En el corazón del pecado. Parte II


-Me preocupé cuando no apareciste- la pequeña figura envuelta en una raída capa con capucha de color gris guiaba a Cyan con paso rápido a través de las intrincadas callejuelas de la zona baja de Coeur Rouge.

-Lo tenía todo bajo control- era cierto, sin embargo, la rubia estaba más que agradecida con aquella "entrometida".

-¡Sí, me di cuenta!- pese al tono irónico, Blange sabía que Cyan habría salido sola de aquel lío... por las buenas o por las malas.

-¿A dónde vamos?- Cyan había tratado de mantenerse orientada en aquel laberinto de calles, callejones, andadores y plazoletas, sin embargo, finalmente se había perdido.

-Ya no falta mucho-

Finalmente, salieron a una amplia y densamente transitada avenida, Rvvit H'Owlh: el corazón de la "Capital del Pecado" de Phantasya.

Pero Rvvit H'Owlh estaba muy lejos de lo que pudiera pensarse de la calle principal de la capital de un gran reino, no era majestuosa, ni destellante, ni siquiera limpia. Por el contrario, era casi tan sórdida como el resto de la ciudad y el que fuera más amplia sólo significaba que en ella cabía más crimen, más corrupción, más maldad y más... pecado.

Las aceras estaban colmadas de vendedores ambulantes con sus desvencijadas mesas de madera, atestadas de cualquier cosa que alguien pudiera buscar, desde los más básicos y anodinos artículos hasta las más exóticas frutas de Quni-na-zeqaa, schucks domesticados de las Tierras Ásperas y joyas de qhlosooz de Adalantika, la mayor parte de ello de dudosa procedencia.

Pero no solo eran objetos o animales, Cyan y su acompañante, quien había bajado la capucha revelando su cabello negro como ala de cuervo y su piel tan blanca como la nieve, no podían dar un paso sin tropezarse con alguna de las mujeres, de todas las razas, que ofrecían sus "servicios" a quien pudiera pagarlos.

Y es que cualquiera que fuera tu deseo, Rvvit H'Owhl podía satisfacerlo: humanas blancas de las Tierras Ásperas, trigueñas de la propia Wünderlant y Thrauumlänt, morenas de Kre z'Eloijn e incluso negras de Nwnqaa do Terhr; elegantes eelphi, altivas älvs, las exóticas aelfs de piel roja, las rollizas knomms y thuarfs, las extrañas qobulds, las enormes y voluptuosas orūk y hasta orgullosas zndaorys.

-Mis señoras ¿podemos servirles en algo?-

La piel azul de la älv arrojaba extraños reflejos bajo el sol de la tarde en Coeur Rouge y, como era de esperarse de una de su raza, sobre su hombro reposaba una diminuta fä.

Sin importar que fueran mujeres, los ojos de la exótica pareja buscaron, insinuantes, los de las dos extranjeras que trataban de sortear el eterno caos que gobernaba aquella calle y no era extraño que lo hicieran, a leguas se notaba que tanto Blange como Cyan eran extranjeras y que no eran parte del "gremio", así que, como el 99 por ciento de los visitantes de Coeur Rouge, aquellas dos eran clientes potenciales.

-¡A un lado, zorra!- pero incluso la tierna Blange s'Niege podía perder la paciencia ante el incesante acoso de aquella interminable procesión de "vendedoras".

Por fortuna, ya sólo tuvieron que avanzar unos metros más y doblar a la derecha en la siguiente esquina para de inmediato colarse a través de una estrecha puerta (poco más que un hoyo en la pared), junto a la cual se encontraba una oruk con un gran bonacon macho atado a una cadena y Cyan no quiso ni siquiera imaginar la clase de "servicios" que aquellos dos podrían ofrecer.

Al entrar a aquel oscuro edificio, la rubia esperaba poder sacudirse el hedor, físico y emocional, que la había impregnado en su corto viaje a través de Rvvit H'Owl, sin embargo, todavía tuvo que esperar un poco más. Ambas jóvenes habían entrado a una de las incontables tabernas de la ciudad y apenas pusieron un pie dentro, una multitud de ojos, la mayoría inyectados de sangre por la ira o el alcohol, se posaron sobre ellas.

A toda velocidad, las dos jóvenes atravesaron el salón hasta encontrarse al pie de una escalera, custodiada por dos torvos thuarfs.

-Gruñido, Carcajada- sonrió Blange a cada uno.

Apenas la vieron, los diminutos ojos en sus caras de jabalíes brillaron con una ternura insospechada y, sin hacer una sola pregunta, le franquearon el paso.

En cuanto entraron a la habitación de la chica, en el tercer piso del hostal, Cyan sintió como si saliera a flote luego de estar sumergida en el agua por horas y no pudo evitar tomar una enorme bocanada de aire.

-No puedes dejar de meterte en problemas ¿verdad?-

El gran abrazo con que Blange envolvió a Cyan desmintió casi de inmediato el tono de reproche en su voz y aunque a la rubia también le alegraba verla, tenía cosas más importantes en qué pensar.

-¿Las conseguiste? ¿Las tienes aquí?- preguntó sin siquiera intentar disimular su ansiedad.

-No, todavía no, pero quedaron de entregármelas esta noche- contestó Blange con expresión dolida.

-Lo siento- Cyan de verdad apreciaba a la chiquilla -pero no puedo creer que después de todos estos años...-

-Sí, bueno... falta que nos las entreguen-

-¿Estás segura que son las auténticas?-

-Casi-

-Entonces no te preocupes, nos las van a entregar- una extraña chispa brilló en los ojos de Cyan, al tiempo que acariciaba la empuñadura de su sable.

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