Anochecer de sangre y gloria. Parte II
Dócil como un cordero, PRinç XSarm se dejó arrastrar por la reina Mrrgan T' Fä a través del cada vez más cerrado enjambre de invitados que abarrotaban el inmenso jardín norte de Ka'am Halot, a la espera del inicio formal de las festividades por el exitoso inicio de la Temporada Mayor de luchas gladiatoriales en el Koloseum.
Sin embargo, su camino apenas si fue interrumpido; no bien la veían acercarse, la gran mayoría de aquella muchedumbre, nobles y militares por igual, se hacían a un lado con una profunda reverencia y dejaban libre paso para la reina y su invitado. Sólo algunos cuantos de los más encumbrados sidhés se atrevían a cruzarse en su camino y dirigir unas cuantas palabras de felicitación a la reina, quien les devolvía ya fuera una sonrisa o algún breve agradecimiento por el cumplido.
-Es una zorra- escupió la Leannan Sidhé en un susurró luego de un breve intercambio de cumplidos con Hanabed Leidan, esposa de lore Qink Leidan, sidhé de uno de los feudos mineros más productivos en el Cantón Oeste -juro por GRYMM que a veces me dan ganas de mandarla decapitar-
-Debo admitir que admiro profundamente tu paciencia, Mrrgan- dijo PRinç con tono conciliador, al tiempo que posaba su mano sobre las de la reina, que aún se aferraban a su brazo como de su más preciada posesión.
-No sabes lo difícil que es lidiar con toda esta basura...- la reina se interrumpió a media frase y un tono violeta coloreó sus mejillas mientras se volvía para ver a PRinç -¡pero qué estoy diciendo! Seguramente tú, mejor que nadie, sabe lo que es lidiar, día y noche, con esta chusma desesperante; pero qué tonta fui, lo siento, cariño-
Como una tímida adolescente, Deihm Mrrgan apretó aún más su cuerpo contra el del príncipe, al tiempo que sepultaba su cara, abochornada, en el hombro de él, sólo para luego levantarse y erguirse, alta y majestuosa como era, con una risa franca y abierta, la cual hizo sonreír a todos a su alrededor.
-Me alegra ver que decidiste acudir solo a esta velada, pero dime, cariño, ¿dónde está tu hermosa acompañante?- preguntó la reina con un muy leve dejo de celos en su voz.
-¿Dónde más podría estar? Esperándome en el único lugar donde una mujer como ella puede ser útil- respondió PRinç con un casi imperceptible tono de desprecio que, no obstante, no pasó desapercibido para Dama Mrrgan.
-¿Sabes? No es absolutamente necesario que regreses a tu habitación esta noche- dijo ella en un tono profundamente sugestivo, aprovechando la puerta que él mismo había abierto, mientras la fä de la reina se sentaba, coqueta, en el hombro izquierdo de él.
-Eso mismo estaba pensando- respondió él sonrojándose -pero creo que no sería caballeroso de mi parte dejar esperando a una dama, sobre todo si yo mismo traje conmigo a dicha dama-
-¿Dama?- una carcajada genuinamente divertida escapó de labios de la Leannan Sidhé mientras comenzaba a subir una corta escalinata al estrado real -por GRYMM que eres todo un encanto, amor mío-
PRinç se limitó a sonreír y encogerse de hombros ante la mirada sonriente de la reina, quien tomó asiento en la silla de ébano forrada de terciopelo rojo, mientras una nutrida guardia de Fiannas tomaba posiciones alrededor de la plataforma de madera de aproximadamente un metro de alto.
-Entiendo que es difícil dejar de ser quienes somos, pero recuerda, PRinç, cariño, que un hombre verdaderamente inteligente nunca deja que sus escrúpulos le estorben- la reina tomó la copa de vino que Lanz Zeal't le ofrecía y luego le señaló a PRinç la silla, ligeramente más baja, que estaba a su diestra.
-Sabias palabras, reina mía- y la forma de decir "mía" arrancó una sonrisa de triunfo en Dama Mrrgan -así y todo, creo que debería, por lo menos, pasar por mi habitación para avisar a Shai-re que voy a pasar la noche fuera- pero, entonces, la sonrisa se desvaneció.
Era un riesgo calculado, pero no por ello menos peligroso; contradecir a la casi todopoderosa reina de älvs y fä en el día de su gran triunfo podría ser considerado no sólo un insulto sino, incluso, una falta digna de la pena capital, pero PRinç no tenía otra opción.
-Mmmm...- un ligero tono de fastidio hizo sonar las alarmas en el cerebro del príncipe -ya veo que está sumamente prendado de la oruk, mi joven señor. Me pregunto por qué será. Tal vez deba averiguarlo-
-¿Averiguarlo?- preguntó el príncipe parte alarmado y parte intrigado.
-Así es, hace mucho que no estoy con una de su raza y quizá haya olvidado algo interesante, así que si a ti no te molesta compartir, amor mío, tal vez puedas mostrarme qué es lo que la hace tan fascinante que lo tienes que pensar dos veces para aceptar mi... sugerencia-
Confundido, PRinç no encontraba una respuesta adecuada, por fortuna, un redoble de tambores captó la atención de todos los ahí presentes y una estridente fanfarria anunció el inicio de la pasarela de campeones, el desfile en que los ganadores de la tarde de lucha se lucirían ante la crema y nata de Fälant y sus invitados.
Enseguida, unos cuantos sirvientes despejaron un amplio pasillo, cubierto con una alfombra en negro y carmesí, bordada con arabescos en hilo de oro y flanqueada por arreglos florales y brillantes "ramilletes" de coral-cuarzo que arrojaban su luz sobre el corredor.
