No me lo esperaba
AdilenyDiaz 1988Zelaya Flor_sincera gabypozot M_R2403 CamilinLaGraciosin crismarsanoja
Capítulo con dedicatoria para ustedes chicas, gracias por querer ser parte de esto. Dios las bendiga y cumpla todos sus sueños, les deseo lo mejor de los mejor.
Gracias a todas y todos los que me apoyaron en la petición que les hice ayer, me llena de orgullo ver como muchas personas me apoyan sin rechistar, para quienes no han votado por CdH, pueden seguirlo haciendo en las apps que dejé anotadas en el aviso anterior a este capítulo. Sus buenos comentarios y votos harán que el libro llegue a más personas.
Aquí está este capítulo para darles las gracias por acudir a mi llamado ayer.
Disfruten y nos leemos el martes 😘
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{Laurel}
Había aprendido a no esperar nada de nadie — sobre todo en reacciones —, lo hice con Darius después de la tremenda sorpresa que me llevé con su actitud; parecía que quería matarme y de pronto volvió a ser el hombre dulce del que me había enamorado, pero fue el mismo solo para dejarme ir por completo. Me dolió mucho porque nuestra ruptura no se sintió tan real hasta ese momento, sin embargo, dejarnos ir era lo mejor.
Él no aceptaba mi forma de ser, no lo culpaba.
Pero como bien dijo, no podía hacerme cambiar y descubrí que tampoco se lo iba a permitir. Me dañó y lo dañé con mi última acción, así que lo mejor era seguir nuestros caminos por separado antes de llegar a odiarnos o convertirnos en una pareja tóxica. Me llevé una tremenda regañada por parte de papá LuzBel e Isabella dejó claro que mi actitud no le agradaba y no por dañar a su hermano, sino porque creía que me dañaría a mí misma.
Esa noche fue difícil estar junto a Darius, era incómodo tenerlo tan cerca y saber que ya no podíamos hablar como antes porque ni amigos éramos en ese momento. De vez en cuando nos veíamos, tristeza, dolor, ira y hasta asco se veía en su mirada y comprendí que él solo se obligaba a aceptar mi pasado, pero en realidad era algo que lo molestó siempre. Una botella de coñac fue puesta frente a mí en aquella bonita barra de licores con estilo caribeño que mis amigos habían hecho en su jardín, Maokko la hacía de bartender y alegó que por mi cara sabía que necesitaba más que un trago. Me molestaba sentirme como me estaba sintiendo, creo que me llevaba mejor con las peleas que con la madurez y eso era muy penoso de mi parte; sin embargo, hubo muchas cosas que no pude decir y sabía que eso me estaba afectando.
— Bebes como si el mundo fuese a terminarse hoy y te da miedo irte a quemar sobria — señaló Isabella llegando a la barra y se sentó a mi lado. Maokko le sirvió un piña colada sin alcohol y levanté mi vaso con coñac riendo sarcástica por lo que había dicho.
— Tú te quemarás sobria, yo no — acepté y de pronto hipé.
Casi me había bebido la mitad de la botella yo sola, así que ya estaba más en el mundo de la ebriedad que en el de la sobriedad; en segundos pasaba de la felicidad a la tristeza, seguía la furia, la impotencia y volvía a la felicidad para hacer el mismo recorrido una y otra vez. Vi a LuzBel llegar al lado de su mujer y besó su cabeza, me miró con advertencia y le saqué el dedo medio haciéndolo reír.
Recordé la noche anterior al lado de Fabio y Afrodita, después pensé en lo sucedido con Darius esa tarde y tuve claro que a pesar de todo, no me arrepentía de ser lo que era. De pronto me vi gritando, riendo y gozando con mis amigos y sus juegos; pecas estaba igual de borracho que yo y cuando lo invitaban a unirse a nuestras locuras, se negaba por estar en su móvil escribiéndose con alguien y no bastándole eso, se alejó para hablar; imaginé que no le fue suficiente escribirse con quien sea que lo hacía y prefirió darle atención a esa persona que unirse a la diversión.
Era claro que le molestaba mi presencia y me reí porque iba a joderse y aguantarme ya que no pensaba irme por su culpa.
