Capítulo 39
Charlotte Harrison
Los ojos me arden, el día está soleado y los rayos de luz se cuelan entre los dobleces de las cortinas de mi ventana. El dolor de cabeza no se va, he llorado toda la noche nuevamente y... la verdad es que llevo días haciéndolo, llorando por el infeliz que no merece mis lagrimas.
—¡Levanta ese trasero de ahí! —espeta Nay entrando a la habitación seguido de Izan.
Hago un mohín al verlos juntos.
—¿Qué hacen juntos? —cuestiono sin levantarme —, y lo peor ¿Cómo entraron?
—El que Izan y yo no tengamos ningún tipo de relación, no quiere decir que no tenemos el compromiso contigo, ¿recuerdas? Somos tus amigos. Y dejaste la puerta abierta, idiota.
—Y te ordenamos que te levantes —le sigue Izan sacándome las sábanas y cobertores que me cubren el cuerpo y la cabeza.
—¡Por Dios, Charlotte! —exclama Nay al verme en ropa interior.
—Lo que se perdió el cabron —dice Izan riendose al verme en paños menores. No llevo más que una tanga y un top.
—Les dije que no me quería levantar —espeto quitándole una de las sábanas a Izan para cubrirme el cuerpo.
Me siento pequeña, como si fuese una niña berrinchuda a la que no le han dado dinero para comprarse golosinas. Y vaya que así era yo cuando estaba pequeña, mi papá siempre me trató como una princesa y me jode pensar que he dejado que me utilicen a su antojo.
—Ya deja de mirarla Izan, ¡Salte de aquí!
—¡¿Qué?! También quiero aportar para sacarla de la cama.
—¡Largo! —le grita, e Izan sale riéndose de la habitación —. Ya deja de hacerte la martir, levanta el trasero de esa cama, bañate y ponte guapa, saldremos los tres a comer.
—¿Los tres? —pregunto con sorpresa —Pensé que habían decidido no tener contacto —le digo, refiriéndome a Izan, claramente.
—Eres la excepción coneja, así que deja de perder el tiempo y bañate, que no quiero tener que venir de nuevo a tirarte agua encima —responde caminando hacia la puerta, pero decide detenerse unos segundos antes de salir —. Además, estas que das pena, ya cotillean en la oficina que tu aspecto es deplorable y no quiero tener una amiga a la que no bajan de estupida y fea.
—¡Oye, no lo soy! —trato de defenderme de las crudas palabras de Nay, sabiendo que es sincera y que muy en el fondo tiene toda la razón.
—Pues pareces una, te espero en la estancia ¿vale?
Asiento.
—Lo que ordene jefa —respondo tajante.
Me levanto de la cama pensando en lo que Nay me ha dicho, quizás mi aspecto ha cambiado, quizás ya no sueño maquillarme al ir a trabajar pero ¡¿Y qué?! No seré la primera ni la última en hacerlo. Tomo una ducha eterna, fundiendome en el agua tibia que se esparce en mi cuerpo. Duro minutos que me parecen horas al sentir la relajación, y cuando salgo me miro al espejo observando mi reflejo en éste.
—Tiene razón —susurro.
Mi aspecto es terrible; los ojos hinchados, los labios partidos y unas ojeras que comienzan a notarse bajo mis ojos. Suspiro profundo, salgo a la habitación, reviso el clima de hoy y me alegro al ver que permanecerá soleado y caluroso, así que opto por ponerme un vestido floreado con sandalias altas. Me cambio, me maquillo natural y me pinto los labios de color rojo poniendo todo de mi parte para verme menos horrible, pero sobre todo para desaparecer las ojeras. Al terminar, salgo a la estancia donde yacen Nay e Izan sentados en el sofá viendo la televisión. Veo cuando cambian el canal a la brevedad para que no vea lo que estaban viendo, lo cual me hace suponer que era algo relacionado con Leister.
—Estoy lista —les hago saber.
—¡Por Dios! ¡Pero que cambiazo! —exclama Nay al verme.
Izan se levanta tomándome de la mano, me alza la misma dándome una vuelta.
—Vaya cambio, ya no pareces pordiosera —se burla.
