Otro Comienzo

¡Buenos días! (En muchos países es de mañana) Ya que saqué un poco de tiempo les dejaré por aquí un nuevo capítulo.

El próximo capítulo será privado por reglas de wattpad, les aviso desde ya para que puedan leerlo las que quieran hacerlo o pasen de él quienes no les guste ciertas escenas. Ya saben los pasos a seguir para poder acceder a él.

Los quiero y gracias por el apoyo.

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{Laurel}

Tiempo pasado...

Mi madre estaba furiosa y avergonzada de mí como siempre, mi padre en cambio me veía con dolor y pena; ninguno de los dos me importaba, no me dolía lo que pensaran de mí. Si estaba dónde estaba era solo su culpa, la de nadie más, pero quería salir del hospital y solo ellos podían sacarme.

—Haremos un trato —advirtió mi madre y la miré desafiante, era estúpido de mi parte ya que era yo la que necesitaba de ellos, pero la odiaba y eso no iba a cambiar—. Te sacaremos de aquí e irás a una clínica de rehabilitación —soltó y sonó más a orden que trato—. Menos mal decidiste hacer esta estupidez en otra ciudad y nuestros amigos aún no se han enterado, sino ahora mismo seríamos la burla todos.

Era una suerte para ellos que encontrara la droga lejos de mi ciudad.

—Solo te importa eso —bufé y me tomó de la barbilla con sus delgados, pero fuertes dedos y me hizo demasiada presión para que la mirase a los ojos.

—¡Cállate, niña estúpida y escucha! —sentenció—. Todavía eres menor de edad y mientras dependas de nosotros harás lo que queramos así que, pasarás un año en rehabilitación hasta sacar toda esa mierda que metiste en tu sistema, luego volverás a la escuela y enmendarás tus errores —advirtió y me zafé de ella—. Es una suerte que tu amiguito te encontrara antes de que te violaran, Laurel, así que hazte un favor y deja de joderme y joderte más la vida —exigió.

Yo también quería ir a rehabilitación y dejar de depender de las drogas, pero era algo que jamás iba a decirle a ella o a mi padre. Además, las palabras de LuzBel seguían taladrando en mi cabeza y me prometí hacerlo que se las tragara y le demostraría a él y a todos que yo no era débil, aunque más me lo demostraría a mí misma.

(****)

Un año después...

Todo se hizo tal cual mi madre quería, me recuperé y salí de aquella clínica y luego inicié mi vida otra vez, casi partiendo de donde la había dejado, pero cambiando muchas cosas de mí y convirtiéndome en una total perra luego de ser una niña buena. Enterrando mi pasado, a Olek Sandr y todo lo que él me había dejado. Disfrutando al máximo mi presente y esperando con ansias lo que el futuro me deparaba.

Laurel Stone aún tenía mucho que dar y mucho por divertirse.

Perdí amigos en mi proceso de rehabilitación, mantuve a los verdaderos y gané nuevos. Pasado un tiempo hablé con LuzBel y le pedí disculpas por mi reacción de aquella vez en el hospital y acepté frente a él cuánta razón tuvo al hablarme como lo hizo. Seguimos viéndonos como folla amigos de vez en cuando, pero todo se volvió más difícil ya que el idiota tenía novia y la afortunada no me caía para nada bien. Tuve varios enfrentamientos con Amelia —así se llamaba— luego de que se enteró que me acostaba con LuzBel, el cabrón creía estar enamorado de la chica, incluso así no se resistía a mí y yo no le ayudaba, pues lo provocaba siempre que podía solo para joderla a ella.

Nos alejamos cuando mis padres decidieron mudarse a otra ciudad y, aunque estar con ellos no me agradaba, el cambio me haría bien y más cuando mi mejor amigo cambió demasiado y no era para menos, pues su novia —Amelia— había fallecido y debo admitir que me sentí un poco mal por la chica, pero más por él y el mal momento que vivía.

—No quisiera dejarte así —le dije y lo tomé de las manos.

Su vida seguía siendo un misterio a medias para mí y en el altercado en que su novia murió también salió herido él y, aunque ya había pasado un mes, LuzBel actuaba como si acababa de suceder.

