todo el sanatorio estaba despierto.
Rosemary detuvo a una de las jóvenes cuidadoras, Margot, y le preguntó qué ocurría.
—¡Han encontrado a la señora Hayes muerta en su cama!
—¿Muerta? —Adele no podía creérselo —. ¿Sabes cómo ha ocurrido?
—Ha muerto asfixiada...Pero esta vez no ha sido un suicidio. La han asesinado. Tiene una bolsa de plástico envolviendo su cabeza.
Adele sabía a ciencia cierta que Gretchen aún seguía con vida a la una de la madrugada que fue la hora a la que se acostó. O sea que alguien había entrado en su habitación entre la una y las tres de la mañana y acabado con su vida.
—¿Han avisado a la policía? —Quiso saber la joven.
—Sí, Isaiah ya lo ha hecho... —Margot estaba muy nerviosa — ¿Así que lo que se dice es verdad, hay un asesino en Blackgables Mansion...?
— Yo siempre he sabido que lo había —replicó, Rosemary —. A mi madre la mataron, aunque todo el mundo piense que se suicidó. Yo lo vi...
Adele la cogió del brazo para impedir que siguiera hablando.
—Vamos a ver a tu padre —le dijo.
Warren Hill estaba en su despacho hablando por teléfono. Adele llamó a la puerta y él la indicó que aguardara un momento.
Cuando finalizó la llamada colgó el auricular bastante furioso.
—Era el detective Price. Está convencido de que esta vez logrará encontrar pruebas que demuestren su teoría —le explicó, Warren —. Su único interés es cerrar el psiquiátrico y meterme entre rejas, está obsesionado con ello.
—Está vez parece que sí ha sido un asesinato, ¿no? —Adele ya no podía confiar en esa persona después de lo que oyó.
—No sé cómo ha podido ocurrir —confesó él muy preocupado — Gretchen no era lo que se dice una mujer muy cariñosa, pero de ahí a que alguien la quisiera muerta —en ese momento se fijó en Rosemary —. ¿Qué hace ella aquí? Le ordené que la mantuviera encerrada en su cuarto y atada a su cama, quiero una explicación señorita Jenkins.
—Rosemary está a mi cargo, ¿no? Pues yo como responsable suyo he decidido que no quería dejarla sola y menos sabiendo que hay un asesino entre nosotros.
Le había contestado con tanta autoridad que Warren no supo que contestar al principio. Luego la ira habló por él.
—Aquí las órdenes las doy yo, Adele. Si no está dispuesta a obedecerlas, debería pensar en buscarse otro trabajo.
—Sin duda lo haré —contestó con frialdad la joven —. No me gusta sentirme engañada y menos aún en peligro.
—No sé de qué está hablando. Aquí nadie la ha engañado.
—¿No? ¿Y entonces cómo se le llama a encargarse de alguien que no está enfermo? Rosemary no tiene ninguna patología. Es una persona sana y la verdad es que no sé cómo puede estarlo, estando rodeada de personas que no se interesan por ella lo más mínimo. Vivir aquí es como para volverse loca.
Adele no pudo remediarlo. Tenía lo que la gente llamaba un carácter explosivo y le era muy difícil controlarse.
Warren la miraba desconcertado, preguntándose cuánto de la verdad sabría y cómo se habría enterado.
—Sigo sin entender nada de lo que dice, pero si tantas ganas tiene de irse no sé a qué espera.
—Espero que venga el detective Price, tengo que contarle ciertas cosas que seguro le agradaran, además no pienso dejar sola a Rosemary hasta que todo se haya solucionado. Ni usted ni esa otra mujer, sea quien sea, van a lograr demostrar la incapacidad mental de Rosemary, yo me encargaré de ello.
Warren no salía de su asombro. Todo su plan estaba a punto de fracasar estrepitosamente por culpa de una entrometida. Rojo de rabia se acercó hacía Adele.
—¿Qué va a hacer? ¿Encerrarme como a su hija? ¿Asesinarme? —Adele chilló con toda la rabia que llevaba dentro y que había estado conteniendo durante todos esos días.
—Cálmese, Adele. Seguro que podemos llegar a un acuerdo. No tiene que precipitarse.
