Capítulo 33

"De Gala - Parte I"

Charlotte Harrison

Arrepentimiento, ese es el principal sentimiento que aparece después de lo que hice con Oliver. Es domingo por la noche, Nay ha llamado y le agradezco por hacerme la compañía que necesito en estos momentos. He llamado a recepción indicandole a Jose que mi amiga es la única que puede subir a mi departamento. Escucho la puerta ser azotada por ella, camino hasta esta y abro encontrándome con Nay vistiendo un atuendo deportivo.

—Joder, sigues triste ¿no es asi? —pregunta cuando ve mi rostro.

Lleva consigo un bolso enorme lleno de golosinas y helado.

—Quizás un poco —respondo encogiéndome de hombros y quitandole el bolso que lleva colgado a su brazo. —Dimelo, dime que estuvo mal volver a follar con Oliver —digo acostándome boca arriba en el sofá, después de sacar un par de dulces.

Se me queda viendo de manera acusatoria, hace un gesto con los labios y arruga la nariz, un gesto que acostumbra hacer cuando algo le disgusta.

—Como amiga, te diré que estuvo mal porque al hacerlo solamente intensifica lo que Oliver sigue sintiendo por ti. ¡Joder Charlotte! Te dijo que aun te ama, y tu nisiquiera lo amas a él.

Guardo silencio. Sé que no amo a Oliver, lo que siento por él sigue siendo el mismo cariño que quizás le tendré siempre.

—¿Y qué opina la perra maldita que eres? —le pregunto volteando hacia ella.

—Que te folles a quien te dé la gana, la vida es solo una conejita, y hay que disfrutarla.

Suspiro. Nay me sonríe, pero muy en el fondo sé que no le parece nada de esto que estoy haciendo ahora.

—Bien, me quedo con la opinión de la maldita.

—¡Lot! Sabes que estuvo mal, debes aceptarlo.

—¿Sabías que Neron se acuesta con Mersy? —digo tratando de invadir el tema para olvidarlo.

—¡¿Qué?! Por Dios, ¡¿Con Santa Mersy?! —asiento —. Joder, esto esta fuerte, cuentame.

Comienzo contándole lo que sucedió en el edificio de Oliver, sus caras y gestos me hacen gracia y sin duda comienzo a reirme. Le cuento todo, de principio a fin, llegando por último a la noticia que nadie más sabe; la invitación de Oliver.

—No puedo creer que hayas aceptado...

—¡Ya, vale! Sé que está mal, déjame cometer mis errores, quiero ver la maldita cara de Leister cuando me vea llegar con él.

—¿Estás consciente que también estará Marcus ahí, cierto?

—Lo sé, y para ser sincera que Marcus me vea es lo que me tiene sin cuidado.

—Y estará Brandon Leister... Lot, no soy nadie para andar juzgando, pero si el maldito te odia con esto te ganaras el doble del odio que ya siente él por ti.

Guardo silencio a lo que me dice, cree que no lo he pensado pero es que he analizado todo. Desde el lugar al que iremos, la presencia de los tres hombres que en algún momento me importaron, pero sobre todo, la de Brandon. Porque mentira no es lo que dice Nay, el hombre me odia y yo quiero una explicación de ello.

La tarde nos la pasamos viendo series y películas románticas. Nay vuelve a contarme la forma en la que Derek le pidió matrimonio y juntas comenzamos a ver paginas de vestidos para futuras novias.

—Quiero parecer una princesa —dice Nay enseñándome un vestido esponjado.

—Se te vería divino —le hago saber —. Aunque si fuera tu, y tuviera ese cuerpo de infarto, optaría por éste —respondo mostrándole un vestido escotado hasta la espalda baja y de encaje.

—Parecerá que ando encuerada.

—¿Qué? No...

El domingo pasa tan rápido como llega, para cuando me doy cuenta ya estamos a mitad de semana y mis días no han consistido en otra cosa más que trabajar, desvelarme y pensar en el maldito de Liester preguntandome si se estará tirando a la mujer con quien lo encontré en su departamento. Los celos me afloran, tanto que decido salir a correr por primera vez en la tarde después de mucho tiempo. Me pongo ropa deportiva y zapatillas, junto a una remera. Bajo a la recepción dispuesta a salir encontrándome con José.

—¿Han venido a buscarme? —le pregunto, pero éste niega.

