•La verdadera historia.

Jaehyun comía a lado de su padre lo que había sobrado del día anterior, era un sábado por la mañana. Tranquilo y relajante.

— ¿Quieres acompañarme a comprar para hacer un pastel? Tengo antojo de un pastel de chocolate.

Jaehyun tomó un poco de agua para aclarar su garganta. La tranquila sonrisa de su padre le hizo sonreir de igual manera. — Claro solo déjame peinar un poco mi cabello.

Ambos Jeong sonrieron con tranquilidad.

El camino fue tranquilo, más de cincuenta minutos por carretera ya que ambos solían presenciar los mejores departamentos de la zona. El señor Jeong miraba con bastante dedicación cada uno de los ingredientes que necesitaría comprar y Jaehyun felizmente le daba su opinión sobre las cosas.

— Estás llevando mantequilla con sal, papá.

El señor Jeong miró el producto sonriendo en grande al darse cuenta que así era. — Oh Jeong boy, tienes razón.

Unos minutos después, era quizá las dos de la tarde sus estómagos gruñían en hambre. El señor Jeong miraba a su hijo con una falsa seriedad mientras entrecerraba los ojos y Jaehyun estaba en las mismas. — Vamos. Dilo, te conozco.

Jaehyun relamió sus labios con esa misma expresión que su padre, los dos tenían tanta similitud y gracias al cabello extravagante del mayor, fácilmente podrían parecer hermanos discutiendo. — Te faltan huevos, papá.

— ¿Qué? — El adulto miró sobre el carrito de compras, había una charola de huevos. — ¿De qué hablas, Jeong Jaehyun? Los huevos están ahí, fue de lo primero que puse.

Jaehyun esbozó una ladina sonrisa agachando la mirada. — Yo no me refiero a esos "huevos"

Su padre también agachó la mirada.

Seguía sin entender pero captaba el mensaje.

— Algo te tramas, desde ayer parece que tienes algo en tu cabeza y no quieres decirme. Dime, te afectó el cabello azul.

Su padre guardó silencio.

— Primero salmón ahumado, ahora pastel de chocolate casero. Jeong Hyuk Oh. Dime tu secreto.

Su padre sonrió. — Jaehyun. No sería genial regresar a América.

No era pregunta, era más bien una afirmación que no podía negar.

Dió un corto paso hacia atrás. "Eso era" se repetía en su cabeza, su lengua picó el interior de sus mejillas sintiendo sus orejas calentarse. Aún así, formó su perfecta sonrisa y asintió. — Claro, hace mucho que no tenemos una cena de acción de gracias, papá.

— Y que dices de los partidos de baloncesto, tú y tu viejo padre podremos retomar las viejas costumbres.

Se dieron un estrechon formal de manos. Ambos pagaron por sus compras teniendo nuevamente el camino por carretera, en medio del transcurso, pararon a comer a algún restaurante cerca de donde estaban, fue varios momentos de padre e hijo entre platicas y risas.

Todos lo que escuchaban y miraban a la familia envidiaban su buena energía. Los dos eran un jodido estereotipo de una familia perfecta. Ambos eran guapos, tenían dinero, vestían cómodo, hablaban sobre temas adultos así como temas inmaduros, reían, jugaban.

Pasó más de lo que creyeron, eran las cinco de la tarde, Jaehyun tenía dos llamadas perdidas de la mamá de Dejun.

Lo ignoró y miró con atención cuando pasaban por los establecimientos cercanos a su vecindario.

Las luces de los colores a la bandera de Corea así como la de América llamó su atención. Sin siquiera pedirlo, su padre disminuyó la velocidad de su conducción.

— Creo que no podremos pasar. — Dijo el adulto, Jaehyun aprovechó la disminución para abrir la puerta y salir del coche mirando el logo de Diamonds Only.

— ¡Jaehyun, por qué sales!

— ¡Papá ven!

