El mago y la serpiente. Parte III
La espada se detuvo, como por un milagro, a un par de milímetros del cuello de Hara-pa. En un momento de lucidez en medio de la batalla, Cyan se había percatado de que los bichos e insectos estaban pasando de largo; aunque las habían cubierto por completo, no les hacían más caso del que le habrían hecho a una piedra o una pared.
Tan rápido como pudo, la rubia rasgó largas tiras de su capa y las usó como un pañuelo para embozar su rostro y el de la niña, evitando, así, que los bichos se metieran en su nariz o en su boca, para luego acurrucarse junto a ella y cubrirla con su cuerpo, tratando de evitar, en lo posible, que las pestes siquiera la tocaran.
Nunca supo cuánto tiempo pasó así, acurrucada en la oscuridad de aquel viejo túnel bajo UHrb ZAmargduç, con miles de millones de insectos de todo tipo reptando y arrastrándose sobre ella; metiéndose bajo la ropa, hurgando y raspando cada rincón de su cuerpo, obligándola incluso a cubrir su entrepierna con su propia mano y haciendo que Hara-pa hiciera lo mismo.
Hubo, incluso, un momento en que sintió que el tremendo peso de aquella marejada viviente estaba a punto de aplastarlas; sin embargo, pasado un tiempo, el asfixiante flujo comenzó a disminuir y Cyan se permitió alzar la cabeza y aunque la casi absoluta obscuridad de aquel túnel le impedía ver cualquier cosa, pudo escuchar cómo el rumor de chirridos, chasquidos y zumbidos se alejaba poco a poco de ellas.
Temblando por la aterradora experiencia, la joven guerrera se levantó, sacudiéndose de encima algunos bichos rezagados y arrancándose del cabello una especie de escarabajo, el cual arrojó al suelo y, en un impulso provocado por el miedo y la impotencia, lo aplastó con un pie haciendo que un extraño fluido salpicara el piso y la pared más cercana.
Sabía que Hara-pa estaba a su lado y mientras la tenía abrazada la había sentido respirar, así que sabía que estaba viva; sin embargo, no podía saber si la niña estaba herida o cuántos bichos seguían encima de ella o enredados en su ropa, de modo que a tientas se puso a buscar la segunda antorcha que aún debía estar en el bolso.
Todavía había muchas de aquellas cosas arrastrándose por ahí, tratando de alcanzar a la marejada, sin embargo, nada que le impidiera encontrar, después de una eternidad y media, el bolso que la rebelión le había dejado, donde encontró la segunda antorcha, eslabón y pedernal.
Un par de intentos le costó a sus temblorosas manos, sin embargo, cuando por fin pudo producir la anhelada llama, la rubia pudo ver cómo la negruzca mancha poco a poco daba paso al gris natural de la piedra y de inmediato se acuclilló junto a la pequeña para sacudirla y limpiarle la plateada cabellera.
Estaba bien, ambas estaban bien, sólo con la piel enrojecida e irritada debido al roce de las patas y los cuerpos de las alimañas y con un molesto salpullido en varios lugares, donde, seguramente, alguna de aquellas repugnantes criaturas había mordido, orinado, defecado o cualquier otra cantidad de cosas que la rubia ni siquiera quiso considerar.
Tardó un poco en lograr que Hara-pa se levantara y cuando por fin lo hizo, los ojos violetas de la pequeña estaban perdidos, fijos en un punto a una distancia inconmensurable y su cuerpo respondía a la mínima indicación de Cyan, pero su mente parecía ausente y la rubia supo de inmediato que algo andaba mal y aunque no sabía exactamente qué, tenía la sensación de que tenía todo qué ver con lo que estaba ocurriendo unos 20 metros por encima de su cabeza, en PAlatha ZAmargdan.
Así, se dio cuenta de que su plan de partir inmediatamente estaba descartado; necesitaba llevar a la niña con las thegnes que todavía se alojaban en un albergue en la ciudad, arriesgándolas a sufrir la furia del MHagg.
