Vida Loca
¡Feliz Cumpleaños! yeyi0607 y sheccid_garcia Dios las bendiga y les regale muchos años mas de vida. Les dedico este capítulo como regalo.
Dedicado también para todos ustedes mis perversas y perversos bellos, gracias por el apoyo que me están dando. Para los que tienen twitter, les cuento que me abierto una cuenta, así que si desean seguirme, me encontrarán como @JassyBook ahí daré avisos acerca de todas mis obras.
Por el momento sigo un tanto ocupada, así que, nos continuaremos leyendo los martes, pronto podré escribir mas aquí y darles mas capítulos a la semana, como siempre espero su comprensión y gracias desde ya.
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{Laurel}
Tiempo pasado...
Un año después desde el día que decidí comerme a mi mejor amigo —sin cubiertos— todo cambió para mí. Mi vida, aunque mejorada seguía oscura y aprendí a disfrutarla. Mis padres estaban a punto del colapso nervioso luego de que sus amistades importantes comenzaron a correr la voz de que la pequeña de los Stone llevaba una vida loca y hasta dejaron de darme dinero para evitar que me siguiera descarrilando.
Para mala suerte de ellos, tenía amigos que se encargaban de contribuir con lo necesario para la caída de la imagen perfecta de mis padres y su castigo por haberme dañado como lo hicieron en el pasado se estaba alargando.
—¡Feliz cumpleaños! —gritaron todos al unísono cuando entré al apartamento de LuzBel.
Mi amigo contaba con su propio espacio, había sido el regalo de sus padres para su cumpleaños diecinueve, para los dieciocho le regalaron un club... ¡Puf! Vaya que ese cabrón tenía suerte. Por supuesto que seguía con sus reglas y solo por mi día especial quebrantó de momento una y era la de no meter a nadie en su apartamento.
Dylan Myers, Connor Phillips y Jacob Fisher también se habían unido a mi fiesta, los tíos eran más amigos de LuzBel que míos y de ellos me llevaba mejor con Connor, pues intenté acostarme con él por una apuesta que hice con LuzBel, pero el bonito chico se negó porque sabía que de vez en cuando me iba a la cama con su amigo, ya que sí, mis acostones con LuzBel siguieron, no obstante, mantuve mi promesa y me ayudaba el que no deseara más que sexo ocasional con él.
Todos los presentes en esa pequeña fiesta me felicitaron y abrazaron, deseando muchas cosas buenas para mi vida, lo malo es que yo era inmune a las cosas buenas y me pasaban casi solo malas, igual agradecí aquellos deseos, los sinceros y otros hipócritas, eso lo tenía muy claro y la misma vida me enseñó a reconocer la hipocresía y me obligó a dejar cierta estupidez. Cuando la fiesta se fue poniendo más intensa y algunas parejas intentaban buscar un lugar alejado para tener sexo, LuzBel se encargó de ponernos de patitas en la calle, sin embargo, nos ofreció algo mejor y nos llevó a su club luego de hacer algunos arreglos para que nos dejasen entrar sin tener problemas legales.
Ser menor de veintiún años no tenía ni puta gracia si no contabas con amigos que manejaban cierto poder en la sociedad.
La fiesta ahí se puso mejor, aunque yo necesitaba algo más, así que sin que nadie me siguiera me fui hasta los baños y de mi bolso saqué a mi amada y pequeña jeringa con la dosis justa para hacer de mi vida un paraíso; mis brazos dolían de tantas veces que los usé, así que opté por picharme entre medio de los dedos. Estaba consciente de lo mal que iba con eso, pero aquello era lo único que me hacía olvidar el infierno en el cual vivía; trataba de controlarme frente a los demás para que no sospecharan de mi adicción, sobre todo me cuidaba de LuzBel luego del ultimátum que me dio y tras enterarme de que mi nuevo proveedor había desaparecido pues sospechaba que él tuvo mucho que ver en eso.
Comprobé que sí cumplía sus promesas y solo cruzaba los dedos para que el chico viviera aún.
