🥀Prefacio
No era una noche perfecta, de hecho, ¿realmente existía una? Quizás si las pinceladas de neblina no ocultaran a las estrellas, la luna se arriesgaría a brindar un poco de su iluminación.
Cientos de personas, sino es que todas, le habían advertido que nunca debía transitar aquel camino a pie, mucho menos sola, y definitivamente, jamás de noche; pero había tenido una discusión muy fuerte con su novio, algo que últimamente era habitual, sin embargo, al observar en sus notificaciones un gran texto de disculpas, casi suplicando que se encontrara con él al finalizar sus clases del día, justo en la entrada de la academia; esa pequeña parte de lindos recuerdos, se aferró a que quizás aún se merecían una oportunidad.
El tiempo pasó sin ser consciente de ello, así que, al llegar a la entrada, el camino que yacía frente a ella, estaba mucho más desolado que nunca. Era época de festividades, por lo que la mayoría de estudiantes disfrutaban del bullicio en el pueblo, y el resto, se deleitaba de la posible paz en sus habitaciones.
El silencio le incomodaba, se sentía demasiado vulnerable al estar completamente sola e incluso estuvo a punto de dar marcha atrás y no continuar esperando; pero como si fuese un imán, atrayéndola a pesar de no desearlo, una gélida ráfaga de viento alzó una pétalo de rosa, permitiendo notar que entre más lejos veía, más espesa se hacía la capa de pétalos adornando el camino.
Completa oscuridad envolvía dicho espacio, pero a pesar de ello, el rojo no podía pasar desapercibido. Era un perfecto detalle romántico ante sus ojos, el tomarse el tiempo de adornar algo para su sola apreciación, aunque siendo realista, deseaba con desespero presumir que tal momento, sería creación de quien la volvía loca en todos los sentidos, y este, no era su novio.
Hay afortunados que triunfan al hallar el amor de su vida, pero también existen corazones desesperados, aquellos que deben conformarse con sentirse amados, aunque no sientan absolutamente nada. Es egoísta, pero qué podría esperarse de un mundo en cual el amor está infravalorado.
Dio un breve suspiro, al tiempo que iniciaba su caminata a través del camino de pétalos sobre un asfalto de pequeñas piedras. Se sintió aliviada, dado que en cualquier momento vería el rostro de su novio, ya no debía tener temor al transitar por un lugar tan lúgubre. Mientras más se interiorizaba en la oscuridad, más espesos se volvían los árboles en la orilla del camino; las ramas dieron una tenue melodía al recibir algunas gotas de lluvia, las cuales iban volviéndose más frecuentes.
Amaba la lluvia, especialmente, aquel magnífico e inolvidable aroma que desprendía la tierra ante el toque de esta, petricor. Cuando al fin lograba disfrutar un poco del ambiente, intentando no temer más, observó la silueta de lo que parecía un perro descansando en el camino, a unos cuantos pasos frente a ella. Podría resistir un resfriado, pero no permitiría que un pobre perrito lo hiciese, así que se apresuró para acortar la distancia.
A punto de colocarse de rodillas frente al animalito, apreció un sólido abrazo por la espalda; fuertes brazos envolvían su cintura.
—¿Por qué tardaste tanto? Preferiría no caminar sola por un lugar en el que sentí que moriría en cualquier momento. —A pesar de negarlo tanto, era consciente de lo poco que le emocionaba recibir muestras de cariño de su novio, pero no podría decirle eso tan descaradamente—. Oye, no quiero parecer insensible, pero está empezando a llover y hay un perrito que creo que está herido, no veo que se mueva y sigue mojándose.
No obtuvo respuesta alguna, a excepción de percibir el choque del aliento de quien la abrazaba con tanta fuerza. La humedad de un beso se trazó en una de sus mejillas, continuando por su cuello; una de las manos que reposaba en su abdomen, subió lentamente, acariciando cada parte de su cintura. Un furtivo gemido escapó de sus labios al imaginar que, quien con tanta pasión la acariciaba, fuese él, lo más prohibido que en su vida pudo anhelar.
No limitando su imaginación, se perdió entre aquellas caricias, dejándose llevar. Sin embargo, el aroma que empezaba a percibir, no le resultaba conocido, no era el de su novio y mucho menos de él, y sin poder notarlo antes, sintió el ardor de un filo cortando la piel de su cuello. Por reflejo, se separó rápidamente del agarre, empujando con todas sus fuerzas a la silueta que la abrazaba anteriormente.
