Enfrentando Demonios 1
#OremosPorNicaragua
Niños, mujeres, jovenes, hombres e inocentes nos necesitan.
Oremos por nuestro progimo, hagamos la diferencia.
La luz está al final del túnel, fuerza Nicaragua. Dios está con ustedes.
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{Laurel}
Tiempo pasado...
Quien iba a decir que mi vida daría un giro total luego de aquel encuentro con Darius.
Cuando llegué a mi apartamento casi en la madrugada, le dejé un mensaje de texto a John avisándole que había llegado con bien; dormí alrededor de tres horas esa madrugada y a pesar del cansancio que sentía por el viaje, mi mente no dejó de pensar en ningún momento en Darius Black.
Dos semanas después de haber retomado mi vida mi mente seguía rebobinando con más frecuencia aquel encuentro y hasta tuve que rechazar las visitas de mi caliente maestro al no apetecerme pasar el rato en la cama con él. Sabía a la perfección que tal cosa no era normal y todo era culpa de aquel chico de hermosas pecas que se rehusaba a salir de mi cabeza y hasta ese momento comencé a aceptar que lo que Jane me advirtió de él era cierto; ese hombre era peligroso y con una sola vez a su lado comenzó a amenazar mi cordura.
Terminé hablando con John tras de que insistiera en que estaba actuando muy extraña y hacer tal cosa casi me devastó.
—¿Sabes qué es lo más irónico de todo esto? —preguntó cuando terminé de confesarle lo que hice en Richmond y no me dejó responderle— Que estúpidamente creí que nuestro tiempo juntos era el resultado del amor que poco a poco creció entre ambos —Mis ojos se ensancharon en sobremanera cuando lo escuché pronunciar aquellas palabras y mi pecho se oprimió con fuerza.
—John —susurré siendo lo único que pude exclamar entre la bruma de mi asombro.
No iba a negar en ningún momento que lo quería mucho, pero no de la forma en la que se quería a una pareja sino a un buen amigo.
—Mi niña hermosa, me enamoré de ti y no solo eso —confesó dejándome sin habla—. Te amo, Laurel Stone y por un momento creí que sentías lo mismo por mí.
¡Dios mío! ¿Qué había hecho?
Tiempo atrás sentí el cambio en su forma de tratarme, pero ninguno de los dos dijo nada cuando sucedió; como tonta creí que solo se debía a la confianza que habíamos creado en tres años viéndonos como simples amantes y sentí una tremenda culpa por no haberlo parado antes de provocar lo que estaba pasando.
—¡Por Dios, John! —hablé con la voz cargada de culpa y vergüenza. Caminé hasta uno de los sofás en la sala de mi apartamento y me senté sosteniendo una mano en mi pecho en un vano intento por calmar mi acelerado corazón— Perdóname por esto —pedí, llegó a mi lado y se puso en cuclillas delante de mí—, sabes que te quiero mucho, pero no te amo —solté sin filtros.
De nada servía adornar algo que al final siempre dolería igual. Lo vi cerrar los ojos con fuerza y puso las manos a cada lado de mis piernas. Verlo en aquel estado me mataba.
—Siempre me ha encantado tu sinceridad, pero ahora mismo la odio —comentó con tristeza y me regaló la más infeliz de las sonrisas. La situación estaba acabando con mi corazón.
—Pero prefiero que la odies a ella y no que me odies luego a mí por mentirte e ilusionarte con algo que no tiene futuro —Me estremecí cuando acarició con delicadeza mi mejilla y vi sus ojos ponerse llorosos—. Me conoces a la perfección, John y sabes que si hubiese sabido lo que sentías por mí, habría acabado con nuestra rara relación para no darle alas a algo que al final nunca alzaría vuelo —Asintió derrotado y se puso de pie.
