Emergiendo de aguas pantanosas

carolinalerma1998 capítulo para ti. 

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Sin más que decir, los dejo con este "hermoso" capítulo. 

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{Laurel}

No sé ni como terminé la audiencia. Mi vida se volvió un caos dos semanas atrás; buscaba hacer pagar a mis padres, pero me estaba salpicando de su mierda en el proceso y por momentos quería desistir.

Lo quería hacer por cobarde, porque el día de la audiencia preliminar Darius dijo cosas demasiado hermosas y me daba miedo su reacción cuando se enterara de mi problema. Edward no sabía nada de eso, sin embargo, terminé confesándole todo en mi desesperación por liberarme de la tensión, aunque fuese un poco; era claro que mi error fue hablar con mi amigo y no con mi novio. Ed me dio muchas opciones para decirle la verdad a Darius, desde que lo hiciera en el momento que se estuviese corriendo hasta mentirle con que acababa de enterarme, pero me negué; una cosa era tener miedo de hablar y otra el tener que seguir mintiendo y ya suficiente tenía con no tener el valor para hablar con mi hermoso pecas.

Tanto Ed como Olek me regañaron cuando les confesé lo que le había dicho a Dasher estando Darius presente y me advirtieron que esa metida de pata no solo me costaría las ilusiones de mis dos amores, sino también hasta mi relación por no hablar pronto.

Deseo que la cague Darius, no tú.

Confesó Olek en esa ocasión y lo fulminé con la mirada mientras tomé su vaso y le di un sorbo a su bebida. Ed, Jace y él estaban en Rouge esa noche, era sábado e intercalaba mis noches de trabajo entre ese club o Vértigo, los viernes y el día en el que estábamos. Olek no se me insinuaba, había dejado claro desde que nos arreglamos que quería muchas cosas conmigo, pero no lo recordaba a cada momento.

Ese día me prometí hablar con Darius de una vez por todas, pero al verlo sentía que no podía y me acobardaba.

Las palabras simplemente no salían.

No haber aprovechado esas oportunidades me costó caro y lo comprobé estando en el estrado y verlo irse; jamás sacaría de mi cabeza su rostro destrozado por la tristeza y la decepción en sus ojos. Era eso a lo que siempre le tuve miedo, a esa reacción que me despedazaba el alma, yo sabía que él se decepcionaría de mí, que me creería una mujer a medias al saber que jamás podría cumplir su sueño; pero lo que imaginé nunca se compararía a lo que viví.

Vi a Olek afligido cuando vio mis intenciones de irme tras mi chico y me obligué a terminar mi declaración porque él no se merecía que botara todo en lo que trabajó. Mi madre me miró con una sonrisa triunfante a pesar de que estaban perdiendo el caso, pero supe que su mayor logro acababa de obtenerlo.

Ya sabía el monstruo que era, pero dolió ver su regocijo.

En cuanto me bajé de aquel lugar corrí hacia afuera con la esperanza de todavía encontrar a mi pecas, pero fue en vano; lo busqué en su casa —tenía una llave que él me había dado— y no lo encontré, fui a dónde imaginé que estaría, pero no encontré rastros de él. Terminé llamando a Celine, se sorprendió al oírme y, aunque Darius no estaba con ella, me recomendó ir a Vértigo porque era su club favorito y así lo hice.

Lo encontré ahí.

Me sentí una mierda al verlo con una botella de licor casi vacía, sentado en la barra y cabizbajo; escuchó mis pasos y me buscó, sonrió con burla al verme y mi corazón se apachurró —me sorprendía tener corazón todavía—. Sus ojos estaban rojos al igual que su nariz y supe que había estado llorando.

—¿Por qué? —cuestionó con vos lastimera y arrastrando las palabras. Quise hablar, mas no me lo permitió— Vete, Lau... no soy buena compañía en este momento.

—No me iré, tenemos que hablar —repuse, volvió a reír sin gracia y se empinó la botella.

—Ahora si quieres hablar, queeee...bien —ironizó—. Pues resulta que ahora yo no quiero, así que hazme el favor y vete.

—Dari...

—¡Que te vayas! ¡Maldición! —Di tremendo respingo cuando me habló-gritó. Era la primera vez que utilizaba tal tono conmigo y también la primera ocasión en la yo permitía que alguien me hablara así.

—¡Perdóname! —chillé y negó. Estaba destrozado y fue solo por eso que ignoré su actitud.

