Capítulo 11: la verdad
Tiempo presente
Peter tuvo que detener un momento la grabación. Había demasiada información que procesar pero empezaba a tener una imagen clara de lo que había sucedido. Se llevó las manos a la cara para cubrirse los ojos con ellas y se quedó un buen rato en esa posición. Cerca de él, Tony soldaba y arreglaba su traje con unos auriculares en las orejas, de espaldas al holograma. No quería oír nada de lo que su padre decía. No podría soportarlo una segunda da vez.
Peter se incorporó y se dirigió hacia él para ponerle una mano en el hombro. Tony se giró y se quitó los auriculares.
—¿Qué ha pasado?
—Lo he parado —dijo Peter con los ojos llorosos—. Tenía que dejarlo por un momento. Entiendo por qué estuviste así.
Tony se volvió del todo y lo abrazó besando su frente.
—No hay un sólo día que no me culpe por lo que pasó. Con Phil, con Pepper, tus padres... Es una espiral de la que no puedo salir.
—No debes hacerlo. La culpa no ayuda, Tony. Solo entorpece y no te deja ver en dónde estamos ahora.
—No has terminado aún la grabación. Te queda una última revelación.
—La grabación puede esperar. Quiero ayudarte —pidió Peter.
—No, tú termínala. Yo debo terminar de retocar el traje —dijo Tony muy serio observando una junta que tenía mal aspecto.
De pronto, uno de los monitores holograficos de la sala se encendió y dio paso a la imagen en tres dimensiones de una mujer cuyo pelo parecía arder en llamas. Era Carol.
—Stark, aquí base Phoenix. ¿Me recibe? Cambio.
—Torre Stark a base Phoenix. Te recibo, cambio.
—¿Dónde demonios estabas, Tony! —Su tono cambió repentinamente a uno más maternal y enfadado—. He tratado de contactar los últimos meses y el canal estab cerrado.
—Lo siento, Danvers. No estaba teniendo un buen momento.
—¡Tu chico ha dicho que vuelves a la carga pero te has perdido las novedades del espacio exterior!
—Carol, el chico tiene más años que tú y yo juntos. Trátalo como un carcamal y que no se lo crea demasiado. Debería estar tomando el sintrón...
—Me alegra oír que sigues diciendo las mismas gilipolleces de siempre, Tony, pero te has perdido el primer tiempo del partido; Quasar y Nova volaron hacia Asgard y se encontraron con que el planeta estaba ardiendo y ni rastro de Thor.
Tony abrió los ojos y se levantó como un resorte de su mesa de trabajo.
—Loki —exclamó dirigiéndose hacia el ascensor seguido de Peter.
—¡Espera, aún tengo más cosas que contarte!
El holograma se quedó a media frase pues Stark y el chico se dirigían con el elevador hacia la sala común donde supuestamente Loki y Alec se encontraban durmiendo la mona.
El genio se acerco hasta el sofá y acercó una mano a de los cuerpos inconscientes. La mano pasó a través de ellos como si estos fueran fantasmas.
—Un holograma —comprendió Stark incorporándose.
Peter se llevó una mano a la boca para ahogar una exclamación de sorpresa consciente de que había metido la pata dejando al dios nórdico solo junto con el chico.
—Alguien nos ha traicionado —dijo Parker atónito.
Tony arrugó el gesto, rabioso. Miró en derredor y se percató de que las cámaras de vigilancia no estaban funcionando. Se habían cuidado muy mucho de no dejar pistas.
El reloj holografico de la muñeca del genio protestó y Tony lo activó. La imagen a escala de Carol Danvers se formó sobre la esfera del reloj y mostró su enojo.
—La próxima vez que me dejes con la palabra en la boca, te juro que...
—Loki se ha llevado al chico —interrumpió Tony. Sentía su cuerpo temblar de rabia—. Alguien está jugando un doble papel en todo esto...
—Aqui también hay problemas, Tony. Me has interrumpido y no he podido contarte que un ejército enorme de naves alienigenas se está aproximando a la Tierra. Quasar no podrá sola con todos ellos.
—Johnny os ayudará. Aquí también estamos teniendo problemas y creo que, que ese ejército y que Alec haya desaparecido, esta interconectado. Cambio y corto —dijo Tony azorado cortando la comunicación.
—Sabes que te matará por cortarle la comunicación una segunda vez, ¿verdad? —dijo Peter intranquilo.
—Peter, pon la televisión —ordenó Tony.
El chico obedeció y prendió el aparato con pantalla de plasma, tan fina como un dedo meñique. Al instante, la imagen de un hombre ataviado con un oscuro uniforme de guerra se dirigía a los espectadores con un gesto de seriedad, hierático.
