Sorpresas Inesperadas
Feliz cumpleaños, Dios te bendiga y derrame en ti abundante salud y éxitos. Te deseo lo mejor de lo mejor siempre.
Arriba les dejo una imagen que algunas estaban pidiendo.
Si se puede y Dios me lo permite, nos leeremos el martes.
No olviden que los quiero mucho.
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{Laurel}
El hospital era uno de los mejores y privados de la ciudad, el área donde estaba Isabella había sido despejado por ordenes de Darius y todos los amigos de LuzBel e Isabella esperábamos pacientes por noticias, al menos la mayoría ya que pecas estaba como loco caminando de un lado a otro. Era increíble como los planes cambiaban de un segundo a otro, ya tenía que haber aprendido eso, pero me seguía sorprendiendo.
Mi amigo salió horas más tarde de aquella sala en la que lo habían metido junto a Isabella, sus ojos estaban rojos y su rostro iluminado con la más pura felicidad; él era el hombre más feliz del mundo y cuando me llevó a los cuneros descubrí la razón: su hija era la cosita más tierna y hermosa que alguna vez vi en la vida y deseé poder cargarla, pero a pesar de que ellos tenían sus influencias no me dejaron pasar más allá de aquel vidrio de protección puesto que con la vida de los bebés no había poder que valiera.
La opresión en mi pecho no era solo de felicidad, sin embargo, traté de ser fuerte porque mi amigo no merecía que dañara su momento con mis lamentos. Solo me quedaba ser feliz por ellos.
— ¿Cómo se llama? — le pregunté con mi voz entrecortada, las lágrimas habían salido sin poderlo evitar.
— Abigail — dijo orgulloso, entendía la razón porque conocía el significado y me encantó saber que había escogido un nombre tan acertado para su princesa —. Escondí en anillo de compromiso entre la manta de ella y cuando Isabella lo descubrió se sorprendió, pero aceptó ser mi esposa — soltó y lo miré anonadada.
Ni la cena con los mejores lujos u otras ideas grandiosas que existían para pedir algo tan importante, se comparaban al momento que él eligió y admitía que me asombraba en demasía que un tipo como él hubiese pensando en esa ocasión tan certera.
— Cierra la boca, no tendrías que sorprenderte tanto de que sea tan grandioso y un hijo de puta con una inteligencia tan grande — se mofó, mis ojos se ensancharon.
— ¡Joder! Serías más grandioso si no abrieras la boca para decir estupideces — señalé, pero estaba tan feliz, que mi comentario le sirvió más como halago —. Pero admito que hasta yo hubiese aceptado una proposición hecha en un momento tan perfecto — cedí y él se encogió de hombros con displicencia.
Cuando Isabella estuvo recuperada y la pasaron a una habitación nos permitieron verla, estaba feliz y aquel hermoso anillo relucía en su dedo sabiendo que había sido creado solo para ella. La rosa negra hacía un contraste hermoso con lo blanco de su piel, pero nada se comparaba con la felicidad que iluminaba su rostro; no solo se había convertido en madre una vez más, sino también en la prometida del hombre por el que tanto sufrió y luchó.
Se merecían todo lo bueno que les estaba pasando.
Los niños fueron a conocer al día siguiente a la nueva integrante de la familia, fue lo más grandioso que presencié, sobre todo al ver al más serio de ellos con una sonrisa hermosa y genuina. Estaba acostumbrada a ver a Aiden y Dasher sonreír felices, mas no a Daemon, eso era algo increíble de obtener y esa cosita entre sus pequeños brazos lo logró con una facilidad tremenda. Habían deseado tanto a una hermanita que cuando sus papás decidieron dibujarla fue como un tremendo ¡Boom! De felicidad para ellos. Supe que Darius no quería despegarse de su sobrina por nada del mundo, pero era un padre responsable y sabía que su hijo lo necesitaba, así que no tuvo más remedio que dejar el hospital pronto y esperar hasta que la pequeña estuviese en casa. No hubo cena, pero sí compromiso al final y celebramos en honor a nuestros amigos como se debía hacer.