—No, señorita Harrison.

Salgo a dar un par de vueltas dos calles abajo y de regreso. Lo único que detesto de vivir en éste edificio es que no hay un parque en frente, y eso me hace recordar a donde vivía antes con Oliver. Me deshago de ese pensamiento, volviendo nuevamente al edificio.

—Ha llegado éste paquete para usted señorita —anuncia José.

El corazón comienza a palpitarme con fuerza, pero vuelvo a recomponerme y sentir alivio cuando veo la caja del paquete.

—Muchas gracias Julian.

Sonrío, vuelvo al departamento desempacando el vestido que llevaré. Si bien el rojo suele ser mi color preferido, en esta ocasión será el azul brilloso, ese azul que lo comenzó todo con el hombre que ahora me quita el sueño y se lleva mis suspiros.

(***)

He cambiado, mi cuerpo ha cambiado y eso comienza a agradarme. Me miro en el reflejo del espejo admirando la mujer que soy y seré porque no habrá de otra. Se dice que la mejor terapia hacia una misma es mirarse frente al espejo y ver a la increíble mujer que somos, y sin duda trato de hacerlo a diario.

Me pongo los tacones y el vestido de abertura en la pierna izquierda. Me maquillo los ojos y pinto mis labios de un tono rosado natural y brillo, tratando que se vean humectados. Trago duro, sobre todo cuando suena el teléfono. Camino hasta la sala y levanto la bocina recibiendo la voz de José quien me dice que me están esperando en la recepción. Cuando cuelgo, tomo el pequeño bolso metiendo en éste el móvil que decido apagar para no recibir reclamos de nadie cuando me vean llegar. Bajo a la recepción, viendo lo primero que se me cruza: Oliver Archer. Va de traje color negro y moño, los ojos le brillan cuando me mira y eso solo hace que crezca la culpa y el remordimiento. Trago duro, me acerco caminando lento hacia él y lo saludo con un casto beso en la mejilla.

—Hermosa, como siempre —responde, dejándome un beso en los nudillos.

—Tú tampoco te quedas atrás, te ves muy guapo.

—Así estoy —responde encogiéndose de hombros.

—Presumido.

Caminamos juntos hasta la salida, me abre la puerta y me doy cuenta que el coche lo ha estacionado frente al edificio. No es el mismo coche de antes, sino uno completamente diferente. Me ayuda a subir en éste y después lo rodea subiéndose al lado del piloto.

—¿Lista? —me pregunta y yo asiento con una sonrisa.

Las manos comienzan a sudarme conforme avanzamos. Sé dónde queda perfectamente el lugar al que vamos, y para cuando nos vamos acercando noto a Oliver un tanto extraño. Lo sabe, sabe que fue ahí la última vez donde estuve con Marcus. Coloco mi mano sobre la suya, éste se la lleva a los labios dejando un casto beso que me remueve el pecho. Segundos después la suelta, y opto por mirar a la ventana.

Los minutos pasan, Oliver se adentra al estacionamiento subterráneo del hotel y cuando aparca en un espacio libre me ayuda a bajar. Trago duro, el corazón me palpita queriendose salir de la caja torácica, y mis manos comienzan a sudar.

—¿Te encuentras bien, cariño? —pregunta Oliver.

—Si —respondo en apenas un susurro.

Acomodo mi mano a su brazo, colgandome de éste. Caminamos juntos siguiendo a un grupo más de personas elegantes, con hombres y mujeres que parecen modelos, y unos cuantos que por su mirada te das cuenta que guardan tantas aventuras y secretos por la edad. Seguimos caminando por un pasillo decorado que nos direcciona hasta la entrada del casino en el hotel. El lugar lo han decorado con una alfombra color roja, y al llegar a las puertas del casino nos esperan dos hombres con smoking para abrirnos la puerta.

—Que lugar tan elegante, ¿no crees? —le susurro a Oliver cerca del oído.

Éste sonríe, seguramente recordando el momento en el que fuimos por primera vez a una de esas reuniones con su padre y la familia que me detesta.

—Espero no sirvan de esos canapés asquerosos —me responde susurrando.

Suelto una risa recordando ese momento en el que le hicieron daño.

—No te rías, sé de qué te acordaste.

—Por Dios, duraste días enfermo del estómago —me burlo.

—Joder, para que te recordaba —responde negando.

