Capítulo 40

Farid Leister

La mujer se mueve, haciendo ese baile erótico que envolvería a cualquier hombre. Es alta, de piel canela y de pelo rizado. Es la misma mujer con la que follé en un privado hace tiempo.

No dejo de mirarla, mis ojos recorren su cuerpo al hacer aquel baile en el tubo del escenario y mi mente me traiciona cuando cierro los ojos y me imagino a Charlotte desnuda y bailando solo para mi en uno de esos escenarios. Trago duro y me humecto los labios al fantasear con ella de esa forma y...

—Vaya mujeron —la voz de Declan interrumpe mis pensamientos lujuriosos —. Te traje aquí para disfrutar del espectáculo, no para dormirte.

—Da lo mismo —respondo al abrir los ojos.

Vuelvo a posar mi vista en la mujer, ésta me sorprende mirándola y no duda en gatear hasta donde me encuentro sentado, indicandome con el dedo indice que me acerque a ella. Sonrío, pero a final de cuenta la ignoro. No deseo a otra, no quiero meter mi polla en otra.

—Larguémonos de aquí —espeto molesto.

Me levanto del sofá color rojo, avanzo caminando hasta afuera con una botella de tequila en mano sin importarle los gritoneos y quejas de Declan. Éste al final me sigue hasta que salgo a la banqueta del club que ya comienza a vaciarse. En algún momento será el mío, pienso.

—Le hace falta algunos cambios a éste club —le digo a Declan cuando me alcanza.

—¿Cómo cuáles? —pregunta, dandole un trago a su botella.

—Para empezar el nombre —respondo —, Amnesia no me gusta.

—¿Y cual le pondrás? —pregunta y yo suelto una risita.

—Se llamará Charlotte.

—¡No me jodas! —exclama riendose —. Te tiene mal, por no decir que te tiene de un ala y cacheteando la banqueta.

—Mentira no es.

Gomez abre la puerta trasera de la Range Rover. Me jode que sigamos yendo acompañados a cualquier lugar a donde vamos. Gomez es un hombre de confianza para Declan, él formó a mi amigo como lo que es hoy, pero por vueltas de la vida fue despedido de su cargo como capitán en una estación de policía ya hace tiempo. Mi amigo estudió en la academia militar, casi toda su vida se ha dedicado a ello, pero después de la muerte de Amanda fue que decidió dejar su cargo como teniente en la estación de Los Ángeles. Dice que no piensa regresar, pero yo sigo sin creerle porque lo conozco, y sé que en cualquier momento lo hará. Se largará.

—¿Cuando dejaran de olerme el culo? —espeto molesto cuando ya hemos subido.

—Sabes que lo hacemos a petición de tu padre, no es mi culpa que sean unos abogados hijos de puta.

Suelto una risa, suspiro y vuelvo a sonreír recordando a su hermana Amanda.

—Ella te amaba —le hago saber.

—Lo sé, y por eso es que quiero saber quien fue el hijo de puta que provocó el accidente.

—Yo iba manejando y lo sabes —respondo —, en algún momento lo sabremos Declan, no detengas tu vida, no postergues tus metas por ello cuando nosotros podemos llegar a la verdad.

—En algún momento volveré a la organización, tú no te preocupes por mí.

—¿Volverás? ¿De verdad lo harás?

Se lo piensa. Volver a esa desconocida agencia de agentes es perderlo por un tiempo, si no es que de por vida.

—Lo sigo pensando, primero necesito saber lo que pasó con mi hermana, después ya veremos.

—¿Estás consciente de que no volveremos a vernos? ¿Cierto?

—Lo sé, pero también sé que comprendes perfectamente que me gusta hacerlo.

Bufo, si se va lo extrañaré y quizás no lo vuelva a ver, pero qué más da. Los amigos se apoyan y él ha sido de mi apoyo desde que lo conozco.

—Además, deberías agradecerme porque no te partí la cara cuando me enteré de tu amorío con mi hermana.

Sonrío al recordar que me despedí de ella con un beso en los labios por accidente frente a su hermano.

—Joder, fui un cabron —me rio —, teniamos un año ¿como mierda nunca te diste cuenta?

—¡Confiaba en ustedes! —exclama riendo — Bastardos.

Hacemos varias paradas en otros bares donde terminan sacandonos a patadas por provocar una pelea. Volvemos al vehículo y subimos en éste. Los nudillos me arden, la cabeza me revienta y estoy seguro que el pómulo derecho me sangra. Estoy mareado, y ni cerrando los ojos mitigo los mareos, éstos siguen hasta que llegamos al edificio de mi apartamento. Le pregunto a Declan si se quedará ésta noche pero se niega. Bajamos al mismo tiempo y sube a su coche despidiéndose alzando la mano. Ya no va tan ebrio, es de los que no toman tanto cuando sabe que manejará, algo que hago yo pero que en estos momentos estoy dejando de hacer porque pareciera que tengo niñera a mi disposición.

—Hasta aquí está bien Gomez —lo detengo cuando ingresa atrás de mi en la recepción.

