Descubriendo el amor
-Haruka... ¿a dónde me llevas?
-Shhh... espera, arruinarás la sopresa...
-Son las 5:00 de la mañana por Dios...
-Sube.
-¿Estás loca?
-Deja de quejarte y súbete de una buena vez, Michiru.
Haruka Tenou parecía muy ruda por fuera, y no sólo el exterior, sus convicciones y personalidad eran bastante explosivas también. Pero tenía un punto débil, una única debilidad que la hacía sacar su lado tierno, que lograba hacerla sonrojar como nadie, alguien que la dejaba embobada cada vez que paseaba su etérea figura por la habitación, el amor de su vida: Michiru.
Michiru Kaiou, una violinista excepcional, sensual y hermosa; todo lo contrario a la bomba que era su esposa Haruka. La decepción de sus padres, y de todos los hombres del pueblo, cuando decidió escaparase a Santorini con su amante.
Pero a ellas les daba igual, su llegada a Grecia significaba una nueva oportunidad. Ahí nadie las conocía, y siendo el país más liberal en lo que a homosexualidad respecta, era sin duda un lugar donde podían ser ellas mismas.
En Santorini se casaron, establecieron e hicieron su familia. Y para celebrar su aniversario de bodas, Haruka había preparado toda una sorpresa para su querida Michiru. El amanecer era su parte favorita del día, y también la más hermosa, y qué mejor lugar para verlo que en medio del mar, cuando todo está tranquilo y vacío.
Así que, con el poco tacto que Haruka tenía, arrastró a su esposa en la madrugada para poder disfrutar de aquel espectáculo. Alquiló una lancha y empacó bocadillos en una elegante canasta para picnic; se puso su mejor traje y le compró un hermoso vestido a Michiru, aunque al final no le quedó.
-¿Mini sándwich?- preguntó Haruka mientras le ofrecía uno a su esposa.
-¡Vaya! ¡Pensaste en todo, mi amor!- Haruka sonrió, sonrojándose un poco. -Pero creo que llegamos muy temprano...
-¡Nah! Así podemos disfrutar el sonido de las olas por más tiempo...
-Es verdad, y tal vez... logremos ver alguna sirena...- Michiru sonrió pícaramente. A ella le encantaban las leyendas y mitos que involucraban a seres fantásticos y hermosos. Al contrario de Haruka, quien creía que todo eso eran pamplinas.
-Eso te lo acabas de inventar. No creo que haya sirenas en Grecia.
-¿Pero admites que puede haber en algún lugar?
-No...- Haruka volteó los ojos. -Pero si existieran, no creo que vivieran aquí.
-Haruka, son criaturas mitológicas, creo que pueden vivir dónde se les de la gana, ¿no crees?
Platicaron un rato más en lo que la hora del amanecer se aproximaba. Y más adentro en el mar, un poco retirado de dónde las chicas se encontraban, pero no demasiado, una curiosa criatura chapoteaba sigilosamente.
-¡Shun! ¿Qué diablos? No puedes subir a la superficie a estas horas...
-Es de madrugada Isaak, claro que puedo. Todavía ni siquiera sale el sol...
Shun, príncipe del Océano Atlántico del Norte, era un tritón bastante travieso y problemático. Tenía tan sólo seis años, pero era un verdadero dolor de cabeza para su padre. El pequeño escuincle siempre estaba acompañado por sus dos grandes amigos: Isaak, príncipe del Océano Ártico, y Sorrento, príncipe del Océano Atlántico del Sur; que si bien eran más sensatos que Su Alteza, no significaba que no fueran sus cómplices en cada una de sus travesuras.
-Tu padre nos matará si nos encuentra aquí.- Isaak miraba por todas partes, asegurándotse de que nadie los seguía.
-No lo hará, Sorrento está de guardia.
En eso, los pequeños tritones escucharon a alguien que se aproximaba; contuvieron la respiración, esperando que no fuera el padre de Shun, o algo más aterrador, y cuando el misterioso ser se les unió en la superficie, suspiraron aliviados.
-Está muy solo y tenebroso por allá, mejor me vine con ustedes...- susurró Sorrento con una voz asustada.
-No pues que gran guardia...- Isaak volteó los ojos.
-¡¡¡Shhhh!!!- exclamó Shun. -¡Nos escucharán!
-¡Dijiste que no había nadie a esta hora!- gritó Sorrento, más asustado.
