Capítulo 2
El Uzumaki sintió una punzada en el pecho al despertarse tan tarde y aun así enterarse que su mejor amiga no había vuelto. La misión estimaba un día como mucho, con complicaciones imprevistas incluidas.
Llevaban casi dos días.
¡Estaban tardando tanto, que pronto sería el cumpleaños de la Haruno! ¿Y acaso iba a llegar tarde a su fiesta sorpresa? Ino no permitiría eso para nada.
Es por eso por lo que pensó. Hasta que notó esa mala sensación, diciendo que algo habría ocurrido.
Su esposa dejó de leer el periódico para mirarlo a él. A sus ojos.
Unos ojos tristes y preocupados.
—N-Naruto-kun— murmuró con pena—, ¿estás preocupado?
Naruto se levantó del sofá. Le dio una pequeña sonrisa fingida y, por primera vez en su matrimonio, le mintió:
—Estoy bien, solo iré a dar un paseo.
Salió de su casa con el chándal naranja que llevaba puesto. Atesoró el anillo que había en su dedo, sintiéndose culpable por mentirle. Pero pronto le diría la verdad: pronto le diría que planeaba salir en búsqueda de Sakura Haruno e Ino Yamanaka. No quería que le persiguiera, ¡porque Hinata era capaz!
Aunque no lo dijera, ella también estaba preocupada. Miraba en los periódicos por si algo había pasado y se acercaba a la oficina del Hokage para usar el byakugan e intentar notar si había algo "extraño" rondando por la aldea.
Y lo único que encontraba era silencio.
Naruto se acercó a la torre del Hokage.
Abrió la puerta sin pedir permiso y lo miró.
Kakashi.
Él... también se mostraba extraño. Preocupado.
Fue cuando se dio cuenta que comenzó a alarmarse.
—¿Dónde están las chicas?
—No lo sé— fue directo, levantándose de su sitio—. Esperaremos un poco más antes de ir y-
—Sensei.
La voz de Sai fue la que interrumpió aquella discusión. Quizás el destino los alió para estar juntos en aquel instante, pues pensó exactamente lo mismo que Naruto.
—Iremos— dictaminó el rubio—. Ahora mismo.
Sai no se interpuso. Fue el primero en volver a marcharse de aquel lugar.
Había preparado una mochila repleta de cosas al haber imaginado mil de situaciones en la que ella lo necesitaba. Incluso colocó algo que hacía tiempo quería darle, ¡mucho tiempo!
Los dos comenzaron a correr hacia la misión, cogiendo el informe que Kakashi había planeado.
Iban rápidos al haber usado el jutsu de tinta de Sai, creando un pájaro en el que ambos se subieron.
El tiempo era vital.
Pero, ¿por qué?
Cada segundo que pasaba sentían una presión más grande que la anterior en sus pechos.
Sai temblaba de vez en cuando. Un dolor de cabeza se extendió por su frente. ¿Nervios? ¿Ansiedad? Solo deseó que ella estuviera bien, que las dos estuvieran felices. Ojalá se hubieran distraído en unos baños termales ambulantes, ¡ojalá estuvieran disfrutando el tiempo juntas!
Sin embargo Naruto comenzó a olerlo.
El olor de la sangre derramada, de las lágrimas secas y del sudor de haberse esforzado hasta un infinito finito. Ambos conocían la guerra. Sai desde que era pequeño, Naruto desde que deseó —algunas veces— haber sido diferente a cómo era.
Se acercaban.
Y hasta que finalmente lo vieron: un edificio totalmente derrumbado, donde las ruinas aplastaban hasta árboles, animales e inmobiliario que comenzó a ser un escándalo en cuanto todo cayó.
Los dos buscaron a las chicas.
Bajaron del pájaro de tinta, la cual se deshizo en cuanto tocó el suelo.
Sai comenzó a correr por la zona en busca de unos cabellos rubios, ¡una chica sonriente! Pero no lo encontró.
Justo cuando comenzó a ir hacia otra dirección, Naruto pegó un grito:
—¡Sakura-chan!
La encontró.
La encontró tirada en el suelo, malherida y sin apenas respiración ni pulso. Se estaba muriendo.