Cansada de jugar volví a la barra a seguir con mi amado coñac, miré a Isabella llegar otra vez a mi lado acompañada de su marido y comenzó a sobar su vientre, LuzBel estaba fascinado con los movimientos que su pequeña hacía y terminé llorando de felicidad por ellos y de tristeza por recordar que yo nunca tendría eso tan bello. Todo era peor para mí porque estando con Darius deseé lo que jamás obtendría y aun me dolía.
Era irónico lo que el alcohol hacía en uno.
Lo hice todo en una sola noche y era cínico de mi parte, pero no me arrepentía de nada.
Yo, la puta de la ciudad, la más zorra de las zorras, la más mala de las buenas y la más buena de las malas, vivía mi vida a mi antojo y nadie tenía por qué juzgarme y ninguno podía intentar cambiarme.
Había pasado años de mi vida formándome aquella reputación que por muy irónico o increíble que fuese, me hacía feliz y no deseaba dejar de ser lo que era. Él no tenía derecho a cambiarme, ni siquiera lo tenía de intentar hacerlo con sus palabras bonitas y su cuento de princesa feliz y la razón era sencilla: yo no era la princesa de cuento, era la bruja, la mala, la que todos odiaban. Se lo dejé claro desde un principio, las cosas serían siempre a mi manera y no a la de él o a la de alguien más.
Si querían así, bueno.
Si no, podían irse por donde habían llegado.
Nadie volvería a poner mi mundo patas arriba, nunca en lo que me restaba de vida.
— Amar es malo, amar es una peste... ¡Una maldita estupidez! — le grité a aquella chica, perra igual que yo y que se había convertido en mi amiga. La había conocido años atrás, nuestros mundos eran diferentes y tan parecidos a la vez; éramos unas perras en sentidos diferentes y casi hubiésemos sido hermanas por una mala jugada de la vida y me refería a eso en sentido figurado.
— Amar no siempre es malo — aseguró ella con una sonrisa en el rostro —. Si no, pregúntale a él — dijo señalando al tipo a su lado y reí.
— Sí que es malo — me burlé.
LuzBel negó e Isabella se divirtió con mi burla.
— Eres... eres un maldito hielo... e-enamorado— logré decir arrastrando las palabras y después caí en la total inconsciencia que me había provocado el coñac.
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Estaba refunfuñando como niña malcriada después de que LuzBel llegó a mi habitación y derramó en mi rostro un poco de agua fría, quise matarlo por su estupidez y él solo alegó que tuvo que hacerlo porque se cansó de llamarme y que no respondiera. Me sentía de la patada, la cruda que me cargaba era de lo más horrible y me levanté solo porque le había prometido acompañarlo a una joyería.
Él quería casarse con Isabella y me pidió ayudarlo a encontrar el anillo perfecto para pedirle matrimonio.
La noticia fue una de las más hermosas que había recibido en mi vida y admitía que todavía estaba incrédula de que un tipo como él pensara en dar aquel enorme paso. Al parecer los milagros existían y que uno de los hombres que en su momento fue el más perro deseara amarrar su vida a una sola mujer, era algo que merecía estar los «Récords Guinness».
— Ves que Isabella sí se ganó mi respeto — le dije cuando íbamos para la joyería.
Me miró divertido cuando le recordé tal cosa, en el pasado cuando se negaba a aceptar lo que sentía por ella le dije que le dijera eso a su chica, pero siguió sin ceder a tal cosa. Había sido demasiado terco, sin embargo, comprendí que fuese tan reacio al amor después de lo que sufrió y ya no podía juzgarlo; yo estaba igual que él y me di cuenta de que habría sido mejor no ceder en ningún momento.
— Y el mío — aseguró.
— Sé sincero conmigo, LuzBel — pedí pensando en ponerlo a prueba y también para sacarle conversación ya que desde que salimos de su casa había estado más callado que de costumbre y un tanto ansioso. Hasta habíamos salido con más seguridad de la necesaria y cuando le pregunté la razón, solo dijo que le gustaba ser precavido — ¿Estás seguro de pedirle que se case contigo? ¿Piensas que ya no aparecerá otra mujer con la cual puedas engañarla?
— ¿En serio me preguntas eso? — bufó alzando su gruesa ceja y evité reírme por su cara de culo.
Era demasiado fácil poner serio a ese hombre.
— Solo tengo curiosidad, siempre fuiste facilito con las chicas y bien dicen que árbol que nace torcido...
