epilogo: dulce despedida
Aviso: este capítulo contiene escenas
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Después de todo lo que había sucedido y con un delirante dolor y desesperación me terminé refugiando en la iglesia ¿irónico no?
Esas lúgubres pinturas de los mártires y santos de la historia que colgaban sobre las adornadas paredes me miraban con tristeza y recriminación causándome escalofríos.
Suspiré con pesar, el ardor en mi garganta persistía, pero se había reducido considerablemente.
Me sorprendía la situación en la que me encontraba, era demasiado irreal, mi cabeza era un mar de dudas y remordimientos. Para distraerme miré con atención las tristes pinturas que me rodeaban y descubrí algo interesante, algo que jamás antes había podido notar, todas tomaban formas anormales, al unir algunos trazos del fondo se podían ver figuras que no deberían estar ahí, seres como yo; horribles criaturas con cuerpos deformes y ojos negros que se ocultaban entre las suaves pinceladas llenas de luces y sombras. Como si alguien con un sombrío humor los hubiera puesto ahí.
De pronto ese lugar que hasta entonces había sido sagrado y lleno de esperanza para mí, tomó un significado completamente diferente...comprendí que jamás podría estar a salvo, ellos estaban en todas partes, no existía lugar en el que pudiera librarme de ellos.
Eran aproximadamente las tres de la mañana y aquella escena irónica y burlona que formaban las sombras me dejaron entender que eso era solo una sátira que habían creado los indeseables demonios contra nuestro señor.
Entonces una obscura figura cubierta con una capa me miró desde la esquina izquierda de la iglesia, me invadió el miedo en ese instante, una sensación de pesadez y odio inundó el ambiente, sentía que si me quedaba más tiempo ahí sería demasiado tarde, esa criatura me consumiría.
Salí de la iglesia con miedo y arrepentimiento, era más fuerte y al mismo tiempo más vulnerable que nunca, lo que había hecho ya no tenía vuelta atrás, y donde quiera que fuera no podría huir de mi maldición.
Caminé tambaleante entre las sucias calles de Moldovia, apoyándome sobre las frías paredes de piedra maldiciendo y sufriendo por mi condición.
de pronto un deseo incontrolable de ver a Abigail me invadió, mi carne ardía por sentir la suya, parecía que perdería la razón. Me movía demasiado rápido para pensar a donde me dirigía, mi cuerpo avanzaba por instinto, y sin darme cuenta llegue hasta su casa.
Miré desde la ventana que daba a su sala, y ahí estaba ella, se encontraba llorando y maldiciendo, supuse que habían tenido algún pleito con esposo... o mejor dicho exesposo.
Sentía el impulso de correr a su lado y consolarla, tenerla entre mis brazos y sentirla respirar, oír su voz y ser su alivio.
Mientras esos pensamientos rondaban mi mente ya me encontraba con la puerta abierta, la perilla rota en mi mano y el piso lleno de astillas. ¿Qué rayos estaba pasando? ¿ahora ya no podría ser dueño de mis acciones?
Un fuerte grito me sobresalto, Abigail pedía ayuda desde la sala al oír el estruendoso sonido que el romper la puerta había causado, corrí hacia ella y me pare frente a las escaleras que estaba a punto de subir.
Sus ojos se abrieron como platos y sus labios comenzaron a temblar, en ese momento recordé que mi ropa se hallaba cubierta de sangre, la sangre del que alguna vez fue de su esposo, en ese instante perdió el equilibrio y cayó desde el quinto peldaño, pero la sujeté antes de que lograra tocar el suelo, y la mantuve cerca mi pecho.
Miraba mi ropa con terror sin intención de mirarme al rostro, dispuesta a tomar cualquier objeto a su alcance, lanzármelo y salir de ahí, pero en ese instante se encontraba petrificada, mantenía la respiración contenida en un grito que amenazaba por salir en cualquier momento.
Pero me moví otra vez antes de darme cuenta, tan solo lo había pensado y antes de que decidiera hacerlo ya lo había realizado, mis manos sujetaban con delicadeza su barbilla y la obligaban a mirar mi rostro. En ese instante ella se quedó sorprendida, parecía de alguna manera fascinada con lo que veía.
—¿eres tú? — pregunto dubitativa.
