Capítulo único.
Cap. 1
Era la madrugada de un lunes y en aquella pequeña ciudad que parecía estar vacía por la tranquilidad que emanaban sus calles desoladas, no todos estaban dormidos.
El silencio sepulcral que consumía la habitación había sido interrumpido con la pesada respiración de Juliette, la chica se había despertado bruscamente después de la horrible pesadilla que había tenido.
Horas antes, el estrés la había golpeado tanto que no sabía en qué momento la había vencido el sueño. Y de un momento a otro solo era oscuridad, como si estuviera flotando en la nada. Lo único que creyó escuchar fue el leve y casi inadvertido sonido de lo que parecían ser unas campanas.
Ding dong
Empezaron tan bajito que parecían estar muy lejos, pero los segundos pasaban y más cerca se escuchaban. El sonido de las campanadas se hizo tan fuerte hasta el punto de sentirlas resonando en su cabeza.
DING DONG DING DONG DING DONG DING
Su pobre corazón saltaba por cada sonido que hacía eco en todo ese mar de tinieblas. Y de repente el escenario cambió como si se solo se tratara de una diapositiva.
Delante de ella se hacía visible un inmenso bosque.
Suspiró profundamente observando con temor el paisaje, que parecía ser sacado de algún cuento de terror para niños.
Aunque el bosque era frondoso, sus colores eran muy apagados.
Los troncos grisáceos de los árboles hacían una triste combinación con las hojas negras que increíblemente aun eran sostenidas por las ramas.
Escuchó el graznido de un pájaro y su mirada automáticamente paso hacia el animal que estaba posado en la punta de un árbol, dándose cuenta de que se trataba de un gran cuervo.
Saltó cuando el pájaro volvió a graznar, esta vez mirándola a ella y volvió a mirar el bosque, el interior de este emitía una vibra muy oscura.
Su pecho empezó a oprimirse y un sentimiento angustiante se apoderó por un momento de ella.
Miro al cielo y abrió los ojos con sorpresa cuando se dio cuenta de que el cielo era completamente azul, el sol brillaba como nunca lo había visto brillar.
¿Cómo era posible que el cielo fuera tan alegre, pero todo a su alrededor se viera tan oscuro?
Fue tal su sorpresa que no se dio cuenta de la espesa niebla que lentamente se formaba a sus espaldas.
Lamentos se hicieron presente detrás de ella, provocando que se le erizaran los vellos de la nuca. Con lentitud se volteó y un nudo atravesó su garganta al intentar tragar saliva viendo como varias sombras eran las que parecían llorar desesperadas desde el espesor de la niebla, pidiéndole ayuda mientras se le iban acercando.
No pudo más con tantos gritos, lo único que pudo hacer es dejar que sus pies hicieran todo y salir corriendo en dirección al bosque; lejos de todos esos gritos.
El dolor se hizo presente en sus pies mientras corría haciendo que Juliette se diera cuenta que no tenía zapatos. Ignoró todo ese dolor y siguió corriendo.
Corrió más rápido cuando escuchó un aullido y casi tropezó con una rama.
¿Qué está pasando? ¿Dónde estoy?
Nadie iba a contestarle, entonces ¿por qué pudo escuchar una voz?
No, varias voces.
Sus pies ardían cuando de entre todos esos árboles, pudo ver una luz asomándose. Empezó a disminuir la velocidad cuando estuvo a punto de llegar a lo que parecía la salida del bosque.
Pero entonces chocó contra alguien.
Unos delgados brazos la agarraron firmemente evitando que cayera. Trató de calmar su respiración y se sostuvo de la otra persona.
—¿Juliette?
Tardó varios segundos en salir de su estupor, ella reconocía esa voz.
—¡¿Mira?! —parpadeó para ver si en realidad no estaba alucinando, no solo la presencia de Mira la tenía sorprendida, sino también la forma en la que estaba vestida.
Traía una corona de flores sobre su cabello, su cara cubierta por una fina capa de maquillaje, y un corto vestido rosa la hacían parecer recién salida de una fiesta.
—¿Qué haces...
—Nena te hemos estado buscando por todos lados. — Mira interrumpió presionando sus mejillas— Casi me da un infarto.
—¡Yo...
—¿Qué haces en el bosque y porque estas descalza? —la cogió de la mano— Te queda poco tiempo, vamos.
No tuvo tiempo de responder cuando su amiga empezó a arrastrarla mientras la llevaba hacia una bonita casa que no sabe en qué momento había aparecido. No tardó en darse cuenta en que ella también tenía puesto un vestido.
—¿Que... que está pasando? —No sabía porque estaban entrando a una casa que jamás en su vida había visto.
Su amiga no tardó en sentarla en una silla, mientras agarraba su barbilla y se acercaba para observarla.
—Por suerte tu maquillaje sigue intacto— bajó la mirada a sus pies descalzos— Te conseguiré unas sandalias.
—Espera —Su amiga la miró desconcertada desde la puerta— ¿A qué fiesta estamos yendo?
—¿Fiesta? ¿Te golpeaste la cabeza cuando estabas en el bosque? —Mira frunció el ceño.
Juliette negó con la cabeza.
— No sé a qué te refieres.
—¿Bromeas? —Su amiga salió por un momento y entró con unas sandalias elegantes— ¿Como puedes bromear en un día como este?
Se agachó y abrió la hebilla del zapatito.
Abrió los ojos cuando se dio cuenta que sus pies no tenían ni un solo rasguño. ¿Como? Estaba segura de haber sentido sus pies sangrar mientras corría en el bosque. Miró a su amiga con desconcierto, ella no se veía sorprendida cuando le puso las sandalias.
