Cita
Comprobó, por quinta vez, la hora en su celular. Una cita en navidad no era algo que había planeado, o más como que hace poco Todoroki y ella habían conseguido hablar correctamente con la ayuda de Midoriya. Aún podía sentir la sensación de alivió que corrió por su cuerpo cuando se disculpo y él dijo que todo estaba bien.
Frotó sus manos antes de meterlas en la bolsa de su gabardina color beige. La nieve caía frente a ella. Estaba sentada en un pequeño local de café junto a la ventana, observando al otro lado de la calle. Por la entrada del metro entraba y salía gente pero no había señal de Midoriya. Volvió a sacar su celular, no había recibido ningún mensaje.
Recordó un poco sobre como las cosas habían terminado así.
—Entonces, ¿Ya están saliendo?— Mina tenía una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Saliendo?— Continuo cambiándose su traje de héroe sin saber a qué se refería.
—Tú y Deku— codeo un poco en su costilla.
Pudo sentir el calor subir hasta su cabeza y luego ir a sus orejas.
—¿Por qu…?— Mina ni siquiera la dejo terminar de hablar.
—¡Oh, vamos! Solo hace falta ver cómo te mira durante los entrenamientos para darte cuenta que le gustas— Las demás chicas asintieron.
—Eso no es… así.—
Después de eso, y por culpa de Mina, se volvió extremadamente consiente de Midoriya. En los dormitorios durante la cena, sus ojos se cruzaban con los de él repetidas veces. Convencida de que solo era una coincidencia, las cosas no hicieron más que escalar.
Fue peor cuando Tsuyu, durante un juego de verdad o reto, lo obligó a decir lo que pensaba de ella. El sonrojo en el rostro de los dos no parecía que fuera a desaparecer por el resto de la noche. Juro que Jirō era la mejor cuando detuvo a todos de obligarla a besarlo durante el mismo juego.
Pero su corazón se detuvo un poco cuando Deku la invitó a salir. El había tropezado con un montón de palabras y su cara estaba tan roja que la preocupo un poco, pero al final había sido lindo. No pudo decir que no. O tal vez ni siquiera paso por su cabeza, pero era algo que aún no sabía.
Su celular sonó. Lo escucho corriendo al otro lado del teléfono.
—¿Yaoyorozu?— Le faltaba aliento.
—¿Paso algo?— Contestó un poco preocupada.
—Hubo un accidente cuando iba de camino, así que… yo solo…—
—Esta bien Midoriya, esperaré aquí— No podía enojarse cuando usaba ese tono apenado.
Tenía un sentimiento extraño en su pecho.
—¡En serio lo siento!— La camisa que llevaba estaba un poco quemada aquí y allá.
—Ya te dije que está bien— sonrió.
Después de que se tranquilizara. Una de las camareras del local se acercó a recibir su orden.
—Solo un café, por favor—
—Un café y un pastel de queso para mí—
Luego de pedir su orden ambos conversaron de todo un poco. Deku ya no era tan nervioso como lo era al principio, podía hablar con normalidad y la sonrisa en su cara no se desvanecía.
Era una noche fría. Observó a la gente al otro lado de la ventana caminando tomados de la mano, sin duda era navidad. Sonrió.
—Mo-¿Yaoyorozu?—
El sentimiento extraño había vuelto.
—¿Sí?—
—¿Deberíamos caminar un poco?—
Era sorprendente. Todo estaba lleno de luces brillantes y nieve blanca. Lo observó estirarse un poco, los huesos de su espalda y brazos tronaron.
Izuku corrió hacia la vidriera de una tienda que tenía muñecos de All might edición navideña.
—¡Yaoyorozu, ¡Mira, Mira!—
Su alegre cara había derretido un poco su corazón. Por qué Midoriya era así. Honesto. Y eso la hacia sentir segura. No había nada que tuviera que ocultar o que el ocultara, si estaba feliz entonces lo mostraría, si se estaba divirtiendo entonces lo sabría y si quisiera tomar su mano entonces…
Los ojos verdes sobre ella la hicieron consiente de ella misma. De su mano sobre la de él y de como sus pies parecían haberse detenido hace un rato ya.
—Ah, yo…— Antes de que pudiera soltarlo Deku apretó más fuerte su agarre.
—E-esta bien— sonrió.
Sus caras estaban rojas. Si alguno de sus amigos los viera ahora, seguro se reirían. Por qué podía sentirlo. La sonrisa en su cara mientras caminaban así, con sus manos juntas.
No fue hasta que llegaron a un parque que volvieron a hablar. Justo cuando se sentaron sobre una banca que—afortunadamente—no estaba del todo mojada.
Sus ojos negros se centraron en él. La forma en la que se tambaleaba suavemente probablemente por el sueño. Sus pesadillas aún seguían.
Recostó su cabeza sobre su hombro sin soltar su mano. Él seguía presionando con un poco de fuerza a pesar de estar apunto de dormirse.
—Deberíamos volver Midoriya. Es tarde y no creo que pueda cargarte hasta los dormitorios si te duermes.—
Deku asintió con un leve sonido de su garganta. Y luego habló.
—Me gustas— Él parecía dormido—Me gustas mucho.—
El corazón de Momo latía como loco. Ignoro el ruido a su alrededor y las palabras de Deku estaban rebotando por todas partes dentro de su cabeza.
Ambos volvieron a los dormitorios en silencio.
Más tarde por la noche. Momo se levantó sedienta. No había tenido tiempo para poder hacer algo cuando llegaron a los dormitorios, entre Mina queriendo saber todo y su cabeza no pudiendo pensar correctamente, fue a dormir.
Dando el último paso bajando de las escaleras. Escucho sonidos viniendo de la cocina. Una sonrisa se asomo por su boca.
—¿No pudiste dormir?— Se sentó en una de las sillas frente a la cocina.
—Mo-Yaoyorozu. Solo me dio un poco de hambre por lo que…— El respingo que tuvo en cuanto escucho la voz de Momo casi le hace tirar el sartén en sus manos.
—¿Qué es esta vez?— Pregunto inclinándose un poco para ver.
—Huevos con tocino.—
—Mmm…—
Momo dirigió sus ojos negros a él. Deku había crecido hasta llegar a ser de su tamaño, y estaba segura que continuaría creciendo en el futuro. Sus músculos se tonificaron más sin ser realmente grandes. Su cara tenía un ligero aire maduro que antes no estaba. Sin duda…
—También me gustas, Midoriya.—
Deku giro casi instantáneamente. La miro con una expresión desconcertada y luego sonrió. Después de eso ninguno dijo nada. Pero Momo seguía teniendo ese extraño sentimiento dentro de ella.
Cuando terminaron de comer, salieron para tomar un poco de aire. Tímidamente, Deku sujeto la mano de Momo con una sonrisa. Y luego cuando él hablo algo había conectado. Cómo si fuera la última pieza del rompecabezas, el sentimiento extraño desapareció y fue cubierto por nada más que uno cálido.
—Momo, ¿Quieres salir conmigo?—
Su corazón se aceleró y puso más fuerza en el apretón entre sus manos.
—Sí—
Al final de su segundo año, comenzaron a salir. Sus narices y mejillas rojas por los nervios en lugar del frío. Sus corazones latiendo tan fuerte que creyeron que alguien los escucharía. Y tomados de la mano, con esa sensación cálida recorriendo sus cuerpos.
•IxM•
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