Capítulo 1

Cuando Damian abre los ojos lo primero que ve es su conocida pared con ese tapizado azul que, luego de años, aún no ha quitado. Con el sueño aún en sus lagañas y su cabello despeinado, decide despertarse e iniciar con este nuevo día.

Al levantarse de su cama va directo al baño de su habitación, lava sus dientes y mira su reflejo. Es natural que con el tiempo sus facciones hayan endurecido un poco más, ha perdido esa grasa inocente en sus mejillas y sus pómulos han tomado más fuerza en su rostro. Sus ojos, adornados de ojeras de las que empieza a acostumbrarse, se vuelven más afilados similares a los de su madre. A simple vista, Damian ha dejado de ser un niño, es un hombre ahora.

Termina de lavar sus dientes y aprovecha para ducharse, bajo la regadera hace recuento de sus deberes de hoy como estudiante imperial. Al ser el regreso de vacaciones debe mostrar ejemplo en su institución de quien es, para aquellos estudiantes nuevos como antiguos. El primer día, no importa los años, siempre será el más importante. Cuando sabe que está limpio sale de la ducha y va en busca de su uniforme de Edén, ha tenido complicaciones a lo largo de los años en eso ya que su crecimiento ha sido bastante acelerado por lo que en muchas veces tuvieron que comprar nuevos uniformes, no es que el problema fuera el dinero pero si fuera por él sería preferible durar por lo menos dos semestres sin tener que ir al sastre por otro uniforme más y usar ese tiempo para sus estudios. Su prenda final es su capa de estudiante imperial, su mayor mérito, cada que la ve y la usa se siente más grande, más poderoso, un Desmond. Esa capa es la prueba de su esfuerzo de todos sus años junto a su colección de Stellas.

Ya listo, sale de su habitación en dirección al comedor de la mansión. Su hermano luego de la graduación se fue al extranjero en una de las mejores Universidades, rara vez escribe o llama a casa, mientras que su madre hace una semana volvió a su residencia privada luego de acompañarlo una semana en la mansión, por lo que su desayuno será en compañía de si mayor domo y su perro Max, que los años también ha alcanzado y no es tan ágil como era. Si fuera por él, hubiera preferido quedarse en Edén en su periodo de vacaciones pero fue a petición de su madre que accedió a salir de la institución.

"Tienes que disfrutar tu juventud más, hijo" le había dicho entre otras ridiculeces, la juventud no servía de nada sino se fortalecía uno mismo en ella. La juventud es algo banal, Damian sabía eso, lo que único que venía en ella era los frutos que poco a poco cosecha en Edén. Pronto será un político y, así como su padre, honrará a su nación.

Cuando llega al comedor Max ya está acostado debajo de su silla y los criados lo han saludado, su desayuno está listo y sin decir nada empieza a comer.

No tiene que preguntar sobre su equipaje o elementos necesarios para Edén, de eso se han encargado la servidumbre. El tiempo es corto cuando termina de comer y se levanta de su asiento para ir fuera de la mansión, donde lo espera su coche.

Ya en la entrada se voltea viendo a Max mirarlo con su cola abajo, su corazón se estruja porque sabe en el fondo que su mascota sufre cuando se va y puede que él mismo también le duela un poco el proceso, pero es algo que deba pasar.

— Max — se arrodilla frente al pastor alemán, que sigue mirando sin hacer movimiento, importandole poco si llega a ensuciar su pantalón solo por esta ocasión.

— Vas a estar bien, ¿Ok? Tengo que ir a Edén y hacer mi deber para ser un gran político, acá te cuidarán como siempre y, si tengo tiempo, vendré lo más pronto a visitarte — Acaricia detrás de sus orejas y Max no hace más que soltar lamentos y acercar más el contacto a su amo moviendo su cabeza. — Ya lo hemos hecho muchas veces, tú me esperas y yo vuelvo, ¿de acuerdo? — Su perro solo se frota pero ya ha sido demasiado contacto y no puede llenar su uniforme de pelaje. Deja de acariciarlo y se levanta del suelo — Pórtate bien.

Ya de pie mira a su izquierda, encontrando el retrato de su padre. Su rostro, tan bien retratado, lo mira igual a cuando era un niño, con total indiferencia y frialdad en sus ojos profundos.

