Viejos enemigos

Buen día a todos corazones perversos.

He tenido una semana realmente ocupada y no iba a poder subir hoy, pero logré extender un poquito mi tiempo (acostarme a la 1 de la madrugada) para poder sacar este capítulo y no dejarlos sin martes de Jassy 😊😊😊

Lo único es que hoy solo habrá uno, pero como dicen: peor es nada. No habrá más porque no hay más y espero que comprendan eso.

Si logro sacar otro esta semana lo subiré, pero no prometo nada, como repito, he tenido unos días demasiados ocupados y seguirán así esta semana.

Disfruten este capítulo, nos leemos pronto 😘😘😘


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{Darius}

El tiempo pasaba volando, era una lástima que con él solo volaran las cosas buenas, pero las malas se estacaran y se convirtieran en un grano en el trasero que no te dejaba sentarte a gusto. Y estar parado todo el tiempo dolía mucho.

—¿Al fin se sabe el rostro de la parte demandante? —le pregunté a mi abogado.

El asunto con Karma me tenía demasiado estresado, sin embargo, el de Dasher iba mejorando y Celine estaba demostrando ser una buena aliada con ello, pues ella junto a su maestro me estaban ayudando mucho. Sus consejos resultaron ser los mejores y tener una relación con Laurel y a la vez que administrara mis negocios, servía para que los jueces viesen mi intención y buenos deseos de darle una vida cargada de amor a ese pequeño.

Lástima que con Karma todo fuese una jodedera aún, pero igual, no podía tener una vida perfecta.

—Se trata de una tía materna, su nombre es Charlotte Sellers y alega estar peleando por los derechos de su sobrino fallecido y la hija de este.

—Eso es una total mierda, ella solo lo hace por sus propios beneficios —bufé sabiendo de quién hablaba.

Charlotte fue amiga de mi madre en el pasado y fueron muy unidas por muchos años, pero siempre intuí que ella tuvo envidia de mi madre al desear todo lo que había obtenido con esfuerzo, tanto en el amor como en lo profesional. No obstante, solo yo era capaz de darme cuenta de que mi madre no era feliz y peor cuando Lucius la alejó de nosotros, aunque Charlotte jamás quiso ver eso y supe entonces que toda la vida fue una hipócrita.

Ella sola nos hizo ver a todos lo traicionera que era cuando en busca de una absurda venganza, entregó a Isabella a Lucius quien para ese entonces estaba empecinado con destruir a John —padre de Isabella— por según él haberle robado a su mujer. En aquel atraco, LuzBel terminó hiriendo a Charlotte, disparó contra ella cuatro veces, mas solo un disparo logró dañarla de verdad y fue el que recibió en la espalda, dejándola en silla de ruedas para toda la vida. Derek la protegió y ocultó y no supimos de su paradero hasta el día que una demanda llegó a mi oficina reclamando los derechos sobre Karma, club que estaba en mi poder por ser el único hijo legítimo y vivo de Lucius Mierda Black.

—No te estreses más por eso, hombre. Te aseguro que tus derechos están por encima de los de ella —aseguró Nolan, viejo amigo y abogado al que busqué en última instancia para que me ayudara con eso.

Estábamos en Vértigo y aproveché a reunirme con él antes de que el club se abriera. Seguimos hablando un rato más hasta que su hora de irse llegó y antes de despedirnos fuimos interrumpidos por una hermosa pelinegra de sonrisa encantadora.

—Lo siento, creí estabas solo —se disculpó y negué, le hice una seña con la mano para que entrara.

—No te preocupes, cariño, Nolan ya se iba. Ven, te lo presento —dije, pero ante la mención del nombre la vi un tanto sorprendida y se fijó mejor en él.

Nolan hizo lo mismo y ambos se observaron un tanto estupefactos.

—¿Laurel Stone? —preguntó él y ella sonrió entre asustada divertida.

Una rara combinación, por cierto.

—Nolan McAdams —dedujo ella y admito que no fue del todo de mi agrado—, pero mira qué pequeño es el mundo —repuso con asombro.

—Bueno, al menos me ahorraron la presentación —me entrometí cogiendo a mi chica de la cintura al percatarme de la mirada que Nolan le dio—. Veo que ya conoces a mi novia —señalé lo obvio.

—Sí, nos conocimos en el pasado —comentó él.

—Era el mejor amigo del hermano de Edward —explicó Laurel de inmediato, enfatizando con mucho ímpetu a su amigo, sin embargo, no sabía si sentirme tranquilo o peor.