Sus pasos se hicieron tímidos y lentos, hasta ver cómo salían cargando el cuerpo de su mejor amigo sobre una bolsa negra aún con el zipper abajo.

Había policías por todas partes.

Y una sola ambulancia.

Los grises cabellos de Dejun llamaron su atención por completo corriendo hasta los paramédicos que cargaban con el cuerpo.

Miró como había cientos de cortes en su rostro y aunque intentaban detenerlo, no podía concentrarse en nada más que su amigo. — ¡Dejun! ¡Dejun!

— ¿Conoce al chico? — Alguien le preguntó, Jaehyun estaba tan cegado que ni siquiera pudo contestar.

Su padre que había llegado hace segundos asintió tomando la palao. — Ese chico que llevan, es amigo de mi hijo, los dos van juntos a la universidad, oficial.

Los oficiales no tomaron importancia, pero llegaron a escuchar el informe que se dió. — Salgan de aquí por favor, si no son familiares, no pueden estar en este lugar.

— El joven apareció sin vida fuera del local. Los vecinos reportaron el extraño bulto y llamaron a las autoridades. Presenta varios cortes por todo su cuerpo, fisuras en su esfínter y se cree que su muerte fue por asfixia o desangrado. Aún falta reconocer el cuerpo pero hace menos de doce horas se dió un aviso que se buscaba a alguien con sus mismas características.

Un mes después.

Jaehyun sintió frío al quedar frente a frente de Diamonds Only. Era un bonito y frío viernes de diciembre. Pero sin duda ese lugar era mucho más helado.

Después de dos décadas, por fin estaban por deshacerse de ese lugar. Ya no estaban las brillantes letras que indicaba el nombre del teatro y al parecer si habían entrado a tomar algunas cosas de ahí. No le importaba, Jaehyun tenía la mejor pieza de ese lugar.

— ¿Qué haces aquí? Nos vamos en dos horas, Jaehyun.

Miró a su padre que estaba perfectamente vestido para recibir a los angeles con ese abrigo de más de mil dólares sobre sus hombros. Tenía su nariz roja y combinaba con el cabello blanco recién teñido hace tan solo un par de días. Jaehyun sorbió su congelada nariz sintiéndose pequeño ante el adulto.

Él también era un adulto de casi veinte y seis.

— Quería despedirme, de mamá de ellos y de Dejun, Papá.

Su padre acarició sus cabellos revolviendo un poco pero sin darle importancia. — Hiciste un buen trabajo, Jaehyun. Has cumplido con la tradición que se encomendó a la familia Jeong. Piensa en eso más que en ellos.
Está bien, es doloroso pero luego deja de sentirse.

Jaehyun miró a su padre aún sintiendo la caricias en su rubio cabello. Sus ojos picaban, volvería a llorar por amor y tristeza. La persona que más amó, estaba muerta por su culpa.

— No sé cómo puedo sentir tan mierda cuando tú entregaste a mi madre. — Jaehyun sonrió en grande perdiendo todo brillo de sus ojos. — Yo, a mí mejor amigo.

— La culpa es aparte de la tradición. Tu abuelo entregó a su hermana, yo a la mujer que más amé y tú al hombre que te enseñó a amar. Los fantasmas de la ópera te lo agradecen. Ellos no tuvieron tiempo de amar, nunca pudieron tener ese sentimiento así que nosotros nos encargamos de mostrarle una pisca con nuestros seres queridos.
Siempre serán las almas en pena que desearon conocer el amor dar un beso, tener sexo con quiénes pudieron amar. Pero su error fue darlo todo por un escenario que los terminó matando. ¿De qué sirvió la fama, el dinero y los aplausos? Si ellos no fueron los humanos que todos merecen ser, solo fueron títeres humanos del espectáculo.

Jaehyun volvió a sorber su nariz. Aún sobre los cristales rotos miró los cinco pares de ojos agradeciéndole. Su padre tenía razón. Sonrió satisfecho. — Tienes razón, papá. Cuando tenga mi hijo, le enseñaré la importancia de atesorar a los fantasmas de la ópera.