Naruto comenzó a hacer lo que un día ella hizo por él. La colocó como debía de hacerlo, presionando en su pecho y contactando sus labios con los suyos para darle aire.
Uno, dos, pecho. Uno, dos, pecho. ¡Casi ni respiraba!
—¡Sakura-chan!
Sai corrió hacia ellos. La vio, sintiendo impotencia por su compañera de equipo. Pero miró alrededor en busca de la persona por la que daría la vida:
No estaba.
—¡Sakura-chan! — volvió a gritar Naruto, intentando aún el RCP.
Paralelamente, Sai no tuvo que pensar de más. Para que su novia abandonara a su mejor amiga de aquella forma solo habían dos opciones: estaba muerta o bien había sido secuestrada.
¡Viendo lo hermosa que era, debía de ser eso! Un secuestro. Eso quería pensar, porque como mínimo había una posibilidad de volverla a ver.
Pero no era así.
Imaginando lo peor, comenzó a retirar aquellas rocas con desesperación. Usó toda su tinta para ello.
No le costó, por lo que la vio:
Un rostro deformado, aplastado y ensangrentado. A juzgar por aquellos cabellos, era ella.
—¡INO! — gritó.
Gritó con todo su dolor y corrió hacia ella. Le dolía verla de aquella forma; sin forma aparente. Las ruinas habían destrozado a aquella chica que tenía marcas de pelea. ¿Y quién fue? ¿Quién se atrevió a hacerle eso?
Si tan siquiera hubiera ido con ellas, ¿habría habido diferencia? Sí; ella estaría viva. Era lo que quería.
Apretó sus puños con furia, notando cómo sus lágrimas caían.
Sollozó tan fuerte que provocó lágrimas en Naruto, el cual no terminó ni se rindió para devolverle la respiración a Sakura Haruno.
Miles de emociones se paseaban en ambos chicos. Habían perdido a una de las kunoichis más fuertes y hermosas y quizás estaban perdiendo a otra igual. Naruto no quería perder a su mejor amiga, aunque había una pena absoluta de haber perdido a una compañera. ¿Acaso eso le desconcentraría?
Al parecer sí.
Era imposible centrarse únicamente en la pelirrosa al escuchar a Sai de aquella forma. Lloraba, gritaba. ¡Lo intentaba! Intentaba sanarle de mil formas posibles cuando realmente era imposible.
Lloró.
Naruto dio un último esfuerzo. Su pulso era casi nulo.
Pero el milagro pasó.
Sakura Haruno abrió débilmente los ojos, observando a su mejor amigo intentando dar todo esfuerzo por ella. Sus oídos pitaban, pero de poco a poco volvió a comenzar a escuchar; la desesperación en las lágrimas de Sai fue su primer sonido reconocible.
Intentó mover los dedos. Lo consiguió.
Fue lentamente hasta que logró girar su rostro y verlo.
Ino Yamanaka. Lo que quedaba de ella estaba en los brazos del chico más paliducho de toda la aldea.
Una lágrima se derramó por su mejor amiga hasta caer en el suelo. Sus dedos aún estaban manchados de sangre por haber intentado rescatarla de aquel lugar. Rescatarla en vano.
—¿S-Sakura-chan?— susurró Naruto. Le dio pequeños golpecitos para que no se durmiera—. ¡Por Kami-sama! ¡Sakura-chan!
Sai sacó la poca fuerza que le quedaba para envolver a su novia en la chaqueta que tenía. La cargó con él.
Le daría una despedida digna: un gran funeral para su gran mujer.
Naruto cargó a su compañera. La envolvió con sus brazos, intentando transmitirle cuánto quería protegerla.
—N-No, ¡quiet...os!— Sakura intentó parar. No quería ser llevada a ningún sitio—. ¡He dicho que no! ¡No!— y gritó. Sin ninguna potencia, comenzó a hacer pataletas—. ¡No, por favor! ¡No me quiero ir! ¡No! — suplicó.
Quería quedarse ahí. Esperar a que Ino Yamanaka se levantara y le dijera que todo había sido una broma.
Una muy mala broma.