—Vete y haz tu vida, Laurel, supera tu pasado —pidió y a pesar de que su voz era fría, todo él se había vuelto frío en realidad, sabía que seguía preocupándose por mí.

—Te quiero, eres casi mi hermano y no quiero verte mal.

—No me veas mal entonces. Estoy bien, mujer, solo necesito tiempo y venganza —soltó y me asusté por lo que vi en sus ojos, él lo notó—. Mira, ahora mismo necesito estar lejos de todos y creo que es bueno que te vayas porque no me gustaría que veas una versión de mí que no te gustará —explicó y negué. Verlo así me preocupaba— además, no quiero que corras peligro y si te mantienes cerca de mí lo correrás.

Quise decirle muchas cosas en esos momentos, pero se puso de pie y se marchó. Intenté seguirlo, sin embargo, su amigo Dylan me lo impidió. Me asustaba y preocupaba ver a mi amigo así, aunque también lo conocía y estaba segura de que insistir no me serviría de nada con él. Decidí darle su espacio y buscarlo pronto, mientras eso pasaba retomé mi camino y mis planes, le puse punto final a mi pasado y continué con otro nuevo comienzo.

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Maldije una y otra vez mientras salía de la ducha, me paré frente al espejo de cuerpo completo de mi habitación y volví a maldecir al verme los moretones en mis brazos.

¡Maldito hijo de puta!

Se salió de control solo porque me negué a chuparle la polla, pero estaba condenadamente estúpido si creía que iba a acceder a hacerle algo así.

En momentos así daba gracias por esas clases de defensa personal que mi madre me hizo tomar y daba más gracias porque mis padres no se encontraban en casa. Nuestra relación seguía siendo pésima, sin embargo, los toleraba un poco más y por supuesto que en momentos como esos agradecía la falta de atención que me daban y que se la vivieran viajando por todo el país por cuestiones de trabajo. O por lo menos eso decían, aunque la verdad, creía que lo hacían para no tener que estar lidiando conmigo, como si para mí era grandioso lidiar con ellos.

¡Puf!

Mucho de mi vida había cambiado luego de un año más transcurrido y de aquel pozo oscuro en el que caí, aunque algunas cosas no lo hicieron. Seguía siendo ese tipo de chica fiestera, descontrolada y desinhibida, disfrutaba del sexo, por supuesto, del alcohol y otras cosas más que claramente no eran drogas. Trataba de vivir mi vida como me daba la gana y aprovechaba la libertad que tenía por la ausencia de mis padres.

Si estaba en una fiesta y veía a un chico que me gustaba, no dudaba en meterlo en un baño y follármelo, no importaba si era soltero, con novia o casado. Si se dejaba me lo follaba sin remordimientos. Así que, si se cruzaban en mi camino por alguna razón y tenían novio, les aconsejaba que lo cuidaran y agarraran bien su correa.

Y no, no se equivocaban. Yo era el tipo de chica a la que llamaban zorra, puta, roba novios o lo que quisieran. Y lo mejor de todo eso era que me importaba una mierda lo que opinaran de mí, era feliz así —o por lo menos eso quería creer— me evitaba el sufrimiento de tener a un hombre estable a mi lado, prefería ser libre y no sufrir por idiotas; no daba explicaciones a nadie y hacía lo que se le antojara a mi regalada gana.

Y así costara creerlo, mi vida la regía con algunas reglas —a pesar de que de vez en cuando las rompía— y eso se lo agradecía a mi idiota amigo, ese que me enseñó a que tener reglas facilitaba la vida, aunque para mi romperlas algunas veces me divertía más. Y creo que me las impuse exactamente por eso.

Mi regla número uno era una de mis favoritas: si eras hombre yo sería tu mujer, pero solo por una noche; eso nos iba facilitar la vida a ambos y nos divertiríamos más, aunque mi regla dos también era importante y consistía en que en el sexo estaba dispuesta a hacer de todo menos sexo oral, porque eso para mí era exclusivamente para hacerlo con la pareja. La regla tres era una de las más respetaba, pues si eras mi amiga debías considerarte afortunada porque tu novio sería el único prohibido en mi vida.

