Capítulo 3: un corazón de oro

El taller estaba en el sótano. Alec fue el primero en llegar mediante la teletransportación, seguido por Matt y Peter. Este último abrió la compuerta que daba acceso a la sala de las máquinas de ensamblaje. Los tres estaban serios pero el más preocupado de todos era Alec. Llevaba sin ver a su tío desde aquel trágico día y había querido posponer todo lo posible aquella forzosa reunión familiar. ¿Qué pensaría Tony de él? ¿Le culparía más de lo que ya se culpaba él mismo? No quería reconocerlo pero tenía miedo de saber la respuesta a esas preguntas.

El lugar tenía un aspecto tan deplorable como su dueño. Tony Stark estaba en medio de un montón de basura, tumbado en el frío suelo de hormigón, en una posición parecida a la de un cadáver que llevara muerto semanas. Tenía la vista fija en una pequeña pantalla puesta cerca de su cabeza en el suelo. Botellas vacías de licor, jeringuillas y envoltorios de comida sepultaban su enfermizo cuerpo de yonki. Matt era el único que podía escuchar su débil respiración.

—Dios mío, Tony... —dijo Pete ahogando una exclamación de sorpresa.

En cuando el chico araña abrió la boca, del techo se descolgaron unas ametralladoras cuyas bocas apuntaron directamente a los tres invitados no deseados. La voz de Jarvis habló con contundencia. Debían abandonar la sala inmediatamente.

—Déjalos entrar, Jarv... —musitó Tony con un hilo de voz.

Las armas volvieron a subir y a desaparecer en el techo desplegable. Un tenso silencio se apoderó del taller. Peter fue a arrodillarse junto a su tutor. Le tomó la mano y le miró a los ojos, llorosos por el alcohol, lleno de preocupación.

—Tienes que salir de aquí, tío Tony —pidió—. No estás bien...

—Peter —cortó el que fue el gran Iron man tiempo atrás y que ahora era una sombra de lo que fue—. Marchaos, por favor.

Alec observó, de soslayo y con el semblante lúgubre, el círculo de luz azulada que se le transparentaba por su camiseta de tirantes negra, a la altura del pecho. Suspiró afligido.

—Tony... —empezó Alec pero enseguida se cayó en cuanto vio que Stark le miraba directamente.

Tony le dedicó una sonrisa afable. Se había dejado crecer la barba y en esos momentos la tenia tan descuidada como un arbusto silvestre.

—Hola, chaval. Eres un auténtico gilipollas —dijo exhalando una débil carcajada mientras se incorporaba del suelo ayudado por Parker. Alec bajó la cabeza avergonzado—. ¿Creías que Johnny no se iba a poner en plan padre contigo después de todo?

—Lo siento —se disculpó Alec despacio. Aún estaba impresionado por ver a Iron man como un auténtico desperdicio humano y demasiado avergonzado por lo que había hecho.

—Déjalo, Al. No sirve de nada disculparse, como tampoco sirve la esperanza —dijo Tony dirigiéndose a su escritorio lleno también de basura y papeles arrugados. Tomó lo que quedaba de una botella de bourbon y se la llevó a sus labios con ansia. Luego se dejó caer sobre su silla de trabajo—. Yo también quería matarlo. Y tiempo después tampoco la venganza me sirvió. Nada sirve, salvo beber.

Apuró lo que le quedaba de la espiritosa y dejó caer la botella al suelo. Esta se rompió en centenas de cristales. Peter quiso acercarse a él pero dudo en el último momento y se quedó finalmente en el sitio, desconsolado.

—Señor Stark —dijo Matt rompiendo la tensión con su tono diplomático—. Hemos venido aquí porque necesitamos su ayuda. Sé que quería que le dejaran solo pero se trata de...

—Sí, ya lo he oído antes por el portátil —dijo Tony señalando al ordenador con gesto de cansancio—. Que no era él realmente. No me sorprende que ideara una forma de escaparse de esa prisión.