—Imbécil —digo entredientes —¿A dónde iremos?
—No lo sé, ya veremos en el camino —responde Nay.
Ambos caminan hacia la puerta, tomo el móvil y me cuelgo un bolso pequeño siguiendo después a mis amigos. Ambos entablan una conversación sobre el lugar al que iremos, ignoro lo que dicen, solo me dedico a seguirlos hasta que llegamos al estacionamiento del edificio. Subimos al coche de Izan; yo al frente y Nay en la parte trasera. Ésta no deja de hablar y discutir con Izan sobre los restaurantes que hay al aire libre, me hago la que sigue metida con ellos en la conversación, pero lo cierto es que mis pensamientos van dirigidos a una sola persona y ese es Leister. He pasado por lo menos una semana sin verlo, sin saber de él, solo me dedico al trabajo y me mantengo ocupada en el proyecto de los viñedos de Omar Archer, quien no deja de joder la vida llamando para saber como vamos con ello, y tengo que poner de todo mi autocontrol para no mandarlo a la mierda cuando se pone de percistente.
—¿Qué les parece éste lugar? —pregunta Izan aparcando en el estacionamiento de un restaurante al aire libre.
Nay asiente, después de unos minutos bajamos del coche y caminamos hasta el lugar de estilo rústico. Es de dos plantas, amaderado y con el frente de vidrio. Caminamos hasta la recepción, pedimos una mesa para tres y nos encaminan a la segunda planta al aire libre.
Un nudo en mi garganta vuelve a cada nada cuando mis pensamientos se vuelven a salir de control recordando a Leister. Sus ojos, su rostro, y esos labios que besé por meses. Recuerdo el día en que nos conocimos y la vez que volvimos a encontrarnos en mi oficina, pero sobre todo en Cuba, donde todo comenzó. Es un maldito.
—¿Desean ordenar algo de beber? —pregunta la dependienta, una chica rubia de algunos veinte años.
—Una jarra de limonada por favor —pide Nay.
—Una cerveza artesanal —pide Izan al observar el menú —, y frutos secos.
—Lo mismo que él —pido.
La mujer asiente después de anotar lo que pedimos.
—¿En serio? ¿Se pondrán a tomar desde ahora? —nos regaña Nay.
—No hay hora para la felicidad —responde Izan en tono burlón.
—Además, son las tres de la tarde —le sigo, excusándome por la hora.
Nay pone los ojos en blanco. La dependienta llega con nuestro pedido, pedimos algo de comer, y mientras llega, me dedico a observar con detenimiento el lugar. Es de tonos café oscuro y muebles de madera en el mismo tono. Me agrada, es un lugar sencillo y tranquilo, por lo menos lo es a ésta hora ya que casi no hay gente.
Vuelvo la vista hacia mis dos mejores amigos tratando de conversar y de hacerme plática. Quieren distraerme y los comprendo porque si alguno de ellos estuviera en mi situación, haría exactamente lo mismo. Pero lo que no saben es que Farid Leister me ha dejado una marca en el corazón, una difícil de borrar y ahora lo sé, lo supe desde el momento en el que comencé a imaginarme hasta hijos con él.
La dependienta nos trae la comida. Los tres disponemos a comer la pasta que nos han traído, y opto por pedir una botella de vino, dejando la cerveza de lado. Mis amigos hablan y hablan de cosas que a final de cuentas no presto atención.
—¿Verdad que sí coneja? —me pregunta Nay.
—Ap... Si, si —respondo sin saber de qué hablan.
—Creo que alguien no está en el mismo canal —dice Izan —. Sé que estás dolida, pero... ¡Vamos, Lot! Era de esperarse, Leister es así, te digo yo porque lo conocí mucho antes que tú.
—No hablemos de él por favor —digo alzando la mano, digna señal para que cierre el pico.
—Como tu quieras, mandona. Pero se me hace estúpido que te deprimas de esa manera por alguien que no supo valorar lo que realmente eres. Y te lo digo yo, que me mandaron al carajo por "alguien mejor" —dice eso último haciendo énfasis.
—Nada más te faltó escupirme en la cara —le dice Nay en tono molesto.