La regla cuatro era otra de las más cumplía ya que si eras mi enemiga mejor tenías que cuidarte porque trataría de que conocieras el infierno antes de morirte. Y vaya que sabía cumplirlo, mis padres eran testigos de ella. La regla cinco me la impuse sobre todo para mi salud mental: si eran chicos gais tenían que alejarse de mí; no porque los aborrecía o porque era homofóbica, para nada. Era más por los malos recuerdos de mi pasado, malditos recuerdos que se negaban a abandonarme; claramente esa regla la había roto una vez desde que me la impuse y lo hice por mi nuevo mejor amigo, Edward Adams.

Mi regla seis era para el bienestar de todos: si estaban dispuestos o dispuestas a vivir un día de mi vida, pues debían atenerse a las consecuencias porque yo no era considerada una buena influencia para nadie y tampoco me importaban las críticas de los demás. Yo era como era por muchas razones y el que no las conocía mejor que no juzgara.

Mis reglas eran fáciles de cumplir. Al menos para mí.

Mi nuevo mejor amigo Edward las consideraba absurdas y quiso alejarse de mí para que las cumpliera, por eso le señalé que en algunas ocasiones las rompía; había roto una por su culpa. Mi amistad con él nació casi en el instante de conocerlo en mi primer día de clases y para ser sincera Ed era muy guapo y a simple vista no parecía gay, de hecho, yo no lo supe hasta que intenté comérmelo.

—¡Alto ahí, vaquera! —me había pedido cuando intenté besarlo.

—¿No te gusto? —le cuestioné con mi carita de zorra, batiendo mis pestañas como abanicos y él se rio.

—Me gustas mucho, pero resulta que tengo una cola igual de juguetona que la tuya —fue en ese momento que me lo confesó y mi impresión fue demasiada. Tanto, que me alejé casi una semana de él; por supuesto que Edward era un cansón y me buscó a diario hasta que me encontró y hablamos.

Lo extrañé mucho, así que terminé contándole mi historia y mis reglas y desde ese momento nos volvimos inseparables. Había muchas mujeres detrás de él, pero ninguna lograba cambiar sus gustos. Era alto y con un cuerpo hermoso hecho a base de dos horas diarias en el gimnasio, su cabello era negro y siempre lo lucía ligeramente desordenado, labios gruesos, ojos oscuros enmarcados con espesas cejas, mandíbula cuadrada, nariz medio fina y sus dientes perfectamente alineados.

El novio que muchas querían, pero le gustaban los penes al igual que a mí y nunca había follado con mujeres.

—¡Maldita perra con suerte! —gritó cuando le conté lo que pasé la noche anterior. Estábamos en la universidad y nos dirigíamos a clases.

—¿Con suerte porque me lo follé o porque me maltrató? —pregunté alzando una ceja.

—¡Laurel en serio! No entiendo por qué no se la chupaste —reclamó haciéndome reír— es el chico más caliente del campus.

—Ya sabes por qué no lo hice —le recordé.

—¡Bah! Tú y tus malditas reglas —bufó.

—Por cierto, me debes cien dólares —le recordé cuando habíamos llegado al salón.

—Te doblo la apuesta si te tiras antes que yo al capitán del equipo —ofreció.

—Va —respondí aceptando y sonrió orgulloso.

Hacía unos días apostamos por quien se follaba antes a Daniel, uno de los chicos más populares del campus, obviamente el tipo era heterosexual y rechazó la propuesta de mi amigo, yo gané, pero el idiota quiso propasarse conmigo cuando no quise follar su miembro con mi boca, se calmó solo porque lo amenacé con contarle todo a su prometida y eso lo contuvo mucho.

Esa era una de las razones del por qué odiaba las relaciones amorosas, los hombres siempre eran infieles. Y si me preguntaban si quería estar en el lado de las dulces novias fieles, pues obviamente diría que no. Ya venía de allí y era una mierda; era mejor estar en el lado de las perras, así me evitaba un corazón roto cada vez que me llegaba un rumor de que mi novio me era infiel.

Prefería ver a otras con la cara de idiota y no que me la viesen a mí, así de sencillo.