—Tenemos que encontrarlo, tío Stark —dijo Spiderman en un tono apremiante—. Quién sabe si está reuniendo un ejército ahora contra nosotros.

—¿Y por qué no se lo preguntáis al impostor directamente? —interrumpió Stark arqueado una ceja, molesto por la prisa de su ahijado—. Por mucho que os esforcéis, él irá un paso por delante de vosotros. Siempre. Yo no os puedo ayudar esta vez.

—Quizá no podamos encontrarle —intervino Alec de repente con seriedad—. Pero podemos intentar encontrar a Bucky. Y para eso necesitamos tu ayuda.

Hubo una pausa antes de que Tony se aventurara a responder.

—No puedo, Alec. No puedo llamar a James.

—¿Por qué, Tony? —quiso saber Peter. Pero Iron man no le respondió.

—Señor Stark, se nos acaba el tiempo. Si la CIA y el gobierno se enteran de que quien estaba en esa prisión de alta seguridad que usted construyó, no es el verdadero Capitán América, van a ir a por usted. Y el resto de países tendrá un motivo para entrar a atacar —continuó Murdock.

—Y no solo los demás países. Los Mutantes del Sector 7 pedirán explicaciones sobre la violación del tratado de Paz —dijo Peter quitándose la máscara—. Quien sabe si Steve no está de camino hacia allí ya. Shield eres tú ahora, tío Tony. Te necesitamos...

—Os he negado la entrada a mi taller precisamente porque no quiero hablar de estas cosas —insistió Tony alzando su ronca voz por encima de los demás—. Y yo no soy SHIELD. Coulson era Shield pero ahora no está... Se han ido todos. Y vosotros deberíais hacer lo mismo. Dejadme solo, por favor.

—Creo que deberías dejar es autocompasión para cuando todo esto haya terminado —dijo Alec cambiando su semblante a uno más iracundo.

—¡Alec! —protestó Peter.

—No, Pete. Estoy harto de su actitud. Yo también lo he perdido todo por culpa del Capitán. He tenido que tragar toda mi vida y mentir a todo el mundo sobre lo que ese hijo de puta le hizo a mis padres. Le tuve que mentir a Coulson también porque todos os pensabais que Steve era un componente importante de la organización. Y al final, ha resultado ser un monstruo —saltó Alec acercándose a Tony—. ¿Crees que yo aún tengo esperanza? No. Pero no me dejo consumir por la puta droga y la mierda, como estás haciendo.

—¿Y de qué sirve, me puedes contestar? —dijo Tony como ido—. ¿Ha servido de algo tu incursión a mi cárcel?

—¡Sí, Tony! ¡Nos ha servido para ver que era un impostor quien se hacía pasar por Steve! ¡Y podemos empezar por eso! ¡Podemos derrotarlo! Porque yo no tengo esperanza, tengo rabia. Rabia por las ganas que tengo de matarlo —contestó Alec dando un golpe en el escritorio.

—Alec, tranquilo —dijo Matt aproximándose al joven y agarrándole con delicadeza del hombro para apartarle—. Déjalo, vámonos ya. Vayamos arriba de nuevo. Johnny ya debe de estar de vuelta.

Alec no replicó y ambos desaparecieron tras el ascensor de regreso a la sala del edificio Stark. Peter se quedó solo junto a su tutor. Durante unos minutos no dijeron nada, ninguno se movió. Pero al final, el joven se acercó al inventor, le puso la mano en el hombro y Tony, sin mirarle, se la agarró y la mantuvo posada sobre él, con gesto doliente.

—No te vayas, Pete —susurró Stark con la mirada perdida—. Quédate...

—No me voy a ir a ningún sitio, Tony. Pero no voy a dejarte aquí y tú tampoco puedes estar de esta manera...

Entonces Tony se giró y se le quedó mirando con su triste mirada. Se señaló su pecho que desprendía aquella extraña luz.

—Me arrancó el corazón. Me quitó mi vida...

