El amor existe
Eran las 10:30 de la mañana y el sol que brillaba hasta hace unos instantes se había desaparecido por completo. Una gran nube negra cubría el cielo, un ventarrón alborotaba las palmeras y el mar comenzó a agitarse.
-¡¡Qué diablos sucede!!- gritó Hägen, mientras intentaba alcanzar a sus amigas.
-¡Ni idea!- le respondió Freya.
La estrepitosa llegada de las rubias sacó a Hyoga de su trance.
-¡Shun! ¡Trata de llegar a la orilla!
-¡No puedo!- chilló el tritón mientras forcejeaba, pero la marea lo tenía atrapado, era incapaz de moverse o nadar a voluntad.
-¿Qué sucede?- inquirió Hyoga, su voz detonaba preocupación pero a la vez un poco de confusión. Trataba de entender lo que estaba pasando para poder hacerse útil.
Antes de que alguna de las rubias pudiera responder, Shun fue arrastrado mar adentro.
-¡¡¡¡¡CHICAS!!!!!- espetó el peliverde mientras la corriente lo alejaba.
-¡Es su padre! El trato expira hoy, está llevándolo de regreso a su casa...
El salvavidas sacudió la cabeza, había entendido esas palabras por separado.
-Okay, okay, okay... ¿qué hacemos?- preguntó, inquietado. Hägen apareció por detrás, cansado de correr.
-Tenemos dos opciones.- explicó Erii. -Dejar que se lo lleve, igual tenía que regresar algún día...
-Esa no es opción.- declaró el salvavidas con firmeza, ganándose una mirada estupefacta de las chicas.
-O... ir por él y exigir las horas que nos quedan.
-Tus opciones apestan...- rechistó Hägen, aún falto de aliento.
-De acuerdo, iré por una tabla al puesto de Seiya, así llegaré más rápido.- expresó Hyoga, y sin esperar respuesta se fue corriendo.
-¿Aún lo prefiere antes que a mí?- se preguntó Ami, quien seguía parada detrás del clan, esperando... algo -¡Es un pez!- gritó frustrada, el trío la miró, desconcertados, habían olvidado por completo que la chica estaba ahí.
Mientras Ami huía detrás de Hyoga en un patético intento por hacerlo cambiar de opinión, los tres amigos se quedaron pensando, no les gustaba la idea de quedarse ahí parados hasta que el rubio regresara.
-Esto es estúpido. No me quedaré aquí esperando.- farfulló Freya, mientras se quitaba la ropa para lucir su traje de baño. Hägen juraba que el corazón se le saldría, y por poco se ahoga cuando vio que Freya se quitaba la playera.
-¿Qué vas a hacer?- le preguntó Erii.
-Alcanzaré a Shun...
-¿Qué? ¿Sola?
-No.- interrumpió Hägen, el chico seguía medio embobado por ver a su chica en traje de baño. La prenda podría ser mata pasiones, pero a los ojos del muchacho, se veía como una diosa. -Yo iré contigo.- declaró mientras se quitaba la playera.
Freya le dedicó una sonrisa. Era tal vez el primer gesto amable que le mostraba al chico, provocando que el rubio se sonrojara.
Erii los miró, no quería ser la única que se quedara sin hacer nada y después de pensarlo un poco, se armó de valor y se quitó los zapatos.
-Yo iré con ustedes también.
-¿Estás segura?- inquirió Freya, no quería someterla a algo que la hiciera sentir insegura.
-Totalmente.
Los tres se tomaron de las manos y se arrojaron al agua. Freya y Hägen nadaban más rápido, porque lo hacían más seguido que Erii y porque esta no llevaba traje de baño, y su vestido mojado le impedía moverse con agilidad.
-¡Espérenme!- gritaba Erii a la vez que intentaba mantenerse a flote, de por sí le costaba nadar con un vestido mojado, y la marea agitada no ayudaba en nada.
-Hägen, adelántate, yo ayudaré a Erii.- el chico asintió y obedeció.
Shun seguía forcejeando con las olas para permanecer en aquel lugar, no entendía porque, Hyoga no lo amaba, había fallado en su cometido, no había razones para quedarse.