—... Un nuevo orden mundial se alzará y se asentará y todos vosotros seréis testigos de la grandeza de Hydra. Hemos pasado por penurias y guerras inútiles debido a la Incompetencia de nuestros pasados gobernantes. Todo eso terminará cuando el Líder Supremo tome el control de nuestra tierra y los grupos rebeldes sean aplastados —dijo el hombre. Era Steve.
Las rodillas de Tony flaquearon y, de no ser por Peter que se acercó para sujetarlo, habría terminado en el suelo, conmocionado.
—Iron man es el enemigo público número uno de la Tierra en estos momentos. Deberá entregarse cuanto antes para ser juzgado por sus crímenes contra Hydra. Sólo así podrá restablecerse la paz. Si no se entrega de forma pacífica y voluntaria, será buscado y ejecutado —dijo Steve sin variar un ápice el grave tono de su voz—. El Norte guarda peligrosos secretos.
La transmisión se detuvo en ese momento para dar paso a la sección de noticias. Tony fue el encargado de apagar de nuevo la televisión.
—Tony... No puedes ir allí —dijo Peter sentando a su tío adoptivo en el sofá—. ¿Qué significa que el norte guarda peligrosos secretos?
—Que esta en la base del Ártico de Shield que construyó mi padre —contestó Tony con la mirada perdida.
Entonces alzó una de las manos, se descubrió la muñeca y dejó al descubierto un pequeño tatuaje cerca de la palma de la mano. Peter pudo leer el nombre real del Capitán América.
—Tony...
—Voy a matarlo.
—No eres un asesino. Ni siquiera sabes si es o no una trampa o una declaración de guerra. No puedes arriesgarte —dijo Peter precavido.
—Mató a mi padre y casi me mata a mí. Hasta hace poco creí que lo que había pasado no podía ser cierto —dijo Tony con temblor en su voz—. Pero me lo acaba de demostrar. Howard tenía razón; era un monstruo y yo me negué a escucharle.
—No puedes volver a caer en la rabia. Puedes hacer mucho más que eso, Tony —insistió Spiderman.
—Ya es demasiado tarde para mí, Pete. Termina la grabación. Yo debo volar al Ártico —dijo Tony decidido levantándose del sofá y dirigiéndose de nuevo al taller.
*
Bucky se acercó a Steve una vez que esté termino de retransmitir en directo para todo el mundo. Observó la pesadumbre en el rostro de su antiguo amante.
—Si viene me matará. Tratará de matarnos a todos —dijo el capitán—. Creo que ha sido una mala idea decirle que viniese.
—Steve, te creerá. Estoy contigo, ¿recuerdas?
—Eso no es garantía para que nos crea. No lo aceptará y no nos ayudará...
—¿Recuerdas lo cenizo y agorero que eras cuando eras un chico delgado y escuchumizado? ¿Recuerdas cuando te rescaté de las garras de Cráneo Rojo? —dijo Bucky situándose frente a él con una leve sonrisa—. Traicionaste a toda una nación. Yo te creí un ser despreciable. Pero aun así luché por ti y por nosotros y no dudé de tu bondad. Porque sabía que podía confiar en ti. Tony hará lo mismo. Aún te quiere... Aún puede darse cuenta de lo que sucedió.
—Le arranqué el corazón, Buck. Casi lo mato por mi ataque de rabia. Él no tenía la culpa de lo escoria que fue Howard y aun así... No, jamás podrá perdonarme.
—Es mi hijo, Steve. Y es un buen hombre.
—Noto cierto tono de orgullo paternal en tus palabras —dijo Steve bajando la cabeza y esbozando el también una leve sonrisa.
—Puede ser. Pero tú también eres un buen hombre. Le salvaste.
—Ambos lo salvamos.
—Y por eso debe conocer la verdad.
*
Loki observó el gesto de rabia del chico. Tampoco podía creer que Mat estuviera en su bando. Algo no cuadraba.
—Alec, espera —dijo Murdock intentando hacerse oir—. Tienes que saber algo importante.
—¿Crees que podrás hacer algo, Murdock? Alec está demasiado rabioso como para atender cualquier historia. Conozco bien ese sentimiento —comentó el dios del engaño cruzándose de brazos y sin dejar de fijar su mirada en la confusa del joven.
Este no parecía atender a razones. Lo único que deseaba era abalanzarse sobre aquellos farsantes. Uno había dichos ser su amigo en el pasado. El otro se había hecho pasar por el objeto de su venganza.
