obsesión

Al día siguiente, me encontraba caminando sin rumbo, no había logrado dormir en toda la noche. En medio de mi desesperación por sacarla de mi cabeza decidí salir a dar un paseo.

Tenía la mirada en mis viejos zapatos que raspaba las piedrecillas contra el suelo empedrado, sumido en mis más profundos pensamientos, o mejor dicho "lamentos".

Llevaba varias horas caminando, sin prestar atención a mi alrededor, y sin siquiera percatarme del lugar al que había llegado.

<< ¿Y si cuando me encuentre con ella no sé qué decir? Seguramente me congelaré otra vez cuando la vea. Si se seguro haré el ridículo. Quizá sea una buena idea pensar en algo para decirle esta vez. Podría hablar sobre su aspecto. Podría decirle lo hermosos que son sus labios, o lo delicado de su mirada y ... ¡¿Y qué tal si no le parezco apuesto?! De seguro me rechazará, no creo que ella me acepte. ¿Pero que digo? ¡Ella es diferente a su padre! Estoy seguro de que podrá ver más allá de estos harapos.>>

Me había tratado de plantear todas las posibilidades posibles, haciéndome ilusiones y destruyéndolas enseguida, estaba tan concentrado en pensar lo que haría cuando la viera, que no me di cuenta cuando tuve la oportunidad de hacerlo bien.

—¡Abigail! —Grito una voz femenina a la distancia.

Me quedé paralizado al escuchar ese nombre. ¿sería posible? Mire asustado a mi alrededor para darme cuenta de que estaba en su propiedad ¡¿cómo diablos había llegado ahí?!

Me habían tomado por sorpresa, no estaba listo. No, no podía hacerlo en ese momento, sabía que era incapaz de hablar con ella. De pronto comencé a hiperventilar, mis manos empezaron a temblar, mi mirada buscaba frenética su figura en todas direcciones. ¡No podía permitir que me viera así!

—¿Si? —respondió una frágil voz no demasiado lejos de donde me encontraba.

Mis piernas comenzaron a fallar y sin permitirlo una de mis rodilla cayó al suelo ¡Tenía que hacer algo! ¿¡Pero que!? Apenas era capaz de respirar, mi cuerpo me traicionaba por completo y ahora mi mente estaba completamente en blanco.

Entré en pánico y lo único que pude hacer fue ocultarme entre unos, arbustos rogando porque ella no me encontrara.

—Oh ahí estas hija, te estuve buscando. —la mujer no se acercó demasiado, parecía tener prisa.

—¿Paso algo? —preguntó Abigail con una dulce voz.

—tenemos visitas —entonó alegremente la mujer regordeta.

—Oh. Bueno, enseguida voy madre, gracias. —El semblante de mi amada pareció cambiar, su rostro se tornó preocupado de pronto.

La mire por entre los arbustos, permanecía de pie admirando con melancolía las flores de su jardín, se paseaba con un hermoso vestido perlado, su cabello recogido y una delicada sombrilla de encaje que la protegía del sol. Acariciaba las flores con las yemas de los dedos, con una mirada perdida y triste.

Moría por saber en qué pensaba ¿Acaso pensaría en mí? ¿Quizá en lo que pasó en la iglesia? ¿Habrá acaso algún otro hombre en su vida?

<< ¿Y si la saludo y le digo que me perdí? Quizá así ella me pueda acompañar hacia la salida y podamos charlar... No, nadie jamás creería algo así. ¡Pero si no hago algo perderé mi oportunidad! Aunque si me ve aquí creerá que la estoy siguiendo y me verá como a un acosador.>

Estaba en una posición muy difícil, había esperado demasiado tiempo para poder encontrarme con ella a solas, pero ahora no podía dejar que me viera ¡Oh, pero que cruel es el destino! La mejor oportunidad de mi vida y no podía acercarme ¿De verdad es posible ser tan desdichado?

Y así todas las palabras que deseaba dedicarle se quedaron en mi garganta, y solo puede observar cómo se alejaba, con su caminar pausado y elegante.

Sentía que me estaba volviendo loco, no podría aguantar más de esta manera, así que busque con desesperación una solución a mi problema.

Acudí a Francisco, uno de mis pocos amigos y el único que me podría ayudar en aquel tormento, estaba seguro de que en ese momento no se tomaba muy enserio lo que le decía, después de todo ¿Quién en su sano juicio se enfrentaría al padre de Abigail? El señor Karm era el Conde de Moldovia y por ende tenía a todos comiendo de la palma de su mano, cualquiera con una pizca de sentido común sabía que su hija era intocable. Pero la realidad es que me había vuelto loco. Si, loco de amor. Cada segundo lejos de ella me carcomía las entrañas, me daba vueltas la cabeza y sentía que el solo hecho de respirar era doloroso.

—Estas exagerando amigo ¿Tienes idea de los problemas en los que te meterás por un simple capricho? Ese hombre con sólo mover un dedo te podría meter a la cárcel, o peor —. Me decía Francisco algo cansado de mi insistencia.

—Lo sé, créeme, he pensado en todo, y si no estaría seguro de esto no te pediría ayuda. —Mi amigo me miró incrédulo y poco dispuesto a tenderme la mano, era bastante obvio que creía que estaba fuera de mis cabales. — ¡Yo la amo! — Exclamé suplicando por un poco de misericordia hacia un hombre que estaba enamorado. Un gesto de burla es lo que recibí. Aquello me molestó. —Y si tú me niegas tu apoyo, iré con alguien que si pueda hacerlo —dije para terminar, dirigiéndome a la puerta, jamás había hablado más enserio.

—Está bien, tranquilo —suspiró rendido. —¿De verdad ella es tan importante para ti?

—Más que mi propia vida —respondí sin siquiera pensarlo, claro que en ese momento no creí que fuera a ser necesario dar mi vida por tenerla.

—Bueno, veré qué puedo hacer, hablare con alguien y te aviso mañana por la mañana.

—Muchas gracias Francisco —dije después de abrazarlo con alivio.

—Si, sí, pero recuerda. —Me miró recriminándome. —Te estás metiendo en algo muy peligroso.

—De eso ni te preocupes —En ese momento todo era color de rosa, no pensaba en nada más que estar cerca de ella, el entrar a la cárcel parecía algo tan mísero comparado con la gran recompensa que me aguardaba... Además, estaba seguro de que lograría lo imposible y viviría "feliz para siempre" junto a ella.

Si, se lo que estás pensando, y tienes toda la razón. En ese entonces era demasiado ingenuo, soñador e... inocente.

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