Poco a poco comenzó a darse por vencido, y justo cuando empezaba a dejarse llevar por la marea, escuchó una voz.
-¡Shun!- el tritón reaccionó, conocía esa voz.
-¡Shun!- volvió a escuchar que le llamaban, e inmediatamente una sonrisa se dibujó en su rostro, no podía creerlo.
-¡Isaak!- gritó el peliverde, mientras les hacía señas con los brazos. El tritón no iba solo, lo acompañaba Sorrento.
Con trabajo, los tritones se acercaron hasta Shun, lo tomaron de los brazos y lo arrastraron con todas sus fuerzas hasta una boya cercana.
-¡Estoy tan feliz de verlos!- exclamó el príncipe del Atlántico del Norte, derramando unas lágrimas de felicidad.
-¿Qué pasó?- preguntó Isaak, Shun se veía algo deprimido y a juzgar por el clima que reflejaba el humor del rey, podía estar seguro de que nada bueno había ocurrido.
-El trato acabó... creo que mi padre me quiere de regreso...
-¡Tonterías! Aún te quedan unas catorce horas...- replicó Sorrento, con su típica actitud comprensible. Shun soltó una risita.
-Es inútil... yo... fallé... él... no me ama.
-¡Pues es un idiota!- espetó Isaak. -Sorrento lo dijo, tienes catorce horas, encontrarás a alguien que valga la pena y...
-No.- el príncipe del Océano Ártico fue callado por el peli-lila. -Tú lo amas a él... ¿no es cierto?- los ojos esmeraldas de Shun se encontraron con los rosados de Sorrento. -Por eso no quieres irte.
Shun rompió en llanto, su amigo tenía razón.
-¡Shun!- Hägen nadaba tan rápido como podía, las olas altas le impedían ver bien. Temía haber perdido al príncipe cuando vio que alguien le hacía señas con las manos desde una boya.
-¡Hägen! ¿Qué haces aquí?- preguntó Shun, feliz de ver a su amigo.
-¿¡Cómo que qué!?- chilló el chico, confundido. -¡Venimos a salvarte!- el tritón se quedó boquiabierto.
-¿Venimos?- preguntó el peliverde.
-¡Sí! Erii y Freya vienen atrás.
-¿Erii?- esta vez estaba completamente anonadado.
-¡Claro que sí! Shun, te queremos, y no dejaremos que te alejen así de nosotros.
Las lágrimas comenzaron a brotar de nuevo de los ojos del príncipe.
-¡Shun! ¿¡Qué te pasa!?- gritó Sorrento alarmado. -¡No te deshagas! ¡Te queremos!
Hägen le dirigió una mirada desconcertada al peli-lila.
-¡¿De qué hablas?!- le dijo el rubio. -¡Sólo está llorando! ¡No se va a morir!
Shun soltó una carcajada. -No sabía que uno también goteaba de felicidad...
-¡¡SHUN!!- la escena emotiva fue interrumpida por los gritos de las rubias, entre las olas y la falta de habilidad de Erii, les estaba costando la vida llegar hasta la boya.
Isaak reconoció inmediatamente a las muchachas y nadó en su dirección, ayudándolas a llegar a la boya.
En cuanto llegaron, Erii se aferró a la boya y a Sorrento, para mantenerse a flote. Al principio, el príncipe del Atlántico del Sur la miró algo asustado, pues le había tomado el brazo con mucha fuerza, cuando vio que la chica era inofensiva, le sonrió amablemente.
-¡¿Qué diablos está sucediendo?!- gritó Freya.
-¡Es mi padre! ¡Quiere llevarme de regreso a casa!
-¡No! No puede hacerlo...- agregó Erii, al borde del llanto.
-Sí puede...- la voz de Shun comenzó a quebrarse otra vez. -El trato acabó... y no le demostré que el amor de Eros y Ágape existen...
-¡Tonterías!- espetó Erii. -¡Usa nuestro deseo para quedarte aquí!- le sugirió la rubia, recordando la conversación con su amiga de más temprano. Freya la miró sorprendida y luego le dedicó una sonrisa, agradeciendo su comprensión.
-No puedo... no hay deseo...