— Deja de hablar mierdas — espetó y ahí sí reí. No me dejó continuar y creo que hasta le ofendía que dudara de él, pero solo estaba jodiéndolo ya que era una de las que tenía más que claro el cambio de ese hombre para merecer a su «Bonita» —. Lo que tengo con la castaña no lo obtendré con nadie más, llegó a las profundidades de mi puta alma aun cuando se lo quise impedir y estoy más que seguro que ninguna mujer logrará lo que ella — suspiré con fuerza y mi pecho se hinchó de orgullo al escucharlo. Isabella era mi ídolo y merecía más que mi respeto porque solo los que conocíamos de verdad a ese hombre, sabíamos lo difícil que era que él aceptara sus sentimientos hacia alguien y de hecho, esa chica era la primera que había logrado tal cosa y la única que vería su lado meloso, si es que acaso tenía uno.
Arrancarle un te amo a aquel tipo duro, era como intentar arrancarme la lengua.
Se podía lo de mi lengua, pero segura estaba que no iba a probarlo.
— ¿Responde eso a tus preguntas o te lo explico con pollas? — preguntó burlesco y mi boca se abrió en sorpresa.
— ¿Con manzanas? — inquirí deseando que se hubiese equivocado de palabras, fue su turno de burlarse de mí.
— ¡Nah! A ti debo explicártelo con pollas ya que eres a lo que más atención le pones — alegó.
Me conocía demasiado bien.
A pesar de que bromeaba, sentí que lo que me decía llevaba otra razón a parte de mis gustos; lo sentía molesto por alguna razón, pero se negaba a decirme lo que fuera que tuviese atragantado.
La joyería era una de las más exclusivas de Florencia y al no estar conformes con lo que nos ofrecían, terminé por contactar a uno de los trabajadores de mi padre y le pedí ayuda con el diseño que deseábamos para tan importante paso. En el pasado, LuzBel le había regalado una rosa negra a Isabella, misma que ella aún conservaba disecada; era casi como un símbolo para ellos dos y por lo mismo estuvimos de acuerdo en que sería el anillo perfecto si incluíamos dicho símbolo. Una rosa hecha de diamante negro y el aro forjado con oro blanco sería el resultado final y el gerente de la tienda estuvo feliz con el cheque que mi amigo le extendió por aquel objeto tan significativo.
— Dentro de dos semanas podrá recogerlo — dijo el señor y LuzBel negó.
— La cena de compromiso es dentro de una semana — avisó y tanto el gerente como yo lo miramos con sorpresa — se ganará una buena comisión entregándomelo en seis días — añadió y los ojos de aquel hombre brillaron con avaricia.
— Perdón, creo que no me expliqué bien... — el gerente carraspeó después de decir aquello —. En seis días puede venir por él — LuzBel sonrió satisfecho al oír aquello, yo me quedé pasmada al comprobar una vez más todo lo que se conseguía con dinero.
Jamás tuve carencias económicas en mi vida, pero en definitiva, mi amigo siempre tuvo más de lo necesario. No lo juzgaba, me alegraba en cambio y siempre pensé que el que tenía y podía, estaba en todo su derecho de disfrutar de sus pertenencias y bienes a como se le diera la gana.
— Quiero regalarte los anillos de matrimonio y no acepto un no por respuesta, solo te pido que no sea tan pronto como la cena de compromiso y me des tiempo de diseñarlos con los trabajadores de papá — dije y sonrió divertido.
— Si por mí fuera, me casara ya y lo sabes. Pero quiero darle a mi bonita una fiesta a su altura, una que sea digna para una diosa como ella — soltó y mi sorpresa en ese momento era triplicada a la que sentí cuando ofreció tanto dinero al gerente de la joyería y confesó que el compromiso sería en una semana.
Ese hombre estaba muy lejos de ser el tipo patán que conocí en mi adolescencia.
— ¡Joder! Tú sí que eres un hielo enamorado — solté y de forma fugaz recordé que eso también se lo había dicho la noche anterior.
Ambos reímos y me sentí muy feliz de ver una pizca de su lado azucarado... ¿o agridulce?
