Cruce de caminos. Parte IV

Uneor-g, o "Grand Pappa", como era mejor conocido, se encaminó con paso apresurado y nervioso al Gran Salón, el recinto más amplio en Droqua Mi-nusqa y, por lo tanto, el más adecuado para albergar a la comitiva completa de la infanta IRizóç DHeuro y a toda la horda de funcionarios menores, grandes comerciantes y simples curiosos quienes, con toda seguridad, querrían estar en presencia de la sobrina del MHagg OThouçç, dios y gobernante del Principado de Houçç.

Conforme sus pies lo llevaban, casi de forma automática, al Gran Salón, el rechoncho administrador, cabecilla y "gobernador" de la gran hostería-fortaleza, pensó, con tristeza, que aquello era demasiada responsabilidad incluso para su personal, acostumbrado a tratar con lo mejor y más granado de toda Phantasya.

Los estrechos y tortuosos pasillos de la titánica construcción muy pronto se abrieron a un amplio y bien iluminado corredor que conducía, derecho como una flecha, al enorme salón, adonde Grand Pappa entró con la esperanza de que todo estuviera listo para el arribo de la infanta.

Grand Pappa y su esposa Konfa-i, "Grand Mamma", ya estaban enterados de la presencia de IRizóç en su hostería e incluso estaban casi seguros de que los rumores de que era escoltada por PRinç XSarm en persona eran ciertos, sin embargo, se habían hecho de la vista gorda. Ambos estaban convencidos de que si ambos personajes habían elegido entrar a sus dominios por la "puerta trasera" lo mejor era aceptarlo y dejarlos en paz. Una enemistad con Thrauumlänt podía ser contraproducente para los negocios, pero un ligero malentendido con el MHagg... bueno.

Con alivio, el "gobernador" pudo comprobar, al entrar al salón, que, al menos a simple vista, todo estaba en su lugar: la valla de criados y sirvientas mejor presentados con que contaban estaba en su lugar, tanto para dar recibimiento a la infanta como para contener a la muchedumbre que se apiñaba a los lados de la alfombra carmesí bordada con arabescos de oro, la cual conducía hasta un asiento ricamente adornado y ubicado sobre una plataforma, donde la infanta se sentaría para presenciar un corto espectáculo de danza y para recibir la bienvenida oficial de Grand Pappa y Grand Mamma.

Unos cuantos segundos detrás de él, entró PRinç XSarm; según el protocolo de rigor, su joven heraldo lo presentó como el "heredero de Dzantheshaäs Ddesphreadns, protector del Reino Sempiterno de Thrauumlänt, guardián incansable de la Puerta de Plata de Guudercayzr y digno portador de Löwnefng, la Invencible".

Pese al pesado vendaje que envolvía por completo su pierna derecha y las incómodas muletas, la presencia del medio elfo no dejaba de ser imponente; envuelto en el sobrio manto negro bordado en oro que cubría el uniforme de gala de un capitán de la Coenyywaechtr, el joven príncipe semejaba las majestuosas estatuas de sus antepasados que adornaban los verdes jardines de Fäntsyschloz.

No bien entró al Gran Salón, PRinç acudió a estrechar la mano de Grand Pappa y de inmediato revisó hasta el menor detalle de la seguridad que éste había dispuesto para el arribo de la infanta y aunque aseguró sentirse plenamente satisfecho, de todos modos apostó cuatro hombres en cada esquina de la plataforma donde se ubicaba la silla de IRizóç. Ninguno de aquellos soldados lucía como el típico thrauumner, pero todos ellos estaban impecablemente vestidos como miembros de la Coenyywaechtr, guardaespaldas personales de la familia real de Thrauumlänt.

Por fin llegó el momento, una apresurada Grand Mamma entró al salón para ir a pararse junto a su marido, justo antes de que el propio heraldo del príncipe se encargara de presentar a "su excelsa gracia IRizóç DHeuro, infanta real del Divino Principado de Houçç y misericordiosa embajadora de paz y buena voluntad del Grandioso MHagg OThouçç, su bendición nos alcance a todos".

El coro de murmullos que inundó la enorme habitación fue acallado casi de inmediato por el estrépito de las trompetas, que tocaron una estridente fanfarria al paso de la esbelta eelph, quien avanzaba con arrogancia por entre la multitud, cubierta por el tradicional vestuario blanco de las nunjai, aunque ella también se cubría con un manto del mismo color decorado con filigrana de plata, que resaltaba el pálido rostro y los rojos labios, aunque, para decepción de los curiosos, ocultaba la legendaria cabellera de la infanta.

¡Sin previo aviso, el infierno se desató en el Gran Salón!

Salido prácticamente de la nada, para horror de Grand Pappa, un sujeto alto y rubio vestido a la usanza de las tribus de las Tierras Ásperas hizo a un lado a dos de los mozos que formaban la valla y se abalanzó, daga en mano, sobre la infanta; se suponía que los guardias de la entrada habían revisado a todos los presentes en busca de armas, sin embargo, ahí estaba el enorme sujeto blandiendo el cuchillo a un paso de la sobrina del MHagg.

