dieciséis
Me dejo caer de espaldas sobre la cama, mirando hacia el techo.
Es sábado en la noche, y he estado castigada durante toda la semana. No puedo salir a ningún lado, y eso me aburre infinitamente.
Últimamente he tratado de hablar gentilmente con mi madre para que me dé las llaves del auto, pero no funciona.
< —Jane—dice ella, agitando su cabeza mientras corta un diente de ajo para la cena—. Saliste sin decir nada a tu padre y a mí, y no llegaste sino hasta medianoche. Sin mencionar que te saltaste la mitad de las clases del día—me mira directamente—. Sí, lo sé. La escuela nos llamó preguntando acerca de tu inasistencia. No eres tan astuta como crees. >
Así que, aquí estoy, siguiendo las grietas en el techo con mis ojos y escuchando los murmullos que vienen de la televisión desde abajo.
El aburrimiento es infinito.
Me deslizo fuera de la cama, decidiendo que no he explorado la casa lo suficiente desde que me mudé aquí. Mi cabello cae descuidadamente sobre mi hombro en una coleta baja y me siento aún sin ganas de dormir, mi patrón de sueño está muy apoderado por la escuela como para tratar de ir a la cama a las diez.
Me aventuro por el pasillo y entro a un salón.
Es una pequeña habitación que mis padres no han amueblado todavía. Un sofá está colocado junto a la pared y algunas cajas entreabiertas se encuentran junto a él, pero aparte de eso, la habitación está vacía.
Recuerdo haberme sentado en el salón de Nate durante la fiesta hace unos días. Su casa estaba muy bien amueblada. Me pregunto como lucía esta casa cuando la familia de Harry vivía aquí.
Camino hacia la ventana. Esta habitación también conecta con el patio trasero, paralelo a mi habitación. Hay pocos árboles obstruyendo la vista, así que puedo ver la punta del Sauce en el claro desde aquí.
Un movimiento capta mi atención y observo a Harry cruzando el patio, su suéter blanco y pantalones negros sobresalen contra el color verde del pasto.
Abro la ventana y lo llamo por su nombre delicadamente, su rostro se eleva, mirándome al instante.
Se detiene para entrecerrar sus ojos hacia mí y una sonrisa aparece en su rostro.
Sé por un hecho, que mis padres están corriendo las cortinas de la sala en este momento, así que dejo salir un suspiro en alivio ya que Harry no será visto por ellos.
Me inclino levemente sobre la ventana, descansando mis palmas sobre el umbral.
—¿Por qué siento que estamos recreando a Romeo y Julieta contigo allí arriba y conmigo aquí?
Río ante el comentario de Harry.
—Un Romeo fantasma y una sarcástica y pesimista Julieta, que historia.
—Vamos, di la línea.
—¿Qué línea?
—Tu sabes que línea—me dice—. La línea.
Ruedo mis ojos, dejando salir un dramático suspiro.
—Romeo, Romeo, ¿por qué eres Romeo?—digo en el tono femenino más melodramático que puedo, presionando la palma de mi mano sobre mi pecho e inclinándome hacia un lado en la ventana—. Niega a tu padre y renuncia a tu nombre, o, sino, júrame tu amor, y dejaré yo de ser una Capuleto.
Harry aclara su garganta y pone su mano sobre el pecho, imitándome.
—¿La sigo escuchando o le hablo ya?—él cita.
—Mi único enemigo es tu nombre. Porque tu eres tu, aunque seas un Montesco—respondo, tratando de recordar el resto de la línea—. ¿Qué es Montesco? No es ni mano, ni pie, ni brazo, ni rostro. ¡Oh, sea otro nombre!
Harry comienza a aplaudir y yo río junto con él ante el cliché de nuestras citas.
—No recuerdo nada después de esa línea—admito.
—Espera—me dice, y observo mientras él termina de cruzar el patio y entra a la casa.
Minutos después, entra al salón, con la gran sonrisa aún presente en su rostro.
—Haces de una muy buena Julieta—me dice.
—¿Qué te hace decir eso?—levanto una de mis cejas, cerrando la ventana.
—Luces como yo siempre la imaginé a ella cuando lo leíamos en la escuela. Cabello oscuro, ojos azules y gran belleza.