-¿Y por qué estamos aquí de todos modos?- preguntó Isaak, molesto.
-Escuché a unas señoras decir que el amanecer es más hermoso en la superficie, y lo quiero comprobar.- respondió Shun decididamente.
-¡¿Nos arrastraste a ver al estúpido sol?!- reprochó Isaak.
-Tengo hambre...- Sorrento sujetó su barriga.
-¡Miren allá! Está comenzando...- Shun apuntó hacia el horizonte; el sol comenzaba a salir, pintando el cielo de unos tonos rosados y naranjas de belleza sin igual. Era los más bonito que los tres príncipes tritones habían visto en su vida.
Un poco más atrás, la pareja de humanas también dirigían sus miradas hacia el horizonte, acercándose más la una a la otra, mientras Michiru recargaba su cabeza en el hombro de Haruka.
-¡Oh Haruka! Esto es verdaderamente hermoso...
-Feliz aniversario, mi amor. Te amo tanto...- Haruka se aproximó a besar delicadamente los labios de su esposa, esta le correspondió.
A lo lejos, Shun desvió su mirada para checar que no viniera nadie, y lo que encontró fue a una pareja de chicas, sentadas en una lancha, compartiendo la máxima prueba de amor verdadero: un beso.
El joven príncipe quedó embelesado por la escena, el cariño y devoción que ambas se profesaban era notorio en el beso que compartían; se sentía en el aire y en el ambiente, y cualquiera que las hubiera visto podría confirmar que aquellas jóvenes se amaban de verdad.
Shun no pudo evitar esbozar una sonrisa. No había visto que dos personas se amaran así jamás. En el reino submarino los casamientos eran generalmente arreglados; y el amor sólo existía entre hijos y progenitores, familiares y amigos; pero nunca entre amantes.
-Yo quiero algo así...- dijo en un tono casi inaudible.
-Haruka... mira hacia allá...- al terminar el beso, Michiru no pudo evitar ver a una figura infantil que las observaba en la distancia.
-¡Pero si es un niño! ¡Qué padres tan irresponsables!- expresó Haruka, indignada, mientras encendía la lancha. -¡Oye niño!
Los tres tritones se voltearon asustados.
-¡Es el fin!
-¡Cállate y muévete Sorrento!- exclamó Isaak, y después se dirigió a Shun. -¡Si nos atrapan te juro qué te mato!
Los tres se apresuraron mar abajo mientras las chicas se acercaban a toda velocidad en su lancha; Sorrento lloraba desesperado, Isaak no dejaba de maldecir y Shun sólo se carcajeaba.
La pareja no llegó a tiempo para "rescatar" a los niños que ahí se encontraban; pero inevitablemente, al terminar de sumergirse, lo único que los tritones dejaron visible para las muchachas fue el aleteo de una cola; lo que hizo que Haruka frenara abruptamente el vehículo.
-¿Lo viste, Haruka?
-Creo que el sándwich estaba malo...- contestó estupefacta.
-Era... era... u-una... cola...
10 años después...
Shun estaba recostado sobre su cama, veía atentamente el sol reflejado en el agua mientras movía tranquilamente su cola azul aqua de un lado a otro. Pretendía permanecer perdido en sus pensamientos el resto del día, hasta que...
-Su Alteza, su padre quiere verle.- anunció un guardia del palacio.
-Ah sí, ya voy...- dijo sin muchas ganas. El guardia no se movió. -¿Te quedarás ahí hasta que me mueva?
-Su Alteza tiene la molesta costumbre de escabullirse.- contestó el hombre, sin sonar insolente.
-En eso tienes razón...
Shun finalmente se dispuso a ver a su padre, el guardia permaneció detrás de él hasta que estuvo en la Sala del Trono.
-¿Querías verme, padre?- inquirió Shun despreocupado e improvisando una reverencia chistosa, siempre olvidaba el protocolo.
-Así es, Shun.
Su padre, Ikki, el Rey del Océano Atlántico del Norte, un tritón grande y fornido, de piel morena, cabello azul oscuro y mirada aterradora. Era un rey bastante severo, pero efectivo. Todo lo contrario a Shun, su único hijo y heredero: el joven príncipe era más bien pálido, delgado y simpático.
-Has de saber que en poco tiempo estarás comprometido.