***
Un profundo silencio cubrió, cual lúgubre manto, las cinco hectáreas que conformaban el corazón de la llamada "Esmeralda del Oriente", mientras la infanta IRizoç DHeuro y los otros cinco grandes veían cómo el MHagg dejaba el púlpito para avanzar hasta el proscenio, donde extendió los brazos al cielo y, en medio del sepulcral silencio, comenzó a entonar un melodioso canto.
La voz de tenor dramático del MHagg, la misma que fascinaba a IRizoç desde que era niña, se alzó potente desde el proscenio, subiendo y bajando en aquel canto llano profundamente enraizado en la tradición litúrgica eelphen y al cual se fueron agregando, una a una, las voces de los seis integrantes del llamado Círculo Interno hasta formar un pequeño coro.
Las siete voces de las grandes cabezas de HOuçç, quienes se habían distribuido en todo el escenario formando un heptagrama alrededor de la caja, cubrieron sin problemas toda la plaza, ayudadas no solo por el absoluto silencio, sino por la magnífica acústica del templete ubicado a los pies de la gran pirámide de MHagg PAlaç.
Sin palabras, el cántico puramente vocal era sedante, hipnótico, un melodioso arrullo al que pronto se unieron el resto de los representantes de las órdenes religiosas que seguían sentados en la grada detrás del escenario.
Ya lo habían hecho antes, lejos de miradas indiscretas, en las profundidades de MHagg PAlaç y a mucha menor escala, con prisioneros, esclavos solitarios o, cuando mucho, grupos pequeños de cinco o seis criminales o mendigos, gente sin valor y cuyo sacrificio resultaría más en un beneficio para la sociedad que en una pérdida que lamentar.
Pese a ello, a IRizoç le causaba una absoluta repulsión lo que estaban haciendo, sin embargo, no había nada que pudiera hacer; según el engendro que desde hacía 39 años era el verdadero dueño de la mitra de marfil y esmeraldas, aquella era la forma más rápida y eficiente de abrir la maldita caja.
Fue difícil al principio, sin embargo, cuando el resto de los monjes y monjas en el graderío al fondo del escenario se unieron en un gran coro, el arrullo comenzó a surtir efecto: los más de tres mil prisioneros se relajaron y pronto comenzaron a emitir, ellos mismos, un sordo rumor gutural, que armonizó perfectamente con la vocalización del canto.
Enseguida, el gran coro al pie del escenario se unió al cántico y con ello, un extraño símbolo, como una especie de alas estilizadas, comenzó a dibujarse, rojizo, en la frente de los sacrificados.
La melodía cambió de forma y mientras el coro seguía con una muy simple vocalización que variaba en tono e intensidad a intervalos regulares, el MHagg y las congregaciones comenzaron a recitar una plegaria que seguía cuidadosamente el ritmo y el tono del coro, y aunque nadie pudo reconocer la lengua de aquella canción, la grey entera fue testigo de uno de los mayores actos de crueldad en la historia de Phantasya.
***
Cyan corría desesperada por los interminables recovecos de aquella maraña de túneles. En alas de la desesperación, incluso el peso de Hara-pa en su espalda le parecía insignificante.
La pequeña, ya de por sí en shock tras su cruel cautiverio en los calabozos del MHagg, de repente se había convertido en un títere sin cuerdas, incapaz de moverse sin ayuda y emitiendo una suerte de sordo rumor que seguía una cadencia muy parecida a la del canto llano y vocal de los himnos eelphen.
Y, por si aquello fuera poco, también estaba el signo, aquel extraño glifo como unas alas que se dibujó en su frente, creado por diminutas gotas de sangre y que Cyan había intentado borrar, pero sin éxito, ya que cada que vez que intentaba limpiarla con un pañuelo o con la mano, la sangre simplemente volvía a brotar, dejando aquella impía marca en la frente de la niña.
El túnel parecía no tener fin y por un momento, mientras con un milagroso acto de malabarismo lograba mantener a Hara-pa a cuestas y sostener la antorcha al mismo tiempo, la rubia comenzó a pensar que quizá había tomado un camino equivocado.