Pasamos el resto del día juntos, aprovechamos para hacer algunas compras y vimos el salón en el que deseaba hacer la cena; estaba tirando la casa por la ventana con el compromiso y no quería ni imaginar el cómo sería para la boda. Hablé con su hermana Tess y con Jane, quienes también eran muy cercanas a Isabella y nos pusimos de acuerdo para buscar a la mejor organizadora de bodas, él también les pidió viajar con sus maridos para la cena y de paso invitó a todos sus amigos y sus padres que estaban en Estados Unidos, para que se unieran en aquel día, pero les dejó claro que era un secreto y por ningún motivo su chica debía enterarse.
— Sé que tal vez esto sea raro, pero quiero que ese día tú seas mi madrina de honor — lo miré estupefacta por su petición.
— Tiene que ser un padrino — señalé aun atónita y negó.
— Como si a mi me importaran las jodidas reglas o etiquetas, o lo que tiene ser y lo que no — alegó dándole un sorbo a su bebida, la puso en el portavasos del auto y dio una vuelta en U, estábamos casi a unas tres millas de su casa —. Se supone que tu madrina o padrino de honor es la persona que ha estado a tu lado en las buenas y malas, la misma que tiene que seguir así después de la boda y tengo amigos que bien podrían ocupar ese lugar, Laurel, pero ninguno que se lo merezca más que tú — ese idiota estaba a punto de hacerme llorar, era tan duro y sin embargo, se las ingeniaba para llegar a mi corazón haciéndolo parecer tan fácil —. Además, es lo más cerca que estarás de llegar al altar — añadió y comprendí que así como era capaz de llegar a mi corazón, también lo era de que lo mandara a la mierda con facilidad.
— Sé que ya te lo han dicho mucho, pero eres un jodido imbécil — inquirí haciéndolo reír a carcajadas — y me pensaré lo de ser tu madrina, no creo que merezcas tal honor de mi parte — espeté, pero tanto él como yo sabíamos que la repuesta de mi parte sería un sí.
Era más que un honor para mí estar a su lado ese día.
— ¡Mierda! — gruñó y yo chillé asustada cuando se detuvo de pronto con una frenazo que casi me hizo estrellar el rostro contra el tablero del coche. Un tipo se había cruzado en nuestro camino y no lo vimos venir de ningún lado.
Los autos que nos seguían y que pertenecían a su organización se adelantaron en ese instante como medida de seguridad, el que iba delante de nosotros se detuvo alerta y vi cuando unos hombres de la orden de Isabela interceptaron al tipo que se nos había cruzado; pensé en que había sido un accidente, pero los demás no. A un lado de nosotros y estacionados, vi una camioneta negra con vidrios tintados, hubiese creído que era coche cualquiera, pero la mirada que mi amigo les dio después de bajar el vidrio de su ventanilla me indicó que no era tan cualquiera y no estaban ahí por casualidad.
No se veía nada hacia adentro del otro coche, pero cuando mi curiosidad me ganó y fijé mi vista en él, un escalofrió para nada agradable me atravesó el cuerpo entero.
— Nos haremos cargo, puedes irte tranquilo con los demás — escuché a Marcus decir por un radio.
— Mata a cualquiera que se pase de listo — ordenó LuzBel y el escalofrío que sentí antes no fue nada al que me recorrió después de escucharlo a él.
— ¿Es en serio? — me atreví a preguntar con temor a que me callara — Solo se cruzó y quizás fue un accidente — alegué cuando me dejó continuar y me miró con una sonrisa demasiado burlona.
— He matado o mandado a matar por menos que eso, no te asustes — literal, su repuesta me dejó sin saber qué decir.
Aceleró el coche con demasiado ímpetu y juro que mi corazón estaba a punto de llegar a un colapso.
No entendía cómo Isabella, Maokko, Lee-Ang o cualquiera de las chicas ligadas a LuzBel y sus amigos podía soportar ese tipo de adrenalina. Yo acababa de vivir aquello y con pena creí que casi ensuciaría mi ropa interior; como ya lo había deducido antes, mi fuerte era vivir la emoción de otras maneras que no implicara poner mi vida en peligro y en muchas ocasiones era la malvada del cuento — por no decir que casi siempre —, en otras como esa, era la damisela que necesitaba ser protegida.
— Te prometo Laurel Stone, que si vuelves a abrirle las piernas a cualquiera que te hable bonito, te encerraré por el resto de tu vida y eso incluye mujeres u hombres — la dureza con la que me habló el tipo a mi lado me hizo dar un respingo. No entendí por qué me dijo tal cosa y tampoco le pregunté ya que su rostro me indicó que no me convenía soltar ni siquiera un pío.
