La hora más oscura. Parte IV

Era como un sueño... no, como una maldita pesadilla. La batalla rugía abajo, apenas a unas decenas de metros, pero a él le parecía que aquellos estridentes gritos de muerte y agonía se encontraban a kilómetros de distancia y en otro tiempo, quizá en otra vida completamente.

Sentado con la espalda contra la pared en uno de los balcones de Fantsyschloz, parecía incapaz de levantarse; la imagen de su amigo, de su camarada, de aquel que empezaba a ver como el padre que tanto había añorado desde su niñez, comenzaba a desvanecerse poco a poco y, conforme los segundos convertidos en siglos transcurrían a su alrededor, el joven Ii-ack se aferraba desesperado a la imagen de aquella eterna sonrisa en el rostro de Garagán Tu-Han, el último zyqlopoon, pero lo más importante, el último de sus amigos.

Por fin, algo en su interior lo obligó a moverse. Lenta, casi dolorosamente se puso de pie, aunque más tarde ni siquiera recordaría cómo lo hizo. Lo que sí supo fue el porqué: un grito, un grito agudo y penetrante, un grito de furia, un grito que auguraba la muerte de aquel que se acercara a menos de dos metros de quien lo había lanzado, rasgando el aire por encima de la infernal cacofonía de la batalla.

Usualmente, su pierna izquierda dolía como el infierno, por eso no había podido ayudar en la batalla, la enorme cojera que le había dejado el encuentro con Zno', a quien ahora no podía ver por ningún lado, le había impedido ayudar en el combate; sin embargo, ahora, de pie recargado contra el barandal de mármol y lapizlázuli de aquel balcón, el dolor parecía solo una incómoda comezón en el trasfondo de sus pensamientos disconexos y caóticos.

No obstante, su vista era perfectamente clara, lo suficiente como para notar aquel borrón azul y blanco que trepaba por uno de los tentáculos de una criatura que no había visto hasta ese momento, pero que, en el fondo de su corazón, sabía que había sido la culpable de la muerte de su amigo.

La diminuta figura había saltado hacia el apéndice que se retorcía y golpeaba la muralla una y otra vez, sacudiendo la estructura misma del castillo completo, y ahora corría hacia arriba, conservando el equilibrio de manera casi milagrosa mientras el tentáculo ondulaba salvajemente contra el trasfondo de la plaza. En tanto en esta última, Quorbus y Gofmafraandz le iban ganando la partida poco a poco a la inmensa masa de wampeers que parecían incapaces de contrarrestar el fuego y la oscuridad que le daban su poder a los heixencamphers.

De repente, un temblor mucho más fuerte sacudió no solo al castillo, sino el tejido de la realidad a su alrededor. El behemoth creado por Flora y Phantasya logró un sólido golpe sobre la cabeza del jotun, arrojándolo hacia atrás y arrancándole una lluvia de "esquirlas" de hielo, que volaron justo en la dirección de la figura azul y blanco que seguía trepando por el tentáculo.

"¡Veahatus MHaggne!"

No obstante, la vista del joven huérfano se vio irremediablemente arrastrada hacia aquel grito que le llegaba desde la derecha del jotun, donde otra pequeña figura, vestida de blanco y plata, caía hacia el vacío, arrojada por el estertor que el violento impacto había causado en el engendro.

Por suerte, por un milagro o por años de entrenamiento que habían afinado al máximo sus reflejos, la figura logró encajar dos espadas o hachas o algo así, en el costado de la criatura y, casi enseguida, comenzó a usarlas para seguir escalando, aunque más lentamente, hacia la cabeza del monstruo maldito.

La figura azul y blanco, en cambio, había visto su camino interrumpido por un inesperado obstáculo. Las "esquirlas" de hielo que habían volado hacia ella se habían transformado, no bien tocaron la carne del jotun, en un par de docenas de extrañas criaturas de cuerpos alargados, unas 20 patas delgadas y articuladas, y dos flexibles tentáculos/látigos que se agitaban en el lugar donde debían haber estado los ojos.

La melena rubia de aquella guerrera se agitó salvaje en el aire mientras sus espadas refulgían bajo el lejano resplandor de los calderos y fogatas de guerra que todavía iluminaban, aunque débilmente, las almenas del castillo. Las armas parecían danzar al viento, cortando, mutilando, rebanando y aguijoneando, destazando criaturas a diestra y siniestra, mientras su dueña seguía avanzando cada vez más cerca de la cabeza de la criatura.

