El último reino. Parte III

Aunque no esperaba que fuera difícil, nunca creyó que fuera a ser tan fácil y por ello, cuando el último de los guardias cayó, todavía volteó a su alrededor para cerciorarse de que, efectivamente, fuera su último rival.

No obstante, Cyan sólo se convenció de su victoria al ver que los cuatro miembros de la Coenyywaechtr, cuerpo de élite del ejército de Thrauumlänt encargado de la seguridad de la familia real, yacían en el suelo sobándose los adoloridos miembros luego de una ardua sesión de entrenamiento con la joven guerrera.

Como era usual con ella, el primero en atacar fue el primero en caer, el hombre, tratando (erróneamente) de no lastimar a la hermosa chica que tenía enfrente, lanzó un blando tajo descendente con la espada de entrenamiento. Sin realmente esforzarse, Cyan dio un rápido paso a un lado y contraatacó con una veloz estocada directo al cuello del joven, quien cayó como fulminado debido al intenso dolor de una tráquea severamente lastimada, que le impedía respirar.

Los otros tres trataron de no caer en el mismo error que su compañero e intentaron tomar el desafío con mayor seriedad, sin embargo, a pesar de ser excelentes luchadores, carecían de la paciencia y, sobre todo, la malicia que la joven había adquirido en cruentas luchas contra piratas frente a las costas de Nwnqa do Terrh o contra salteadores de caminos en los polvorientos senderos de Wunderlänt.

Por ello, el segundo no tuvo oportunidad, sorprendido (y quizá hasta asustado) por la facilidad con que la chica se había desecho de su compañero, ni siquiera vio cuando el sable de madera se impactó veloz en su muslo derecho y mucho menos pudo evitar que otro golpe -directo a la nuca que dejó expuesta al agacharse tras el primer impacto- lo dejara por completo inconsciente.

Los dos restantes ya tomaron el asunto realmente en serio y trataron de atacarla desde dos ángulos diferentes, sin perderlos de vista, Cyan retrocedió un poco, buscando espacio para maniobrar frente a dos adversarios armados con lanzas y quienes pensaban, además, atacarla al mismo tiempo.

No tuvo que esperar mucho, aunque era obvio que ambos eran guerreros experimentados, tenían demasiada prisa por terminar la pelea, de haber esperado un poco más la habrían arrinconado contra una barda (aunque ella ya tenía un plan para esa eventualidad) y eso les habría dado un poco más de oportunidad, sin embargo, decidieron atacarla en un ángulo en que sus lanzas se cruzaron sin dar en el blanco cuando ella dio un pequeño paso hacia atrás.

Pero Cyan no se caracterizaba por pelear a la defensiva y ese ligero retroceso fue sólo para tomar vuelo y dar un "salto mortal" sobre las lanzas cruzadas, que la dejó a las espaldas de ambos soldados; sin asomo de duda y mucho menos de misericordia, la rubia asestó un brutal golpe sesgado a la base del cuello del hombre de la derecha, al tiempo que giraba sobre su pie izquierdo para patear con el derecho una de las rodillas de su otro adversario, quien no terminaba de caer arrodillado cuando ya había recibido un potente golpe en la cara con la parte plana de la espada de madera de la chica.

Cyan tuvo que reconocer que los bien entrenados soldados de la Coenyywaechtr hicieron su mejor esfuerzo, sin embargo, sabía que si quería mantenerse verdaderamente en forma necesitaba rivales de mayor mérito.

-La punta de tu espada se abre un poco hacia la derecha justo antes de tu "cola de dragón"-

Aunque trató de disimularlo, la rubia no pudo evitar un ligero sobresalto al escuchar aquella voz a sus espaldas; era extremadamente raro que alguien pudiera sorprenderla y, en ese momento, lo atribuyó al inusual estado de relajación en el que se encontraba luego de dos semanas aprovechándose de la hospitalidad de Guudercoenyg.

El espigado joven detrás de ella, cubierto por un polvoso manto que revelaba que recién llegaba de un largo viaje, se refería al veloz movimiento con el que habría cercenado las piernas del segundo guardia de no haber estado usando espadas de madera para entrenamiento.

-Y supongo que tú podrías hacerlo mejor-

El encantador gesto con que Cyan apartó de sus ojos un mechón de su rubio cabello fue incapaz de suavizar la mirada de resentimiento que lanzó hacia su crítico.

-Obviamente-

Furiosa por el arrogante gesto de aquel entrometido, la joven recogió una de las espadas de madera de los guardias y se la arrojó al medio-elfo con mirada desafiante, pero, para su mayor enfado, éste dejó que el artefacto cayera al suelo con una sonrisa burlona.

-Hace mucho que dejé las espadas de entrenamiento- dijo, a la vez que clavaba sus ojos en los de Cyan.

-Es tu cuello el que se arriesga- con dos rápidas volteretas hacia atrás, la chica alcanzó su sable, que había estado reposando sobre una banca y fuera de su vaina, para de inmediato apuntarlo hacia la frente del joven.

Éste no pudo resistir el impulso de llevar la mano hacia la empuñadura de la gran claymore que colgaba a su espalda, sin embargo, la salvaje alegría que brillaba en sus ojos muy pronto dio paso a una serena arrogancia que enervó aún más los nervios de la joven guerrera.

-¡Nah! No vale la pena sacar mi espada sólo para darle una lección a una aficionada engreída-

De inmediato, el joven de negra cabellera dio media vuelta y echó a andar hacia el interior del castillo y el aire de soberbia con el que lo hizo terminó de encender la ira de Cyan; no obstante, justo cuando se disponía a correr para forzar la pelea...

-Por cierto, tienes un arma realmente interesante-

De hecho no era sólo interesante, era única, aquella espada tenía el elegante y tradicional diseño de la zim i-tana oruku -esbelta y ligeramente curvada, de un solo filo, con empuñadura de madera para dos manos y guarda redonda- pero, de algún modo, el artesano se las había arreglado para hacerla con coral-cuarzo, un material casi transparente conocido no solamente por su extraordinaria dureza, sino por su capacidad para acumular y conducir algunos tipos de magia y, por lo tanto, muy apreciado por brujos y hechiceros.

El extraño comentario y la autoritaria mirada del desconocido consiguieron detener en seco a Cyan, quien no pudo encontrar una respuesta adecuada y para cuando consiguió reaccionar, los pasos de aquél ya se habían perdido en los casi interminables corredores de Fäntsyschloz.

Aquel desagradable encuentro y la fallida sesión de entrenamiento ayudaron a la joven a darse cuenta de que su estancia en Thrauumlänt ya se había alargado demasiado; dos semanas de "vacaciones" y la ayuda de los expertos sanadores al servicio de Muuderkns habían sido más que suficientes para reponerse por completo de algunas lesiones que no se había podido atender adecuadamente y ahora había llegado el tiempo de marcharse.


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