—Ya sé que no es mucho, pero yo estoy aquí contigo, ahora —terció Spiderman inclinándose sobre la mesa para que su tío no pudiera evitar mirarle—. Todos somos tu familia. Alec incluido. Ha sufrido mucho por lo que pasó, no te quepa duda. Y quiere tu perdón, por eso ha hecho lo que ha hecho.

—Alec está más que perdonado, Pete. No tuvo la culpa. Nadie la tuvo —dijo Tony llevándose las manos a la cara y frotándose sus ojos llorosos—. La vida es dura sin mi mejor amigo, nada más.

Peter abrazó a su protector durante largo rato y lo que quedaba del filantropo multimillonario playboy, no se opuso a su tacto. Era lo más próximo a la calidez que había experimentado durante ese tiempo de tinieblas.

—Eres muy fuerte, Peter Parker...

—Perdona, tío. Siento haberte abrazado tan fuerte —se disculpó Peter apartándose rápidamente—. A veces puedo ser brusco...

—No, Peter, no me refiero a eso. Digo que eres fuerte de corazón —dijo Tony tocando el sitio del pecho en el que Peter albergaba su órgano vital—. Nunca dejes que la oscuridad lo detenga.

—Nunca, te lo prometo.

*

En el ascensor Alec evitaba mirar directamente a Matt Murdock. Se sentía destrozado animicamente pero también furioso con Stark. Porque su tío legal podía hacer mucho más que quedarse allí sentado y llorando por lo que había perdido.

—No entiendo por qué no llama a Bucky. No entiendo. Él es inocente. No entiendo por qué no han cesado las órdenes de busca y captura contra él —masculló Alec cruzándose de brazos.

—Porque es el hombre más buscado de la historia, Alec —dijo Matt con esa voz que emanaba serenidad—. No pueden hacer como si no hubiera pasado nada con Barnes y llamarle a filas. Ha matado a muchas personas y traicionado al gobierno demasiadas veces como para que ahora se permitan el lujo temerario de confiar en él.

—Pero él no fue, Matt. Tú mismo fuiste testigo de lo que contó. Le utilizaron como asesino. Si alguien tiene el poder de quitarle todos los cargos es Tony.

—Tony no siempre le creyó —contradijo Matt volviéndose hacia su amigo—. Nunca des por sentado nada. Además, algo pasa con esos dos.

—¿Con Bucky y Tony?

—Sí. Tony ha querido poner un muro entre ellos y no entiendo muy bien por qué lo ha hecho. No es por lo que ocurrió en el pasado ahora que sabemos la verdad —explicó el abogado.

—¿Bucky atormenta a Tony? Eso no tiene sentido Matt —dijo Alec negando con la cabeza.

—Quizás me equivoque —repuso Matt encogiéndose de hombros.

El ascensor se abrió y ambos volvieron a entrar en la gran sala del edificio. En el centro estaba Johnny con feas magulladuras por todo su cuerpo. Sobre una silla de diseño y atado de pies a manos, estaba aquel hombre, cuyo rostro había adquirido un tono azulado. Sonreía con desdén a Johnny y a Jessica.

—Borra ahora mismo esa sonrisa de tu cara, cabrón, antes de que me dé por partírtela —advirtió Jessica mostrando su puño. Sin embargo, el impostor no le hizo ningún caso y dirigió su intensa mirada hacia Alec.

Este se acercó preocupado a Johnny pero enseguida el hombre ígneo le dedicó una sonrisa tranquilizadora.

—Estoy bien. Este desgraciado es más fuerte de lo que creía —dijo quitándole importancia.

—Así que estos son tus amigos, Alec —cortó Loki con desprecio sin dejar de mirar al joven.

Este se encaró con el impostor.

—Cállate, no hablarás hasta que no estemos todos —dijo Alec con seriedad.

—Estas paredes albergan secretos inconfesables —dijo Loki con un brillo enigmático en sus ojos y una sonrisa  torcida—. No sé lo que es, pero lo percibo.

—Si no se calla, os juro que le arreo —resopló Jessica.