Shun, quien estaba jugando con una pequeña estatua que se encontraba sobre una mesita, se atragantó con su propia saliva, casi tirando a la figurita en el proceso.
-¡¿Q-qué?!
-Que he arreglado tu compromiso con Lady June, hija de Tetis, Duquesa del Mar Mediterráneo.
Shun conocía bien a June, solía ser su compañera de juegos cuando eran niños; pero si no mal recordaba, los juegos que más había disfrutado habían sido con Isaak y Sorrento. June era amable, y le agradaba como amiga, pero como esposa y amante le parecía más bien aburrida.
-Pero padre, yo no la amo.
-¿Qué dices?- preguntó Ikki sorprendido.
-No amo a June, no me puedo casar con ella.
-Tonterías, claro que puedes.
-Pero no quiero.
-Pues que mal porque ya está arreglado. Le prometí a Tetis que te casarías con su hija, no podemos desairearlas ahora.
-Pues no debiste de haberles prometido eso.
Ikki le lanzó una mirada fulminante. En general no tenía mucha paciencia, pero con su hijo siempre intentaba conservar la calma, aunque el mocoso sí que se lo hacía complicado.
-Shun...
-Papá...- Ikki lo desafió con la mirada una vez más.
-Solo cásate y ya. Todos nuestros matrimonios han sido arreglados desde siempre, y no por eso somos miserables. Es hora de que madures y abandones esa idea del amor verdadero.
-¿Acaso tú no amabas a mamá?- preguntó el joven príncipe.
-Aprendí a amarla. Y tú también lo harás.
-¿Y no crees que hubieras sido más feliz con alguien a quien amaras de verdad?
-Eso sólo pasa en las películas Shun... nuestro pueblo jamás ha experimentado nada semejante. Y francamente dudo que exista. Es un mito nada más.
-Los humanos lo tienen.- agregó Shun bruscamente.
-Ellos son idiotas. No prueba nada.
-Ellos creen que nosotros somo ficticios, y pues, ¡no! ¡Aquí estamos!
Ikki estaba en el límite.
-¡Fin de la discusión! ¡Te casarás y punto!- explotó el monarca.
Shun lo miró fijamente sin decir nada, y después de un rato asintió pensativo.
-Ok...- el joven príncipe dio media vuelta y salió del salón, dejando a su padre muy confundido por su respuesta.
-¿Qué diablos haces?- Isaak miraba a a su amigo desde el marco de la puerta de su habitación.
-No me casaré, y menos con ella.- contestó Shun mientras guardaba algunas de sus pertenencias en un morral. -Sorrento, estas sentado sobre mi caracola.
-Pero June es bonita.- agregó el príncipe del Océano Atlántico del Sur, mientras se levantaba para que Shun tomara la caracola. -Pudieron haberlo arreglado con... Flora...
-¿La que tiene cara de pulpo?- interrumpió Isaak desde donde estaba.
-Me case con quien me case, tenga el rostro más hermoso del mundo o la cara de un ajolote, lo haré porqué de verdad amo a esa persona.
-Astrid tiene cara de ajolote...- opinó Isaak, Shun lo miró molesto.
-Además, ¡qué demonios! ¡Tengo dieciséis años! ¡¿Si quiera es legal?!
-Mi prima se casó a esa edad...- añadió inocentemente Sorrento.
-Y ahora tiene tres escuincles impertinentes, ¿tu punto?- declaró Shun. -Además, tú tampoco te salvas. Sé de buena fuente que tus padres están intentando arreglarte algo con Kanon...
-¿En serio?- interrumpió Isaak, una vez más. -¿Lord Kanon? ¿El hijo del Duque del Mar Egeo? ¡Vaya!
-Él me da miedo...- Sorrento se encorvó, incómodo.
-Sí, creo que tú estarías más cómodo con un caballo de mar o algo así...- bromeó Isaak, recibiendo un almohadazo por parte de Sorrento.
-¿Y qué pretendes hacer, Shun?- preguntó Sorrento volteando a ver a su amigo, que se colgaba el morral en el hombro.
-Lo voy a encontrar, y se lo traeré a mi padre para que lo vea.
-¿A quién?- Sorrento ladeó la cabeza confundido.
-No un quién, un qué. El amor.- respondió tranquilamente Shun.
-Eso suena... complicado, por no decir imposible. ¿Perdiste la cabeza?- reprochó Isaak.
-Tal vez. Pero vale la pena intentarlo.
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