siete

—¡Hey! Jane ¿verdad?

Volteo hacia el sonido de una suave voz, me detengo al ver que es Ría. Pone un mechón de color negro por encima de su hombro, curveando sus labios en una amigable sonrisa.

—Sí—digo reaccionando.

—¿Qué te toca?

—Biología—le digo mi última clase del día.

—Hmm.

—¿Y a ti?

—Arte.

En estos momentos es cuando deseo ser más sociable, simplemente poder mantener una conversación. Pero no puedo, así que Ría y yo caminamos en silencio.

Me detengo frente a la puerta del salón de biología, volteándome hacia Ría, forzando una sonrisa.

—Hey, habrá una fiesta en casa de Nate este fin de semana—dice, sonriéndome—. Deberías venir.

Balbuceo.

—Uh... no lo sé, no soy una chica fiestera—rió.

—Oh vamos—dice—. Nos encantaría tenerte allí.

La campana suena y Ría mira sobre su hombro.

—Bien, debo irme—dice—. Espero que vayas a la fiesta—sonríe una vez más antes de irse caminando por el pasillo.

(...)

La clase de Biología me aburre, como siempre. Recargo mi mentón sobre la palma de mi mano, suspirando.

Extraño eso.

¿Extrañar que?

Respirar.

—...los misterios de la Geología de este mundo continúan poniendo a los científicos de todas las naciones a seguir trabajando. ¿Puede alguien decirme un ejemplo de algún misterio geológico que continúe siendo investigado?

No le presto atención a la lectura de la Sra. Monroe, en cambio me distraigo con pensamientos acerca de Harry y de lo que me pide. ¿Encontrar a su asesino? ¿Cómo lo lograré? ¿Funcionará?

Recuerdo la mirada de sus pálidos ojos mientras me observaba exhalar aire de mis pulmones. ¿Cómo se sentirá el no poder hacer algo tan simple como respirar?

Decido que funcionará. Lo ayudaré

—¿Señorita Marx?

Salgo de mi transe, mirando a la Sra. Monroe.

Levanta una ceja.

—¿Podría repetir la pregunta?—hablo y unas cuantas personas ríen.

—Déme un ejemplo de algún misterio geológico que siga en investigación—aprieta sus labios.

Parpadeo.

—La fosa de las Marianas—digo, agradeciéndole mentalmente a mi padre por hacerme sus bromas geológicas.

La Sra. Monroe me mira, claramente sorprendida.

—Correcto—dice, posicionándose de vuelta en medio de la clase—. La fosa de las Marianas es una de las fosas más profundas en el mundo, y...

La ignoro el resto de la clase.

Después de que la campana sonara, camino hacia mi auto, pensando en la invitación de Ría a la fiesta. ¿Debería ir? Las fiestas me dan escalofríos, personalmente. Quiero decir, hay un montón de sudorosas personas haciendo cosas raras, cualquier cosa podría pasar. Aparte de que mis experiencias en fiestas no son nada placenteras, para no decir más.

Cierro la puerta de mi auto y me recargo en el asiento, cerrando levemente mis ojos.

—Oh por Dios, olvidé cuán larga es la escuela. He estado esperando aquí por años.

Giro rápidamente, frunciendo el ceño hacia Harry, quien me mira inocentemente, como si no fuera culpable de haber aparecido en el asiento trasero de mi auto.

—Debes dejar de hacer eso—digo, presionando mi pecho con una mano.

—Es divertido—se encoge de hombros—. Si voy a estar muerto, debo divertirme al menos.

Ruedo mis ojos.

—Sí claro.

—Como sea—dice inclinándose hacia adelante—. Estoy aquí porque necesito que sepas algunas cosas.

¿Por qué aquí?

—Porque—dice, observando y girando mi rostro hacia la gran masa de estudiantes caminando de un lado al otro frente al colegio—. Conozco a la mayoría de ellos. Y cualquiera pudo haberme asesinado.

Una calurosa ola de miedo me recorre por todo el cuerpo, contrastando con el frío toque de los dedos de Harry sobre mi piel.

La idea de que el asesino de Harry posiblemente vaya al colegio conmigo me aterra.

—¿Tu punto es?—pregunto.

—Fui a la escuela con la mayoría de ellos desde preescolar, y tu no.

—Es justo.

Se inclina, recargando uno de sus codos sobre la consola.

—Dime a quien conoces—dice, y siento su helada aura intensificándose mientras me mira.

Observo hacia el montón de estudiantes, examinando el patio, buscando por alguien conocido.

—Conozco a Jenna—digo apuntando hacia la rubia que habla con otra chica de igual cabello pero un poco más oscuro.

—Ah Jenna—dice Harry—. La hice comer pegamento en tercer grado—ríe levemente—. Ha tenido un crush conmigo desde entonces.

—¿Le gustas?

—Ella me ama. Y vamos, lo disfruté.

—Eso está mal.

—Fue divertido—se encoge de hombros aún sonriendo.

Observo a Max y Ría caminando hacia Jenna y miro a Harry.

—¿Los conoces?—pregunto, señalando a Ría y Max.

—Ría me dio clases de matemáticas cada domingo durante los últimos seis años. Ella es de verdad inteligente, éramos buenos amigos.

—¿Y Max?

Una gran sonrisa se forma en su rostro.

—Max y yo éramos los mejores amigos desde primer grado. Hacíamos todo juntos. Extraño pasar tiempo con él, sinceramente.

—Él ha sido muy bueno conmigo—digo.

—Él es bueno con todos.

—Lo parece.

