once
—Levántate floja.
Bufo hacia la voz de mi madre, poniendo una almohada sobre mi cabeza.
—Es domingo—digo atontada, sin abrir los ojos.
—Tu padre y yo iremos al mercado de granja, y queremos que vengas con nosotros. ¡Vamos, son casi las once de la mañana!
—Exacto, es muy temprano.
—Jane Alison. No seas floja.
Me siento en la cama, frotando mis ojos.
—¿Debo ir con ustedes al mercado de granja?—hago una mueca de disgusto.
—Venden producto local, lo que significa que es fresco y saludable—cruza los brazos por encima de su pecho.
—Mamá.
—Nos vamos en veinte minutos—dice animadamente, sonriendo y dejando la habitación.
—Uuuggghhhh—me quejo en cuanto cierra la puerta detrás de ella.
Salgo de la cama sabiendo que jamás le ganaré a la energía positiva de la pareja los cuales tengo como padres, por lo que debo acompañarlos forzadamente al mercado de granja.
Me pongo unos jeans combinándolos con una camiseta a cuadros, abotonándola mientras camino fuera del armario, regresando a mi habitación.
Brinco al momento de ver a Harry sentado plácidamente sobre mi cama desecha.
—¡Mierda!
Me cubro con la camiseta, rodando los ojos hacia su sonrisa arrogante.
—Sigues sin acostumbrarte a mí, ¿verdad?—su tono es burlón.
—No mientras me este vistiendo—me sonrojo furiosa, dándome vuelta para terminar de abotonar mi camiseta.
—Bueno, para eso son los armarios—sonríe. Cuando mi camiseta me cubre lo suficiente, doy media vuelta cruzando mis brazos sobre mi pecho. Él sigue sonriendo burlón.
Lo miro.
—¿Qué haces aquí?—giro hacia el espejo, corriendo mis dedos por mi cabello, amarrándolo en una coleta.
Se encoge de hombros.
—Extraño esta habitación, supongo—apunta hacia la pared detrás de mí—. Tenía una pantalla de TV colgada allí y todos mis CD's estaban organizados en un mueble debajo de ella—se recarga con las manos sobre su cabeza—. Y mi cama estaba justo aquí—palmea las sábanas de mi cama, sonriendo.
—¿Dónde están tus padres?—le pregunto—. Mi madre dijo que esta casa estuvo a la venta por muchos años, pero eso no tiene sentido.
La expresión de Harry pierde todo el toque de humor.
—Mis padres se mudaron lejos después de que cerraron mi caso por asesinato. La empresa inmobiliaria mintió acerca del periodo de vacancia de la casa para así poder venderla.
—¿A dónde se mudaron?
—Vancouver, en British Columbia. Allí es donde está la sede de las Industrias Petroleras Styles, no importa—dice amargamente.
—Suenas enojado.
—Estoy enojado—se para de la cama—. Ellos se mudaron pensando que podían olvidar lo que me ocurrió aquí.
—¿Lo hicieron?
Aprieta su mandíbula y me mira, sus ojos llenos de desprecio.
—Definitivamente lucen así.
Abro mi boca para hacerle otra pregunta pero escucho pasos afuera de la habitación y abro mis ojos con sorpresa.
—¡Jane! ¡Te estamos esperando en el auto!—escucho a mi padre llamarme desde el pasillo, entrará en la habitación en cualquier momento.
Apunto hacia el armario y Harry se dirige allí en silencio, cerrando la puerta detrás de él.
La puerta de mi habitación se abre y mi padre entra por ella.
—Jane.
—Sí, padre—digo, rápidamente volteando hacia el espejo, pretendiendo haber estado arreglando mi cabello. Mi voz suena ruidosa y nerviosa, por lo que maldecí internamente.
Levanta una ceja mirándome.
—¿Te encuentras bien?
—¿Qué?—lo miro, forzando una sonrisa—. Estoy bien—sí, sólo tengo un atractivo chico fantasma escondido en mi armario. Nada fuera de lo normal.