Cuando la verdadera felicidad para mí me invadió, volví al club y seguí disfrutando de la fiesta, admiré la felicidad de muchos de los que ahí estaban y envidié que la de ellos fuese natural y no provocada por estupefacientes como lo era la mía, aun así, disfruté de mi noche y me concentré en todos los chicos guapos que nos rodeaban para escoger a mi nueva conquista.
—¿Eligiendo a tu nueva víctima? —preguntó LuzBel, dejando atrás a la chica que había tenido en su regazo y me reí un tanto inocente.
—Tal vez —respondí elocuente— ¿Recuerdas las perlas que vimos aquel día en la web? —cuestioné, dándole forma a una idea que llegó a mi cabeza luego de haber visto aquello.
—Las que se incrustan en el pene para dar placer, claro que las recuerdo —afirmó y sonreí.
—¿No quisieras ponértelas tú? Tengo curiosidad de saber cómo se sienten —dije y rio divertido.
—Estás loca si crees que usaré esas mierdas, ve y convence a otro —aconsejó divertido.
—¿Qué tal si apostamos? —propuse antes de que se marchara— El que bese a menos personas hoy usará algo en su sexo, tú las perlas o yo un piercing —dije sabiendo su negativa a los besos.
—Por qué no mejor el que folle menos —alegó y en ese momento fui yo la que me reí.
—Es ley que las mujeres tenemos más aguante a la hora de follar, amigo mío y lo sabes. Te la estoy poniendo fácil con los besos, ¿o eres tan cobarde que no puedes hacer ni eso? Porque si es así, entonces me decepcionaré de la gran reputación del poderoso LuzBel —lo reté sabiendo que había dado justo en su ego.
—El que bese menos pierde —aceptó y aplaudí complacida.
LuzBel odiaba besar a cualquier chica, el muy engreído decía que su boca no la podía proteger al besar, en cambio su polla sí al follar; era por eso por lo que dejaba los besos de lado, aunque me demostró que sí sabía hacerlo solo porque lo jodí y me burlé de él diciéndole que no podía. Claro que sabía besar, era perfecto haciéndolo, aunque solo pude besarlo una vez, pues el imbécil dijo que no volvería a pasar porque no tenía idea de en cuantas pollas había puesto mi boca.
Era un hijo de puta. Y yo no se la chupaba a nadie, era una regla mía.
Pero igual, amaba a ese hijo de puta casi como el hermano que nunca tuve, ya que obviamente no iba a amarlo completamente como hermano porque si eso pasaba, ya no iba a poder comérmelo.
Yo era más liberal y despreocupada que él, así que besaba a cuanto chico se me antojaba, busqué a Connor y le pedí de favor de que nos observara y llevase el conteo de nuestra apuesta, era un tipo sincero así que, aunque LuzBel era más su amigo confié en que no iba a joderme. Al final de la noche besé a diez papacitos y LuzBel a duras penas besó a dos chicas, se dio por vencido al aceptar que no era de los que besaban solo por besar.
—Te enviaré los datos de una clínica excelente y para la próxima semana, espero salir de mi curiosidad y saber cómo se sienten esas dichosas perlas —dije victoriosa y él solo me fulminó con la mirada.
—Hija de puta —bufó y reí.
—La reina de ellas —afirmé y me entré a casa luego de que él me diera un aventón hasta ahí.
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—Te amo, mi pequeña escurridiza —susurró en mi oído y me abrazó con fuerzas. Ambos estábamos en su cama como cada tarde desde que decidimos dar el siguiente paso en nuestra relación; estaba a mi espalda y besaba el hueco entre mi cuello y hombro, haciendo que mi piel se volviera chinita.
—Nunca dejes de hacerlo por favor —musité—, me has enseñado a amar y cómo se siente ser amada —le recordé, me giré para que quedáramos frente a frente y nos besamos con muchísimo amor, ese del que tanto alardeábamos.
Fuimos interrumpidos por una risa burlona que retumbaba en la habitación hasta el punto de dañar nuestros oídos y ponernos pesado el humor; me recliné hasta quedar sentada, Olek hizo lo mismo a mi lado y ambos miramos a Andrew, estaba en el umbral de la puerta y no paraba de reír.