— ¡Salud por la vida, que a pesar de ser una perra, nos da momentos tan bellos! — grité con un shot en mi mano. Todos gritaron salud al unísono y vi la risa divertida de los señores Pride al ver las locuras que hacíamos y las tonterías que salían de mi boca.
Alcé el pequeño vaso y mi mirada se cruzó con la de Darius, todos estábamos pasados de copas y aunque tratábamos de no hacer demasiado escandalo porque los niños dormían, de vez en cuando unas tremendas carcajadas se nos escapaban. Me reí cuando Maokko se escapó con Marcus, Lee se llevó a Dom, Jane a Connor y Tess a Dylan, hasta los señores Pride nos abandonaron; supuse que las parejas tenían ganas de hacer travesuras y Lee al fin iba a amarrar a Dominik a la cama para follárselo de una buena vez. Negué divertida al darme cuenta de que solo nos habíamos quedado los que estábamos solteros y cuando sus temas de conversación de convirtieron en pláticas chinas para mí, me despedí dispuesta a darme una ducha y después dormirme o intentar hacerlo.
No quise tardarme mucho en el baño y cuando salí solo me vestí con unas bragas blancas de algodón y una playera de Darius que siempre me gustaba usar, había dejado algunas en mi apartamento y al ser tan cómodas decidí no devolvérselas y usarlas como pijama. Nuestra última conversación se reprodujo en cabeza, él iba a seguir con Celine y ya no lo juzgaba por eso, era su derecho acostarse con quien quisiera así como también lo era el mío. Ya no estábamos juntos, éramos libres de follar con quien se nos diera la gana y pecas era consciente que me molestaba que siguiera con Rulitos, pero también para mí lo era que a él le molestaba que yo lo hiciera con Fabio y lo dejé con dudas referente a Olek, mas no iba a responder a algo de lo que no estaba segura.
Hubiese sido un error decir de esa agua no beberé porque me podía dar demasiada sed.
Pero no iba a asegurar nada ni siquiera para mí, Olek era un tipo que me atraía, fue mi primer amor y no era un secreto para nadie, tampoco pecaba o era hipócrita por aceptarlo de una forma abierta. Me gustaba, sí. Sin embargo, había respetado mi relación hasta donde pude, di lo mejor de mí a pesar de mi gusto por los hombres y no me funcionó, triste, pero cierto.
— ¿¡En serio!? Es la mejor noticia que me has dado, te amo — me tensé cuando escuché esa voz fuera de mi habitación. Sabía que era Darius y una opresión en mi pecho me dificultó respirar por unos segundos.
Había finalizado lo que creí que era una llamada con una risa divertida y un «te amo», la facilidad con la que dijo tal cosa me hizo sentir patética por haber creído que aquel sentimiento lo tenía por mí, pero me di cuenta de que era un donjuán y endulzar el oído de las mujeres con esa frase, su peor bajeza.
Ni siquiera me detuve a pensar nada cuando comencé a caminar hasta la puerta y lo encontré a punto de entrar a su habitación, me abalancé sobre él y le di un tremendo empujón que casi lo hizo caer de bruces dentro de la oscuridad de su espacio. Me miró aturdido por lo que acababa de hacer y sin poderse creer que lo atacara por la espalda — punto fuera para mí por esa bajeza —, pero no pude contener mi rabia después de escucharlo.
— ¡Hijo de puta, hipócrita y mentiroso! — espeté, a pesar de la poca luz en su habitación, pude ver sus rasgos aturdidos por mi arrebato — ¿¡Qué acaso nadie te enseñó que no debes ilusionar a nadie con una palabra tan fuerte!?
— ¿¡Qué mierda está mal contigo!? — repuso molesto.
Sí, era una loca celópata en ese instante.
— ¡Lo mismo me pregunto de ti! ¿¡Nadie te dijo que la peor bajeza de un hombre es jurarle amor a una mujer cuando no lo siente!? ¿¡Nunca te explicaron que no debes decir te amo a alguien por quien no sientes nada!?
Era oficial que me había vuelto estúpida por meterme en una pelea como esa con él, pero sentía celos y rabia.
— ¡Fantástico! Ahora escuchas mis putas conversaciones — negué y la ira se apoderó de mí cuando en lugar de responderme me reclamó algo que ni siquiera sabía.
