Parte 1:

Desde que tengo uso de la razón he recordado que solía bailar en todo momento, incluso antes de ir a dormir.  Mi madre solía decir que tenia el espiritu de mi abuela, quien fue una bailarina reconocida por su pasíon a la hora de estar sobre un escenario.

Yo quería ser mucho más, quería ser conocida por mis pasos, mi pasión, mi todo. Y estaba dispuesta a lograr eso desde muy pequeña, cuando me gradué de la escuela por completo logre conseguir una beca dentro de una escuela de ballet, lejos de mi ciudad en donde había crecido junto a mis padres. Si bien no dominaba por completo su idioma igual los saludaba con la mejor sonrisa que podía dar a medida que avanzaba por las calles.

Demás estaba decir que las calles era hermosas, porque me quedaba corta con esa palabra, pero no podía entretenerme con los alrededores, debía llegar a un lugar en específico. Lo bueno de haber aprobado la beca era que incluida un hospedaje ya pagado con muebles incluidos, por supuesto que no estaba lleno de lujos pero con eso me conformaba.

Mi plan durante mi estadía tenía varios puntos y el principal era conseguir un trabajo; la beca no iba a sustentarme completamente por lo que también debía dar de mi misma, lo segundo era aprobar todos  los exámenes dentro de la academia y seguir a otro extremo. Según me habían explicado, cada año se hacía una presentación en la famosa Ópera de París. 

Y yo estaria entre las que estarían en esa presentación como la principal.

Desde que había conseguido empleo como mesera me había obligado a mi misma a ser más puntual, mucho más, y también a ser más rápida, ya que apenas salía de mi trabajo había previsto que tendría que correr varias calles para llegar a tiempo a los ensayos. Aunque en la mayoría llegaba retrasada unos cuantos minutos de más, pero en esta había logrado convencer a mi jefe de que me dejara salir temprano. Y ahora me encontraba corriendo estando a solo unos pocos metros de la entrada.

El portero me saludó retirando su sombrero y me abrió la puerta dejándome ver las extendidas escaleras de caracol que había situadas en el recibidor. Corrí por ellas esquivando a lo que subían de igual forma hasta llegar a los vestidores, quise saltar de alegría cuando me di cuenta que apenas era la primera en llegar. Tenía el vestidor para mi sola.

Retire el desgastado bolso de mi espalda y comencé a cambiarme de ropa con algo de prisas, puesto que si nadie había llegado aún, podía empezar a calentar con tranquilidad, sin que nadie me molestara. Cruce con una gran sonrisa en mi rostro la puerta hacia el salón de ensayos, comenzando a estirar mis piernas y brazos.

Continúe estirando por varios minutos hasta que el sonido de la puerta me hizo mirar al frente, donde estaba un espejo que me dejaba ver quién había entrado al salón, no se me hizo sorpresa encontrarme con la imagen de un erizo color cobalto, él siempre venía, nunca en el tiempo que había estado aquí había oído que falto una vez a la práctica. Pero no estaba solo, entrando detrás de él estaba otro erizo, esta vez de color azabache con franjas rojas, ese sí que había faltado varias veces hasta el punto en el que ya debería haber sido expulsado, pero la única razón por la que seguía aquí era porque nunca se atrasaba en una lección. Y porque también era muy bueno.

Esos dos erizos compartían una rivalidad palpable, incluso en las miradas que cruzaban se veía la rivalidad que compartían a la hora de darlo todo en las muestras sobre la pista. Lo más destacable es que nunca cruzaban palabra, ni de despedida. Yo rara vez cruzaba palabras con alguno de ellos, solo unas pocas veces en las que nos veíamos obligados a interactuar de forma física, como ellos teniendo que levantarme o cargar en brazos. El punto es que no tenía una relación amistosa con alguno de ellos.

Seguía estirando ignorando por completo sus presencias a mis espaldas, aunque de igual manera podía ver por el reflejo del espejo como se acercaban para estirar, completamente opuestos a posición, el detalle es que yo termine dentro de sus campos. Vamos, que hasta podía cortar la tensión con una cucharilla, no una tijera si no, una cucharilla. Sí, así de tensa era.

Agradecí en silencio que empezaran a llegar más personas que estuvieran hablando durante los estiramientos, no soportaba el silencio de la sala y no podría comenzar una conversación con algunos de estos dos seres, porque sabía que ninguno me respondería.

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