—Lo que ordene señor —responde —. Quería hacerle una observación, uno de mis hombres ha estado siguiendo a la señorita Harrison como nos lo pidió, y por lo que hemos visto no ha habido nada fuera de lo común —asiento para que prosiga —. Yo le aconcejo que le quitemos la seguridad.

Suspiro. Hacerlo sería no saber más a donde va y con quien, sería alejarla para siempre y sus ojos furiosos me siguen atormentando por las noches al recordar la forma en la que la eché de mi vida.

—Bien, quitenle la seguridad a ella si así lo crees necesario.

—Por supuesto señor.

Subo al elevador cuando este abre sus puertas, para cuando llego a mi piso me vuelvo adentrar a la oscuridad del lugar. El pecho se me estruja y vuelvo a sentir esa sensación que me dice que hice las cosas mal. No debiste alejarla, pienso. Pero es que ésta mierda de vida que llevamos no me deja otra opción.

Me quito el abrigo, los zapatos y me tumbo en el sofá. Tomo el móvil y busco un video que me pasé hace ya un tiempo del móvil de Charlotte. Lo reproduzco y le subo el volumen para escuchar los gemidos de la mujer que mandé a la mierda por mis inseguridades. Y ahí está. Se recuesta en la cama, abre sus piernas y se toca. El pantalon me estorba y me lo desabrocho para despues sacarme el miembro. Lo masajeo sin dejar de verla a ella, sus labios, sus senos.

—Joder —susurro con la respiracion entrecortada.

Me tiene mal.

Suelta un gemido y otro cuando sus dedos viajan a su canal húmedo. Me gustaría ser yo quien la penetre. Y entonces, el impacto de ese pensamiento me vuelve de golpe a la realidad y recuerdo sus últimas palabras...

"Mientras tú te hundas en la oscuridad, yo estaré saliendo a la puta luz y la razón no serás tú".

¿Entonces quién será?

Una sensación extraña me avasalla, son celos.

Gime, y yo sacudo mi polla al verla llegar al orgasmo. Se muerde el labio dejándose llevar. Las puntas de sus senos me vuelven loco, ella no lo sabe pero tengo una obsesión extraña con ellos y... Eyaculo en mi mano hasta sentirme mareado. No dejo de admirar las curvas de su cuerpo. Caderas anchas y senos perfectos. La extraño.

Cierro los ojos, después me levanto caminando hacia el baño y limpio el desastre. Tomo una ducha rápida y termino recostándome solo en la cama. Quisiera tenerla aquí, despertar con ella como lo he hecho otras veces. Mi cuerpo la aclama y ahora es que me doy cuenta que quizás solo conmigo es que estaría segura. Sólo conmigo, aquí, acostada a mi lado y no revolcándose con alguien más. Ese simple pensamiento hace que me moleste. Siento impotencia y unas ganas de llamarla me absorven, pero soy coherente, sé que si la llamo me mandará al carajo y su rechazo me dolería porque en ningún momento me ha rechazado. Joder. Nunca lo hizo, nunca lo ha hecho y ahora me arrepiento de haberla echado de mi vida como si fuese nada.

(***)

El rostro desencajado de Hannah me causa gracia cuando me ve llegar a la oficina a las diez de la mañana. Sé que le extraña porque entre nosotros siempre ha existido esa competencia de ver quién llega primero.

—¿Se te pegaron las sábanas? —bromea —. Te hice café, pero ya se ha de haber congelado.

—Siempre puedes prepararme otro —respondo burlón.

Ella me hace una mueca, pero se levanta de su escritorio. Camino hasta mi oficina, y después de unos minutos entra Brandon, y sé que es él por su loción. Me da nauseas.

—¿A qué debo el honor de tu visita?

—¿No puedo visitar a mi hermano? —responde con seriedad. Siempre ha sido así, un hombre serio.

—De poder puedes, la pregunta aquí es ¿Qué es lo que quieres?

Tomo asiento en mi lugar, seguido de él frente a mi escritorio.

—Últimamente te noto amargado, ¿qué te pasó? ¿Rompiste con Charlotte?

Su simple mención me estruja el pecho. Ya no quiero sentir este sentimiento que me niego a sacar a relucir frente a mi hermano.

—No te entrometas —espeto, removiendome en la silla.

Le doy la espalda volteando hacia el ventanal a mis espaldas. Lo escucho bufar, pero no se levanta del asiento. Quiero que se largue, porque lo que más quería era que Charlotte me mandara a la mierda y fui yo quien terminó haciéndolo.

—Sabes, cuando la vi en el hospital preocupada por ti me removieron los sentimientos —dice —. Si, tú bien sabes que ella me recuerda a alguien importante en mi vida, y para ser sincero tardé en darme cuenta que Charlotte no tenía la culpa de nada. Aun así hay algo en ella que no termina de agradarme pero... ¡Qué va! La mujer te ama y dejaste lo mejor que te pudo haber pasado en la vida por un imbécil que no conocemos y que anda suelto. Nuestra vida es complicada y aun así se quedó contigo y tú la echaste.

—Deja de joder Brandon.

—Sólo digo lo que es.