Había momentos en los que también me odiaba por ser demasiado directa y no importarme lo que los demás fuesen a sentir por eso, pero desde que me sucedió lo de Olek aprendí a que era mejor ser sincera y decir las verdades, aunque hirieran, y no mantener farsas que mataran; eso me pasaba con John, me odiaba por lastimarlo, mas era su derecho que le hablara con la verdad e independientemente de lo que hice en Richmond, le dejé claro que si todo acababa era por mí y no por un chico con el cual existían pocas probabilidades de volver a verme.
Al menos eso creía.
—Siento mucho haber faltado a nuestro acuerdo de exclusividad, aunque jamás lo hallamos pactado, pero era importante para mí ser sincera contigo —pedí y asintió.
—Laurel, tú misma has dicho que es poco probable que vuelvas a verte con ese tipo —comentó y lo miré sin saber por qué lo decía— y ahora sabes lo que siento por ti. Te ofrezco todo de mí, solo intentémoslo de verdad esta vez —suplicó y de nuevo mis ojos se desorbitaron, pero sabía que por más que lo intentara mis sentimientos hacia él no cambiarían.
Había pasado mucho tiempo en el que pude desarrollar amor por él y aquello no sucedió, no iba a ser diferente en más tiempo. No mientras yo en ese momento pensara en alguien más.
Negué a su petición y le expliqué mis razones, John era un hombre maduro y comprendió mi punto; esa era la única ventaja de haber estado con alguien con más años de experiencia, no actuó como un adolescente herido y tampoco buscó culpables por lo que había pasado, simplemente se marchó asegurándome que siempre estaría para mí no importando las razones de acabar con nuestra aventura.
Aventura para mí, claro estaba.
Mi vida siguió tal cual luego de eso, continué mis estudios feliz de que ya estaba por entrar a mi último año; no trabajaba porque decidí concentrarme en mi carrera y el dinero que mi padre me heredó lo utilizaba solo para los estudios y haciendo uso de lo que había aprendido en esos años quemando mis pestañas, la pequeña cantidad de dinero que ahorré antes de salir de casa la invertí en una bolsa de valores que la hizo crecer considerablemente y de eso me mantenía. Todos creían que las mujeres como yo nos dedicábamos solo a follar y disfrutar de la vida y era cierto, pero existía mucha inteligencia en nosotras, tal vez no en todas, aunque sí en mí y desde pequeña me propuse a no depender de nadie para subsistir.
Me gustaba gastar lo mío y disfrutar de lo mío.
El tiempo transcurrió y hasta mi mejor amigo Ed se sorprendió de que luego de Darius no hubiese existido nadie más en mi vida, pero era así. Tenía una vida solitaria, aunque cómoda y solo me desahogaba con Edward cada vez que nos hacíamos videollamadas para ponernos al día de todo lo que pasaba en nuestras vidas.
—Cuando llegue a la ciudad deberíamos buscarlo y compartirlo —propuso y rodé los ojos, era de noche, estaba tumbada en mi cama solo vestida con una playera y mis bragas de pijama. Hablaba con Edward y de nuevo proponía tal cosa.
—Veo que Jace no te está dando lo tuyo —me burlé y rio sin gracia.
—No, cariño, te equivocas. Me lo da hasta por donde no sabía que se podía, pero mantenemos una relación abierta; ya sabes que no puedo ser únicamente de uno —alegó y me reí.
—Te lo deberá de meter por la nariz entonces ya que no tienes muchas opciones —me seguí burlando y comenzó a fastidiarse.
—A ti deberían de dejártelo por siempre en la boca para que no digas estupideces —bufó y pegué tremenda carcajada, pero en mi mente se formó la imagen de Darius cuando dijo aquello y todas sus hermosas y deliciosas proporciones.
¡Carajo! Si fuese lo de él, no me habría importado.
—Piensas en pecas eh, picarona —se burló y quise hacerme la seria. El idiota hasta le había puesto mote cariñoso— ¿Crees que le gustaría jugar a ser bisexual? —preguntó otra vez y quise cortar la llamada.
