diecisiete

—Pásame el martillo Jane.

Suspiro y sujeto la herramienta, dándosela a mi padre quien está peligrosamente parado sobre una escalera de frente a la pared del pasillo. Normalmente, no diría que estar parado sobre una escalera de un metro con treinta sería peligroso, pero con mi padre, nunca se sabe.

Lo observo entrecerrar uno de sus ojos y cuidadosamente comenzar a martillar el clavo de hierro en la pared con suma precisión. Me siento sobre el suelo, con mi mentón descansado en la palma de mi mano.

Sigo castigada. Ha pasado ya una semana.

Sólo conduzco mi auto para ir al colegio y de regreso. Literalmente, los únicos dos lugares en donde he estado toda la semana han sido, la escuela y casa, con la ocasional parada en el único McDonald's que hay en el pueblo por papas fritas y una malteada.

Sé que sueno como una adolescente quejumbrosa, pero esta es quien soy, y no me importa. Sólo quiero mi auto de vuelta, así puedo salir de esta rancia y antigua casa y alejarme de mis molestos padres.

Soy todo una rayo de luz, ¿verdad?

—Muy bien, pásame nuestra foto familiar frente al Empire State.

Arrugo mi nariz.

—Odio esa foto.

—Tu odias todas las fotos. Pásamela, por favor.

Suspiro dramáticamente y le entrego a mi padre la foto enmarcada, para que él con cuidado la ponga sobre el clavo. Se inclina hacia atrás levemente, entrecerrando sus ojos y enderezando el marco.

—Perfecto—dice sonriendo. Me mira aún con la sonrisa en su rostro—. Tienes suerte de tener a un padre que sea tan bueno con la decoración.

—Muy suertuda—digo monótona.

Él ignora mi sarcasmo, tomando otro clavo de su bolsillo y bajando de la escalera para moverla hacia otro lado.

—¿Puedes sólo regresarme las llaves de mi auto?—gruño—. Ha pasado una semana, y ni siquiera hice nada malo.

Él bufa.

—¿Qué hay con, salir de la escuela antes de que terminaran las clases y no llegar a casa sino hasta medianoche? Y aún no sabemos en donde estuviste.

—Les dije, fui a dar una vuelta. Necesitaba...aclarar mi mente.

—Podrías haber hecho eso después de la escuela, y llegar a casa antes de la cena.

—Dije que lo sentía, ¿bien? ¿Puedo por favor te..

Me callo por el sonido de mi padre martillando el clavo, pero un raro ruido hace eco alrededor, como un fuerte golpeteo.

Ambos observamos la pared.

—¿Qué diablos fue eso?—mi padre frunce el ceño.

—Tal vez golpeaste una viga—digo.

—No, hubiera sonado diferente—pone el martillo sobre el suelo y presiona su oreja contra la pared, golpeando levemente. Después golpea más fuerte, y el mismo ruido se repite, excepto que un poco más suave que la primera vez.

—Está hueco—declara.

—¿Hueco?

—Sí. Supongo que tendremos que colgar el resto de las fotografías abajo. Bueno, por lo menos tenemos algunas aquí...

—¿Por qué está hueco?

—No lo sé linda. Tal vez es espacio muerto. Las casas a veces lo tienen, por fines estructurales.

Miro la pared.

—Hmm.

Mi padre baja de donde está y guarda todas sus herramientas en la caja, plegando la escalera.

—No te preocupes, hay un montón de paredes en donde podemos colgar. Encuéntrame abajo y terminaremos esto.

Lo que no le digo es que me importa una mierda ese espacio perdido, pero algo no parece bien acerca de un extraño hoyo en la pared en medio del pasillo subiendo las escaleras, cuando dos habitaciones se encuentran a los costados, dejando un área vacía en el medio.

Mi padre baja las escaleras, comenzando a tararear el tema de Star Wars.

Me levanto del suelo, caminando hacia la pared y presionando mi oreja contra ella, la golpeo tal y como mi padre lo hizo. Definitivamente, suena hueca y con eco.

Sabía que la casa era vieja y extraña, pero esto es demasiado raro, incluso para este lugar.

Me enderezo y observo la pared, examinando el espacio entre el baño y la habitación de huéspedes. Parece haber suficiente espacio para una tercer puerta entre ellas dos.

Busco por alguna señal de papel tapizado rasgado para indicar que hay una posible tercer puerta, pero no encuentro nada.

Decido que hay sólo una persona a la que pueda preguntarle acerca de esto.

(...)

—Jane, esto es peligroso. Tus padres pueden volver en cualquier momento, tu lo dijiste.

—¿Desde cuando te preocupa que te vean? Trepas a mi ventana casi todos los días y te escondes en la parte trasera de mi auto.

Harry tuerce con la mano su cuello mientras sube las escaleras.

—Sí, pero no voy andando por tu casa a la intemperie.

Lo miro.

Rueda sus ojos.

—Bien, pero no cuando no hay nadie en casa.