Los tres rubios se miraron estupefactos, no esperaban esa respuesta.
-Hyoga... él... no me ama...- todos los presentes permanecieron callados.
-Encontraremos otra forma...- Hägen rompió el silencio.
-¡Sí!- le siguió Isaak. -Si te mantienes fuera del agua no podrá llevarte, quédate hasta que lo consigas.
-Pero...
-Nosotros nos ocuparemos de todo, Shun.- agregó Sorrento, tomando su mano. -Tú... tenías razón sobre el amor... de verdad existe y es hermoso. Desde que mis padres me presentaron con Lord Kanon, actúo como un idiota y pierdo la razón cada vez que estoy con él. Es... fabuloso, Shun, y tienes que pelear por el tuyo.
-No lo entiendo... ¿por qué hacen esto por mí?
-Pues... porque... ¡no lo sé!- explotó Hägen. -¡Eso es lo que haces por las personas que te importan! Yo... haría lo que fuera por Freya, aunque no gane nada más que sus malos modos... yo sacrificaría mi vida por su felicidad, porque... porque... porque la amo...
Freya enrojeció de pronto mientras mariposas inundaban su estómago al escuchar esas palabras.
-Es lo que Ágape significa...- continuó Erii. -Amor incondicional...
-Es cierto...- añadió Sorrento. -Te perderás mi boda con Kanon, pero... no me importa si tu eres feliz con tu humano.
Sorrento y Kanon, Hägen y Freya, la valentía de Erii y la mera presencia de Isaak, que tenían todo que perder y nada que ganar; Eros y Ágape. El amor pasional que Kanon y Sorrento se dedicaban; el amor incondicional de Hägen, quien a pesar de la renuencia de Freya, haría todo por ella; la determinación de Erii de arriesgar su vida y superar sus miedos sólo por Shun; y el apoyo de Isaak, quien a pesar de odiar la superficie, siempre estaba a su lado.
Todos ellos demostraban juntos y por separado, los tipos de amor que el mundo acuático desconocía y que Shun había deseado con ahínco desde siempre. Incluso los mismos sentimientos de Shun hacia Hyoga, quien a pesar de no amarlo de modo inmediato, no quería abandonar la relación.
-¡Seiya! ¡Dame una tabla, ya!- el chico, que estaba dormitando en la entrada de su puesto de tablas de surf, dio un brinco cuando escuchó la voz de Hyoga demandado su atención.
-¿Qué rayos?
-¡Muévete, muévete!
-¡Tranquilo hermano! ¿Qué sucede?- Seiya comenzó a abrir torpemente el candado del local, aún estaba medio dormido.
-Es una emergencia...- respondió agitado el salvavidas.
-¿No te ibas a ver con el niño kawaii?
-¡Esa es la emergencia!
-Claro... ¿algún modelo en especial?
-¡SEIYA!
-Ya, ya. Toma.- el castaño tomó la primera tabla que se puso en su camino y se la entregó al rubio. -Ammm ¿buena suerte?
Hyoga estaba listo para emprender su camino cuando escuchó que le llamaban.
-¡¡HYOGAAAAAAAA!!- Ami corría lo más rápido que podía, se estaba quedando sin aire y las piernas le temblaban.
-Ami... no tengo tiempo para esto...- refunfuñó el salvavidas. Después del caos que había provocado con sus mentiras en la feria, la peliazul había caído en picada de la gracia de Hyoga. Y luego de haber empujado a Shun al mar... bueno... el salvavidas no quería verla ni en pintura.
-¡Espera! ¿Qué piensas hacer?- la muchacha intentaba ponerse en el camino del rubio.
-No fastidies...
-¿Rescatarlo y vivir felices para siempre?- Hyoga hacia lo mejor que podía por ignorarla. -¡Es un pez, Hyoga! Aunque te pases la mayor parte del día en el agua no podrías vivir con él, a menos que te ahogues. ¿O piensas mudarte a la torre de agua?
-¡No lo sé! ¿Sí?- el salvavidas paró abruptamente, explotando por completo. -Sólo sé que no quiero perderlo. Y de todas formas, no tengo que explicarte nada, no a ti.
Ami se quedó sin palabras y desistió de su misión.