Uno de los dependientes nos encamina a una mesa donde yacen los nombres de cada invitado, no sin antes preguntarnos nuestros apellidos y dándonos un sobre dorado a cada uno. Observo el lugar, se encuentra iluminado con sofás rojos en el lado izquierdo acompañados del bar frente a estos, y mesas doradas con manteles rojos en el lado derecho, todas y cada una con un centro en forma de caja rústica de madera. En medio del gran salón se encuentran las máquinas para jugar, la mesa de cartas y entre otras cosas más derivadas a un casino.

Busco mi nombre con la mirada, pero no lo encuentro. Sin embargo, el hombre que nos encamina me indica que mi lugar se encuentra en otra mesa separada del resto.

—Prefiero sentarme con mi acompañante, ¿cree que sea posible? —pregunto.

—Por supuesto, no hay problema.

Oliver y yo tomamos asiento. En el lugar ya hay gente en las mesas, platicando en los sofás frente al bar, otros jugando en las máquinas y algunos en las mesas de poker. Oliver se acerca a mi oreja haciendo bromas sobre algunos de los invitados con su vestimenta extravagante. Suelto una carcajada tratando de evitar que no escuche, pero la mirada penetrante de alguien me traspasa el cuerpo entero como si fuesen dagas. Dejo de reírme, le sonrío a Oliver, quien le pide al camarero una ronda de bourbon.

Decido no buscarlo con la mirada, si lo hago sé que me jodere así como ahora mismo comienzo arrepentirme de haber venido acompañada por Oliver, Pero entonces, algo pasa porque me hace girar la cabeza a noventa grados volteando hacia la mesa que se encuentra junto al escenario. El corazón me palpita a mil por hora cuando mis ojos chocan con los suyos, y todo se va al carajo cuando veo a la maldita del apartamento colgándose de su brazo. El estómago se me remueve, y yo siento que se me quiere salir la bilis cuando la muy zorra le deja un beso en la mejilla y él sonríe.

¡Hijo de puta!

—Ahora vuelvo, ¿vale? Buscaré el tocador antes de que comience el evento —le hago saber a Oliver.

Salgo disparada al levantarme buscando el maldito baño que no encuentro. Comienzo a hiperventilar sintiéndome estúpida y...

—Charlotte, ¿cierto? —me pregunta una mujer alta, de tes perlada, pelo negro y ojos azul cielo. La completa y viva imagen de la mamá de Leister, pero mucho más joven y de pelo exageradamente negro.

—Si, yo... ¿tú eres...? —tartamudeo.

—Mucho gusto, soy Antonella Leister —se presenta la mujer estrechando su mano a la mía.

Le sonrío aceptando su saludo.

—La hermana de Farid... —respondo apenas con aliento.

¡Reacciona Charlotte!

Me doy una cachetada mental tratando de componerme después de lo que mis ojos han visto.

—Muchísimo gusto, mi nombre es Charlotte Harrison —respondo con más seguridad y sonriéndole.

—Si, te reconocí por la foto —responde.

—¿Foto? —le pregunto, y cuando está por responder, somos interrumpidas por un hombre.

—Cariño, anda, ya comenzaremos.

—Disculpame Charlotte, disfruta del evento, hablamos más tarde.

—Claro, mucha suerte —le digo apretandole la mano.

Vuelvo a seguir mi camino buscando el maldito baño, que al final encuentro escondido entre pasillos. Me adentro a éste, lavo mis manos y trato de refrescarme un poco el rostro tratando de no dañar el maquillaje. Respiro con dificultad, recargo las manos a uno de los lavabos y alzo la vista mirándome al espejo. Vuelvo a tragar duro, y salgo con paso decidido nuevamente hacia el lugar del evento, pensando en mí, porque primero soy yo y después yo antes que él.

Las luces se apagan, en el lugar hay más gente de la que había cuando ingresé al baño y cuando camino hacia la mesa donde nos han acomodado veo a Leister con Ivana sentados frente a nosotros, seguido de Brandon, Declan, y un asiento vacío. El cuerpo me comienza a arder de furia, y aún más cuando me voy acercando a la mesa.

—Buenas noches —saludo a los presentes.