—Ya lo he hecho —responde coqueto.
—Imbécil —susurra Nay.
Decido alejar mis pensamientos y prestarle atención a mis amigos. Hablamos de trabajo, de proyectos y ahora que lo veo sé que no me he planteado ninguno. Aspiro a más que ser una simple empleada de una compañía de Software, pero lo malo aquí es que para ello se necesita mucho más que cerebro; se necesita capital.
—¿Cómo vas con los preparativos de tu boda? —le pregunta Izan a Nay, como si de verdad estuviese alegre por su compromiso.
Mi amiga se descoloca de su pregunta, alza una ceja cuestionando porque la pregunta.
—Que no hayamos llegado a nada, no quiere decir que no esté interesado en ir a tu boda —responde mi amigo con una sonrisa socarrona en los labios.
Ya ha bebido cuatro cervezas, seguro el alcohol le esta haciendo efecto.
—¿El alcohol te dañó las neuronas? Claramente no estas invitado —declara Nay.
Izan se ríe, pero le contesta:
—Si no lo haces llegaré a interrumpir justo en el momento en el que el padre diga quien se opone.
—¿Serías capaz...? —interroga Nay entrecerrando los ojos.
—Tranquilos, se suponía que la salida era para despejarme, no para que discutieran de la relación que tuvieron. —Intervengo antes de que se maten.
—Tremendo error —responde Nay tajante.
Izan empuña sus manos, los nudillos se le blanquean al apretarlos, una señal digna de que está enojado. Bufa y después de unos segundos se levanta de la silla.
—Si me disculpan, voy al bar a empinarme dos o tres botellas más de cerveza.
—Izan... —intervengo tomándolo del antebrazo, pero de un manotazo se suelta.
Camina hasta la barra de tragos, ordena al barman y saca el móvil de su bolsillo sin siquiera volver la vista hacia nosotras.
—No tienes porque ser tan dura con él —le digo, llevándome la copa de vino a los labios.
—No soy dura, soy sincera —responde, imitando lo mismo que yo —. Debe entender que lo nuestro se acabó, que estoy comprometida y que no pienso declinar por él.
—Sigo pensando que eres dura.
—Y tu muy blanda, si no lo fueras los hombres no jugarían contigo —espeta.
Golpe bajo. Que me lo diga mi mejor amiga hace que la odie, pero que a la vez me tumbe del cielo donde me encuentro, pensando que los demás harán lo mismo por mi.
—No tienes porque ser dura conmigo, son mis amigos y quiero lo mejor para los dos, de preferencia que ninguno sufra. Yo no tengo la culpa que sigas sintiendo cosas por Izan, que aun lo quieras y niegues que no lo haces cuando ambas sabemos que lo sigues amando —espeto, omitiendo el hecho que me llamó estúpida.
La mirada se le oscurece, los ojos se le llenan de lagrimas y por un momento me siento culpable por haberle dicho aquello. Suelto un bufido.
—No lo quiero, solo... solo me duele que hayamos arruinado la amistad que teníamos de tantos años por la calentura y que ahora que me casaré no estén los dos acompañándome.
—Él te ama, y si lo hablan créeme que comprenderá, pero es lo que necesitan, ¡Hablar! —exclamo eso ultimo.
Se remueve incomoda en el asiento, le hablamos a la dependienta para que nos traiga la cuenta y ésta nos avisa que Izan ya ha pagado. Nos levantamos las dos al mismo tiempo, dirigiéndonos después hacia donde se encuentra Izan. Le palmeo el hombro, y Nay hace lo mismo junto a él pasándole su brazo derecho sobre el hombro.
—¿Podemos hablar? —le pregunta, a lo cual él asiente.
Les sonrío a ambos, dejo que se tomen su tiempo platicando anunciándoles que iré al baño. Camino hasta éste, hago mis necesidades y para cuando salgo refresco un poco mi cara. El rostro a vuelto a tener un poco de color a pesar de que no voy del todo maquillada. Me humecto los labios, me doy un retoque y cuando salgo veo a mis dos amigos sonriéndose con timidez. ¿Habrán arreglado algo? No puedo evitar preguntarme pero me lo guardo, en algún momento me contaran. Ambos me hacen una seña indicándome que ya nos vamos y solo me dedico a seguirlos hasta el estacionamiento.