— Adiós padre.

Se dirige a la entrada y un mayor domo abre la puerta para él, su servidumbre le sigue hasta que sube al coche que lo llevará a Edén y cuando enciende el motor ve por la ventana lo pequeña que la mansión Desmond se vuelve con cada metro que avanza.

Damian se pregunta si su padre, donde sea que esté, estaría orgulloso de lo que es ahora.

Al llegar a la academia no hace falta que camine dos pasos cuando Emile y Ewen están a su lado, sus amigos lógicamente también han cambiado con el paso del tiempo.

— ¡Su alteza Damian ya llego! — Emile, quien ha perdido peso y a dejado atrás su corte de hongo, se posa a su lado hablando con alegría y un toque de burla. Le llega por encima del hombro por lo que puede que le rebase en altura. Este año su cabello no tiene exceso de gel y se esparce libremente por su frente, sin verse desordenado.

— ¿Como estuvieron sus vacaciones alteza? — Ewen, por su parte, se expresa más tranquilo y también con un deje de burla. Es el más alto de los tres y no ha cambiado mucho realmente, solo su cabello ha bajado unos 10cm de altura.

Damian se sonroja levemente ante el antiguo apodo al que se refieren, sus amigos nunca soltaran aquella época donde lo trataban así, con demasiada cortesía teniendo en cuenta la relación que tienen los tres.

— Ya les dije que dejen de llamarme así. Y sobre tu pregunta Ewen, no hubo nada interesante, madre pasó conmigo algunas semanas pero me encargue de estudiar e ir a los conversatorios políticos que se hicieron.

Algo que Damian nunca dejará de gustarle son las miradas de admiración que sus amigos le dan, a pesar de los años ellos le siguen viendo con ese brillo que le hace crecer el ego, justo como ahora.

— ¡Genial, en serio se esta esforzando mucho!

— No se podía esperar menos de él.

Antes de que siga hablando un cuerpo lo empuja, pasando a través de él y Emile de manera tosca y poco elegante. No se esmera en ocultar su enojo al ver que la causante de eso no era más que Blackbell.

— ¡Mocosa , ¿estas ciega o es que aún no aprendes a caminar?¡ — Ewen le grita haciendo que Blackbell voltee molesta.

Si Damian es sincero, una de sus compañeras que ha cambiado y para bien ha sido Blackbell. Dejando atrás sus dos moñas y su rostros añiñado, Blackbell se ha desarrollado de manera favorecedora. Su estura está en el promedio del grupo femenino en la academia, su cabello castaño esta más largo y suele llevarlo suelto con uno que otro adorno, sus ojos se han vuelto afilados y el rubor natural en sus mejillas sólo hace a Blackbell uno de los prospecto más llamativos en Edén. Es natural que tenga tantos seguidores, mujeres como hombres, detrás de ella.

— ¡Mira quien habla idiota, por si no sabes es vía peatonal, no es mi culpa que sean tan incultos de no conocer lo que significa un simple espacio como este! — Blackbell grita en respuesta, haciéndose una riña usual con sus dos amigos entre gritos e insultos.

Para Damian, Blackbell solo es un fastidio, por lo que cualquier atribución física positiva no vale nada al ser ella la dueña de estas.

Él también quiere gritarle por impertinente y maleducada, y está apunto de hacerlo cuando se fija en el bolso de ella. Ahí, colgando, se encuentra un llavero de oveja bien cuidado.

Y eso parece ser suficiente para quitarle el impulso de responder, escucha como esos tres se siguen gritando ya más por costumbre que por un odio real y él se sumerge sin querer en pensamientos no concretos sobre una mocosa de cabello rosa.

La sensación que lo aborda no le duele o lo ahoga en sufrimiento, no tiene nombre pero hace que todo dentro de sí se sienta un tanto vacío, siempre pasa cada que la recuerda. Anya Forger, reina de los Tronitrus, malcriada atrevida y niña regala pañuelos. La misma niña quien le fastidio sus principios en la primaria y la misma niña que desapareció del mapa sin siquiera llegar a terminar un año en la academia.