—¿¡Por qué!? ¿¡Por mentirme!? ¿¡Por ilusionarme!? ¿¡Por ilusionar a Dasher!? ¿¡Por excluirme!? ¿¡Por mirarme a la cara y decir que confiabas en mí más que en nadie!? ¿¡Uhm!? ¡Responde! —exigió y un sollozo escapó de mi boca al escuchar sus señalamientos.

—¡No es mi culpa ser estéril, Pecas! —solté entre lágrimas, rogando porque él lo entendiera, para que notase que tal cosa me dolía quizá más que él y que ese hecho fue el motivo de mis mentiras.

—¿¡Y te estoy culpando de ello!? Porque entre todo lo que te señalé antes no mencioné eso ¿o sí? ¿A parte de verme la cara de imbécil, me crees así? —Negué y dio un fuerte golpe en la barra— ¡No, Laurel! No te culpo por eso. No soy tan mierda y lo sabes —señaló—. Me jode haber sido el último en enterarme.

Retrocedí cuando se puso de pie y dio dos pasos hacia mí, retrocedió en el mismo instante y cogió la botella de la que estaba bebiendo, la tiró a la pared y chillé de miedo al verlo tan descontrolado. Era cierto, no me estaba culpando y caí más profundo en el fango cuando noté lo que mi cobardía había hecho.

—¡Vete, Laurel! —suplicó segundos después y mordió su labio para no llorar. No me moví ni un centímetro— ¡Vete porque me estoy conteniendo para no ofenderte! ¡Hazlo porque no te quiero dañar con mis palabras!

—¡Amor! —supliqué al verlo llorar como un niño herido y despreciado.

—¡Joder! ¡Vete a la mierda! ¡No quiero tenerte frente a mí en estos momentos! —su voz era gutural y ahogada por el llanto.

Me dolió que me hablara así, pero más lo hizo al ver que aun herido se contenía para no ofenderme peor. Así de increíble era.

Estaba herido y no lo culpaba.

Con un inmenso dolor en el alma me di la vuelta y comencé a caminar de regreso a la salida, me fui de ahí y le pedí a Antón que no lo dejara solo. Darius tenía razón: no era buen momento para hablar y con lo poco que dijimos comprendí que su decepción no era porque no le podía dar hijos sino por haberlo excluido y ocultado esa terrible verdad.

Lloré de regreso a mi apartamento por todo lo que estaba pasando, a mí me dolía mi incapacidad, pero la comencé a aceptar con los días; Darius a penas se enteraba y estaba consiente que necesitaría tiempo para procesarlo. En algún momento íbamos a hablar y le pediría perdón por haber sido tan cobarde y era mi culpa que creyera que lo dejé de lado porque no expliqué nada cuando fue el momento correcto de hacerlo.

¡Joder!

Me lo habían advertido y no actué a tiempo.

Edward estaba en la puerta de mi apartamento cuando llegué, no tuve que decir nada después de abrirla y dejarlo pasar junto a mí; él sabía mi estado, mi ojos hinchados y nariz gangosa se lo demostraba y solo me llevó con él al sofá y me abrazó con fuerza, metiéndome en su regazo y dejando que soltara todo el dolor que me acojonaba. Mi precioso pecas me acababa de mandar a la mierda y no podía culparlo cuando él no me culpó de mi problema, aunque sí de ser una cobarde y no estaba equivocado; fui la peor de todas y por miedo alimenté una mentira, una ilusión con la que jamás debí jugar. Me asusté al imaginar cómo debía estar, lo que estaba sintiendo, y me dio temor que cometiera una locura; Antón y Marshall estaban allí, pero Darius podía ser terco cuando se enojaba e intuía que peor cuando lo decepcionaban. Fue por esa razón que le escribí a Connor y le supliqué que fuera a verlo, no quise darle detalles solo me limité a explicar que estábamos pasando por un mal momento.

—Ese hombre está enamorado de ti, solo dale tiempo, Lorax. Tú sabes que no es una situación fácil de digerir —susurró Ed en mi oído y asentí.

Pasamos así un rato, sin hablar, sin hacer nada y cuando tuvo que irse, Olek llegó preocupado.

