La heredera

—No inspector. Yo no maté a Warren Hill —dijo Rosemary con una voz muy clara —. Aunque deseé hacerlo muchas veces. Si soy culpable por ello entonces deténgame.

—Nosotros no culpamos a nadie por sus pensamientos, para eso está la religión y sus pecados —le aclaró, Brant —. Pero si juzgamos a los que no pueden controlar sus impulsos y cometen un crimen. Nadie puede tomarse la justicia por su mano, Rosemary. Nadie.
—Entonces yo estoy a salvo, porque sólo lo pensé. Lo pensé todas las noches mientras visitaba mi habitación y me violaba. Lo pensé cuando amenazaba con internarme en un centro psiquiátrico, donde, me decía, sabría lo que era sufrir de verdad y que era el lugar en el que debería estar. Sí lo pensé, pero nunca tuve el valor para hacerlo.
—Lo siento, Rosemary. Ha debido de ser muy duro para ti.
—No puede hacerse una idea.
—¿Se lo contaste a alguien?
—No. Sólo Adele se dio cuenta de ello, pero tuve que mentirla.
—¿Adele lo sabía? —Eso no se lo había contado.
—Ella mandó venir a un ginecólogo porque estaba convencida de que había sido violada, pero yo tenía mucho miedo de lo que Warren pudiera hacernos si se enteraba, por lo que tomé la decisión de mentirles a todos. Ellos me creyeron. Les dije que utilizaba un vibrador.
—Tenías que haber confiado en alguien, Rosemary. Nos hubieran avisado y habría terminado tu pesadilla.
—Mi pesadilla ha acabado hoy. No voy a llorar por Warren Hill, inspector, ni por nadie más. Ya no me quedan lágrimas.
—Bien, Rosemary, puedes irte, cuando salgas, dile a Adele que entre, por favor.
La jovencita se marchó y Brant meneó la cabeza. Aquella inteligente joven tenía una notable vena dramática. Sabía que no le había contado toda la verdad, de eso estaba seguro y aunque sus abusos fueran ciertos, cosa que no ponía en duda, ocultaba algo.
Adele entró y se sentó en la butaca frente a Brant.
—Adelante, inspector, pregúntame lo que quieras, aunque creo que ya sabes todo de mí.
—Todo no, Adele. Al principio sospeche de ti. En dos de los casos has sido la última en ver con vida a las víctimas. Aún no sé por qué la noche del asesinato de la señora Hayes, tú recorrías los pasillos de esta mansión...
—Todo tiene una explicación, Brant —le interrumpió la joven.
—...y obligaste a una niña a entrar en la habitación de la fallecida para robar unas llaves.
—¿Cómo lo has sabido?
—Eso no voy a decírtelo, Adele, pero me gustaría oír tu explicación.
—Es verdad que le dije a...a esa niña que entrase en la habitación, cosa que siempre he lamentado, porque no era mi intención ponerla en peligro y también es verdad que necesitaba esas llaves porque era la única forma de recuperar lo que Warren me quitó.
—¿Y se puede saber qué fue lo que te quitó?
—Unas fotografías que me habían entregado a mí.
—¿Unas fotografías?
—Sí, Brant, hay más cosas de las que no te he hablado. Mi abuelo fue Morris Blackgables.
—Eso ya lo sé —dijo simplemente el inspector.
—¿Lo sabías?
—Sé que el día que viniste a comisaría, te fijaste en una fotografía que yo tenía en mi despacho...
—Lo hice.
—Esa fotografía era de tu abuela, Abbey. Cuando te vi reconocí tu gran parecido con ella. Pero aún no me has dicho qué fotografías eran esas que tanto empeño pusiste en recuperar.
—Había fotos de mi familia, Brant, de mi abuela y también de mi abuelo...Quería saber la verdad.
—Entiendo. Así que tú serías la heredera de Blackgables Mansion si tu abuelo no hubiera perdido esta propiedad.
Adele le miró sorprendida, nunca pensó en ello.
—Ahora que lo dices, sí, hubiera sido la heredera, claro que también está mi prima y... Oh, Dios, ¡Brant!
—¿Qué te ocurre?
—Tengo que averiguar algo, si estoy en lo cierto, todo esto tendría sentido.
—No sé a qué te refieres —dijo el joven.
—¿Sabes cuál era el apellido de soltera de la madre de Rosemary?
—No. Siempre la he conocido como Johanna Hill.
—Exacto, porque se casó con Warren Hill. Pero si ella era la heredera...
—Creo que empiezo a comprender lo que estás sugiriendo...Warren Hill no era el heredero de su padre, Arthur Hill. Lo era su mujer y ella hizo testamento dejándole la propiedad a Rosemary.