—Jessica, déjale hablar —dijo Matt de forma pausada—. Si no puede estarse callado, que diga lo que tenga que decir.

Loki los observó a todos con una mirada feroz y una sonrisa que helada la sangre. Volvió a quedarse mirando a Alec, esa vez con curiosidad.

—Siento tu poder, Alec. No podrás controlarlo por mucho tiempo a no ser que obtengas un poder mayor del que tienes —dijo con su voz siseante. Alec apartó la vista de él. Por alguna razón, se sentía cohibido.

—¿Para quién trabajas? —dijo Johnny agarrándole del cuello y presionando.

Loki, en cambio, no podía apartar la vista del joven.

—Eres Alexander le Fay, el chico al que modificaron para ser un dios —continuó sonriendo con crueldad.

—No le escuches, Alec —dijo Matt agarrando a Alec del brazo para sacarle de allí. Pero el joven se opuso—. Al, vete de aquí. Te está provocando. Quiere liberar tu rabia.

—Eso es, hombre ciego —siseó Loki. No parecía estar asfixiandose por el fuerte agarre de la mano ignea de Johnny. Se permitió una grave carcajada—. Quiero que libere todo su poder y me revele su verdadera cara. ¿No te gustó lo que te hice en la celda?

Alec le propinó un puñetazo en toda la cara y el dios nórdico cayó hacia atrás, mareado y dolorido. El joven respiró fuerte para tratar de calmarse y se giró hacia Johnny. Este se acercó a él y le posó la mano en la frente. Al momento Alec se calmó y volvió a respirar con normalidad.

—Os pongo a todos en peligro —dijo Alec con un sollozo—. Tengo que irme de aquí, lejos. Bajo tierra.

—No, Alec. No te vas a ninguna parte —sentenció Johnny abrazándolo y acunandolo como si de un niño desconsolado se tratara—. Yo me encargaré de este desgraciado. Mantente al margen para que no pueda controlar tu rabia, ¿de acuerdo?

—Vamos, delincuente —dijo Jessica acercándose a Alec y acompañándolo hasta su habitación en el edificio Stark. Unos minutos más tarde volvió a la sala común sin decir nada.

Mat se acercó a preso y volvió a sentarlo en la silla.

—Loki, ¿dónde está el capitán? —dijo—. Yo tengo mucha paciencia, pero mis amigos no. De modo que si no empiezas a decirnos todo lo que sabes, no tendré más remedio que dejar que hagan contigo lo que quieran.

—Los humanos no sois más que animales sin educación ni dignidad. Sólo conocéis el lenguaje de la violencia.

—Mira quién fue a hablar —dijo Johnny frotándose una herida de la cara—. Tú no eres precisamente un ser pacífico.

—Es un cobarde —puntualizó Jessica con una sonrisa de ironía— que se disfraza de otros para pasar desapercibido.

—Steve ya debe de haber llegado a la Casa Blanca para dar su golpe de Estado —dijo Loki ignorando los otros comentarios—. Una vez suceda, no tendréis ninguna posibilidad contra él. Porque mientras vosotros estuvisteis latentes durante este tiempo, el ya habrá obtenido el arma definitiva.

—¿De qué hablas? —dijo Johnny rabioso.

—Unos amigos míos van a tomar el control de vuestro patético planeta. Y Steve les está dando la llave en mano.

—No lo podemos permitir —dijo una voz proveniente del ascensor.

Todos giraron la vista y se toparon con la triste y deteriorada figura de Tony Stark. Descalzo y en ropa interior manchada de suciedad y vómito, se acercó hasta ellos, tambaleante. Loki se carcajeó.

—El hombre de hojalata —dijo el dios con sarcasmo—. ¿Crees que vas a poder hacer algo contra Steve Rogers? Yo lo cree. Yo hice de él un traidor y la mayor amenaza que este infecto país jamás ha conocido.