Observamos a Max, Ría y Jenna hablar entre ellos, la otra chica se gira lo suficiente para poder ver su rostro.

—Hmm.

Miro a Harry.

—Esa es Ava—dice.

La reconozco al instante y abro mi boca.

—¡La conozco!—exclamo—. Ella me preguntó acerca de mi.. el collar, la primera vez que lo usé—mis dedos rápidamente sostienen el colgante de calavera que yace sobre mi cuello.

—Ella era mi novia—Harry prácticamente bufa, rodando sus ojos.

—No te escuchas convincente—digo, levantando una ceja.

—Nuestros padres nos juntaron—explica—. Su padre es un exitoso empresario de Massachusetts, mi padre esperaba que me casara con ella por dinero, es rica y prestigiosa según él—su tono se vuelve desagradable—. Está buena, eso fue todo lo que vi en ella. De otro modo es hueca y aburrida.

Observo a Ava acomodando su cabello mientras saca un labial de su bolsa "Chanel". Se ve aburrida con la conversación, volteando hacia todos lados alrededor del patio, poniendo labial rojo por encima de sus labios.

—¿Por qué ella me preguntó acerca del collar?

Harry frunce el ceño.

—El collar era de mi abuela. Ella me lo dio a mí en su lecho de muerte, y nunca se lo mostré a nadie más que a mis padres.

Muerdo mi labio.

—Ava es vengativa y molesta—dice Harry—. Y definitivamente es celosa—rueda sus ojos.

—¿Alguien más que deba conocer?—pregunto.

Los ojos de Harry escanean el área y una pequeña arruga se forma entre sus cejas.

Estuvimos en el auto durante una hora y media mientras Harry apuntaba a cada chica que había besado o a cada chico que había golpeado. Me encontraba cada vez más intrigada de saber como era Harry cuando estaba vivo, aunque se vea como el tipo de chico con el que yo nunca saldría. De lo que he sabido, él era uno de los chicos más populares, asfixiado por la riqueza y fortuna de sus padres. Espero que la muerte haya cambiado eso de él.

—Debería regresar a casa—digo, mirando el reloj.

—Sí, tu padre ya está allí.

—¿Cómo lo sabes?

—Él estaba hablando por teléfono acerca de eso esta mañana cuando me metí a tu auto.

—Sabes que es verdaderamente horripilante que te hayas subido a mi auto y te hayas quedado aquí durante todo el día mientras yo estaba en la escuela.

—Horripilante—repite, una maliciosa sonrisa aparece en su rostro—. No, horripilante es lo que estoy planeando hacer en Halloween.

—¿Ah?

—Sí, voy a esparcir sangre sobre tus paredes, y quizás deje un corazón aún latiendo sobre tu almohada. Tal vez eso haga que te despiertes gritando.

Levanto una ceja.

—Estoy bromeando—dice sonriendo—. Tu sabes, los fantasmas también pueden hacer bromas.

Bufo, dirigiendo mi vista hacia al frente y encendiendo el auto.

—Tus bromas son una mierda.

Ríe, sentándose mientras salimos del estacionamiento del colegio.

Harry habló la mayor parte del camino sobre como él no necesitaba usar el cinturón de seguridad mientras conducía a casa. Le dije que era un molesto chico fantasma y rió nuevamente.

Me pregunto como será el no poder sentir físicamente. ¿Cómo se sentirá el no sentir?

Paro el auto unos metros antes de que llegue a casa, volteándome hacia Harry.

—Deberías irte, así mi padre no podrá verte—le digo.

Me observa por un momento, sus verdes ojos recorren todo mi rostro.

—¿Por qué me elegiste a mí para ayudarte?—pregunto de repente—. De todas las personas que hay y de todas las que conoces de cuando estabas vivo, ¿por qué me pediste ayuda a ?

Desliza su lengua alrededor de sus labios mirándome cuidadosamente. Extiende su mano tomando mi brazo, levantando la manga de mi blusa y dejando ver mi muñeca. Recorre sus fríos dedos sobre el tejido de mis cicatrices, enviando escalofríos por todo mi cuerpo.

Él sabe. ¿Cómo se enteró?

—Has sufrido un infierno, más que cualquier otra persona en este pueblo y que cualquiera que haya conocido jamás—dice, su voz es suave.

Entreabro mi boca, sorprendida por su revelación. Él sabe acerca de mis cicatrices, él sabe por qué me mudé.

Pero, ¿cómo?

Remueve su helado toque de mi piel, re acomodando mi manga. Me dirige una pequeña sonrisa antes de deslizarse por el asiento, abriendo la puerta.

—Te veré pronto—me dice, antes de salir del auto y desaparecer a un lado de la casa.

(...)

—Llegas tarde a casa—dice mi padre cuando entro a la cocina.

Me encojo de hombros y camino a un lado de él hacia la puerta.

—¿No me vas a explicar?

—Son las cinco papá—bufo, dirigiéndome hacia él—. Estás actuando como si hubiera arrastrado mi ebrio trasero a casa a las tres de la mañana.

Levanta una ceja.

—¿Mal día?

Dejo salir un profundo suspiro.

—Sí.

Mi padre me observa por unos segundos, cruzando ambos brazos por encima de su pecho.

Doy media vuelta y salgo de la cocina.

Dejo caer mi bolso sobre la cama con pesadez mientras entro a mi habitación. Alzo mis mangas, sentándome y observando las cicatrices. No se notan, al menos que mires de cerca. Me refiero a que no me he cortado en meses. Las toco levemente, el tejido de la cicatriz es más suave que el de mi piel.

Las odio.

Y ciertamente odio que Harry sepa de ellas.

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