—Así lo fuera, ese chico no lo compartiría con nadie, ni siquiera contigo que te amo tanto —dejé claro y entonces fue su turno para burlarse de mí.
Edward seguía siendo mi paño de lágrimas y el tipo que la vida me dio para sobrellevar la muerte de LuzBel, aunque el destino tenía la mala costumbre de darte, quitarte y a veces de devolverte sin importarle que en el proceso sufrieras de ataques al corazón. Eso fue lo que casi me pasó cuando un día recibí una llamada del más allá, fue la única explicación lógica que llegó a mi cabeza al escuchar una voz que erizó mi piel hasta el punto de agrietarse, cuando descolgué el móvil.
No podía creer que fuese él —LuzBel— y hasta quise estar cerca de un sacerdote en esos momentos para que me exorcizara; por supuesto que el cabrón se rio de mis miedos y no fue hasta que lo vi a través de la pantalla que me comencé a convencer de que era cierto, que era real. Estaba vivo ¡Dios! Vivo de verdad y a la rápida me dio un resumen de lo que había pasado y la razón de haber fingido su muerte. De pronto ya no me sentí tan sola y lo que más deseaba es que los días pasaran volando para poder verlo, pero cuando tuve la oportunidad de hacerlo casi lo mato de verdad al descubrirlo a punto de besarse con una recién aparecida que a leguas se notaba que no llegaba a mi altura. Y es que hasta las zorras teníamos clase y esa tipa estaba lejos de alcanzar aquel nivel.
Para que quedara claro, no lo hacía por celos pasionales, sino por celos de hermanos y de que aquella perra intentara ocupar un lugar que solo le pertenecía a Isabella White, mi amiga, mi hermana y mi heroína porque sí, Isabella se convirtió en todo eso al demostrarme como mujer que cada vez que una caía, tenía que levantarse con más fuerzas, con más decisión y con más garra.
Para suerte de Hanna —así se llamaba aquella idiota— había cosas más importantes para mí y asegurarme de que LuzBel seguía siendo real era una de ellas; esa noche luego de hablar y convencer a mi amigo de no ser tan idiota, terminé hasta con un viaje próximo a Italia, pero antes de eso, acabé amando de nuevo a mi destino por ponerme frente a frente con mi más reciente delirio.
—Así que... volvemos a vernos —susurré mordiendo con delicadeza la uña de mi dedo índice, simplemente para darle un poquito de pasión a la plática.
—Ves cómo ser un hombre de fe ayuda —comentó dando un paso hacia mí y recordándome lo último que había dicho la primera vez que estuvimos juntos.
Estábamos en el club Grig, propiedad de los Pride y amaba que aquellos lugares tuviesen tanta privacidad; todos se habían ido a la pista de baile a excepción de LuzBel que se marchó para preparar sus maletas.
—Y me encanta que hayas cambiado de idea con respecto al reciclaje —añadió y con malicia cazó mi labio inferior con sus dientes y lo haló sin ser brusco provocándome un pequeño piquetazo que dio directo en mi entrepierna y no donde había sido el arrebato.
Tampoco me besó, solo fue un acto que me volvió loca y desesperada.
—Ya me conoces un poco, Darius, así que seré directa, ¿nos follamos aquí y montamos el espectáculo del año o me llevas a un lugar más privado? —pregunté y su sonrisa me derritió por completo.
Quería lamer cada peca en él, quería lamer todo de él.
—¿Romperás tus reglas de nuevo? —Negué y me reí con su pregunta.
—Todavía no entiendes que contigo no existen reglas ni límites ni raciocinio —aclaré y antes de que dijera algo más fui yo la que lo besó.
Sentí sus labios y amé cuando tomó el control de la situación, me acunó el rostro, luego sus manos viajaron a atrás de mi cuello y enterró los dedos en mi cabello uniéndome más a su boca y me sorprendí de que tal cosa fuese posible. Darius me estaba afectando a niveles que superaban lo normal y, aunque no era bueno, no me importó en cuanto su boca me daba solo una probadita de lo que iba a hacerme luego, mis manos no se quedaron quietas en cuanto su cuerpo hizo contacto con el mío y terminé llegando a su entrepierna y lo acaricié por encima de la ropa.