Ed se fue tranquilo al dejarme con Olek, este último había seguido en la corte y llegó en cuanto la audiencia acabó; era un alivio que mi ausencia no afectara, pero no se llegó a una resolución ese día, aunque todo apuntaba a que teníamos el caso ganado y mis padres irían a la cárcel. A Dana la encerrarían por más tiempo, puesto que mi padre aportó las pruebas suficientes para acusarla de asesinato en el caso de mi bebé y los daños que me repercutieron; Olek trató de animarme, era demasiado optimista y le agradecí que no me recordara que me advirtió lo que estaba pasando.

—Ya no llores más, pequeña. Te ves fea así —soltó y quise reírme, pero también matarlo por su idiotez.

—¿Por qué fue tan fácil decírtelo a ti? —cuestioné y era estúpido ya que esa respuesta tenía que saberla yo, no él.

—Porque soy demasiado impresionante —Pero bueno, era Olek y así fuera una respuesta estúpida, él la tenía. Rodé los ojos cuando dijo aquello y se rio por mi reacción—. Fue porque no buscabas nada conmigo y, aunque tengamos un pasado, me superaste. No te dio miedo perderme porque ni siquiera querías tenerme —habló poniéndose serio y me estremecí— y con Darius es todo lo contrario, lo quieres, lo tienes y saber sus ilusiones te hizo temer a perderlo; es más fácil confesarle tus verdades a alguien que no te afecte como él lo hace y más cuando esa verdad lo va a dañar.

Me sentí patética cuando comencé a llorar de nuevo después de oírlo, lo abracé y enterré el rostro en su cuello porque no quería que me viera y en su intento por hacerme olvidar se burlara de mí; conocía demasiado bien a ese hombre, esa parte idiota de él no había cambiado y por unos segundos me vi volviendo al pasado, a los días en los que me hizo tan feliz y me sacó de la mierda de vida en la vivía por culpa de mis padres.

—Moría de ganas por besarte desde el primer día que nos chocamos —confesó luego de darnos nuestro primer beso. El primero para mí, al menos—. No sabes besar, por cierto —añadió de inmediato.

Ese hombre me tenía idiota y, aunque me morí de la vergüenza luego de decirme aquello, me recuperé demostrándole que no iba a quedarme así.

—Tienes suerte de que primer beso haya sido por pagar una apuesta y fue tan horrendo que hasta hoy, puedo decir que besas como los ángeles, aunque tampoco he besado a uno, es pura metáfora. Pero deja que coja práctica y bese a alguien más, entonces hablaremos —le advertí solo para devolverle su idiotez.

—¿Y quién te dijo que besarás a alguien más? —cuestionó indignado y me reí con mucha diversión por hacerlo caer tan fácil— ¡Joder, Laurel! Jamás te podré ganar una ¿cierto?

—Cierto.

Sonreí entre lágrimas por aquel recuerdo, volvía a ser lindo recordar nuestro tiempo juntos cuando tenía claro que él jamás me abandonó.

—Y ahora soy más que experta en besos —susurré para mí, pero me escuchó e incrédulo me separó de él.

—También estabas recordando nuestro primer beso —aseguró y mis ojos se abrieron demás.

—¿Lo hacías tú? —Asintió a mi pregunta y no supe cómo sentirme— Necesito ir al baño —avisé y no dejé que me respondiera.

Me fui hacia el cuarto de baño de mi habitación y me encerré un buen rato sin poner el pestillo; pensar en lo injusta que era la vida ya estaba siendo aburrido, pero no pude evitarlo al verme en el espejo y comprobar mi cara de sufrimiento por todo lo que estaba pasando con Darius y luego recordar lo que sucedió con Olek, lo que me alejó de él.

Amé a Olek, fue mi primer novio y lo perdí por las artimañas de mi madre y eso dolía demasiado, sin embargo, a Darius lo estaba perdiendo por mi culpa y eso era más que doloroso.

Me quité la ropa y me metí a la ducha sin esperar a que el agua se pusiera cálida, me dolía la cabeza, el pecho, el alma y tuve la esperanza de que ese líquido se llevara un poco de mi agonía, mas no fue así y estando bajo la lluvia artificial lloré con más fuerzas y sollocé con intensidad. No lo hice por lo que estaba pasando con mi pecas sino por todo, porque desde el día uno en el que comencé a tener conciencia solo recordaba desprecios, dolor y mucho sufrimiento; la felicidad fue demasiado escasa en mi vida, la degusté tan poco que ni siquiera logré grabarme su sabor.