Contempló la complexión de un hombre vestido de colores oscuros, camuflándose a la perfección con una noche tan carente de luz; sería imposible reconocer el mínimo rasgo, ya que además, llevaba puesto uno de los antifaces propios del festival de la academia que cubría más de la mitad de su rostro.
Tenía mucho miedo, un escalofrío recorrió su espalda. Estaba sola, en medio de un largo camino, simplemente con la compañía de un perrito y docenas de árboles alrededor. Gritar no le serviría de nada, los ecos serían absorbidos por el viento y el sonido de la lluvia. Aún podría correr con todas sus fuerzas, pero usando la lógica, no llegaría demasiado lejos.
—¿Q-qué quieres? Mis amigos saben en dónde estoy y mi novio también, en cualquier momento pasarán por mí —vociferó. Su voz sonaba entrecortada, las manos le temblaron, y aunque nunca sintió tanto miedo, al menos intentaría no morir tan cobardemente.
Aquel hombre dio un paso al frente y sin dudarlo, plantó una bofetada tan fuerte que la hizo caer acostada sobre los pétalos del camino. Su rostro quedó justo al nivel del animal, quien estaba descuartizado. Cada parte fue cortada de forma simétrica, como si se tratase de un rompecabezas que intentaron unir.
Aterrada, emitió un fuerte grito hasta que su garganta doliese, separándose del pobre cadáver del perro. No podía apartar la vista de dicha escena; la lluvia encubría las lágrimas en su rostro, sus labios no dejaban de temblar. Ignoró el dolor de la cortadura en su cuello y la herida en sus labios por el golpe, nunca imaginó estar en esa situación, suplicaba que alguien la ayudara, pero estaba sola.
Observó cómo el extraño se hincó frente a ella, acariciando una de las partes del perro y luego, pasando esa palma sobre la herida de sus labios, ensuciándolos con la sangre del animal. Su toque era suave, como si no acabase de golpearla.
La oscuridad y el antifaz, no dejaban a la vista el mínimo detalle. Su corazón latía demasiado rápido e imaginaba que no tenía fuerzas en sus piernas. Pudo notar cuando aquel hombre sacó del bolsillo de su sudadera, el teléfono de su novio, dejándolo caer al suelo, al tiempo que se daba la vuelta y seguía con su camino.
Estaba atónita y absolutamente confundida. ¿Realmente se iría como si nada? No sabía si correr, esperar que fuese una broma o quedarse en el suelo a que regresara a asesinarla. Con el cuerpo tembloroso, hizo su máximo esfuerzo para pararse y empezar a correr, a pesar de que sus piernas estaban débiles, haciendo que cayese una y otra vez sobre la grama.
La galería y el pueblo estaban a la misma distancia, tardaría demasiado en llegar a cualquiera de los dos. Podía observar cierta luz proveniente de una casa, así que continúo corriendo hasta allí. No pensaba con claridad, solo anhelaba que alguien la ayudara. Sin embargo, reaccionar ante las características tan particulares de esa construcción, fue un mayor golpe de adrenalina.
Una casa en ruinas, colores degradados por la lluvia, envuelta en soledad absoluta. Era esa casa, aquella de la que todos temían. Nadie viviría allí, pero a pesar de ello, ¿se notaba el reflejo de la luz de una vela? Misma luminosidad que se fue absorbiendo hasta apagarse, como si alguien notase su presencia.
Estaba perdida, corría sin rumbo rebasando dicha casa, directo hacia la espesura del bosque. Lágrimas espesas rodaban sus mejillas, su cuerpo temblaba más por el frío, la lluvia y el terror. No veía más que oscuridad. Se detuvo un momento, no tenía rumbo alguno, ¿qué podría hacer?
Pensó estar lo suficientemente lejos para tomar su móvil e intentar llamar a todas las personas posibles, aunque sabía que nadie respondería, por la hora o por estar divirtiéndose en las festividades locales. Nadie le respondió. Deseaba llamarlo a él, pero no debía, no después de esa tarde, pero estaba desesperada, así que al estar a punto de marcar, el tenue sonido de una canción se hizo presente.
Detestaba esa canción, le provocaba escalofríos cuando era lo primero que se reproducía cada mañana en la galería. Pero en ese momento, apreciar algo conocido, le dio esperanza. Sin pensarlo, se motivó a correr con las fuerzas que le restaban, su corazón latía tan fuerte que podía incluso escucharlo. Atravesó el camino de árboles, sumergiéndose aún más en una densa oscuridad y soledad.