Dejé de lado las dudas y luego de que Nolan se fue, evité hacerle preguntas a Laurel acerca de su pasado porque sabía que con la falta de filtro que esa mujer tenía en la boca, tal vez dichas respuestas no iban a agradarme y me concentré en comentarle que Nolan era el abogado que se haría cargo del caso con Karma. Ambos tanteábamos el terreno a veces y vi en su mirada las intenciones que tuvo de hablar de algo, pero se retractó a último momento. No la culpaba ni señalaba porque en cuestiones de acostones, los dos teníamos buenas anécdotas, mismas que nos iban a incomodar al sacarlas a la luz, aunque ciertas cosas no hubiesen sucedido cuando ya estábamos juntos.

—Olek ha pedido verme, quiere hablar acerca de los descubrimientos que ha tenido con la cuestión de mis padres y me tomé el atrevimiento de pedirle que viniese aquí para que lo hagamos —Mi mente no tomó a bien la última palabra y mi cambio ante la mención de ese imbécil fue notoria—. Si te molesta puedo llamarlo y pedirle que nos veamos en otro lugar.

—No —solté de inmediato—. Prefiero que lo hagas aquí —Me miró un tanto molesta por el tono que utilicé.

—Gracias, cariño. Aunque tampoco estaba pidiendo tu consentimiento para verme con él y ya sea que lo haga aquí o en otro lugar, mis razones para vernos son para hablar —puntualizó con demasiada ironía.

—Yo tampoco te pido que hablen aquí porque te quiero vigilar —señalé, pero tal cosa no me la creía ni yo.

—Si cada vez que mintieras te creciera la polla, te juro que sería feliz de que lo hicieras —soltó con descaro y mis ojos se ensancharon—. Pero no pasa eso y mientes muy mal, cosa que me enfada que hagas así que, evítalo.

—¿Estás inconforme con el tamaño de mi polla? —cuestioné un tanto herido y soltó una carcajada.

Encima se burlaba.

—En serio trato de enojarme contigo, pero cuando me sales con preguntas como esas es imposible —aseguró y envolvió sus brazos en mi cuello, mas yo no estaba feliz.

—¿Quieres una polla más grande? —pregunté serio, mordió su labio para no reír más y me miró a los ojos.

—Solo fue un decir por tu mala mentira, sabes que tu pene es perfecto para mí —aseguró y así como ella no se podía enfadar, yo tampoco podía cuando aclaraba esas cosas y encima acariciaba mi entrepierna haciéndola crecer en cuestión de segundos

—¿Te demuestro cuan perfecto es para mí? —me provocó con su boca a milímetros de la mía y luego sacó la punta de la lengua para lamer mis labios. Gruñí cuando su mano se coló dentro de mi pantalón.

Esa mujer me iba a convertir en un obseso si seguía así.

—¡Ey! Déjame algo, cariño.

¡Joder!

Ambos nos separamos cuando aquella maldita voz llegó a nuestros oídos. ¿Por qué ese pelinegro tenía que ser tan inoportuno? ¿Por qué llegar justo en ese momento? ¡Mierda! Sabía por qué estaba ahí, la dichosa cena con él había llegado y lo olvidé.

—¡Joder, Ed! Tenías que aparecer hoy —reprochó Laurel y él solo se encogió de hombros despreocupado.

—Vengo por mi chico —avisó y lo miré con ganas de estrangularlo.

—Dame un minuto al menos para despedirme de mi novia —hablé molesto, él asintió, me guiñó un ojo y se fue advirtiendo que no tardara.

Habíamos hablado días atrás, bueno, él me llamó para recordarme que tenía una promesa que cumplir y no quería que la siguiera posponiendo —porque sí, estuve haciendo eso—. Quedamos de ir a cenar esa noche y, aunque confiaba en Laurel odiaba tener que irme y no estar cerca para cuando llegara Olek; era algo inmaduro de mi parte y lo sabía, sin embargo, tendía a comportarme así cuando de esa mujer se trataba.

— Odio que le hayas prometido esa cena —bufó ella recargándose sobre el escritorio.

—Pues sí, pero si cierta chica no se hubiese alejado de mí, no tendría que haber recurrido a colarme en su habitación rogando a su amigo gay para que me dejara pasar —le recordé y cruzó los brazos, llegué a pensar que haría un puchero cual niña encaprichada, mas se contuvo.

Me acerqué a ella, cogí su rostro y di un casto beso en su boca.

—Cuida muy bien dónde pones tu...

