tres

Me observo en el espejo, admirando la delicada cadena que yace alrededor de mi cuello. La pequeña calavera junto con los hermosos huesos cruzados caen a la mitad de mi pecho, deteniéndose por encima del borde de mi blusa.

Es hermosa.

Pero ¿cómo diablos terminó en la pequeña caja? Ha pasado una noche desde que la encontré y ahora me encuentro alistándome para asistir a mi segundo día de clases. ¿Debo usar el collar para ir a la escuela? Creo que sí. Es tan delicado y precioso, extrañamente me hace sentir de buen humor en vez de mal.

Siento como si de alguna manera debería estar horrorizada por el hecho de que un raro collar apareció en una rara caja en donde encontré una rara fotografía, pero no lo estoy. Es casi como si todas estas cosas fueran un pequeño regalo.

—Da igual —digo hacia mi reflejo, tomo mi bolso y dejo el collar en mi cuello.

Bajo las escaleras, empujando mi negra cabellera por encima de mi hombro. El sol brilla hoy; la luz se refleja en los pequeños cristales del candelabro que cuelga por encima del vestíbulo.

—Buenos días cariño —mi padre me saluda desde su asiento al otro lado de la cocina, sosteniendo el periódico por encima de su regazo. Un plato lleno de comida está situado frente a él en la mesa mientras me sonríe ampliamente.

Lo saludo y me dirijo a tomar un plátano del frutero.

—Jane, hice tostadas —dice mi madre, sirviendo un poco de café en su taza.

—Gracias, pero estoy bien con esto —digo, pelando la fruta.

Mi madre se encoge de hombros y toma un sorbo de su café.

—Bueno, creo que ya debería irme —digo, mordiendo la fruta y poniendo un mechón de cabello detrás de mi oreja.

—Muy bien, ten un lindo dí-

Mi madre instantáneamente deja de hablar.

—Jane —dice frunciendo el ceño, mientras me detengo y volteo hacia ella.

— ¿Hmm?

— ¿Nuevo collar?

Una de mis manos se eleva hacia el dije de calavera. Dejo de masticar, tragando rápidamente.

Se posiciona frente a mí, apuntando hacia éste.

— ¿Una calavera?

—Uh...sí, la compré en, uh...Claire's.

— ¿Claire's? tu odias esa tienda desde los doce años —debate mi padre.

—Bueno, la vi en el aparador y me gustó —digo, alejándome de mi madre, quien está apunto de tomar el dije entre sus manos.

Mis padres intercambian miradas.

— ¿Puedo irme ya? —pregunto—. Se me está haciendo tarde.

—Claro, ten un lindo día —dice mi padre, regresando su vista al periódico.

Suspiro en alivio y empujo la puerta trasera de la cocina, caminando hacia mi auto.

(...)

No llegué tarde a la escuela. De hecho, llegué temprano. Paso el rato quitando el esmalte de mis uñas durante el primer periodo de clases.

—Hola.

Miro a Max, quien está sentado al lado de mí, en el mismo asiento donde se situó ayer.

Lo saludo mientras regreso mi vista hacia el descascarado esmalte color azul marino en mi pulgar, el cual estoy concentrada en quitar.

— ¿Qué pasa?

Sin importar cuán agradable se ve de verdad prefiero estar sola que hablar con alguien tan expresivo y sociable como Max.

—Uh, nada en realidad —respondo. No quiero ser grosera con él, sólo no quiero involucrarme tanto con alguien y que después me juzgue por mis problemas. Tal vez suene un poco tonto, pero tiene sentido para mí.

—Bueno, esta es definitivamente mi clase favorita —dice, sonriendo e incorporándose nuevamente en su asiento mientras los demás estudiantes entran al salón.

Arrugo mi nariz.

— ¿Historia?

—Sí, ¿no te gusta?

—La odio.

— ¿Por qué?

—Honestamente, no me interesa conocer acerca de un montón de gente muerta que hizo quien sabe qué mierda en el pasado.

Suelta una carcajada y sonrío levemente.

— ¡Sonreíste, por fin! —Max dice dramáticamente mientras yo prevengo que la pequeña sonrisa de mi rostro no se convierta en una más grande.

—No te acostumbres —digo, regresando mi vista hacia él.

— ¿Por qué no? te queda bien sonreír.

—Oh por Dios, eso es tan cliché.

—El cliché es mi especialidad —sonríe y mi pequeña sonrisa crece un poco.

La campaña suena y siento como si posiblemente, tal vez, casi he hecho un amigo.

(...)