Sai tragó saliva.
—Quieta. Vámon-
—¡No!— volvió a gritar—. ¡No, no, no!
—Sakura-chan... — Naruto se apenó. Era difícil sujetar a alguien que no quería ser sujetado, por lo que hizo algo que jamás hizo con ella: apoyó su frente contra la suya: —Sakura-chan... Ino necesita ir a Konoha. Debemos ir con ella, ¿está bien?
Fue Sai quien hizo un pájaro de tinta para que Naruto y Sakura se subieran. Así irían más rápido.
Él, en cambio, quería caminar. Ir poco a poco. Tenerla en sus brazos, llorarle a solas. Sollozar. Tener pena inmensa. Amarla aún por siempre.
Naruto la subió con cuidado.
Quería saber qué había pasado para que aquella pelea terminara de aquella forma tan trágica, pero lo principal era vivir.
Conocía a Sakura Haruno. Es por ese motivo que le daba mucho miedo los días siguientes, ¿y qué hay de su esposa? Le apenaba contarle todo. Le apenaba la llegada de Sakura Haruno e Ino Yamanaka a la aldea.
Le apenaba no poder salvar a Sakura.
—N... Na...
Su voz.
La voz de la pelirrosa le hacía temblar de aquella manera.
—Sakura-chan, reserva fuerzas.
—Ino... — susurró— Él... Kunoki Hateka...
El clan Hateka.
Naruto solo lo escuchó a través del sexto, el cual estaba preocupado por su aparición. Sabían poca información de ellos, pero los tacharon como indefensos.
¿Y si eso era? La desinformación que tuvieron. La poca prevención.
Para Naruto, todos eran su familia y Kunoki Hateka se atrevió a arrebatarle a un miembro preciado de ella. Se atrevió a malherir a su mejor amiga; aquella que le salvó tanto física y emocionalmente.
¡Por Kami-sama!
Eso no estaba bien.
• ✾ •
Sakura volvió a cerrar los ojos. Ya no aguantaba más, pero poco importaba; habían llegado a Konoha.
Naruto corrió a una velocidad digna de Minato y entró al hospital a gritos.
En seguida la trasladaron, arrebatándola de sus brazos.
Esperó en las sillas.
Pasó un minuto.
Fácilmente pasaron diez.
Hasta que, justo en la media hora, vieron otra camilla.
Pero aquella iba hacia la morgue.
Ino.
—¿Cómo está Sakura?— Sai preguntó.
—Ella... No lo sé— y el rubio comenzó a juguetear con sus dedos. Su corazón latía como si fuera culpable de todo—. Sai, yo... — suspiró. ¿Qué le diría? ¿Que lo sentía? ¿Que le apoyaría? Nada ayudaría a aquel chico. Solo que Ino Yamanaka estuviera viva—... Lo siento...
—Avísame cuando ella esté bien.
—Sa-
—Tengo preguntas que hacerle.
Con esas frías palabras y unos ojos aún llorosos, Sai se retiró del hospital.
No quería seguir aquel día. Quería pausarlo para siempre.
Naruto volvió a morder sus labios.
Volvió a esperar en silencio. Ya poco a poco la noticia se sabría por toda la aldea.
Shikamaru.
Choji.
¿Qué habria del InoShikaCho que tanto amaba Konoha? Ya solo sería ShikaCho.
Escuchó a lo lejos unos pasos agitados acercarse; alguien estaba corriendo hacia él.
Al girarse lo vio; los dos compañeros de equipo de la rubia.
Choji dejó de comer y Shikamaru sujetaba en sus manos aquel encendedor del que nunca se separaba. Lo miraron, preguntándole con el silencio si era verdad lo que tanto chismoseaban.
Naruto asintió.
Fue ese único gesto el que volvió a romperles.
—Chicos... — susurró el Uzumaki.
Choji lloró. Shikamaru se sentó al lado de su amigo, intentando consolarle.
Analizó todo lo que pasaría a partir de aquel día. Un día que jamás creyó que llegaría. ¡Siempre pensó que moriría antes por perezoso! Pero fue ella la primera, la que elevó sus alas hacia el más allá.