Estaba feliz pero estaba triste, Jaehyun, su padre, su abuelo, todos ellos. No volverían a amar, el amor es un sentimiento muy fuerte que solo lo experimentas una vez en la vida. Puedes amar y luego intentar recordar el sentimiento con otra persona diferente. Pero muy dentro de uno, está claro que no volverán a amar de la misma manera, solo será un inútil intento sin resultado.

Con un corazón roto, Jaehyun solo pudo cumplir con la maldición que se encomendó en su familia.

Y así lo hizo, varios años después su pequeño niño miraba con fascinación su nuevo proyecto. Diamonds Only. Un pequeño teatro local.
Jaehyun era un hombre exitoso, todo le salía bien, tenía decenas de negocios y un pequeño teatro que no le daría ni el veinte por ciento de lo que invertio en el según muchos, era su próximo lugar favorito.

Su pequeño se paseó por el lugar mirando con asombro las siete siluetas de los fantasmas de la ópera.
— Papi, ¿No eran solo cinco?

Jaehyun miró el gran cuadro de más de seis metros de largo. Simplemente asintió cargando a su pequeño de casi ocho años. — Así es, Chenle. Ya conoces a Chittaphon, Kun, Guanheng, YangYang y Sicheng. Pero luego tenemos a otros dos.

Caminó con su hijo en sus brazos. Diamonds Only estaba a un solo día de abrir sus puertas y ya tenía varios interesados en ser sus socios debido a la temática del lugar.

"Los fantasmas de la ópera"

Más que un teatro era un museo para admirar a los cinco fantasmas de la ópera y sus increíbles historias que tuvieron cuando vivían.

— La mano simboliza a Wong Yukhei. — Contó mirando a su pequeño, los dos tenían una gran sonrisa en sus labios que parecía ser la misma solo que en versión miniatura. Jaehyun amaba a su pequeño más que nadie. Después de lo que ocurrió, ya no recordó amar como solía hacerlo. — Aunque era un hombre tan talentoso como los demás, muchos dicen que él no fue un tipo bueno. Así que hace muchos años lo recordaron de esta manera y yo decidí hacer lo mismo por respeto a las viejas costumbres.

Su pequeño abrió la boca en una pequeña O debido a la sopresa. — Eres muy inteligente, papá.

— Gracias, Chenle. — Ahora caminaron hacia la siguiente silueta con un característico cabello gris. — Él es Xiao Dejun pero acá será llamado Xiaojun, a comparación de los otros, Xiaojun no fue un gran cantante o actor. Más bien su rostro era el arte que murió en el antiguo teatro donde vivía antes con tu abuelo. ¿Te acuerdas de la historia? Él era un hombre hermoso lleno de vida y alegría, pero falleció unas semanas antes que el teatro fuera demolido,

— ¿¡Tú conociste a Xiaojun, papá!? Me contaste que te fuiste a los angeles unos días antes de que fuera demolido... Creo. — Chenle sonrió haciendo un ligero pestañeo. Era un pequeño inocente que Jaehyun amaba con toda su alma. No podía mentirle a su pequeño.

La carita de inocencia le hizo sacar una gran sonrisa a Jaehyun que se vio obligado a picar la naricita de su pequeño. — Sí lo conocí, era muy hermoso. De hecho, fuimos a la misma escuela.

Decidió no decirle que Dejun fue su amigo o que él fue quien lo llevó a su muerte. Chenle aún era muy pequeño para saber esos detalles. Jaehyun se había enterado que su padre llevó a su madre cuando tenía trece años.

Miró el gran retrato de lo que alguna vez fue su amigo, le gustó esos ojos blancos que presentó como pureza. Le combinaba con su cabello gris que él mismo se había encargado de teñirle hace tantos años. Su grande sonrisa se extendió con orgullo y admiración. — Un día, tú traeras a alguien que ames a este lugar para presentarle a los fantasmas de la ópera. Te aprenderás su historia para compartirla con esa persona. — Miró los brillantes ojos de su pequeño acarciando nuevamente sus cabellos y nariz. — ¿Tienes a alguien en mente?

