PARTE 2. Vergüenza Ajena

Los primeros meses y días en el club de Cocina iban regulares, Buruki Mana se podía defender lo necesario con lo poco que sabía de cocina, a veces estaba bastante agradecida por las clases magistrales de su madre adoptiva Esme, adoraba y apreciaba cada segundo todo lo aprendido, pero por más que quisiera alardear que fuera lo máximo en ese club, la realidad era otra. Literalmente, ¿que esperaban de él, que supiera los secretos culinarios cuando no le era de primera necesidad? Odiaba ser tan inútil en estos momentos.

Hace una semana atrás se cumpliría casi su primer año en el club de Cocina, y aún no podía olvidar la vergüenza ajena que padecía por culpa de haber confundido la sal con el azúcar. Como mierdas iba a saber aquello si justo eso era lo que más le traía sabor a tierra. Casi había matado a su senpai Suki, quien cayó bastante enferma del estómago con la mala receta del joven ojidorado.

Muchas chicas se burlaban de tal error, decían que era demasiado perfecto para ser real. Pero le sacaba de quicio saber lo hienas que algunas mujeres podían ser con un error tan ridículo como ese, claramente día y noche hablaba con su madre adoptiva de cómo podía evitar la confusión de ambos ingredientes, pero aquel error de preparar una sopa de caballa que terminó dulce, fue la peor experiencia para muchas féminas que acabaron con el estómago revuelto. Ganándose inconscientemente la eliminación de varias enamoradas de su físico o forma de ser.

Pero claramente no era lo que Buruki deseaba hacer para deshacerse de las molestias, inclusive estaba con cara de suicidarse cada vez que las mujeres lo recordaban y algunos compañeros de curso. Inclusive tuvo que amenazar con la mirada a Kuroo para que no hablara del tema, claramente el neko de volleyball no terminó de reírse durante un mes y medio de su fallo.

—Hermano, literalmente te pasas con tus maneras de ligar a las chicas en tu club, ni yo las trato así. —se burló aquella vez Ryutatsu Kuroo.

El pelinegro tan solo dejó caer su cabeza en el pupitre deseando haberse hundido en el mar aquella vez, para evitar tan ridiculez de vida.

—¿Buru?

—¿Qué?

—¿Realmente no sabes diferenciar el azúcar y la sal? —pregunta Ryutatsu, con una sonrisa ligera, intentando morderse el labio para sonar inocente.

—Kuroo, no estoy de humor.

—Que amargado, ¿acaso te falta recibir para ser feliz? —bromea zorrunamente.

Un bostezo de agotamiento y la mirada a muerte del ojidorado lo hizo carcajearse más fuerte, llamando la atención del sensei, que por consiguiente, ambos quedando fuera de la sala.

—Tks... Maldito viejo.

—Mira el lado bueno, estamos libres, podríamos tal vez... —empezó a sugerir aquel rostro afeminado con una ceja alzada y mirada sugerente.

—No. Paso. Solo fue aquella vez. Maldita, déjame de fastidiar. —gruñe por lo bajo, golpeando el hombro a su contrario el pelinegro.

—Aburrido.

—Si, si.

Ambos quedaron en aquel momento cómodo y silencioso, esperando a que terminara la clase para pedir disculpas, aunque la cabeza de Buruki Maná terminó cayendo en el hombro de su compañero de clase y volleyball. Enseguida este se iba a quejar, pero al verlo tan relajado con los ojos cerrados, lo dejó dormitar por esta vez. Ryutatsu Kuroo no iba a admitir en voz alta que su compañero realmente era guapo, con aquellas características finas y bellas de mujer en su rostro despreocupado era sólo una tentación para cualquier hombre, pero las ojeras tras aquellos ojos le daban a entender que su vida no era fácil al ser lo que era. Una mujer con detalles varoniles aveces no llegaba a encajar en los círculos sociales.

Lo sabía, por más que parecían solo amigos no era más que fachada, ambos se respetaban y trataban como hermanos. Claro, había momentos en que se daba cuenta que tenía sentimientos el ojidorado parecido a un pez de mar con su extraña fascinación de encontrarlo metido en su jacuzzi personal del aquella casa hogareña y pequeña, era mujer con mucho carácter pero también se rompía fácilmente sólo que no lo demostraba tan abiertamente.

—El próximo año será mejor, para ambos, Buru-kun.

Ryutatsu Kuroo le acaricia el cabello suavemente, cerrando sus ojos pensando en un buen próximo año, estarían en segundo año o eso esperaba, tenía fe en que ambos pasarán el año pero su contrario parecía demasiado despreocupado por las clases que no se extrañaría si le dijera en unos años que recursaría el año. Tan solo esperaba que siempre estuvieran juntos para poder cuidarlo, ya que sabía que por ser hijo del Director la mayoría del alumnado había dejado su burla ante el estudiante de intercambio.

Después de todo, Buruki Maná había sido transferido de Roma hacia está Escuela secundaria en Japón. Un lugar totalmente distinto en idioma y cultura inclusiva.

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