—sí, aquí estoy, he regresado por ti.
Ella sonrió y se acercó más a mí, dándome un abrazo como tanto lo había deseado, olvidando el terror que la invadía y dejándose llevar por sus deseos.
—Por favor dime que ahora serás mía— le pedí
—pero mi esposo...
—el ya no existe en ese instante se sobresaltó, como si de pronto regresara a la realidad, me miro por un momento y luego relajo sus facciones.
—Qué bueno— ¿enserio había dicho eso?¡¿pero que estaba sucediendo?! esa dulce mujer jamás habría dicho algo como eso en su sano juicio— al fin podremos estar juntos— continuo, llenándome de gozo con esas palabras y haciéndome olvidar los perjuicios que se formaban en mi mente.
Entonces la abracé y besé su cabeza acariciándola como el preciado tesoro que era para mí.
Acaricie su rostro y fije su mirada en la mía, acercando mis labios a los suyos, uniéndolos en un beso tan apasionado que hacía que todo lo que me había sucedido valiera la pena. la levanté entre mis brazos y nos acerque a la chimenea, la deposite en la mullida alfombra que tenía frente a ella y la cubrí con mi cuerpo, la besé otra vez mientras acariciaba su cuerpo disfrutando de cada centímetro de ella, quitándole con lentitud las ropas que nos separaban.
Cuando finalmente pude ver la maravillosa figura que se erguía ante mí no pude contenerme, mis labios y manos comenzaron a recorrerla, acaricié su cuello y continué bajando deteniéndome entre sus hermosos senos acariciando la rosada aureola y metiéndola a mi boca escuchándola gemir de placer, pasé mi legua sobre sus duros pezones mientras sentía como se retorcía pidiéndome más.
Mis manos pasaron sobre su estómago, rodearon su cintura y la apegaron más a mí, mis labios retornaron hacia su cuello hasta llegar a su boca sintiendo el dulce sabor de sus labios, aquellos con los que tanto había soñado y que ahora eran solamente míos.
Me separé de ella para levantarme y poder deshacerme de la ropa que solo incomodaba ella se quejó y estiro sus brazos hacia mí para que regresará, la satisfacción que ello me daba no tenía igual así que me apresuré y la cubrí nuevamente con mi cuerpo.
Mis manos pasaban sobre su suave piel recorriendo cada centímetro de ella mientas mi boca se mantenía unida a la suya, sentía el contacto entre su cuerpo y el mío haciendo que me perdiera en esa fantasía, entonces mis dedos lentamente se aproximaron a la parte más sensible de su cuerpo rodeando juguetonamente sus labios, estaba muy húmedo, tibio y demasiado tentador, entonces sin previo aviso introduje mis dedos haciendo que ella se encorvarse dando un fuerte gemido de placer, sujetándose con fuerza de la alfombra y entregándose a mí, moví mis dedos lentamente sintiendo su suavidad y oyendo los dulces sonido que salían de sus labios incitándome a seguir.
Entonces retire mis dedos y continúe acariciando su cuerpo, ella también comenzó a pasar sus manos sobre mí, deslizándolas por mi espalda y dando un giro por mí abdomen hasta llegar a mi miembro que se encontraba duro y listo para ella.
Sus suaves y pequeñas manos comenzaron a moverse arriba y abajo cada vez más rápido sujetando firmemente mi miembro, haciéndome sentir en el cielo, acaricié su húmeda y suave vagina llenándola de placer, besé su cuello inhalando su aroma, mientras con mi mano libre acariciaba su cuerpo, sus senos, su cintura, haciendo que en un punto sus manos cayeran sobre la alfombra sujetándose de ella, retiré mis dedos y pasé a acariciar sus piernas mientras me deslizaba suavemente depositando besos sobre sus senos, su estómago hasta llegar a lo más sensible de su cuerpo, pasando mi legua sobre su clítoris moviéndola lentamente mientras ella gemía acariciando mi cabeza y moviendo su cuerpo disfrutando de cada toque que daba, introduje más mi lengua acariciando su cuerpo con firmeza y acercándola más a mí, masajeando sus paredes con fuerza.