—¿Cómo...? ¿Cómo ha sido...?
—Murió... aplas...tada— le costó responder.
—¿Por qué? ¡Estaban juntas! ¿Por qué Sakura no?
Naruto se levantó de la silla por instinto, mirando a Shikamaru.
No supo qué estaba haciendo, ni si esas palabras fueron malintencionadas. No sabían qué había ocurrido, pero, ¡Sakura no abandonó a Ino! ¡Jamás lo habría hecho! Él vio cómo quería quedarse, ahí, a su lado.
—¡Oye, Shikama-
—¡Ya basta! — Tsunade apareció por una de las puertas de aquel hospital. Lo había escuchado todo, ¡y justo a tiempo! —. ¿Es que no lo ven? La tragedia invade Konoha, acabamos de descubrir a un nuevo enemigo. El pueblo estará aterrado y-
—¡Me importa una mierda el pueblo! — Shikamaru cerró el encendedor y miró a la Quinta Hokage, desafiándole así—. ¡Ino ya no está!
—Shikamaru, cálmate...— murmuró—. Ella no querría est-
—Ella querría seguir viva— volvió a interrumpir—. Y no lo está.
—Shikamaru... — Choji se levantó, apoyándose en su compañero—. Ven, vámonos...
Con pocas palabras más se marcharon.
Tsunade se acercó al Uzumaki.
—Sakura está estable. Pero hay factores en el análisis que aún no podemos descifrar qué es— comenzó a explicar—. Al quitarle los guantes, vimos una marca en su dedo anular. No es tinta, no sabemos qué es.
—¿Alguna cicatriz?
—Descartamos eso. Estaremos en constante investigación. Ese clan... Hateka...-
—Lo sé— asintió.
—Está despierta.
En cuanto informó de aquello, Naruto se levantó y corrió hacia su habitación.
Y la vio.
Esos ojos, del mismo color pero irreconocibles. Ese cabello igual pero diferente.
Era como si todo el corazón de aquella Haruno hubiera dejado de latir.
Se sentó en una silla mientras Tsunade cerró la puerta para darles privacidad.
Naruto se acercó, intentando tocar sus mejillas, pero Sakura le esquivó con frialdad.
—Lo siento, Naruto... — miró hacia otro lado, apenada.
—¿Qué sientes? Lo has hecho bien, Sakura-chan.
—¡No es verdad! —gritó—. Él... ¡No es verdad! Y entonces Ino...
—Ya pasó...— intentó calmarle con su voz—. Ya pasó, Sakura-chan.
Sakura le miró a los ojos. Sonrió con pena al ver cuánto había crecido, ¡era todo un adulto! Un adulto que iba a ser papá.
Por eso le apenaba que estuviera ahí. A ella ya solo le quedaba él, sus padres murieron en la guerra ninja. Él e Ino eran su familia. De Sasuke poco se podía decir, solo mandaba cartas muy de vez en cuando.
Y aunque las apreciaba, era Ino con la que desayunaba cada día. ¡Vivían juntas!
—Mírate, Naruto... Eres un hombre.
Rascó su nuca, algo avergonzado por aquel halago.
—Gra-
—Me refiero... Ahora tienes una familia— agarró las sábanas para coger fuerza—. No deberías estar preocupándote de una chica débil como yo.
Los ojos de Naruto se abrieron al escuchar aquellas palabras. ¿De nuevo? De nuevo ella comenzó a menospreciarse.
—No eres débil.
—Si fuera fuerte Ino seguiría aquí— asumió—. ¡Ino me salvó, se sacrificó!
—En ese caso vive por ella— respondió—. En ese caso lucha por ella. ¡Y no te insultes! Si tanto la conocieras, sabrías que eso no le gustaría nada.
—¿Qué más puedo hacer?
Sin soltar ni una lágrima más, sus ojos se volvieron fríos. Inclinó su cabeza con duda.
Naruto calló.
¿Cuál era la respuesta correcta?
La respuesta que ella necesitaba.
El silencio dejó de ser incómodo al escuchar el pomo de la puerta abrirse.
Un visitante inesperado apareció, recién llegado a la aldea:
Sasuke Uchiha.
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