Lo conduzco por el pasillo una vez que subimos las escaleras, deteniéndonos en medio de las dos puertas.

—Bueno, el otro día mi padre estaba colgando unas fotografías y...

—Aww, ¿esa eres tu?—Harry apunta hacia una de mis fotos de cuando tenía tres años.

Me ruborizo, rodando los ojos y golpeando su mano para alejarla de la foto.

—Concéntrate. Como te decía...

—Mira tus gorditos cachetitos, te ves tan linda—dice, mirando la foto y después a mí—. Veo el parecido. Estás menos gordita ahora, por cierto. Bueno, no tienes llantitas de bebé, porque tienes diecisiete ahora en vez de tres, pero...

—Cierra la boca, Harry.

—Oh vamos, mírateél mira nuevamente la foto, conteniendo una risa.

—Por el amor de Dios Harry, ¿puedes siquiera escucharme?

Él se endereza, luchando por contener la sonrisa.

—Lo siento. Continúa.

Dejo salir un dramático suspiro, girándome hacia la pared.

—Mi padre trató de colgar una fotografía en esta pared, pero sonó hueco. Él cree que es sólo espacio muerto, pero...—me encojo de hombros.

Harry hace lo mismo que mi padre y yo hicimos, poner su oreja contra la pared y golpear. Asiente.

—Definitivamente está hueco.

Cruzo mis brazos por encima de mi pecho.

—¿Entonces...?

Él me mira confundido.

—¿Entonces, qué?

—¿Recuerdas algo que haya estado detrás de esta pared cuando vivías aquí?

Él se gira de vuelta hacia la pared, examinándola. Se acerca y corre sus dedos por el papel tapiz, además, no sé por qué, si él no puede sentir. Lo observo curiosa mientras él mira hacia arriba y abajo y después al espacio alrededor.

—No lo sé—dice finalmente.

Lo miro.

—¿Qué quieres decir con que no lo sabes?

—Me refiero a que no recuerdo nada acerca de esta pared—aclara simplemente—. Aunque se siente... familiar

—¿En qué sentido, familiar?

—Como si estuviera conectado a ella de alguna forma. No lo sé. ¿Eso que importa?

Me encojo de hombros.

—Pensé que era raro, eso es todo.

Él me sonríe, recargándose sobre la pared.

—Así que, ¿te devolvieron tu auto ya?

Bufo.

—No—digo—. Me está carcomiendo hasta los huesos. Me volveré loca.

Él ríe, alzando uno de sus hombros.

—Bueno, conozco un atajo hacia el cementerio, digo, si quieres tener un poco de aire fresco y parrandear con los muertos.

Mis ojos se iluminan.

—Sí, Dios por favor sólo necesito salir de la casa, No me interesa a donde vayamos.

Harry ríe, enderezándose.

—¿Qué esperamos entonces?

(...)

Cuando Harry me dijo que íbamos a "parrandear con los muertos" estaba bromeando sólo a medias.

Él me va conduciendo por unas hileras de lápidas, explicándome que cuando el cementerio se vacía, algunos de los muertos estancados en el intermedio se reúnen aquí.

Ahora, a las tres de la tarde de un sábado, es aparentemente una de esas horas.

Camino cerca detrás de Harry, mirando mi alrededor a los diferentes fantasmas que congregan aquí. Todos hablan tranquilamente entre ellos, recargados sobre algunas lápidas, todos teniendo la misma pizca de tristeza alrededor de sus ojos, la misma que Harry tiene alrededor de los suyos.

—¿Conoces a todos ellos?—le pregunto levemente a Harry.

Él asiente mientras continuamos caminando hacia su lápida.

—Más o menos.

—Ellos no notan que no estoy... tu sabes.

—No, eres lo suficientemente pálida para pasar desapercibida, supongo.

Lo miro.

—¡No soy tan pálida!

Él muerde su labio inferior, tratando de contener una risa y lo golpeo en el hombro antes de recordar que golpearlo no funciona para nada.

Nos detenemos frente a su lápida.

Descanse en paz.

Cada vez que lo leo, mi corazón se quiebra un poco más por Harry.

—Buenas tardes Harry.

Levanto mi vista ante la dulce voz. Una pequeña niña, no más grande que la edad de doce años, se encuentra a un lado de la lápida de Harry. Su cabello es de un pálido tono rubio y sus ojos son de un cálido y profundo color caramelo.

—Hola, Em—Harry la saluda—. ¿Cómo has estado?

Ella se encoge de hombros.

—Estoy bien, supongo—su mirada se desvía hacia mí—. ¿Cómo cruzaste?—pregunta bromeando.

—¿Disculpa?—pregunto.

—Te está preguntando que como moriste—Harry dice sonriendo.

—Oh, yo no...—me encojo de hombros.

—Ella está viva—Harry termina por mí.

Las cejas de Em se juntan.

—¿Viva?

—Es una amiga—dice Harry—. Ella me está ayudando a cruzar.