—¡Ey! No me gustan los hombres, amo esto —la corté y ya que estaba con las piernas entreabiertas y su vestido tenía vuelo, metí la mano por debajo de él y toqué su coño. Gimió en respuesta y me deleité con ese sonido— ¿Me crees? —pregunté sin dejar de acariciarla y agarró mis brazos buscando un apoyo.

—Si lo hago... ¡Oh, Dios! D-dejarás d-de t-tocarme —se quejó entre jadeos y me reí por ello.

Sin importarme lo que Edward dijera luego, fui rápido hasta la puerta y la cerré con seguro.

Tenía que demostrarle a esa mujer cuánto disfrutaba de ella y qué tan feliz la podía hacer mi polla sin necesidad de que creciera más con mis absurdas mentiras, así que la tumbé sobre el escritorio y arranqué sus bragas, en segundos estuve con mi rostro enterrado en el sur de su cuerpo, devorando mi verdadero plato fuerte antes de irme a la cena con Edward.

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En todo el camino hacia el restaurante elegido por Ed, una sonrisa idiota me acompañó y hasta pasé de todos los comentarios con doble sentido que el tipo hacía; no negaba que era gracioso y si no hubiese sido tan atrevido, quizá hasta buenos amigos habríamos sido; pero prudencia era una palabra que no estaba en su vocabulario. Cenamos en un ambiente muy tranquilo, no me avergonzaba de estar ahí con él porque que fuera gay no era motivo de vergüenza para mí, al contrario, admiraba el valor que personas como Ed tenían para enfrentarse a un mundo en el que amar a personas de tu mismo sexo seguía siendo un tabú y por lo mismo a veces eran el blanco perfecto de burlas.

Conversamos acerca de su amistad con Laurel y, aunque ya sabía lo que había pasado entre ellos, me di cuenta de que ambos eran como hermanos y se cuidaban la espalda muy bien, pues en ningún momento soltó ninguna de las fechorías que de seguro le atestiguó a su amiga.

—La haces muy feliz, no te imaginas en la nube que ha vivido desde que es tu novia —dijo y sonreí, yo también estaba en una especie de nube desde que estábamos juntos.

Seguimos hablando de todo un poco y hasta me ayudó a olvidarme de que Olek estaría con mi chica; cuando la hora de irnos llegó, me pidió que lo pasara a dejar a su apartamento avisando que luego iría por su coche al club, que fue donde lo dejó. Y cuando le pregunté la razón, me arrepentí y juré no volver a hacerles preguntas en las que intuyera que su respuesta sería con doble sentido.

—Quiero imaginar que me estás pretendiendo, que llegas a dejarme a mi apartamento y al final te mueres por besarme.

Negué y bufé por su respuesta y opté por quedarme callado. Y continué así hasta que llegamos a su destino.

—Ni beso ni abrazo y ni siquiera un apretón de mano te daré. Tú en serio eres como una loca obsesionada —le dije al llegar frente a su condominio y se rio a carcajadas.

—Te pones rojito siempre que te digo cosas como esas —señaló divertido.

—Imbécil —espeté.

Me fui directo hasta Vértigo, pero antes le envié un mensaje a Laurel para avisarle que llegaría por ella y la convencí de que se quedara conmigo esa noche, algo que aceptó de inmediato. Cuando ya estaba ahí y antes de entrar al club vi a Celine salir como alma en pena y llorando a mares.

—¿Qué te pasa? —le pregunté, se veía muy mal.

—E-es mi madre, a-acaba de tener un accidente... ¡Dios! Está grave —logró explicar entre sollozos.

—Dime en qué hospital está y sube al coche, no puedes manejar así y terminar accidentándote también señalé.

Asintió dudosa, pero hizo lo que le pedí. Marshall estaba de guardia y le pedí que avisara a Laurel lo que sucedía, ya luego le llamaría para explicarle.

Celine estaba inconsolable y se limitaba a llorar en silencio por lo que le estaba pasando, tuve el atrevimiento de tomarla de la mano para mostrarle mi apoyo y me apretó con fuerza al aceptarlo. No tenía idea de lo que pasaba por su cabeza, pero sí podía imaginar el dolor que sentía al saber a su madre tan mal; yo vi morir a la mía, no pude hacer nada para defenderla y aquella culpa me perseguiría para toda la vida.

Amelia estaba comenzando a recaer, lo noté por la euforia que sentía. Días atrás me había enterado de que estaba saliendo con LuzBel y supe que aquella relación no terminaría en nada bueno, pero el hijo de puta hacía un buen efecto en ella y tuve esperanzas.

