En el corazón del pecado. Parte I

-¡Dinos! ¿De dónde sacaste la espada?-

El pútrido aliento del enorme oruk le golpeó el rostro casi como la patada de un bonacon furioso y, muy a su pesar, la joven tuvo que voltear el rostro, dándoles al bárbaro y a sus camaradas la falsa impresión de que la habían intimidado.

-Me la regaló el hada de los dientes-

Las carcajadas de los otros tres soldados no hicieron sino enfurecer al enorme bruto, quien la tenía arrinconada contra una pared en un callejón oscuro.

Aunque los cuatro miembros de la patrulla creían que la habían acorralado, en realidad era ella quien los había guiado hasta aquel solitario rincón en uno de los peores barrios de Coeur Rouge, capital de Wünderlant, porque, después de todo, habría sido... malo que alguien la viera matando a cuatro miembros de las Rhedd Krds a plena luz del día y en media calle.

En realidad, los habitantes de la enorme "bourge", la única en aquellas polvorientas praderas, no sentían ningún afecto por los prepotentes integrantes del ejército de Kwinn O'Jartz, pero casi ninguno habría desperdiciado la oportunidad de delatarla a las autoridades, con la esperanza de ganarse unas pocas monedas como recompensa por su "esfuerzo".

-¡No estoy jugando, niña! ¡Dime! ¿De dónde sacaste el arma?-

-¡Es mía!-

Cyan ya se estaba cansando, la única razón por la que el maldito mercenario aún conservaba los dientes (y el brazo con que la tenía aferrada del cuello) era porque no quería llamar la atención en su primer día en Coeur Rouge y, por lo tanto, todavía estaba buscando una manera de vencer a dos orūk, un älv y un humano sin tener que matarlos.

-Mientes, no hay forma de que una vagabunda como tú pueda tener una espada tan buena-

Maldecía la hora en que había decidido hacer trato con aquel maldito thuarf, seguramente lo único que quería el asqueroso cerdo era conservar la espada y recuperar su dinero, aunque eso significara tener que darle la mitad de éste a los soldados.

-¡Está bien! Está bien...-

El oruk aflojó un poco la presión de su garra al ver que la chica bajaba la vista, aparentemente dispuesta a cooperar, sin embargo, no era tan estúpido como parecía y todavía no la soltaba del todo.

-La saqué... ¡del trasero de tu mujer!-

Los innumerables vellos en el peludo rostro del bruto se erizaron de rabia, mientras los otros tres se desternillaban de la risa, lo cual puso más furioso a su atacante, quien, cediendo al paroxismo de la ira, levantó el otro brazo para golpearla. Rápida como un relámpago, Cyan giró hacia la izquierda sobre su propio eje, al mismo tiempo que levantaba el brazo derecho para forzar una palanca sobre la garra del oruk para obligarlo a liberarla.

Por si la sola fuerza de su movimiento no hubiera bastado para soltarse, la rubia había desenvainado su daga y con ella había realizado un profundo corte en el antebrazo del mercenario, que le impediría sujetar su espada con comodidad o con fuerza suficiente, y con un rápido codazo a la sien, el primero estaba fuera de combate, pero aún faltaban tres.

Sin desperdiciar aliento, ni movimientos, la joven giró para enfrentar al resto de la patrulla al tiempo que sacaba su zim i-tana.

Las risas se extinguieron y, por el contrario, el oruk restante lanzó al viento un aterrador aullido-rugido al ver a su hermano caer inconsciente; eso complicaba y facilitaba la labor de Cyan; la facilitaba porque ahora tendría que resolver la situación lo más rápido posible, lo cual implicaba matar a los cuatro guardias, y la complicaba (demasiado) porque arruinaba su intención de mantener un bajo perfil.

Los otros dos mercenarios bloquearon la única salida y el segundo oruk avanzó hacia la joven con gesto amenazador; como todos los de su raza, éste era zurdo y en la garra izquierda blandía una kil i-dashi (un tipo de sable oruku parecido al de Cyan pero bastante más corto) y en la otra embrazaba un pequeño escudo redondo.

El älv y el humano se mantuvieron en los flancos del oruk, aunque un poco más atrás; siempre era lo mismo con las Rhedd Krds, usaban como vanguardia a los forzudos orūk y zndaorus (así como algunos humanos excepcionalmente fuertes) para abrir brecha en las líneas enemigas, por donde luego se colaban älvs, humanos o el ocasional renegado eelph, quienes con velocidad y agilidad eliminaban cualquier resistencia.

Según la tradición de su raza, el oruk no portaba ningún tipo de armadura y, de un sólo vistazo, la joven guerrera alcanzó a distinguir un enorme hueco en su guardia, que pensaba explotar lanzando un golpe directo con su espada, que su enemigo detendría sin problema con su rodela para de inmediato atacarla, seguramente, con un tajo descendente a la cabeza, que nunca llegaría a asestar debido a que, mucho antes, Cyan ya le habría enterrado su daga en el estómago.

Todo estaba a punto de pasar como la rubia lo había previsto, cuando una pequeña explosión resonó dentro del callejón y una espesa nube de humo inundó el estrecho espacio, cegando momentáneamente a los contendientes.

Cuando el humo ya era tan denso que no podían verse ni la nariz, una mano jaló bruscamente a Cyan por un brazo y aprovechó la confusión para escurrirse entre los guardias y arrastrarla fuera del callejón, rumbo a las laberínticas calles de Coeur Rouge o Rhedd Hrt, como la habían renombrado Kwinn O'Jartz y la autodesignada "Nueva Dinastía".

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top