venganza

Me mire horrorizado en el sucio y rajado espejo empotrado en la pared. La figura que observaba no podía ser la mía ¡Eso era imposible! Aquel ser repugnante que me observaba con ojos negros ni siquiera podía ser humano. Lleve la mano temblorosa sobre mi rostro y aquel ser lo imitó, sus sucias garras avanzaron sobre su rostro al tiempo que yo bajaba mi mano acariciando mi mejilla.

Su cuerpo alargado y encorvado se mantenía firme ante mí, con grandes colmillos que se asomaban de sus labios secos y obscuros, una piel pálida similar la ceniza tapizaba esa figura penosa de apariencia repugnante y maligna.

—E-esto n-no. —Trague saliva.— ¡¿Que me hiciste?! ¡ese no soy yo! No soy yo. ¡No soy yo!— Grité al tiempo que estrellaba mi puño contra el espejo. El mundo parecía dar vueltas a mi alrededor, no soportaba esa pesadilla. Caí sobre mis rodillas golpeandolo con fuerza la loza hasta que esta se rajó, cortandome una y otra vez con los pedazos del espejo, hasta hacerlos añicos. Pero incluso mi sangre era inhumana, su aspecto enegrecido y espeso me hizo levantarme de un salto.

<<¡No! ¡maldito! ¡esto no puede ser!>> Estaba sulfúrico, desesperado y completamente aterrado. <<¿Qué diablos me hizo? ¿Ahora yo también soy un demonio? ¿Cómo rayos se supone que consiga el amor de Abigail con esta apariencia tan repugnante?>>

Había llegado a mi límite, las cosas no podrían ser peores, ahora sí podía decir sin lugar a dudas que no tenía nada más que perder. Enfurecido salí de aquellas ruinas y caminé hacia el pueblo, no me importaba cómo, pero Abigail sería mía. Sería mía. Sin importar lo que tuviera que hacer.

La desdeñosa sombra de un ser de otro mundo se reflejaba sobre los charcos cuando pasaba sobre ellos aumentando mi ira y eliminando las dudas de mi mente.

Entré al pueblo sin ser visto, todo estaba desierto, las luces apagadas y tan solo se oía suspiros de los ebrios que dormían en las calles.

Avancé con mis pies descalzos y mi cuerpo desnudo bañado por una plateada luz de luna.

En una sucia y obscura esquina encontré a un joven muchacho que dormía profundamente después de haber bebido demasiado, sin pensarlo tomé su ropa y me la puse. Después de todo, debía verme bien para presentarme ante Abigail.

Entonces por haz de un destino fortuito oí a lo lejos el barullo y algarabía de una vieja taberna que aún no había cerrado.

Sentí algo extraño, quizá una corazonada, o algún extraño sentido que se me había otorgado, pero sabía que debía ir allí. Por un momento mis piernas parecían moverse solas.

<<¿Qué hay allá? ¿que podría haber en un lugar como este? >>

Lentamente me fui acercando, sintiendo que tras cada centímetro que avanzaba estaba más cerca de saciar esa curiosidad y un deseo que nunca había sentido tan fuerte en mi interior.

En cuanto me paré frente a esa vieja y desvencijada puerta mi piel se erizó. Incluso mis labios secos y resquebrajados parecían humedeserse.

Miré el interior con expectación que pronto se convirtió en desilusión. Todo en esa sucia taberna era común y corriente, no había nada para mí ahí...o al menos eso pensé hasta que al fondo, apoyado sobre la barra, divisé a una figura familiar. Se trataba de un hombre alto, bien vestido que besaba y manoseaba con descaro los enormes senos de una prostituta, mientras ella tenía su mano dentro del pantalón de su acompañante dándole rápidos masajes que lo enloquecían.

Me quedé de pie en la entrada, estaba perplejo, tanta fue mi sorpresa que en ese instante no supe que sentir. Ni siquiera me di cuenta de que estaba ante la vista de todos.

Aquel hombre sin perder el tiempo se alejó de ella y bajó sus pantalones apresurado, tomó a la mujer de la cintura y con impaciencia la apoyó sobre la barra, levantado con desesperación los pliegues de su largo vestido carmesí mientras ella reía con insinuación sin importarle que ahora que toda su intimidad fuese exhibida ante los morbosos ebrios de la taberna que con excitación miraban la escena tratando de satisfacerse a sí mismos con torpes movimientos y sonrisas depravadas.

Es verdad que nada de eso era nuevo para mí... ¿Pero saben por qué me causaba tal asombro? Si, de seguro ya se dieron cuenta. Ese hombre desesperado por fornicar con aquella prostituta era el esposo de Abigail.

Ahora comprenderán en por qué entré a la taberna con las piernas algo débiles, estaba sorprendido y encolerizado.