Había estado extraña en los últimos días y planeó un viaje a California poniendo excusas estúpidas; a última hora me enteré de que se vería con mi madre y lo supe porque Lucius la descubrió y vio su oportunidad para cazarla, intenté llamarla infinidad de veces para ponerla en sobre aviso, mas nunca respondió. Salí entonces para California en aquel momento, rogando por llegar a tiempo y gracias al localizador que Amelia tenía puesto en un brazalete que le regalé, pude encontrarla, pero cuando llegué al lugar desierto que el dispositivo me indicaba vi salir a Lucius con una sonrisa victoriosa, Derek estaba a su lado luciendo igual y tras de ellos, varios hombres se encargaban de sacar a Amelia que estaba hecha una fiera y gritaba hasta el cansancio «Mamá».

En cuanto todos se fueron corrí hasta aquel edificio abandonado y me asusté cuando escuché unos sonidos lastimeros, llegué hasta donde procedían y mi corazón se quebró en miles de pedazos. Ahí entre un lago de sangre, una hermosa mujer semidesnuda yacía luchando por mantenerse despierta y entendí los gritos de Amelia; mi madre, la mujer que a pesar de sus errores me amó, la misma que, aunque no me parió, me aceptó como propio.

—¡Mamá! —grité desabrido, asustado y corrí hasta ella— Mamita, mamita, mamita —repetí sin parar de llorar y la tomé entre mis brazos. Cubrí sus pechos desnudos y su entrepierna con la ropa destrozada que tenía y noté las cuchilladas en su abdomen.

—A-am-mor —logró decir dejando escapar demasiada sangre de su boca y alzó una mano temblorosa para acariciar mi rostro. Sus ojos se llenaron de lágrimas y logré verla a pesar de las mías; estaba sufriendo de mucho dolor y se le notaba en el rostro.

—Pediré ayuda, mamá. Estarás bien —aseguré afligido y ella solo sonrió.

—M-me lo mere-cía —logré entender que dijo y quise reprenderla.

Ella se consideraba una mala madre por haber huido y dejarnos, yo creía que solo luchó por sobrevivir creyendo que lejos de Lucius le sería más fácil recuperarnos.

—No digas eso, mamita por favor. Tú me diste lo que mi propia madre me negó —le recordé y lloró con más intensidad.

No la dejé hablar más y le llamé a John, ella me había dado su número antes y le avisé desesperado lo que sucedía. La abracé con fuerzas rogando porque llegaran pronto y temiendo moverla por su estado tan delicado, tosió y tembló por el dolor que sentía y me sentí impotente por no poder hacer nada.

—Cuida... de... tu h-hermana, p-por... favor —suplicó.

—No te esfuerces, mamá. No hables, te prometo que siempre cuidaré de ella —dije y me miró agradecida. Sentía que estaba pasando mucho tiempo cuando en realidad solo había pasado un minuto.

—Te amo —logró decir con claridad y me miró sin dejar de hacerlo.

—Y yo a ti —afirmé.

No dejó de verme en ningún momento y comencé a asustarme cuando no la sentí respirar, John entró en ese instante y corrió al verme con su mujer entre mis brazos.

—¡Leah! ¡Amor! —la llamó tomándola entre sus brazos, unos paramédicos iban tras él.

Mamá no respondía, nos veía, pero ya no había vida en aquella mirada.

Dos minutos tardó John en llegar con una ambulancia y mi madre no logró verlo, no pudo esperarlo.

—Me muero si le pasa algo grave —Celine me sacó de aquel recuerdo y se lo agradecí.

—Estará bien —la animé sin soltarla.

Llegamos al hospital y nos fuimos directo a recepción, la enfermera nos indicó que la madre de Celine estaba en el quirófano y cuando nos dirigimos allí encontramos a su padre y hermano muy angustiados. Ellos le informaron lo que había ocurrido con su madre y ya que Celine no estaba para eso, me presenté solo y la chica a mi lado sonrió con pena; el médico a cargo de la señora Sandell salió rato después y era lamentable que las noticias no fueran tan buenas.

La señora necesitaba una transfusión de sangre con urgencia, el problema era que su grupo sanguíneo estaba en el rango de los escasos y para poder sacar el líquido del banco que los hospitales poseían, tenía que esperar turno puesto que, al ser rara, también la convertía en solicitada. Tener que meter a una mujer a punto de morir en una lista de espera era inaudito, pero el médico explicó que eran reglas de todos los hospitales; Celine se aterró aún más al escuchar aquello y me sentí impotente al no poder ayudarla.

—¿Qué tipo de sangre es? —me atreví a preguntar.

Me había mantenido al margen porque no era parte de su familia. El doctor pidió permiso a la familia para responder y ellos se lo concedieron.