Por fortuna nunca logró su cometido, casi al mismo tiempo que el atacante saltaba de entre la multitud, una de las otras nunjai que formaban el séquito de IRizoç le salió al paso y atajó la daga con uno de sus grandes brazaletes plateados, al mismo tiempo que con su otra mano lanzaba un veloz zarpazo directo a la yugular del atacante.

Y aunque un abundante chorro de un líquido cristalino demostró que las afiladas uñas metálicas que adornaban la mano derecha de la nunja habían alcanzado su objetivo, el extraño hombre no cayó, por lo menos no hasta que la eelph elevara una de las famosas plegarias-hechizo en nombre del MHagg, al tiempo que las uñas de plata se clavaban como una espada en el corazón del agresor.

Casi al instante, el enorme sujeto se convirtió en una extraña y nauseabunda masa de asquerosas larvas y al momento de golpear el suelo lo único que quedaba de él eran un amasijo de repugnantes gusanos pululando en el piso y un montón de amarillentos huesos que despedían un asqueroso olor que impregnaría el Gran Salón por semanas, sin importar los esfuerzos de la servidumbre acicateada por Grand Mamma.

Mientras casi todos los ojos se centraban en la repugnante figura que ahora yacía en el piso... ¡otro atacante salió del lado contrario de la valla! El sujeto no tuvo problemas para sortear a los ahora dispersos criados de Grand Pappa y con un enorme cuchillo en la diestra se abalanzó sobre la desprevenida IRizóç.

En esta ocasión fue PRinç el primero que reaccionó. Desde el lugar donde estaba, el joven guerrero empuñó su daga y la lanzó contra el atacante, y a pesar de que su pierna herida le restaba equilibrio y estabilidad, el arma alcanzó de lleno su objetivo, clavándose profundamente en su cuello, del cual brotó, en esta ocasión, un líquido rojizo que salpicó a todo aquel que se encontrara a menos de un par de metros.

Sin embargo, el atacante no se detuvo, mientras de su cuello se desprendían cientos de insectos parecidos a moscas, el enorme hombre de pelo rojizo hizo a un lado a cualquiera que se le puso enfrente y, casi sin dificultades, consiguió llegar hasta la desprevenida infanta, quien aún miraba, parte asqueada y parte desconcertada, la pululante masa de pálidas larvas que se retorcían una sobre otra.

Un confundido Grand Pappa había visto todo aquel despliegue de acciones y reacciones como si hubieran transcurrido en apenas un segundo, a pesar de que hacía ya un par de minutos que la infanta había entrado al salón, no obstante, todo cambió en el mismo momento en que vio el arma en las manos del segundo atacante. A la acerada hoja pareció tomarle siglos penetrar, inmisericorde, en el costado izquierdo de IRizóç, quien demoró toda una eternidad en doblarse sobre sus rodillas y caer sobre la alfombra, cuyo color carmesí disimuló un poco, al principio, la enorme mancha de sangre que comenzó a extenderse y a ocultar el fino bordado de oro que la adornaba.

Horrorizado, Grand Pappa ni siquiera notó que su esposa se desmayaba junto a él y, en cambio, parecía por completo incapaz despegar la vista de la delgada figura de su huésped que ahora yacía sin vida en el suelo de su hostería, al tiempo que su mente hacía cálculos a la velocidad de una flecha, tratando de decidir la mejor forma de capitalizar sus bienes para huir lo más pronto posible de la inminente furia del MHagg OThouçç.

El caos se apoderó por completo del Gran Salón de Droqua Mi-nusqa, con un desesperado PRinç que se precipitaba sobre el cuerpo de la hermosa eelph que ahora yacía sin vida en el piso, seguido por el resto de la comitiva de la infanta; en tanto, los cuatro guardias apostados en las esquinas de la plataforma luchaban por abrirse paso hasta el segundo atacante, quien, incluso descomponiéndose con cada paso que daba, aún intentaba alcanzar la salida.

En medio de la conmoción, nadie reparó en una alta y oscura figura que, de algún modo, logró escurrirse en medio de la multitud para alcanzar no sólo la salida del Gran Salón, sino incluso una habitación en los niveles superiores, desde donde dos veloces cuervos partieron con mensajes urgentes al norte y al este, incluso antes que un aterrorizado Grand Pappa ordenara que se sellaran las salidas y se revocara cualquier permiso de abandonar la hostería.

Al mismo tiempo, Cyan y cuatro jinetes más cabalgaban raudos hacia el este; a la distancia, las tres colinas que ocultaban la gran hostería-fortaleza de los knomms ofrecían un paisaje de total serenidad y quietud, sin embargo, la rubia guerrera y sus acompañantes sabían que desde su interior se preparaba una cruenta cacería que podría no sólo acabar con sus vidas, sino cambiar la faz de Phantasya por completo.

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