La realización se filtra dentro de los amielados ojos de Em.

—Oh, entonces tu debes ser Jane—sus pómulos se levantan mientas sonríe delicadamente.

Levanto una de mis cejas, mirando a Harry.

Él se ve incómodo.

—Harry habla mucho sobre ti, sabes—Em continúa, alejando un mechón de cabello y colocándolo detrás de su oreja—. Diciendo que tu vas a ayudarlo con su asesinato, así él podrá podrá cruzar finalmente. Sin mencionar que eres digna de admirar—sonríe ampliamente.

—Suficiente Em—dice Harry—. Fuera de aquí.

—Como tu lo desees—Em canturrea, girándose y yéndose, saltando lejos de nosotros.

Ella es joven, pero habla con tanta elocuencia y sabiduría. Me hace preguntarme cómo murió, y por qué está estancada en el intermedio.

Le pregunto a Harry.

—Accidente automovilístico—responde—. Su padre iba conduciendo. Él se culpa por la muerte de ella y no ha podido perdonarse. Em no puede cruzar al después de la vida hasta que él lo haga.

—¿Pero y qué si él nunca lo hace?

—Entonces, ella tendrá que esperar hasta que él muera—Harry mete ambas manos dentro de sus bolsillos—. Muchos de los muertos están estancados aquí esperando el perdón, o algo parecido. La mayoría de ellos no pueden hacer nada al respecto, más que esperar. Son inhábiles de poder ser vistos por las personas de sus vidas pasadas que necesitan perdonarse, así que ellos sólo esperan.

—Entonces tu tienes suerte.

—Sí. En términos de por cuanto tiempo y por qué razón puedo estar estancado en el intermedio. Tengo una de las salidas más fáciles. Con tu ayuda, claro.

Observo a Em sentada en una de las largas lápidas del cementerio, con sus pies colgando de lado.

—¿Por cuánto tiempo ella ha estado estancada?—pregunto.

—Diez años—responde Harry—. Diez años, y su padre sigue sin perdonarse.

Mi corazón da un vuelco por la joven niña, y su padre.

—Todos queremos lo mismo—dice Harry—. Todos queremos cruzar al después de la vida. Tratamos de ayudarnos, pero no funciona. Necesitas terminar los trabajos pendientes por tu cuenta para cruzar—él mira hacia la distancia, hostilidad se refleja a través de sus ojos.

—O como último recurso, con la ayuda de una persona con vida—levanto una de mis cejas.

Él me mira, con sus labios torciéndose levemente mientras trata de no sonreír.

—Claro, no quiero desacreditarte.

Harry se agacha, sentándose sobre el pasto, gesticulándome en imitar su acto y sentarme junto a él.

—¿Cuál es el punto de estar en el intermedio?—le pregunto, jalando un puñado de pasto entre mis dedos una vez que me siento.

—Es un cumplimiento—responde—. Parece soso, pero todo el mundo debe estar completo para cruzar al después de la vida. Es un requisito, supongo.

—Nadie puede estar totalmente completo, ¿o sí?

—Es más como el mayor de los complementos. Por ejemplo, encontrar a tu asesino—el sonríe—. Pero tienes razón. Pequeños complementos se pasan por alto, pero otros necesitan estar terminados, así que somos enviados aquí para acabarlos—él gesticula hacia el resto de los muertos en el intermedio que deambulan por el perímetro.

—¿Así que una vez que encuentres a tu asesino, tu sólo... desaparecerás?

—No lo sé exactamente. No sé a donde iré, pero sé que será mucho mejor que vivir la muerte aquí.

—Vivir la muerte—repito—. Vaya uso del oxímoron.

—Es verdad, en serio. Quiero decir, no estoy completamente muerto, porque sigo caminando en la tierra. No estoy vivo, obvio, porque sólo soy un sólido cuerpo, y lo único que trabaja es mi mente, además no puedo respirar—se encoge de hombros—. Así que, vivo la muerte.

Lo miro. La luz del sol de medio día brilla sobre él, provocando resplandor sobre su pálida piel. Él se inclina sobre las palmas de sus manos, su suéter blanco permanece doblado hasta los codos. Sus largas piernas se encuentran cruzadas y su rostro está inclinado hacia arriba, observando el cielo, sus labios son del mismo tono rosa pálido. La ligera brisa enreda sus oscuros rizos y noto el comienzo de los hoyuelos formándose en sus mejillas. Jamás he visto a un chico que emane tal belleza pura de sus ojos.

—Normalmente haría algún comentario sarcástico acerca de como quedársele observando a las personas es grosero—él dice de repente, rompiendo mi concentración—. Pero no me molesta para nada que tu me observes—él me mira, sonriendo dulcemente.

Desvío inmediatamente mi mirada.

—No te estaba observando—mascullo.

—Oh, definitivamente estabas observando—dice, los hoyuelos aparecen en sus mejillas mientras me sonríe, provocándome—. Pero como dije, no me molesta.

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