Típico de él, comencé a creer.
Sin que lo esperara una vez más, me fui sobre él y comencé a golpearlo con los puños, tal cual me había dicho Maokko que hiciera. Era un imbécil por haberme dicho que me amaba y me enfurecía más haberle creído tan fácil para después comprobar que no era a la única que se lo decía.
— ¡Demonios! ¡Estás bien loca! — gruñó y con facilidad me cogió de los brazos para luego tirarme sobre su cama. Reboté en ella, pero estuve lista a sentarme y verlo con ganas de asesinarlo; me fui sobre él de nuevo y esa vez en lugar de tirarme sola, lo hizo él conmigo y me apresó las manos con una sola de las él por encima de cabeza. Era muy fácil controlarme ya que tenía una fuerza increíble, aun así luché con su agarré. — Estate quieta ¡Joder! — gruñó.
— Entonces suéltame, puto cobarde — exigí y me cogió con su mano libre de la barbilla.
— Estaba hablando con LuzBel, no con otra mujer.
— ¡Puta mentira! — escupí, era un estúpido si creía que me tragaría eso.
— Isabella vuelve mañana a casa y LuzBel me llamó para avisarme, a veces lo jodo diciéndole eso cuando nos despedimos — me removí de nuevo y se metió entre mis muslos. Odié que su ingle se rozara en mi sexo cubierto solo por las finas bragas que usaba y que reaccionara a ese movimiento que había sido de todo, menos brusco — ¡Quédate quieta! ¡Maldición!
— ¡Suéltame entonces!
— ¡No! — zanjó — Solo mi madre, mis hermanas, Dasher y tú han merecido que les diga esa palabra en serio — aseveró y mi corazón latió frenético con el rumbo que estaba tomando esa discusión — y puedes follar con quien quieras, yo puedo hacerlo también, pero eso no cambia las cosas. Te amo y odio ahora mismo hacerlo porque me estás volviendo loco — gemí cuando se rozó de nuevo con mucha brusquedad sobre mi coño y sentí que mis bragas comenzaron a humedecerse. Eso era de todo el tipo de malo que me podía suceder en ese momento.
— Yo también odio hacerlo porque tú y yo somos como dos trenes encontrándose en el mismo carril a toda velocidad y ambos sabemos lo que sucede cuando hacen impacto — me miró serio, lo hizo por demasiado tiempo que llegó a intimidarme.
— Choquemos de una puta vez entonces — bufó y lo miré sin saber a qué se refería — ¡A la mierda con las consecuencias de esto! — quise saber a qué se refería, mas su boca no lo permitió.
Comenzó a comerme la boca con una brusquedad a la que no estaba acostumbrada de su parte y sin embargo, me vi respondiendo porque su lengua me exigió entrar y lo había deseado tanto que cedí de inmediato. Estábamos chocando como el ejemplo que le había dado de los trenes, mi cuerpo comenzó a temblar por la necesidad de sentirlo sin ropa sobre mí, estaba comprobando una vez más que sus palabras eran demasiado certeras; esa reacción era algo que solo lograba ese hombre, mas no iba a decírselo, no daría mi brazo a torcer en ese instante para permitirle que su ego creciera. El sabor del alcohol suyo se mezclaba con la menta que dejó en mi boca la pasta dental, gemí cuando me mordió con fuerza y a la vez arremetió su polla cubierta por su pantalón contra mi centro; mis pezones se endurecieron con el roce de su pecho y su mano libre comenzó a descender hasta llegar a mis piernas.
— Esto es un error, uno tan grande como el infierno — le dije entre el beso.
— Nos merecemos una buena despedida — alegó y me separé de él al escucharlo.
Se trataba de eso, quería follarme solo como despedida.
Ambos jadeamos con torpeza cuando nos miramos, también temblábamos por el deseo de nuestros cuerpos; estábamos siendo unos idiotas, nos amábamos, pero yo no podía perdonar su infidelidad. Iba contra mí hacerlo y pecas no podía con mi estilo de vida, no tenía duda de lo que ambos sentíamos, pero no teníamos el amor suficiente como para enfrentar aquella dificultad.
Él me culpaba, yo no lo perdonaba. Más jodido no podía ser eso.