—Púdrete en el infierno —dijo Tony con una mueca de dolor. Peter se acercó a él e hizo que se apoyase en sus hombros—. Matt, Jessica; reunid a todos los aliados que podáis. Johnny; contacta con Carol en la EEI. Que envíe un mensaje a Asgard y les diga que les falta un prisionero. Y Pete, quédate con Loki. Hazle cantar. Yo tengo que ir a reencontrarme con un viejo amigo.

Todos se pusieron en marcha y Peter Parker se quedó solo con el asgardiano. Loki casi se echó a reír de incredulidad.

—¿Deja a un dios nórdico con un novato? —dijo sin creerse lo que veía.

Spiderman no contestó. Se dirigió a la barra del bar de la sala, tomó dos copas con una mano y una botella de ron con la otra. Después, volvió con Loki, se sentó en el suelo y sirvió la espiritosa en sendos recipientes.

—¿Te gusta el ron? A mí no mucho, pero tenía que beberlo por simpatía cuando Tony se ponía hasta el culo de alcohol —dijo dirigiéndose al dios para desatarle las correas eléctricas que Johnny le había puesto—. Eres libre. Puedes escaparte y chivarte a quienquiera que sea tu jefe.

—Yo no tengo señor —cortó Loki iracundo.

—... O puedes beber conmigo y hablar como personas civilizadas —prosiguió Peter tendiéndole una copa de ron al asgardiano que la cogió, aún más desconcertado que antes.

—¿Te ríes de mí, niño? ¿Crees que voy quedarme aquí bebiendo contigo?

—¿Y por qué no? —dijo Pete encogiéndose de hombros—. Acabas de decir que los humanos no tenemos modales. Me gustaría convencerte de lo contrario.

Loki lo miró con recelo. Podía escapar pero estaba tan intrigado con la actitud de ese chico que no supo muy bien cómo reaccionar. ¿Le dejaba libre así como así? ¿Es que era demente?

—Podría matarte con un simple chasquido de mis dedos —dijo Loki a Peter con tono amenazador. Peter, simplemente hizo un gesto de indiferencia.

—Lo que tú digas. Pero entonces te quedarías sin saber nada de lo que planeamos. Si me matas, Johnny vendrá por ti y no creas que te va a tratar tan bien como yo te estoy tratando —dijo Peter echando un largo trago a su vaso—. Nadie aquí esta siendo violento contigo de modo que podrías comportarte con más amabilidad.

—¡Más amabilidad! —exclamó Loki al borde de la risa de nuevo—. Yo estoy siendo muy amable.

—Oh, sí, ya lo veo —dijo Peter sonriendo con sarcasmo. Se sentó de nuevo en el suelo y se quedó mirando a Loki. Este desvió la mirada, incómodo—. ¿Qué te paso? ¿Por qué odias tanto a los humanos?

Loki no contestó. Peter suspiró y se terminó el ron de su copa.

—Entiendo que no te gustemos. A mí tampoco me gustaba este planeta. Yo era como tú hace tiempo, cuando estaba en el instituto. Un grupo de matones se dedicaba a darme palizas y un montón de cosas horribles... —explicó el chico araña.

—¿Y por qué no les plantaste cara? —dijo Loki fingiendo que no estaba intrigado por lo que el otro le contaba.

—En esa época aún no tenía poderes. Y aunque los hubiera tenido, no creo que hubiera sido capaz de hacerlo. Era débil de aquí y aquí —dijo Peter señalándose a la cabeza y al pecho—. ¿Nunca se han metido contigo? Quiero decir, ¿nunca te han acosado en el lugar del que procedes?

Loki se quedó pensativo un segundo, mirando su copa. Frunció los labios, se llevó el ron a la boca y se lo bebió de un trago. Peter sonrió de forma discreta.

—Sí, sí que me acosaban.

*

Alec cogió la foto con marco que presidía su escritorio de metal y la contempló con tristeza y nostalgia. El ella estaban el tío Tony, Phil, Peter y él mirando a cámara. Los cuatro sonreían felices. Tony llevaba un gorro del cumpleaños de cartón en la cabeza y Peter intentaba quitárselo. Phil quiso hacerse la foto para inmortalizar aquel breve momento de felicidad y Alec, que no solía sonreír, aquel día se rindió al ambiente feliz general.