Isaiah alertado por los gritos se había acercado hasta ellos.
—¿Ocurre algo señor Hill?
—La señorita Jenkins no se encuentra bien, está algo alterada, haz el favor de acompañarla a su habitación y encárgate de que...descanse.
La entonación de aquella última palabra hizo que Adele se diera cuenta de su equivocación. Sabía que aquellas personas podían llegar a ser peligrosas, pero no había imaginado que lo fuesen tanto.
—Isaiah, encárgate también de que mi hija permanezca en su habitación y que no reciba visitas de nadie.
—¿Qué es lo que está haciendo...? —Adele no pudo contestar porque Isaiah las sacó a las dos del despacho — ¡Estás ayudando a cometer un delito, Isaiah!
—Lo sé, señorita Jenkins.
El hombre las hizo subir a la tercera planta y a pesar de los forcejeos, Adele no pudo soltarse.
Primero encerró a Rosemary en su habitación y cerró la puerta con llave, después arrastró a la suya a Adele y entró con ella.
—No creía que fuera como ellos, Isaiah —dijo la joven desesperada.
—Y no lo soy —contestó él —. Sé quién es usted, señorita Jenkins. Ahora le contaré un pequeño secreto: Mi padre trabajó para su abuelo y para su abuela. Abbey era una mujer encantadora, pero el señor Morris era un ser despreciable y trataba a mi padre con tiranía. Su abuela evitó en muchas ocasiones que mi padre recibiera muchas palizas y le juró lealtad. Juró ayudarla a ella y a sus descendientes y ese juramento me lo hizo repetir a mí. Ahora tengo la oportunidad de cumplir con mi juramento.
—¿Conoció a mi abuela?
—Sí. Una verdadera señora. Recuerdo con cariño que muchas tardes me invitaba a tomar el té y me regalaba libros que yo fui leyendo y releyendo hasta la saciedad. Gracias a ella me convertí en lo que soy. Le debo mucho a su familia señorita Jenkins, por eso voy a ayudarle.
—Gracias, Isaiah... había pensado...
—Sé lo que pensó. El señor Hill es una buena persona y no es un asesino. Le conozco muy bien. Cambió cuando la conoció a ella. Le transformó, es como si estuviera bajo su dominio, hipnotizado.
—¿Quién es ella, Isaiah?
—Ella, ella es malvada. Llegó aquí un frío día de invierno, durante una tempestad de nieve. No podía recordar ni quién era ni de dónde venía. Tenía amnesia. El señor Hill se interesó por ella, la acogió aquí, la cuido y la ayudó a recuperarse. Creo que se enamoró de ella y esa mujer le dominó e hizo lo que quiso con él. La señora Hill, Johanna, se enteró de todo un tiempo después y...
—¿Por eso se suicidó? —Adele veía como las piezas de ese rompecabezas iban encajando.
—No, no se suicidó. La señora Hill era incapaz de hacer algo así. Sentía adoración por su hijita y nunca la hubiera abandonado quitándose la vida y mucho menos delante de ella, como dijeron que sucedió.
—¿Entonces, la asesinaron?
—Le puedo asegurar que el señor Hill no fue. Él no hubiera sido capaz. Ella en cambio... — Isaiah no terminó la frase. Era obvio lo que pensaba —. Debe usted irse de aquí antes de que ella se entere de lo que sabe, señorita Jenkins y debería llevarse a la señorita Rosemary. Las dos están en peligro.
—Ahora no puedo irme, Isaiah. Tengo que detener a Warren y también tengo algo más que hacer. Necesito tu ayuda. Yo sola no podré enfrentarme con todo.
—No es lo más sensato que puede hacer, pero la ayudaré.
—Gracias. Hay algo que aún no me has dicho, cuál es el nombre de esa mujer.
—Creía que no se daría usted cuenta. No se lo he dicho por dos razones: primero por que no es un nombre que me guste pronunciar asociándolo a ella y la segunda razón es por lo que puede suponer que usted lo conozca.
—¿Cuál es, Isaiah? Tienes que decírmelo.
—Su nombre es: Abbey. Abbey Jenkins Blackgables.  

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