Me ruborizo, mirando hacia el suelo.
—Lo dudo—digo, demasiado consiente de su mirada sobre mí.
Harry se dirige a tomar asiento sobre el sofá, dejando sus brazos sobre los cojines.
—¿Cómo sabes todas esa líneas tan bien como sea?
Me encojo de hombros.
—Mi padre tiene una colección completa de las obras de Shakespeare, y cuando me sentía... afligida, iba y leía para olvidarme de las cosas—camino nuevamente hacia la ventana para correr las cortinas—. No funcionó mucho. Pero sé las historias de inicio a fin, lo que me da una ventaja en la clase de Literatura.
Él sonríe.
—Ya veo.
—¿Y tu?—pregunto, sentándome sobre una de las cajas aún sin abrir—. ¿Cómo sabes las líneas?
—Literatura era la única clase en la que siempre presté atención—responde—. Y la leí de la colección de obras de Shakespeare de tu padre cuando estabas en la escuela.
Sonrío levemente hacia él.
Se inclina hacia delante, descansando los codos sobre sus rodillas.
—Te tomo la palabra. Llámame sólo amor mío y seré nuevamente bautizado. ¡Desde ahora mismo dejaré de ser Romeo!
Reconozco la línea, abriendo mis labios.
—¿Qué hombre eres, que así, envuelto en la noche, sorprendes de tal modo mis secretos?
Él se levanta del asiento.
—¡No sé cómo expresarte con un nombre quien soy! Mi nombre, bella adorada, me es odioso, por ser para ti un enemigo. De tenerlo escrito, rasgaría esa palabra.
Me levanto de la caja, imitando su acción.
—Todavía no he escuchado ni cien palabras de esa lengua, y conozco ya el acento. ¿No eres tu Romeo y Montesco?
Estamos muy cerca ahora, sólo hay un pequeño espacio entre nosotros.
—Ni uno ni otro, hermosa doncella, si los dos te desagradan—dice, unos brillantes ojos verdes se encuentran con los míos, y una sonrisa torcida se dibuja en sus pálidos labios.
Todos los recuerdos de las líneas se derriten en mi mente, cuando miro hacia él.
Busco la siguiente línea en mi cerebro, pero no tengo suerte .
—Mierda, no recuerdo—digo, agitando mi cabeza y mirando hacia el suelo.
El sonríe.
—¿Tu falta de memoria tiene algo que ver con mi tangibilidad?—levanta una ceja, su sonrisa se convierte en una burlona mientras levanta su mano y lentamente coloca un mechón de cabello detrás de mi oreja.
El rubor incrementa notablemente en mis mejillas.
Harry ríe levemente, dándose vuelta y caminando por la habitación. Se detiene y me mira sobre su hombro.
—Te lo juro, amada mía, por los rayos de la luna que platean la copa de los árboles.
—No jures por la luna, la inconstante luna, que en un rápido movimiento cambia de aspecto cada mes. No imites su inconstancia.
Regresa y se coloca frente a mí, con sus manos cruzadas detrás de su espalda.
—¿Pues por quién he de jurar?
Sonrío.
—No hagas ningún juramento. Si acaso, jura por ti mismo, por tu persona, que es el Dios de mi idolatría y en quien he de creer.
Harry y yo nos miramos a los ojos alrededor de la habitación.
Él deja salir una pequeña risa.
—Si tan sólo mi vieja maestra de Literatura me viera ahora—dice.
Observo alrededor del vacío salón, las paredes color crema.
—Harry—digo—. ¿Qué era este lugar cuando tu vivías aquí?
Toma su labio inferior entre sus dientes en concentración.
—Bueno—dice—. Esta era la habitación donde mis padres pasaban el rato. Había un minibar, casi como el de Nate, y un equipo de sonido. Nosotros siempre entrábamos aquí cuando mis padres no estaban en casa.
—¿Quiénes "nosotros"?—pregunto.
—Ava y yo—dice—. Y a veces Max y el resto—sonríe, como si recordara—. Dios, esos fueron buenos tiempos.
Me inclino sobre una pila de cajas.
—¿De verdad extrañas vivir, cierto?