Mi padre me mira por otro momento antes de agitar levemente su cabeza y caminar fuera de la habitación.
La puerta del armario se abre y Harry me mira sonriendo.
—¿Vas a algún lado?—me pregunta.
—Al mercado de granja—digo, rodando mis ojos.
—Se escucha divertido.
Lo miro.
Me sonríe.
Agarro mi bolso y suspiro.
—¿Vendrás a verme después?—me pregunta.
—Supongo—digo—. ¿En el claro?
Asiente.
Le sonrío ligeramente.
—Tu cabello luce genial así—me dice de repente.
Me sonrojo, girándome para observar mi coleta en el espejo.
—Gracias.
—Aunque, me gusta más suelto de todos modos—se acerca a mí y quita la liga de mi cabello, mis oscuros mechones caen alrededor de mis hombros. Se coloca detrás de mí, una gran sonrisa adorna sus pálidos labios.
Lo miro curiosa mientras me devuelve la liga para cabello.
Sonríe.
Escucho a mi padre sonar el claxon del auto sobre la carretera, captando mi atención.
—Mejor me voy antes de que uno o ambos de mis padres causen un baño de sangre—digo colocando un mechón de cabello detrás de mi oreja.
—Claro—dice Harry. Se dirige hacia mi cama, levanta el edredón y suaviza mis sábanas antes de tomar asiento encima del colchón. Me atrapa mirándolo y sonríe—. ¿No te importa si me quedo un rato aquí, o sí?
Estoy a punto de decirle que se fuera y que no me siento cómoda con él aquí sin mí, pero me callo. Él dijo que extrañaba esta habitación, y si dejarlo estar aquí mientras yo voy al mercado con mis padres lo hace sentir menos muerto entonces que así sea.
—No—digo—. Quédate el tiempo que quieras.
—Genial.
Se recarga sobre las almohadas, con sus brazos apoyados detrás de su cabeza y sonriéndome ampliamente, sus hoyuelos se hacen prominentes en su pálida piel.
Le sonrió de vuelta.
Acomodo mi bolso encima de mi hombro y dejo la habitación, despidiéndome de Harry quien agita su mano en despedida.
Mi madre me mira directamente desde el asiento del copiloto cuando finalmente me deslizo sobre el asiento trasero del auto-ballena Prius de mi padre.
—No me mires así—digo—. Me levantaste tarde. Y ni siquiera he desayunado.
—Puedes comer algo en el mercado—dice mi padre mientras emprende camino.
—No, no quiero panqueques de calabaza cubiertos por jarabe de soya de esos granjeros hippies.
—No son hippies, y sabes que ellos no hacen eso. No pueden extraer jarabe de la soya.
Ruedo mis ojos hacia mi padre. Sí, el que no puedan extraer jarabe de la soya es el único problema con mi estado anterior.
Tomó unos veinticinco minutos, dos mapas y tres veces perdernos para llegar finalmente al mercado de granja. El ruido que mi estómago ha estado haciendo suena como si hubiera sido amordazado y llenado con cloroformo. Estoy segura que estará apunto de devorarse él mismo si no consigo algo de comer.
—Que hermoso pequeño mercado—dice mi madre mientras caminamos por la línea de proveedores alineados en el estacionamiento. Suspiro.
—¿Puedo ir por algo de comer?—gruño.
—Jane, Jane—mi padre busca entre sus bolsillos y saca un billete de diez dólares de su cartera—. Ve y encuentra algo saludable.
—Claro papá—digo, pero él no entiende mi sarcasmo.
Camino lejos de mis padres, mirando a los proveedores buscando por mi no-sana opción de alimento.
Desafortunadamente la cosa menos saludable que encuentro es a un vendedor de bagels. La vida está llena de decepciones, supongo.
Tomo mi alimento y camino lentamente regresando hacia donde mis padres me dijeron los encontrara. Miro mi bagel, acabándomelo en un tiempo récord de tres minutos.
—¡Hey!
Una ruidosa voz me llama y giro para encontrarme cara a cara con Jenna. Me sonríe ampliamente, saludándome.
