uno

Muerte.

Es sólo una palabra de seis letras. Tres vocales, tres consonantes, dos sílabas. ¿Cuál es su definición exacta? ¿Hay alguna definición exacta?

Si tu vas y hojeas un diccionario, y buscas entre las páginas la palabra muerte, tal vez encuentres algo como esto:

muerte. (del lat. mors, mortis)

sustantivo.

1. El acto de morir: cesación de la vida.

2. El final permanente del proceso vital de un elemento.

3. La acción o acto de morir, o ser asesinado.

Y continúa explicándote como la palabra muerte puede ser usada para personificar la destrucción de la vida, etcétera. Pero, eso es muy técnico, así que investiguemos y basémonos en el hecho. ¿Qué es la muerte en realidad? ¿Es sólo el final de la vida?

Bueno, ninguno de nosotros podría saber. Ninguno de nosotros ha muerto antes, y a pesar de que alguno pueda decir que tal vez haya rozado el borde de entre la vida y la muerte ninguno de nosotros ha estado completamente muerto. ¿Cómo se sentirá? ¿Será pacífico, será la dicha?

Pensamientos como este me atormentan día y noche. La mayoría de las preguntas son acerca de cómo sería cruzar al otro lado. Por un largo tiempo he deseado poder cruzar y dejar este mundo atrás. Si existe un cielo y un infierno, la muerte sería el cielo y la vida sería lo más cercano al infierno.

Eso, supongo, es la verdadera razón del por qué nos hemos mudado a Castle Hill, Washington dejando atrás Sacramento, California. Mis mórbidos pensamientos de quitarme la vida espantaron a mis padres, así que han empacado sus maletas y decidido que tendríamos que mudarnos a través de dos estados enteros para escapar de los demonios que han atormentado dentro de mí en California.

Como si ellos no seguirán atormentando dentro de mí en este pequeño y frío pueblo.

—Jane, Jane ¿me estás escuchando?

Miro a mi madre, quien apoya ambas manos a los lados en su cadera con su cabello negro recogido en un moño desordenado.

—Desempaca esos platos. Pueden ir en aquella alacena.

Me dirijo a regañadientes, deslizando la caja por encima del mostrador y pongo fuera las pilas de porcelana blanca.

—Esta casa es rara —remarco, arrugando mi nariz ante la capa de polvo que cubre los estantes del gabinete.

—No es rara, es histórica. Fue construida en 1923, tu sabes.

Suspiro, ordenando cuidadosamente los platos.

No es difícil de creer que esta casa fue construida hace aproximadamente noventa y un años. El exterior está construido de una piedra grisácea y estoy segura de que era bastante costosa en esos días. Tiene el tamaño de una mansión, lo cual es muy grande sólo para tres personas, pero mi padre parece estar obsesionado con todas las cosas antiguas, casas incluidas. Inclusive si la casa está a dos millas del resto del pueblo y frente a un descuidado camino.

La casa se parece al tipo en donde vivirían familias de dinero, con techos altos y una larga puerta frontal hecha de madera. Dos grandes escaleras conectadas del primer piso al segundo a lo largo del vestíbulo, y un grande y ancho candelabro colgando en medio de éste.

Mi padre, siendo un fanático de la historia quedó estático cuando encontraron la casa en toda esta belleza retro. No, no pudimos obtener una simple casa en alguno de los vecindarios cerca de la escuela, nosotros necesitábamos una casa histórica.

Mis padres son lo que podrías llamar "peculiar" ambos son maestros; mi madre es maestra de escuela primaria y mi padre es profesor. Ellos se preocupan acerca de toda mi vida, desde si mis calcetines son lo suficientemente cálidos hasta mi cercano encuentro con la muerte.

No los culpo. El suicidio no es algo que se tome a la ligera. Pero ellos me tratan como si yo fuera un manojo de cartas, un delicado fragmento de cristal que está esperando a romperse. Y no me gusta ser tratada así.

Rompo en un ataque de tos mientras abro otra alacena, el polvo de ésta vuela fuera y se adentra en mis pulmones.

—Dios, ¿que los dueños anteriores no pudieron haber limpiado aunque sea un poco? —tartamudeo mientras mi tos cesa.