No obstante, no podía hacer otra cosa que seguir corriendo, intentar hallar la salida que Quorbus le aseguró identificaría sin problemas y llegar con las thegnes antes de que fuera demasiado tarde. La rubia no sabía exactamente qué estaba pasando, ni lo que podía ocurrirle a Hara-pa, sin embargo, sí sabía que si el MHagg estaba involucrado, no podía ser nada bueno.
De repente, una extraña luminosidad apareció a sus espaldas y el terror le dio nuevos bríos cuando se dio cuenta de que era la pequeña la que emitía un suave halo de luz, del cual se desprendían tenues hilillos que volaban de regreso hacia PAlatha ZAmargdan, mientras su respiración se hacía cada vez más agitada y su rostro comenzaba a oscurecerse, como si algo o alguien la estuviera despojando de cualquier rastro de luz.
Finalmente ocurrió, el cansancio, la desesperación, el terror y una inoportuna grieta en su camino lograron por fin hacerla tropezar y la joven guerrera rodó junto con su preciosa carga por el piso polvoriento y aunque otra vez perdió la antorcha, no le hacía falta, el aura emitida por Hara-pa era suficiente para iluminar el oscuro túnel y fue entonces que la vio.
Una criatura como jamás se había visto en Phantasya, del doble del tamaño de un caballo y con la musculatura de un bulldog, la piel gris y áspera como un guijarro, la postura cuadrúpeda, un par de alas vestigiales, la cabeza sólida, maciza, con un par de cuernos como de carnero adornándola y esos cuatro ojos grandes que brillaban amarillentos con una tenue luz que se colaba a espaldas de la bestia a través de una alcantarilla. La salida.
La joven desenvainó su espada y el monstruo simplemente se le quedó viendo, sin moverse un ápice de aquella espaciosa "bóveda" en la que se había apostado y sin intención alguna de hacerlo.
Cyan no tenía tiempo ni humor para aquello, si la criatura no se quitaba no habría otro remedio... tendría que morir.
***
En medio del oscuro cántico, un aura luminosa comenzó envolver a cada uno de los sacrificados; débil al principio, apenas perceptible, pero que fue aumentando de intensidad hasta inundar la plaza y sus alrededores con un brillo parecido al de la luna llena, que, según los recuentos de los testigos años después, podía incluso verse desde la HOuztia ELizee, a 80 kilómetros de distancia.
Pero ese era apenas el principio; tal como ocurría en los sacrificios secretos, muy pronto IRizoç vio cómo la luz parecía transformarse en vapor, el cual comenzó a flotar lenta pero constantemente hacia ellos, hacia las cabezas del Círculo Interno, inundándolos, llenándolos de aquella magia impía que iba contra todo lo que la EIklezzia proclamaba, contra todo lo que le habían enseñado desde niña, y contra todo lo que los verdaderos fieles defendían: pureza, compasión, justicia, tolerancia, amor y solidaridad.
La infanta odiaba esa sensación. Más allá de la magia cruda que amenazaba con destrozarla, lo que verdaderamente la afectaba era la sensación de morir un poco con cada grito, con cada lágrima, con cada ocasión en que alguno de los sacrificados se preguntaba "¿por qué yo?", "¿por qué a mí?", "¿por qué me haces esto?", "¿por qué? ¿por qué? ¿por qué?" repetido mil veces por mil voces distintas dentro de su cabeza.
Y es que aquella magia, aquel poder inmenso nacía del dolor, nacía de la muerte, nacía de la inocencia sacrificada o de la culpa purificada, pero no era nada más que eso: dolor en su forma más pura.
El flujo de luz que se desprendía de las cabezas de los prisioneros poco a poco aumentó en intensidad y rapidez, con lo que algunos de ellos, los más jóvenes, los más viejos, los más débiles, comenzaron a caer ahí mismo donde estaban, su piel oscurecida como si una sombra se hubiera colado por cada poro y cada arruga, en cada rincón y hendidura, vaciándoles la vida.