— Un acostón por los viejos tiempos — dije siendo tan idiota como él.
— Una despedida que nos recuerde lo bueno que fuimos juntos — añadió.
— Así de hijos de puta somos — señalé y sonreí ocultando mi dolor —, pero está bien, romperé las reglas una última vez contigo — fue mi única advertencia antes de arremeter contra su boca.
Me soltó las manos al fin y tuve la libertad para sacarle la camisa, se arrodilló entre mis piernas y levanté las caderas para ayudarle a que me sacara las bragas; íbamos a chocar y ya no había vuelta atrás. Mi camisa siguió y quedé expuesta ante él, se relamió los labios al verme y también lo hice cuando vi su pantalón más abajo de sus caderas, enseñándome la cinturilla de sus bóxer y su cinturón de adonis tan bien marcado. Se puso sobre mí sosteniendo la mayor parte de su peso en el brazo que tenía apoyado a un lado de mí y buscó mi boca, sus besos bajaron hasta llegar a mis hinchados pechos y sacó la punta de su lengua para lamer mis pezones; me agarré a las sábanas con temor a deshacerme de placer y sentí que mi vagina comenzó a hacer brotar demasiada humedad.
Sus besos siguieron hasta llegar justo arriba de mi abertura y casi chillo solo por sentir cómo su respiración se burlaba de mí.
— Jugaría más contigo para torturarte, pero ahora mismo también me torturaría yo — señaló, alcé mi cabeza para verlo y sin ninguna advertencia enterró su boca en mi coño.
Gemí y no solo por sentir su lengua sino también por lo sonidos de satisfacción que él hacía al saborearme, sus lametazos abarcaban todo mi espacio hasta llegar a mi entrada y enterrarse un poco ahí. Sudor frío brotó de todo mi cuerpo y halé la almohada para morderla y evitar que mis jadeos fuesen escuchados por más personas en la casa.
— ¡Mierda! — gruñí cuando sentí un mordisco y pecas sonrió sin dejar su trabajo.
El bastardo sabía lo que hacía, cuánto me enloquecía cuando me trataba con delicadeza y rudeza. Una mezcla demasiado excitante.
Enganché una pierna a su cuello y quise cerrar la otra cuando el deseo por correrme llegó demasiado pronto, Darius la mantuvo abierta e incluso la apartó a manera de que quedara más abierta para él. Su lengua era suave y dura en los momentos justos, un sonido grueso salió de mi garganta y la almohada lo amortiguó cuando su mano llegó a mis pechos y los masajeó, los movimientos eran rápidos de pronto y su saliva salía para mojarme más de lo que ya estaba.
— ¡Oh, cielos! — dije al sentir que ya iba a correrme, mis labios estaban fríos y mi garganta seca por el aire que inhalaba con desesperación.
— Aun no, dulzura — exigió él apartándose de mí.
Salió de la cama para terminar de desvestirse y cuando su polla estuvo libre no pude contenerme, lo seguí hasta la orilla del colchón y apoyada en mis manos y rodillas busqué la corona de su pene. Sentí la gota de líquido preseminal en mi lengua y lo esparcí con la punta de ella, lo miré a los ojos y le sonreí al verlo tan excitado de verme en aquella posición y con su miembro en mi boca.
— Demuéstrame lo buena que eres con él — su voz sonó con demanda y tenía suerte de que me dejara dominar solo en la cama.
Cogió mi cabello con una sola mano y se hundió con cuidado en mi cavidad bucal, ambos gemimos en ese instante; mi saliva lo recubrió hasta la mitad, mi boca se estiró por su grosor y comencé a follarlo de aquella manera. Mi posición le daba la oportunidad de acariciarme desde atrás y la caricia que dio en mi espalda hasta llegar a mi coño me estremeció de pies a cabeza, su placer era el mío y viceversa, pero en ese momento los dos nos estábamos complaciendo y consintiendo nuestros centros. Sentí cuando comenzó a mojarse más y por supuesto que creí que estábamos conectados ya que reaccioné de la misma forma casi de inmediato.
— ¡Demonios! Creo que no podré ir tan lento como pretendía — avisó y salió de mi boca.