Los sucesos de su pasado relacionados a ella llegan a ser un tanto borrosos, era muy pequeño y la convivencia con ella fue demasiado corta. Lo único que recuerda con claridad fue ese periodo de tiempo donde Blackbell lloraba a cada rato al no saber a donde fue su única amiga y él junto a sus amigos solo la acompañan para que dejara de sentirse sola. Fue quizás un año después cuando Blackbell empezó a interactuar más con otros dejando atrás su tristeza y ya no fue tan necesario la convivencia con ella. Damian creía que la castaña la había superado pero al parecer el recuerdo de Forger aún sigue con Blackbell, quien sabe en que medida.

Cuando sale de sus pensamientos se percata que su compañera ya no está con ellos, les ha dejado atrás y ahora está siendo escoltada por su séquito de chicas con las que no cruza mayor palabra.

— ¿Todo bien? — Ewen pregunta.

— Por supuesto, ahora vamos que si llego tarde les daré la culpa frente a los maestros — Sin esperarlos Damian avanza, escuchando los reclamos de sus amigos que le siguen el paso.

Así, empieza un nuevo semestre, igual que los anteriores.

...¿No es así?


Siendo el primer día, el calor es horrible.

Yendo de vuelta a su clase luego de ir al baño, camina entre los pasillos sintiéndose abochornado por todas las prendas que carga consigo y el mismo clima. Considera la idea de quitarse por un momento la capa pero eso sería una deshonra para lo que significa y lo que le costo conseguirla.

Un tanto fastidiado voltea a la izquierda hacia donde sabe esta su aula, lo único inusual que encuentra en al maestro Henderson salir de esta y caminar a su dirección.

Cuando el hombre lo identifica no demora en hablarle mientras se acerca.

— Señorito Damian, buenos días.

— Buenos días, maestro.

— ¿Qué hace fuera de clases?

— Fui al baño por un momento, necesitaba refrescarme debido al calor — A la vez que dice eso saca el permiso escrito del maestro de turno que le dejo salir y se lo muestra al hombre frente a él.

Henderson solo lo examina, para dar un asentimiento — Ciertamente el clima no ha sido muy favorable en estas últimas semanas, algunos periódicos y noticieros informan que lo más posible es que entremos en un período de sequía sin tiempo definido.

— Si, escuche algo de eso en los conversatorios del partido de mi padre — Dice mientras vuelve a guardar el papel en su bolsillo — Para serle franco, no estoy seguro de que forma eso llegue a afectarnos a nosotros.

— De manera desfavorable, es seguro.

Damian lo sabía pero en ese momento no tenía tanto interés en hablar con su maestro, a pesar de que fuera uno de los que más le agradaba.

— ¿Y todo bien maestro? Lo vi salir del aula hace un rato.

— Oh si, tuve que dar un anuncio importante, de hecho le incumbe a usted señorito Desmond.

— Señor — Le corrige — ¿Y por que de eso, profesor?

— Oh ya lo verá, pero ahora debo finalizar nuestra conversación. ¡Vaya a sí clase! — Henderson pasa a su lado y se desaparece de su vista.

Su mente empieza a trabajar a mil mientras vuelve a avanzar hacia el aula de la clases. ¿Qué es lo que debe incumbirle a todas estas?

Llega a la puerta y gira la manija llamando la atención de su maestro de física.

— Oh Desmond, ya llego y justo a tiempo déjeme decirle.

— ¿Por qué... — La pregunta queda al aire cuando voltea hacia los pupitres donde están los alumnos y capta una cabeza rosada que lo mira sin alguna emoción rescatable.

Ahí, a solo dos filas adelante de su puesto como en el pasado, se encuentra Anya Forger mirándole fijamente.

Cuando mira a sus amigos, estos tienen una cara que no se esfuerzan en disimular, una cara que de seguro el también tendría sino supiera controlarse.

— Le presento a Anya Forger, quien ha vuelto a reunirse a la comunidad del Edén y, que por petición y orden del señor Henderson, será su acompañante para que usted le muestre las instalaciones luego de clase ¿De acuerdo? Ahora, por favor vuelva a su lugar y retomemos la clase.

Jajaja primer capítulooo

Lo sé, lo sé, se supone que los que entran en Edén deben entrar de muy chiquitos y quedarse hasta graduarse, pero esta historia tendrá poderes del guión jajaja

En fin, espero les haya gustado.

Byeee.

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