Frente a ella, IRizoç alcanzó a ver cómo MUmbee FAbahel, la anciana Anema Medare de las firmerii, era incapaz de soportar la agonía y caía desmayada en pleno escenario; sin embargo, antes de que el circuito se interrumpiera, dos acólitos llegaron hasta ella y la levantaron por la fuerza, manteniéndola en posición mientras la magia se seguía acumulando en su cuerpo.
Para fortuna de la eelph, aquello no duró mucho tiempo más, cuando ya sólo algunos de los prisioneros quedaban en pie, con un dramático ademán y una palabra en aquella oscura lengua, tan alejada del laden como el día de la noche, el MHagg atrajo hacia sí toda la magia acumulada en el Círculo Interno.
La blanca túnica bordada en plata se destrozó por el impacto revelando el cuerpo de alabastro del MHagg, que brillaba como todas las estrellas juntas por el poder acumulado en él, poder que tampoco tardó en liberar, en forma de una garra de luz plateada que aferró la caja en el centro del escenario.
El choque de magias y de voluntades se escuchó como la erupción de uno de los volcanes de Haedisyon y mientras la caja se elevaba por encima de sus cabezas, arrastrada por la "garra", comenzó a brillar con una nítida luz dorada, hermosa y etérea.
Sin embargo, para decepción del MHagg, la caja no se abrió, en cambio, el pequeño y delicado artefacto pareció disolverse en forma de pequeñas luces doradas que se elevaban y que, poco a poco, comenzaban a dibujar líneas, puntos y figuras geométricas que parecían una mezcla entre un mapa topográfico y un plano arquitectónico.
Un ruido como el impacto de un martillo sobre una roca se escuchó en medio de la plaza, el MHagg, sorprendido o decepcionado ante la reacción del Segundo Artefacto, perdió la concentración y lo soltó, las luces doradas volvieron a concentrarse reconstruyendo la caja... y el infierno se desató.
***
Fría, silenciosa. Furiosa, determinada. Cyan se abalanzó sobre la criatura con un tajo perfecto que hizo blanco en la parte superior de su pecho, provocando apenas un minúsculo corte superficial, poco más que un rasguño, ante el cual la bestia ni siquiera se inmutó; sin embargo, rápida como una mangosta, lanzó un manotazo, arrojando a Cyan contra una de las paredes del túnel.
Pese a que logró rodar con ambos golpes, a la rubia le tomó más de un segundo volverse a poner de pie, tiempo en el que el demonio lanzó otro par de "mazazos" con aquellos enormes puños sólidos como la roca, los cuales por poco la convertían en una mera mancha en el suelo del pasadizo.
Por fortuna, su instinto de conservación la hizo moverse justo lo suficiente para librarse del peligro, tras lo cual la joven guerrera se incorporó y comenzó a caminar despacio. Con la punta de la espada apuntando hacia la criatura analizó el terreno a su alrededor, evaluando sus posibilidades, mientras la bestia la veía impasible, quizá segura de que su fuerza y su resistencia eran más de lo que la humana frente a él podía manejar, incluso armada con aquella espada de plata eelphen.
Con una repentina carrera, Cyan embistió a la criatura, un par de tajos justo con la punta de la espada consiguieron causar un daño mínimo en sus brazos y con velocidad y agilidad consiguió esquivar un nuevo puñetazo que la habría aplastado contra el otro muro.
Parecía un empate, en el mejor de los casos. Ella no podía dañarlo y él/eso no podía alcanzarla. Pero para Hara-pa aquello no era suficiente. Determinada a encontrar un punto débil, Cyan emprendió un nuevo ataque: corrió hacia un lado, esquivó un zarpazo que arrancó chispas metálicas del piso, saltó y se apoyó en la pared para dar una voltereta sobre el lomo de la bestia al tiempo que soltaba un mandoble que, con su peso y la inercia del movimiento, ahora sí logró un buen corte en la base del cráneo del monstruo.