—Más que nada—dice, asintiendo con su cabeza—. Haría cualquier cosa para tener mi vida de vuelta—dice, con gran determinación y sentido en su voz, que casi creo que es posible.
—Yo era lo opuesto, hace unos meses atrás—digo levemente, alzando una de las mangas de mi sudadera—. Habría hecho cualquier cosa para poder quitarme la vida.
—¿Por qué?
Me encojo de hombros, sin mirarlo.
—Tenía depresión. Aún tengo un poco—tuerzo mi nariz levemente, girando mi vista hacia él—. Pero estoy mejor ahora, creo.
—¿Qué tan seguido tu...—gesticula, apuntando hacia mis brazos—. ...te cortabas?
Involuntariamente bajo la manga de mi sudadera.
—¿Podemos hablar de otra cosa?
—Tu sacaste el tema.
—Bien, pero ahora lo estoy dando por terminado.
Él apenas sonríe ante mi expresión.
Inclino mi cabeza de lado.
—¿Puedo preguntarte algo?
—Acabas de preguntarme algo.
Ruedo mis ojos mientras él me sonríe burlonamente.
—Sabes a que me refiero.
—Adelante—me dice—. Pregunta.
Dirijo la mirada hacia mis pies.
—¿Alguna vez amaste a Ava?
Levanta una de sus cejas.
—¿Ava?
Asiento.
Hay una pausa.
Miro hacia él.
—No—responde finalmente—. Jamás amé, ni podría amar a Ava.
(...)
La campana suena al final de la última clase el lunes, y suspiro en alivio de que el día acabó. Recojo mis cosas y camino fuera del salón de Biología hacia mi liberad.
Cruzo el estacionamiento, dirigiéndome hacia mi auto, pero alguien me sujeta del brazo, llevándome a un lado del edifico.
—¿Qué diablos?—libero mi brazo del agarre de Ava.
Se inclina hacia atrás, cruzado los brazos por encima de su pecho. Su rubia cabellera está perfectamente lisa y usa delineador negro que hace lucir a sus ojos marrones más brillantes. Sus labios son del típico color rojo-cereza.
La miro.
—¿Qué escuchaste?—me pregunta, llegando directo al punto.
Ajusto la correa de mi bolso sobre mi hombro.
—¿De qué estás hablando?
—Sabes exactamente de que estoy hablando—dice.
La realización llega a mí. La escuché a ella y a Max hablando en el pasillo la semana pasada.
—No escuché nada—le digo.
—Tonterías.
No sirve de nada mentirle, así que tal vez deba decirle la verdad. Quizá pueda usar esto en su contra.
—Te escuché hablar sobre Harry—digo, imitando su estado, cruzando mis brazos por encima de mi pecho.
Su expresión facial no cambia.
—¿Y?—pregunta rotundamente.
—¿Quién es él?
La orilla de su labio se tuerce levemente.
—¿Por qué te importa lo que escuché?—pregunto, levantando una de mis cejas.
—No deberías escuchar conversaciones privadas a escondidas—dice.
—Privadas—mofo—. Estaban en un pasillo vacío. Cualquiera pudo haber escuchado.
—Aparentemente—me mira.
—¿Quién es Harry?—pregunto de nuevo.
Ella endereza sus hombros, y me mira llena de desprecio.
—Algo me dice que tu ya lo sabes.
Alzo uno de mis hombros.
—¿Y qué si lo sé?
Me sonríe sin ningún humor.
—Mira, no sé quien te crees que eres—se burla—. Pero te aviso que te cuides, porque ir hablando sobre el asesinato de Harry Styles es una mala idea.
—¿Por qué?
Ava aprieta su mandíbula.
—Esto es una pérdida de mi tiempo—dice, evadiendo mi pregunta. Pasa junto a mí, caminando por un lado del edificio y regresando al estacionamiento.
La sigo después, deteniéndome y buscándola por el patio. La encuentro caminando hacia Max, sus mejillas arden. Ella luce como si le estuviera reclamando algo. Él gira su rostro y hace contacto visual conmigo.
Ava continúa hablando enojada hacia él, pero a él parece no importarle. Finalmente se gira hacia ella para decirle algo, y su expresión es apacible.
Ambos cambian miradas hacia mí.
Las palabras de Harry hacen eco en mi mente.
Todo es posible.
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