Toqué mi vientre recordando la ilusión que una vez tuve a pesar de ser una niña, sonreí cuando a mi cabeza llegó el día en el que toqué el vientre de Isabella y su nena se movió como loca. En lo personal nunca iba pasar por eso y era la primera vez en la que aquello se sentía más que cruel. Me deslicé con la espalda por encima de los azulejos hasta quedar sentada en la tina, llevé las rodillas hasta mi pecho y abracé mis piernas; no solo le oculté la verdad a Darius por miedo, lo hice porque de alguna manera intuí que el día que él lo supiera, también lo iba a terminar de creer yo y me rehusaba. Quemaba, ardía, dolía, hería mi alma no tener esa oportunidad con el hombre que amaba, porque sí... amaba a Darius con todas mis fuerzas.

—¡Mierda! —escuché a Olek a lo lejos.

Ni siquiera me preocupé porque me viera en esa situación, no puse atención a lo que hacía, solo sentí cuando el agua dejó de mojarme y puso algo suave en mi cuerpo. Me negué a moverme cuando intentó sacarme y sin importarle lo que pasaría se metió junto a mí y me abrazó dejándome llorar en su pecho. Estaba tocando fondo una vez más y era por todo, lo de pecas solo sirvió para dejar salir la presión en mi interior, había fingido fortaleza demasiado tiempo y sobrepasé mi límite. Me aferré más a Olek sin importarme mojarlo, al fin y al cabo eso no le importó cuando se metió a la tina con ropa y mojó sus vaqueros.

Rato después estaba en mi cama, solo envuelta en la toalla y las sábanas, la ropa de Olek era un desastre y comentó que el agua se le había pasado hasta el culo, intenté sonreír con eso, mas no pude. Le dije que podía meterla a la secadora y ya que mi ropa no le quedaba y la que tenía de hombre pertenecía a Darius, optó por cubrirse con una toalla. Hasta verlo casi desnudo frente mí me di cuenta de que estaba muy mal, pues ni siquiera repuse en lo musculado que tenía el cuerpo y no tuve aliento de admirarlo; Edward quizá me hubiese llevado a urgencias al darse cuenta de eso.

—Ya vuelvo —avisó y lo vi salir de la habitación con la ropa en las manos.

Suspiré con fuerza y con el puño apreté la toalla para que no se saliera de mi cuerpo, salí de entre las sábanas y quise ponerme de pie, pero un mareo casi me manda al suelo cuando lo logré.

—¡Wow! ¡Joder, pequeña! —exclamó Olek llegando a mí— Debías esperarme —reclamó y negué.

—Sé que mi estado es patético, pero no me estoy muriendo ni tampoco estoy enferma. Solo fue un mareo por la debilidad que tengo de llorar tanto —señalé, aunque me apoyé en sus brazos.

Era alto y tuve que alzar la cabeza para verlo a los ojos, me miró con una sonrisa y asintió; se estaba preocupando demás por mí, sin embargo, lo agradecía mucho.

—Gracias —musité, no respondió y en lugar de eso me haló para abrazarme. Su piel estaba cálida a pesar de haber estado mojado e inspiré el aroma que su piel soltaba.

—Mi toalla acaba de caerse así que si no quieres impresionarte con mi increíble vara, te aconsejo que cierres los ojos —Me reí, lo hice de verdad al escucharlo tan socarrón alardeando de su «vara», pero le hice caso y me separé de él con los ojos cerrados.

Caminé así hasta el closet sabiendo bien dónde estaba y seguí riendo de la situación tan patética; no tenía miedo de mirar un pene y, aunque tenía años de no ver el de ese hombre, lo recordaba y no creía que hubiese tenido tantos cambios.... A no ser que se hubiese engrosado al igual que todo su cuerpo.

Sacudí la cabeza para sacar aquellos pensamientos y me metí en la diminuta habitación para ponerme algo de ropa.

Llorar me había limpiado un poco el alma y a pesar de que respirar todavía era difícil, lo hacía mejor que antes y tenía una leve esperanza de que Darius estaría más calmado al siguiente día y al fin hablaríamos como dos personas adultas.

De verdad que esperaba eso.

____****____

Tres días pasaron y Darius no daba señales.

Le envié mensajes que leyó, mas no respondió. Le llamé y declinó todas mis llamadas, tuve esperanzas de verlo en los clubes, pero nada pasaba; me estaba sacando la vuelta y descubrí que era experto en eso.

