Juegos de niños. Parte I


Al sur, el poco natural movimiento de algunas ramas muy alto en los árboles...

Al sureste, un par de aves que levantan el vuelo sin razón aparente...

Hacia el norte, el susurro de hojas que se mueven... pero sin viento...

Unos metros al oeste, el apagado pero persistente rumor de pasos sobre la hojarasca...

Y, por si aquello fuera poco, al noreste, justo hacia donde se dirigían, la muy convincente y aun así evidentemente falsa voz de un ave que anticipaba el paso de los viajeros a través de un cerrado grupo de árboles, unos 50 metros adelante en el camino.

Pese a todo, no era la misma sensación que la había acompañado todo el camino desde su salida de Droqua Mi-nusqa, aquello era sólo un vago presentimiento, un molesto cosquilleo en algún rincón de su mente que le avisaba que alguien (o algo) la estaba siguiendo. Ahora, en cambio, su intuición y su instinto le avisaban que había un peligro claro e inminente, una amenaza inmediata con la que, seguramente, tendría que lidiar muy pronto.

Sus actuales perseguidores, tuvo que admitir Cyan, eran buenos, bastante buenos, pues a pesar de todas las señales, la chica no había podido verlos y aunque ya sabía que habían comenzado a rodearlos, todavía no quería decírselo a su compañero, al menos no hasta que hubiera encontrado la forma de evadir o (en el peor de los casos) romper el cerco.

A su lado, Garagán Tu-Han parecía ignorar todo aquello, el apacible syclopoon se limitaba a caminar a su lado, siguiendo, sin esfuerzo alguno, el tranquilo paso del caballo. La mayor parte del tiempo, su nuevo amigo se la había pasado sumergido en sus propios pensamientos, seguramente aún tratando de calcular cuánto tiempo debería esperar para poder entrar al Espejo de Sabiduría, tras el "descuidado" uso que Cyan había hecho, sin proponérselo, del artefacto.

El sol aún brillaba alto en el cielo, sin embargo, el denso follaje de Dao sh'atei bloqueaba la mayor parte de la luz, con lo cual una siniestra penumbra reinaba a nivel del suelo, incluso a medio día.

Los pasos de los viajeros los fueron guiando poco a poco hacia el nudo de árboles que estrechaba el camino hasta convertirlo en poco menos que una brecha por la que apenas cabrían los amplios hombros del cíclope e incluso Cyan tendría que desmontar para guiar al caballo a pie.

-¿Qué ocurre?- quiso saber Garagán al ver que la rubia se detenía a unos metros de llegar al macizo de árboles.

-Nada, sólo necesito desmontar- respondió ella al tiempo que detenía el caballo.

-Nos están vigilando ¿verdad?- preguntó él en un susurro.

-¿Los viste?-

-No, pero tu actitud es bastante clara-

La chica se volvió a verlo inquisitiva y comenzó a preocuparle ser tan transparente, sobre todo porque no quería delatarse ante sus perseguidores, aquella era una ventaja a la que no estaba dispuesta a renunciar tan fácilmente.

-No te apures, no creo que ellos lo hayan notado, pero creo que ya empiezo a conocerte, al menos un poco-

Lejos de tranquilizarla, aquello la consternó aún más, no le gustaba la idea de que alguien pudiera meterse tan adentro de su cabeza y mucho menos cuando apenas tenía un par de días de conocerla.

-¡¡¡¡Rrrrrraaaaaahhhh!!!!-

¡La diminuta figura atacó con una fiereza casi animal! Una larga liana o cuerda la había descolgado de uno de los árboles, balanceándola justo sobre los distraídos viajeros. Sólo los felinos reflejos de Cyan lograron salvarlos de un tajo que habría herido seriamente a Garagán en el pecho y a ella en el cuello.

Pese a la penumbra que dominaba la "Cordillera de las Sombras", el filo de la zim i-tana refulgió con intensidad en manos de Cyan, quien tuvo que reaccionar a un nuevo ataque, esta vez de un enemigo diferente, el cual saltó desde su espalda tratando de ensartarlos con una herrumbrosa horquilla que fácilmente triplicaba la altura de su usuario.

La rubia guerrera tampoco tuvo problemas para desviar la torpe embestida con un "aletazo de cigüeña", sin embargo, su oponente fue lo bastante rápido como para librarse del consecuente "picotazo de garza", que le habría atravesado la garganta.