—Entonces cierra el pico y vete —le ordeno.

—Te lo advertí, la mujer no me agrada del todo pero bueno... a final de cuentas quien se joderá serás tu, no ella. Porque ella puede encontrar mejores prospectos de pareja y tú... bueno, tú tienes que buscar el que mejor te convenga.

—¡Lárgate! —espeto volviéndome hacia él.

—¿Te jode, no? Te jode que te diga las verdades en la cara. Abre los malditos ojos y date cuenta que no tendrás un legado si sigues oponiendote a...

—Nadie te pidió tu opinión —gruño.

La tarde pasa de prisa después de la visita de Brandon a mi oficina. No he comido, las náuseas siguen presentes y ni hablar del dolor de cabeza por la resaca. No debí salir el día de ayer con Declan, ahora mismo me arrepiento.

—¿Se le ofrece algo más señor Leister? —me pregunta Hannah al abrir la puerta de mi oficina.

—No... —se vuelve y: —Para ser honesto si.

Hannah me mira extrañada, pero se acerca hasta mi escritorio. Le indico que tome asiento.

—¿Cómo puedo recuperar a el amor de mi vida? —le pregunto.

Enarca una ceja, pero me sonríe con lo que parece ser ternura.

—Uno se disculpa y habla con la persona que ama Farid, si no lo hacemos, ¿hasta dónde crees que llegará esa relación? —dice —. Habla con ella, dile de frente lo que sientes y tus miedos. Te conozco, eres un buen hombre y para ser sincera todos estos años después de su muerte, no te había visto tan feliz.

—No querrá ni verme —digo.

—Si no lo intentas, nunca lo sabrás.

Guardo silencio. Hannah se despide y se marcha. Me ha pedido irse antes para llegar al recital de su hija, o hijo, y eso me pone a pensar en lo que dijo Brandon. ¿Algún día tendré hijos? ¿Con quien?

"Sólo quiero hijos contigo..."

Conmigo solo los tendrás cariño.

El pecho se me estruja, y lo siguiente que hago es ponerme el saco y salir de oficina apresurado hasta llegar al estacionamiento. Conduzco por no sé cuánto tiempo, aun es temprano y agradezco que el tráfico no sea pesado. Apenas serán las seis más treinta, la hora exacta en la que Charlotte sale de su trabajo. Me estaciono donde he visto deja su coche, pero éste no se encuentra aparcado ahí, y para mi sorpresa, quien viene caminando saliendo del ascensor es su mejor amiga. Suspiro con nerviosismo y agradezco que no vaya acompañada de Derek. El hombre nunca se le despega.

Me ve, y lo primero que hace es refutar. Me ignora, y sigue su camino hasta el coche aparcado cerca de la primer salida y la sigo.

—¿Qué? ¿Ahora eres Joe?

¿Quién mierda es Joe?

—¿Dónde está Charlotte?

—No sé y no pienso decirte —responde abriendo la puerta del coche.

Ya todo me vale, porque no dejo que la cierre.

—¡Oye! —exclama.

—¿Por qué no vino? ¿Con quién está?

—Joder, definitivamente no te la mereces. ¿Qué te hace pensar que está con alguien pequeño imbécil? Mi amiga habrá cometido sus errores, pero zorra no es.

—No dije que lo fuese, eso lo sé de sobra.

—¡¿Entonces?! —espeta —. Dio todo por ti, ¿y que recibió? Migajas, eres un cobarde, y lo que deberías hacer es irte por donde viniste porque dejame decirte Farid Leister, ¡no te la mereces!

Exploto en cólera, y cuando quiero gritarle a la maldita llega su prometido.

—¿Todo bien? —pregunta Derek —. Que gusto verte por aquí Farid —prosigue saludandome.

—Farid ya se iba ¿cierto? —¡Maldita bruja! —. Y nosotros también, ¿tu coche o el mío, cariño?

—El mío —responde él —. ¿Todo bien?

—Si, todo bien —gruño.

Me despido de ambos, más de Derek que de la maldita bruja. Dejo que se larguen, y cuando subo al coche conduzco hasta su apartamento. Para mi sorpresa el coche sigue ahí, pero al llegar a la recepción me indica el guardia que no ha llegado de su viaje.

—¿Y sabe a donde fue? —pregunto.

—Lo siento señor, no lo sé, y aunque lo supiera no se lo diría.

Imbécil.

Le sonrío forzosamente. Me siento frustrado, y mi humor se va al suelo sin saber de ella. Siento que el guardia me miente, ella está ahí, el coche está ahí, yo no soy imbécil. Espero afuera del edificio unos minutos, y el rostro me cambia cuando veo a Izan caminando hacia la entrada.

—No te diré dónde esta, ni tampoco te diré con quien —me dice antes de suelte la pregunta.

Pasa de largo, y ni siquiera lo sigo, sé que no me lo dirá. Ahora todo lo veo perdido.

¡ULTIMOS CAPÍTULOS MIS PERVERSAS! 

Les amo, no lo olviden ♥

Gracias por sus comentarios, LOS AMO.♥

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