—¡Estáis los dos muertos! —rugió con una mano en alto cuyos dedos comenzaron a iluminarse como teas.
Loki fue más rápido y con un movimiento de su mano, congeló las de Alec rápidamente. Atónito, Alec se volvió hacia el dios, resoplando rabioso.
—Quítame el conjuro. ¡AHORA! —Volvió gritar el chico.
—Si te calmas y retiras lo que me has llamado antes, lo haré —dijo Loki frunciendo el ceño.
—¿El qué? ¿Monstruo? No pienso negar esa verdad —replicó Alec.
—Entonces no pienso ayudarte.
—¡Quítamelo! —Por causa de su rabia, las paredes y el suelo de la celda temblaron. Los sentidos de Matt se volvieron locos ante tanta turbulencia mágica.
—Basta, los dos —pidió con voz firme. Las paredes dejaron de moverse y Alec pareció volver a su estado inicial de rabia contenida—. Alec tienes que escucharme, por favor. Solo te pido eso.
—¿Por qué iba a escucharos? Sois todos unos traidores a la nación y unos mentirosos.
—Deberías soltarle el spoiler máximo para que se quede sin habla —sugirió Loki con un mohín de fastidio—. Aunque no se cuál de ellos es más fuerte. Si que Thanos se aproxima a la tierra con un ejército inconmensurable de alienigenas o que Tony Stark es el hijo de Bucky.
Al escuchar aquello, Alec se quedó petrificado en el sitio. Mat se llevó una mano a la cara, incapaz de lidiar con la actitud de Loki.
—Genial, Laufeyson. Sigue comportándote así, sin ayudar nada.
—¡Estoy harto de no avanzar nada! Si he venido a la tierra es para pediros vuestra ayuda. Ese Titan está loco y pretende acabar con todo ser viviente de este planeta. Os estoy intentando decir que no os queda tiempo y vosotros aquí, tratando a este chico entre algodones como si fuera una figura de cristal —protestó Loki.
—Para empezar, nada de esto habría pasado si tu no hubieras conducido a Thanos hasta aquí.
—No tenía elección... —dijo Loki recordando algo con dolor de pronto—. Los mató y yo era el siguiente.
Alec, aún conmocionado, había dejado de escuchar la discusión. Su cabeza daba vueltas. No era posible. No podía creer lo que Mat le había dicho. En algún punto de la discusión volvió a prestar atención y acalló la riña de los otros dos.
—¿Quién es Bucky y quién soy yo en realidad? —dijo con la garganta seca.
Mat suspiró al ver que Alec se mostraba colaborativo por primera vez desde que estaba allí. Aun así, sabía que debía escoger las palabras adecuadas.
—Bucky fue un asesino a sueldo de Hydra durante décadas a la vez que un viajero en el tiempo. Lo congelaban para mantenerlo y solo lo ponían en funcionamiento cuando la organización lo requería. Hasta que un buen día mató a la madre de su hijo y los recuerdos que le ocultaron, volvieron a él para hacerle enfurecer y matar a casi la totalidad de Hydra, cegado por la rabia. Después de aquello, vagó por el mundo, congelandose de vez en cuando para mantenerse y así llegar hasta nuestros días como lo ves. Bucky fue quién me ayudó cuando mataron a mi padre y me quedé ciego por los vertidos químicos. Él fue quién me enseñó a luchar.
Loki también prestó atención a la historia. La miseria ajena le hacia olvidar durante un breve momento la suya propia.
—Y tú, Alec, naciste en un tanque experimental. No tienes padres, ni hermanos porque fuiste creado por Industrias Oscorp e industrias Stark para salvar a la humanidad de una posible amenaza. La razón por la que yo estoy ciego fue porque un camión con un vertido químico destinado para tu creación, volcó en medio de Manhattan, yo estaba cerca y me cayó en la cara —continuó Mat.
—¿Por qué? ¿Por qué fui creado? ¿Con qué propósito?
—Howard era un hombre muy paranoico —dijo Mat. Para Alec que Mat dijera aquello fue chocante pues siempre había creído que el abogado tenía en alta estima al magnate—. En los años sesenta, comenzaron a manifestarse personas con poderes suprahumanos que ya conoces; los mutantes. Howard pensó que todos eran una amenaza de modo que mando matar a todos aquellos que mostraran sus poderes en público o que fueran sospechosos de tener el Gen X. Con el adn de los mutantes empezaron a crearte a ti, una inteligencia artificial prácticamente humana capaz de invocar todos los poderes que te implantasen.