Un rugido de furia inundó el túnel y no bien Cyan tocó el suelo, el demonio aquel abrió las fauces y "escupió" una especie de llamarada rojiza y negra que se estrelló contra la sólida roca, la cual comenzó a descomponerse de inmediato, emitiendo, en el proceso, un vapor parduzco y pestilente
De inmediato, la joven sintió cómo el humo aquel le escocía en los ojos, la nariz y la garganta, sin embargo, un vistazo a Hara-pa, quien lucía cada vez más "oscura", envió una nueva descarga de adrenalina a su sistema, con lo cual pudo combatir, al menos parcialmente, los efectos del gas.
Una nueva embestida, ahora por el otro lado. Esquivó un golpe y una nueva llamarada; otro salto, pero ahora, en vez de elevarse, se impulsó por el fangoso suelo de la bóveda, deslizándose por debajo de la criatura y propinándole un nuevo corte, mucho más profundo, pero de ninguna manera letal.
Cyan sintió un aguijonazo en el hombro izquierdo, en medio de su desesperación y su furia, ni siquiera había notado que la criatura tenía cola; una cola puntiaguda con la que apenas la había rozado, causándole un dolor como el de una puñalada, pero nada que no pudiera soportar.
Sin perder la iniciativa, la rubia logró evitar una embestida del masivo cuerpo de la bestia que buscaba prensarla contra la pared, encaramándose en su espalda y soltando un tajo desesperado que cercenó una de las casi diminutas alas que sobresalían de los omóplatos de la criatura, arrancándole, ahora sí, un sonoro aullido de dolor.
El demonio se incorporó violentamente, arrojando manotazos a diestra y siniestra, lanzando coces, arrojando llamaradas y apuñalando con la cola las paredes a su alrededor como si fueran de cartón; Cyan, por su parte, comenzó a sentir un ligero ardor en el área alrededor del aguijonazo y, luego de un par de latidos, un leve mareo la hizo tambalearse y uno de los corcoveos de la bestia la arrojó violentamente contra una pared.
Sin perder el tiempo, Cyan trató de incorporarse, no obstante, no bien estuvo en pie, un nuevo mareo la hizo trastabillar, aunque, gracias a Morrigan, el tropiezo la puso fuera del alcance de una nueva llamarada que disolvió parte de la pared del fondo de la bóveda.
Sabía que tenía que apurarse, no solo porque el humo apenas la dejaba respirar y aquel vértigo iba aumentando poco a poco, haciéndole difícil enfocar su blanco, sino porque la luz alrededor de Hara-pa ya era apenas distinguible.
Esquivando golpes y ataques, consiguió alejarse un poco de la criatura hacia un túnel lateral, tomó todo el aire que pudo y emprendió una veloz carrera que la llevó directo hacia una de las paredes, se impulsó y soltó dos veloces estocadas que hicieron más o menos daño, pero en esta ocasión, en vez de alejarse, una vez tocó el suelo, cambió de dirección para buscar un nuevo ángulo de ataque.
Una y otra vez, Cyan corrió, saltó o se deslizó alrededor del monstruo que, furioso y confundido, no atinaba a asestar ningún golpe. No obstante, la rubia sabía que todo aquello era inútil, la criatura ni siquiera parecía tener algo parecido a la sangre y sus constantes ataques apenas si producían un daño mínimo; sin embargo, esa apenas era la primera parte de su plan, todas aquellas acrobacias buscaban disfrazar sus verdaderas intenciones.
Por fin, consideró que ya era suficiente, casi todo el oxígeno había sido desplazado por los vapores tóxicos creados por las llamas de la bestia y el mareo producido por el veneno ya era casi imposible de controlar. Tomando un último impulso, amagó correr hacia un lado, para luego salir disparada hacia el otro; trepó por un par de oquedades que las llamaradas del demonio habían abierto en la piedra y, con una voltereta, se arrojó justo sobre su cabeza.
Espada en ristre, Cyan apuntó directamente hacia uno de los brillantes ojos de la criatura, que había volteado justo hacia ella, brindándole un blanco casi perfecto; sin embargo, no se engañaba: criatura enorme, cráneo masivo, cerebro diminuto, una sola oportunidad, posibilidades... casi inexistentes.
Con un grito y una esperanza, que eran lo único que le quedaba, la rubia se dejó caer sobre una bestia que parecía casi indestructible.