—¿Cuál es nuestra siguiente parada? —les pregunto cuando subo al coche junto a Izan.
—No lo sé... podríamos ir a tu lugar especial —responde Nay con tono burlón al final.
Ambos saben de ese lugar donde el amanecer se logra ver romántico con la persona que amas. Ahora me lamento haber llevado a Leister, pero sé que muy en el fondo no podría arrepentirme de ello.
—Vayamos —responde Izan —. Pero por favor, pongan música que me despierte, ese lugar está super lejos.
—Deja de quejarte y pisa el acelerador —reprendo.
Cambio la música y reproduzco "Havana", el coche se inunda con el ritmo y Nay y yo coreamos la canción. Izan se queja por nuestras notas vocales pero al final nos sigue el ritmo. El camino hasta llegar se hace corto cuando hablamos de las locuras que hicimos estando mucho más jovenes. Reímos recordando a un ex novio de Nay burlándonos de él y los apodos graciosos que le ponía a mi amiga. De ahí mi apodo, porque el chico le decía a Nay coneja y de tanto que me burlé, ella e Izan me lo pusieron a mi.
—Patético el hombre —se burla Izan.
Después de horas aparcamos cerca del lago, justo en frente donde se pone el sol. Bajamos del coche de Izan, y los tres nos disponemos a sentarnos encima del cofre. Hemos hecho algunas paradas comprando la cena, golosinas y bebidas para pasar el rato. Entonces, vemos el sol ponerse, y es inevitable no sentir una sensación hermosa cuando éste va desapareciendo. Trago duro y recuerdo el amanecer con Leister, y suspiro pensando que Nay tiene razón.
—Tienes razón —le digo volviendo la mirada a ella.
Sonrío al verla atragantarse con una hamburguesa.
—¿De qué? —se pregunta con la boca llena.
—De que soy blanda con los hombres —respondo —. Cuando trato de ser dura vuelven a endulzarme el oído y despuésv mandarme de nuevo a la mierda —espeto.
—Tranquila —responde Izan —, somos inseguros de lo que tenemos, siempre lo seremos y eso repercute cuando nos damos cuenta de lo que hemos perdido —responde, tratando de no voltear con Nay.
—¿Ahora defiendes a Leister? —protesta Nay.
—No defiendo a nadie, yo estaba generalizando —responde mi amigo.
Suspiro con pesadez. Termino mi hamburguesa y después de unos minutos camino hasta la orilla en una banqueta cerca del lago. Tomo asiento en una banca admirando los colores del sol al desaparecer. Mi cabeza da vueltas, quisiera olvidarme de todo y todos, hacer un cambio para mi donde mi única preocupación sea yo y mi trabajo. Pienso en regresar a California, en pedirle a Derek que me cambie a esa oficina junto a mi padre pero... mi corazón se niega a irse de aquí, el lugar donde ahora tengo una vida.
Escucho las voces de mis amigos acercarse, cada uno toma asiento a mi lado y Nay me ofrece una botella de vino. La tomo y le doy un trago largo sintiendo el dulce y picoso sabor del liquido en mi garganta.
—Cuba —susurro.
—¿Cuba? —se pregunta Nay, quitándome la botella para darle otro trago.
—Regresaré a Cuba, sólo así podré cerrar un capítulo más en mi vida —es lo único que respondo.
El primero fue Oliver; cuando me divorcié. El segundo fue Marcus; cuando hablé en el restaurante con él. El tercero tiene que ser Cuba, el lugar donde todo comenzó, el lugar donde debe terminar. Llegué ahí sin él y me fui con un recuerdo, ahora me toca regresar y olvidarme de todo este sentimiento.
Para que duerman a gusto con la imagen de éste bello ser L_L jajajaja ♥
Tenemos los capítulos contados mis Perversas :') ¡Gracias por su apoyo! Lo agradezco demasiado ♥ Síganme, Voten, comenten, señales de humo, stickers jajajaj, me gustaría saber quienes leen a éste par L_L
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