—B negativo —dijo y supe que iba a poder ayudar.

Soy B negativo y puedo donar esa sangre para ella —aseguré y la familia me miró casi como si fuera su salvador.

Con un donador directo no tenían por qué esperar, así que en seguida me llevaron a un laboratorio y me prepararon para aquella transfusión; la enfermera hizo algunas preguntas un tanto incómodas, pero comprendí que eran por seguridad. Mi récord médico estaba en la base de datos del país, así como la de todos los ciudadanos, por lo mismo le fue fácil averiguar que me encontraba sano y apto para la donación. Asimismo, se me dieron algunas indicaciones a tomar porque me extraerían un poco más de lo normal y salí del laboratorio con un pase directo a farmacia donde me darían un dote completo de vitaminas.

La familia Sandell no paraba de agradecerme en cuanto me vieron llegar y tomé asiento al lado de Celine al sentirme un poco mareado.

—Te has ganado el cielo, Darius. No me alcanzará la vida para agradecerte esto —aseguró la chica y me abrazó con fuerzas. Devolví el gesto y se quedó unos minutos recostada entre mis brazos.

—No me debo entrometer en nada de tu vida o familia, pero me causa curiosidad que tu madre los tenga a ustedes dos y que ninguno sea de su tipo de sangre; sé que eso es peligroso para las mujeres en embarazo o los bebés —comenté y se separó un poco de mí.

—Kurt es hijo solo de papá explicó refiriéndose a su hermano—, pero mamá lo ha criado como suyo y tienes razón en lo que dijiste. Ella tuvo muchos problemas cuando estuvo embarazada de mí, gracias a Dios estuvo en un control estricto durante su embarazo y por lo mismo lograron traerme al mundo y que tanto ella como yo estuviésemos a salvo.

Estuvimos hablando un rato más y supe muchas cosas acerca de su familia, el tiempo pasó y Celine terminó dormida entre mi costado y brazo derecho; el cansancio era notorio en ella, pero se negó a irse del lugar y dejar sola a su madre. Me quedé porque de cierta manera sentí que era lo correcto y porque hacerlo me ayudó a liberar un poco de la culpa que cargaba por no haber hecho nada por mi madre. Mi móvil vibró avisándome de una videollamada y respondí de inmediato al ver que se trataba de Laurel.

—¡Hola, amor! —la saludé avergonzado por no haberle llamado antes, pero con todo lo que había pasado sabía que me iba a comprender.

—¿Interrumpo algo? —cuestionó al ver a Celine a mi lado.

—Nunca, estaba cansada y se quedó dormida —comenté— ¿Te dijo Marshall lo que sucedió?

Sí e intuyendo que no volverías pronto me vine al apartamento. Creí que me llamarías, pero ahora comprendo que estabas ocupado para hacerlo —Su voz fue serena y demasiado tranquila, pero creí que eso no fue dicho como comentario.

Celine se removió sin despertarse y creo que me puse más rojo que con los comentarios de Edward cuando la chica me abrazó como si fuese un oso de peluche y Laurel lo presenció.

Tengo mucho sueño, así que te dejo. Dile a Celine que espero que su madre se mejore.

—¿Amor? —la llamé al creer que me cortaría la llamada. Me miró con una enorme sonrisa dándome a entender que no estaba molesta.

No pasa nada, cariño. Solo estoy muy cansada —aseguró y me sentí más tranquilo.

Creo que le había dejado más que claro que Celine era solo una amiga porque desde el primer día que comenzó a trabajar para mí, ya no la miraba con ganas de asesinarla o me hacía creer que tenía celos de ella.

—¿Paso por ti en un rato y desayunamos? ofrecí viendo que eran las tres de la madrugada.

Si quieres te aviso y tal vez almorzamos juntos, he quedado de desayunar con Olek y me acompañará a ver unos locales —informó y el corazón se me aceleró muy feo. Estuve a punto de decir algo, pero no me lo permitió—. Te llamo cuando ya no esté con él, besos — me cortó.

¿Me cortó? ¡Joder!

No me dejó decir nada, solo dijo lo que tenía que hacer, se negó a mi invitación y encima por irse con Olek. La rabia me embargó al saber que no solo se vieron en el club sino que también desayunarían juntos, pero.... ¿Qué mierda iba decirle? Cuando segundos antes me llamó mientras yo tenía otra chica en brazos.

¡Mierda! Eso no me hacía ni puta gracia.

Celine solo era una amiga, Olek en cambió fue su primer amor y ahí había una enorme diferencia.

Laurel iba a tener que oírme.


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