—Lo siento, Phil —sollozó Alec tocando la cara impresa de Coulson en la foto—. Siento lo que hice. Tendría que haber confiado más en ti y tendría que habértelo dicho. Pero tú le admirabas muchísimo. Lo siento de veras...

Dejó el marco de nuevo sobre el escritorio y abrió un cajón. Extrajo un pequeño teléfono móvil antiguo, de esos que tenían tapa, lo abrió y marcó un número de teléfono. La señal sonaba muy débil al igual que la voz que se puso una vez se estableció contacto.

—¿Alec?

—Bucky, tienes que ayudarnos. Steve no estaba realmente aquí. No era él. He cometido una estupidez...

—... Alec, tranquilo...

—¿Por qué no puedo ir contigo? ¿Por qué no puedo ser útil a nadie? —dijo Alec a punto de romper a llorar—. Por culpa de mis poderes, Phil ya no está. Y ahora lo he estropeado todo... Sé que Tony me odia por lo que pasó.

—Alec, escúchame. Tranquilo. Primero, cálmate —dijo la débil voz por el movil—. Tony jamás podría odiarte. Es un buen hombre y entiende lo que pasó. Por eso tienes que estar a su lado. Si vienes conmigo, las cosas no saldrán bien.

—¿Por qué? ¿Le has encontrado? ¿Vas a matar a Steve? —dijo Alec con voz ronca.

—Le he encontrado —dijo Bucky— pero no voy a matarle. Ni tú tampoco. Alec; no quiero que te conviertas en un asesino. Ya hablamos de esto.

—No puedo dejar que viva. Él me lo quitó todo.

—No, Alec. No voy a dejar que te conviertas en lo que yo una vez fui. La venganza no resolverá tu situación —pidió Bucky—. Quédate junto a Peter y a Tony. Ellos son los que te necesitan. Voy a colgar. Corro el riesgo de que me intercepten.

—¿Por qué Tony no te llama?

—Adiós, Alec, lo siento...

La voz dejó de sonar y la comunicación se cortó. Alec se dejó caer sobre el borde de su cama y se llevó las manos a la cara, desconsolado. Dejó caer el móvil sobre la cama. Echaba de menos a Bucky y no entendía por qué ya no estaba cerca de él. Se secó las lágrimas de los ojos. Al menos Bucky iba ya tras la pista de Steve y en algún momento podría derrotarlo. Matarlo. Pero si le mataba, decepcionaba a Bucky. ¿Qué iba a hacer cuando lo tuviese frente a él?

Llamaron a la puerta y con lentitud, se incorporó y fue a abrir. Era Peter.

—Ey, quería saber si estabas bien —dijo Spiderman.

—Sí, no te preocupes. ¿Y el prisionero?

—Abajo, en el sofá. Llevaba tiempo sin probar una gota de alcohol, así que se ha emborrachado y está ahí tirado en el sofá grande.

Alec frunció el ceño.

—¡Tío, cómo le dejas solo?

—Me fío de él. Es como un gatito. Saca las uñas pero en realidad solo quiere que le presten atención. Y el muy idiota no sabe beber...

—¡Baja ahora mismo! Peter, espero por tu bien que esté ahí todavía —dijo alarmado Alec.

—¿A dónde iba a ir? —dijo Peter bajando a toda prisa las escaleras seguido por Alec.

Se encontraron a Loki tirado en el sofá, con la mirada perdida en algún punto del techo. Alec suspiró aliviado.

—Te lo dije —advirtió Peter recogiendo los vasos del suelo—. Además me ha contado cosas de su vida muy interesantes.

—Esto es surrealista —dijo Alec frotándose las sienes. Una sonrisa triste se dibujo en su rostro—. ¿Hay más ron? Necesito un trago.

—Marchando.

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