No me quiere
Ya eran casi las ocho y media y tú no llegabas. Me estaba planteando entrar a clase y poner como excusa para mi retraso que me había dormido o que había mucho tráfico esa mañana.
Después de esperar cinco minutos más, me disponía a entrar al instituto. Ya no tenía sentido seguir esperándote, no ibas a venir.
No lo entendía, después de todo lo que me insististe.
Pero, justo entonces, te vi.
Venías caminando por la calle de enfrente. Llevabas un gorro de lana que cubría tu frente y un jersey de manga larga a pesar de la temperatura que hacía. Estábamos casi a mediados de marzo, y ese día podía calificarse como caluroso para la estación en la que estábamos. De hecho, yo llevaba una camiseta de manga corta. Tal vez eras una persona friolera, pensé sin darle mayor importancia a la ropa que llevabas.
Llegaste hasta donde yo estaba y me fijé en que tus párpados se veían hinchados y enrojecidos. Pensé que habrías dormido mal esos días o algo así.
No saludaste, simplemente me dijiste que te siguiera. Así lo hice y en esta ocasión no hubo preguntas. Ya hablarías cuando sintieras que era el momento, pues tú me habías dicho que querías hablar conmigo y, a pesar de tu silencio mientras caminábamos por las calles de la ciudad, yo no perdía la esperanza de que ese día respondieras a las preguntas que te había hecho y a las que todavía no había formulado.
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