En el muelle, Hyoga estaba listo para lanzarse al agua, se quitó la camisa y los zapatos, sujetó la tabla bajo su brazo y respiró hondo.
"Hyoga... ¿tú me amas?"
Las palabras de Shun seguían resonando en su cabeza, al igual que sus ojos llorosos cuando le dio su respuesta. Aún no entendía porque aquello era tan importante para el peliverde.
Su respuesta era la verdad, y aún después todo esto, se mantenía firme en ella. No amaba a Shun, no del modo en que el joven le pedía. Apenas lo conocía, pero lo poco que había visto en ese corto tiempo era suficiente para querer ver más. Desde aquel momento en la playa cuando Hägen se lo presentó, no había podido dejar de pensar en él. Y todos esos encuentros "fortuitos" que le habían seguido: afuera de su casa, en la feria y posteriormente en la fiesta, habían sido un regalo para el salvavidas, que en su interior anhelaba ver más a ese joven de mirada encantadora.
No lo amaba del modo que pedía, pero era una droga para él. Sentía mariposas en el estómago cuando lo veía venir, su nombre era más hermoso cuando sus labios lo pronunciaban y sentía una descarga eléctrica cada vez que lo tocaba.
La verdad era que estaba loco por él. Quería llegar a amarlo con ese amor que adorna los más bellos relatos. Quería conocer todo de él, quería ser lo primero que viera al despertar y lo último antes de dormir. Quería entender todas esas extrañas manías y costumbres raras que lo hacían ser él.
Lo necesitaba a su lado, y aunque su relación no fuera nada en esos precisos momentos, aunque apenas llevaba dos días de conocerlo, no quería apartarse de él.
Con eso en mente, y con el corazón lleno de pura pasión desembocada, se arrojó al agua y comenzó a impulsarse con los brazos para llegar hasta la boya.
-Gracias...- sollozó el tritón.
Justo en ese momento, mientras todos sus amigos estaban a su lado, determinados a lograr que el príncipe del Atlántico del Norte cumpliera su propósito, este pudo divisar a una persona más, que con decisión nadaba a toda velocidad hasta la orilla.
-¡Shun! ¡SHUN!- todos los presentes dirigieron sus miradas hacia la persona.
-¿Y ese?- preguntó Isaak.
-Es...
-¡Hyoga!- Shun gritó emocionado.
-¡Shun! ¿Está todo bien?- inquirió el salvavidas mientras llegaba a la reunión en la boya. -Hola...- saludó patosamente al resto de los rubios y al par de tritones desconocidos.
-¿Qué haces aquí? ¿Creí que te valí...?- comenzó a decir Shun.
-¿¡Qué!?- exclamó Hyoga, confundido, y luego tomó una de las manos del peliverde. -Shun... que no te ame como quieres en este momento, no significa que no quiero volver a verte. Te lo dije, quiero poder amarte de ese modo que tanto anhelas. Y si tengo que atravesar el mar para poder estar contigo, lo haré. No me importa. Pero no quiero perderte.
Sorrento ahogó un grito y se sonrojó, sacudiendo a Erii de la emoción y ganándose una mirada rara de Hyoga.
En ese momento, una de las lágrimas que se deslizaban por las mejillas del tritón cayó en el agua, e inmediatamente las agitadas olas cesaron y las tempestuosas nubes desparecieron.
Todos miraron por doquier, buscando qué había hecho que el terrible panorama se detuviera de repente.
-¿Qué pasó?- preguntó Hägen.
-Lo hiciste Shun...- susurró Isaak. Los tritones se sonrieron mutuamente.
-Le probaron a mi padre que el amor existe...- declaró Shun a los rubios con una gran sonrisa. -El amor pasional e incondicional, Eros y Ágape. Así que después de todo sí tendrán su deseo.- finalizó con una sonrisa pícara.
Freya esbozó una ligera sonrisa y miró a Erii, esta le regresó la sonrisa y asintió.
-¿El deseo tiene fecha de caducidad?- preguntó Erii. Shun negó con la cabeza con su sonrisa adorable habitual.