-¡Maldita sea! ¡¿Qué todo tengo que hacerlo yo?!-

La furiosa voz surgió de algún lugar en medio del nudo de árboles, avisándole a Cyan desde dónde vendría el ataque, no obstante, su enemigo (bastante más alto que los dos primeros) resultó demasiado rápido, lo bastante como para obligar a la joven a retroceder sobre el camino, defendiéndose de una serie de impredecibles tajos de una bien cuidada pero muy vieja espada. La anticuada arma volaba alrededor de la rubia, desesperada por rebasar la hábil defensiva de la zim i-tana, que tras superar la sorpresa inicial, no tuvo problemas para detener los veloces pero ineficaces tajos.

Era obvio que el plan de los asaltantes no había funcionado como lo habrían esperado, aun así, en medio del fulgurante combate que sostenía con el encapuchado, Cyan alcanzó a ver que otras dos pequeñas figuras, la de la horquilla y otra con una herrumbrosa "lanza anguila", habían obligado a Garagán a replegarse hasta topar con un árbol a la orilla del sendero.

A la distancia, a la rubia le parecía obvio que, de haberlo querido, el enorme syclopoon habría podido destrozar a los dos... ¿pigmeos?, no obstante, su amigo se limitaba a cubrirse lo mejor que podía con sus gigantescos brazos y con su desvencijada maleta de viaje.

Entretanto, el enemigo de Cyan la había obligado a retroceder ya varios metros y justo cuando la joven guerrera había decidido que era el momento de pasar a la ofensiva...

-¡Ahora! ¡Ahora! ¡¡¡AHORAAAAA!!!-

¡Una pesada red de cota de malla cayó sorpresivamente sobre el cíclope!

Al grito del encapuchado, sus atacantes, que en principio aparentaban ser sólo cuatro o cinco, se multiplicaron y un pequeño enjambre de ¿enanos? se abalanzó sobre Garagán, inmovilizándolo en unos instantes con la ayuda de gruesas cuerdas y pesadas cadenas lastradas en un extremo.

-¡¡¡NOOOOO!!! ¡Déjenlo en paz!-

Furiosa, Cyan detuvo un tajo a la vez que lanzaba una feroz patada a la cabeza de su oponente, quien, por un casi milagroso reflejo, logró evitar la fuerza completa del golpe, el cual, si bien no pudo noquearlo, sí lo hizo trastabillar y caer de espaldas sobre la densa hojarasca que cubría el camino.

-¡Rodeénlos! ¡Aseguren al ogro! ¡No dejen escapar a la "witxa"!-

Mientras corría para ayudar a su amigo, Cyan no pudo dejar de escuchar a su caído enemigo y una sola palabra resonó en su mente: "bruja".

Pero no tuvo tiempo de pensarlo demasiado, un par de aquellos desconocidos envueltos en oscuras capas, que los mantenían camuflados en aquella semioscuridad, saltaron frente a ella, uno de ellos armado con una hachuela de carnicero y el otro con una larga porra reforzada por crudos anillos de hierro.

Ambos atacantes se abalanzaron sobre ella, pero la feroz guerrera no estaba de humor para lidiar con ellos. El primero recibió una poderosa patada que lo arrojó sobre un árbol a un par de metros de distancia, arrancándole un agudo quejido que llamó la atención de la rubia, quien sólo pudo ignorarlo a causa de la ira que se había apoderado de ella y, sin mayores miramientos, se abalanzó sobre su siguiente rival.

Una muy veloz "picada de cuervo" cortó de un solo tajo el crudo mazo de madera y un rápido desplazamiento permitió a la enfurecida guerrera sujetar al atacante por las solapas de la capa con la mano izquierda, mientras con la derecha dirigía la aguda punta de su sable directo al cuello del enemigo.

-¡NOOOO! ¡No lo lastimes! ¡No l'hagas daño!-

La desesperada voz de aquella niña pareció detener el tiempo por unos instantes mientras, con lentitud glaciar, la capucha caía de la pequeña cabeza revelando ante Cyan un aterrorizado rostro, cubierto de mugre y pecas a partes iguales y del cual comenzaban a derramarse copiosas lágrimas.

-¡Por la guía de Macha...! ¡Un niño! ¡Todos son niños!-

Sorprendida, Cyan aflojó poco a poco la presión de su puño izquierdo, soltando al asustado mozalbete, quien pronto fue a refugiarse en los brazos de una jovencita de plateada cabellera que de repente había aparecido a la orilla del camino... y eso fue todo, el artero golpe de una piedra arrojada desde su espalda noqueó a la chica, sumiéndola en una aterradora oscuridad que, en un principio, la rubia confundió con la entrada a los Yermos de Nemhain, sombría dueña y verdugo de las almas de los cobardes y los traidores.

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