La plaza era, también, un hervidero de actividad. Poco a poco, Ii-ack había empezado a recordar y a distinguir: los feratus de los wampeers volaban en todas direcciones, congelando y robando vidas; las veloces siluetas de los heixencamphers barrían sectores enteros de la formación enemiga en segundos, la espada de Quorbus cercenaba y destazaba enemigos en un frenesí de muerte y destrucción, el mazo de Leoo aplastaba y trituraba, la lanza de Stanyon perforaba y atravesaba y cada soldado en las fuerzas defensoras cobraba al menos 10 vidas antes de caer ante la despiadada magia del enemigo.

Con sistemática lentitud, las fuerzas de Quorbus y Gofma' habían logrado no solo reducir, sino empujar a las fuerzas enemigas hacia la muralla exterior; no obstante, un repentino golpe del destino, de mala suerte o de maldad pura, empañó aquel pequeño logro de los defensores.

Dos de los tentáculos del jotun habían logrado envolver al behemoth y, de repente, de estos surgieron otros cientos de tentáculos más pequeños y delgados, que penetraron la tierra y piedras de las que estaba formado el gigante creado por Flora y Phantasya. Los malignos apéndices comenzaron no solo a moverse y agitarse dentro del titán, sino a succionar y alimentarse de la magia que animaba las enredaderas y raíces que lo mantenían unido; hasta que, tras largos minutos, el último obstáculo entre Fantsyschloz y la aniquilación total cayó destruido, reducido otra vez a un montón de tierra, piedras y decenas de edificios que habían formado uno de los grandes sectores de la capital del "Último Reino".

El jotun/Seaín sintió la victoria otra vez al alcance de sus manos y elevó al aire una vibración que encendió los ánimos de sus tropas en la plaza, las cuales, con un salvaje empuje trataron de recuperar el terreno perdido. Leoo fue sepultado por una docena de enemigos, la lanza de Stanyon se quebró; espalda con espalda, Quorbus y Gofma' estaban totalmente cercados y por un momento, por un instante, Ii-ack sintió que todo estaba perdido.

Incluso la luz, última herencia de Garagán, parecía ya no tener efecto en la hendidura que Seaín había abierto en la realidad, de la cual comenzaban a emerger malignos tentáculos blancuzcos y, por momentos, figuras oscuras y deformes se cruzaban de un lado a otro de la grieta, pero todavía sin atreverse a pasar por ella.

Sin embargo, una luz, poco más que una chispa de esperanza volvió a brillar en su corazón, cuando pudo ver que la figura azul y blanca... la guerrera rubia... Cyan... lograba cruzar el campo de enemigos y corría, en alas de la furia y la desesperación, hasta la cabeza del maldito engendro. También el elfo de blanco y plata... TOuzmap... había conseguido rehacerse y ahora escalaba el cuello de la bestia de hielo, luz y vacío y no tardaría mucho en llegar a la cabeza.

La criatura se dio cuenta y con furia y... ¿miedo, tal vez? lanzó sus tentáculos contra los molestos "insectos" que la escalaban. Una y otra vez, los malignos apéndices buscaron derribar a la pareja de guerreros que, no obstante, siguió avanzando, aparentemente imparables, aparentemente invencibles y luego, una ayuda más: Nemahureru-more-noviyo arrojó un puñado de semillas a los pies del jotun, y con una de sus uñas, transformada en afilada espina, cortó su muñeca izquierda, de la cual escurrieron delgados chorritos de una sustancia cristalina y transparente.

En un segundo, las semillas crecieron y formaron gruesas lianas que envolvieron las patas del jotun e incluso alcanzaron dos de los tentáculos, amarrándolos e inmovilizándolos, permitiendo que Cyan y TOuzmap, por fin, llegaran a la cabeza del gigante.

La pareja por fin pudo reunirse. Con toda la fuerza surgida de la furia y el miedo, pero con la concentración y determinación gestadas en media vida de lucha y entrenamiento, Cyan clavó su sable en la cabeza de la bestia. Con una vibración que parecía de ira y dolor al absorber una pizca de la magia del jotun, la espada apenas pudo clavar la punta, sin embargo, aquello fue más que suficiente: una hendidura se abrió en la cabeza de la cosa aquella y la joven humana extrajo, de una bolsita en su cinturón, algo que parecía una joya, una aguamarina, translúcida y de un hermoso color verde-azulado que dejó caer dentro de la hendidura.

