Capítulo 5.
Aquel pequeño alfa llevó al omegita a un rincón secreto del colegio. Era la hora de salida, así que no había problema en tomarse un poco de tiempo, ¿verdad? Las manos de Jeon cubrían delicadamente los ojos del rubiecito mientras ambos reían suavemente. Entre risas, llegaron al destino, y Jungkook abrió la puerta de un salón especial.
—Ya puedes abrir los ojos —susurró emocionado.
Los ojos del rubiecito se iluminaron al instante al ver la sorpresa frente a él. Había varios postrecitos dispuestos en la mesa más grande del salón, decorados con esmero. En el centro del lugar, una pequeña mesa con dos sillitas los esperaba. Todo el ambiente estaba perfectamente adornado con detalles que Jungkook había preparado especialmente para su dulce omega. El alfita estaba, sin duda, cortejando al omega de la manera más tierna posible.
—¡Me encanta, Kookie! —exclamó Jimin, lanzándose a darle un abrazo y un besito en la mejilla. El corazón de Jungkook latía con fuerza al sentir los suaves labios del rubio en su piel—. Muchas gracias por esto —dijo el pequeño rubio con una sonrisa que podría iluminar cualquier habitación.
—No tienes nada que agradecer, mi angelito —respondió Jungkook con ternura. El rubiecito se sonrojó al escuchar el apodo.
Jungkook comenzó a servir en el platito de Jimin los postres que había escogido minuciosamente el día anterior en la panadería de su tío Chanyeol. Había probado varios sabores antes de decidir cuáles serían los mejores para sorprender a su omega.
Después de servirle a Jimin, el pelinegro se acomodó en su silla con su propio plato servido. Los dos pequeños comenzaron a degustar cada uno de los postres, y el que más les encantó fue el de tres leches. Tenía un sabor suave y dulce que los hizo sonreír de placer. Mientras comían, charlaban animadamente, aunque Jimin llevaba la mayor parte de la conversación. Jungkook, sin embargo, apenas podía concentrarse, ya que no dejaba de mirar embobado al omega mientras hablaba con su tono suave y melodioso.
—Jungkookie, te estoy hablando —dijo Jimin, sacando al pequeño alfa de sus pensamientos. El rubio hizo un pucherito con sus labios, sintiéndose un poco ignorado.
—Lo siento, ángel, solo me quedé mirándote. Es que tu belleza me cautiva —respondió el pelinegro, visiblemente avergonzado.
Jimin sonrió ampliamente. Le encantaba cuando Jungkook le decía cosas bonitas; lo hacía sentir especial y querido. Estaba a punto de responder cuando, de repente, escucharon la puerta del salón abrirse. Ambos voltearon de inmediato.
Para sorpresa de Jimin, era su papi omega, acompañado por una de las profesoras. El rostro de su padre reflejaba incredulidad y disgusto al ver a su hijo en compañía de un pequeño Jeon. "Eso sí que no", pensó el padre de Jimin. Sin mediar palabra, el hombre se acercó rápidamente y, sin suavidad, agarró a Jimin del brazo, arrastrándolo fuera del salón.
—¡Papá, espera! —protestó Jimin, pero no tuvo tiempo de despedirse de Jungkook. Su papi lo llevó lejos antes de que pudiera decir una palabra más.
Jungkook corrió hasta la puerta, con el corazón encogido, y vio cómo Jimin, su omegita, era llevado cada vez más lejos. El pequeño alfita apenas pudo procesar lo que estaba ocurriendo. La profesora que había acompañado al padre de Jimin lo miró con evidente desaprobación. Sin saber qué hacer, Jungkook agachó la cabeza, sintiendo una mezcla de tristeza y miedo.
Sabía que lo iban a sancionar, pero lo que más le dolía era que no había podido despedirse de su dulce omega.
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Espero les siga gustando la pequeña historia ✰
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