—Dile la verdad, Olek —le exigió, vi a mi chico ponerse muy nervioso y negó—. Dile que solo la usas como pantalla y que me amas a mi —Mis ojos casi se salieron de sus orbitas al escuchar y procesar lo que dijo, miré a Olek esperando a que desmintiera lo que aquel estúpido decía, mas no lo hizo y simplemente bajó su mirada.
—¡Olek! Habla —supliqué.
—Lo siento —susurró y mi corazón se rompió.
Justo cuando comencé a negar y estaba a punto de llorar el ambiente cambió y me vi en la misma posición, aunque viendo y oyendo con terror cómo un bebé lloraba desde su cuna en mi habitación. Mi madre y Olek estaban viéndolo y se reían cruelmente de aquel pedacito de cielo que suplicaba por ser atendido.
—¡Nooo! —grité cuando vi a Olek cogerlo de sus piecitos y a mi madre con un cuchillo en su mano.
¡Oh Dios!
Desperté sudando y jadeando, aterrada y con unas ganas inmensas de llorar; una vez más ese maldito sueño me jodía la noche.
Pasó mucho tiempo desde que todo aquello sucedió y esa pesadilla me atormentaba cada día de mi vida. Busqué con locura una jeringa, sin embargo, cuando quise encontrar un poco de mi felicidad no la hallé. Se me había terminado y mi último vendedor estaba desaparecido; ya tenía seis días sin meterme nada en el organismo y el temblor en mi cuerpo era un signo claro, me estaba comenzando a desesperar mucho. Necesitaba con todas mis fuerzas un poco de aquel polvo blanco o al menos de un porro de marihuana y no tenía nada.
Estaba intentando dejar mi adicción por la promesa que le hice a LuzBel, pero justo en esos momentos me vi tentada a romperla una vez más. Había voces en mi cabeza que me pedían un poco de aquel alivio y sin pensarlo más salí de mi casa en plena madrugada y usando solo pijama. Tomé mi auto y lo conduje hasta el lugar en donde sabía que encontraría mi felicidad; era un barrio peligroso, lo sabía, mas no me importaba. Creo que los tipos de ahí no dormían, se la vivían bebiendo y drogándose y estuve tentada a quedarme con ellos, supongo que aún existía una pizca de dignidad en mí y por lo mismo no tomé aquella magnífica decisión.
—¿Se te perdió algo, linda? —preguntó un chico con el pantalón casi hasta las rodillas y mostrando su ropa interior, cuando me estacioné frente a la que creí que era su casa. Era increíble que pudiese caminar así, bueno, aunque caminaba más abierto que una equis.
—Lo que a todos se nos pierde por estos rumbos —respondí, mi necesidad me hacía perder hasta el miedo.
—¿Traes dinero? —siguió con su cuestionamiento— ¿Eres policía? —Rodé los ojos fastidiada.
—¡Ya! Mueve tu culo si es que tu pantalón te deja y dame cien dólares de la mejor —le exigí. Lejos de molestarlo como se creería con personas como él, creo que hasta le causó gracia mi respuesta.
Caminó hasta mí agarrándose el pantalón de la cinturilla y bufé a la vez que negué al verlo. Sacó de su bolsillo dos pequeñas bolsas con polvo blanco y me las entregó.
—Tu lechita en polvo, cariño, de la mejor que podrás encontrar por estos rumbos —fanfarroneó, saqué el dinero de mi bolso y le extendí veinte dólares más— Vaya, que buena eres al darme propina —exclamó, me reí con burla, tomé lo que me daba y encendí el auto.
—No es propina, es para que te compres un cinturón, unos tirantes u otro pantalón de tu talla —solté y aceleré saliendo de aquel lugar a un límite prohibido.
Era cierto que muchas veces el filtro en mi lengua se perdía y no era estúpida, hablarle así a un tipo como ese no era muy inteligente así que lo más sano era irme pronto de ahí.
Mi necesidad era demasiada y guiada por la idiotez que me había embargado, me estacioné en una carretera un poco sola y me miré en el espejo retrovisor del auto, mis ojeras estaban bien marcadas y la taquicardia que tenía se notaba en mis manos, me bebí la quinta botella de agua en esa madrugada y saqué todo lo que necesitaría de la guantera para suministrarme pronto lo que tanto me urgía. Cuando tuve todo listo me palpé las venas en el interior del brazo y de nuevo las malditas se negaron a aparecer, así que, aunque me dolería un poco más decidí picharme en medio de los dedos. Un torrente de adrenalina me recorrió las venas en seguida; todos mis sentidos se activaron, mi respirar fue más fácil, era aún de noche y mi mundo se llenó de colores a pesar de todo, esa era yo, esa era la felicidad que tanto necesitaba.