-¿Hägen?- preguntó al rubio. El muchacho había pensado en usar su deseo para que Freya finalmente lo notara, pero después de toda la Odisea que habían vivido, la lección más grande que se había llevado era que al amor nada lo puede forzar, y si ha de darse, debe ser a su propio paso.
-Sé que tuve como dos días para pensarlo pero... no quisiera gastarlo en algo banal... ¿me lo guardas para la próxima?
-Claro que sí.
-Este... es el adiós ¿verdad?- preguntó Freya, con algo de nostalgia en su voz.
-Sólo será temporal. Debo regresar para arreglar todo con mi padre. Pero algo me dice que no tendré que escabullirme para podernos ver de nuevo.- explicó el tritón.
-Te extrañaremos...- suspiró Erii.
Shun, Hägen, Freya y Erii se juntaron para sellar su amistad con un abrazo, excluyendo a los otros tres que sólo se limitaban a observarlos: Sorrento con una tanta felicidad que parecía que estuviera viendo una muy buena película, Isaak con tanta renuencia por los sentimentalismos que rodó los ojos, y Hyoga no entendía la mitad de lo que pasaba ahí.
-Las veré antes de que partas a Australia.- le comentó el peliverde a Freya. -Y cuando estés ahí, tal vez pueda visitarte, no queda muy lejos de Fiji...- al decir lo último, miró al salvavidas, este entendió la indirecta y se sonrojó un poco.
-Es mejor que salgamos de aquí, nos verán raro.- agregó Hägen.
Los tres comenzaron a nadar de regreso a la orilla, volteando ocasionalmente para despedirse de Shun desde lejos.
-Chicos... ¿nos dan un momento?- le dijo a sus amigos quienes seguían pegados a la boya.
-¡Oh!- exclamó Sorrento, entendiendo a lo que Shun se refería. -Claro, te esperaremos por allá.
El peli-lila jaló del brazo a Isaak, casi arrastrándolo con él, provocando quejas por parte de el príncipe del Océano Ártico.
Una vez que estuvieron solos, Hyoga acortó la distancia entre ellos.
-Así que tú... ammm... eres un pez...- el salvavidas soltó una risa nerviosa y Shun una carcajada.
-De hecho soy sólo mitad pez...- aclaró el tritón. -Hyoga yo... lo siento, se que debí ser honesto contigo y...
-No, está bien. No me molesta, en absoluto... digo, aún no entiendo muy bien que pasó pero...- el rubio soltó un largo suspiro. -Ahora que tu misión acabó... ¿todavía quieres algo conmigo?
Las mejillas de Shun se tornaron rojas al instante.
-Hyoga, se que te sonará cliché pero... creo que me enamoré desde el primer momento en que te vi...
Inconscientemente, Hyoga pegó su frente contra la del peliverde y comenzó a acariciar su cabello, cerró los ojos y lo besó en los labios. Shun sentía que el corazón se le iba a salir, puso su blanca mano en la mejilla del salvavidas, para no dejarlo ir y su cola rodeó suavemente las piernas del rubio, era un abrazo bastante peculiar.
A la distancia, Sorrento tenía un ataque de emoción, sacudía y golpeaba a Isaak como loco.
Cuando se separaron, se contemplaron unos momentos, hasta que Hyoga rompió el silencio.
-Tu padre... él... ¿dejará que te quedes?- inquirió el rubio, no sabía que decir después de un beso semejante.
-No me obligará a regresar de inmediato...- respondió Shun, con un leve rubor en sus mejillas.
-¡Genial! Porque... yo... no se cómo llevar una relación a distancia... con un tritón. ¿Me buscarás cuando vengas a ver a las chicas?
-¡Claro que sí!
-¿Quieren probar la superficie?- le preguntó Shun a su amigos, después de que Hyoga se terminara de despedir y emprendiera el camino de regreso.
-¡Nah!- exclamó Isaak.
-Tal vez otro día...- agregó Sorrento. -Quizás traiga a Kanon conmigo, seguro sería una estupenda luna de miel.
-¡Sí! Además, el alojamiento es súper cómodo, aunque la comida es algo insípida...
Los tres tritones se alejaron juntos hacia el horizonte y mar adentro, perdiéndose entre las olas y la espuma del océano.
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