Oliver se levanta de su silla haciendo hacia atrás la mía, permitiendome sentar en ésta. Lo hago sintiendo la mirada de Brandon y Farid escrutandome, mientras la mujer que va como su acompañante esboza una sonrisa triunfal. Sonrisa que quiero molerle a golpes cuando le acaricia los nudillos. Lo miro de reojo maldiciendolo por verse así de bien en traje. Trago duro imaginandome las veces que hemos follado.

Una luz es encendida en el escenario. Antonella sube a éste y comienza a hablar agradeciendo al dueño del lugar quien ofreció habitaciones en una subasta que se realizará en un par de horas, y a los presentes por haber venido a pesar de que algunos viven fuera del país.

Mi talón tamborilea en el suelo alfombrado, claramente nerviosa y maldiciendo a la persona que nos ha acomodado en ésta maldita mesa a todos juntos.

—¿Te sientes bien? —me pregunta Oliver —. Si quieres, nos podemos marchar cariño.

—No... estoy bien —le respondo mirándolo a los ojos, sintiendo dos pares de dagas verde y azul escrudiñandome.

Nadie en la mesa habla, pero se logra sentir la tensión en el aire y comienzo a sofocarme. Respiro profundo, y lucho con no mirar hacia el frente pero lo hago. Leister me mira y después me ignora al pedirle a Ivana que lo acompañe a no se donde. Mi mano derecha se vuelve un puño y...

—Oliver, ¿cierto? —pregunta Declan, quien ha decidido ocupar el asiento vacío junto al mío.

—Si, ese mismo. ¿Tu eres...?

—Declan, mi nombre es Declan y él es mi amigo Brandon.

—Ya nos conocemos Declan, ¿que no ves? Es el ex marido de mi ex cliente. ¿O no Charlotte?

Oliver sonríe, y yo quiero que me trague la tierra y me escupa donde se encuentra Leister para ahorcarlo.

—Si, soy el ex marido. Un gusto conocerlos.

Brandon pide una ronda de bourbon, los camareros nos sirven y Antonella indica por el micrófono y desde el escenario que pueden ordenar y hacer lo que se quiera en el casino. Después de unos minutos nos indica que la caja del centro de la mesa, consiste en colocar el sobre dorado con lo que se donará. Coloco el mío con un cheque de cobro inmediato, y Brandon es quien habla después de que Oliver se levanta para saludar a un conocido.

—Vaya, pensé que no donarías nada —dice.

La sangre se me vuelve a calentar, y yo trato de pensar que es porque no hemos cenado aún, tratando de mitigar el insulto que me ha dicho Brandon. Quiere provocarme, y en su juego yo no caigo.

—Gano lo suficiente como para donar, Brandon —le respondo mirándolo a los ojos.

—Chicos, vamos, no hay que discutir... Amor y paz... —interviene Declan.

—Es una lastima que nos hayan sentado aquí —dice la mujer que va colgada del brazo de Leister cuando vuelven.

Ardo de rabia cuando los visualizo juntos, y las imágenes de ambos desnudos comienzan a atacarme. ¿Se habrán acostado? Es lo único que mi mente se pregunta.

—¿Qué tal la pasaron ayer en el yate? —pregunta Brandon, dándole un sorbo a su bebida y pidiendo una ronda más para todos.

No dejo de mirar a Leister, y cuando pienso que éste no le responderá lo hace.

—De maravilla, nunca la había pasado tan bien en mi vida.

El corazón se me hace trizas cuando lo dice. Volteo la mirada buscando a Oliver y me lo encuentro con Antonella junto al escenario. Éste me señala y me indica con su mano que los acompañe. Asiento con una sonrisa, y cuando estoy por levantarme...

—¿A dónde vas Charlotte? —espeta Leister.

Vuelvo la mirada hacia él, le da un trago más a la bebida y se levanta de la mesa tomándome del antebrazo. Brandon le habla, pero éste no le hace caso. Trato de zafarme, pero decide estirarme y encaminarme a uno de los pasillos desolados.

—Suéltame —me quejo por lo bajo, tratando de no hacer el ridículo —. Que me sueltes te digo.

—¿A dónde mierda ibas? ¡Eh!

—Con mi acompañante, Leister, ¿Qué no ves? Yo también vengo acompañada.

—De tu ex marido. ¡Ja! Que buena compañía. —Se burla.

—Bueno y a ti que mierda te interesa, si la pasaste de maravilla con la maldita esa —espeto.