(****)
Cuando llegamos a casa, LuzBel se fue directo a encerrarse a su oficina con Caleb e Isabella y eso no me agradó. Me estaba sintiendo muy nerviosa y hasta vigilada, tal cosa me incomodaba, pero terminé por callarme y tragarme la angustia ya que algo me decía que todo era mi culpa y me apreciaban tanto que trataban de no demostrarlo. Estuve con los niños y Lee un rato cuando la vi en casa, me divertí al ver cómo aquellos pequeños se disputaban por la atención de su «Princesita» como adoraban llamarle y la pequeña disfrutaba de la atención que recibía de esos tres hermosos hombrecitos. Leah era una niña adorable, pero ver ese rasgo en ella me hizo sentir más amor por esa criatura.
— Cuando seas grande espero que seas como yo, princesa hermosa — dije y me regaló una sonrisa mostrándome sus dientecitos y a la vez arrugó su naricita. Lee me miró no muy feliz — ¿¡Qué!? — pregunté inocente y negó.
— Ahí estaré para que no siga muchos de tus pasos — alegó y siguió dándome esa mirada de ceño fruncido que indicaba que era mejor no seguir con esa conversación.
— ¡Puf! Pobre chica, tendrá una vida aburrida — me burlé. Iba a decir algo más, pero en ese momento Darius llegó y cuando vio a su sobrina sus ojos se iluminaron.
La pequeña Leah, a pesar de no verlo tan a menudo le sonrió y extendió sus bracitos regordetes para que él la cargara. Pecas no saludó ni a Lee ni a mí, solo se dedicó a su sobrina y la mimó demasiado; era demasiado perfecto con los niños y se notaba que había nacido para ser un excelente padre. Mi pecho dolió al pensar en lo afortunada que sería la mujer que le diera los hijos que tanto deseaba y en ese momento fue más claro para mí que la decisión de ponerle fin a nuestra relación había sido la mejor.
Ni él ni yo éramos el uno para el otro.
Por la noche, de nuevo estábamos todos reunidos en una cena, aunque el ambiente era un poco tenso; Dominik le había informado a LuzBel que Fabio estaba en su casa recuperándose de una dosis de sedante que le había inyectado, no era su intención que nadie los escuchase, pero fue una suerte para mí estar cerca y alcanzar a oír aquello. Me preocupaba por Fabio, éramos amigos más de allá de todo y su bienestar era importante; LuzBel se percató de que los había escuchado y me advirtió de no acercarme a la casa de Dom alegando que no era un buen momento para su amigo y que él no se sentía feliz de que lo viesen así.
Me quedé quieta ya que la advertencia de él no fue amable y no me permitía reprocharle nada, ese cabrón daba miedo cuando se ponía en ese plan de soy un hijo de puta y es mejor que toques demasiado mis cojones, así que me limité a disfrutar de aquella comida; en serio admiraba a Isabella por enfrentarse a semejante cavernícola. Darius había comenzado a ignorarme con demasiada facilidad y hablábamos solo cuando era muy necesario o la conversación con nuestros demás amigos nos hacía cruzar palabras, por momentos lo miraba y me negaba a creer que algo tan bonito entre nosotros se hubiese jodido tan fácil; no era de las que perdonaba infidelidades y que él me fallara con lo único que le pedí que no lo hiciera, seguía doliendo casi como si acababa de suceder. Por momentos cuando lo veía lo imaginaba con Celine y el descaro que tuvo para intentar burlarse de mí estando ella ahí, eso me hizo pensar en que él estaba sintiendo lo mismo después de saberme con Fabio y aquella rusa; nos habíamos jodido muy bien y era mejor ponerle punto final de una vez por todas a ese pasado.
No era más de las que me estancaba en recuerdos dolorosos, eso solo sucedió después de lo de Olek y estaba aprendiendo a seguir mi vida sin mirar atrás, así que era lo que iba a seguir haciendo.
— ¡Demonios! ¿¡Cómo es posible que la familia se reúna y me dejen fuera!? — aquella fuerte voz nos interrumpió a todos en la mesa. Nuestras miradas se posaron en el dueño.
Dom maldijo al ver a su hermano, Darius se tensó con una rabia evidente en sus ojos y LuzBel se quedó expectante a lo que podía suceder. Fabio estaba con una enorme sonrisa cínica en el rostro, su cabello era un desorden casi hecho a propósito y solo vestía un pantalón de chándal y una playera, todo era negro y casi contrastaba en ese momento con su oscura mirada.