La misma luz tenue, proveniente de una vela, sobresalía a través de la entrada de otro lugar hecho ruinas. Tenía la fachada de una iglesia muy antigua, cubierta de moho y suciedad. Entre más se acercaba, más fuerte se apreciaba la melodía. Al localizarse justo frente a la entrada, contempló la silueta de un hombre, hincado frente a una enorme cruz en la pared del fondo, sosteniendo una gran vela entre sus manos.
El pánico volvió a apoderarse de sus sentidos, nada allí le resultaba confiable, estaba temblando del miedo, no tenía nada ni a nadie para salir con vida de aquel lugar, estaba perdida en todos los sentidos. Terminó de marcar el número de quien tanto anhelaba ver en ese momento.
El sonido de la canción, fue reemplazado por el timbre del teléfono. ¿Podría ser él? Contempló a la silueta colocarse de pie, acabar con el fuego de la vela gracias a un poco de aliento y girarse para apreciarla fijamente.
La oscuridad había vuelto a envolver todo su alrededor, no comprendía porqué la iluminación de su teléfono era devorada entre el ambiente. Aquel hombre se acerca, lentamente, hacia ella, quien no podía moverse, como si sus pies estuviesen clavados en el suelo.
Su respiración se aceleró, sus posibles gritos eran ahogados por el inmenso horror. Deseaba que alguien le dijera que se trataba de una broma de mal gusto, que la abrazaran, asegurándole que todo estaría bien.
—Ya es lo suficientemente grande, ¿nunca ha escuchado que la curiosidad mató al gato? ¿O solo es demasiado entrometida? —Aquella voz grave la extrajo del trance en el que se encontraba.
Estaba justo frente a ella, a pesar de la oscuridad lo sabía por su voz, su aroma, su complexión. Su sola presencia fue un vuelco de tranquilidad, ignorando por completo lo aterrada que estaba.
No podía articular palabra alguna, sus labios aún temblaban demasiado y en ese momento empezaba a sollozar. Acoplando poco a poco su visión a la oscuridad, pudo divisar cómo aquella mirada que tanto le fascinaba, se dirigió hacia la herida en su cuello.
»Ay, por Dios. ¿Por qué llora al verme si hace unos segundos me llamó? —Ese hombre que tanto miedo y deseo le producía, colocó un dedo índice sobre sus propios labios, plantando un beso, para luego depositarlo sobre la herida del cuello de aquella chica.
—Por-por favor, ¡te suplico que me ayudes! ¡Tengo demasiado miedo, no entiendo lo que pasa! Alguien quiere asesinarme, o no lo sé, ¡no comprendo nada! —Sus sollozos eran más frecuentes, lloraba claramente y en cualquier momento estaba dispuesta a gritar de desesperación.
La mirada de ese hombre era profunda, pero vacía, absolutamente neutral. Como si no fuese extraño encontrarse en medio de la noche en una iglesia desolada.
—Se lo advertí justo hace dos días, así que no hay forma de que me sienta culpable, ni siquiera un poco. Pero dígame ahora, Halia, ¿qué quiere que haga?
No sabía cómo reaccionar, ¿cómo podía ser tan insensible a pesar de la gravedad de la situación? Quiso golpearlo, le pareció un idiota total. ¿Qué quiere que haga? ¿No podía simplemente decirle que todo estaría bien y ayudarla a salir de allí? Estaba desesperada e incluso molesta, sentía tanta impotencia y aún miedo.
—Por favor, te lo suplico. ¿No ves lo aterrada que me encuentro? Sé que en cualquier momento vendrá esa persona a asesinarme. Entiendo que no soy de tu agrado, solo ayúdame esta vez, juro que jamás me acercaré a ti, por favor. Solo... solo quiero ir a casa, solo no quiero morir...
—Querida dama, no ha comprendido mi pregunta. ¿Qué quiere que haga? ¿Ayudarla? Es obvio que lo haré. Pero... ¿quiere que vaya ahora mismo y encuentre a quien le provocó tanto miedo? Si dice que lo desea de rodillas suplicando su perdón o simplemente que lo torture ante usted. Lo haré. Porque, ¿sabe? Él no vendrá a usted ahora mismo porque yo estoy aquí.
Existían estrellas demasiado hermosas, tan brillantes y particulares. Apreciarlas en una noche tan oscura, podría ser bastante reconfortante, sin embargo, a ella le fascinaba ser atraída por la oscuridad que podría opacar a cada una. ¿De qué le servirían miles de estrellas preciosas? Cuando, sin al menos notarlo, tenía a la más densa oscuridad rendida totalmente a sus pies.
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