—Me alegra que hayas decidido sentarte con nosotros Jane —dice Max mientras se sienta al lado mío en el comedor. Hay unas cuantas personas más sentadas junto con nosotros y trato de brindarles una pequeña sonrisa.

—Sí —digo silenciosamente mientras siento todas las miradas sobre mí.

—Ellos son Ría, Nate y Jenna —dice, apuntando hacia cada uno de ellos.

Ría tiene un largo cabello negro que cae por encima de sus hombros y coloridos ojos miel. Mira por encima de su libro para sonreírme.

Nate es alto. Muy alto. Si yo fuera una persona sociable y amigable le preguntaría que tan alto es, porque si les soy sincera él luce como si pudiera apostar fácilmente con Shaquille O'Neil para ver quien gana en altura.

Jenna tiene el cabello tan rubio, que parece casi blanco, sus dientes contrastan con éste. Me sonríe, mostrándome su brillante dentadura.

Saludo a cada uno y bajo mi vista a la ensalada tratando de abrir un paquete de aderezo para acompañarla.

—Así que, Jane —dice Ría, moviendo un lápiz entre sus dedos—. ¿De dónde eres?

—California —respondo.

—Oooh, genial —dice Jenna—. ¿De la playa?

Niego con mi cabeza.

—No en realidad.

—Oh —dice sonriendo y asintiendo.

De verdad apesto socializando.

Simplemente no soy una persona interesante. No soy increíblemente divertida como Nate o sumamente lista como Ría. Honestamente, no tengo ninguna gracia.

Sólo me siento allí y como mientras pienso en H.S. y en el hermoso collar que hallé en la caja.

(...)

Max insistió en acompañarme a mi sexto periodo de clases cuando el almuerzo acabó.

—...sólo no la agarres de mal humor, le encanta reprobar estudiantes —dice, previniéndome de mi futura maestra de Inglés mientras nos detenemos frente a la puerta del salón de clases.

—Gracias —digo y miro el reloj colgado en la pared, e instantáneamente regreso mi vista a Max—. Bueno, debería irme ahora.

—Sí claro, ¡te veo después!

Lo veo marcharse, mientras saluda a un montón de chicos por el pasillo.

¿Cómo es que alguien puede ser tan sociable como él?

Enséñame tus trucos, Max.

Encuentro un asiento vacío en el salón de Inglés dejándome caer y soltando un suspiro.

Alguien se sienta frente a mí pero la ignoro completamente, distraída por una pequeña mosca postrada en la pared al lado mío.

La persona se gira y me observa con el ceño fruncido.

— ¿De dónde sacaste eso?

Dirijo mi atención hacia ella ante su repentina pregunta, incorporándome en mi asiento. La chica tiene oscuros ojos cafés y un claro cabello rubio, mientras que sus labios son de un tono rojo cereza. El oscuro maquillaje se extiende alrededor de sus ojos mientras me observa.

— ¿Q-qué cosa? —balbuceo.

—Eso —apunta hacia mi cuello y bajo la mirada, recordando que traigo puesta la cadena con el pequeño dije de calavera.

—Oh, yo uh...lo compré —digo y trago saliva.

—¿En dónde?

—California, me acabo de mudar —mentir, es definitivamente algo en lo que soy buena.

—Oh —sigue mirándome con un ligero toque de desprecio, el cual empieza a molestarme.

— ¿Por qué? —pregunto.

Aprieta sus labios, alzando una de sus cejas.

—Simple curiosidad.

Supe después que su nombre es Ava. ¿Por qué ella tiene tanto interés en mi collar? no lo sé.

La ignoré por el resto de la clase.

En cuanto el día de escuela acaba emprendo camino hacia el estacionamiento, antes de que Max pueda golpear la ventana de mi auto tal y como lo hizo ayer.

(...)

Camino, entrando a la cocina, sacando de mi bolso la fotografía de H.S. por primera vez en el día. Continuo examinándola mientras subo por las escaleras y empujo la puerta de mi habitación.

El cuarto está raramente frío, siento como el aire de éste se filtra por mi piel llegando hasta mis huesos.

Es difícil de describir, es raro. Debió haber fallado el termostato de esta maldita casa prehistórica.

Cierro la puerta con el pie mientras finalmente levanto mi vista de la fotografía.

Y noto que no estoy sola en la habitación.

Un chico está recostado encima de mi cama, viste un suéter color blanco junto con unos negros jeans ajustados, sus largas botas sobresalen de éste. Ambos brazos se mantienen cruzados detrás de su cabeza mientras descansa sobre la almohada. Su cabello es oscuro y sus ojos son de un pálido tono verde mientras su piel es tan blanca como la leche. Me sonríe ampliamente.