Hizo que me acostara boca arriba y me haló de mis tobillos hasta que mi culo salió un poco de la cama. Colocó mis piernas en su torso, las talones de mis pies se acomodaron en sus hombros y sentí cuando llegó a mi entrada; rozó mi clítoris con la cabeza de su polla y me hizo comprobar lo húmeda que me tenía. Sonrió como un total cabrón cuando me sintió así y me penetró abriéndome casi con rabia, pero ambos sabíamos que yo disfrutaba de un poco de maltrato cuando al sexo se refería.
— ¡Shss! No hagamos un escándalo, cariño — pidió y mordí mi labio mi labio para contener mis gemidos.
Se sentía magnifico volver a tenerlo dentro de mí; podía ser una adicta al sexo y haberlo probado en todos sus sabores, colores, géneros y tamaños, pero ese hombre era el único que me hacía sentir todo. Darius no solo me penetraba, sino que también se conectaba a mí de formas inimaginables; era casi como si nos fusionásemos en ese acto, su cuerpo era el mío, el mío era el suyo y sentíamos por ambas partes. Podíamos decirnos de mil maneras que en ese momento lo que hacíamos era solo sexo, mas en nuestro interior sabíamos que no era solo eso, era más... mucho más que simples deseos de follarnos y despedirnos.
Me hizo poner los pies a cada lado de sus costados y metió sus brazos entre el hueco que dejaban mis pantorrillas con los muslos hasta colocar sus manos en el interior de mis piernas y con eso me hacía extender más. Me sentía como un maldito pretzel en ese instante con aquel nudo que hizo con mi cuerpo, pero amé esa posición porque logré sentirlo hasta la empuñadura; en ese momento éramos el mejor ejemplo de una buena empalada. Sus caderas machacaban las mías y sus bolas golpeaban donde empezaba mi culo por lo fuerte que me empotraba, mis pechos estaban amenazados con quedar flácidos por los movimientos bruscos que hacían y su rostro al igual que el mío se desfiguraba por el más puro placer.
Mis paredes vaginales apretaron su polla, avisándole que pronto iba correrme, una neblina blanca comenzó a inundarme hasta el punto de casi hacerme perder la conciencia y mis caderas encontraron la forma de compaginarse con sus embistes haciendo todo todavía más intenso; pecas gruñó y yo no pude contener mi gemido. Todo el mundo en casa iba a saber lo estaba pasando en aquella habitación y me importó una mierda, las parejas podían inspirarse con nosotros y los solteros iban a tener buen material para un pajazo y solo rogué para que los niños no fueran a despertarse cuando mi orgasmo casi me hizo perder la cordura. Darius estaba igual que yo, su cuerpo bañado en sudor y no sentí pudor alguno cuando deshizo su nudo y bajó su torso a mi pecho para lograr besarme y callarme de paso.
— ¡Mierda, mujer! — gruñó y sus manos agarraron mis piernas con demasiada fuerza. Me dolió, aunque también fue el empujón que necesitaba para correrme de una vez por todas.
— Te amo — dije sin importar el momento que estábamos pasando, gimió y los movimientos que yo hacía junto a mi orgasmo lo hicieron correrse junto a mí. Sentí su semen derramarse en mi interior y sonreí demasiado satisfecha.
— Yo también... te amo — logré escucharlo susurrar en mi oído, entre los gruñidos y gemidos que aun salían de ambos.
Tristeza y felicidad y me embargó en ese instante acompañando al placer.
Felicidad por saber que los dos nos amábamos y tristeza al ser consiente que solo nos estábamos despidiendo. Nuestra historia no podía ser en ese momento, éramos el uno para el otro el amor que queríamos en nuestras vidas, pero tal vez no el que la vida había preparado para nosotros; si seguíamos juntos corríamos el riesgo de volvernos dañinos porque ninguno de los dos había perdonado de verdad.
Se sintió horrible cuando salió de mi interior, me besó una vez más y después se fue hasta el baño para tomar una ducha; no nos dijimos nada, mas las acciones demostraban cosas que herían. El beso que nos dimos tuvo sabor a despedida, así que cuando escuché el agua correr me puse la ropa y salí de su habitación.
Estaba hecho.
Habíamos chocado por última vez.
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