—Estás celosa, y te recuerdo que fuiste tú quien me dejó —se defiende al señalarme.

—Si, claro... Y por eso corriste con la primera que se te cruzó.

Guardo silencio, lo miro a los ojos cuando me acorrala entre la pared del pasillo y él. Lo escudriño con la mirada, me humecto los labios y comienzo a provocarlo siguiendo un recorrido con la yema de mis dedos que va de la entrepierna abultada hasta su abdomen. El cuerpo se le tensa, la mirada se le oscurece y ambos comenzamos a agitarnos.

—¿Te acostaste con ella? —le pregunto, dejándole castos besos en el cuello, aspirando el aroma amaderado de su perfume.

—Si, lo hice, sabes que no me ando con mentiras.

Se sincera conmigo. El corazón se me destroza y al mismo tiempo trata de recoger los pedazos recalcándose que yo hice lo mismo. Dejo de besarle el cuello, mis ánimos se van al carajo y volteo la mirada a cualquier parte que no sea la de él.

—Mírame —ordena, pero no obedezco —. Joder, mírame —espeta, tomándome de la mandíbula volteándome para que lo vea.

Lo siguiente dolerá, sé que dolerá, así que guardo silencio para soltar el veneno cuando sea requerido. Porque si algo sé que es verdad, es decirle al hombre que pensó tenerte como suya, que alguien más te ha cogido.

—¿Quién se cree el imbécil de tu ex marido, pensando que yo permitiré que mi hermana te conozca por él y no por mí?

—¿Y qué vas a hacer? ¿Detenerme?

—Probablemente sí, o mejor aún, sacarlo a él de aquí.

—Con Oliver no te metas, él no te ha hecho nada malo —lo defiendo.

—¿Por qué lo defiendes? ¿Lo sigues queriendo? ¡¿Eh?! ¡¿Es eso?! —exclama eso último.

—Tu sabes perfectamente a quien quiero Farid Leister, pero yo con la pared no pienso hablar, ninguno de ustedes merece mi amor, ni tú y mucho menos Marcus, ¡Ninguno! Jodanse los dos. Quien siempre lo ha merecido es ese hombre que está a metros de distancia de nosotros, él si lo ha demostrado...

—Y aun así preferiste a otro —espeta.

Me zafo de su agarre para huir de la verdad, camino por el pasillo pero éste vuelve a detenerme tomándome del antebrazo.

—Te atreviste a ponerte ese vestido... ¿que? ¿Crees que no soy observador? Es parecido al que traías cuando me moviste el culo en el bar —dice y prosigue —. Respóndeme algo ¿Follaste con él?

—Señor, lo necesitamos allá afuera —nos interrumpe el escolta de la última vez.

—Estoy ocupado, déjalo para después —lo despacha sin dejar de mirarme ni soltarme —. Contesta.

—Señor, es urgente, es Jefferson.

Farid voltea hacia él, y después hacia mi.

—¿Esto es un duelo mano a mano? —le pregunto —. Porque si, me acosté con él y así como tu, lo he disfrutado.

Los ojos se le oscurecen, me suelta y en lugar de mirarlo y darle una explicación decido dejarlo ahí donde se encuentra para no recibir reclamos y mucho menos dar explicaciones de lo que hice con mi ex marido.

(***)

Vuelvo a la mesa recorriendo el mismo camino por los pasillos. Conforme me acerco, Brandon se levanta de su silla y opto por alcanzarlo antes de que salga por una de las puertas marcada como "Salida de emergencia".

—¿Qué te sucede conmigo? ¿Por qué tu desprecio hacia mi? —lo ataco.

Suelta una risa, mirándome de pies a cabeza.

—No eres para mi hermano. Mírate Charlotte, toda tú grita "escándalo" con tan solo verte.

—Yo no te he hecho nada —espeto.

—Lo sé, pero conozco a las mujeres de tu tipo y clase, y sé perfectamente que engatuzaras a mi hermano y lo mandaras al carajo como lo hiciste con tu ex marido. Eres de ese tipo que atrae y cuando se divierte desecha sin importarle nada.

—No juzgues si no conoces —respondo —. Tiras la primera piedra cuando está claro que tú tampoco eres un santo.

—Brandon, tenemos que irnos —interrumpe Declan.