—La familia Hill nunca poseyó estas tierras —sugirió, Adele.
—Lo averiguaré enseguida —dijo, Brant sacando un smartphone del bolsillo de su americana —. Llamaré a comisaría para que averigüen el apellido de Johanna.
Brant marcó el número y esperó a que contestaran, luego formuló su pregunta y volvió a esperar. Un par de minutos después contestó afirmativamente un par de veces y colgó.
—¡No te lo vas a creer! —le dijo a Adele.
—Creo que ya lo sé...es Jenkins-Blackgables, ¿verdad?
—Sí. Tu abuelo no perdió la propiedad como todo el mundo piensa, Warren Hill la obtuvo como dote al casarse con la nieta de Morris Blackgables, Johanna.
—Pero todo el mundo dice que fue Arthur Hill el que compró la propiedad y la reconstruyó.
—Sí, eso dice la gente.
—En ese caso, Rosemary es...
—Tu prima. Rosemary Jenkins-Blackgables, desconocemos el apellido de su padre. Warren sólo fue su padrastro.
—Creo comprender por qué me hicieron venir —dijo, Adele sintiendo un escalofrío.
—Yo también. En realidad, tú eres la verdadera heredera de Blackgables Mansion, Adele. Al ser mayor que Rosemary tienes más derecho que ella.
—Eso dependiendo del testamento de Morris, si es que existe. Mi abuela se marchó y quizás mi abuelo la desheredó.
—No lo sé. Lo que si me imagino es que Warren Hill pensaba encerrarte en un manicomio y después a su hija y al final él lo heredaría todo.
—Y en caso necesario nos hubiera matado a las dos como ya hizo con su Johanna, mi tía y su mujer.
—Y por eso tú le mataste, ¿verdad, Adele?
—¡Yo! ¿Cómo puedes pensar eso de mí?
—Tan sólo era una pregunta —se disculpó el joven —. En realidad, nunca he creído que fueras tú, eres la sospechosa principal y a pesar de eso, sé que tú no lo hiciste y no me preguntes por qué, porque no lo sé.
—¿Y si te hubiera dicho que sí, que fui yo?
—Lo habría lamentado enormemente. Una relación con una de sus partes entre rejas no tiene mucho futuro.
—¿Una relación? ¿Acaso me estás pidiendo algo?
—Pues, no sé tú, pero yo estoy loco por ti y me gustaría saber de una vez por todas que usas para dormir.
Adele sonrío.
—Compruébalo tú mismo esta noche. Sabes cuál es mi habitación.
—Lo haré. Ahora haz el favor de irte porque me trastornas y ya no doy pie con bola, como suele decirse. Diles a esas dos jóvenes que pasen, haz el favor.
—Ten cuidado con ellas. Podrían ser peligrosas.
—¿Mas que tú?
—No, no creo. Mi segundo nombre también es peligro.
—¿Y el primero?
—Deseo.
Adele le guiño un ojo y salió.
Brant tuvo que tragar saliva y carraspeó un par de veces.
Un minuto más tarde entraron Clara y Margot.
—¿Cuánto tiempo lleváis trabajando aquí? —les preguntó.
Ellas se miraron y fue Margot la que contestó.
—Yo llevo cinco años, Clara entró después de mí, llevará cuatro.
La otra joven asintió.
—¿Qué tal os llevabais con vuestro jefe?
—Supongo que bien. No teníamos mucho trato con él, ¿verdad?
—No —dijo Clara —. Nuestra jefa era la señora Hayes, a él no le veíamos demasiado.
—¿Y ella que tal se portaba con vosotras?
—Era un ogro —reconoció, Margot —. Siempre estaba encima nuestro, corrigiéndonos, no nos dejaba ni respirar.
—¿Tú también piensas lo mismo, Clara?
—Sí. Era una persona...
—Era una jodida bruja. Ahora que está muerta, descansaremos al fin —contestó por ella, Margot.
—¿Fue por eso que la matasteis?
Margot se rió, mientras que Clara se puso muy pálida, parecía a punto de desmayarse.
—Yo no la maté —dijo Margot con brusquedad —. No se mata a la gente porque no te caiga bien o porque intente hacerte la vida imposible, no soy una maldita psicópata.
—Yo...tampoco...lo hice —respondió, Clara.
—Era sólo una pregunta para ver como reaccionabais. No me creeréis, pero a veces, exponiendo así la pregunta, puede verse como piensa la gente.
—¿Y hemos superado la prueba? —Le preguntó, Margot.
—Eso no os lo diré —contestó Brant.
—Es usted muy malo, inspector.
—Y tú. ¿Tú eres mala, Margot?
—A veces. ¿Me va a castigar por ello?
Brant sonrió. Le gustaba su trabajo, le gustaba un montón. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top