—Nadie ha vivido aquí por algunos años, la casa estuvo a la venta por mucho tiempo —mi madre dice sin más.

—Qué puedo decir —balbuceo y ella me mira.

—¿Por qué no vas a tu habitación a desempacar tus cosas? Estoy segura que hay menos polvo allí.

—No sé ni siquiera si recuerde el camino a mi habitación.

Mi madre agita su cabeza y una pequeña sonrisa aparece en su rostro por mi sarcasmo.

—Anímate cariño, ¿recuerdas que dijiste que tratarías de ser más optimista?

Suspiro, cerrando la polvorienta alacena.

—Sí —me quejo.

—Bien. Ahora sonríe y ve a desempacar esa hermosa habitación tuya —sonríe ampliamente devolviéndole yo, una falsa sonrisa.

Camino con dificultad por las escaleras, observando el enorme candelabro colgado encima del vestíbulo. Dios, este lugar es viejo.

El último escalón cruje en cuanto llego al segundo piso, mis ojos se mueven entre cada puerta hasta que encuentro la que al parecer es mía.

Empujo la adornada puerta de madera y entro en la habitación.

Mi cama está llena de cajas repletas al igual que cada espacio del lugar. Una larga ventana asoma a la parte trasera de la propiedad donde el gran patio trasero se extiende, el pasto es de un color verde llamativo. Un viejo espejo está apoyado contra la pared (lo hallamos en esta habitación cuando nos mudamos). Es lindo, creo. Mi madre dijo que podía tenerlo si quería, sino, ellos lo pondrían en el cuarto de huéspedes.

Camino hacia una caja marcada como "ropa" y decido que es lo primero que voy a desempacar.

El armario es amplio y suficientemente grande para acomodar mi estilo limitado de ropa. Soy minimalista cuando se trata de la mayoría de las cosas, ropa incluida.

Suspiro y abro la caja, solo para que una avalancha de confites caiga de ella. Hago una mueca. Siempre he odiado estas espumas de poliestireno, buenos-para-nada confites. Como sea, mis padres los aman.

Tomo unos jeans y blusas de la caja moviéndolos a mi armario.

Me quejo de inmediato cuando una capa de polvo vuela hacia mí de un estante.

—Maldito polvo —murmuro, pasando mi mano alrededor del espacio y dejando un camino limpio para mí. El polvo vuela junto con el aire en una repugnante nube. Arremolinándose.

Pongo las prendas sobre el perchero tratando de ignorar la abundancia de polvo. Estoy a punto de dirigirme hacia la planta baja en busca de un plumero, pero algo capta mi atención.

Una pequeña caja, metida dentro de uno de los estantes. Frunzo el ceño llegando hacia ella y tomándola, más polvo vuela del estante. Toso y corro mi mano por encima de la caja, limpiándola un poco.

Me siento en el colchón desnudo descansando en la orilla de éste y pongo la pequeña caja sobre mi regazo. Es negra, con un lindo diseño en plata sobre la tapa. Corro suavemente mis dedos sobre el exterior, intrigada.

Tal vez perteneció a los dueños anteriores y olvidaron llevársela con ellos cuando se mudaron.

Levanto la parte superior de la caja curiosamente.

El interior es de terciopelo negro, y el espacio es pequeño. No hay ni una sola mota de polvo dentro, pero eso no es lo más raro.

La única cosa que hay dentro es una sola fotografía Polaroid.

Ésta muestra a un chico el cual luce un poco más grande que yo, con cabello castaño y ojos claros. Una sonrisa es dibujada a través de sus labios, sus manos permanecen detrás de su espalda mientras él descansa contra la pared. Usa un fresco suéter color blanco y pantalones negros, la media sonrisa en su rostro es casi inquietante.

Doy vuelta a la foto buscando por algo que me indique de a quien podría pertenecerle.

No hay nada, a excepción de dos iniciales pulcramente escritas.

H.S.

Doy vuelta a la foto nuevamente quedando de frente, miro la fotografía por un rato, observándola.

Y la única cosa que puedo llegar a pensar mientras analizo la simple y casual fotografía es que este chico de la foto es una de las más intrigantes y hermosas personas que jamás haya visto.

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