—Básicamente que todo el genocidio de los mutantes del siglo pasado es por mi culpa —dijo Alec con los ojos llorosos.
Mat no dijo nada. Loki frunció los ojos, con sorna. Quién calla, otorga, pensó.
—Alec, no debes culpabilizarte de lo que pasó. Tu existencia se debe a de la paranoia de un hombre enajenado, sí. Pero no fue tu culpa y no debes pensar así —dijo Mat finalmente.
—Sin embargo es la verdad, no trates de negarla —dijo Alec con voz temblorosa—. ¿Y mis padres quiénes eran realmente?
—Temo que si te lo cuento no vuelvas a confiar en nadie nunca más —dijo Mat contenido—. Creo que deberías esperar a que Tony venga aquí para que podamos deciroslo a ambos.
—No, quiero saberlo ya. Toda mi vida es una mentira ahora. Todo en lo que creía ya no existe así que merezco saber toda la verdad y no voy a esperar ni un minuto más —se negó Alec.
—Si conoces la verdad, no podrás matar a Steve —intervino Loki.
—¿Qué estás diciendo?
—Alec, la razón por la que no puedes tener tus poderes a pleno rendimiento es porque aún te falta una parte del proceso por completar —dijo Mat—. Steve la tiene. Y tú debes quitársela.
—No entiendo nada. ¿Mi venganza estaba programada?
—En parte —continuó Mat.
—Quítame el conjuro —pidió Alec a Loki. Este obedeció y le liberó las manos—. Necesito que me llevéis hasta él. Si es cierto lo que decís, quiero oír la verdad de su boca. Quiero que me explique por qué mató a mi familia.
Mat asintió y los dos escoltaron al joven de nuevo hasta la sala principal del fuerte. Una vez dentro, Bucky se volvió. Iba a dirigirse a Alec pero este lo detuvo tajante.
—Solo he venido a hablar con él —dijo el chico apartando con brusquedad a Bucky de su camino y dirigiéndose a Steve. Su uniforme oscuro relucir gracias a la tenue luz de la sala. Sobre su pecho, centrado, Alec pudo ver el logotipo de una calavera de cuyo interior salían ocho tentáculos. Alec hizo acopio de todas sus fuerzas para no asestar a Steve un puñetazo en toda la cara.
—Cuéntame la verdad. ¿Qué pasó realmente con mis padres? ¿Quién soy?
El aura amenazadora de Alec no pareció perturbar a Steve en ninguna forma. Asintiendo con gesto solemne se situó frente a él y habló con voz grave.
—De acuerdo, escucha con atención.
*
Nueva York, 1950
La intempestiva visita de Howard Stark a la celda que compartían los Rosenberg en la milla verde de la cárcel, sorprendió al malvado matrimonio de espías. Alzaron la vista y observaron como el hijo adoptivo de Eisenhower había ordenado a los guardias que se fueran y se sintieron inquietos por primera vez.
—¿Sucede algo, Stark? ¿Quiere saber algo más acerca de Hydra? —dijo el hombre con una sonrisa tratando de mostrar seguridad.
Howard se sentó en un taburete de la celda frente al matrimonio y acto seguido, de su traje de tweet sacó un fragmento de algo parecido a un cristal luminosos que brillaba con un fulgor azulado.
—Karpov me dijo que ustedes eran sus mejores agentes. Sin embargo, han mostrado una falta de discreción y profesionalidad en su trabajo que me ha descolocado por completo —dijo Stark dejando al matrimonio patidifuso.
—¿Cómo ha dicho? —dijo la mujer estupefacta.
—¿Es que están acaso sordos? Son ustedes los peores espías que Karpov podía proporcionarme. No han hecho más que ponerse en el foco de la opinión pública en vez de continuar con la máxima discreción sembrando la inseguridad entre las relaciones de Rusia y Estados Unidos —dijo Howard chasqueando la lengua contrariado—. Hagan el favor de prestar atención a lo que digo. Van a matarse entre los dos. Ese es mi deseo.
Al instante, el cristal roto emitió un poderoso haz de luz que alcanzó a los dos individuos y antes de que terminará de apagarse de nuevo su intensidad, el señor y la señora Rosenberg habían empezado a pegarse, a arañarse tratando de hacerse sangre y chillando como dos animales rabiosos.
Howard se limitó a incorporarse y a salir de la celda. Antes de hacerlo, se giró al ver que la mujer implorar a clemencia y le pedía saber por qué había hecho eso.
—No hay ninguna cabeza que cortar, señora. Yo soy Hydra —dijo él serio, sin pizca de sorna, como si decir aquella palabra le doliera profundamente.
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