Vamos —sacó un ramo de flores de un pequeño armario y se lo dio mientras casi la empujaba frente a un espejo, no podía salir de su estupor.
Una pequeña tiara colocada sobre su cabello recogido y un hermoso vestido blanco cubriendo su cuerpo, la hicieron darse cuenta de que no solo estaban yendo a una fiesta.
—¿Por qué parece que vamos a una fiesta de disfraces?
Mira soltó una pequeña risa.
Vamos—la empezó a sacar de la habitación—no puedes llegar tarde a tu boda.
BODA
¿Cómo que iban a su boda? Ella no recordaba nada de eso. Se suponía que todavía no acordaban una fecha. ¿En qué momento lo habían hecho?
Mira no parecía escucharla mientras la arrastraba hacia afuera de la casa. Casi se cae cuando vio a varias de sus compañeras vestidas de la misma forma que Mira.
¿Se suponía que todas ellas eran sus damas de honor? Dos de ella se acercaron y le pusieron un velo.
No tenía ni idea de lo que estaba pasando, pero todo frente a ella se veía irreal.
El jardín estaba decorado con un camino de pétalos rojos, pensó por un momento hasta que pudo recordar el nombre de la flor, misma flor de la que su ramo estaba formada.
Amapolas.
Estaban llegando a donde estaba la multitud. Todos los invitados se pararon al verla. Su hermano la esperaba.
No podía creer nada de esto.
Cuando agarró el brazo de su hermano y miró hacia delante su corazón se estremeció. Sentía que esto no era real, aun así, anhelaba que si lo fuera. Ver al amor de su vida mirándola con tanta admiración y ternura mientras la esperaba en el altar era uno de las cosas más bonitas que había visto.
Escuchar la marcha nupcial y ver a todos sus amigos acompañándola era algo que siempre había soñado. Cuando llegaron a Hoseok, el agarró su mano y la llevó hacia donde estaba el sacerdote.
Por alguna razón no pudo escuchar todo lo que dijo el hombre, era como si su voz se ahogara con los susurros del viento y no pasó mucho hasta que se escuchara el tan esperado ̈puedes besar a la novia ̈.
Él le sonrió tiernamente admirando todo su rostro, la forma en la que sus ojos brillaban y la pequeña sonrisa que le daba era una de las muchas razones por las que amaba a este hombre.
Acaricio las mejillas de Juliette con los pulgares susurrándole cosas bonitas mientras se acercaba a ella.
—Te amo. —murmuró Hoseok desde lo mas profundo de su corazón.
Miró los labios de Juliette y ella no pudo resistirse a dar un paso mas cerca de él, apenas los separaban unos centímetros.
Pero antes de que él se pudiera inclinar, un grito de horror salió de su garganta al ver la punta de un cuchillo atravesar el pecho de su amado.
La mirada de Hoseok bajo hacia la apunta que lo atravesaba.
Y susurró algo inaudible antes de caer al suelo, Juliette corrió para sujetar a su novio que parecía estar a punto de perder el conocimiento.
Cuando intentó pedir ayuda a algunos de los invitados el miedo la congelo, todos ellos parecían haber sido absorbidos por la niebla y ahora no eran más que sombras arrastrándose por el suelo tratando de salir de esa bruma.
Sus gritos de ayuda la aturdieron.
Sollozó más fuerte cuando miró que donde debería estar el sacerdote se encontraba parado un hombre encapuchado.
Entrecerró los ojos para poder identificarlo, pero su rostro estaba borroso.
Negó con la cabeza cuando empezó a acercarse lentamente a ella.
—¡No, por favor, no le hagas daño!
Solo pudo abrazar a su Hoseok más cerca de ella, mientras escuchaba los pequeños gemidos de dolor que el emitía en su cuello.
Llorar e implorar por piedad era lo único que podía hacer.
Pudo escuchar una carcajada viniendo del encapuchado.
—Te amo.
Fue lo último que escuchó de su novio antes de que el cerrara los ojos.
—No me dejes. —susurró dándole palmaditas en la mejilla para que reaccionara.
El atacante se acercó y sacó el cuchillo, antes de empujarla lejos de su novio agonizante ignorando sus súplicas.
Dejó escapar un grito cuando empezó a acercarse a él joven inconsciente mientras levantaba el cuchillo.
Ni siquiera se detuvo a pensar cuando se abalanzó sobre el cuerpo de Hoseok, no permitiría que nadie lo volviera a lastimar.
No pudo sentir miedo por ella.
Lo único que sintió fue un dolor punzante en su espalda.
Entonces despertó.
Solo había sido una maldita pesadilla, caminó hacia el baño ignorando el vestido negro tirado en el suelo.
Ignorando el dolor punzante en su espalda, las llamadas de todos sus amigos preocupados por ella, la foto de Hoseok en el escritorio, ignorando su dulce olor impregnado en la sudadera que ahora llevaba puesta, ignorando la almohada mojada por las lágrimas.
Después de todo no solo era una pesadilla, era su triste realidad.
La luna y las estrellas fueron los testigos mas fieles de su sufrimiento.
Miró el encendedor en su mesita de noche y sonrió saboreando las lágrimas saladas que caían sin su permiso.
No podía llorar cuando sabía que pronto toda seria felicidad.
De ahora en adelante todo estaría bien, al fin podría reunirse con su amado.
Sería lo mejor.
Eso esperaba.
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