Ya que estaba en ese lado veía lo divertido que era observar cómo los hombres actuaban jurándole amor eterno a sus novias mientras antes los había tenido entre mis piernas dándome el placer que ellas no tendrían. Y sí, era cierto que las oficiales obtenían más que yo, no lo negaba; la novia obtenía la total atención de su hombre, pero también obtenía que le viesen la cara de idiota, mientras ella lo creía solo suyo, yo sabía que era de muchas. A diferencia de ellas, yo sabía con quién me acostaba, conmigo no fingían y yo no fingía.

Porque había que ser sincera, todas las mujeres comprometidas en más de alguna ocasión fingían —si no es que todo el tiempo—. Pensaban en otro mientras hacían el amor con el hombre que amaban, así era y así seguiría siendo y quien dijese lo contrario era pura hipocresía; yo en cambio follaba con el que deseaba y no tenía necesidad de pensar en nadie más, tenía sexo como quería sin detenerme a pensar en qué diría de mí el hombre con quien lo hacía, al contrario, notaba como tal afortunado disfrutaba de cumplir sus fantasías conmigo.

—Laurel, sé que somos amigos desde hace algún tiempo, pero nunca te he preguntado algo —dijo Edward mientras íbamos hacia una mesa vacía con nuestra con comida— ¿Por qué no tienes amigas? Siempre te has rodeado solo de amigos hombres y yo —Reí por lo que dijo y cómo se refirió a sí mismo.

—Amigos hombre ¿y tú? —Alcé una ceja.

—Yo soy gay —aclaró como si no lo supiese—, pero responde lo que te pregunté.

—Es sencillo y claro, Ed —dije, mas no lo comprendió— si tuviera amigas y ellas novios buenos, no me los podría tirar —expliqué como si hubiese sido lo más obvio del mundo y él se carcajeó.

—Definitivamente eres una zorra, por eso nos llevamos tan bien —Me guiñó un ojo y le sonreí—. Ahora quiero proponerte algo.

—Dispara —pedí con dificultad al morder mi hamburguesa.

—¿Recuerdas a Nolan?

—El mejor amigo de tu hermano y tu amor platónico —inquirí con mi voz ahogada por la comida y asintió.

—Necesito saber si tengo la oportunidad de follármelo, pero necesito tu ayuda —Di un sorbo a mi soda y luego hablé.

—¿Quieres que nos vayamos de fiesta? —pregunté con una sonrisa burlona y asintió.

—Como la vez anterior —recordó alzando la voz un poco y con evidente emoción.

—Voy a tu casa hoy y si está allí lo invito.

—Gracias, eres mi perra favorita —Rodé los ojos ante su entusiasmo.

En otra ocasión había servido de carnada para ayudarle a Edward y fui muy eficiente ya que logró llevarse a la cama a muchos chicos y Nolan siempre fue su ilusión, aunque el chico nunca dio indicios de ser gay o bisexual. A mi forma de ver creía que era el hombre más puto que conocía y las chicas hablaban muy bien de él en cuanto de follar se trataba.

Ayudarle a mi amigo no sería un sacrificio, al contrario, si no ganaba algo él, ganaría yo.

(****)

Llegué a mi casa luego de haber pasado a la casa de mi amigo y cumplir con parte del plan; como si mi destino estuviese obstinado en apoyar a Edward todo salió como lo habíamos planeado. Nolan aceptó salir conmigo y los ojos de Ed se iluminaron, solo rogaba que en verdad todo saliera a favor de él porque no soportaría que terminara desilusionado y encima me reprochara que me había tirado a su amor platónico.

Aunque bueno, la idea fue de él.

Para mi sorpresa encontré a mis padres en casa, rara vez llegaban y solo lo hacían cuando había cuentas que pagar o algún motivo fuerte que los hiciera volver. Cuando estaba pequeña por lo menos trataban de estar para fechas especiales, pero ya a mis veinte años creían que eso ya no era necesario.

—¿Cómo estás? —preguntó mi madre al verme, rodé los ojos por su entusiasmo al verme.

—Sorprendentemente estoy viva y limpia de cualquier estupefaciente, madre —respondí con fingida alegría y descarado sarcasmo— ¿Qué los trae por acá?

—Solo queríamos ver a nuestra nena —respondió mi padre asomándose por el umbral de la puerta de la cocina. Él había intentado acercarse a mi luego de lo que permitió, no obstante, yo seguía reacia.

