La sombra de la serpiente. Parte IV

Desde tiempos inmemoriales, las tribus de las Tierras Ásperas habían adorado abiertamente a las 12 figuras que se recortaban sobre el cielo nocturno y que marcaban la marcha anual tanto del sol como de la luna a través de la esfera celeste.

No obstante, en ciertos círculos se rumoraba, no sin temor, sobre la existencia de un decimotercer dios, una entidad misteriosa y oscura que vagaba en las sombras y en las profundas grietas bajo la misma Phantasya, una deidad que para algunos era un demonio, peligroso y maligno, mientras otros la consideraban un ángel de venganza, el silencioso y casi invisible protector de aquella tierra y su gente, portador de la muerte para todo aquel que se atreviera a atentar contra el modo de vida que pasaba de generación en generación desde hacía 600 años.

Pero entonces llegó lo que aquellas tribus llaman "El Despertar", el tiempo en que el caos por fin dio paso al orden y la luz del conocimiento desplazó las tinieblas de la ignorancia.

Y mientras en otras regiones aquel tiempo coincide con los primeros registros de la ahora extinta civilización aelf en los confines del "Bosque Verde" y con la colocación de la primera piedra de los cimientos de Fäntsyschloz por órdenes de Guuderfyerhr, fundador de la Haäs Ddesphreadns de Thrauumlänt, los pueblos de las Tierras Ásperas lo consideran el momento del triunfo de los "12 Brillantes" sobre el poderoso y temido Ofiukoatl.

Sin embargo, como Cyan y Bachiergnils podían constatarlo, el "Protector Reptante" de las Tierras Ásperas no había desaparecido; como cualquier serpiente, simplemente se había ocultado bajo tierra, en las oscuras y silentes profundidades de Phantasya, donde hibernó esperando el momento propicio para despertar, el momento en que la oscuridad volviera a la superficie.

Y aunque aquella serpiente de humo y oscuridad todavía no era el propio Ofiukoatl, sino alguno de sus heraldos menores, ambos guerreros sentían su poderosa influencia tanto en sus cuerpos, en la forma de un siniestro latido en sus sienes, como en su alma, donde se manifestaba como un poderoso y oscuro deseo de venganza.

En un principio, ambos guerreros lograron dominar las intensas emociones que fluían por sus venas, sin embargo, ni la férrea disciplina inculcada en Bachierg' por la Coenyywaechtr ni la paciencia cultivada por Cyan en su tiempo como gladiatrix fueron suficientes para evitar que, tras apenas unos segundos, se abalanzaran sobre el shamán oscuro que aún les daba la espalda.

Tan absorto se encontraba en su ritual, que el hechicero se vio francamente sorprendido por el repentino ataque de los dos guerreros, sin embargo, la ira que le brindaba una fuerza extraordinaria, también le restó precisión al brazo de Cyan, cuyo ataque buscaba el desprotegido flanco izquierdo del shamán a la altura del corazón y, en cambio, terminó atravesándolo por la cintura.

El esbelto estilete entró y salió casi sin oposición ante la indiferente mirada del brujo, quien se limitó a interrumpir su canto y a pronunciar una sola palabra en una lengua completamente desconocida para la rubia, quien vio, con una mezcla de asco e incredulidad, cómo una pululante masa de diminutas arañas salían de la herida y cubrían el corte con sus minúsculos y oscuros cuerpos, para luego retirarse dejando tras de ellas únicamente una pálida y fibrosa cicatriz, pero sin rastro alguno de sangre.

Bachierg', por su parte, no tuvo mayor suerte, la furibunda estocada que había lanzado con su cuchillo de campaña falló por completo el blanco al ser empujado nada menos que por el propio Surtfamatheas. De alguna forma, el repugnante cadáver que había sido alguna vez el orgulloso guardaespaldas de PRinç XSarm había logrado "ver" el movimiento de su antiguo comandante y se había interpuesto entre el filo del arma y su nuevo amo.

Por fortuna, aunque no surtió el efecto deseado, el ataque de Cyan sí distrajo al shamán oscuro lo suficiente como para interrumpir su malévolo ritual, con lo que la enorme y nebulosa forma de serpiente que hasta ese momento parecía haber estado bajo su control, "soltó" a IRizoç DHeuro, quien volvió a desplomarse sobre la enorme plancha de piedra rojiza en el centro del gran círculo de oscuras rocas.

Sin perder el tiempo y mientras la rubia recuperaba el equilibrio tras su impulsivo ataque, el shamán lanzó al aire unos polvos oscuros y pestilentes, al tiempo que recitaba algún encantamiento en aquella áspera y grave voz con que los había perseguido desde hacía dos noches.

Sin la influencia del brujo, la forma del heraldo de Ofiukoatl comenzó a desvanecerse y, con ello, tanto Cyan como Bachierg' recuperaron algo de autocontrol, con lo que, de manera instintiva, comenzaron a coordinar sus esfuerzos.

Una potente patada de la joven guerrera consiguió hacer trastabillar al shaman, quien, aunque no cayó, empujó al no-muerto Surtf', cuyos torpes músculos no soportaron la presión y fue a parar al suelo, con lo que Bachierg' consiguió tomar una pequeña hacha que colgaba de la parte trasera de su cinturón y con ella cercenar la cabeza de su antiguo alumno y camarada.

Al mismo tiempo, Cyan consiguió acercarse hasta donde se encontraba la infanta y con un par de rápidos movimientos cortó las cuerdas que la ataban de pies y manos a la roca. Contra lo que todos esperaban, la sobrina del MHagg comenzó a reponerse casi de inmediato, sin embargo, pensó Cyan en ese momento, quizá habría sido mejor que no lo hiciera.