Brandon da la media vuelta mirándome con desprecio y se marcha. Trago duro, vuelvo al salón buscando a Oliver y logro verlo con la hermana de Leister junto a otros tres hombres. Camino hasta ellos situándome a un lado de Oliver, tomándome éste del antebrazo.

—Les presento a Charlotte Harrison, ella es mi... —titubea —Mi amiga —prosigue mirándome y asintiendo.

Saludo a los demás seguido de la hermana de Leister quien no deja de sonreír. Habla con Oliver los otros hombres quienes también son doctores. Me dedico a escuchar lo que dicen, hasta que Antonella se dirige a mi incitándome a que la acompañe a otra de las mesas mientras hablan los hombres.

—Creí que tenías una relación con mi hermano —dice, cuando nos sentamos. 

—Yo... la teníamos pero creo que no funcionaremos si él no está dispuesto a dejar su pasado.

La mujer suspira, es de facciones finas y ojos azul cielo como los de Leister, no lo negaré, me intimida por su belleza y su agradable semblante. Parece ser de esas mujeres seguras de sí misma.

—Típico de Leister, huir de las relaciones por fantasmas del pasado, pero... me gustaría darte un consejo, claro, si lo aceptas —dice y yo asiento —. No lo dejes, por favor. Le haces demasiado bien a mi hermano.

Le sonrío.

—Creo que Brandon no piensa lo mismo —respondo.

—Brandon así es, si sigue entrometiéndose en lo que no debería de importarle, terminará quedándose solo. 

—Cielo, te requerimos en el escenario —dice el mismo hombre.

—Oh Charlotte, te presento a mi marido. Querido ella es Charlotte, la novia de Farid.

El estomago se me remueve cuando me presenta como la novia de Leister.

—Mucho gusto Charlotte, soy Christopher Harrington, un gusto conocerte.

—El gusto es mío —respondo estrechando mi mano para saludarlo.

—Si se puede, nos vemos al finalizar el evento ¿Vale? —dice Antonella.

Asiento con una sonrisa dibujada en los labios. Me nuestro sonriente, cuando por dentro estoy que me muero de los celos preguntándome a cada nada dónde mierda estará Leister.

Oliver vuelve con una sonrisa en los labios, toma asiento junto al mío situándonos al final dónde nos encontrábamos.

—¿Y esa sonrisa? —le pregunto.

—La vida es bella, ¿No crees? —contesta.

—Si tú lo dices...

Sigue sonriendo como estúpido, nunca lo había visto así y eso es algo extraño incluso para mi. Ignoro aquello dejándolo para después. Antonella vuelve al escenario, Oliver y yo volteamos hacia esa dirección y escuchamos lo que la hermana de Leister está por decir.

—Cómo saben, todo lo recaudado en éste acto benéfico será para todas aquellas mujeres y niños que luchan  día con día tratando de librarse de una enfermedad que hasta el día de hoy, se sigue buscando una cura —suspira —; Cáncer. Se pagaran quimioterapias y consultas, así como también se buscara la forma de donar a las diferentes organizaciones que se dedican a la búsqueda de una cura contra el cáncer.

Los presentes aplauden, Antonella agradece y vuelve hablar:

—Hace tiempo perdí a un ser querido, una de mis mejores amigas dio todo de sí misma hasta librar la batalla, lo hizo dos veces y por eso es una guerrera. Éste evento lleva su nombre; Silvia, es en honor a ella, y por supuesto, en honor a  todas las mujeres que han salido adelante librándose de ésta batalla que la convertimos en nuestra. Gracias por su apoyo, por sus donativos, gracias por haber venido hasta acá. Ahora, veamos cuanto hemos recaudado —prosigue.

Una de las pantallas tras de ella se enciende, en ésta aparece la cantidad que se ha recaudado y los presentes aplauden al unísono dándose cuenta cuando ha sido. 

—¡Muchas gracias! Ahora, seguimos con la subasta de las habitaciones en el Hotel Meyer.

Oliver se remueve en el asiento, y a mi me da un paro cardiaco al ver subir a Marcus Meyer al escenario. 

—Creo que iré a vomitar, regreso en un momento —comenta Oliver levantándose de la silla.

Me encuentro frente a la mujer que venía como acompañante de Leister, al menos también la ha dejado sola, pero eso no hace que me deje de sentir una estúpida.

—Buenas noches a todos...