Chenle asintió contando con sus pequeños deditos.— Síp, a Renjunie, a Sungchan, a Taro, Jisung, Jaemin, Jeno...

Jaehyun lo interrumpió.
— Solo a uno, amor. La historia de los fantasmas de la ópera es muy preciada, tienes que contarla solo a quien ames tanto que confíes mucho en él.

Chenle asintió.
— A Jisung, papá, él es mi mejor amigo, jugamos juntos, hacemos equipo en las escondidas para ganarle a Renjun.

Jaehyun asintió girandose para llevar a Chenle a su oficina, tenía planeado pasarle todos sus conocimientos para que él pequeño algún día pudiera contar la historia.

— Muy bien, amor, cuando seas grande podrás contarle a tu amigo sobre los fantasmas de la ópera.

Los fantasmas de la ópera eran grandes hombres que fueron amados por millones de personas. Tenían admirarores por todas partes. Para esas personas, ellos eran más que dios, su belleza, sus voces, sus pasos. Eran divinos al ojo público.

Los fantasmas de la ópera agradecían a sus admiradores.

Qian Kun fue un chico que desde muy pequeño supo que quería ser cantante. Era su sueño y sus padres lo despreciaron. No se rindió y dejó a quienes creyó amar y que lo amaban. Se mudó a Londres y al ser bello y con esa inigualable voz. Logró hacerse de popularidad, luego los grandes directores llamaban por él para que fuera el protagonista de las mejores óperas en esos tiempos.
Kun al dejar todo por su sueño, no durmió y no vivió. Tenía que ser perfecto, tenía que dejarlo todo en el escenario, quizá creyendo que la familia que le dió la espalda, lo miraría en la cima y se arrepentirán de haberlo dejado solo.

Fue egoísta y quería más, más y mucho más. A tal punto que olvidó lo que es ser humano. No tenía tiempo más que para explotarse a si mismo en el escenario. Se le olvidó pensar en que hacer para su vida aparte de trabajar, ahora tenía dinero podría darle una vida alguien más que él. Pero no. Nunca pensó en hijos , en familia, en alguien a quien amar. Más que cuando el coche se estrelló contra ese puente. Su chófer no pudo hacer nada y solo apretó los ojos.

Al oír a la ambulancia se sentía muerto. Y pensó. No hizo nada, no aprendió a amar, creyó amar a su vocación pero de que servía, nadie lloraría su muerte y si lo hacían sería porque fue un gran cantante, no un gran hombre.

Kun en sus últimos suspiros, se preguntó cómo habría sido aprender a amar.

Chittaphon Leechaiyapornkul era conocido como un alma libre, hacia y deshacía por lo que quisiera. Después de todo era el rey del baile y todos quienes lo adoraban, ignoraban los rumores que había de él. Porque Chittaphon, bailaba muy bien y eso era lo que importaba.

Todos creían que Chittaphon se tatuaba o salía a la calle con poca ropa porque era un egocéntrico, un presumido. Tenía riquezas por doquier, mujeres hermosas y licores caros, él era el rey del baile y nadie podría hacerle competencia.

Pero la verdad es que Chittaphon era un pobre hombre solitario, las mujeres no le atraían y todos los tatuajes que había en su piel, eran obras que él había creado, las cuales quería mostrar al mundo pero a la vez tenía miedo de ser rechazado. Le encantaba el arte pero el no era un artista, el era un simple bailarín.

No tenía idea de cómo creyeron que los dibujos de su piel eran algo satánico. Quiza ligaron esa idea cuando Chittaphon cometió el error de invitar un chico de su grupo de baile a salir.

La homosexualidad y lo satánico se hicieron uno. Un gay era producto del diablo.