—¡Aww! Son tan adorables —me burlé llevando mi mano al pecho con dramatismo— Pero saben que no les creo nada —bufé.

—Bien sabes que nos preocupamos por ti —alegó mi madre y si no la hubiese conocido, hasta le habría creído—. El pasado está enterrado y si no estamos en casa es porque el trabajo nos hace alejarnos de ti —añadió.

—Como sea —la corté tratando de ahorrarles sus absurdas excusas.

—Y Benjamín Hoff ha fallecido —agregó papá y eso me sorprendió un poco, el susodicho fue socio y mejor amigo de mi padre. Nunca lo conocí, pero escuché rumores de que fue un cabrón siempre—. Mañana será su funeral y debemos estar allí.

—Está bien, les diría que los acompañaré, pero la verdad ni lo conocí —señalé y ellos asintieron.

—A partir de mañana muchas cosas cambiarán —informó Dana—, pero te prometo que ya no estarás sola —Fruncí el ceño ante eso y me fue imposible creer que pasarían más tiempo en casa.

¡Carajo! Esperaba que ni se les ocurriera eso.

—¿De qué hablas? —cuestioné.

—Mañana lo sabrás, nena —respondió papá y no insistí, ni me importaba.

Por más que mi madre dijese lo contrario, el pasado de nosotros tres jamás estaría enterrado y más el de nosotras.

Subí a mi recámara y tomé una ducha; luego de salir del baño y vestirme algo cómodo me dediqué a hacer algunos trabajos que me habían dejado, tenía mucho tiempo aún para entregarlos, pero como me decía siempre: me podría gustar la fiesta y divertirme, pero no era estúpida.

Esa etapa de idiotez me pasaría, mis padres no me iban a mantener toda la vida, así que necesitaba estudiar.

En algún momento tendría que trabajar y las fiestas no eran gratis y si quería seguir en ellas, pues tenía que ser alguien para poder costearlas ¿no?

____****____

Era un nuevo día, me desperté como de costumbre con la alarma de mi reloj y como mi rutina mañanera lo dictaba hasta que me marché a la universidad.

Mis padres aún seguían en casa, aunque se marcharían al día siguiente a otro de sus viajes de negocios; esa noche ni los vería ya que tenía mi salida con Nolan y Edward. Al llegar al campus mi loco amigo me recibió, lo puse al tanto de la llegada de mis padres y no se sorprendió cuando le dije que se marcharían pronto. Él era conocedor del inmenso amor que mis padres profesaban por mí y yo por ellos.

¿Cómo iba a ser una chica normal con una familia como la que tenía? Si toda mi vida había estado falta de amor y tuve mucha libertad, si mis padres me jodieron de una manera inimaginable y tiempo después querían pretender que nada había pasado. Si hasta creo que me comportaba bien en comparación a todo lo que pude hacer sin unos padres que hubiesen estado ahí para corregirme. Aunque bueno, lo último no era del todo cierto.

Las clases pasaron de forma aburrida —como cada día— a excepción de la última ya que la asistente del rector nos informó que habría un nuevo maestro para la clase de economía y casi me meo encima cuando nos presentó al nuevo profesor. Cualquiera se imaginaría a un señor gordo, calvo y entrado en años, pero no.

El nuevo profesor era alto, musculoso, ojos azules, labios delgados, nariz fina, mandíbula cuadrada y cabello corto y rubio oscuro. Era ese tipo de profesor con el que follaría sin dudarlo para que me pasara la materia, aunque no lo necesitara.

Su actitud era seria y casi no sonreía y cuando lo hacía no mostraba los dientes, destilaba misterio por todos lados y en ese momento se me antojó mucho descubrirlos —sobre todo los que llevaba dentro de sus pantalones—, era un maldito adonis y yo una puta que quería comérselo enterito.

—Bueno chicos, no olviden que mi nombre es John Palmer y estaremos viéndonos muy seguido —dijo él con su voz varonil cuando la clase hubo terminado y todos comenzaron a salir.