Marcus comienza hablar, vuelvo la mirada al escenario y trago duro al ver lo bien que luce con smoking blanco. Dice algo que escucho inaudible porque mi mirada se encuentra posada en su perfecto rostro, y comienzo a recordar lo que sucedió hace meses. La casa del lago es de mis principales recuerdos con él. Trato de evadir los sentimientos, y el pecho se me estruja recordando todo lo que he vivido estos últimos meses. Mi matrimonio desmoronado, Marcus con un hijo y su mujer, y al final se encuentra el hombre del que me he enamorado. 

La subasta de las habitaciones presidenciales pasa, dejando una al final.

—Por ultimo... —anuncia Marcus —La habitación 34C1.

El corazón comienza a palpitarme con fuerza. Escucho a un hombre decir una cifra coherente, pero entonces...

—Veinticuatro mil dólares —la voz de Leister es quien lo interrumpe.

Volteo hacia él aún junto a Ivana. Lo escrudiño con la mirada y él hace lo mismo. Posicionan una luz en el rostro de Leister y vuelvo la mirada hacia Marcus quien parece estar molesto.

—Veinticuatro mil a la una... —comienza el conteo —, a las dos... a las tres. Se la lleva el hombre de negro, Farid Leister.

Me levanto de la silla, tomo el bolso y emprendo el viaje hasta la salida caminando entre los pasillos que me llevan al estacionamiento. Escucho que alguien me sigue y apresuro el paso, por no decir que voy trotando. Pero me acorrala, el perfume amaderado me envuelve los sentidos cuando se prende de mis labios y me alza la pierna para que le envuelva con ella la cadera.

—Dime que es mentira —susurra comiéndome la boca.

Sus besos me fascinan, me calientan y me vuelven loca. Pero entonces lo recuerdo y sé que también a tocado a la otra.

—No lo es, querías sinceridad ahí la tienes, me acosté con él.

Gruñe, me muerde el labio inferior y aprieta la cintura. Me alza la mirada tomándome de la mandíbula y lo miro a los ojos que se transforman oscuros. Vuelve a besarme metiendo su mano bajo el vestido, me magrea el glúteo izquierdo a la vez que lo azota con fuerza seguramente acordándose de lo que  he dicho. 

—Te tocó y no fui yo.

—No vengas con estupideces Leister, que te follaste a ella y...

—Dime algo, ¿se vino adentro? ¿Lo hizo? 

El impacto de su pregunta me nubla la vista y recuerdo algo importante. Lo miro a los ojos, trago duro y me suelto de sus brazos.

—Tengo que irme —respondo soltándome.

—No ven aquí —me impide el paso halándome hacia él.

—¡Déjame en paz Leister, joder! Deja de ilusionarme y pensar que soy tuya porque no lo soy —recalco —, déjate de estupideces y actuar como imbécil, ¿O qué? ¿Crees que no me di cuenta de lo que hiciste en la subasta? ¿Crees que no sé que lo hiciste a propósito? 

—Eres fácil de descubrir, ¿lo sabías? Sé que fue en esa habitación donde follaste con él porque vi el rostro de Oliver cuando salió del hotel —responde, y yo trago duro.

Esbozo una sonrisa perversa.

—Y no sabes como lo disfruté —espeto —. Disfruté follar contigo, con Marcus y con Oliver, disfruto cuando alguien más me desea, alguien más que no seas tú.

—Cállate.

—¡No me callo! —exclamo.

Se me forma un nudo en la garganta, lo vuelvo a mirar a los ojos y me balanceo encima de él besando sus labios. Ya no se ni lo que digo y hago, los celos me están matando y las imágenes de él con esa mujer me están volviendo loca. Sus manos viajan a mis senos haciendo la tela del vestido a un lado, los libera llevándose los pezones a la boca chupando y deleitando su sabor. Mi mano frota el bulto que se le ha forma desde hace un rato y comienzo a sentirme ansiosa por desnudarme frente a él.

—Te odio —susurra en mis labios apoyando su frente con la mía.

—Me amas, sólo a mi me amas.

Lo empujo, observando después como su pecho y el mío sube y baja con frenesí.

—Pero no es nuestro momento Leister, no lo será si no aceptas lo que tienes frente a tus ojos.

—No puedo... no quiero perderte.

El pecho se me oprime.

—Entonces no eres para mí.