¡Joder! Estaba empalado y mi cuerpo lo deseó más que nunca.
—Sácame de aquí —susurré en cuanto me dejó respirar un poco.
—Vamos —fue lo único que dijo, tomó mi mano y bajamos hasta pasar en medio de la multitud, algunas chicas lo vieron con demasiado interés y, aunque sabía que era guapo, aquel interés estaba demasiado sobrecargado para mi gusto.
En cuanto llegamos afuera me di cuenta de la razón de aquel interés, el chico llevaba una tremenda erección y se marcaba demasiado a través de su pantalón.
—No te importó caminar así —musité deseosa de llegar a donde quiera me llevaba.
—Para nada y al tenerte a mi lado, lucí esto con orgullo —confesó señalando su miembro y de la excitación pasé a la ternura.
Ese chico hasta hablándome de esa manera me demostraba que su rudeza no superaba a su ternura y, aunque era raro y me habían dicho cosas románticas, aquello fue el halago más excitante que alguien me dijo alguna vez.
No sé ni cómo logramos llegar a su apartamento, lo único que sé es que terminamos deshaciendo su ordenada cama en cuestión de segundos; esa noche Darius me confirmó que era muy fácil volverme adicta a él, el tipo era como una droga y después de mi pasado estaba consciente de que las drogas eran malas y la adicción podía matarte, pero por una vez dejé de lado el temor a mis adicciones y disfruté de la mejor de todas.
Esa vez amanecí a su lado y no digo que dormí, porque no dormimos ni un segundo.
—¿Hambrienta? —preguntó burlón luego de pasar a un IHop y pedir el desayuno, ataqué la comida sin piedad y hasta los pancakes sentía deliciosos cuando los odié toda mi vida.
—Tu culpa —respondí después de darle un trago a mi café. Sonrió con suficiencia.
No estaba segura si era mi imaginación o esa mañana lucía más hermoso a pesar de no haber dormido casi nada, yo en cambio estaba ridícula con la ropa que él me había prestado y con mi cabello hecho un desastre.
Esa mañana la pasamos juntos en el hotel donde me hospedaba e increíblemente ya no follamos, nos limitamos a hablar y conocernos mejor. Me gustaba que él fuera un hombre de sueños y no pensara solo en joder la vida, hablamos de sus proyectos y casi me fui de culo cuando me confesó ser hermano adoptivo de Isa y el pequeño enamoramiento que había tenido con ella, tal cosa me causó gracia y fue víctima de mis bromas luego.
—Cuando te cases tienes que contarle eso a tu esposa —dije y negó.
—Se lo contaré a mis hijos para cuando vean a su tía la molesten con ello —dijo seguro de aquella travesura y sentí un enorme pinchazo en mi pecho.
—¿Quieres hijos? —No entendí por qué aquella pregunta tuvo que ser formulada por mi insensata boca y la ilusión que vi en sus ojos fue demasiado para mí.
No me estaba imaginando una vida con él porque a penas lo conocía, sin embargo, ver su ilusión me recordó lo que yo jamás podría obtener.
—Quiero muchos hijos, Laurel, no quiero pasar solo en prácticas con la que sea mi mujer, sino que quiero que me dé los hijos que sea capaz de darme. Me pueden llamar loco, pero soy así, deseo darles mucho amor a mis pequeños y demostrarles que el mundo no es tan malo como su papá lo creyó alguna vez —Lo miré con un nudo en la garganta. Jamás mi infertilidad me dolió tanto como ese día.
Inconscientemente me llevé la mano al vientre y mordí mi labio inferior para no llorar.
—Tu mujer será afortunada —fue lo único que pude susurrar.
