Capítulo 5

Se podría decir que fue un cumpleaños de mierda incluso si no terminaba.
Era medio día. Al estar sospechosamente curada y como nueva le dieron el alta del Hospital.

—Ya verás, Sakura-chan. Kakashi puso a disposición un departamento para ustedes dos— habló Naruto, quien llevaba las maletas de la pelirrosa.

Sasuke únicamente caminaba en frente, atento de una forma especial a cualquier enemigo.
La estaba protegiendo con devoción.

—¿Qué hay de Ino...?

—Cuando tengamos noticias lo sabremos— respondió Naruto.

Ino Yamanaka era una persona especial. Una kunoichi hermosa y fuerte, independiente y poderosa. Ella merecía el mejor funeral de todos, ¡lleno de flores! Merecía lirios, rosas, calas, margaritas, romeros, orquídeas, cerezos, girasoles... Merecía algo colorido y lleno de pétalos que jamás caerían de su flor.
Merecía las lágrimas más puras de la aldea, un «adiós» y un enorme «gracias» por haberse sacrificado por ella.
Casi lo tenía.
Casi pudo salvarla, pero...

—Ey-

Sasuke fue quien interrumpió el paso, dándose cuenta de que la Haruno estaba a punto de llorar. Él se fijó en el escaparate de una tienda que se llamaba: «Los pétalos del cerezo». En él habían vestidos, decoración... Incluso aromas que podía oler desde ahí. Y apostaría lo que sea en el que el dependiente era de esos que sonreían con optimismo, justo como Naruto.

—¿Sasuke? — Naruto se acercó con curiosidad. Sakura también observó.

—Me hablaron de esta tienda en una misión. Nunca la reconocí.

—Eso es porque es nueva— respondió el Uzumaki.

Siguieron el paso hasta llegar al departamento. Era amplio, pero lo suficiente. Tenía muchas estrategias de huida en caso de que algo fuera mal; cocina abierta, dos habitaciones y un único baño. Cerca de la oficina del Hokage y del hospital, cerca de Naruto y de los demás.
Dejó las maletas de su mejor amiga cerca del sofá. Decidieron que era mala idea que Sakura pisara su casa; aún no estaba preparada, por lo que fue Hinata quien ayudó a guardar todas aquellas cosas.

—¿Estás bien, Sakura-chan?

La pelirrosa miró su nuevo hogar. Normalmente se habría entusiasmado tanto... ¡Con Sasuke-kun! Ella viviría con Sasuke-kun.
Habría dado saltos de alegría de haberlo sabido hace días. Ino Yamanaka le habría llenado de bromas y habría colocado miles de prendas sexys en la maleta, le habría enseñado a coquetear.
Sin embargo, ya no tenía ganas de saltar de alegría. Ni de comprarse conjuntos.
No tenía ganas de ni siquiera mirarle, y por primer vez lo entendió.

Cuando él se fue de la aldea, lo dejó todo atrás.
Tiene esas ganas. Las de salir y huir.
Lo único que le retenía era Sai. Sentía que se lo debía todo después de lo que hizo Ino por ella. Se lo debe todo a Naruto, después de ver cuánto la quería proteger. Hinata, el bebé... Todo el destino estaba ahí, por mucho que le doliera quedarse.
Pero debía saber más sobre su verdugo.

—Este lugar se ve hermoso.

Sasuke señaló una habitación.

—Esta será la mía. Búscame cuando necesites algo.

—Tranquilo, Sasuke-kun.

—Yo estaré pendiente de ti— dijo Naruto— Cualquier cosa, puedes contar conmigo e Hinata. Ella estará deseando poder verte.

—L-Lo sé... — un tenue rubor apareció en sus mejillas. Comenzó a juguetear con sus manos.

Las chicas.
Temari, Tenten, Hinata... ¿Cómo lograría decírselo? No, ya lo sabían. ¿Pero y si pedían explicaciones? ¿Y si le echaban la culpa? ¡Lo era!
Todo era culpa suya, por no haber logrado salvarla.

—Hinata jamás pensaría eso de ti— fue Naruto quien adivinó lo que ocurría en la mente de su mejor amiga. Colocó una mano sobre su hombro—. Nunca, Sakura-chan. Las chicas están preocupadas por ti, lo único que piensan ahora mismo es en que estés bien.

—Lo sé, pe-

—Las cosas estarán bien.