Un momento después mis labios se deslizaron a la parte interna de sus piernas y mis ojos se fijaron en los suyos que brillaban intensamente bajo la luz del fuego y me llamaban a su lado, me acomodé entre sus piernas encajando perfectamente, siendo recibido por ella con caricias de deseo y satisfacción.
Mi miembro entonces rozó su vagina causándome un estremecimiento en la punta que recorrió todo mi cuerpo incitándome a penetrarla en ese instante, suavemente masajee los bordes dándole un aviso de lo que iba a pasar, ella respondió levantando ligeramente la cadera y entonces mi miembro se deslizó sin dificultad en su interior al tiempo que ambos exhalábamos un suspiro de satisfacción.
Sus brazos se aferraron con fuerza a mi torso mientras yo me movía lentamente sintiendo el suave masaje que su estrecha, húmeda y suave vagina me otorgaban, sus piernas me rodearon y sus gemidos me excitaron haciendo que mis movimientos se hicieran cada vez más rápidos hasta llevarme al completo éxtasis, el punto en el que nuestros cuerpos quedaban atrás y nuestras almas parecían volverse uno.
—Por favor no te detengas—pidió su dulce voz.
—No lo haré —aseguré.
Aquella noche repetimos ese hermoso acto más veces de las que puedo recordar, pero cada vez mi mente se perdía más y solo mis instintos actuaban, poco a poco me convertía en un animal que solo obedecía sus deseos.
Cuanto más tiempo la tenía cerca, más la deseaba, pero no solo era su cuerpo, si no el delicioso líquido que fluía por sus venas, cada latido que retumbaba en su pecho me llenaba de ganas de probarla, había tratado de resistirme, incluso había intentado huir de ella, pero no me lo permitió, parecía hipnotizada, drogada por la energía que emanaba de mi cuerpo sin control alguno sobre sus pensamientos.
No pude resistir más y sin pensarlo me lancé sobre ella, desesperado quité los cabellos de su cuello y hundí mis dientes sobre su carne, ella solo gimió complacida y se mantuvo inmóvil mientras yo me alimentaba de la esencia más dulce que había probado en toda mi existencia.
Me encontraba en un trance del que no lograba salir, un placer inimaginable del que me era imposible escapar, de esta forma extraje de su cuerpo cada centímetro cúbico de sangre, cada gota de vida se escurrió de su cuerpo y el rubor de sus mejillas se extinguió.
Al sentir su cuerpo inerte entre mis brazos logré recuperar la cordura, pero ya era demasiado tarde, la única mujer a la que había amado en toda mi vida estaba muerta, y todo era culpa mía.
Si dijera que al darme cuenta de lo que había hecho me volví loco me quedaría corto, aún guardo la desgarradora sensación de saber que había matado a la mujer que amaba, el terror de comprender que era un completo monstruo.
Me quedé a su lado, llorando su muerte durante semanas, con su cuerpo desnudo y helado entre mis brazos hasta que el tiempo me la arrebató, no fui capaz de moverla de ahí, no tenía la fuerza para enterrarla, no quería verla bajo tierra, ella no se merecía eso.
Me quedé en ese lugar durante años, en los cuales cientos de leyendas se crearon sobre mí, muchos intentaron matarme, pero nadie tenía la fuerza necesaria y por más que lo deseara no fui capaz de quitarme la vida, mi cuerpo jamás envejeció, con lo que comprendí que mi maldición sería eterna, guarde los restos de Abigail en un pequeño cofre rojo junto a los pétalos de sus rosas favoritas, aún lo llevo conmigo y una noche escapé hacia el norte.
Recorrí Rumanía durante varias noches, escondiéndome como una rata durante el día, evitando a toda costa que el sol me tocará pues su toque era como metal ardiente sobre mi piel, al final en un pequeño poblado de Transilvania encontré un lugar apropiado para mí, era el antiguo castillo de Bram, una estructura que aún conservaba su majestuosidad pero que se hallaba alejada de la sociedad, la fría estructura de piedra me dio la bienvenida y me dejo existir entre sus heladas paredes disfrutando de mi soledad, viviendo en mi locura y el propio infierno que había creado.
***
Muchas gracias por seguir mi historia, espero que la disfrutaras, es la primera vez que escribo en este género.
Recuerda que cualquier comentario o critica es apreciado, saludos 😇
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