—Espero encontrarla pronto y ponerme a trabajar de lleno en ello —soltó como una broma y me reí de verdad, aunque sabía que detrás de esa broma se escondía la verdad.
La vida, de nuevo la maldita vida restregándome en el rostro lo que jamás podría tener.
Seguimos hablando y por mi salud mental cambié de tema hasta terminar de nuevo entre sus brazos; Darius era mi pequeña obsesión, aunque luego de escuchar sus deseos supe que no cabía en su vida, estúpidamente y por primera vez me dolió ser solo el acostón de alguien, me dolió ser el acostón del único hombre que había logrado apartar mis miedos y con el único que deseé tener algo más.
A veces el karma se tardaba en llegar a nuestras vidas y cobrarnos todas las que habíamos hecho, otras veces y como en mi caso, llegaba pronto y cobraba cada uno de los daños ocasionados. Dañé a John sin pretenderlo y lo estaba pagando con Darius; sí, era precipitado, pero por un segundo quise un futuro con él, al siguiente segundo comprobé que no era la indicada en su vida. Él deseaba algo que jamás le daría y tenía el raciocinio intacto para entender que lo nuestro jamás funcionaría y era mejor dejarlo hasta ahí.
Ese día me despedí para siempre de él e irme con LuzBel a Italia fue lo mejor que pudo pasarme.
Aunque bueno, estar con un macho que había estado en celibato por un tiempo récord para él y una terca que rugía por dentro por reclamar a su consorte, no fue nada inteligente para olvidar mi reciente encuentro con Darius y el reencuentro entre Isabella y Elijah fue como una tortura para mi sensible cuerpecito. Esos dos echaban chispas no solo para pelear sino también para sus reconciliaciones y tuve que ejercer toda mi fuerza de voluntad para no llamar a un hermoso chico de pecas y que me follara por el teléfono.
Estar en Italia sirviendo como celestina de mi amigo y su chica y encima tener que dormir justo al lado de su recámara escuchando como la cama golpeaba la pared mientras ellos calmaban sus demonios, fue una tarea difícil para mis dedos que lucharon para no encontrar un camino equivocado.
Tenía la libido muy facilita así que no tocarme fue un logro en mi vida.
Cuando el momento de conocer a sus pequeños llegó, los nervios en mi amigo me divirtieron de cierta manera y agradecí que al menos él, tuviera una segunda oportunidad para conocer, amar y proteger a los únicos seres que nos amaban de verdad. Él sabía de sobra mi historia y me hizo sentir feliz cuando me dijo que aprendiera a ser una buena tía ya que se me había negado la oportunidad de ser madre.
—Laurel, ya conociste a Lee-Ang Cho —dijo Isabella luego de que habían salido con sus pequeños del gimnasio donde los chiquillos entrenaban.
Lee volvió a hacer su típico saludo de ninja y ya que antes no la saludé como era, esa vez la imité con torpeza.
—Y ella es Maokko Kishaba, mi otra fiel amiga y compañera —me presentó a su otra amiga.
La chica también era asiática, pero lucía más perra que Lee, aunque esa vez supe que no era una perra como la estúpida de Hanna, sino que esa chica estaba más a mi nivel.
—No me vayas a saludar como lo hiciste con Lee porque luces ridícula —soltó con su acento bien marcado sin ser ofensiva.
¡Carajo! Esa chica sí era de las mías. Me encogí de hombros y luego me reí por lo que me había dicho.
—Solo trato de encajar —me defendí y entonces fue ella quien rio.
Estuve en Italia por casi dos semanas aprovechando mis vacaciones, conocí al guapo de Caleb quien era el jefe de seguridad personal de Isabella y me hice muy amiga de Maokko y Lee-Ang. Descubrí que Caleb y Maokko tenían un pasado que ambos se negaban a olvidar, les propuse un trío simplemente para darles un empujoncito y casi termino muerta en manos de una muy furiosa Maokko.
Solo a mí se me ocurría meterme a jugar con una chica que fácilmente podía cortarme la cabeza.