Un nuevo toque de trompetas llamó la atención de la audiencia hacia un arco provisional decorado con rosas rojas y negras y arreglos de coral obsidiana, a través del cual comenzaron a desfilar los campeones de la tarde, los cuales, no obstante, no eran muchos.
El oruk que había derrotado a la tropa de thuarfs fue el primero en salir; el inquebrantable orgullo de su raza le exigía presentarse a la gala de Dama Mrrgan y la habilidad de los físicos del Koloseum lo había dejado listo para ello, con un vendaje limpio sobre una herida tratada con tanto arte como sabiduría. Una hermosa adolescente oruk (de la "colección" de la Leannan Sidhé) se encargó de dar la bienvenida al campeón, colocándole una diadema de oro y obsidiana en la cabeza.
Uno de los dos ganadores de la lucha de novatos, un älv, fue el siguiente y mientras él recibía la diadema de campeón de manos de una esclava älv, su compañero de victoria yacía convaleciente en las barracas en los niveles inferiores del Koloseum, al lado del único sobreviviente de la batalla de caballería.
La adolescente eelph que resultó triunfadora en la lucha en honor al emperador salió a continuación. Apoyada en una muleta y la rodilla entablillada, ella recibió una tiara nada menos que de manos de Neerhoelgr, el heraldo del príncipe, a quien Deihm Mrrgan había otorgado el honor, a despecho de los hijos de varios de los sidhés ahí presentes quienes, muy literalmente, habrían matado por el nombramiento.
Sólo tres de los cuatro gladiatrox que resultaron triunfadores en las luchas preliminares, dos älv y un aelf, quienes recibieron sus diademas de hermosas esclavas de su propia raza, pudieron acudir al festejo; el cuarto se encontraba en las barracas, debatiéndose entre la vida y la muerte por las heridas recibidas.
Y finalmente, el momento semiestelar de la velada: la salida de Rowz Khrimsn, anterior portadora del manto de Msk O'Dehd, ahora apodada la "Mano de Macha", y una de las grandes leyendas del Koloseum. Vestida en negro y rojo, el firme y terso abdomen al descubierto y con un escote que dejaba ver una generosa porción de sus bien formados y altivos senos. La anterior favorita de Dama Mrrgan cosechó una carretada de aplausos y vítores mientras desfilaba, orgullosa, a todo lo largo del corredor de la victoria, escoltada por el fulgor y el estruendo de fuegos de artificio que, efímeros, decoraron el cielo nocturno sobre Ka'am Halot.
Casi cinco minutos tuvieron que pasar, después de que sehr Kalae Hat le colocara a Rowz la tiara de campeona, antes de que la multitud recuperara la compostura y solo entonces, cuando solo murmullos expectantes se escuchaban en el jardín, le llegó el turno a la auténtica estrella de la noche.
Un toque de fanfarrias más estridente de lo que se escuchara en toda la noche y una auténtica lluvia de luces pirotécnicas, que iluminó no sólo aquel jardín sino el cielo a lo largo y ancho de Avalouhn, fueron el preámbulo perfecto para la dramática entrada de aquella a quien un heraldo presentó como "la máxima gloria del Koloseum, pasada, presente o futura, orgullo de Avalouhn e hija predilecta de la Trinidada": Msk O'Dehd, "El Rostro de la Muerte".
Thiry Zt'n en persona se encargó de colocarle la tiara de vencedora para que la gladiatrix desfilara serena y callada ante los vítores y las alabanzas de la multitud, que a duras penas era contenida por una valla de D'ltax y R'nyerx.
Contrario a la usanza älv, Msk O'Dehd había sido ataviada con ropajes blanco y azul celeste, que la hacían lucir como una de las míticas vírgenes que atienden a los héroes en los Jardines de Arawn. Las aberturas que corrían a lo largo de la falda de la cadera a los tobillos dejaban ver las piernas firmes y blancas como los Pilares de la Creación y el provocativo escote ponía a la vista del público un par de senos altivos y turgentes que ascendían y descendían al ritmo sereno y pausado de la respiración de su hermosa dueña.
No pasó mucho tiempo antes de que los campeones fueran absorbidos por la multitud; grupos de fanáticos, no sólo de Fälant sino de todas las latitudes de Phantasya, rodearon a los gladiadores ya fuera con palabras de admiración, bendiciones y buenos deseos o con la simple intención de admirar los bien formados cuerpos y empaparse de aquella aura de peligro que emanaba de cada uno de ellos.
-¡Por La Luz! ¿Ella es el nuevo Rostro de la Muerte?- el príncipe fue incapaz de ocultar su admiración por aquella celestial visión que se acercaba al estrado, celosamente escoltada por sehr Zt'n.
El delicado vestido azul y blanco hacía resaltar la tersa piel, ahora algo pálida luego de tres semanas de encierro, mientras la larga cabellera estaba esculpida en un peinado alto, pero no por ello dejaba de fluir cual corriente de oro con cada paso que la joven daba entre aquella multitud de fanáticos y adoradores.
-¡Vaya! Veo que te ha impresionado- dijo la reina, ahora francamente celosa.
-Mentiría si dijera que no- respondió PRinç, sereno el rostro pero sin despegar la vista de la celestial visión.
-Tal vez te gustaría verla más de cerca- planteó Dama Mrrgan, aunque el príncipe fue incapaz de descifrar si era un ofrecimiento sincero o sólo una prueba, pero no podía arriesgarse, no todavía.
-¡Naah! No es necesario. Para qué habría de conocer a una insípida humana cuando los más grandes placeres de Fälant me esperan- respondió él dirigiendo una significativa mirada a la reina.
-¡Adulador!- se regocijó Mrrgan con una risilla, mientras estiraba su mano para tomar una de las de PRinç.
Y entonces... shock y pavor...
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