Me doy la media vuelta caminando al estacionamiento. Quiero llorar, siento los ojos humedecidos y en lo único que pienso es salir huyendo. Para cuando llego al coche de Oliver éste ya se encuentra en él y me subo. Sí, lo sé soy una maldita. Cierro la puerta y las lagrimas brotan por si solas. Oliver arranca el motor emprendiendo el viaje de regreso a casa. El recorrido en silencio no me agrada, pero es que siento pena por mi, por él... 

—Lo siento tanto Oliver —digo mirándolo por el reflejo de mi ventana. Después volteo hacia él.

Éste esboza una sonrisa sin dejar de mirar hacia el frente.

—Si te hace sentir mejor, déjame decirte que yo también te utilicé.

Enarco una ceja incrédula. 

—¿Que? ¿De que hablas? —pregunto riéndome. 

—Vale, sabes que soy de pocos amigos y... bueno, no se lo he contado a nadie pero hace tiempo conocí a alguien.

Me acomodo en el asiento escuchando lo que Oliver está por contarme, al final decidimos que me lo contará en mi apartamento. Para cuando llegamos caminamos al pasillo y Oliver se rehusa a adentrarse.

—No quiero que volvamos hacer algo de lo que nos arrepentiremos —dice y yo asiento.

—Bien, entonces déjame sacar una botella de tequila, frutos secos y los comemos aquí en el pasillo, ¿Te parece? —proclamo.

Oliver asiente, mientras yo tomo una botella y un bol con frutos secos. Me quito los tacones y me siento en el suelo recargando la espalda en la pared. Oliver se quita el saco y se recuesta en mis piernas, comenzando a contarme sobre la chica que ha estado rondando. 

—Tiene un nombre gracioso —dice —, se llama Francis, y su abuelo le ha dejado un bar que se encuentra a unas cuantas calles de aquí. Es un karaoke —comenta y sonrío al ver la forma en la que habla de ella.

Habla de ella como si la conociera de toda la vida, y en lugar de sentir celos me siento feliz por él. Al final me comenta que la ha visto en la gala y por eso su cambio de humor.

—¿Enserio la viste ahí? —le pregunto.

—Sí, además del bar, quiero pensar que trabaja aquí.

—¡Por Dios! ¿Te ha visto conmigo? —pregunto alarmada, y él asiente —. Pensará de todo y...

—Tranquila, si lo pensó y por eso me desaparecí un rato.

Niego riéndome, sobre todo porque parece que su relación con ella es una locura.

—Te mereces lo mejor del mundo, Oliver —respondo —. No te cierres al amor por mi culpa, ¿Vale? 

—Sólo somos amigos.

Me mira con sus bonitos ojos color azul oscuro.

—Eres una buena mujer Charlotte, te desvives por la persona que amas y... —suspira acomodándose frente a mi. Me toca de la mejilla acariciándola —Te conozco, y lamento tanto que nuestra relación no haya funcionado como nos hubiese gustado.

—Yo también lo lamento —le respondo.

—Sin embargo, mereces amor infinito, mereces a alguien que te lo sepa dar y sepa tu ritmo porque cuando amas lo haces de verdad.

—Gracias por decírmelo, creo que lo necesitaba saber de ti y no del resto.

—¿Por qué de mi? —me pregunta.

—Porque a ti fue a quien herí.

Sonríe de lado, besándome después los labios con delicadeza.

—Yo te he perdonado Charlotte.

—Y lo agradezco.

—Bueno, dejemos el sentimentalismo a un lado ¿Vale? —prosigue Oliver.

La noche pasa, y adentrándonos a la madrugada llega Izan haciéndonos caras raras al vernos juntos. Lo invitamos a hacernos compañía y éste decide recostarse también en el suelo del pasillo. Suspiro sintiéndome feliz, sintiéndome libre de un peso con el que no me había dado cuenta que cargaba encima después de engañar a Oliver, y ahora me queda claro algo, amo a Leister mucho más de lo que había insinuado, y si no es con él, no es con nadie más.

Capítulo largo, porque lo merecen mis Perversas L_L ♥

Sólo diré, que tendremos Cuba - Parte III ♥.♥ y la canción "Dile" de Don Omar.

Mis queridas Perversas, me ayudarían muchísimo que votarán al leer los capítulos :') Me gustaría que Perversos llegase a más lectoras. Recomienden ésta historia :') ♥

LES AMO !!!




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