Mis ganas de divertirme llegaron y busqué un club cercano, faltaba poco para que cerraran, estaba en pijamas y con pantuflas, pero feliz y cómoda. En la entrada del club quisieron detenerme y no se los permití, me fui a la barra y pedí un trago, me lo negaron por ser menor de veintiún años, tal cosa me molestó así que me fui detrás de la barra y me lo serví por mí misma. Todos estaban protestando, yo estaba siendo la mujer más feliz del mundo y nada ni nadie me lo iba a joder; llegué a la pista y comencé a bailar, un tipo se me acercó con una sonrisa idiota y comenzó a moverse frente a mí.
—¡Vete! Quiero bailar sola —le grité para que me escuchara por encima de la música, sonrió aún más y sacó la punta de su lengua para que viese la píldora que tenía.
Mi atención fue total hacia él en ese instante, sabía lo que estaba en su lengua y lo quería.
—Toda tuya si me besas y bailas para mí —aseguró. No hubo necesidad que dijese algo más, me fui sobre él y lo besé hasta sentir aquella cosa en mi boca, la tragué con un poco de mi bebida y sonreí victoriosa.
Más felicidad llegó a mí, ya no sabía ni lo que hacía, solo me dejé guiar por aquel chico, tanto, que no omití ningún quejido cuando me llevó hasta el baño y comenzó a desnudarme.
—No, no lo hagas —repetí una y otra vez mientras me besaba, mas no se detuvo y yo no podía poner resistencia, me pesaba demasiado el cuerpo y mi visión se había vuelto borrosa—. Por favor, no quiero —quise suplicar.
No lo detuve, siguió besándome y desnudándome hasta que perdí el conocimiento y me perdí en mi oscuridad. Sabía que algo muy malo iba a ocurrirme y no pude evitarlo, es más, aquello era algo que yo misma me busqué y lo aceptaba.
Caí demasiado bajo y no pude levantarme.
(****)
Desperté de nuevo con un molesto bip cerca de mi oído, la situación me hizo tener malos recuerdos, el olor a desinfectante, alcohol y la luz demasiado blanca no me ayudaba, me dolía la cabeza y cuando los recuerdos borrosos de mis horas pasadas, o quizás días, llegaron el terror me invadió. Abrí los ojos de inmediato y me topé con una mirada más fría que el hielo... ¡Mierda! A pesar de mi terror deseé no haberlos abierto nunca, no si hubiese sabido que aquel chico iba a estar ahí.
—Al fin despiertas —Noté un ápice de alivio en su voz al decir aquello, aunque su frialdad no se iba.
—¿Dónde estoy? —le pregunté, aunque lo deduje al ver el catéter incrustado en el dorso de mi mano, el suero que me suministraban y los monitores conectados a mi pecho.
—¿En el cielo? No, estúpida —escupió y no supe qué me dolió más, si su palabra ofensiva o la forma en que lo dijo—. Sigues en tu infierno y seguirás aquí un rato más a no ser que quieras que ahora mismo te dé lo que tanto deseas, por lo que eres capaz de ser la mujer más idiota del mundo y te mande directo a un infierno de verdad —soltó mostrándome una jeringa repleta de droga, una dosis justa para matarme en segundos.
Estaba siendo demasiado cruel conmigo, pero no podía juzgarlo. LuzBel me había pedido miles de veces que dejara la droga, lo hizo siendo el mejor amigo que era y hablándome con amabilidad, una que no tenía con nadie, sin embargo, no hice caso a sus palabras amables y seguí en mi mundo de mierda.
—Lo siento —fue lo único que fui capaz de decir y se rio de mí sin una pizca de gracia.
—Estoy aburrido de escuchar esa puta palabra, si no lo sientes no lo digas —exigió—. Si no sientes ni una mierda no seas hipócrita, Laurel y mejor quédate callada, pero ya basta de decir esa palabra de mierda de la cual no conoces el significado.