—Es un placer tenerlo por aquí, señor Palmer —formulé con voz sensual y una sonrisa ladeada cuando pasé por su lado. Él se me quedó viendo y me regaló un atisbo de sonrisa.

—También lo es para mí, señorita Stone —murmuró y me sorprendí de que no se le hubiese olvidado mi apellido desde que se lo dije en la presentación que hicimos cada uno para él.

—Será un placer tenerlo en otros lugares —susurré cuando caminé muy cerca de él buscando la salida del salón y seguí mi camino sin esperar respuesta de su parte, solo sonreí con descaro y sentí que me observaba.

Creo que lo había dejado sin palabras.

(****)

La noche al fin llegó y el club estaba a reventar, era una suerte que mi identificación falsa todavía funcionara, me urgía cumplir los veintiún años para no tener que mentir más. Nolan estaba frente a mí bailando y yo me movía con sensualidad. Me di la vuelta y con toda la intención restregué mi culo por su polla, él me tomó de la cintura y me presionó más para hacerme sentir su erección; mordí mi labio inferior, llevé mi brazo a su cuello y lo abracé. Olí su rico aroma masculino y me contuve un poco solo porque estaba ahí sirviendo de cebo para mi amigo, porque de lo contrario con gusto me hubiese descontrolado. Nolan era muy guapo —demasiado para ser sincera— y muy caliente. Nunca lo vi de esa manera y justo en ese momento que lo tenía frente a mí, en lo único que pensaba era en meterme a la cama con él y no precisamente para dormir.

—Deberíamos salir de aquí —propuso fuerte en mi oído para que pudiese escucharlo por encima de la música.

—Con una condición —dije dándome la vuelta para quedar frente a frente, llevé mis manos a su cuello y lo rodeé para acercarlo más a mí.

—¿Cuál? —preguntó.

—Edward va con nosotros —Frunció el ceño cuando se lo dije, pero luego asintió.

—Con tal de follarte me llevo hasta al diablo — u respuesta me hizo reír ya que en realidad llevándome a mí era casi igual que llevarse al diablo.

Edward se puso feliz cuando salimos del club los tres.

—Te gusta jugar, eh —susurró Nolan en mi oído cuando habíamos llegado al hotel.

—Me encanta y quiero que tú juegues conmigo —respondí, él se imaginaba otro tipo de juego, más el que yo deseaba era muy diferente.

Cuando entramos a la habitación comencé a besarlo con voracidad y pasión, saqué su camisa y él me ayudó, continué besándolo y tocando su cuerpo, con mi mano le hice una señal a Edward para que se acercara, se posicionó atrás de mí y daba pequeños besos en mi cuello.

¡Oh Diablos! el juego había iniciado.

Nolan disfrutaba lo que estaba sucediendo y aproveché para tomar las manos de mi amigo que estaban en mi cintura e hice que comenzara a acariciar el torso de Nolan, poco a poco fui bajando nuestras manos hasta que llegamos a la dura erección de Nolan, ahí él se tensó un poco y se separó.

—¡Wow! Para ahí —pidió. No me di por vencida.

—Me encanta la perversión —susurré— y quiero mostrarte lo bueno que es.

—Jamás he estado con un hombre —respondió.

—Siempre hay una primera vez —señalé con descaro.

—¿En verdad quieres un juego perverso? —cuestionó y asentí— Lo haré, pero jugaré a mi manera.

—¿Cómo? —cuestionamos con Edward al mismo tiempo.

—Te follaré a ti, me lo follaré a él, pero también se follarán entre ustedes —propuso y me tensé, jamás hice algo así y Edward nunca folló con una mujer.

Que frustrante era cuando el juego cambiaba y no era a tu puto favor.

—Juguemos entonces —Me sorprendí cuando escuché Edward.

—Pero tú nunca has follado con una mujer y yo no lo he hecho con dos hombres —dije y vi a Nolan sonreír.

—Hermosa, Laurel siempre hay una primera vez —contraatacó con mis propias palabras— y si yo aceptaré esto, tú también y así todos ganamos una perversa seducción —aseguró y mi corazón se aceleró.

Mi vida siempre estaría llena de cosas nuevas y esa noche agregaría una más a mi lista.

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Propiedad de Jassy.

Obra registrada bajo derechos de autor.

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