***
Un poderoso temblor, como el estertor agónico de un gigante moribundo, hizo reventar las baldosas de piedra caliza que formaban la gran plancha de PAlatha ZAmargdan con un estruendo que se escuchó en toda la ciudad, seguido por los gritos aterrados de los miles de fieles congregados en el corazón de UHrb ZAmargduç.
En un segundo, los barasenai formaron un cerco protector alrededor del MHagg al tiempo que JHanzziel lo cubría con un manto y los miembros del Círculo Interno tomaban posiciones a su alrededor, listos para dar la vida en nombre de su dios y gobernante.
En la plaza, IRizoç alcanzó a ver cómo la gente, desesperada y aterrorizada, trataba de subir al templete, sólo para encontrarse con las lanzas de la FOrzam MHaggna, mientras las grietas en el suelo comenzaba a supurar un interminable torrente de grotescas criaturas.
No bien salieron, los bichos rastreros se abalanzaron sobre los cadáveres de los sacrificados, reptando por boca, oídos y otros orificios, devorando sus ojos y sus órganos internos, para luego levantarlos convertidos en grotescas marionetas del oscuro poder que todavía intentaba afianzarse en Phantasya.
La ya de por sí aterrada multitud enloqueció ante la vista de los arreva-nants, precipitándose hacia las salidas de la plaza, donde los escuadrones de la LEggium DEhi ya se encontraban en formación, intentando avanzar hacia la amenaza, obstruyendo el paso y provocando un caos y confusión que resultó en cientos de muertos, pisoteados por la multitud enardecida y agregando más cadáveres para la voracidad de las criaturas que no dejaban de salir de las grietas en el piso.
De repente, como poseídos por una única y malévola voluntad, una parte de la horda de no-muertos se arrojó sobre el escenario, arrollando a los infortunados en su camino y empalándose ellos mismos en las plateadas lanzas de la FOrzam MHaggna, que, en apariencia, no tuvo problemas en contener aquella primera oleada.
Mientras tanto la otra mitad de los espectros comenzó una sangrienta masacre entre los feligreces, quienes, desarmados, fueron blanco fácil para las garras y dientes apenas humanos que rasgaban y destrozaban a cuanta persona encontraran a su paso, sumando cada vez más miembros a su filas.
IRizoç fue la primera en reaccionar, aterrada y furiosa por lo que estaba pasando, hizo una seña a sus nunjai para que la siguieran hacia la plaza, sin embargo, con un ademán y una simple negación con la cabeza, el MHagg la detuvo.
La infanta no entendía. No entendía por qué su tío no la dejaba defender a su gente, ni por qué no lo hacía él mismo, de hecho, ni siquiera entendía por qué seguía ahí, cuando los barasenai y un segundo escuadrón de la FHorzzam MHaggna estaban listos para escoltarlo dentro del palacio.
Sin embargo, justo en ese momento, todo cobró sentido o lo más parecido al sentido en medio del caos y la locura que se habían apoderado del corazón de UHrb ZAmargduç.
Desde el oeste, una enorme nube oscureció las estrellas y la luna, avanzando más rápido que cualquier flecha; de pronto un zumbido aterrador comenzó a inundar el aire conforme aquella informe masa se acercaba a la plaza, hasta que, finalmente, más allá del terror, IRizoç y el Círculo Interno vieron cómo un enjambre de toda clase de insectos voladores se precipitaba sobre las cabezas de la ya aterrada multitud.
No obstante, justo cuando parecía que la locura ya no podía ir más lejos, alcanzaba un nuevo límite: en vez de abatirse sobre las personas en la plaza, los bichos se aglutinaron formando una sola y gigantesca masa que pronto comenzó a fundirse y a condensarse, formando un grotesco cuerpo.
Mezcla de una serpiente y un escorpión, pero con torso y el rostro de una mujer, Ofiukoatl, el demonio protector de las Planicies Interminables, se irguió en toda su terrible majestad frente al escenario, donde el MHagg hizo a un lado a sus discípulos y avanzó envuelto en una luz tan intensa que habría opacado al sol de primavera.
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