El viernes por la noche me fui a Darkness, aunque antes le llamé a Antón y le pedí de favor que me avisara si veía a Darius. Ni siquiera lo encontré en su casa días atrás y me vi obligada a hacer que sus escoltas lo traicionaran de esa manera. Antón avisó tal cual prometió y confirmó que sí había llegado, pero también agregó que se regresó pronto a su hogar; imaginé que Dasher estaba con los Pride puesto que era de la única manera en que él salía por las noches y decidí irme para su casa, nadie me iba a detener y que pasara lo que tuviese pasar, mas esa noche íbamos a hablar de una buena vez.

Saqué la llave que me había dado —él tenía una de mi apartamento que nunca usó— y con manos temblorosas logré meterla en la cerradura, cuando abrí escuché música en la sala y mi corazón se alocó; mi plan era acoplarme a las viejas tácticas y de ser posible me lo iba a follar antes de hablar, tal cual él lo hizo cuando se metió a mi habitación en la casa de Ed. Aunque sufrí un shock nervioso en cuestión de segundos al ver ropa tirada guiando un camino y no era solo de Darius sino también de mujer; tragué con dificultad al imaginarme lo que estaba pasando y quise ser masoquista al comenzar a caminar y comprobar con mis propios ojos lo que sucedía.

Darme la vuelta e irme tal vez era más fácil que llegar a la habitación y herirme con lo que encontraría, pero quería estar segura y no intuir nada.

Mis manos estaban heladas y comencé a sudar de ira al momento en que escuché gruñidos y gemidos. Qué bueno era que no supiera usar armas ya que estaba segura de que de ser así, esa noche me habría convertido en asesina; la puerta estaba abierta y ahí —en la misma cama en la que una vez estuve yo— se encontraba Darius, mi pecas, desnudo, sudando y gozando del cuerpo de Celine.

Y yo que creí que ya no podía ser destruida. Estaba tan equivocada.

La follaba con rudeza, teniendo el control de la situación y la pequeña mosca muerta lo disfrutaba con locura; ese era Darius Black, mostrando lo hijo de puta que era y el dios del sexo que satisfacía desde a la más santa del cielo hasta la más perversa del infierno.

Demás estaba decir lo hecho mierda que tenía mi corazón para ese momento, pero no lloré.

Ya lo había hecho demasiado y en la vida recibí infinidad de golpes, tantos, que mi alma y cuerpo estaban comenzando a curtirse. Estaba temblando de la ira y dolor, sí. ¿Cómo no iba a hacerlo al ver a mi novio con otra? Era cierto que yo hice sufrir en el pasado a muchas y muchos, pero el karma era demasiado perro y duro.

Aunque había algo seguro conmigo en la vida: me la hacían una vez y me iba, no perdonaba y menos cuando daba la oportunidad de que hicieran esas cosas en mi cara. No confiaba ni creía en nadie y cuando lo hacía, era porque me entregaba por completo y si me herían, no tenían el gusto de disfrutarlo; Darius me subestimó y a pesar de que lo amaba como una estúpida, su traición sería la primera y última y jamás volvería a darle el chance de dañarme. Me conoció perra, mas existía una parte de mí que oculté y dejé de lado por respeto a él; pero era hora de mostrársela y enseñarle que para hijas de puta... estaba yo liderándolas a todas.

Me crucé de brazos y sonreí con cinismo al verlos en esa situación, Celine estaba en cuatro patas cerca de la orilla de la cama y Darius de pie, penetrándola desde atrás. Sabía lo que se sentía y no juzgaba las muecas de placer de la chica.

—¡Oh, Dios! —chilló Celine y no fue de placer, fue de sorpresa y miedo cuando me observó en la puerta.

—¡Mierda! —se quejó Darius al percatarse de mi presencia. Salió de ella y cubrió su erección.

Me reí divertida.

—¡Ey, chicos! Siento mucho haberlos asustado —me obligué a sonar fuerte—. Solo estaba admirando lo bien que se ven así. Pero, cariño...intenta poner el culo más en pompa y mueve las caderas para encontrar las embestidas de Darius, eso le fascina a él ¿cierto, amor? —inquirí con la mirada perversa, aconsejando a Celine y enfrentado al maldito adonis.

Darius me miró, de la sorpresa pasó a la incredulidad y luego al cinismo mostrándome una sonrisa estúpida.