<<¿cómo puede alguien ir a una taberna por una ramera cuando tiene a una mujer como Abigail como esposa? ¿Una mujer dulce, con un cuerpo más hermoso que el de todas esas mujerzuelas juntas? ¿Como puede lastimar a una criatura tan increíble y perfecta? >>

Simplemente no lo entendía, era increíble que ese hombre repugnante pudiera hacer algo como aquello, y entonces una incontenible irá me invadió, no solo quería golpearlo, deseaba fervientemente matarlo lentamente haciendo que pague por su traición, por lastimarla y por quitarme la oportunidad de ser su esposo. Y cuando me di cuenta, me encontraba a sólo unos pasos de ellos, quedé estático, todos me observaban, y claro era de esperarse después de ver a un monstruo como yo.

De pronto una suave mano me acarició la espalda y una seductora voz me susurro al oído.

—Hola cariño ¿te gustaría ir conmigo?

—Ven conmigo, no te arrepentirás— dijo otra que vino de la dirección contraria.

<<¿pero que está pasando? ¿acaso ellas no ven mi monstruosa apariencia?>>

Miré mi mano con extrañeza, se veía normal no parecía la de un monstruo, entonces me observé en el diminuto espejo que se encontraba detrás de las copas acomodadas al fondo de la habitación y vi esa horrenda figura, con garras y colmillos otra vez.

<<¿Como es posible? ¿Solo mi reflejo muestra mi verdadera apariencia? ¿Los demás sólo ven un yo humano?>>

Todos me observaban con interés y expectación, pero mi único deseo en ese momento era matar a ese hombre, al esposo de Abigail.

—Por favor, aléjense— les dije a las mujeres que me rodeaban y acariciaban.— El día de hoy tengo otro interés.

—Por favor ven con nosotras haremos que valga la pena —dijo una en representación de las demás quienes asentían suplicantes.

—Dije que no— respondí con sequedad mirándolas de forma amenazadora.

Ante esto todas retrocedieron asustadas, como si vieran el verdadero monstruo que era ahora, se alejaron rápidamente con los ojos muy abiertos y las manos temblorosas.

Regresé mi mirada hacia el hombre que gemía complacido mientras penetraba a aquella ramera una y otra vez, mientras aquella mujerzuela gritaba pidiendo por más.

Colérico sujeté al hombre por el cuello y lo levanté sin dificultad, tenía más fuerza de la que jamás me habría imaginado. Pronto, ante los ahogados gritos de auxilio y patadas que lanzaba de forma esporádica, los hombres ahí presentes me rodearon, al tiempo que las mujeres huían entre gritos histéricos.

Me encamine a la salida con aquella escoria colgando de mi brazo, abriéndome espacio con el brazo libre por entre todos los sucios ebrios del lugar, que inútilmente trataron de detenerme.

—¡Es un monstruo!

—¡Es inhumano! —escuchaba entre sus gritos y amenazas.

Pero no me importaba, ahora no había nada que me pudiera detener. Pará cuando llegué a la puerta, me di cuenta de que todos habían comenzado a alejarse de mi, como si finalmente comprendieran que era muy diferente a ellos, podía oler el miedo en el viciado ambiente. Finalmente habían comprendido que yo era un monstruo, una criatura a la que tenían razones de temer.

Nadie intentó detenerme, nadie se atrevió a parase frente a mí, ni si quiera al pensá en la recompensa que podría proporcionarles alguien tan rico como aquel tipejo por salvarle el cuello.

Al salir me dirigí a un callejón a pocas calles de ahí, era un lugar al que pocos acudían y que era lo suficientemente alejado como para que nadie nos pudiera oír.

Decir que esa noche lo mate, sería quedarse corto, no solo lo hice si no que disfrute cada segundo de su mísero sufrimiento, cada grito de agonía incesante mientras rompía sus huesos como mondadientes, mis agudos sentidos me permitían disfrutar de cada músculo que se desgarraba, cada hueso que se fractura, cada tendón que se rompía...pero el sentir su sangre caliente entre mis manos me causo una extraña sensación, se sentía demasiado agradable, el olor que desprendía hacía mi estómago rugir, mi boca se ponía seca, su textura espesa y pegajosa se me antojaba demasiado.

<<¡¿pero que me está sucediendo ahora?!>>

Sentía una sed casi incontrolable, necesitaba beber algo, y lo único que deseaba en ese momento era la sangre de ese sujeto.

Mis labios se acercaban cada vez más a la sangre que se escurría de su pecho, pero afortunadamente recobré la cordura antes de acercar la sucia sangre de ese sujeto a mis labios. Asustado me puse de pie de inmediato y me alejé dejando que aquel infeliz muriera lentamente, mientras se de sangraba.

Sabía que nadie lo encontraría hasta la mañana siguiente, y para entonces, ya sería tarde.

Mientras me alejaba, mis manos temblaban y la garganta me ardía, todo mi cuerpo se sentía deshidratado, en mi desesperación me agaché en uno de los charcos que tenía en frente y comencé a beber, pero a pesar de que sentía el líquido pasar por mi garganta eso no saciaba el inmenso ardor que sentía, no encontraba manera de calamar mi sed.

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