Pero también descubrí con aquella broma que la chica ya no estaba tan interesada en el guapo rubio y sí, en un moreno que se moría por probar. Hablar con ella era divertido y compartir anécdotas mucho más.
—¿Entonces los morenos sí la tienen grande? —me preguntó por tercera vez y me reí.
—Al menos el que a mí me tocó sí. Ya te dije que tuve que buscar una excusa con aquel chico y salir de aquella habitación en cuanto vi que por unos tres centímetros y aquella cosa no llegaba a sus rodillas; me encanta la acción, aunque no estaba dispuesta a estar en silla de ruedas por una semana —le recordé y explotó en carcajadas.
Esa había sido una mala experiencia en mi vida y todo por mi maldita curiosidad de comprobar lo mismo que ella deseaba comprobar; al menos estaba advertida y si aun así deseaba insistir con Marcus —un guapo moreno, musculoso y tatuado hombre. Amigo de LuzBel y delirio de ella— ya era su problema.
En aquel viaje también tuve la oportunidad de conocer a Fabio D'Angelo, el tipo enigmático que me cautivó con su belleza y con el que erróneamente quise olvidar a Darius y sus destrezas. Algo que comprobé que era imposible y, aunque no me quejaba de lo que Fabio me había hecho, no me sentía satisfecha porque no era Darius.
Luego de haber cumplido con mi trabajo y pasar tiempo de calidad con mis amigos y mis pequeños sobrinos postizos, regresé a mi ciudad y seguí con mi vida, ignoré las llamadas que Darius me hacía de vez en cuando y me concentré en mis estudios y terminar mi carrera. Las cosas eran mejor así, no me quería complicar la vida y mi hermoso chico de pecas me prometía solo eso; no le podía decir que no deseaba verlo ya que era una mentira enorme y estaba segura de que sí escuchaba su voz caería fácil y no me lo podía permitir. Sabía que era muy fácil para mí enamorarme de él y al final yo sería la única en sufrir cuando descubriera que jamás le daría lo que él deseaba.
—Quiero muchos hijos Laurel, no quiero pasar solo en prácticas con la que sea mi mujer, sino que quiero que me dé los hijos que sea capaz de darme. Me pueden llamar loco, pero soy así, deseo darles mucho amor a mis pequeños y demostrarles que el mundo no es tan malo como su papá lo creyó alguna vez.
Aquellas palabras suyas nunca me abandonaron y eran las únicas que me detenían a caer en su tentación.
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Cuando Edward volvió de su viaje justo para mi graduación, fui la mujer más feliz ya que él era mi familia y el único que estuvo a mi lado ese día a parte de John con quien logré tener una amistad luego del embrollo que tuvimos. Edward había sido el mejor de su clase y por lo tanto se convirtió en el pediatra más joven de su promoción; ese día nos ahogamos en alcohol y ambos nos contamos nuestros males de amores, él estaba pasando una mala situación con Jace y yo seguía obsesionada con un chico que no fue hecho para mí. Volví a ver a Darius tiempo después, justo cuando íbamos celebrar el cumpleaños de LuzBel y los clones, me puse nerviosa cuando lo tuve frente a mí y más en el momento que insinuó que deseaba hacerme volar por la nubes, sin embargo, me abstuve al saber que luego de volar a las nubes caería con fuerzas al suelo y el golpe me destruiría. Él deseaba una aventura y yo sabía que con él jamás tendría una porque quería más cada vez que estaba entre sus brazos.
Fue por eso por lo que busqué a Fabio de nuevo y me refugié en sus brazos, así era yo, así me protegía. Pero la terquedad de Darius era grande y no se daría por vencido hasta demostrarme que podíamos follarnos y disfrutarnos sin mezclar sentimientos.
No obstante, aquello era imposible para mí, pues ese chico podía colarse hasta el tuétano de mis huesos ya que por mucho que me negara a verlo no lo sacaba de mi cabeza ni un segundo.
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