—Cierto —soltó y eso casi hizo que me pusiera a llorar— ¿Quieres unirte? —ofreció el hijo de puta tentándome.

—¡Darius! —protestó Celine, estaba cubriéndose con la sábana. Él la ignoró.

—¿O prefieres un trío con Olek? —Lo miré displicente cuando preguntó tal cosa, la estaba cagando y quería embarrarme.

¡Perfecto!

Caminé hacia donde estaba de pie y negué divertida.

—Sí, mejor con él. Y no te ofendas, Rulitos, pero Olek folla rico y a ti te falta demasiado —Los miré a ambos y me llevé el dedo índice a la barbilla. Si Darius quería meterse a ese juego le enseñaría cómo se jugaba—. No estoy para enseñar en estos momentos sino para gozar —solté satírica.

—Hija de pu... —las palabras de Darius murieron en el momento que lo besé sin importarme en dónde había tenido la boca antes, fue un beso casto y rápido. Uno con burla y no con el amor que sentía por él.

—Y la mejor de todas, pero eso ya lo sabías —aseguré—. Los dejo, amores, sigan en lo suyo y no olvides mi consejo: culito en pompa y encuentra las embestidas —Le guiñé un ojo a Celine, le sonreí a Darius y me marché de ahí.

Tenía tanto aire atorado en los pulmones que creí que mi pecho sobresalía más de lo normal, pero salí con la dignidad intacta frente a esos dos malditos traicioneros que casi me vieron la cara de imbécil. Y decía «casi» porque si me hubiese quebrado por completo delante de ellos entonces sí me hubiesen visto de estúpida; la traición sabía demasiado amarga, era como ácido bajando por mi garganta, desgarrándola sin piedad y caía pesado en mi estómago tal cual comida grasienta en un enfermo de gastritis.

Esperé cualquier cosa de Darius por el dolor que le causó mi omisión, pero nunca eso y después de todo lo que pasó entre nosotros no imaginé que actuara como un adolescente inmaduro y herido, menos que me creyera la estúpida novia que perdonaba traiciones. A mí ni siquiera me la hacían una vez, sin embargo, dejé que ese hombre fuese más de lo que Olek significó en mi vida; como idiota le di una oportunidad al amor sabiendo lo malo que era y en parte aceptaba lo que me estaba pasando, era mi pago por haber caído en algo que juré no caer más.

—¡Laurel! —Me tensé cuando escuché que me llamó.

Ya había llegado a mi coche y solo respiré profundo antes de girarme para verlo, llevaba puesto solo un pantalón de chándal, descalzo y sin camisa.

—Así que te vas y te importa una mierda lo que pasó allá adentro —Mis ojos se abrieron demás al escuchar tal descaro.

¿Era en serio?

—¿Y qué querías? ¿Que llorara? ¿Que te golpeara a ti o a Celine? ¿Que los matara a ambos con mis propias manos? —pregunté incrédula y con burla, él rio.

—Claro, cómo iba a pasar eso si es algo que no te duele —enfatizó apático. Estaba siendo un imbécil y buscaba herirme a propósito.

—No, Darius. Pasa que la vida se ha ensañado tanto conmigo y me ha tirado tantas veces como se le ha dado la puta gana, que ya aprendí a caer y aterrizar de pie —expliqué serena.

—O la realidad es que nunca me quisiste, por eso me mentiste y me engañaste.

Bufé y reí irónica.

—¡Fantástico! Me descubriste, fuiste solo un gusto que me di y ya —repuse alzando las manos, harta de ver lo idiota que podía ser.

Se acababa de tirar a otra estando conmigo, los descubrí y se ofendió porque no le hice un escándalo. Era obvio que solo perdí mi tiempo con él.

—¡Maldita p...! —Se detuvo antes de terminar la ofensa y levanté el rostro con altanería para obligarlo a que siguiera. Estaba sin palabras luego de lo que dije y ni siquiera notó que en ese momento sí le estaba mintiendo— Espero no volver a verte, Laurel y que quede claro que esto no es por tu problema, es por tu engaño, tus mentiras, tu traición —soltó y, aunque lo último me sorprendió no pedí explicaciones.

Al parecer el idiota olvidó cómo lo acababa de encontrar.

Se dio la vuelta y volvió a su casa con su inocente damisela, dejándome atrás con una facilidad extraordinaria.

Era por eso que siempre creí que amar era malo, muy malo y era hora de volver a creerlo.


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