Sasuke Uchiha prometió aquel hecho.
Él no podía ver el futuro, pero estaría junto a ella. Era parte de su viaje de redención.
En este viaje, ayudó a todo aquel que lo necesitó. Regresó pasos atrás y sonrió ante las nuevas oportunidades.
Pero faltaba ella.
El dejarle fue el peor error de todos.
El daño que le causó, ¿cómo podría enmendarlo? Más aún, Sakura jamás le culpó de ese tiempo que le pidió.
Lo único que ¿Sakura era Sakura? Dejó de ser más ella misma. Ya no corría hacia él. Ya no se ruborizaba tanto como antes.
Y hasta hace días, aseguró que ella aún le quería y le esperaba.

Las cosas han cambiado en tan poco. No se quejó de ello. Se quejó de no saber cómo aliviar ese dolor.

—Mañana... Venid a comer con nosotros, ¿bien?

Tras invitarlos a su casa, Naruto se marchó con pena. Quería quedarse por mucho más tiempo, pero decidió dejarles a solas.
Y así fue.
Tras quedar solos, Sasuke y Sakura se dieron cuenta de cuánta diferencia había en el tiempo.

Sakura lo vio al detalle. Su cabello... Estaba más largo. Un poquito más largo que la última vez que le vio, en aquel accidental encuentro del que nunca habló.
Y ella... Se había hecho más fuerte. Tenía más músculos, el cabello aún más rosa.
Tenía un brillo en sus ojos que le hacían ver como una niña asustada y a la vez herida, traumada por lo sucedido.
Sus ropas no habían cambiado mucho, aunque fue Tsunade quien la cambió cuando estaba internada. Ella parecía la misma Sakura de siempre.
Aquella persona que hacía ruborizar a Sasuke y de quién habló, cuando la muchacha le preguntó por un motivo por el que regresar a su aldea.

—¿Sientes algo extraño en tu cuerpo?

Sakura no supo qué responder.
Sentía miles de cosas extrañas, como si ya no fuera completamente suyo. Lo peor de todo era el desconocimiento, el no saber si era peligroso para la aldea que ella estuviera ahí.
Si ellos la buscarían, ¡debería irse!
Si ella misma dañó a Naruto sin querer, ¡debería irse!

—Quiero estar sola— fue lo único que respondió.

Cuando intentó irse a su nueva habitación, Sasuke la tomó por la mano de una forma bastante ruda. Hizo que le mirara, que viera cada uno de sus ojos.
Ese color ónix y el lila de su rinnegan. Una mirada de la que Sakura no pudo evitar seguir o sentir aquel «pum» que le demostraba que algo quedaba por aquel chico. Toda una vida de sentimientos no se olvidaba por nada, pero sí se daba de lado cuando había un dolor más intenso que el rechazo o el desamor.
Jaló de la chica para juntarlo más a él y ahí fue cuando habló;

—Quédate lo más cerca posible de mí.

—¿Crees que no puedo protegerme sola? — preguntó la pelirrosa, retándolo.

—Sé que sí puedes.

Esas palabras.
Esas palabras que él pronunció con seguridad. ¡No estaba mintiendo! Sasuke Uchiha lo sabía de verdad, que ella podría protegerse. Que ella no era débil. Que ella era de las más fuertes.
Creía en Sakura Haruno.

—Pero ahora mismo hay un enemigo más fuerte que Kunoki Hateka.

—¿Quién?

Abrió sus ojos al escuchar. ¿De eso habían hablado con el sexto? De alguien más peligroso.
No sabía si estaba lista.

—Tú.

Cuando se refirió a ella, no supo qué pensar. Sabía que Sasuke no pretendía llamarle a sí misma como un peligro. Pero tenía razón; la perdición de Sakura Haruno sería únicamente Sakura Haruno. No podía dejarse llevar por la rabia ni por la venganza. Tampoco por el miedo.
Debía de seguir adelante. Tintar sus manos de paz y seguir protegiendo su aldea. Investigar. Llevar preso a ese tipo y que las autoridades se encargaran.
Debía hondear aquel famoso lazo rojo que la Yamanaka le dio y con el que decoró su cabello toda una vida. Debía hacer que ella se sintiera orgullosa.

Se zafó de su agarre con pena.

—Sasuke-kun. Si tanto estás preocupado por mí, encárgate de no irte otra vez.

Esas palabras... lo molestaron un poquito. ¡Ella no habría dicho algo así! Ella habría sonreído, conmovida por su confianza.
¿Y si eso era lo que pensaba realmente?
Quizás muy en el fondo, Sakura le culpaba a él.

—¿Acaso crees que lo ha-

—Quiero creer que no— interrumpió—. Pues te necesito.