— No quisimos molestarte viejo, estabas durmiendo — señaló Dom y Fabio negó.
— Como si fuera a creer eso — alegó él todo burlón. Fabio se veía ansioso y muy fácil de enfadarse en ese momento, era un alivio que Isabella y Lee se hubiesen llevado a los niños minutos antes porque aquel panorama no pintaba para nada bien — ¡Hey, viejo! ¿Cómo estás? — saludó a Darius cuando sus ojos se fijaron en él. Su tono era petulante y divertido a la vez.
— Muy feliz de verte — respondió pecas con un sarcasmo tremendo.
¿Dónde mierda estaba mi chico dulce? ¡Ah, cierto! Ya no era más mío, pero la costumbre de llamarlo así no se iba de la noche a la mañana y mucho menos me acostumbraba rápido a ver otro lado de él.
Quise correr y esconderme en ese instante.
LuzBel me había dado miedo, pero en ese momento Darius me demostró que mi amigo podía ser un chiste a su lado en ese instante. Estaba demasiado cabreado.
— ¿Por algo en especial? — cuestionó Fabio y caminó justo detrás de donde yo estaba.
¡Puf! Y yo que creía que no me había visto.
— Espero que ambos recuerden que están en mi casa — les advirtió LuzBel, vi a Marcus y Caleb estar muy atentos. Pegué un respingo cuando sentí la mano de Fabio colocarse en mi hombro.
— Lo recuerdo muy bien. Que esté en mis mejores días no significa que olvide eso y también imagino que esperas una disculpa de mi parte, hermano — en ese momento supe que Fabio se estaba dirigiendo a Darius. Con sutileza me deshice de aquel toque y escuché al dueño de él reír divertido, pecas miró mi gesto un tanto burlón — pero te recuerdo nuestro acuerdo y que no me meto con mujeres comprometidas — nadie en la mesa entendió aquello a excepción de esos dos.
— Tú lo señalas y está demás, no lo olvido ni te estoy reprochando nada. Aunque veo que sientes la necesidad de dejar claro algo — con un gesto de barbilla, Darius me señaló.
— A pesar de que me gusta el exhibicionismo, en este momento me siento incómoda e indispuesta. Así que les agradecería que hablen en otro lugar — la voz de Isabella resonó en aquel comedor.
— ¡Hermosa Isabella! — exclamó Fabio al verla, se acercó a ella con la intención de besar su mejilla y comprobé que cualquier vampiro de mi serie favorita hubiese estado envidioso de LuzBel al ver la velocidad con la que se trasladó al lado de su mujer.
— Es mejor que alejes tu mierda de mi mujer, viejo. O estaré encantado de sacarte de tus días con unos buenos puñetazos — Fabio rio muy decidido y temía presenciar una masacre después de lo que acababa de ver.
La situación de Fabio no era mi culpa, pero me sentí responsable de aquel altercado y supe que era mi obligación detenerlo. Iba a meterme en muchos problemas con LuzBel y a decepcionar más a ciertas personas, pero intentaría alejar aquel peligro de la casa de mis amigos.
— Fabio, me he estado muriendo del aburrimiento aquí — hablé ganándome su atención, Dom maldijo de nuevo y de soslayo vi a pecas negar incrédulo —. Creo que nuestros amigos se volvieron unos aguafiestas.
— Tú te callas — me sentenció, LuzBel.
Tragué con dificultad.
— No hagas esto — escuché a Darius susurrarme o eso creí... no estaba segura.
— Invítame a cenar — propuse de todas maneras.
Fabio sonrió satisfecho, LuzBel negó de verdad furioso y la silla en la que pecas estaba chirrió cuando él se puso de pie y se marchó del comedor. Isabella se fue detrás de su hermano y ninguno comprendió lo que intentaba hacer.
No quería empeorar las cosas, solo alejar el tornado que amenazaba con destruir aquella casa y ayudar a mi amigo; no entendía la enfermedad de Fabio, pero deseaba ayudarlo en ese momento a no meterse en un problema mayor del que después iba a arrepentirse.
— Salgamos de aquí — aceptó tomándome de la mano.
Esperaba no haberme metido en algo peor.
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