Ni siquiera fue rechazado muchas veces, mejor lo asesinaron antes. Salía de un increíble espectáculo donde le lanzaron miles de rosas rojas, entró a su vestidor y entonces, un hombre que nunca había visto en su vida, le clavó un cuchillo en el pecho.

Chittaphon en sus últimos minutos de vida, pensó en algo. Y es que por intentar amar murió. Él quería amar, pero no podía siquiera intentar a amar alguien porque era mal visto lo que él quería. No pudo amar, quiso ser un artista y tuvo miedo, bailó por años y tenía fama y dinero, pero nunca la valentía para aprender a amar. Entonces, murió con ese triste sentimiento mientras las lágrimas corrían por sus ojos.

Dong Sicheng era un chico que creían tenía todo resuelto. Sus padres miraron potencial en él apenas con seis años y desde esa edad, Sicheng dejó de ser un niño, un adolescente hasta un adulto.

Su rutina era despertar, desayunar, hacer ejercicio, practicar, bailar y presentarse frente a miles de personas.

Desde muy pequeño ganó demasiada popularidad en muchas partes del mundo. Nunca había un momento para él, pues siempre estaba alguien que le tenía que recordar no comer demasiado, no juntarse con cualquiera persona, no saltarse los ensayos y cuidar su imagen a todo momento.

Su vida estaba ligada al espectáculo a cada hora del día como fuera que estuviera la situación.

Viajaba de un lugar a otro para presentarse. Le trataban como principe dándole los mejores tratos. Le ofrecían bellas y vírgenes mujeres en ciertos lugares que iba para "subirle el ánimo"

Mientras Sicheng miraba a las mujeres que se insinuaban sobre él. Se preguntaba, ¿Se aman? Es amor darle tu cuerpo a alguien más. No lo sabía, nunca le contaron que cuando amas a alguien tienes relaciones sexuales.

Tampoco le miraba bastante interés en poner su pene solo porque sí. Él quería amar, pero no sabía cómo iniciar.

No era teniendo sexo, tampoco mirando a quienes lo admiraban, o bailando. Sicheng en vez de aprender a amar, odió. Odiaba no conocer el sentimiento, odiaba no tener tiempo siquiera para averiguarlo, siempre estaba tan ocupado.

Quería amar pero odiaba no poder hacerlo. El destino o la vida le había fallado. Sicheng se odiaba a si mismo.

Todos creían que amaba lo que hacía, porque todo era fama y dinero. ¿Por qué mierda iba a amar algo que fue obligado a hacer? Unos jugaban a los seis años, Sicheng entrenaba, unos iban a la escuela a los doce, Sicheng entrenaba, unos tenian pareja y salían a los dieciséis, Sicheng seguía entrenando. A los veinte, y a los veinte y cinco, siempre era lo mismo. Dejó de fingir y sonreír, se odiaba tanto, a él a todos y a todo.

Entonces, terminó con su odio. Y desapareció. Primero del mundo y después de la vida misma. Siempre recordando y odiando que nunca llegó a amar.

Wong Guanheng dejó lo que era su casa, su hogar, su país, su idioma. Dejó todo para nacer como Hendery.

Primero era como cualquier otro chico de su edad, jugaba por las calles de New York, tenía guerras de rap y baile con chicos de por ahí.

Se divertía mucho, no era malo el cambio que había tenido, era divertido.

Jugaba, bailaba, estudiaba, montaba a patineta. Todo era tranquilo para su edad. Mudarse a Chicago fue otro paso grande donde terminó haciendo su vida.

Sintió que de un momento a otro dejó de ser el chico que se divertía en las batallas de rap y luego, era el tipo que caía desde seis metro de altura.

Se preguntó. ¿Lo había hecho bien? Le gustaba en que se convirtió, era admirado, había sacado a sus padres de trabajar, era siempre la plática de su familia. Porque si todo estaba bien, parecía estar mal.