—¡Ya! ¡Por favor! No seas tan cruel —supliqué—. Me violaron LuzBel y, aunque sé que me lo busqué me siento rota —confesé dejando salir mis lágrimas y con ellas el terror.
LuzBel no se inmutó por lo que dije y hasta pensé que no le importó, me sentí lastimada, pero como él mismo había dicho, no era hipócrita y no diría algo que no sentía.
Por mi estupidez estaba perdiendo a mi mejor amigo.
—No te violaron, tonta —confesó y quise llorar más, pero de felicidad a pesar de que no entendí por qué lo decía—. Llegaste a un club que fue adquirido hace poco por mi padre, uno de los guardaespaldas te reconoció como mi amiga y lo llamaron para informarle lo que sucedía —El alivio comenzó a llegar a mí al escucharlo—. Por eso no te sacaron del lugar, por esa razón no llamaron a la policía, aunque tampoco podían estar encima de ti y más en el nivel de estupidez en el que te encontrabas, por lo mismo ese maldito llegó a ti, sin embargo, llegué justo a tiempo, justo cuando comenzaba a quitar tu estúpido pantalón de conejitos y logré detenerlo. Te trajimos al hospital porque un rato más y te mueres de una sobredosis —Me convertí en un mar de lágrimas mientras lo oía.
Estaba agradecida con él, de nuevo me había salvado.
—Gracias —logré decir y lo tomé de la mano para acercarlo a mí—. Te juro que no lo volveré a hacer —prometí convencida y negó.
—Ya no creo más en esa promesa tuya —declaró y me sentí peor—. No puedes cumplirlo porque no aceptas que eres una adicta y ya me cansé de cuidar tu culo. Te quiero, Laurel, eres mi amiga y por lo mismo no puedo dejar que te mates poco a poco —advirtió—. He llamado a tus padres, ya están aquí —anunció y me sentí traicionada por él— tal vez no te quieran, pero no dejarán que jodas su vida y por lo mismo te meterán a una clínica. Es eso o la cárcel por la droga que hallaron en tu auto —Negué frenética, LuzBel no podía haberme hecho eso.
—¡Maldito traidor! —le grité— ¡Tú me ayudaste a joderlos y hoy te lavas las manos! —escupí y rio irónico.
—Exacto, Laurel. Te ayudaba para que los jodieras a ellos, no para que te jodieras tú, pero fuiste una estúpida al arriesgar tu vida por putas excusas —recalcó y, aunque tenía razón no quería aceptarlo—. Olek está haciendo su puta vida lejos de ti, comenzó de cero y casi se puede decir que es feliz; tú en cambio te has cagado en tu vida —zanjó y quise matarlo por decirme semejante mierda.
—Yo perdí un hijo por culpa de esos seres despreciables a los que me has vendido, estúpido traidor. Perdí al amor de vida cuando solo fui una fachada para no ser juzgado por sus jodidos gustos y tú solo me juzgas a mí —ataqué y lo vi fastidiado por mis palabras.
—No perdiste la vida, Laurel —No podía creer lo que había dicho.
Él era consciente de que perdí mi vida en el momento que me arrebataron a mi hijo y aun así era capaz de decir lo contrario.
—Y si piensas de esa manera, entonces fue bueno que tu hijo partiera antes de nacer porque no merecía a una madre tan débil como tú —Le di tremenda bofetada luego de decirme tal cosa.
Que lo dijera él dolió demasiado porque LuzBel conocía mi vida mejor que nadie y, aunque en ese momento yo no lo aceptara, tal vez tenía razón y por lo mismo me lastimó como lo hizo. Estaba llevando una vida demasiado loca y me expuse como una estúpida.
Lloré viéndolo a los ojos después de golpearlo, él estaba furioso y dolido; muy dentro de mí, sabía que no me había traicionado, LuzBel buscaba lo mejor para mí, pero no lo aceptaría. No en esos momentos.
Se dio la vuelta y sin decir más se marchó.
Era lo mejor porque si seguía ahí, me seguiría diciendo verdades que no estaba dispuesta a aceptar. Una adicta como yo no podía aceptarlas.
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