Dejo caer mi bolso sobre el suelo mientras retrocedo hacia la puerta, sorprendida.

—O-oh mi Dios —balbuceo.

—Me encanta lo que has hecho con el lugar —dice. Su voz es grave, con un ligero toque rasposo—. Tienes buen gusto en decoración.

¿Cómo entró él aquí? ¿Quién es?

Él es H.S. Tiene que ser él.

Me muevo, deslizando mi mano por la puerta del armario tratando de abrirlo.

Ríe, sentándose en la cama.

—Oh vamos Jane, se que allí es donde guardas tu rociador de pimienta.

— ¿Cómo sabes mi nombre?

—Sé más que sólo tu nombre.

Trago saliva, recargándome nuevamente sobre la puerta.

— ¿Cómo entraste? —pregunto, mi voz tiembla.

—Bien, veámos. Caminé por la puerta principal, subí las escaleras y entre aquí.

—La...la puerta principal está cerrada.

Sonríe ampliamente.

— ¿Quién eres? —tomo un respiro.

—Creo que tu ya lo sabes, considerando que has estado babeando por mi fotografía.

Él es H.S.

Normalmente le hubiera replicado que no estaba babeando por la fotografía, pero en estos momentos me encuentro demasiado consternada.

—Tu eres H.S. —digo lentamente.

Levanta una ceja.

—Yo era H.S.

Parpadeo.

— ¿Qué diablos significa eso?

—Significa —dice, levantándose de la cama y caminando hacia mí, quedando a tan sólo a escasos centímetros de distancia—. Que estoy muerto.

El escalofrío que sentí anteriormente cuando entré a la habitación no se compara con el que siento teniéndolo a él tan cerca. No es un frío que se sienta físicamente; es un tipo de frío que sientes muy dentro de ti, profundo en tus huesos.

—Muerto —repito sus palabras.

—Muerto —dice asintiendo—. Como, desafiar la inmortalidad, irte a dormir, arrebatar el oxígeno, obtener la gloria.

—Es imposible —digo—. No puedes estar muerto, estas parado frente a mí.

— ¿Quieres que te lo pruebe?

Frunzo el ceño, retrocediendo y mirándolo con cautela.

—No lo sé.

Deja salir una pequeña carcajada extendiendo una de sus manos hacia mí.

—Tócame —dice.

Lo miro.

—Hazlo —habla, entrecerrando sus ojos delicadamente—. Ve que ocurre.

Lentamente camino hacia él y deslizo mis dedos sobre los suyos.

Es como si mis huesos se convirtieran en hielo, mi sangre se congela enseguida. Siento la frialdad filtrarse entre mis dedos y dentro mis venas. Inhalo rápidamente mientras mis ojos se conectan con los suyos.

— ¿Alguna otra persona con vida te ha echo sentir así? —pregunta lentamente.

Retrocedo, colocando mi mano a un lado. Esto no es real.

— ¿Qué quieres de mí? —exhalo.

—Bueno, primero quiero que sepas que significan las iniciales —dice, metiendo ambas manos en los bolsillos de sus pantalones.

— ¿H.S.?

—Harry Styles —dice.

Asiento ligeramente. Así que fue él quien puso la caja en mi armario, la fotografía y el collar.

Y está muerto.

Debo haber repetido la palabra muerto demasiado alto sin pensar, ya que él frunce el ceño.

—No luces tan sorprendida —dice, sonriendo delicadamente—. Debiste haberlo previsto —sus ojos se dirigen a mi cuello—. Por cierto, el collar luce hermoso, exactamente como creí que se vería en ti.

Una de mis manos se eleva hacia el dije de calavera.

—Sí, yo puse el collar —dice casi orgulloso—. Y la fotografía, y la caja.

Lo miro.

— ¿Por qué? —pregunto.

Sus labios se curvean en una torcida sonrisa.

—No te gustaría saber.

Abro mi boca para responderle cuando escucho la puerta principal abrirse junto con el juego de llaves.

— ¡Jane, estoy en casa! —mi madre grita desde el vestíbulo.

Volteo a ver a Harry, quien me sonríe maliciosamente.

— ¿Puedes volverte invisible o algo? —susurro, mientras escucho pasos subiendo por las escaleras. Mi madre enloquecerá si entra y ve a un chico en mi habitación, especialmente si está muerto.

—Invisible —mofa, caminando hacia la ventana y abriéndola—. Que cliché.

Lo observo detenidamente mientras sale por la ventana, voltea hacia mí sonriendo, antes de girarse y saltar.

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