—Sa-

—Pero no es la primera vez que te digo esto y te vas— volvió a hablar.

La primera vez.
Aquel momento donde le suplicó que no se fuera. Quizás sí que fue un poco egoísta, pero había más detrás.
Aun así maduró. Dejó esa dependencia emocional y comenzó a ser ella misma; a hacerse más fuerte para ser el mayor apoyo del equipo siete. Sabía que nunca estaría a la altura, que ella en las historias, nunca sería la protagonista.
Pero eso estaba a punto de cambiar.

—Mi misión eres tú.

Sasuke Uchiha no era nada romántico ni pretendió serlo; fue sincero.
Su misión fue proteger a aquella chica. Averiguar de todo. Salir de este problema ilesos, protegiendo a Konoha.

Abrió su boca para discutir, pero prefirió no hacerlo.

—Está bien, espero que la cumplas.

Dicho eso, Sakura se encerró en el que sería su cuarto. No había nada de especial en él; ni siquiera estaban sus sábanas favoritas, las que a veces compartía con su mejor amiga en una de esas noches de pijamadas. ¡Era la ventaja de vivir con tu súper aliada!
No había día en el que no dijeran las cosas.
Pero eso cambió.

Se permitió volver a llorar, hundiendo su rostro en su nueva almohada. Sollozó en silencio.

Mientras, Sasuke, escuchó desde el otro lado de la puerta.
Él... le había traído un regalo desde muy lejos. En cuanto se enteró de todo, apenas le dio tiempo a reaccionar. Su regreso estaba planeado para la fiesta sorpresa de la Haruno, donde con ella, podría descubrir si lo que sentía era eso llamado amor.

Amor.
¿Por qué se sentía más roto escuchándola de aquella forma? Para él, Sakura siempre lloraba. Pero... solo la recuerda de cuando era niña.
Aquella niña capaz de ponerse frente al enemigo a pesar de saber perder.
Aquella niña que le supo leer, siendo él un libro cerrado.
Aquella niña dispuesta a morir por su equipo.
Se perdió toda su madurez. Y cuando ella creía recuperar ese tiempo, volvió a irse.

No la conocía. No podía fingir que sí.

Ahora aquella niña era toda una mujer.
Una mujer rota.

Por primera vez, fue él quien no dejó estar las cosas.
Se lo pensó tanto que el pomo de la puerta absorbió un poco del sudor de su mano, ¡pero lo hizo!
Entró cual intruso y se dirigió a ella.

—¿Estás bie-

—¡No! — gritó, ahogada en la almohada.

Romperse.
Volver a reconstruirse porque no quedaba de otra. Hacerse la fuerte. Volver a romperse. Un círculo vicioso y desagradable llamado duelo.

Sasuke se sentó a su lado e hizo lo único que supo hacer; colocó sus dos dedos en su frente para darle así el tacto.
Eso era especial, pues se decía que en la frente teníamos la ventana hacia nuestra alma.

—Saku-

Dejó de lado la almohada y lo miró.

Fue en ese momento donde ambas miradas se complementaban, mostrando el brillo de unos ojos enamorados y otros de rotos.
Ahí, justo en esos segundos, la historia se volvió a repetir. La historia de un corazón que latía por el suspiro del otro; la historia donde Sasuke y Sakura aún tenían sentimientos que compartir.
Si Ino siguiera viva, Sakura se habría abalanzado sobre él para besarle. ¡Era lo que tenía planeado! Robárselo y dejarle las cosas claras, tal y como la rubia le aconsejó.
Sin embargo, Ino no estaba.
Meterse en el territorio romántico era impensable en aquel momento, pero... ¡qué labios tenía! Parecían muy carnosos y sabrosos.
Si los juntaba con los suyos... podría zafarse de esa curiosidad para saber qué sabor tendría Sasuke Uchiha.
¿Y su mirada? No podía dejar de verla; más ahora que sus ojos eran de distintos colores.

Sakura Haruno aún amaba a ese chico.
Pero al pensar en querer besarle o abalanzarse, solo un pensamiento aparecía:
«No, debo hacerme fuerte».

Quizás los papeles se intercambiaron.

—¿Saku...ra?

Sasuke pronunció su nombre. Podía ver cómo le miraba y con qué ganas lo hacía. Aunque al ser un tanto inexperto en ello del amor, no se dio cuenta de sus sentimientos.

—Sasuke Uchiha, lo siento— y se apartó de su lado—. No me puedo permitir quererte.

Ella tenía razón.
Debía deshacerse de sus sentimientos si quería el poder suficiente para salvarse de aquel clan.

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