—Oh, hola—digo, forzando una sonrisa. De verdad había deseado no encontrarme a nadie por aquí, pero en un pueblo tan pequeño todo puede pasar.
—¿Qué haces aquí?—pregunta, sonriendo aún ampliamente.
—Mis padres me obligaron a venir con ellos—le digo.
Asiente.
—Lo imaginaba. No mucha gente de nuestra edad tiende a venir al mercado de granja por su cuenta, y más los domingos por la mañana. Supongo que soy rara—Jenna ríe.
Río junto con ella.
Inclina su cabeza hacia mí.
—Que bonito collar—dice, acercando su mano para tocarlo. Sus dedos hacen contacto con la plata de la calavera antes de que pueda detenerla y ahogo un grito en mi garganta, mi pulso incrementa—. Es chistoso, luce exactamente como el que Ava recibió de Ha..—calla, soltando el collar. La sonrisa desaparece de su rostro y gira levemente su cabeza hacia un lado.
—¿Ava?—pregunto.
—Yo, uh...—rasca su cabeza, sonrojándose—. Quiero decir...
Aprieto el collar en mi mano, parándome frente a Jenna.
—¿Quién se lo dio a Ava?
—Nadie—dice Jenna, mirándome. Agita su cabeza—. Lo siento. No quería sonar ruda, yo...
Jenna sabe algo.
—Está bien—digo. Miro alrededor de nosotras antes de continuar—. ¿Ava lo consiguió de... Harry?—digo, bajando el tono de mi voz.
La boca de Jenna se abre ligeramente. Sus mejillas se tornan de un profundo color rosado y continúa negando con la cabeza.
—No sé quien sea él—dice, su tono se vuelve serio. Gira y camina lejos de mí.
—¡Jenna, espera!—trato de seguirla pero camina alrededor de varios proveedores y la pierdo de vista antes de que pueda procesar lo que acaba de pasar.
Harry dijo que nadie sabía acerca del collar excepto por él y sus padres. ¿Cómo es que Ava pudo tenerlo?
Aprieto mis labios mientras encuentro el camino hacia mis padres, los cuales están conversando con una mujer con un gran sombrero de jardinería y sosteniendo una canasta de jitomates.
—...e incluso después de tantas pruebas, algunas personas siguen llamándolos vegetales—la mujer dice indignada—. ¿Puede usted creerlo?
—Impresionante—dice mi padre negando con la cabeza—. El jitomate es claramente una fruta.
—¿Podemos irnos?—le pregunto a mi madre con ligereza. Necesito llegar a casa y contarle a Harry acerca de lo que pasó.
—No cariño, acabamos de llegar—me dice mientras la mujer de los jitomates y mi padre siguen conversando.
—Necesito regresar a casa, ahora.
—¿Por qué?
Busco una excusa.
—Um... problemas femeninos.
Levanta una ceja.
—¿Estás segura?
La miro.
—¿Cómo no voy a estar segura?
Mi madre suspira.
—Vamos Jane. Ese es uno de los trucos más viejos.
Ahogo un grito frustrado mientras doy media vuelta caminando lejos y cruzando ambos brazos por encima de mi pecho, como una niña pequeña.
Mis padres pasaron otra hora y media en el mercado de granja. Ellos se abastecieron hasta los codos con productos "frescos" y "saludables", bromeando aquí y allá poniéndome de mal humor mientras reflexionaba acerca de mi encuentro con Jenna. Ella actuó muy sospechosa, debe saber algo. Digo, ella casi dijo su nombre por el amor de Dios.
Mientras observo por la ventana del auto camino a casa, finalmente llego a la conclusión de que un asesino puede estar caminando alrededor de todos nosotros en este pueblo. Tal vez vaya a la escuela conmigo, tal vez no. Quizá se haya ido de la ciudad. Hay muchas posibilidades y difícilmente tengo una idea de donde puedo empezar.
Aprieto el dije de calavera entre mi mano y recuerdo que nunca le he preguntado a Harry el por qué me lo dio en primer lugar.
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