Que le había faltado en ese pedazo de vida que se le estaba siendo arrebatado. Logró escuchar los gritos de sus seguidores acompañados de los de su familia que nunca se perdían sus interpretaciones. Entonces miró aquella mujer que olvidó decirle que la amaba.

¿Cuántos besos alcanzó a darle? Quizá menos de tres.

Nunca pudo decirle a la mujer que amaba eso mismo, que la amaba. Era tímido y tenía mucho trabajo, ensayos y presentaciones. Mientras ella tenía que estar ahí escribiendo más obras que interpretar.

Guanheng lloró cuando su corazón latió por última vez. Nunca sabría si era amor lo que su corazón le decía al mirarla.

Liu Yang Yang era un pródigo. A una corta edad en la adolescencia había fascinado a tantas personas que no sabía el porqué. Era inocente, el solo hacia lo que le gustaba. Entonces dió todo por ello. Se entusiasmaba en muchas maneras menos en el estudio. Le encantaba los deportes, los idiomas, el arte, la música, la moda.

Desde muy joven había usado sus talentos como un pequeño entusiasta inocente. Bailaba y le aplaudían, cantanba y le lanzaban billetes.

YangYang era tan talentoso que no dudó en hacerse un profesional en la primera oportunidad que le dieron.

Pero era quizá muy inocente, ver qué a las personas no les gustaba cosas que él hacía lo deprimía, quería que todos lo amaran, buscó más aceptación, aprendió más, entrenó más. Siempre se pedía más, siempre deseaba ser lo mejor para todos los que pudieran escucharlo.

Lo intentaba una y otra vez que lloraba si no era bien recibido. Le gusta el amor que le tenían y al no sentir la misma aceptación entraba en depresión, no sabía que hacer más que odiarse por no darlo todo.

Entonces, ocurrió un acidente en el coche donde iba. Desde el hospital escuchó que su coche fue maniobrado para que perdiera el control.

Lloró, su corazón se partió en mil pedazos y quería dar más, quería aprender pero no podía ver sus pasos, no podía leer sus libros. No miraba, se sentía inútil.

Sin ver, no sabía cómo dar un paso, no sabía si la gente que lo estaba viendo sonreía al escuchar su voz o ver sus movimientos.

Lloró lágrimas gruesas y saladas, y aún sin ver se arrebató la vida, creyó que sería mejor morir para que fuera recordado con amor. Entonces, recordó que dió todo por buscar el amor de otros en él. Sin embargo, Yang Yang nunca amó de regreso. No aprendió a amar, y no supo que era amar.

Quizás todo lo que hizo, todo lo que recibió. En realidad nunca fue amor.

Xiao Dejun no era un artista, no tenía miles de seguidores, nunca mostró sus talentos que solo su mejor amigo creia tenía, pero no importaba, porque Dejun era una pieza de arte. Él no hacía arte, el era el arte.

Era tan bello, tan hermoso. Que enamoraba a cualquiera. Aún así Dejun siempre se esperaba, quería aprender a amar. Muchas chicas confesaba que sentían atracción por él.

Pero la atracción y el amor son diferentes.

Pero, ¿Cómo aprendes a amar a una persona? ¿Tiene que ser bonita, tiene que saber cantar, cocinar, multi talentos?

Dejun no lo entendía, se preguntaba cuál era el problema en él, ¿Quizá le gustaban los chicos?

Pero aunque aceptaba mujeres y hombres fueran atractivos, no amaba la belleza de otros, no sabía amar y murió sin aprender a hacerlo. Cuando sus ojos estaban apunto de cerrarse, se preguntó porque los fantasmas lloraban por él si ellos mismos eran los que lo habían matado. Decían que lo amaban, pero eso tampoco era amor.
Recordó a su mejor amigo, después de sus padres fue al único que le dijo que lo amaba. Pero, ¿En realidad era amor lo que sentía por él? Dejun murió con dolor físico y emocional, nunca supo que era amor o si lo que sentía era realmente amor. Su alma cayó en pena y desgracia.

Era el fantasma de la ópera en busca de entender el amor.

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