Mientras los dos guerreros se colocaban uno a cada lado de su protegida, el brujo parecía haber perdido interés en ellos y, en cambio, había retrocedido hasta casi el extremo opuesto del círculo de rocas, justo al límite de la luz de las antorchas, donde un grupo de amarillentos ojos comenzaban a recortarse en medio de la oscuridad, al tiempo que un siniestro gruñido rasgaba el silencio de la noche, provocando una extraña y retorcida sonrisa en el rostro del hechicero.

Poco a poco, alrededor de los ojos comenzaron a formarse oscuros bultos todavía ocultos a medias en las sombras, sin embargo, conforme avanzaban, enormes y familiares formas comenzaron a insinuarse gracias a la irregular luz del fuego y cuando, finalmente, entraron en el gran círculo de piedra, los atemorizados ojos del trío de prisioneros por fin identificaron aquel nuevo peligro.

Seis enormes schuks o, más bien, sus esqueletos cubiertos por masas reptantes de diversos insectos y gusanos, se habían levantado llamados por el extraño polvo, mezcla de ceniza y sangre seca, que el shamán oscuro había arrojado segundos antes. Los enormes y macizos perros de un solo ojo que asolaban las Tierras Ásperas comenzaron a rodear a Cyan y compañía, quienes no tuvieron más remedio que apretujarse sobre la piedra, a la espera de la salvaje embestida de las bestias.

Sobre ellos, con IRizoç ya consciente, los restos del heraldo de Ofiukoatl ya casi se desvanecían y, en cambio, la infanta comenzó a entonar un nuevo himno, al tiempo que su plateada cabellera volvía a brillar, opacando, incluso, el fulgor de las antorchas.

La oración de la infanta hizo dudar un poco al shamán, cuyos azules ojos fueron velados por una sombra de incertidumbre antes de recuperar el acerado brillo que los caracterizaba, para luego hacer una seña con sus manos, con lo que los seis enormes perros, con formas que recordaban las de un bulldog, pero tres o cuatro veces más grandes, se abalanzaron sobre ellos.

Una rápida reacción de Cyan logró contener a la primera de las bestias, mientras una patada y el veloz cuchillo de Bachierg alejaron a dos más, no obstante, los otros tres consiguieron paso franco hacia la desnuda infanta quien, no obstante, no hizo sino dirigirles una mirada de desprecio, al tiempo que la luz de las fogatas parpadeaba y, de alguna forma, una mezcla de llamas y piedra daba forma a las figuras de tres enormes "osos" que, sin dudarlo, atacaron y, en solo unos cinco segundos, destrozaron a los arreva-nants que amenazaban a su ama.

Si el shamán estaba sorprendido o asustado no daba muestra de ello, sus facciones, curtidas por el helado viento y el abrazador sol de las Tierras Ásperas, eran una máscara de piedra, no obstante, levantó ambas manos y arrojó al viento una cantidad de polvo tan grande que incluso hizo toser y cerrar los ojos a los defensores quienes, al recuperar la vista, se vieron rodeados por todo un ejército de no-muertos.

El brujo había desaparecido y, en su lugar, había dejado incontables arreva-nants, los cuales rodearon a la joven eelph y sus defensores, quienes, determinados a vender caras sus vidas, empuñaron sus armas y se apretujaron aún más sobre la piedra donde, hasta hacía apenas unos minutos, la infanta había estado prisionera.

Cyan D'Rella y Bachiergnils intercambiaron una sola mirada en la que decían todo: "Fue un honor pelear a tu lado y será un honor morir a tu lado", pero justo cuando se disponían a saltar sobre la primera fila de espectros...

-Esperen-

...IRizoç los detuvo, al mismo tiempo, a la distancia comenzó a escucharse, cada vez más fuerte, el rítmico susurro de uno de los himnos de adoración al MHagg.

Primero fueron los que estaban al otro lado de la piedra de sacrificio, más cerca de la aún inconsciente Kalaensendraa; bajo el influjo de aquel poderoso cántico, los espectros comenzaron a descomponerse en horrendas y reptantes criaturas, arañas, moscas, gusanos, ciempiés, y poco a poco, la oleada destructora fue avanzando hacia ellos, hasta que el último de los no-muertos fue desarticulado en sus asquerosos componentes.

Justo en ese momento, en las orillas del círculo, a través de los espacios dejados por las enormes planchas de roca, comenzaron a asomarse, primero, las cabezas de varios caballos y, un segundo después, la luz de las antorchas arrancó brillantes destellos de las plateadas armaduras de toda una tropa de cavaleri.

Los protectores de los fieles al MHagg todavía tuvieron que luchar contra algunos de los espectros que, de alguna forma, habían resistido a su himno-conjuro; sin embargo, el peligro había acabado y uno de los jinetes, seguramente el comandante de la tropa, se acercó a la infanta, a quien le extendió un gran manto blanco bordado en plata.

-Mi señora, gracias al MHagg llegamos a tiempo-

La infanta se limitó a verlo con ojos altaneros y, al tiempo que cubría su perfecto cuerpo desnudo, se volvió hacia Cyan y Bachiergnils.

-A ellos es a quien deben agradecer. Su lealtad y su valor serán debidamente recompensados; así como no perdona a quienes lo han injuriado, el poderoso MHagg OThouçç no olvida a aquellos que le han servido-

Y aunque no lo dijo, IRizoç pudo leer la pregunta que se asomaba a los ojos de Cyan.

-Tú lo dijiste, es tan brillante, que puede verse a kilómetros de distancia- dijo, al tiempo que sacudía la larga y plateada cabellera y subía al caballo que uno de los cavaleri le ofrecía.

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