todo por amor
Hace mucho había dejado de contar los días. Siendo sinsero, no tenía idea de la fecha actual, no me importaba, y aún así no podía olvidarla.
Me había ahogado en licor y probado a cada ramera de la ciudad, sumiéndome en lo más profundo de la depravación humana, pero aquel dolor solo empeoraba. Parecía haber un hoyo en mi pecho que se hacía cada vez más grande, consumiendome poco a poco.
Estaba desesperado, había perdido todo y me encontraba nadando entre deudas. El dinero que había logrado reunir mientras trabajaba como jardinero apenas alcanzó un par de días, estaba en una completa miseria, ya ni siquiera tenía un techo bajo el cual refugiarme.
Aquella mañana desperté en el frío piso de la escalinata de la catedral, tenía una terrible resaca que pareció esfumarse cuando descubrí el lugar al que había llegado.
Indignado solté una amarga risa <<"que ironía">> pensé recordando el gracioso hecho de que Dios me diera la oportunidad de estar cerca de ella y luego me la arrebatara de forma tan miserable. Entonces, lleno de una gran irá, me puse de pie y grité con todas mis fuerzas:
-¿¡Es esto lo que querías!? ¿¡te divierte mi miseria?!¡confíe en ti, en tus promesas sobre la felicidad y recompensa a las buenas personas! -Escupí la entrada.- Los únicos a los que recompensas son a esos cerdos egoístas que engordan con la ignorancia de mi gente. -observe mis manos sucias y llenas de heridas para luego levantarlas al cielo.- ¿Te gusta en lo que me convertí? Yo jamás fui alguien malo ¡Lo único que te pedí fue el cariño de esa mujer! ...Sólo eso...Solo eso... -dije finalmente cayendo rendido entre llanto y odio, golpeando con el puño las frías rocas de la entrada hasta perder toda sensación de éstas.
Me quede ahí por horas. Había perdido el sentido de mi vida y aun con mi realidad hecha pedazos, no podía sacar su sonrisa de mi cabeza, y me odiaba por ello ¡Era un completo imbécil!
Cuando el sol comenzaba a ocultarse me puse a caminar. No tenía a dónde ir, pero el simple hecho de avanzar me daba la falsa esperanza de que alguien me esperaba. Pará mayor desgracia, como si mi dolor no fuera lo suficientemente grande como para satisfacer a mi creador, mi desgracia continuó.
En la pequeña plaza cerca de la catedral se encontraba Abigail, hermosa, frágil y elegante, tal y como la recordaba. Caminaba de la mano de un hombre alto, robusto y bien vestido.
Cerré los ojos un momento sin poder soportar aquella escena. <<Ese podía haber sido yo. Me negaron la oportunidad. ¡No me dejaron siquiera intentar hacerla feliz!>>
Me vi corriendo con furia hacia ellos, quería matar a ese hombre. No era lo suficientemente bueno para ella -nadie lo era- sólo yo tenía el derecho de acercarme. Lo tomé del cuello y lo lancé contra el piso golpeándolo tantas veces que su rostro deformado solo me causaba náuseas y lástima.
Si, ese era mi mayor deseo. Pero era tan cobarde que solo bajé la mirada avergonzado por mi apariencia.
Mi cuerpo temblaba ansioso por hacer esa fantasía realidad, pero sabía muy bien que no era capaz de tal cosa. Levanté los ojos una vez más para verla, pero pronto la vista se me hizo borrosa. Las lágrimas recorrieron mi rostro sin que lo notaste siquiera.
<<¿Dime señor, que fue lo que te hice? ¿Por qué me castigas de esta forma?>> Cuando el cuadro ya era demasiado dolorosa me di la vuelta y regresé a la iglesia. Estaba desesperado. Me puse de rodillas ante la estatua de nuestro señor y suplique. Suplique tantas veces que creí que me escucharía, pedí porque me permitiera estar a su lado, por una señal de que en realidad me estaba escuchando. Pero incluso Dios tiene sus favoritos. Me dí cuenta de que él me había abandonado y no parecía importarle en lo más mínimo el inmenso dolor que me invadía por aquella hermosa creación que había puesto en mi camino.
Finalmente, rendido y desilusionado salí de la iglesia y caminé fuera de la ciudad, lejos de ella. Cuando me di cuenta había comenzado a llover, me apresuré a buscar un refugio -aunque quiza hubiera sido mejor quedarme bajo la helada tormenta- Sabía que si me mojaba no tendría ropa seca ni un lugar donde calentarme. Aunque en realidad ya no importaba.
No muy lejos hallé unas viejas ruinas abandonadas de lo que en su época había sido una impresionante construcción. Un castillo modesto por así decirlo. Así que sin pensarlo entré para refugiarme.
Por dentro todo se veía muy antiguo, los ladrones habían sacado cuanto pudieron, pero aun así mantenía su encanto, había grandes y lujosas escaleras que se hallaban casi intactas; Los muros eran de una piedra gris perfectamente pulida y simétrica; El suelo de mármol con cientos de rajaduras y delicados ventanales rotos con cortinas rojas y rasgadas.
Caminé con precaución admirando cada espacio, oyendo mis pasos resonar con el tortuoso eco de la habitación vacía. Inspeccioné cada lugae que continuaba en pie y podía ser accesado, yendo de habitación en habitación hasta llegar a una que me llamó la atención; Tenía un ambiente lúgubre y muy diferente a los anteriores, pero parecía reclamarme en su interior.
Empujé la puerta que resonó en un agudo rechinido y lentamente entré en ella, no tenía ventanas y parecía ser más frío que los anteriores, todo estaba en la absoluta obscuridad. Incomodo intenté salí de ahi, pero en el mismo instante en que me giré la puerta se cerró con un profundo chasquido que rebotó en las paredes circulares hasta desaparecer por completo, sumiendome en un perfecto silencio. De un salto retrocedí corriendo hacia la entrada aterrado, mirando en vano en la oscuridad. Golpeé la puerta con todas mis fuerzas gritando por que me dejaran salir. Pero nadie respondió.
-¡Déjenme salir! - grité forzando la puerta nuevamente, pero no obtuve respuesta.- Va-vamos responde d-de una vez -insistí con la voz temblorosa al descubrir que la puerta estaba asegurada.- ¡S-sé que estás ahí!
Forcé la puerta hasta que mis brazos ya no tenían fuerza, y aun así no obtuve respuesta alguna, mi cuerpo temblaba sin control al tratar de comprender lo que sucedía, y miles de ideas tenebrosas e imposibles retumbaron en mi cabeza. Intenté tranquilizarme y di un profundo respiro tratando de observar a mi alrededor sin éxito.
Después de un momento, me di cuenta de que lo que fuera que me había encerrado no regresaría. De hecho, comenzaba a dudar de que existiera un "algo" ahí fuera ¿Pero, cómo era eso posible? ¿Quién me había encerrado entonces?
Estaba completamente seguro de que nadie me había seguido y tampoco había encontrado vestigios de algún ser vivo en todo mi recorrido. Me quedé apoyado en la puerta cansado de gritar por ayuda, mis brazos colgaban a los costados sin fuerzas para levantarse, empezaba a creer que jamás saldría de ahí. Todo lo que podía ver era una profunda obscuridad que parecía consumirme poco a poco, con deformes criaturas ocultas a mi vista que me observaban con atención, burlándose de mi desgracia, llevándose mi cordura y ganas de vivir.
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