Enseguida, TOuzmap comenzó una oración, un largo himno/conjuro en honor al MHagg y sus manos se iluminaron. Arrodillándose, el eelph posó ambas palmas sobre la joya, esta comenzó a brillar y, de repente, de su interior surgieron cientos, miles de pequeñas criaturas que parecían hechas de luz y arena verde aqua. Aprovechando la hendidura en la piel de la bestia, las criaturas comenzaron a devorar al jotun/Seaín multiplicándose conforme se alimentaban y cavando túneles que se dirigían cada vez más profundo dentro del cuerpo del demonio, el cual se retorció sobre sí mismo en un estertor agónico.

¿Un segundo, un minuto, una hora, una eternidad? Ii-ack perdió la noción del tiempo mientras veía cómo los pequeños insectos de Nemahu' cavaban y cavaban dentro del cuerpo del engendro, creando túneles que brillaban desde su interior, mientras la criatura emitía una sonora vibración que afectó, de nueva cuenta, a todos en la plaza.

A todos, menos a los 40 magos de combate que aún quedaban vivos, los cuales retrocedieron un poco buscando el mejor ángulo de impacto y, con un movimiento hermosamente coordinado, que parecía más un paso de baile que un ataque, liberaron una gigantesca nube de fuego y oscuridad que corrió por todo un sector de la plaza, incinerando y desintegrando a casi la mitad del ejército enemigo.

Por fin, Seaín fue incapaz de soportar la presión, su enorme figura comenzó a resquebrajarse, partiéndose y desmoronándose desde las grietas que los insectos habían creado y, mientras Cyan y TOuzmap corrían desesperados tratando de ganarle el paso a las líneas de fractura, el gigantesco cuerpo del demonio se derrumbó a un costado del castillo.

Ya casi no hubo necesidad de combatir, sin un líder y sin sus bestias apoyándolos, la mayor parte de los wampeers emprendió una retirada relativamente ordenada, aparentemente con rumbo al norte; solo unos pocos se quedaron, guardando las espaldas de sus camaradas y esos pocos fueron prontamente aniquilados.

Del mismo modo, la desaparición de Seaín, cuyos trozos comenzaron a evaporarse y a regresar a través de la hendidura, permitió que la llave de Garagán cerrara, por fin, aquella infame grieta entre realidades, encerrando a los jotuns y sus malignos esbirros dentro de aquel reino de luz y hielo, al menos de momento.

Un tenue movimiento llamó la atención de Ii-ack en el balcón, quien se volvió a ver a la cima de la muralla, donde, con un esfuerzo, TOuzmap logró alzarse hasta el pasillo tras las almenas, para luego tenderle una mano a una Cyan que, agotada hasta el extremo, estaba a punto de perder el precario agarre que tenía sobre la muralla.

Una vez que consiguió levantar a la joven humana, el elfo cayó herido y agotado hasta el límite de sus fuerzas. Esquirlas del zolh'mr habían penetrado su aura y cubrían varias partes de su armadura. Era indudable que alguna habría penetrado hasta la piel y el eelph necesitaría ayuda para combatir el oscuro efecto de la maldita arma de Zno' Hwait.

Entre tanto, Cyan se derrumbó unos pasos más atrás, recargada sobre el muro de contención de la muralla, contemplando la plaza frente al castillo, mientras las fuerzas de Quorbus eliminaban a la retaguardia del enemigo.

El día había acabado y la luna asomó su cara por detrás del hechizo de los wampeers que se desvanecía, mientras los exhaustos defensores simplemente se dejaban caer en sus lugares; no hubo vítores, no hubo gritos, no hubo celebración alguna por la victoria, por el contrario, muchos de los sobrevivientes lloraban, agotados más allá de sus límites, con heridas tanto físicas como emocionales, algunas de las cuales nunca sanarían, no del todo.

El sobrenatural frío llevado por los wampeers también comenzó a despejarse y una tibia brisa comenzó a recorrer la ciudad entera, terminando de limpiar el aire de la maligna presencia de los invasores y llevando un poco de esperanza al corazón del joven Ii-ack, quien elevó un sincero "Gracias" y derramó una lágrima en honor al amigo que se había ido.

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